Eric Tabarly fue
uno de los marineros más reconocidos de su país, Francia, llegando a obtener
destacadas distinciones por su prolongada actividad. Su padre era aficionado a
la navegación y poseía un “cúter” con el que daban paseos. Cuando Eric contaba
7 años de edad, su progenitor adquirió una nueva embarcación a la que llamó
“Pen Duick” y que acabó por enamorar al pequeño Eric, quien dedicó toda su vida
al mar a partir de entonces. Aprendió a navegar en ella pero tras el final de
la II Guerra mundial, su padre la puso en venta. Comoquiera que no hubo
comprador, el ya adolescente Eric se la quedó aunque su carrera militar no le
permitió dedicarle los cuidados necesarios. Tras participar en la Primera
Guerra de Indochina, Tabarly regresó a Francia comprobando el lamentable estado
en que se encontraba el “Pen Duick”, tomando entonces la determinación de
reparar la embarcación y ponerla en disposición de navegar de nuevo. A partir
de ahí, no sólo con el viejo barco sino con varios sucesores diseñados y
construidos en algún caso por el propio Tabarly, el navegante participó en todo
tipo de carreras y competiciones de larga distancia obteniendo los mayores
éxitos posibles en varias modalidades y carreras clásicas obteniendo logros
impensables en su tiempo.
En 1998, ya
retirado de estas actividades, el marinero se embarcó por última vez en el “Pen Duick” original de camino a Escocia
donde iba a participar en una regata de viejos veleros. El 13 de junio, un
temporal le arranca de la cubierta y se pierde todo contacto con él. Ninguno de
los otros cuatro tripulantes del barco en aquel momento puede hacer nada por
rescatarlo. Tabarly fue un enamorado de la navegación pero tenía algunas manías
que le costaron la vida como el hecho de no usar nunca arnés de seguridad en la
cubierta del barco. “Prefiero morir libre que vivir atado” solía decir y lo cierto
es que la frase se convirtió en realidad en aquella fatídica noche en el Mar de
Irlanda.
Exactamente diez
años después del fallecimiento de Eric, se estrenó un documental sobre su vida
cuya banda sonora fue encargada a un viejo conocido del blog: Yann Tiersen. El
compositor y multi-instrumentista escribió una partitura delicada e intimista a
más no poder en la que la mayor parte de los temas son interpretados
exclusivamente al piano, dejando a un lado otros sonidos tan característicos de
su música anterior como el violín, el piano de juguete, el acordeón o los
sonidos electrónicos del “Ondes Martenot” aunque se reserva un par de cortes
para toda esa parafernalia. Estilísticamente, el disco marca la frontera entre
el Tiersen anterior, cercano al minimalismo europeo y a un sofisticado pop
lleno de encanto y el nuevo más centrado en el “post-rock” y en sonoridades más
sucias e inquietantes.
Además de
Tiersen, que interpreta piano, violín, guitarras, bajo, marimba, teclados,
violonchelo, batería, ukelele, acordeón, vibráfono, clarinetes, fagot, flautas,
trompa, melódica, piano de juguete, carillón y percusiones, intervienen
puntualmente, Marc Sens (guitarra eléctrica) y Christine Ott (Ondas Martenot).
Eric Tabarly |
“Tabarly” – Abre
el disco una pieza sencilla con cierto aire solemne con Tiersen al piano. A
pesar de la lentitud inicial, se adivina enseguida un “leitmotiv” que irá
apareciendo en varias ocasiones a lo largo del disco. El tema se acelera,
aparecen los violines y terminamos disfrutando de una delicadísima pieza con
aire de cajita de música en algunos momentos que nos congracia con el mejor
Tiersen.
“Naval” – El mejor Tiersen que muy bien podría ser el que firma esa maravillosa pieza para piano en clave minimalista que nos muestra el gran talento de un músico excepcional cuyo estilo bien merece ya un nombre entre los grandes de un género que, probablemente apadrinaría Wim Mertens y que tendría en Tiersen a su discípulo más destacado, quizá junto con Ludovico Einaudi.
“II” – Y si en
alguna pieza es visible el legado del compositor belga es en esta rítmica
composición en la que Tiersen martillea las teclas con una energía desbordante
a lo largo de un intenso minuto de mágica intensidad antes de fundirse con
sonidos típicos de un puerto de mar.
“Au-Dessous Du
Volcan” – Toma ahora Tiersen la guitarra para la introducción de una pieza
espectacular en la que tira de prácticamente todos los instrumentos que domina
(y son muchos) para regalarnos una composición rica en matices que profundiza
en los cambios de su sonido anticipados en “L’Absente” años atrás y que
culminarían en los directos posteriores a “Les Retrouvailles” en los que
Tiersen flirtea con tímbricas y recursos estilísticos cercanos al rock más
vanguardista.
“IV” – Miniatura
que sirve como transición en la que el músico emplea sólo guitarra y ukelele
para hacernos más amena la espera antes de la siguiente pieza.
“La Longue Route”
– Volvemos al piano con otra bagatela de esas que a Tiersen la salen casi sin
esfuerzo que sirve para enlazar con otro corte para grupo.
“1976” – Y lo de
grupo es un decir porque, una vez más, es el músico bretón quien interpreta
absolutamente todos los instrumentos incluido su inconfundible acordeón. Aunque
hay apuntes de alguna antigua melodía del autor, la corta duración del tema no
permite que se llegue a desarrollar.
“Yellow” – La
importante presencia de maderas nos haría pensar de nuevo en Mertens pero
también en Jean Philippe Goude. Sin embargo, las primeras notas del piano de
juguete, auténtica imagen de marca del sonido de Tiersen, enseguida nos
devuelven al mundo fantástico del autor antes de pasar a la segunda parte del
disco, dominada por los solos de piano.
“Point Zero” – Vuelve a sonar el tema apuntado en la primera pieza del disco con un “tempo” diferente. En los créditos del disco se revela que se trata, en realidad, de una variación de “Fanny de Laninon”, canción tradicional de la marinería, muy popular en la ciudad natal de Tiersen, Brest. No será la última vez que la oigamos en el disco.
“La Corde” – Emprende
la carrera Yann al piano en una pieza de tan gran belleza como escasa duración.
Denominador común a buena parte de la música contenida en el disco, piezas en
su mayoría de alrededor de dos minutos de duración.
“8 MM” – Con esa
simplicidad tan aparentemente fácil con la que los grandes suelen hacer las
cosas, continúa el desfile de pequeñas joyitas de piano a cargo de Tiersen. Es
difícil encontrar una colección de composiciones tan delicadas como esta en la
que cada pieza es tan buena o mejor que la anterior.
“Point Mort” –
Nueva revisión de “Fanny de Laninon” con un toque mucho más solemne, casi fúnebre
como corresponde al título y al final de la propia aventura de Tabarly. Quizá
desde la banda sonora de “Amelie” (también en momentos de “Goodbye Lenin”) no
escuchábamos esta variante más “seria” de nuestro compositor. Hay que tener un
gran talento para hacer tres adaptaciones tan diferentes y de tanta categoría de
la misma pieza como las que nos regala Tiersen en esta banda sonora.
“Dernière” – Sería
extraño un disco de nuestro músico sin un vals y, siendo el francés un
consumado maestro en este tipo de piezas, no podía despedirse sin una de ellas
en la más pura tradición de ese otro gran “valsero” que es Roger Eno.
“Atlantique Nord”
– Retoma Tiersen cerca de la conclusión del trabajo otro de los motivos
musicales que hemos escuchado ya en el disco con gran brillantez antes de la
despedida que se produce con otro tema pero no de piano sino con otro de los
instrumentos predilectos de nuestro artista.
“Eire” – La
despedida tiene más de luminoso que de requiem como podríamos esperar del trágico
final de una historia tan emotiva. Sencillamente escuchamos una serie de
violines interpretando una breve serie de notas sostenidas en el tiempo,
disolviéndose lentamente, quizá como perfecto acompañamiento al cuerpo del héroe
del mar sumergiéndose por última vez en el lugar al que dedicó toda una vida.
Es posible que la banda sonora de “Tabarly” sea el colofón
perfecto a la discografía del Yann Tiersen “clásico” (empleamos el término en
la más amplia de sus acepciones). Ya antes había apuntado indicios del cambio de
estilo que vendría a partir de aquí y del que hemos tenido algún ejemplo
recientemente por aquí (habrá alguno más dentro de no demasiado tiempo). Por
ello, cualquier admirador del Tiersen de “Amelie” puede acercarse a este disco
sin reservas. Sin ser el mismo estilo exactamente, sí que se mueve en registros
similares. Aunque no es, probablemente, una de sus obras más conocidas y
tampoco gozó de una gran tirada, no es complicado encontrar una copia. Os dejamos
algunos enlaces en los que está disponible el disco.
amazon.es
jpc.de
Como despedida podéis ver un pequeño "trailer" del documental con la música de Tiersen:amazon.es
jpc.de
Para mi esta obra es casi la mejor de Tiersen(digo casi porque ya me ha enamorado y transmitido con otros albumes como GoodBye Lenin, Amelie, Le Phare, Rue des Cascades, L'Absente, Skyline y Dust Line, La Traversee con su ''Le Matin''..) tiene un peso emotivo tremendo, una capacidad para transmitir y describir lugares, para dibujar en tu mente esos paisajes marítimos desde una visión absolutamente sentimental, un punto de vista transmitido desde una conciencia sabia y un sentimentalismo inocente cercano al que tendría cualquier niñx.
ResponderEliminarPero Tabarly es algo mas, es una muestra de respeto y admiración hacia la vida del gran marinero, una obra maestra para alguien que componia en el mar, que comprendía el funcionamiento de algo tan salvaje y natural como es el océano y que guardaba toda sencillez porque estaba enamorado de lo que hacía..Todo esto tuvo que emocionar a Yann Tiersen que se entregó para hacer la descripción de como entendía el la vida de este gran marinero.