Tras varias
entradas dedicadas a la música minimalista en todas sus etapas nos faltaba aún
alguna dedicada al que todos consideran uno de los cuatro grandes pilares
fundacionales del género: La Monte Young. Los motivos de su tardanza en
aparecer por aquí pueden ser varios pero apuntamos unos pocos que lo
justificarían sobradamente, comenzando por el escaso número de sus grabaciones,
la complejidad de su música en muchos aspectos, incluso filosóficos y un cierto
hermetismo que rodea toda su carrera, aspecto este último que se pone de
manifiesto en el hecho de que la afinación exacta de la obra que comentamos hoy
no fue revelada hasta algo más de 25 años después de su composición.
La Monte Young
nace en Idaho y su infancia transcurre en un entorno natural (una cabina de
madera en medio de la nada) cuyos sonidos y rumores conformaron de forma
decisiva su modo de entender la música. Desde joven tocaba la guitarra, el
saxofón y el clarinete pero se mostraba fascinado por los sonidos del viento
que podían mantener una misma nota durante minutos y minutos. Del mismo modo,
el rumor de un río cercano, el murmullo de las ramas de los árboles o los
propios ruidos procedentes de insectos cercanos conformaban un paisaje sonoro
que podía extenderse durante horas y horas y que terminó por esculpir una
particular pátina musical en el joven Young que luego se vería reflejada en su
obra.
Más tarde, tras
una etapa formativa del más alto nivel en la que disfrutaba de la música de
John Coltrane o Eric Dolphy mientras asistía a seminarios impartidos por
Leonard Stein en UCLA y por el propio Stockhausen en Darmstad, estudiaba las
estructuras de la música india con Prandit Pran Nath (mentor también de Terry
Riley) y se sumergía en profundidad en el estudio de la obra de John Cage para
terminar trabando contacto con los miembros del grupo Fluxus, realizó sus
primeras creaciones musicales (y no sólo musicales).
La Monte Young: uno de los compositores más importantes del pasado siglo. |
De esa época,
alrededor de 1960, datan algunas de las “composiciones” más rompedoras de
Young, claramente deudoras de los hallazgos de John Cage. Ejemplos de ello son
las siguientes composiciones:
“Composición
Nº3”:
“Anunciese a la
audiencia en qué momento comenzará y terminará la pieza, si ésta tiene alguna
duración determinada. Puede tener cualquier duración. Tras ello, anunciese a la
audiencia que cada uno de ellos puede hacer lo que quiera durante la duración
de la composición.”
“Composición Nº6”:
“Los intérpretes
(de número indeterminado) se sentarán en el escenario mirando y escuchando al
público del mismo modo en que normalmente los espectadores miran a los
intérpretes. Si se trata de un auditorio, los intérpretes pueden sentarse en
una fila de butacas situada a tal efecto o en banquetas individuales. Si se
trata de otro local como un bar, los intérpretes podrán disponer mesas y beber
algo al igual que lo hace su audiencia. Opcionalmente, algunos espectadores
pueden ser invitados a unirse a los intérpretes en la ejecución de la pieza. La
actuación puede tener cualquier duración”.
“Composición
No.7”:
Aparece un
pentagrama con dos blancas en un intervalo de quinta con la anotación: “para
ser sostenidas por mucho tiempo”.
Partitura de la "Composición Nº7" |
Aún no hay
presencia de rasgos de lo que luego se conocería como “minimalismo” pero poco
después encontraríamos algunas trazas de “repetitivismo” sui géneris: en 1961,
Young se dedicó a escribir 29 veces la misma composición, consistente en la
siguiente anotación: “dibújese una línea recta y sígase”.
Tras esta etapa,
Young comenzó a trabajar con la que era su pareja, Marian Zazeela, y el Theatre
of Eternal Music, explorando las posibilidades de los “drones” o sonidos que se
prolongan en el tiempo sin variación alguna, rememorando los ambientes
naturales de su infancia. Hasta llegar a 1964, año en el que está fechada la
composición que hoy nos ocupa, Young grabó algunos trabajos de “drone music”
pero nada tan monumental como su “The Well Tuned Piano”. La clave de la obra
viene dada por el propio título: Young prescinde de la afinación clásica del
piano para utilizar una muy particular de su propia creación. Las cuestiones
técnicas de la misma exceden con mucho las capacidades de quienes escribimos este
blog pero el lector ávido de conocimiento puede encontrar un excelente estudio
al respecto en esta web.
A grandes rasgos, la afinación diseñada por Young utiliza notas que pueden ser
expresadas como fracciones cuyo resultado son números enteros en relación con
la clave de la obra. Por ello, no es posible interpretar esta obra con un piano
afinado a la manera tradicional: sólo las notas “sol” y “la” tienen frecuencias
expresables con números enteros. Young, además, siempre interpretaba esta obra
con un piano muy especial: un Bösendorfer Imperial, de casi tres metros de
ancho y con la particularidad de tener 97 teclas que abarcan ocho octavas
completas. Las 9 teclas adicionales con respecto al piano “convencional” se encuentran
en la tesitura más grave del instrumento.
“The Well Tuned Piano” abarca más de 6 horas de música
ininterrumpida que el propio Young interpretó en concierto en varias ocasiones
y que sólo él ha registrado hasta hoy en una caja de cinco discos publicada en
1987 absolutamente imposible de encontrar hoy en día a precios razonables. Una interpretación de Young va acompañada, típicamente, de una instalación luminosa en tonos de azul y magenta diseñada por Marian Zazeela que transmite una tranquilidad y equilibrio notables. Al
margen de las suyas, sólo un discípulo de Young, Sarmad Michael Harrison, ha
interpretado alguna vez la obra en directo. Cuenta el compositor y musicólogo
Kyle Gann que se empeñó en “descubrir” la afinación exacta de la obra y, para
ello, con una calculadora, un sintetizador y un reproductor de CD, consiguió en
1991 determinar diez de los doce tonos de la afinación poniéndose entonces en
contacto con el compositor para pedir su autorización al estudio que estaba
realizando sobre la obra. Tras ello, el propio Young hizo público ese dato.
No cabe duda de que estamos ante una obra que sólo los críticos
pueden considerar como fundamental para entender los comienzos del minimalismo
como movimiento porque, por sus propias características, no puede llegar a un público
tan amplio como lo hicieron “In C” de Terry Riley o “Music for 18 Musicians” de
Steve Reich. Incluso una creación igualmente monumental en duración como “Music
in Twelve Parts” de Philip Glass, aunque nos parece más difícil de asimilar que
esta obra de Young, parece haber gozado de mayor aceptación popular (entiéndase
esta afirmación dentro de los márgenes de difusión de este tipo de música).
A pesar de todo lo dicho hasta ahora, que podría retraer a
cualquier oyente ante una obra de esta magnitud y características, “The Well
Tuned Piano” no es música difícil de escuchar. Es una obra en la que el piano
suena constantemente y donde no es sencillo encontrar melodías y frases
memorables pero puede funcionar perfectamente como música ambiental (en las
entradas de algunos conciertos de Young, se incluía la clarificadora inscripción:
“este concierto no tiene fines de entretenimiento”). No es comparable, por
tanto, a obras de una duración similar como el “Canto Ostinato” de Simeon Ten
Holt, obra tonal por devoción y de una gran riqueza melódica dentro de los
esquemas minimalistas. Obviando la dificultad de encontrar un momento adecuado
para dedicarle más de cinco horas de escucha a una obra como esta, y
entendiendo la práctica imposibilidad para el lector medio de hacerse con un
disco cuyo precio alcanza las cuatro cifras (tanto en dólares como en euros) en
las webs más populares de venta de música en formatos físicos, estamos seguros
de que los interesados sabréis hallar la forma de acceder a la audición de “The
Well Tuned Piano” por algún medio. Todo interesado en la música contemporánea
debería hacer el esfuerzo. Tiene recompensa.
Muy interesante y clarificadora entrada. El precio del disco es absurdo y mucho está tardando algún sello independiente en republicar la obra y ponerla al alcance de los coleccionistas de música del siglo XX.
ResponderEliminarHace tiempo me sorprendía ver como copias de la obra en vinilo no bajaban de los 400 o 500 euros en sitios como e-bay. La última vez que me dio por curiosear en varias páginas, la he llegado a ver por más de 1400€, esta vez en CD. Es una pena pero algo similar, aunque sin llegar a esas cifras, ocurre con casi toda la discografía de Young: sólo se encuentra a precios desorbitados.
ResponderEliminarSaludos y gracias por comentar.