Afortunadamente
(creemos) hoy es ya muy complicado encontrar músicos que se reclamen como
pertenecientes a un sólo campo o corriente estilística. Aunque su formación
pueda ser académica y del más alto nivel, como es el caso de nuestro
protagonista de hoy, la intercomunicación entre todo tipo de corrientes e
incluso, entre diferentes modalidades artísticas es tal que no sorprende que un
compositor que ha tenido la oportunidad de formarse con Luciano Berio, abrace
con naturalidad el punk o la música electrónica.
Ese sería el caso
de Max Richter, compositor británico nacido en Alemania que dio sus primeros
pasos como miembro fundador de la formación Piano Circus, agrupación creada en
un principio para interpretar “Six Pianos” de Steve Reich junto a quienes grabó
varios discos de música contemporanea (en el ámbito del minimalismo y
alrededores) para el sello Argo, subsello de Decca. Con ellos tuvo la
oportunidad de explorar La música de algunos de los músicos que luego han
influido más claramente en su obra, particularmente Philip Glass y Michael
Nyman. Poco después colaboró con The Future Sound of London en el celebrado
“Dead Cities”. Allí comenzó a dar muestras de su valía pasando de ser un simple
intérprete invitado a componer alguna de las piezas del trabajo y contribuir
con sus propios arreglos electrónicos al resto del disco. Sin llegar a formar
parte del grupo oficialmente, sí colaboró con ellos durante un par de años.
Punk y electrónica forman parte de su bagaje como oyente desde que asistió a
sus primeros conciertos con 14 años de edad. Como él mismo indica, éstos fueron
de The Clash y de Kraftwerk pero sus fuentes son mucho más amplias y van desde
Bach o Debussy hasta Lamonte Young pasando por Pink Floyd, King Crimson, Soft
Machine o Brian Eno.
Su carrera en
solitario comenzó en 2002 con la publicación de “Memoryhouse”, tras lo cual
inició una prolífica carrera como compositor de bandas sonoras que iban a ir
intercalándose con discos propios como el que hoy nos ocupa: “The Blue
Notebooks”. La música de Richter combina sonidos electrónicos y acústicos con
conceptos minimalistas y neoclasicistas. Intervienen en la grabación del
trabajo: Louisa Fuller y Natalia Bonner (violines), John Metcalfe (viola),
Philip Sheppard y Chris Worsey (violonchelos) y el propio Max Richter
interpretando piano y sintetizadores. La actriz Tilda Swindon recita algunos
textos de acompañamiento en varios de los cortes, procedentes de la obra de
Franz Kafka “Blue Octavo Notebooks”, especie de diarios que el escritor
completaba periódicamente. Aunque actualmente, la mayor parte del catálogo de
Richter ha sido incorporada al sello Deutsche Grammophon, el disco se publicó
en su momento en el sello Fat Cat, al que Richter envió las demos porque
“escuché el primer disco de Sigur Ros y me sonó como Arvo Pärt con guitarras
así que pensé que aquel sería un buen sitio para mi música.
Max Richter |
“The Blue
Notebooks” – Notas de piano se combinan con sonidos electrónicos y el mecánico
teclear de una máquina de escribir sobre la que Tilda Swindon lee el primer
texto. Una miniatura con regusto a Satie o a sus equivalentes más actuales como
Harold Budd que nos da la bienvenida a un trabajo más que interesante.
“On the Nature of Daylight” – La melancolía de las cuerdas
al más puro estilo del Michael Nyman posterior a “The Piano” nos recibe en el
que podemos considerar el tema central del disco en el que las cosas
transcurren con parsimonia. La melodía principal a cargo de la viola tiene
también el marcadísimo sello de Nyman en lo que, quizá, sea el mayor defecto de
la música de Richter: en momentos puntuales, la influencia de otros músicos es
demasiado evidente y se acerca a la copia. Ocurre en este disco con Nyman y en
otros posteriores con Glass. Con todo, la pieza es una preciosidad que hace que
le perdonemos cualquier otro defecto.
“Horizon Variations” – Abundan en el disco los cortes ambientales a base de sonidos electrónicos y melodías de piano cuya duración apenas supera el minuto. Éste es un notable ejemplo de este tipo no carente en absoluto de calidad y una cierta proximidad con planteamientos similares de Wim Mertens, por ejemplo.
“Shadow Journal” – Las texturas electrónicas se muestran en
su faceta más elaborada en esta pieza en la que volvemos a escuchar a Tilda y
su máquina de escribir sobre una serie de arpegios sintéticos que sirven de
fondo al recitado. Es entonces cuando escuchamos una esquemática melodía de
violín durante unos instantes que sirve para rasgar el ambiente durante unos
compases. Aparecen entonces una serie de percusiones dando paso a la sección de
cuerda completa que refuerza la inquietante sensación que acompaña al oyente
durante toda la composición. El trabajo de producción y la elaboración de las
texturas sonoras de esta pieza revelan a Richter como un interesantísimo
creador, no sólo en la labor compositiva sino en todo lo que rodea hoy la
grabación de un disco.
“Iconography” – Veloces arpegios de órgano se combinan con un coro sintético para crear una luminosa pieza que nos rescata de los abismos en los que nos había sumido el corte anterior. Estamos ante un tema repetitivo que pasa en un suspiro con ecos de Philip Glass pero con personalidad propia.
“Vladimir’s Blues” – Nueva miniatura de piano en la que la
presencia del citado Philip Glass es mayor que en el corte precedente (también
de Yann Tiersen). En cualquier caso, y dado que es un tema que hace las veces
de transición, no hay mucho que reprochar al respecto.
“Arboretum” – Regresamos a las piezas ambientales a base de
sintetizadores con una mayor presencia rítmica a partir del breve recitado de
Swindon con el que comienza el tema. La fusión entre electrónica y sonidos
clasicistas encuentra aquí uno de sus mejores momentos de todo el disco.
“Old Song” – Todo el disco está imbuído de una elegancia
exquisita, de una sutileza nada habitual y estas características se ponen de
manifiesto en este corte en el que el piano, apagado, difuso, dibuja una serie
de trazos en el aire que sobresalen entre indeterminados sonidos ambientales,
como los que podrían proceder del exterior de un recinto cerrado en medio de la
calle.
“Organum” – Vuelve Richter al órgano en un pasaje
minimalista más elaborado a partir de mínimos elementos melódicos. Una delicia
concentrada en apenas tres minutos que podría seguir sonando ad infinitum y, probablemente, no
repararíamos en el tiempo transcurrido durante su escucha hasta mucho tiempo
después.
“The Trees” – El último de los cortes “largos” del disco es
esta pieza llena de romanticismo en la que el piano, con medida parsimonia,
crea un estado de ánimo en el que las cuerdas encuentran el entorno adecuado
para desplegarse, melancólicas, hasta emocionar al oyente. Conforme avanza la
composición aparecen de nuevo las influencias más habituales en la música de su
autor pero sin llegar a eclipsar su propia personalidad. Cada repetición del
núcleo central va acompañada de la incorporación de nuevos instrumentos y de un
papel más activo en los que ya estaban presente para terminar en un precioso in crescendo que se encuentra entre lo
mejor de todo el trabajo.
“Written on the Sky” – Cierra el disco otra miniatura, en
esta ocasión de piano, en la que Richter repasa la melodía de “On the Nature of
Daylight” en una preciosa transcripción de la misma. Una despedida sobria para
un trabajo sensacional.
La acogida de “The Blue Notebooks” entre la crítica fue
entusiasta, casi diríamos que exageradamente, no tanto por la calidad del
disco, que es alta, sino por lo hiperbólico de afirmaciones como la de
Pitchfork cuando sostenían que “es uno de los más conmovedores y universales
discos de música clásica de los que tenemos memoria en los últimos tiempos”.
Sin llegar a tanto, sí que creemos que el disco tiene los ingredientes
suficientes para gustar a los seguidores del blog y aún hoy es la obra más
reconocida de su autor junto con la premiada banda sonora de “Waltz With
Bashir” a la que Richter curiosamente incorpora dos de los temas de “The Blue
Notebooks”. Incorporado ya a la nómina de compositores contemporáneos del
gigante de la música clásica Deutsche Grammophon, Richter ha osado, incluso,
rescribir una obra tan icónica como “Las Cuatro Estaciones” de Antonio Vivaldi
llevándola a su terreno pero esto será objeto de una eventual entrada más
adelante. Por ahora, aquellos interesados en este “The Blue Notebooks”, pueden
adquirirlo en los enlaces habituales:
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