A finales de los
años setenta, Steve Reich sintió la necesidad de cerrar un ciclo y de dar a su
música un giro, abriéndola a nuevos elementos e influencias, enriqueciéndola
con nuevos puntos de vista. Así, y aprovechando su renacido interés por la
religión judía a la que pertenece (pero que siempre había permanecido al margen
de su expresión musical), se embarcó en la composición de una pieza basada en
algunos textos sagrados, concretamente en versos de cuatro de los salmos del
libro.
Como corresponde
a un giro temático tan notable, “Tehillim” (plural de salmo en hebreo), también
llevó consigo una importante evolución musical respecto al estilo anterior del
músico. Además, el hecho de que en la tradición judía se haya perdido hace
mucho tiempo la costumbre de cantar los textos sagrados, permitió a Reich, en
sus propias palabras “construir una forma musical ajena a cualquier tradición
previa que imitar o ignorar”. Completando el programa en la grabación de
Nonesuch que hoy comentamos, encontramos “Three Movements”, una pieza
completada en 1986 que podemos ver como una profundización en las ideas que
Reich comienza a alumbrar en “The Desert Music” (ya tratado aquí anteriormente)
y una extensión de otras composiciones del autor en los años inmediatamente
anteriores.
La partitura de
“Tehilim” está escrita para cuatro voces femeninas y una pequeña orquesta que,
en realidad es la suma de un grupo de instrumentistas de viento, otro de
cuerda, un par de teclistas y un “ensemble” de percusión configurando una
formación bastante habitual en el género minimalista. En el disco que hoy
comentamos, la interpretación corre por cuenta del Schönberg Ensemble
acompañado del Grupo de Percusión de La Haya, ambos bajo la dirección de
Reinbert de Leeuw. “Three Movements”, por su parte, es interpretada por la
London Symphony Orchestra dirigida por
Michael Tilson Thomas.
Reich con su inseparable gorra. |
“Part I: Fast” –
El texto en que se basa el primer movimiento de “Tehillim” procede del Salmo 19
y reza así:
1 Los cielos
cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos
2 Un día cuenta
al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber
3 Sin palabras,
sin lenguaje, sin una voz perceptible
4 Por toda la
tierra resuena su eco, sus palabras llegan hasta los confines del mundo
Cualquier seguidor
de Reich se vería profundamente sorprendido al escuchar los primeros compases
de la pieza en la que se puede escuchar una melodía perfectamente definida a
través de la voz de la cantante lo que supone una novedad importante. De hecho,
el único rastro del estilo del compositor lo encontramos en la base rítmica que
acompaña a la voz, con caja y palmas marcando un paso continuo, ahora sí,
inequívocamente “Reichano”. El clarinete entra en escena y, tras él, el resto
de las vocalistas construyendo un intrincado contrapunto con la melodía
principal mezclando música antigua y contemporánea con la mayor naturalidad.
Con regular cadencia de suman los instrumentos que faltaban hasta que termina
por intervenir todo el grupo. En cierto modo Reich cierra un hipotético
círculo: el músico que diseñó el concepto de “fase” como respuesta moderna al
clásico “canon” acaba escribiendo un auténtico “canon” cuyo efecto termina por
imitar al de sus “fases”.
“Part II: Fast” – Basado en los siguientes versos del salmo 34:
12 El que quiera
amar la vida y gozar de días felices,
13 Que refrene su
lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños
14 Que se aparte
del mal y haga el bien; que busque la paz y la siga
El segundo
movimiento de “Tehillim” es muy diferente al primero con el que el único
elemento en común son las percusiones. La melodía principal es ejecutada por
dos de las voces femeninas de acuerdo al viejo principio de “tema y
variaciones” aunque salpicado por breves interludios instrumentales.
“Part III: Slow” –
Inspirado en dos versículos del salmo 18:
25 Tu eres fiel
con quien es fiel, e irreprochable con quien es irreprochable
26 Sincero eres
con quien es sincero, pero sagaz con el tramposo.
El movimiento
lento de la obra vuelve a mostrarnos un Reich diferente. El ritmo lo llevan las
marimbas con una cadencia lenta y parsimoniosa que se acompaña de vientos y
cuerdas que construyen una pieza densa, pesada y de gran estatismo. La relación
entre el texto y la música se pone de manifiesto por el empleo del tritono (DO
sostenido – SOL), conocido en la antiguedad como “el diablo en la música” justo
en el momento en que las cantantes mencionan al “tramposo”.
“Part IV: Fast” –
En contraste con el movimiento anterior, el que cierra la obra recupera los
momentos luminosos como corresponde a los versículos del salmo 150 que lo
inspiran:
4 Alabadlo con
panderos y danzas, con cuerdas y flautas
5 Alabadlo con
sonoros címbalos, con resonantes címbalos
6 Que todo lo que
respira alabe al Señor
La música vuelve
a brillar en un ejercicio de estilo en el que Reich resume todo lo que nos
enseñaba en los primeros dos movimientos dotando al movimiento, además, de un
dinamismo aún mayor en el que tan pronto se juega con los contrapuntos entre
las voces como se nos introduce en ágiles diálogos entre las distintas
secciones instrumentales. Un cierre colosal, sin duda, para una pieza magnífica
aunque desconcertante para el oyente más familiarizado con el Reich anterior.
“Three Movements”
es, en cierto modo, una composición que nos devuelve a los registros más
habituales del músico, siempre y cuando tengamos en cuenta la novedad que
supuso en 1984 (dos años antes de la composición de la pieza) el estreno de
“The Desert Music” y el debut del músico escribiendo para orquesta. El primero de
los movimientos, de hecho, guarda grandes con la obra mencionada y que ya tuvo
su capítulo en el blog meses atrás: la orquesta con el piano como líder, emite
una serie de oleadas sonoras que nos arrastran como si fuéramos víctimas de un
tsunami musical: no hay forma de escapar ni de luchar contra la corriente por
lo que lo mejor es dejarse llevar. El segundo movimiento supone un gran cambio
puesto que son las maderas las que se encargan de guiarnos a lo largo de un
pasaje mucho más tranquilo aunque no exento de misterio con un importante apoyo
de los violines. En realidad, la música aquí contenida no es más que una
adaptación para orquesta del cuarto movimiento de los cinco que formaban
“Sextet”, obra anterior del músico. Cerrando los tres movimientos y, de paso,
el disco, volvemos a los ritmos rápidos, basados en un uso intensivo de
marimbas y vibráfonos (también, ocasionalmente, del piano). Sobre ellos, la
orquesta ejecuta una serie de melodías breves una y otra vez recordándonos la
procedencia de la música, obra de uno de los pilares fundamentales del
movimiento minimalista.
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