Apostaríamos sin
dudarlo doble contra sencillo a que para una gran mayoría de gente, incluyendo
muchos que se tienen por melómanos, el nombre de Wally Badarou no les dice
absolutamente nada. No pretendemos dárnoslas de enteradillos o presumir de
conocer a un músico de esos a los que nadie conoce ya que nosotros nos
encontraríamos dentro de esa extensa mayoría de no ser por una composición
concreta que escuchamos hace mucho tiempo y que sólo años después supimos que
tenía a Badarou como autor.
Badarou nació en
París de padres africanos aunque a los 7 años regresó por un tiempo a Benin,
patria de sus mayores, donde vivió un tiempo. En ese país, sus padres (cirujano
y pediatra respectivamente, formados en Francia, tenían una posición desahogada
con lo que en su infancia, Wally fue un auténtico privilegiado que tuvo acceso
a todas las comodidades que se podía permitir alguien en la Benin de los años
sesenta, incluyendo un piano que sus padres regalaron a su hermana pero del que
fue Wally el mayor usuario. En poco tiempo, Badarou padre fue ascendiendo de
Ministro de Salud a Ministro de Asuntos Exteriores terminando como embajador en
París, Londres Y Madrid. Así, el joven Wally regresó a la capital francesa a
estudiar. Es probablemente esta formación la que lo hizo alejarse de la música
tradicional de su continente pero tampoco llegó a adoptar estilos academicistas
europeos. Comenta Wally: “Yo vengo de una mezcla de ambientes. No vengo de un
solo país, o pertenezco al mundo antes que sólo a África. Se que seré rechazado
por los racistas en Europa y por los auténticos nativos en África”.
El interés
académico por la música fue espoleado por su completa animadversión a las
matemáticas. La mejor forma que se le ocurrió para estudiar sin tener que
cursar asignaturas convencionales fue esta pero tampoco parecía por aquel
entonces que su futuro fuera a estar ligado a la música de forma profesional,
aunque el hecho de saber tocar varios instrumentos, le facilitó el paso por el
ejército en el servicio militar, periodo en el que militó en distintos grupos
musicales. Comenzando a tocar muy influido por Chick Corea o Joe Zawinul. Al
final de su etapa en el ejército abandonó la música para estudiar derecho.
Tenemos así a un joven acomodado que no tenía muy claro lo que quería hacer con
su vida (de hecho, después confesó que su verdadera vocación era la de piloto
de aviones) y que podría haberse dedicado sin problema al “dolce far niente” de
no ser por un detalle: el padre de Wally no estaba dispuesto a criar vagos y no
le iba a subvencionar sus caprichos a menos que hiciera algo para ganarselo.
Así, para sacarse un dinerillo, Badarou tocaba con distintos grupos como músico
de sesiones. En uno de esos conciertos, con el grupo “Pi ¾” trabó amistad con
el bajista que resultó ser hijo de un directivo de la discográfica Barclay. La
banda, de vida efímera, llegó a publicar alguna cosa en el sello antes de la
desbandada pero el talento de Wally llamó la atención del sello que lo fichó
como músico de estudio. A partir de ahí, se fue haciendo un hueco en la
industria participando como teclista en el “hit” “Pop Musik” del grupo “M” (alabado
por Brian Eno o David Byrne, por ejemplo) y, sobre todo, participando en la
fundación de “Level 42”. Es muy curiosa la historia de Badarou con este grupo ya
que estuvo presente en su creación, el casi todos sus discos, interpretó
teclados e incluso compuso algunas canciones pero nunca fue miembro oficial de
la banda. El siguiente paso en su carrera surge de su asociación con Grace
Jones de la mano del fundador de Island Records, Chris Blackwell. La principal
consecuencia de esto fue que Wally tendría a su disposición un estudio de
grabación que se contaba entre los más importantes del mundo, dotado con los
sintetizadores y equipos más modernos con los que grabó alguna banda sonora de
cierta repercusión y su disco “Echoes” con éxitos como “Chief Inspector” (muy
influido por el Herbie Hancock de aquella época) o “Hi Life” (de aires y ritmos
más africanos).
Llegamos así al
disco que hoy nos ocupa para el que Badarou contó con el más moderno modelo de
Synclavier, ordenadores MacIntosh y los últimos aparatos salidos de las
factorías de Roland o Yamaha. La principal inspiración para la grabación fueron
las montañas y, aunque el disco es instrumental, cada tema está relacionado con
un poema de Mariane Faithfull.
Badarou trasteando con uno de sus juguetes |
“Leaving
this Place” – El breve poema que lo inspira reza: “going through a door / a
change / of conciousness / a different law”. Se trata de un tema de
piano muy suave arropado por sintetizadores de un modo muy tenue. Escribe Wally
en el libreto que no es un piano real sino un Roland MKS-20 interpretado a
través del controlador de su Synclavier. El corte, muy agradable tiene un gran
sabor a “new age” ochentera aunque está bien construido y no cae en la mediocridad
de muchos ejemplos del género sería ese tipo de “new age” que se publicaba en
Windham Hill, Narada o Private Music, diferente de la que se vendía como
remedio curativo para cualquier tipo de enfermedades y cuyo valor musical era,
habitualmente, nulo.
“The
Dachstein Angels” – “Delight in life / a play and open heart / day and
innocence play / a simple part” es el texto de la Faithfull escogido para la
ocasión. Con una serie de
sonidos y efectos usados hasta la saciedad en el género “new age” comienza un
corte que no parece demasiado prometedor aunque esa impresión es volteada
súbitamente instantes después cuando el tema de transforma en uno maravilloso
de esos que nos deja sin habla. No tarda en aparecer un alegre ritmo festivo de
aire clasicista a base de cuerdas sintéticas que pronto se ve acompañado por
samples vocales interpretando una melodía absolutamente arrebatadora que se
repite una y otra vez y que se parece destinada a permanecer en la memoria del
oyente para siempre, reapareciendo cuando uno menos se lo espera. Es ya un
tópico pero este es uno de esos temas cuya sola presencia justifica
sobradamente un disco.
“Vesuvio Solo” – Explica Wally la composición como la historia de un mirlo que sobrevuela el monte Vesubio justo antes de la erupción del año 79 de nuestra era. “Blackbird / little secret blackbird / the conscience of Vesuvio” son los versos escogidos para describir la pieza que consta de tres partes distintas. En palabras de su autor, la primera muestra al pájaro en el bosque, la segunda con el ave elevándose hasta la cima del volcán y cantando sobre ella el solo del título. La tercera pretende reflejar la avalancha que sucedió a la erupción. En lo musical, el primer tercio nos muestra ese vuelo con arpegios revoloteantes que saltan de uno a otro canal del estereo de modo constante. En la parte del canto intervienen muchos nuevos sonidos confiriendo a la pieza un aire clasicista muy atractivo a ritmo de tango lento.
“Mt. Fuji and the Mime” – Según Wally, este es uno de los
trabajos más complicados del disco en cuanto a tímbrica y elaboración sonora. La
síntesis FM tiene una dificultad
superior a otros tipos de síntesis y provoca esta clase de complicaciones, afinaciones
“de oído” para introducir errores que corrijan la exactitud de los sonidos que
resultan tan artificiales, etc. El
texto escogido es realmente extraño y difícil de interpretar: “hermaphrodite
young / silent / frenzied frenzy / poles of a pulstar / one, mount Fuji / one,
the mime / connected by energy electric / looking like calligraphy”. La
música, sin embargo, no lo es tanto: sonidos que evocan tierras orientales y un
ritmo vivo en la primera parte para pasar a formas más ambientales en la
segunda. Algo tópico todo ello
pero se deja escuchar.
“Wolves in the Urals” – Del monte Fuji pasamos a los Urales
y a su fauna. “Black sky at night / full of stars and very very cold / the
wolves / proud and contemptuous / hungry and in need” es el texto inspirador de
la pieza, la favorita de entre todas las del disco para el propio compositor
quien narra en el libreto cómo toda ella está construida a partir de un sólo
sonido del Yamaha TX816. Wadarou es absolutamente meticuloso en su trabajo y
como prueba, nos cuenta que un efecto de viento que suena a mitad de la pieza
es viento real pero reforzado con ruido blanco de modo que pudiera tener una
especie de diapasón para poder modificar el sonido y hacer que el viento cante.
“The Feet of Fouta” – Como ocurre con muchos músicos
(Olivier Messiaen es, quizá, el más conocido de ellos), Wally Badarou tiene es
sinestésico, en su caso, percibe y relaciona melodías con colores. De ese modo,
esta pieza dedicada a un monte africano sería de color naranja, tonalidad que
aparece mencionada en el poema que la inspira. “green rain / the mist is very wet / fast into
orange / red hot heat / dance dance / celebrating the rain in gratitude”. El
ritmo lo aprovechó de un descarte de la banda sonora de “El Beso de la Mujer
Araña” dotándolo de una nueva melodía que refuerza la conexión africana de toda
la pieza.
“A Horn for Lake Powell” – Además de montañas, hay sitio en
el disco para otro tipo de accidentes geográficos como sería el lago de Arizona
que inspira la siguiente pieza: “very still blue water / mutual arising / red
peaks, to look like orgen pipes / dive underwater / mystery beauty and depth /
impermanent / illusory horns of safety and strenght” dice el poema escogido
para ser ilustrado por esta composición en tonos azul oscuro y verde según
Badarou. Tenemos un problema con los músicos que basan su sonido en síntesis FM
y en el uso del Synclavier y es que todos nos terminan sonando muy parecidos.
Hay mucho en este disco del Lito Vitale de su disco “En Solitario” en cuanto a tímbrica
pero también de Morton Subotnik por citar los dos primeros ejemplos que nos
vienen a la mente.
“Ayers Rock Bubble Eyes” – De Estados Unidos saltamos a
Australia con un corte más ambiental si cabe que el resto, lleno de sonidos de
la naturaleza (grillos, pájaros...) que, sorprendentemente, no son samples
digitales sino que están creados uno por uno por Wally. No hay demasiadas
sorpresas a estas alturas y el tema transcurre por caminos que hace años nos
podían parecer nuevos e interesantes pero hoy suenan trillados. Los versos de Marianne Faithful que
sirvieron como referencia narrativa son: “intense heat causes sparkle / another
sun has a pulse / heart beat, sun beat / seeing through cool rock as if it were
a bubble / landing flat as it goes dark / that’s what any bubble would do /
wouldn’t it?”
“Words of Grace” – Cerrando el disco, Wally vuelve de manera
intencionada a un corte similar al primero en el que un sonido electrónico
sustituye al piano pero mantiene el mismo espíritu. Se trata, además, de una de
las melodías más inspiradas del trabajo, delicada, fragil y evocadora. Una
pequeña joyita que nos deja un inmejorable sabor de boca. El texto que la acompaña en el libreto: “Back
through the doorway / home full of space / who undestands? / who wants to? /
Accept the grace”
Si en este disco no se encontrase la composición “The Dachstein Angels” estamos absolutamente convencidos de que jamás habríamos sabido de su existencia. Incluso después de tenerlo y haberlo escuchado varias decenas de veces en todos estos años creemos que sin el mencionado tema, el disco sería uno más en nuestras estanterías y rara vez le dedicaríamos atención y esto sucede, principalmente, porque el resto del disco no está a la altura de la pieza estrella del mismo, una de las más bellas que el mundo de las llamadas “nuevas músicas”, música “new age” o la denominación que queramos darle a estos estilos nos ha regalado en todos estos años. Escuchadla si podeis porque estamos seguros de que os hechizará. Sólo en ese caso recomendamos profundizar en el disco aunque siempre teniendo claro que no hay otra pieza igual. No es sencillo comprar “Words of a Mountain” hoy en día a buen precio pero os dejamos algún enlace:
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