Hay un instrumento
cuya importancia ha sido crucial de forma indirecta en la evolución de la
música en las últimas décadas del siglo pasado. Un instrumento que fue
inventado en 1920 por un físico soviético que reúne una serie de peculiaridades
que le han hecho atractivo a la vez que ha suscitado un gran número de leyendas
a su alrededor porque, ¿qué pensaríais de un instrumento musical que no se
toca? No nos referimos a que no se interprete sino a que no se “toque”
físicamente; a que no exista contacto alguno entre ejecutante y aparato
mientras éste suena. Raro, ¿verdad? Pues esa es la esencia del “Theremin”.
Lev Sergeevich Termen (Leo Theremin, como se le conoce más
popularmente) fue el creador de este fascinante aparato que, en su versión más
popular consta de una caja dotada de dos antenas: una que se extiende
horizontalmente y gira sobre sí misma para dirigirse de nuevo al instrumento y
otra que se eleva verticalmente en el lado opuesto del aparato. El intérprete
se sitúa frente a esta extraña configuración y ejecuta la música mediante el
movimiento de sus brazos frente a las antenas. La horizontal, habitualmente a
la izquierda del músico, controla el volumen del sonido y la vertical, a la
derecha, el timbre. De este modo, el intérprete avezado comienza una misteriosa
danza que hace que el propio aire vibre gracias a la acción de los osciladores
del “theremin” con un sonido muy característico que podría recordar a una voz
humana en sus tonos más agudos pero que posee una extraña característica
plástica en los graves. Es un sonido puro, fantasmal, lo que hizo que su
principal uso en los años posteriores a su invención fuera para crear efectos
especiales en películas de ciencia ficción aunque habría que matizar esto (la
mayor parte de los usos más conocidos del “theremin” son, en realidad, aparatos
similares o emulaciones del sonido del original y muy pocas veces auténticos
“theremines”). Clara Rockmore está considerada como una de las mejores
intérpretes del instrumento y colaboró con el propio Lev para mejorarlo. Con tan
particular instrumento dio un gran número de recitales por EE.UU. que
contribuyeron a su fama aunque también lo convirtieron en material de
espectáculo casi circense en algún momento. Su repertorio estaba formado por
composiciones clásicas y populares en su mayoría, adaptadas para el “theremin”
por ella misma (quien había sido una excelente violinista y tenía una sólida
formación académica). Sin embargo, el instrumento no tuvo repercusión
suficiente en aquel momento como para que los compositores se fijasen en él y
comenzase a elaborarse un repertorio de cierta entidad para el también conocido
como “eterófono” (Shostakovich escribe algo de música para el instrumento pero
es una de las contadas excepciones).
La dificultad que suponía tocar bien el “theremin”, lo duro
de su sonido y la proliferación de instrumentos similares derivados de él como
el “tannerin” (que suena en la inmortal “Good Vibrations” de los Beach Boys) o
variaciones del mismo como la utilizada por Louis y Bebe Barron en la mítica
banda sonora del clásico de la ciencia ficción “Forbidden Planet” hicieron que
poco a poco cayese en el olvido aunque siempre habría “geeks” fascinados por un
aparato cuya construcción en casa no era del todo complicada. Uno de esos
“empollones”, fascinado por el “theremin” fue un tal Robert Moog que en su
etapa universitaria construyó muchos modelos del aparato escribiendo varios
artículos sobre el mismo e incluso vendiendo “kits” caseros para que cualquier
interesado pudiese construirse su propio cacharro.
Su experiencia construyendo “theremines” fue vital, en sus
propias palabras para terminar por crear un tiempo después los primeros
sintetizadores con espíritu comercial. Lo que sucedió a partir de ahí es
historia y no pertenece ya al ámbito de esta entrada. Volviendo al instrumento
que nos ocupa, por algún motivo, experimenta un cierto renacimiento a mediados
de los años 90 cuando aparece de nuevo en grabaciones de músicos de primera
fila y vuelve a un primer plano siendo más menos común su aparición en
conciertos y programas de televisión. La gran intérprete actual del instrumento
es la Rusa Lydia Kavina, nieta de un primo de Leon Theremin, fue instruida por el
propio inventor en el uso del instrumento y ha desarrollado una extensa carrera
en la doble faceta de intérprete y compositora para el aparato, además de dar
clases de interpretación del mismo. Quizá su alumna más destacada fue la
alemana Barbara Buchholz, fallecida víctima de cáncer en abril de 2012 (poco
antes de la aparición del disco de Oystein Sevag, “Space for a Crowded World”
en el que participó y que comentamos aquí en su momento, aunque sus dos
intervenciones en el mismo fueron grabadas en 2006).
Ambas “thereministas” son las protagonistas del disco que
hoy traemos aquí y que recoge una interesante selección de obras escritas por jóvenes
músicos actuales específicamente para “theremin”. El proyecto surgió como una
serie de conciertos en directo que terminaron por dar lugar a un disco,
continuando después la gira a lo largo de todo un año. Acompañan en el disco a
las dos intérpretes los integrantes de la Kammerensemble Neue Musik Berlin,
quienes también formaron parte de la gira previa a la grabación.
Lydia Kavina y Barbara Buchholz al aparato. |
“Canto Ostinato” – La primera pieza del disco es una obra
para dos “theremines”, piano y percusión escrita por la rusa Olga Bochihina. Se
trata de una composición inconfundiblemente contemporánea en la que las
percusiones (principalmente metalófonos) y el piano aparecen casi turnándose en
intervenciones muy espaciadas entre las que escuchamos la inconfundible voz etérea
del “theremin”. Conforme avanza la pieza aparecen los timbales y los platillos
aportando una gran solidez y presencia a la obra cuyo final está marcado por el
inflexible paso del tiempo dictado por lo que parece ser un metrónomo.
“Vakuum-halluzinationem” – Caspar Johannes Walter es el autor de la segunda obra
del disco, para dos “theremines”, violín y violonchelo. En su composición el “theremin”
adquiere un gran protagonismo desde el principio, cuando escuchamos a las dos
intérpretes haciéndolo sonar como una sirena que anuncia la llegada de los
bombarderos. El papel de los instrumentos de cuerda es el de construir una
especie de breve pasaje de fondo que parece “acunar” al oyente ante el
amenazante sonido de los “eterófonos” cuya presencia llena de tensión la
partitura. Una pieza verdaderamente interesante en la que cuerdas y “theremines”
combinan francamente bien.
“Thereminskie Ostrova” – El violinista alemán Nicolaus Richter de Vroe presenta la siguiente obra para dos “theremines”, piano y percusión. Mismo formato que la composición inicial del disco pero un concepto completamente diferente. Suenan al principio diversas percusiones que sirven de presentación para el “theremin” en sus registros más graves. A partir de ahí escuchamos un diálogo entre ambas intérpretes con el piano de testigo, subrayando levemente algunos pasajes. En los instantes finales, el piano (piano preparado en este caso) se combina con la percusión en un cierre que parece un homenaje a John Cage.
“Rezitativ und Arie” - Michael Hirsch es el siguiente
compositor en aparecer y lo hace con su pieza para dos “theremines”, violín,
violonchelo, piano y percusión. Se trata de un autor riguroso, matemático en
muchos momentos y con devoción por la arquitectura lo que nos remitiría en un
primer momento a Xenakis como referente principal y no andaríamos muy
desencaminados. En su pieza el “theremin” aparece integrado junto con los demás
instrumentos sin ocupar un papel principal (que queda reservado al piano,
solemne en la mayoría de sus intervenciones).
“Se Vuoi” – Muy diferente al resto de piezas del disco es la
aportación de Juliane Klein. En su obra, para “theremin”, violín, violonchelo,
piano y percusión, comenzamos sobresaltados por el desconcertante tañido de una
campana que es la señal que espera el “theremin” para emitir un largo lamento
que se extiende durante varios segundos. La pieza es un festival percusivo,
poderoso y de una brillantez cristalina resaltada por un uso muy inteligente de
los silencios.
“Cherno-belaja Muzyka” - Vladimir Nikolaev es el autor de la
siguiente obra para dos “theremines”, violín, violonchelo, piano y percusión.
De todos los músicos que han sonado hasta el momento en el CD, es el que tiene
una trayectoria más ligada a la música electrónica y electroacústica y, quizá
por ello, su composición es la que exige más de las intérpretes del “theremin”
quienes extraen sonidos al instrumento muy lejanos a los que habitualmente
escuchamos en las interpretaciones convencionales. Los amantes de la música
electroacústica podrán disfrutar aquí de una fantástica creación musical.
“The son of the daughter of Drácula versus the incredible
Frankenstein monster (from outer space)” – Moritz Eggert nos regala el que es,
de largo, nuestro título favorito de todo el disco en el que, de paso,
homenajea la utilización del “theremin” en las antiguas películas de terror de
décadas pasadas. Su obra, para dos “theremines”, violín, violonchelo, piano y
percusión. Ávido lector de comics y amante de los juegos de tablero, Moritz es
uno de los más prometedores compositores alemanes además de un auténtico
iconoclasta que compuso un oratorio dedicado al fútbol. Su composición está
llena de sentido del humor aunque, desde un punto de vista musical, sería la
más convencional del disco, con una estructura de cuento de terror en el que,
incluso hay un texto y un narrador, este encantador “geek” nos regala uno de
los momentos más reconfortantes de todo el trabajo.
“Kitezh-19” – Cerrando el disco encontramos a la compositora
de Turkmenistán, Iraida Yusupova) con una pieza para “theremin” y cinta
magnetofónica. Se trata de un tema de corte ambiental tan interesante como el
resto del disco aunque su desarrollo mas estático lo emparenta con otras músicas
más habituales en el blog que con las vanguardias académicas que aparecen
representadas por el resto de autores presentes en el disco.
La mayoría de lanzamientos discográficos que existen con el “theremin” como protagonista se limitan a mostrarlo como una especie de “monstruo de feria” ejecutando conocidas melodías de obras famosas lo que, en nuestra opinión, no hace sino banalizar un instrumento muy atractivo. Es por ello que hemos escogido esta grabación para hablar del invento más conocido de Lev Termen y rendir así homenaje a un hombre cuya biografía era todo un retrato del pasado siglo XX: éxito como inventor en la Unión Soviética, giras internacionales, traslado a los EE.UU. de donde desapareció misteriosamente para luego reaparecer en la URSS... escondido en un “gulag” donde trabajaba junto con otros renombrados ingenieros como Tupolev construyendo aparatos destinados al espionaje hasta terminar en la mismísima KGB para terminar de nuevo en el Conservatorio y, finalmente, en la Universidad de Moscú. Mucho se dijo sobre su desaparición de los EE.UU. Desde que fue un secuestro hasta mera nostalgia de la madre Rusia. Lo cierto es que parece que la versión más fiable hablaría de ciertos problemas con el fisco estadounidense que hicieron recomendable un cambio de aires para el inventor. Volviendo al disco, no podemos hacer sino recomendarlo para todos aquellos lectores interesados en una versión “digna” del “theremin” como instrumento musical. El CD, publicado por Wergo, está disponible en los siguientes enlaces:
Nos despedimos con Lydia Kavina al frente de la Radio Science Orchestra interpretando uno de los clásicos electrónicos por excelencia: la sintonía de la serie "Dr.Who".
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