Parece que cuando
Pat Metheny montó su Unity Band hace un tiempo, dio con la tecla adecuada tras
muchos años experimentando con distintas formaciones y colaboraciones, tiempo
en el cual llegó a construir su propia banda-robot en forma de “orchestrion”.
Hace unas cuantas semanas tuvimos la oportunidad de disfrutar de la versión 2.0
de la banda a la que se incorpora una pieza más en la figura del italiano
Giulio Carmassi, compositor y multi-instrumentista que lo mismo sirve para un
roto que para un descosido y es que la cantidad de recursos que aporta suponen
para la banda un salto exponencial en cuanto a los sonidos de que disponen para
plasmar sus ideas. Etimológicamente no parece haber ninguna diferencia
significativa entre la palabra “band” y “group” más allá de que en la primera
se supone que todos los miembros tocan, al menos, un instrumento, mientras que
en el segundo caben también vocalistas. No parece tener relación con esto el
cambio de denominación de la nueva formación de Metheny que pasa de “Unity Band”
a “Unity Group” aunque bien cierto es que Carmassi aporta voces en algunos
momentos.
Adopte el nombre
que adopte la formación, hay una cosa indiscutible y es que la música que
contiene éste nuevo trabajo de Metheny y compañía ha ganado en complejidad.
Hablaba el guitarrista en una reciente entrevista de esto cuando indicaba que la pieza con la que comienza el disco le había
costado 34 páginas de papel pautado, algo nada habitual en su música y, por
extensión, en el jazz contemporáneo. Para el músico, su nueva banda (o grupo)
supone un salto en términos de sonido similar al de la llegada del technicolor
al cine. En sus propias palabras: “Si el anterior disco era como un
documental sobre una banda en un estudio, el retrato de un momento, éste sería
más la versión Spielberg de
lo que esa banda puede ser”.
Integran el Pat Metheny Unity Group en el disco: Pat Metheny
(todo tipo de guitarras y efectos electrónicos, sintetizadores y
“orchestrionics”), Chris Potter (saxos tenor y soprano, clarinete bajo,
clarinete, flautas), Giulio Carmassi (piano, trompeta, trombón, trompa,
vilonchelo, vibráfono, clarinete, flauta, piccolo, saxo alto, piano wurlitzer, voces),
Ben Williams (bajo acústico y eléctrico) y Antonio Sánchez (percusiones).
“On Day One” – Una amalgama de percusiones de todo tipo abre
una pieza en la que saxo y guitarra al unísono esbozan los primeros apuntes
melódicos. No mucho después asistimos al primer cambio radical de estilo. Una
percusión marcadamente monótona (probablemente surgida del “orchestrion”) sirve
de pauta para la entrada del contrabajo y la guitarra. Cuando aparece el saxo,
el sello de Metheny está ya claramente presente en la composición, algo más que
evidente en el momento en que comienza a sonar su inconfundible guitarra. El
siguiente segmento del tema se llena de ritmos latinos y Chris Potter se adueña
por completo de la escena en un solo magnífico antes de llegar a la parte final
en la que Metheny vuelve a tomar el mando. La apertura del disco, con un
monumental tema de más de 15 minutos como éste nos recuerda al Metheny de “The
Way Up”, uno de sus discos más celebrados.
“Rise Up” – El guitarrista norteamericano empuña la acústica
con la energía de sus mejores tiempos en un sensacional comienzo lleno de vida
en el que le escuchamos acompañado exclusivamente por platillos y palmas. El
esquema rítmico de la pieza es tremendamente complejo con signaturas cambiantes
y muy ricas. El piano de Carmassi nos hace rememorar los tiempos de Lyle Mays y
eso siempre es una buena señal aunque lo cierto es que todo en la pieza parece
sacado de la mejor época del Pat Metheny Group con la adición del saxo de
Potter.
“Adagia” – Nos
concede un respiro el músico en esta balada de corta duración en la que su
guitarra primero y el saxo después esbozan románticos paisajes de aire porteño
y es que, independientemente del ropaje con que Metheny se vista en cada
ocasión, siempre tiene un ojo puesto en el sur.
“Sign of the
Season” – Continúa el trabajo con otro tema extenso de larga evolución en el
que la música va desplegándose de forma progresiva e imparable. Como es tan
característico en los discos de Pat, una percusión insistente, muchas veces
ayudada del pulso continuo del piano, va construyendo una red a partir de la
cual los diversos instrumentos solistas (aquí guitarra y saxo principalmente)
ejecutan sus respectivas partes alternándose en el papel principal.
“KIN (←→)” – El tema que da título al disco obedece
a un esquema similar al anterior en su inicio, con una excitante percusión a la
que se añaden los sintetizadores, más presentes que nunca hasta ahora en el
trabajo. También aparece con fuerza el clásico sonido de guitarra sintetizada
del músico con el que afronta el largo solo central de la composición. A partir
de ese momento, vuelve a intervenir el saxofón en otra magnífica aportación que
pone de manifiesto algo difícil de prever: el sonido de Metheny permaneció
durante años alejado de ese instrumento con resultados excelentes. El hecho de
que en el anterior disco con Potter decidiese recuperar los saxos parecía
anticipar un cambio en la sonoridad de la banda pero no ocurre nada parecido.
Por el contrario, el saxo suena perfectamente integrado con el resto de instrumentos
y el resultado sigue llevando el sello de Metheny bien claro. Una jugada
magistral que revela cuánta verdad había en la frase del músico cuando hablaba
de la razón que le llevó a volver a utilizar saxos en su música: “Chris Potter”.
Un intérprete excepcional que sabe hacer exactamente lo que cada pieza
requiere.
“Born” – Cambio
de tercio con una balada romántica que no cae en ningún momento en tópico
almibarado al estilo de Kenny G por mucho que sea el saxo su principal
instrumento. Esta pieza justifica el comentario del crítico de JazzTimes Geoffrey
Himes cuando afirma al respecto del disco que “escribir buenas melodías es la
habilidad mas infravalorada del jazz moderno, quizá porque es también la más
rara. Hay cientos de músicos que se enorgullecen de escribir enrevesadas piezas
en 7/4 o 9/4 y de moverse en sus solos de lo tonal a lo atonal para volver más
tarde al comienzo. Bien. Pero ¿cuántos de ellos pueden escribir una balada que podamos
tararear al oído de nuestra amante?”
“Genealogy” – Con una duración inferior al minuto, esta breve combinación de percusión y saxo hace las veces de transición hacia el tramo final del disco.
“We Go On” – Una
ráfaga de sonidos electrónicos abre una pieza que pronto se torna en algo más
convencional cuando Potter interpreta una melodía de corte clásico con aire de
soul. No la escogeríamos entre las más destacadas del disco pero no deja de ser
interesante.
“Kqu” – No se
despega Metheny de los ritmos pausados en los últimos minutos del disco aunque
ahí terminan los parecidos entre ésta pieza y la anterior. Escuchamos aquí un
perfecto ejemplo de los que es un quinteto de jazz conjuntado de modo
magistral. Todos los músicos tienen su espacio justo en el cierre del trabajo
que concluye así, dejándonos con un excelente sabor de boca.
Llama la atención
cómo un músico como Metheny puede seguir manteniendo un nivel artístico excelente
y, al mismo tiempo, editar discos con una regularidad asombrosa. Tenemos suerte
de poder disfrutar de un artista tan grande cuya aportación sospechamos que será
aún mejor valorada con el paso del tiempo. “Kin” es aún muy reciente con lo que
es sencillo encontrarlo en cualquier tienda pero nosotros seguimos dejando aquí
los enlaces de costumbre por si os decidís a adquirirlo on-line.
amazon.es
play.com
Nos despedimos con el trailer oficial del disco:
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