En las músicas
que tienen su raíz en la tradición, son muy habituales las sagas familiares y
los grupos formados por hermanos, primos y demás familia. Si nos centramos en
los países celtas, la proliferación de sagas musicales es casi la norma. Por
aquí aparecieron ya los hermanos irlandeses O’Donnell (Nightnoise, The Bothy
Band, Relativity...) o los escoceses Cunningham (Silly Wizard, también
Relativity...) pero la lista es mucho más extensa.
De dos ramas de
la misma familia, los hermanos Brennan y sus tíos, los Duggan, nació en los
años setenta el grupo Clannad. Una de las bandas más populares surgida de la
vieja Erin. En sus comienzos hacían un folk absolutamente ortodoxo y sólo a
partir de su cuarto disco apuntaron algunos detalles del giro estilístico que
les haría famosos. En ese disco aparecía ya una nueva incorporación en la
figura de la pequeña Eithne Ní Bhraonáin, conocida para la posteridad como
Enya. En el primer disco en que interviene se limita a hacer coros y ni
siquiera aparece acreditada pero en el segundo ya participa algo más tocando
teclados lo que era una novedad en el sonido del grupo.
Ahí termina la
historia de Enya en Clannad. Curiosamente el productor de la banda se desliga
de ellos y se lleva de la mano a la joven artista. El siguiente disco del grupo
irlandés, “Magical Ring” se convirtió en un éxito internacional gracias,
fundamentalmente, a la canción que lo abría y todo parecía señalar que la
decisión de Nicky Ryan y Enya de bajarse del barco en aquel momento fue un
error de proporciones mayúsculas. Nada más lejos de la realidad. Paso a paso y
sin precipitaciones, el equipo fue dando forma a un proyecto que iba a cambiar
la cara de la música en los siguientes años. Tras un breve paso por una banda
que sería el germen de Altan, otro de los buques insignia del folk irlandés,
Eithne y Nicky comenzaron a montar un estudio privado del que saldrían
auténticas maravillas en los años siguientes. Un par de experimentos más o
menos fallidos como dos canciones que se incluyeron en un cassette recopilatorio
de escasa distribución y una banda sonora en la que la cantante sólo interviene
en dos cortes que no llegaron a sonar en la película (aunque compone varios más
que no interpreta) fueron el preludio al primer encargo de cierta relevancia:
la composición de la música de una serie documental de la BBC titulada “The
Celts”. De ahí surgió un disco sensacional que fue el preludio del éxito
mundial con “Watermark”. Enya era ya una estrella y todos estaban expectantes
por ver qué vendría después.
Llegados a este
punto, hay quien prefiere ver a Enya como un grupo y no como una artista. Un
grupo que formarían Eithne, compositora e intérprete de toda la música, Nicky
Ryan, productor y artífice del sonido que la ha hecho un icono mundial y su
esposa Roma Ryan, escritora y poetisa, autora de los textos de las canciones de
Enya.
“Shepherd Moons” –
Abre el disco la angelical voz de Enya, doblada hasta el infinito por obra y
gracia de la tecnología y el saber de Nicky Ryan, acompañando a un tema de
teclados a modo del clásico “lied” para piano y mezzo. La pieza es sencilla
pero de gran belleza y se nos antoja una introducción perfecta para el disco.
El título hace referencia a dos nuevas lunas de Saturno que fueron descubiertas
en aquella época en palabras de Roma Ryan bautizadas como “Epimetheus” y “Pandora”.
“Caribbean Blue” –
El salto a la fama de Enya vino con “Orinoco Flow” de su anterior disco, “Watermark”.
Este tema haría las veces de aquel en “Shepherd Moons”: sonidos electrónicos
recordando ligeramente un arpa preceden a un juguetón ritmo de vals y a una
verdadera exhibición de polifonías, juegos florales y cuerdas sintéticas en una
pieza que es una obra maestra de la producción. Para hacerse una idea justa de
la grandeza de Enya habría que hacer una lista de todos los productos que
aparecieron tras su estela en los años noventa intentando imitar su fórmula, no
siempre con éxito. “Caribbean Blue” es una de esas canciones inmortales que
consagran para siempre a su autora y que justifican por sí mismas un disco.
“How Can I Keep from Singing” – Primero de los dos cortes del disco cuya autoría es ajena (parece proceder de una suerte de espiritual cuáquero), siendo obra de Enya los arreglos. Escuchamos aquí una fantástica balada en la que la artista canta acompañada de un fondo de sintetizadores muy sutil y delicado haciendo gala de un gusto exquisito y una voz perfectamente medida para no salirse de lo que la pieza exige. El pueblo cuáquero envió alimentos a Irlanda durante las hambrunas de finales del S.XIX con lo que la canción es una especie de agradecimiento por parte de Enya.
“Ebudae” – Abandona Enya el inglés en favor de su gaélico natal, una lengua extrañamente musical y de enrevesada pronunciación que nunca falta en los trabajos de la artista. El título hace referencia al nombre en latín de las Islas Hébridas y la pieza combina un rítmico estribillo en la variante escocesa del gaélico que, además, parece inspirado en la “mouth music” tradicional de aquella tierra con una parte más reposada en gaélico irlandés. Las percusiones son interpretadas por Nicky Ryan.
“Angeles” – Si hacemos caso a la leyenda, la voz de Enya
aparece doblada hasta 500 veces en algunos momentos a lo largo de esta preciosa
balada creando ese particular efecto coral que se ha convertido en marca de la
casa. Los arreglos son, como todo alrededor de la música de la irlandesa, un
prodigio de sutileza. En la parte final podemos escuchar a uno de los pocos músicos
invitados del disco, el clarinetista Roy Jewitt en una breve intervención.
“No Holly for Miss Quinn” – Otra de las constantes en los
discos de Enya es la presencia de un instrumental de piano (es un decir, ya que
siempre utiliza sintetizadores). Son piezas sencillas y efectivas que parecen
cumplir un único objetivo: transportar al oyente hasta uno de los puntos
culminantes del disco.
“Book of Days” – Nuestra pieza favorita de “Shepherd Moons”
es ésta colosal composición electrónica en la que los ritmos electrónicos (que
podrían haber sido firmados por el Vangelis más épico) se combinan con la voz
de Enya desdoblada en varios coros celestiales en otro ejercicio impecable de
producción y buen aprovechamiento de las posibilidades de un estudio de grabación
(castañuelas incluídas).
“Evacuee” – Una extraña pieza que comienza con un apunte de la melodía de “Marble Halls”, canción que sonará más adelante en el disco, seguida de unos lejanos truenos que ya sonaron en “Storms of Africa”, extraordinaria canción del anterior LP de la artista, “Watermark”. Inmediatamente comienza una nueva balada con historia detrás. La letra le fue inspirada a Roma por un documental sobre los bombardeos nazis en la ciudad de Londres en la Segunda Guerra Mundial, más concretamente por una niña que contaba cómo fue la evacuación, la consiguiente separación de sus padres y la posterior reunión con ellos. Tanto Roma como la propia Enya se sintieron profundamente conmovidas por la historia y de ahí surge esta canción. Como curiosidad, en la parte final del trompetista todoterreno Steve Sidwell, miembro de la Michael Nyman Band y cuyo nombre aparece en los créditos de discos de artistas de lo más variado, desde Roger Waters a The Cure pasando por Pet Shop Boys, Oasis, Tom Jones o Amy Winehouse.
“Lothlorien” – Tema instrumental de aire clásico inspirado
por la clásica trilogía de El Señor de los Anillos de Tolkien de la que tanto
Enya como Roma Ryan son grandes admiradoras. Es una composición enteramente
electrónica que guarda muchas similitudes con el trabajo de Enya para la banda
sonora de “The Celts” a la que hacíamos referencia algo más arriba.
“Marble Halls” – La cantante irlandesa adapta aquí una canción
de su compatriota Michael William Balfe perteneciente a su ópera “The Bohemian
Girl”. La melodía era una de las favoritas de la madre de Enya, quien solía
cantársela cuando era niña, imaginamos que como canción de cuna dada su
estructura.
“Afer Ventus” – Llegamos al tema en latín del disco que
suele ser siempre uno de los mejores. En este caso, la premisa se cumple y
podemos escuchar los juegos vocales más complejos de todo el trabajo en una
suerte de polifonía barroca que se beneficia, una vez más, de las posibilidades
de la tecnología.
“Smaointe” – Otra de las grandes baladas a las que nos tiene
acostumbrados la cantante. Está interpretada en gaélico y cuenta con la
participación del maestro de la gaita irlandesa, Liam O’Flynn, uno de los músicos
más grandes que ha dado la isla en las últimas décadas. La canción está
dedicada a los abuelos de la artista y fue escrita años atrás, cuando la compañía
discográfica le pidió un tema nuevo con el que completar el lanzamiento del CD
single de “Orinoco Flow”. La coda final con la gaita de Liam como invitada pone
un broche perfecto para el disco.
Todos los trabajos de Enya desde “Watermark” repiten una
serie de pautas, a saber: balada en gaélico, instrumental pianístico a los
sintetizadores, tema épico de título en latín, balada casi a capella, invitados
puntuales en algunos temas (casi siempre interpretando instrumentos de viento)
y alguna letra en otro idioma. No hay sorpresa en la música de la artista pero
es muy injusto analizarla sólo desde ese punto de vista ya que ¿qué artista no
repite una y otra vez las mismas pautas?. Nosotros tenemos una teoría al
respecto que quizá desarrollemos cuando toque hablar de los discos posteriores
de la artista. Sirva esta entrada como presentación en el blog de Enya, figura
capital en las llamadas nuevas músicas sin cuya presencia no habría sido
posible entender la obra de muchos otros artistas que casi constituyeron un
nuevo estilo basado en las premisas que sentó nuestra artista. También habrá
que decir algo más de Clannad pero tiempo habrá para todo ello. Por ahora, os
dejamos un par de enlaces en los que adquirir el disco si aún no lo tenéis. Se
trata de un clásico en su género que no debería faltar en una discoteca bien
surtida y con el que, a título de anécdota, estrenamos nuestro primer reproductor de CD en 1991.
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