Aunque “The
Visit” fue el primer gran éxito de Loreena McKennitt en todo el mundo y el
disco que la dio a conocer como artista para el gran público, ya un par de años
antes había grabado un sensacional trabajo que la llevaría a ser muy popular en
Canadá, su país. Fue, quizá, el disco en el que la artista se planteó más en
serio su carrera discográfica, contando por primera vez con una interesante
nómina de músicos, varios de los cuales pasarían a formar parte de forma
estable de su banda de acompañamiento en los conciertos y en las siguientes
grabaciones. Así, pasamos de dos primeros discos en los que la práctica
totalidad de los instrumentos eran interpretados por la artista con algunos
colaboradores puntuales a un trabajo más maduro en el que intervienen varios
músicos de gran nivel. Además de ello, Loreena escribe por primera vez la mayor
parte de las letras del disco.
“Parallel
Dreams”, que es el título del álbum, habla de muchos tipos de sueños, desde el
de los amantes que viven un amor imposible hasta el de una joven niña huérfana
en el Dublin de Dickens que sólo aspira a un techo bajo el que cobijarse
pasando por el origen del título: los “sueños paralelos” que unen a los pueblos
nativos norteamericanos y a los antiguos celtas. Sueños de libertad, integración
y amor en palabras de la propia artista en las notas del disco.
La formación que
participa en la grabación está integrada por Brian Hughes (guitarra, bajo,
teclados), Oliver Schroer (violín), George Koller (violonchelo, bajo), David
Woodhead (mandolina, acordeón), Rick Lazar (percusión), Shelly Berger (bajo,
pzud), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), Ratesh Dasj (tabla), Al Cross
(percusión). Loreena McKennitt toca el arpa, los teclados y el bodhran además
de cantar como muy pocas pueden permitírse.
“Samain Night” – Un simple fondo de teclados y unas notas de
arpa que no tardan en versa acompañadas por el violín de Oliver Schroer es todo
lo que necesita Loreena para crear un ambiente perfecto para su voz. Esta suena
con toda la plenitud a la que nos tiene acostumbrados, despegando unos agudos
primorosos. Gracias a la magia del estudio de grabación podemos escuchar a la
cantante haciendo segundas voces para completar una combinación maravillosa. La
canción, escrita por ella misma, es una deliciosa balada que recoge ¿cómo no?
innegables influencias celtas pero que tiene una personalidad tremenda desde el
primer momento.
“Moon Cradle” – La artista opta para este segundo tema por
un acompañamiento más escueto, interpretado en su totalidad por ella, lo que
significa, en la práctica, que vamos a escuchar su arpa y algunos arreglos de
teclado muy tenues. Lo cierto es que la adaptación que hace la artista de un
texto del poeta irlandés Padraic Colum, parece escrita a propósito para que
podamos disfrutar de lo mejor de la voz de Loreena, llena de inflexiones y
capaz, por sí misma, de sostener toda la composición.
“Huron ‘Beltane’ Fire Dance” – Recupera la artista a la
mayoría de los miembros de la banda para el primer tema instrumental del disco.
La pieza comienza con una serie de percusiones entre las que se filtra la voz
de la artista entonando un precioso lamento. El ritmo se incrementa con la
llegada de los instrumentos de cuerda y la adición de nuevos juegos percusivos
hasta convertirse en algo infeccioso con la entrada de la melodía central a
cargo del violín. La danza, que muy bien podría bailarse a orillas del lago
Hurón como sugiere el título, es un ejemplo perfecto de cómo entiende la
artista que debe ser su acercamiento al folclore de sus mayores: respetuoso
pero innovador a la vez. Una pieza espectacular que se encuentra entre lo mejor
del disco.
“Annachie Gordon” – En casi todos los discos de Loreena
encontramos una canción mas extensa de lo normal que suele ser, además, una
balada sobre un tema tradicional. En ella apreciamos las excepcionales
características de la voz más agraciada del folclore contemporáneo y lo que
ocurre en este caso no es ninguna excepción. La artista adapta una canción
tradicional escocesa a la que se han enfrentado voces como la de Mary Black y
lo hace de un modo impecable. Tiene mucho mérito que canciones tan largas como
esta (o como “The Lady of Shallott” en el disco “The Visit” o “The Highwayman”
en “The Book of Secrets”) terminen por ser en muchos casos las más recordadas
de cada uno de los trabajos pero parece claro que Loreena pone en ellas algo
más que termina por hacerlas especiales.
“Standing Stones” – Si este hubiera sido un disco
convencional, éste podría haber sido perfectamente el single de presentación
del mismo. Loreena pone música a un texto tradicional y se acompaña de todos
los músicos del disco, entre los que destaca el magisterio a gaita irlandesa de
Patrick Hutchinson y la forma en que un instrumento tan ajeno a la música celta
como es la tabla, casa perfectamente con el resto del conjunto.
“Dickens’ Dublin (the Palace)” – Nos traslada ahora la cantante canadiense a la nochebuena del Dublín de 1842 para contarnos una historia de cuento en la que un niño deambula por las calles buscando un lugar en el que dormir e imaginando las cosas que podría tener en el futuro, desde un caballo con el que recorrer la campiña hasta un cachorrillo al que dormir abrazado para calentarse. El hilo conductor de toda la canción es la voz de un niño que recita una especie de salmodia acerca del nacimiento de Jesús. Extrañamente, el infante no aparece acreditado en el disco..
“Breaking the Silence” – Otra de las grandes canciones del
disco está dedicada por Loreena a Amnistía Internacional. El texto habla de la
situación turbulenta que vivían en aquel momento lugares como Sudáfrica, China
o Nicaragua pero no hace falta un gran ejercicio de imaginación para
trasladarla a nuestros días, 25 años más tarde, y comprobar qué poco ha
cambiado todo con sólo sustituir algunos de esos nombres por los de Siria o
Gaza. El tema es aún hoy, uno de los mejores de toda la discografía de la
artista canadiense.
“Ancient Pines” – Cerrando el disco encontramos otra pieza cuasi-instrumental (Loreena canta pero sin texto) realmente delicada en la que la voz de la canadiense apenas se acompaña de un fondo electrónico y una preciosa melodía de violonchelo a cargo de George Koller. La pieza, con muchas reminiscencias de artistas como los irlandeses de Clannad, formó parte de la banda sonora de un documental titulado “Goddess Remembered” que profundizaba en los orígenes de las religiones que, en muchos casos, giraban alrededor de figuras femeninas.
Loreena McKennitt es una de las artistas más admiradas por
nosotros en el blog, por lo que pronto habrá otra entrada dedicada a su música.
Su voz, sus discos y su trayectoria nos parecen admirables y creemos que merece
mucho la pena hacerse con su discografía, no demasiado extensa por otra parte,
sobre todo si tenemos en cuenta que el primer trabajo que grabó cumplirá pronto
los 30 años. Por el momento, os dejamos un par de enlaces en los que adquirir
“Parallel Dreams”. No os arrepentiréis.
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