Leyendo mucho de lo que se escribió tras la separación de Dead Can Dance a mediados de los noventa, no era difícil hacerse una idea de Lisa Gerrard y Brendan Perry como dos personas de trato difícil cuya conjunción para grabar los discos de la banda fue casi milagrosa. Llegamos a pensar que ambos tenían un carácter tan complicado que no les hacía especialmente aptos para la colaboración con otro artista pero, al menos en el caso de Lisa, esa impresión parece haber quedado refutada por toda su carrera posterior que, por otra parte, es ya mucho más larga de lo que fue aquella primera etapa de su dúo con Perry.
Si hacemos un repaso es fácil comprobar como, de hecho, la mayor parte de sus discos al margen de Dead Can Dance han sido colaboraciones con otros artistas. Además, en la mayor parte de los casos no han sido coincidencias puntuales sino que se han extendido en el tiempo y han dado como fruto más de un trabajo. Sucedió así con Pieter Bourke de cuyo trabajo conjunto hablamos aquí tiempo atrás y también con otros nombres tan reputados como Hans Zimmer o Klaus Schulze con quienes ha publicado ya un número de discos bastante importante (o, en el caso de Zimmer, bandas sonoras, no siempre publicadas en CD).
Hoy vamos a retroceder hasta 2004, cuando, después de varias películas con el citado Zimmer, Lisa volvió a grabar en estudio con otro artista que también pasó por el blog tiempo atrás: Patrick Cassidy. Gerrard había comenzado a trabajar junto a Hans Zimmer en el año 2000 cuando ambos firmaron la banda sonora de “Gladiator”. Poco después de esa película, el compositor iba a volver a trabajar con Ridley Scott en la música de su siguiente película, “Hannibal”, al mismo tiempo que hacía otros trabajos más comerciales junto a Lisa Gerrard. En un momento determinado de la producción de “Hannibal”, Zimmer recurrió a Patrick Cassidy, que residía en Los Angeles, para que le ayudase a orquestar determinados pasajes de la película y probablemente fuera en alguna de aquellas sesiones en donde se produjo el primer contacto entre Lisa Gerrard y el compositor irlandés. Acordaron trabajar juntos en un futuro y la ocasión se presentó a lo largo de 2003.
Patrick Cassidy encontró unos meses para desplazarse a Australia y grabar allí con Lisa su primera colaboración. Salvo una, todas las composiciones están firmadas por los dos artistas y toda la interpretación corre por cuenta de Cassidy (sintetizadores) y Gerrard (voces).
Patrick Cassidy junto a Lisa Gerrard. |
“The Song of Amergin” - La obra de Patrick Cassidy ha estado muy influida por la tradición irlandesa y tiene un buen número de composiciones en las que se recrean distintos momentos de la mitología de aquel país. La “canción de Amergin” pasa por ser la primera canción que alguien cantó sobre suelo irlandés y la entonaría el milesiano Amergin en el momento de su desembarco en la isla. El enfoque es solemne (no podía ser de otra forma) con poderosos colchones electrónicos sirviendo de introducción para la emocionante voz de Lisa Gerrard en un registro enigmático, acentuado por el uso del idioma gaélico. Más que cantar, lo que hace la artista es declamar con una cadencia inimitable una serie de versos que nos sitúan en el estado de ánimo perfecto para afrontar el disco.
“Maranatha (Come Lord)” - La vocalista se atreve con el arameo para ofrecernos este mantra en el que se pide continuamente la presencia de Dios. El uso del eco como efecto principal sobre la voz de Lisa le da una profundidad especial y refuerza el sentido místico de la pieza. Sobre la repetición surge un bellísimo lamento en la parte más aguda del registro vocal de la artista que contrasta a la perfección con el resto del tema.
“Amergin's Invocation” - Cassidy saca aquí todo su talento orquestal para ofrecernos una maravillosa pieza que bien podría haber inspirado mucha de la música de “Juego de Tronos”. Una de las mejores composiciones de todo el disco que mejora aún más cuando escuchamos a Lisa en una brillantísima intervención previa a la repetición del tema central. Glorioso.
“Elegy” - Es el turno ahora para una pieza centrada en la voz de Lisa, del estilo de las que solía hacer en los discos de Dead Can Dance y también muy cercana a alguna de las piezas que la artista cantó en los discos de This Mortal Coil. Los arreglos de Cassidy son sutiles, casi perfectos. Aunque en conjunto el tema es algo plano, la calidad de la interpretación es tal que casi no merece la pena plantearse cuestiones así.
“Sailing to Byzantium” - “No es país para viejos” decía Yeats en el primer verso del poema que inspira este tema. Y no sabemos si lo era la antigua Bizancio pero ninguno de los dos compositores es precisamente ya un jovencito y su trabajo aquí es magistral. Volvemos a las solemnidades orquestales y lo hacemos con un gran acierto por parte de Cassidy, excelente en esa labor en todo el disco. Las cuerdas tienen momentos magníficos pero saben acomodarse a la voz de Lisa Gerrard cuando esta lo requiere logrando una simbiosis perfecta. Las percusiones de la parte final pueden remitirnos al Hans Zimmer más rimbombante pero lo cierto es que siempre han sido un elemento importante en la música de Cassidy por lo que en modo alguno suenan extrañas aquí.
“Abwoon (Our Father)” - Llegamos así a la oración de las oraciones. Nada más y nada menos que el “padrenuestro” y cantado en la lengua nativa de Jesús, el arameo. Lisa opta por un registro discreto que en un principio parecía encaminarse por senderos recientemente transitados junto con Zimmer en “Gladiator” pero que enseguida renuncia a ello para quedar como una pieza sobria y contenida.
“Immortal Memory” - Otra vez Cassidy nos brinda un elegantísimo inicio que nos recuerda sus devaneos barrocos en “The Children of Lir”. En este caso es el pie perfecto para que Lisa vuelva a sobrecogernos con una interpretación inmejorable en una pieza pausada, de una cadencia casi mágica que resume a la perfección lo mejor de ambos artistas.
“Paradise Lost” - En un disco que camina entre el mito, la literatura y la religión, el “Paraíso Perdido” de Milton encaja perfectamente por cuanto que aúna todos esos ingredientes. Sin embargo, y pese a que unos versos de Milton adornan el libreto que acompaña al disco, la inspiración del tema procede de la novela “The Long Green Shore” del australiano John Hepworth, que narra parte de la participación de ese país en la Segunda Guerra Mundial a través de la historia de un grupo de soldados que combatieron a los japoneses en Nueva Guinea. La composición es casi una banda sonora de aquellos acontecimientos, con un toque dramático muy marcado desde el principio y un desarrollo muy lento. La primera sección, orquestal, deja paso a una segunda con Lisa Gerrard como protagonista pero en un un tono muy bajo. Es en el segmento central en el que las dos partes se combinan aumentando la intensidad de la pieza pero no de un modo continuo sino como a oleadas hasta ir despareciendo poco a poco.
“I Asked for Love” - Una de las canciones en las que más notamos el estilo de Lisa Gerrard en el disco es esta, basada en un poema del británico Digby Mackworth Dolben, fallecido con apenas 19 años. La pieza tiene toda la emoción y el desgarro propios de la obra de un artista tan joven y lleno de frustraciones por haber llegado a lo más alto entrando en una institución como Eton y una vez allí, haberse dado cuenta de que es precisamente la pertenencia a ella la que iba a hacer imposible su felicidad.
“Psallit in Aure Dei” - Cierra el disco la única composición del disco firmada por Cassidy en solitario. Dedicada a su padre Colin, es un maravilloso homenaje en el que destaca una bellísima introducción de órgano de la que emerge como un ángel la voz de Lisa. Un colofón extraordinario para un disco verdaderamente mágico.
Tras “Immortal Memory”, Patrick Cassidy y Lisa Gerrard han colaborado en varias ocasiones más para distintas bandas sonoras para cine y televisión aunque no todas llegaron a buen puerto (hicieron la música de “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson pero finalmente su trabajo fue descartado por la premura de fechas respecto al estreno). En los últimos tiempos las carreras de ambos han ido por caminos diferentes pero lo cierto es que no nos importaría que volvieran a juntarse en alguna ocasión puesto que discos como el que hoy hemos comentado merecen mucho la pena y están a la altura de lo mejor que ambos artistas han grabado por su cuenta.
Sin embargo, quizá tengamos que esperar un poco porque las últimas noticias nos hablan de un nuevo disco, ya grabado y terminado, de Dead Can Dance para finales de este mismo año y, si eso es así, poco tenemos que añadir porque son palabras mayores.
Mil gracias, están magistrales las piezas musicales
ResponderEliminarMuyInteresanteTrabajo
ResponderEliminarMuyBuenaCrítica