De cuando en cuando
dedicamos en el blog una entrada a aquellos músicos que han supuesto una
influencia decisiva en las músicas que hoy escuchamos con mayor frecuencia.
Músicos polémicos en su tiempo pero transformados en clásicos hoy en día.
Hablamos ya de John Cage, Olivier Messiaen, Erik Satie o Gyorgy Ligeti y le
llega hoy el turno a uno de los más controvertidos, inaccesibles y, a la vez,
reivindicados compositores del siglo pasado: Karlheinz Stockhausen.
Nacido en Alemania en 1928, tuvo la desgracia de vivir una
infancia y adolescencia en pleno nazismo, sufriendo su propia familia las
consecuencias. Su madre, con algún problema psicológico derivado de un embarazo
complicado, fue ingresada en un psiquiátrico cuando el músico apenas contaba
cuatro años de edad (falleció un tiempo después de “leucemia” como casi todos
los internados en el centro, ya que esa era la causa de la muerte oficial de
aquellos eliminados por el programa eugenésico del partido Nazi). Su padre
encontró otra pareja que se convirtió en madrastra del joven Stockhausen y la
relación entre ambos distaba de ser buena lo que terminó con los huesos del
músico en un internado. Paradójicamente, ahí se reforzó su interés por la
música, que había aparecido poco antes. La Segunda Guerra mundial le tocó de
cerca aunque tuvo la fortuna de no entrar en combate al ser destinado a un
puesto de camillero. Huérfano de su padre, fallecido en el frente, ingresó en
el Conservatorio de Colonia despuntando como un alumno avanzado que, como era
habitual en los mejores estudiantes de la época, acabó en los cursos de verano
de Darmstad, la meca de la vanguardia musical europea. Allí estudió con Karel
Goyvaerts y tomó la decisión de desplazarse hasta Paris para tomar clases de
Olivier Messiaen y Darius Milhaud, contactando allí con Iannis Xenakis o Pierre
Boulez, con quien le unió desde entonces una buena amistad.
Stockhausen combinó una formación teórica de una solidez
granítica, estudiando con los mejores, por una ambición formal inédita hasta
entonces. Se abrió como ningún otro de los compositores de su generación a
otros campos extrayendo lo mejor de cada uno de ellos y construyendo una voz
propia única. Mezcló música concreta con electrónica, en la que es un pionero,
obteniendo resultados innovadores. Nada fue igual después de los experimentos
electrónicos de Stockhausen y ante todos surgió de repente un campo
absolutamente virgen en términos de sonido y tímbrica que habría de transformar
la música en las décadas siguientes. Lo sorprendente es que la música del
compositor alemán es muy dura, inasequible y difícilmente asimilable por el
oyente medio lo que hace aún más sorprendente, si cabe, la gran influencia que
ha tenido sobre artistas tan diferentes entre sí como Miles Davis, Herbie
Hancock, Frank Zappa, los Beatles, Pink Floyd, Grateful Dead, Bjork o Henry
Cow.
Pero si hay un campo y un área geográfica que no podría
concebirse hoy sin la figura de Stockhausen ese es el de la música electrónica,
en especial la nacida del krautrock, la escuela de Berlín y ¿como no? de
Kraftwerk y su zona de influencia. Por los estudios de Radio Colonia, centro
neurálgico de la vanguardia en los sesenta pasaron todos aquellos que fueron
alguien en los años siguientes.
Como siempre que hablamos aquí de un músico, lo hacemos con
el soporte de un disco o una obra concreta. En este caso, vamos a hablar por
primera vez de la serie C20 de Decca y Deutsche Grammophon que recoge
grabaciones clave de los compositores esenciales del siglo XX. Con una imagen
unitaria en todos los casos (fondo oscuro, nombre del compositor en gris y
título de la obra en tonos pastel en la parte central de la portada) junto con
un pequeño motivo representativo del disco en una esquina. El volumen dedicado
a Stockhausen es compartido con el compositor húngaro Gyorgy Kurtag aunque la
obra central del disco es “Gruppen” del alemán, una de sus obras clave y, para
mucho, una de las obras clave de la música del siglo pasado. Escrita para tres
orquestas separadas, la versión del disco la interpretan los miembros de la
Orquesta Filarmónica de Berlín repartidos en tres grupos, cada uno dirigido por
un maestro distinto, a saber: Friedrich Goldman, Claudio Abbado y Marcus Creed
que toman los lugares que en el estreno de la obra ocuparon respectivamente
Bruno Maderna, Pierre Boulez y el propio Stockhausen.
Imagen de los ensayos previos al estreno de "Gruppen" |
GYORGY
KURTAG
“Grabstein für Stephan” – La pieza que abre el trabajo
comienza de un modo casi imperceptible en el que trancurre el tiempo y apenas
hay nada audible para el oyente. Muy despacio se dejan sentir algunas de las
secciones de la orquesta que aparece como un monolito granítico, con algunas
apariciones algo más marcadas de los metales. Cambia drásticamente el panorama
con una súbita interrupción, un “tutti” orquestal que aparece en el momento en
que el oyente se encuentra más concentrado tratando de discernir algo entre la
sutileza del sonido reinante hasta ese momento. El sobresalto se repite en tres
ocasiones antes de volver a encontrarnos inmersos en un aparente silencio en el
que los músicos apenas se perciben como una especie de murmullo. Una acerada
intervención de la trompeta con un largo lamento se destaca sobre el resto de
instrumentos como tirando del hilo de un tapiz que se deshace lentamente hasta
el final de la obra.
KARLHEINZ STOCKHAUSEN
“Gruppen” – Una de las inquietudes principales de
Stockhausen en la época en la que trabaja en esta obra era la organización
espacial del sonido. Sus experimentos electrónicos en los años previos jugaban
con la disposición de los altavoces en la sala como un elemento más de la
propia música. Con “Gruppen”, el compositor llevaba esa preocupación al ámbito
de la orquesta repartiendo a los músicos en tres formaciones orquestales
distintas, cada una con su propia partitura que ni siquiera tenía por qué
coincidir en el “tempo” con la de los otros dos “grupos”, aunque las tres
orquestas convergían en muchos momentos, ejecutando incluso algunos
contrapuntos entre ellas. Por las especiales características que requiere de el
auditorio, no es sencillo asistir a una ejecución de la obra tal y como su
autor la concibe pero cuando esto sucede, el oyente se encuentra inmerso,
literalmente, en una oleada de sonidos y sensaciones que proceden de todo su
entorno brindando una sensación absolutamente nueva y diferente. Al margen de
los aspectos más formales, la música es plenamente contemporánea con gran
protagonismo para elementos poco comunes (las percusiones reinan de modo
absoluto en un largo fragmento cercano al final) y no son pocos los que
califican a “Gruppen” como una de las cumbres de la composición del siglo XX.
GYORGY KURTAG
“Stele” – La segunda obra de Kurtag en el disco comienza de
un modo solemne, con un golpe de timbales y los metales ejecutando una fuerte
nota que se desvanece lentamente. El resto del primer movimiento tiene
características similares a la primera obra del disco, música tenue, estática y
profunda. Cambia todo en el segundo movimiento con cuerdas y metales llenos de
nervio en una construcción oscura e inquietante subrayada por las trompetas y
los trombones que zumban de modo creciente hasta llegar a un intenso clímax.
Una ominosa melodía de cinco notas se repite varias veces a partir de aquí
transportándonos hacia el tercer movimiento. El cierre de la obra lo pone un
extraño tema en el que unos acordes se repiten una y otra vez de un modo
cadencioso, con espaciosos silencios en medio. Aparece entonces la orquesta,
reposada, contemplativa, que gana en presencia poco a poco de la mano de las
cuerdas hasta llegar a la sección final, con un ritmo que recuerda un cortejo
fúnebre previo al desenlace.
A pesar de que ya han pasado por aquí músicos cuya obra no
es fácil de asimilar en un primer momento, no creemos que ninguno de ellos
llegue al extremo de dificultad que el reto de escuchar a Stockhausen supone
para el oyente desprevenido. Por nuestra parte, siempre hemos defendido que
todo arte merece algo de esfuerzo por parte del espectador para no quedarse en
las propuestas más superficiales y renunciar sin motivo a una parte importante
de lo que éste nos ofrece. Como el “Ulises” de Joyce, la pintura de Kandinsky o
el cine de Greenaway, la música de Stockhausen nos plantea un desafío. Podemos
vivir perfectamente sin ellos pero no nos hará daño el intentar dar ese paso
adelante. Para esta primera aproximación hemos escogido una obra “convencional”
en cuanto a la instrumentación, dejando deliberadamente los experimentos
electrónicos para otro momento. Si queréis enfrentaros a “Gruppen”, lo tenéis
muy fácil con la edición que hoy comentamos que se encuentra en muchas grandes
superficies y tiendas online a buen precio. Un par de ejemplos:
Nos despedimos con lo que dice ser el audio del estreno mundial de "Gruppen" en 1958:
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