Mike Oldfield ha sido siempre un tipo con una personalidad más que complicada: introvertido, vulnerable en muchos momentos y muy inseguro a pesar (o quizá por ello) de ser una estrella desde muy joven. Con la publicación de “Incantations” y la gira monumental que siguió al disco, tenemos, quizá, su versión más grandilocuente. Era aquel un disco inmenso en varios aspectos y no sólo en su duración. Es presumible que todo su proceso de creación y grabación fuera agotador en todos los sentidos. Escuchando su siguiente trabajo, “Platinum”, se diría que tras subir a lo más alto, Oldfield sintió la necesidad de acercarse al público, de comunicar sus ideas de un modo más directo, de abrirse, en una palabra. Es bajo esa perspectiva como queremos analizar el que fue su siguiente paso en forma de disco.
Poco después de la publicación de “Incantations”, Oldfield viajó a Nueva York junto con Richard Branson para conocer las nuevas oficinas de Virgin en la Gran Manzana. El ambiente neoyorquino entusiasmó a Mike quien creyó interesante volver, alquilar un estudio y juntarse con músicos locales para tocar juntos y ver qué salía del experimento. Es ahí donde entra en escena la persona de la cantante Clodagh Simmonds. De origen norirlandés, la artista había colaborado con Oldfield en “Hergest Ridge” y “Ommadawn” antes de trasladarse a Nueva York para continuar con su carrera musical. Clodagh trabajaba con varios músicos locales y era amiga del compositor Philip Glass, con lo que no tardó en presentar a Oldfield al ingeniero de sonido habitual del músico neoyorquino, Kurt Munkacsi, quien iba a ser el encargado de contratar a los instrumentistas participantes en las sesiones. Uno de los primeros resultados sería el single “Guilty”. En palabras de Oldfield: “Había un bajista que me impresionó. Se llamaba Neil Jason y tocaba el bajo sin trastes. Viéndole tocar en una de las sesiones escribí un par de acordes que fueron la base de la canción. Cuando volvimos con las cintas a Inglaterra le pedí a Steve Winwood que tocase algunos teclados en la parte final del tema. Al escuchar “Guilty”, la gente de Virgin alucinó y aseguraron que era un hit en potencia”. Efectivamente, lanzado como single en las fechas previas al comienzo de la gira europea de “Incantations”, alcanzó los primeros puestos en las listas y se incorporó al repertorio de los conciertos como uno de los momentos más intensos de los mismos.
Al margen de “Guilty”, de las sesiones grabadas en Nueva York, Oldfield se trajo abundante material que terminaría por formar parte de su próximo álbum bajo el título de “Platinum”. Además del citado Neil Jason, participaron en las grabaciones el también bajista Hansford Rowe (músico de jazz local que poco antes, junto con Pierre Moerlen, formo parte de la escisión de los Gong originales y de su transformación en los Pierre Moerlen’s Gong) o el batería Allan Schwartzberg (colaborador en discos de gente tan variopinta como Gloria Gaynor, James Brown, Peter Gabriel, o Meco). Tras regresar a Gran Bretaña, Oldfield completó la grabación del disco en el que también intervienen Morris Pert (percusión), Peter Lemer (teclados), Nico Ramsden (guitarra), Pierre Moerlen (percusiones), Wendy Roberts (voz), Francisco Centeno (bajo), Sally Cooper (tubular bells), Peter Gordon, Michael Riesman (arreglos de metales) y David Bedford (arreglos vocales). El propio Oldfield sigue tocando varios instrumentos pero muchos menos que en sus discos anteriores. Se limita en “Platinum” a las guitarras, teclados, percusiones y alguna voz.
En los comentarios de la reciente reedición del disco, llama la atención una frase que ya hemos citado antes en la que Oldfield afirma que quiso juntarse en Nueva York con músicos distintos y juntarse para tocar para ver qué salía de allí “porque es algo que se supone que hacen los músicos”. No parece algo anecdótico, desde luego. De repente, Oldfield se ve a sí mismo como un músico “normal”, deseoso de interactuar con otros e intercambiar ideas haciendo “lo que se supone que hacen los músicos”. Tampoco parece casual que en “Platinum” aparezcan versiones de otros artistas por primera vez en un disco de Oldfield (algo que se repetiría en discos posteriores) y es que las sesiones neoyorquinas fueron, además de fructíferas, muy divertidas. Circula un video por ahí de una jam-session en la que la banda interpreta su propia versión del “All Right Now” de Free, muy ilustrativo. Tenemos, pues, a un Oldfield nuevo, más abierto y comunicativo, y eso se refleja también en la música. Ya no va a haber grandes suites ininterrumpidas que ocupen una cara del disco cada una, llenas de una cantidad de ideas apabullante, extensos desarrollos y un aire trascendente y de gran seriedad sino cortes más breves (con matices) y múltiples guiños humorísticos. Oldfield se ríe de sí mismo y ese cambio de actitud da a la obra una frescura que no estaba presente en trabajos anteriores.
Oldfield en una imagen de la época |
“Platinum – Part 1: Airborne” – La primera novedad del disco para el seguidor de Oldfield era que ya no estaba dividido en “partes” como hemos indicado. Sí que existía una suite más o menos larga con el mismo título del disco pero también segmentada en cuatro etapas bien distintas entre sí. La primera de ellas se abre con una secuencia de notas electrónicas repetitivas en lo que podía ser una especie de actualización del comienzo de “Tubular Bells”. No tarda en aparecer una guitarra baja realmente dinámica ascendiendo y descendiendo por la escala de un modo alegre y muy expansivo. Un breve riff de guitarra eléctrica actúa como introductor de la batería y de una serie de secuencias percusivas (vibráfono principalmente). La guitarra eléctrica de Oldfield lleva la voz cantante, valga la expresión, durante toda la composición con un protagonismo que no tenía habitualmente. Tras este breve interludio, la batería pasa a un registro más agresivo, siendo imitada por la guitarra en una especie de guiño al rock duro. Es también aquí donde los teclados toman la palabra por un breve instante que lleva a otra sección dominada por el vibráfono, una especie de momento de relajación antes de la segunda parte.
“Platinum – Part 2: Platinum” – Sin solución de continuidad, la guitarra eléctrica comienza a desgranar una nueva melodía con el apoyo de la batería que marca un ritmo imperturbable. Estamos ante lo que podría ser un “blues” algo acelerado entre cuyas notas se cuelan algunos destellos electrónicos y que es, quizá la parte central del disco por cuanto se trata de la melodía más elaborada del trabajo, sin cambios bruscos y con un desarrollo realmente trabajado. En el tramo final, podemos disfrutar de un gran trabajo del bajista durante unos instantes que precede a los primeros rasgos humorísticos del disco con el propio Oldfield entonando una serie de notas vocales a modo de “scat”.
“Platinum – Part 3: Charleston” – De repente y sin previo aviso nos encontramos ante una sección de viento interpretando una característica melodía de baile. La entrada de una sección rítmica más propia de la música disco nos indica que estamos ante un tema “distinto”. El piano, algo distorsionado comienza a desgranar unas veloces notas y es imitado por la guitarra acústica poco antes de que sea de nuevo el bajo el que tome los mandos. Unos coros en segundo plano y más “scat” por parte de Oldfield terminan por configurar este peculiar charlestón que, al igual que los temas anteriores, se funde en la siguiente parte.
“Platinum – Part 4: North Star” – De nuevo el bajo y la batería, con ocasionales apoyos de los teclados y un piano, utilizado casi como un elemento percusivo más sirven de anticipo de la primera versión de un tema de otro artista que aparece en el disco. En 1977, Philip Glass había publicado su LP “North Star” a través de Virgin Records. Puede parecer anecdótico pero lo cierto es que, hasta entonces, su música se había publicado en sellos pequeños y que esa iba a ser su primera grabación que iba a gozar de una cierta distribución internacional. Imaginamos que ese disco llamó la atención de Oldfield al ser publicado por su mismo sello y que eso le llevó a incluir su tributo a la pieza del compositor norteamericano. De este modo tan curioso se iba a cerrar la primera cara del disco. Lo cierto es que Mike sólo utiliza una pequeña sección vocal del tema original de Glass y alrededor de él construye una improvisación de guitarra muy acertada. Es curioso que sea esta la única pieza escogida por Oldfield para ser actualizada en la reciente reedición de “Platinum”. En la nueva mezcla, el británico recupera varias líneas melódicas del original de Glass que no había tenido en cuenta en 1979.
“Woodhenge” – La pieza que iba a abrir la segunda cara de “Platinum” era una verdadera sorpresa. Se trataba de una composición casi ambiental a base de percusiones sobre las que aparecen breves apuntes de guitarra a cargo del propio Oldfield. No encontramos ningún precedente tan misterioso y evocador en los discos anteriores del músico salvo, quizá, algunos pasajes aislados de “Hergest Ridge” pero nunca con una atmósfera tan onírica como la de este “Woodhenge” en cuya parte final, como curiosidad, aparecen las inevitables campanas tubulares.
“Into Wonderland” – Con una introducción de sintetizadores y percusión (probablemente electrónica) comienza una canción muy particular. Ni la melodía ni la interpretación apuntan en ese sentido pero los coros ululantes que suenan a lo largo de la pieza le dan un tono definitivamente burlesco y el “scat” que aparece mediado el tema, junto con una segunda sección coral no hacen sino reafirmar esta impresión. A título de anécdota merece la pena señalar que “Into Wonderland” no formaba parte del listado original de canciones del disco ya que la primera edición de “Platinum” incluía en su lugar otra canción titulada “Sally”, de aire mucho más infantil, cantada por el propio Oldfield a través de una línea telefónica y dedicada por el músico a su pareja en aquel momento, Sally Cooper. La canción no gustó demasiado a Richard Branson según cuentan las malas lenguas y fue reemplazada en sucesivas ediciones del disco por “Into Wonderland” con la voz de Wendy Roberts. La sustitución no fue completa por cuanto que en las contraportadas de los discos seguía apareciendo el título “Sally”, cosa que no se corrigió hasta mucho tiempo después (incluso las primeras ediciones en CD de 1984 seguían incluyendo la errata).
“Punkadiddle” – No fue ese el único punto de desencuentro entre Branson y Oldfield del que encontramos algún testimonio en el disco. Los últimos años de la década de los setenta conocieron el surgimiento del punk y sus representantes más mediáticos, los Sex Pistols, iban a ser el nuevo grupo estrella de Virgin Records encabezando una larga lista de bandas de ese estilo. Oldfield no entendía la promoción que se le hacía a una música que consideraba inferior y menos por cuanto esa inversión de Virgin en publicidad para el punk redundaba en un menor esfuerzo en la carrera de Oldfield. “Punkadiddle” fue la materialización de ese descontento en forma de parodia de todo el género. Comienza con una auténtica ráfaga incendiaria de guitarra eléctrica y un ritmo vivo y alegre. Enseguida entra la melodía de la descartada “Sally” que sirve de preludio a la melodía principal: con la base de una guitarra machacona que aporrea dos simples acordes, el teclado dibuja una melodía infantiloide que repite varias veces. Como si entrase en el escenario apartando a los músicos que perpetran ese desastre, aparece la guitarra de Oldfield en medio de una ovación interpretando una melodía con su clásico sello. De nuevo vuelve la tonada inicial y vuelve a ser “expulsada” por nuestro artista entre la algarabía creciente de los espectadores encendidos ante el combate que están presenciando. En la parte final, parece producirse la reconciliación y todos los músicos terminan uniéndose a la melodía de la guitarra de Mike. “Punkadiddle” fue uno de los temas estrella de los conciertos de la gira posterior y todos los músicos aparecían en el escenario con el torso desnudo parodiando toda la puesta en escena habitual del género que se pretende caricaturizar.
“I Got Rhythm” – La estancia en Nueva York de Oldfield tuvo mucho que ver, sin duda, en la elección de las versiones presentes en el disco. Si Philip Glass es un icono de la música contemporánea hecha en la Gran Manzana, no se puede decir menos de George Gershwin. Aunque quizá deba su popularidad a su inclusión en la película “Un Americano en París”, la canción se compuso para el musical “Treasure Girl” siendo descartada del montaje final y recuperada en una versión mucho más rápida en una comedia posterior: “Girl Crazy”, de 1931 siendo uno de los números más populares de la obra, con su aire festivo y casi cabaretero. En cualquier caso, pronto se convirtió en un estándar que muchos cantantes de jazz incorporaron a su repertorio. Intuimos que la versión de Oldfield es mucho más fiel al original de 1928 ya que es una interpretación muy pausada y sensible de la canción de lo que estamos acostumbrados a oír. Comienza con una leve melodía de teclado sobre la que Wendy Roberts canta, en un registro más contenido del habitual, la letra de Ira Gershwin. Tras la primera estrofa el teclado vuelve hacer acto de presencia antes de la entrada de la batería, el bajo y la guitarra acústica que quieren despedirse del disco acompañando a la voz de Wendy. En los instantes finales, entra en la conversación la guitarra eléctrica de Oldfield con una melodía de su propia cosecha, reforzada, cómo no, por las campanas tubulares antes de poner el cierre con la misma sutil melodía de teclado que abría el tema.
“Platinum” no alcanzó las cifras de ventas de discos anteriores del músico aunque eso no debería extrañarnos dado el giro que experimenta la música de Oldfield en este disco. La aparición de temas cortos, canciones y versiones de otros músicos eran algo nuevo y que pudo descolocar a los seguidores del artista. La propia música era más “terrenal”, alejada de la grandilocuencia de sus obras anteriores y en el apartado instrumental, había perdido en complejidad. Cierto es que en 1979 el rock progresivo como género había perdido mucho terreno en el apartado comercial frente a otras corrientes (el citado punk, la música disco e, incluso, el rock duro y el heavy metal) pero el giro estilístico de “Platinum” no hizo mucho por “conservar” a la vieja guardia de los fans del autor de “Tubular Bells”.
En nuestra opinión, “Platinum” es un disco muy válido. Oldfield tenía la opción de seguir haciendo lo mismo que en los años anteriores o bien buscar nuevos caminos para su música. La alternativa escogida fue la segunda y eso marcaría toda la década siguiente del músico en la que cada disco avanzaba un paso más que el anterior hacia el mundo del pop pero eso será materia de entradas futuras. Los amantes de la música de Oldfield disfrutarán de “Platinum” como de cualquiera de sus obras de esta etapa. Si decidís comprar el disco, la reciente reedición del mismo trae un añadido realmente atractivo: un concierto casi completo de la gira de 1980 del músico en el Wembley Arena. Lo podéis hacer en cualquiera de los siguientes enlaces:
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Nos despedimos con un breve fragmento de la versión de Oldfield y compañía de "All Right Now" y un video de "Punkadiddle" en directo en Montreux'81:
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