viernes, 31 de octubre de 2025

Anne Clark - The Sitting Room (1982)



Anne Clark tenía apenas 22 años cuando lanzó su primer disco. Ya comentamos en su día que era una mujer absolutamente independiente, que decidió abandonar los estudios a los 16 y buscarse la vida en diferentes ocupaciones, desde cuidar enfermos en un sanatorio mental hasta trabajar en tiendas de discos en su Croydon natal. Este último empleo y, sobre todo, encargarse de la programación de The Moonlight Club, una de las salas con una actividad musical más intensa en la época y donde grabarían un concierto Joy Division apenas un mes antes del fallecimiento de Ian Curtis, le facilito conocer a todo tipo de artistas de la bulliciosa escena londinense gracias a lo cual, grabar y publicar su propia música no iba a ser algo tan complicado como podría parecer hoy. Entre la plétora de músicos con los que contactó en aquellos años, Anne encontró un pequeño grupo con el que dar forma a sus composiciones acompañando a su voz y sus teclados. La lista incluía a Gary Mundy, guitarrista de la banda experimental Ramleh, el teclista y cantante Dominic Appleton (ambos amigos desde la infancia), el guitarrista punk Patrick Fitzgerald (que con Anne tocaría los teclados) y el teclista de sesión Andrea Laschetti. De todos ellos, sólo Fitzgerald tenía experiencia discográfica.


El que sería el debut de Anne Clark sería publicado por el sello Red Flame, propiedad de Dave Kitson, uno de los grandes promotores de la escena punk en aquellos años y propietario de The Moonlight Club. Red Flame lanzó los primeros discos de la artista así como varios de sus colaboradores en “The Sitting Room” y trabajos posteriores siendo Anne el principal activo del sello en aquellos años junto con el grupo Carmel.




Abre el disco un oscuro tema de piano que también da título al trabajo. En “The Sitting Room”, los sintetizadores crean una atmósfera fantástica para la narración de Anne en su estilo característico. El estilo repetitivo de la melodía es perfecto para ponernos en el estado de ánimo adecuado para disfrutar de la poesía de Anne que se muestra aquí como la observadora del comportamiento de alguien que, probablemente se ha rendido ya ante la vida. “Swimming” es un tema mucho más experimental a base de sonidos acuosos y efectos sonoros que sencillamente acompañan al recitado de Anne sobre una historia de amor que ha dejado de funcionar. “An Ordinary Life” vuelve a presentarse con sintetizadores que constituyen el lienzo sobre el que la artista declama sus versos. De nuevo es un ambiente oscuro e inquietante sobre una familia en la que uno de los miembros sufre una enfermedad que le hace dependiente de los otros, quizá como reflejo de alguna de las historias que Anne conoció en el sanatorio de Cane Hill. El tema enlaza sin solución de continuidad con “Shades”, un profundo tema de órgano sobre el que Anne vuelve a contarnos una historia de soledad y abandono. El tema más distinto del disco es “Short Story (Party Mix)”, una animada pieza que parece grabada sobre la base rítmica programada de cualquier Casiotone de la época, algo que, en el fondo, tampoco es muy distinto de lo que hacían entonces muchos de los grupos de la “new wave”. En unos pocos versos nos narra toda la vida de un pequeño personaje que escribe con su lapiz en un libro. El siguiente corte, “The Power Game”, es un sencillo recitado sobre un sonido electrónico que bien podría ser una interferencia de radio. Es una de las canciones políticas que de vez en cuando nos ofrece Anne, en este caso mostrando su decepción con los políticos de izquierda británicos. No tiene mayor historia pero nos conduce hasta el tema final que también es la pieza más larga del disco. Construida a partir de un ritmo mecánico, se van sumando capas de sonido, efectos sonoros y un piano para acabar componiendo un armazón muy sólido. “All We Have to Be Thankful For” es un tema inquietante que incide una vez más en ese pesimismo vital tan característico de los textos de Anne, en esta ocasión centrado en el deterioro progresivo de las relaciones de pareja.





En realidad no podemos llamar LP a “The Sitting Room” ya que ni siquiera llega a los 20 minutos de duración pero eso no era algo tan raro en aquellos años, especialmente en ambientes underground y en pequeños sellos independientes con poco presupuesto. De hecho, incluso la portada era una reproducción del cuadro del prerafaelita Dante Gabriel Rosetti, “Beata Beatrix” pero en blanco y negro. Muchas reediciones posteriores del disco, especialmente en CD, lo unen con el que fue el tercer disco de Anne: “Joined Up Writing” que ya comentamos aquí en su momento por lo que no sería raro encontrarlo en ese formato. El que fue el debut de Anne Clark ya contenía todos los elementos que caracterizarán su carrera en los años siguientes con mayores adornos musicales y una producción más cuidada. En todo caso, fue un gran punto de partida que recomendamos a todos los que quieran conocer a un artista diferente que hoy en día sigue en la brecha pese a los problemas de salud que pasó en años recientes.




martes, 21 de octubre de 2025

The HU - The Gereg (2019)



La llegada de la democracia a muchos países de la órbita de la Unión Soviética a partir de la Perestroika de Gorbachov trajo consigo en el ámbito cultural una apertura a formas artísticas que, o bien eran desconocidas del todo en aquellas naciones o bien circulaban de forma clandestina de maneras que dificultaban mucho su popularización y, más aún, que surgieran corrientes locales que comenzasen a imitar e integrar esos estilos en sus medios de expresión artística tradicionales.


Cuando nos referimos a ese proceso solemos quedarnos en los países europeos como Polonia, Hungría, Rumanía pero la influencia soviética y, consiguientemente, su caída, tuvo también su reflejo en otros países comunistas asiáticos como Mongolia que vivió una transición similar hacia el capitalismo y la democracia a partir de 1990. Desconocemos casi todo sobre la música tradicional de Mongolia más allá de lo que ha ido llegando a occidente como el canto difónico “khoomei” o su pariente cercano de la ex-república soviética de Tuva y algunos instrumentos como el “morin khuur” (especie de violín de dos cuerdas) o el “tovshuur”, una modalidad de laud. Por ello no vamos a poder analizar cuánto de música tradicional y cuanto de influencia occidental hay en la banda que hoy traemos al blog pero lo que si sabemos es que la mezcla de ambas cosas ha dado un resultado fantástico, diferente y del que no recodamos demasiados precedentes similares. Mentimos. Existe uno que inmediatamente nos vino a la cabeza cuando escuchamos al grupo del que hablamos hoy: el del grupo sueco-finés Hedningarna y su mezcla de música tradicional nórdica con estilos más modernos y cercanos al heavy metal.


En realidad, la historia de The HU, la banda que hoy presentamos aquí, tiene muchos puntos en común con la de Hedningarna. Estamos en Mongolia, en el Conservatorio Estatal de Música y Danza donde coindicen una serie de estudiantes con un interés común en la música tradicional y en el “heavy metal” que deciden montar una banda que tocaría una suerte de rock duro interpretado con instrumentos autóctonos y cantado utilizando las técnicas vocales del folclore mongol. Una mezcla inesperada que añade al crisol, además, cantos de guerra y poemas tradicionales del imperio “Hunnu”, una serie de tribus nómadas que ocuparon las estepas asiáticas en los siglos III y II a.C. La banda se juntó en 2016 por iniciativa de Bayarmagnai Dashdondogm, alias “Dashka”, quien seleccionó a cuatro estudiantes para explorar sus ideas en lo que es una configuración muy curiosa ya que el líder, productor y principal compositor, no forma parte de la banda que está interada por Galbadrakh Tsendbaatar (“Gala”), cantante e intérprete de “morin khuur”, Nyamjantsan Galsanjamts (“Jaya”), que toca el arpa de boca y el “tsuur” (flauta de bambú tradicional) además de cantar, Enkhsaikhan Batjargal (“Enkush”), con el mismo reparto de funciones que Gala y Temuulen Naranbaatar (Temka”) que canta y toca el tovshuur. Su disco de debut apareció en 2019 bajo el título de “The Gereg”.


“The Gereg” - El comienzo es una cadenciosa sacudida de energía que comienza con las cuerdas creando el ambiente para la llegada de la percusión y los cantos en segundo plano. Entra entonces el tema central con cantos guturales, cantos difónicos y los instrumentos de cuerda frotada haciendo un gran trabajo y llevandonos a un mundo desconocido en el que los caballos son los reyes de las estepas. No olvidemos que el morin khuur suele llevar tallada en el mástil una cabeza de ese animal y que también se le conoce como violín de cabeza de caballo.


“Wolf Totem” - Uno de los cortes más populares del disco y tembién el segundo single que salió del mismo. Está compuesto por cantos en los que unas voces responden a otras alternándose mientras las percusiones, en un tiempo medio, van creciendo y nos meten de lleno en una escena en la que las melodías de las cuerdas se retuercen consiguiendo estremecernos como sólo lo hacen las manifestaciones más ancestrales.




“The Great Chinggis Khaan” - Seguimos con lo que podríamos calificar como una balada con un extraño toque que nos recuerda a los momentos más tensos de las viejas películas del oeste. Sin embargo, esto es solo la introducción de una pieza que se pone mucho más intensa con la entrada ocasional de las percusiones en un clímax que se va alternando con momentos más tranquilos. Formalmente sería una de las canciones más similares al estilo de bandas como Metallica, admiradas por todos los miembros de The HU.




“The Legend of Mother Swan” - Una de las canciones más particulares del disco, basada en un ritmo constante y con muy poca variedad melódica, es, sin embargo, en la que mejor podemos apreciar las peculiaridades del canto difónico mongol. El continuo “in crescendo” con el que va transcurriendo la pieza termina de forma abrupta dejándonos con ganas de más.


“Shoog Shoog” - La inspiración en el “heavy metal” que dio origen a la banda se pone de manifiesto en esta canción que tiene todos los elementos del género, desde los enérgicos “riffs” hasta un ritmo potente y ese toque épico que no puede faltar en un tema de rock duro. Por un momento hasta podemos olvidar que no suenan aquí ni guitarras ni bajos sino instrumentos tradicionales haciendo un trabajo perfecto.


“The Same” - En contraste con el tema anterior, el inicio de este es completamente tradicional con cuerdas, canto, arpa de boca y percusiones dibujando una melodía lenta pero que crece poco a poco hasta sumergirnos en un ambiente tremendo que bien podría adornar una ceremonia oscura en la, quizá, preferiríamos no ser los protagonistas.


“Yuve Yuve Yu” - La canción que lo empezó todo, al menos para nosotros. Fue el primer single del disco y el tema que nos llamó la atención desde el momento en que escuchamos sus primeras notas. Y quizá sea porque aquí la banda hizo “trampa” incluyendo, además de los instrumentos tradicionales, guitarra eléctrica, piano, batería y algún coro más convencional lo que lo convirtió desde el principio en una canción inmediatamente accesible para los oídos occidentales. En todo caso, es un tema excelente que lo tiene todo para atrapar al oyente y nuestro favorito de la banda.




“Shireg Shireg” - La siguiente pieza, en cambio, se centra en todos los elementos tradicionales de la banda con mayor protagonismo que en otros temas del disco para las flautas o el arpa de boca. Resulta curioso por la distancia tanto geográfica como cultural que media entre los países nórdicos y Mongolia pero varias de las personas junto con las que hemos escuchado esta pieza en diferentes momentos sin saber de su procedencia, indicaban que les recordaba a los antes mencionados Hedningarna.


“Song of Women” - Termina el disco con la canción más larga del mismo que combina en su inicio un aire folk con una extraña atmósfera en la que nos parece reconocer, por improbable que esto sea, a los Pink Floyd de “The Final Cut”. Es otro tiempo medio perfectamente construido con el toque justo de épica y una melodía que apela a los instintos más animales. Excelente colofón para un disco fantástico.



La repercusión de “The Gereg” fue inmediata. En las reediciones del trabajo se incluyen colaboraciones con bandas muy relevantes de la escena rock norteamericana como Papa Roach, Halestorm o From Ashes to New y posteriormente han colaborado con miembros de System of a Down o Alice in Chains. También fueron invitados a participar en “The Metallica Blacklist”, tributo a la legendaria banda y han girado por los Estados Unidos, tanto en solitario como en calidad de teloneros de Iron Maiden. Incluso forman ya parte del universo de Star Wars en el que interpretan a la banda The Agasar en los videojuegos “Star Wars Jedi: Fallen Order” y “Star Wars Jedi: Survivor”. Además de todo eso, el gobierno mongol les concedió la Orden de Genghis Khan, el mayor reconocimiento que se otorga en ese país, por la promoción de la cultura mongol por todo el mundo. Su segundo disco de estudio, y último hasta ahora, continúa en la misma senda que su debut y aparecerá por aquí tarde o temprano. Mientras lo hace, disfrutad de “The Gereg”, una propuesta diferente que nos transporta a territorios poco frecuentes.


domingo, 12 de octubre de 2025

Brian Eno - Eno (2024)



Hace unos años se hizo muy popular en redes sociales una etiqueta de una prenda de ropa que rezaba de la siguiente forma: “Jacobs by Marc Jacobs for Marc by Marc Jacobs in collaboration with Marc Jacobs for Marc by Marc Jacobs”. Esa referencia nos vino inmediatamente a la cabeza cuando nos enteramos del lanzamiento del trabajo que comentaremos hoy: el disco “Eno”, banda sonora de “Eno”, compuesta por Brian Eno para el documental sobre Brian Eno codirigido por Brian Eno junto con Gary Hustwit.


Hustwit es un director americano cuya carrera se centra especialmente en documentales sobre diseño en el sentido más amplio del término, desde el diseño gráfico de un tipo de letra como la “Helvética” hasta el diseño industrial más cotidiano (“Objetified”) o la moderna planificación de las ciudades en “Urbanized”. La primera colaboración de Hustwit con Eno se produjo cuando éste último compuso la música para el documental “Rams” que comentamos aquí en su día.


Como ya sabemos, en los últimos años Brian Eno ha dedicado mucho tiempo a lo que él llama “música generativa”: una música que va cambiando constantemente gracias a algoritmos que alteran constantemente alguno de sus elementos de forma que cada escucha es diferente a la anterior. Para el documental de Hustwit, decidió colaborar con el artista Brendan Dawes para diseñar Brain One, un software generativo de imágenes que combinaría material extraido de más de 30 horas de entrevistas a Brian Eno y más de 500 de grabaciones de los propios archivos visuales del músico para crear una película que es diferente cada vez que se proyecta (nótese que Brain One es un anagrama de Brian Eno). No hemos tenido oportunidad de ver alguna de las 52x10^30 posibles versiones de la película pero sí hemos escuchado la banda sonora de la misma que Eno publicó el año pasado en un formato físico, estable y que sí reproduce siempre la misma combinación de temas. En realidad no se trata de un disco de música nueva sino, como corresponde a un trabajo documental, de una recopilación de piezas de diferentes etapas de la carrera de Eno con alguna composición, eso sí, creada específicamente para el film junto con alguna otra inédita rescatada de los archivos para la ocasión. Por todo ello, se nos antoja como una muy interesante retrospectiva para los seguidores del músico y una adecuada puerta de entrada en su obra para aquellos que la desconozcan.


“All I Remember” - El disco comienza con una preciosa canción escrita (y cantada) por el propio Eno ex-profeso para esta banda sonora en la que hace hace una poética descripción en perspectiva de su trayectoria vital. Texturas electrónicas, tratamientos sonoros y todos los recursos del músico aparecen aquí para resaltar una melodía sencilla pero de gran belleza. En nuestra opinión, una de las mejores canciones del músico en muchos años, con momentos que rozan la perfección.




“The Secret Place” - El viaja continúa con una de las composiciones de Daniel Lanois para el disco “Apollo: Atmospheres and Soundtracks” de 1983, trabajo firmado en su día por Brian, su hermano Roger y el propio Lanois y una de las grandes obras de su faceta ambiental que ya comentamos en su momento.


“Cmon” - En 2023, Eno publicó “Secret Life”, un disco a dúo con el DJ Fred Again del que se incluye aquí este fantástico corte elaborado a base de samples vocales recortados a duraciones mínimas que se juntan para crear una melodía hipnótica acompañada de la habitual elaboración sónica de Eno. Es una pieza muy minimalista pero que nos atrapa desde el primer momento.


“Ho Renomo” - En 1977, Eno grabó la primera de sus colaboraciones con el grupo alemán Cluster que se publicó bajo el sencillo título de “Cluster & Eno”. Este era el corte que abría el disco, un tema con protagonismo del piano que encaja bien en la mezcla de “krautrock” y “ambient” que proponían ambos artistas.


“Sky Saw” - Retrocedemos un poco más en el tiempo hasta 1975 para encontrar el disco de Eno en solitario “Another Green World” que comenzaba con este corte, una pieza en la que destaca sobremanera el bajo de Percy Jones, de Brand X. Es una canción muy en consonancia con el trabajo que Eno realizaría pocos meses después para sus colaboraciones con David Bowie, especialmente en “Low” y “Heroes”.


“Spinning Away” - Saltamos a 1990 y al disco “Wrong Way Up” firmado a dúo por Eno y John Cale del que suena aquí el segundo single. No nos extendemos demasiado en el comentario puesto que se trata de un trabajo al que también le dedicamos una entrada en su día.


“Motion in Field” - En una elipsis temporal de las que abundan en esta recopilación viajamos hasta 2017 y el disco con “Finding Shore” grabado por Eno con Tom Rogerson. Es uno de nuestros trabajos favoritos del Eno más reciente y el tema seleccionado nos parece el mejor del mismo. Según escribimos esto nos damos cuenta de que es un disco que aún no hemos reseñado aquí y eso es algo que no terminamos de comprender.




“There Were Bells” - Más reciente aún es “Foreverandevernomore”, disco en solitario de Eno publicado en 2022. Del mismo se incluye aquí el único single, cantado por el propio Brian sobre una atmósfera que mezcla sonidos naturales con electrónica para dibujar una balada extraña y misteriosa con una gran profundidad, especialmente en sus pasajes instrumentales.


“Third Uncle” - No podemos afirmar que el Brian Eno rockero haya sido un músico que haya dejado un legado de muchas canciones de esas que quedan en el imaginario colectivo. Si acaso, este tema publicado en 1974 dentro del disco “Taking Tiger Mountain (by Strategy)” podría considerarse uno de los más populares e incluso conoció una versión a cargo del grupo Bauhaus en el tercer disco de la banda.


“Everything that Happens” - En 2008, Eno retomó su vieja colaboración con David Byrne y juntos grabaron el disco “Everything that Happens Will Happen Today”. Sin embargo, este iba a ser un trabajo que no tendría mucho que ver con el primero que firmaron juntos ya que se trataba de una colección de canciones más o menos convencionales más cercanas, si acaso, a los discos de Talking Heads que Eno produjo que a aquella colaboración seminal que aparecerá representada aquí un poco más adelante.


“Stiff” - En otras circunstancias, esta canción habría sido uno de los grandes atractivos de la recopilación ya que pertenecía a “My Squelchy Life” (1991), disco perdido de Eno que no apareció en su día pero que fue rescatado más de veinte años después. En todo caso, es una gran canción de la que también hablamos en su día.


“Emerald and Lime” - El disco que nos hizo retomar el interés por Eno tras un periodo en el que no le prestamos demasiada atención fue “Small Craft on a Milk Sea” (2010). Se trataba de una colaboración de Eno con Leo Abrahams y Jon Hopkins y se abría con esta maravilla impresionista que nos sedujo desde el primer momento.


“Hardly Me” - Poco después de publicar “Foreverandevernomore”, Eno lanzó una nueva versión del disco eliminando las partes vocales. De ahí procede este tema puramente ambiental que sigue la línea de trabajos clásicos del músico en ese estilo como el citado “Apollo” o los diferentes volúmenes de la serie “Ambient”. 


“Regiment” - La gran colaboración entre Eno y Byrne fue el disco “My Life in the Bush of Ghosts” de 1981. Uno de los trabajos más influyentes en los que participó Eno, especialmente en lo que se refiere al uso del “sampling” y a la introducción de elementos de “world music”. De ese trabajo aparece aquí una de las dos piezas en las que se utiliza la voz de la cantante libanesa Dunya Younes que fue objeto de cierta polémica en su día porque ella no lo había autorizado (pese a que Eno sí obtuvo los permisos correspondientes de la discográfica que publicó la grabación original entonces).


“Fractal Zoom” - Frenética pieza con la que comenzaba “Nerve Net” (1992), uno de nuestros discos favoritos de Eno en aquellos años y que marcó el comienzo de una etapa que nos encanta. Es otro de esos trabajos ya reseñados aquí por lo que tampoco abundaremos mucho más en él.


“Lighthouse #429” - En 2021, Brian Eno realizó una colaboración con la emisora digital Sonos Radio en la que ponía a disposición de los oyentes más de 300 horas de música inédita de sus archivos personales grabadas de 1990 en adelante. La estación en la que se emitiría el material llevaba el nombre de “Lighthouse” y aquí podemos escuchar una muestra de ese material.




“By this River (live at the Acropolis)” - Cierra el disco una canción del disco “Before and After Science” (1977) pero grabada en directo en 2021 en un concierto ofrecido por el músico en la Acrópolis ateniense junto con su hermano Roger. Una mezcla de pasado y presente perfecta para cerrar la recopilación.



Como dijimos anteriormente, creemos que este “Eno” es una retrospectiva muy completa pese al hecho, que puede sorprender a algunos, de que no incluya nada de música de la serie “Ambient”. Esto puede chocar cuando hablamos de un músico cuyo nombra prácticamente aparece automáticamente ligado a ese término pero esa ausencia, así como la de toda la música que ha ido componiendo a lo largo de décadas para acompañar a diferentes instalaciones, no desluce en absoluto el resultado ya que aquí escuchamos muestras de prácticamente todos los estilos que el influyente músico ha tocado a lo largo de su carrera.

martes, 30 de septiembre de 2025

Pat Metheny & Ornette Coleman - Song X (1986)



Siempre se ha dicho, y así lo hemos comentado en alguna ocasión en el blog, que la salida de Pat Metheny del sello ECM estuvo motivada por las estrictas condiciones de grabación que, supuestamente, imponía Manfred Eicher a todos sus artistas. Básicamente, estas consistían en que los músicos tenían dos días para grabar y un tercero para hacer las mezclas finales en el estudio. Aparentemente Metheny no estaba cómodo con esa situación, más aún cuando se encontraba en un momento en el que quería abrir su música a sonidos más ricos y a formaciones instrumentales bastantes más amplias que requerían de un mayor trabajo, especialmente en lo que se refiere a la producción.


En una de esas contradicciones que a veces nos encontramos en los artistas, resultó que el disco de debut de Metheny en el su nuevo sello, Geffen, iba a grabarse en unas condiciones que bien podrían haberse dado en ECM ya que la grabación se realizó a lo largo de tres días en sesiones intensivas a cargo de una banda realmente excepcional. Convendría aclarar que no hablamos de un disco de Metheny en solitario sino firmado a dúo con el saxofonista Ornette Coleman, quizá la principal figura del conocido como “free jazz”, una de las vertientes más arriesgadas, complejas y vanguardistas del género. La música de Coleman no era ajena a Metheny, que ya había grabado varias composiciones del saxofonista en discos anteriores, pero ambos músicos no habían colaborado anteriormente. En todo caso, había nexos de unión entre ellos, especialmente el del contrabajista Charlie Haden, colaborador de Coleman desde hacía mucho tiempo y que recientemente había participado en el disco “Rejoicing” de Metheny. Haden iba a formar parte del elenco de artistas invitados a la grabación junto con el batería Jack DeJohnette y el hijo de Ornette, Denardo, también a la batería. Como resultado de las sesiones, el dúo seleccionó ocho cortes que serían publicados bajo el título de “Song X” aunque de ahí salió mucho más material que sería aprovechado en una reedición posterior que no vamos a tratar aquí.


“Song X” - Coleman es el autor de toda la música del disco figurando Metheny como co-autor en cuatro de los ocho temas. El que abre el trabajo es una auténtica locura con un Ornette verdaderamente desenfrenado en un dúo casi imposible de seguir con la guitarra de Metheny y también con su versión de sintetizador. Por momentos parece imposible que la sección rítmica acompañe este frenesí pero lo hace sumando más caos al caos. Si alguien se preguntaba en qué consistía el “free jazz”, se nos ocurren pocos ejemplos más descriptivos que esta pieza.


“Mob Job” - El segundo corte nos muestra un bonito contraste entre el veloz ritmo marcado por Haden y DeJohnette y la cadenciosa forma de tocar de Coleman, más melódico y pausado que de costumbre, al menos cuando toca el saxo alto porque cuando toma en sus manos el violín (la única ocasión en que lo hace en el disco) se lanza por vericuetos intrincados. Volviendo al saxo, los diálogos de este con la guitarra sintetizada de Metheny son de lo mejor de una pieza que es de las más accesibles de todo el disco.


“Endangered Species” - La pieza más extensa del trabajo es también la primera en la que encontramos la firma de Metheny junto a la de Coleman en cuanto a la autoría y no se nota demasiado ya que, desde el comienzo, es una marcianada casi imposible de seguir con líneas veloces a cargo de todos los instrumentos que se mezclan en una cacofonía que termina por resultar hipnótica, una vez que te acostumbras a vivir en el manicomio.




“Video Games” - En la misma linea sigue el disco con este tema en el que la batería decide comenzar a piñón fijo con un gran Metheny que resultará casi desconocido para alguien que sólo haya oído su vertiente más melódica. Con todo, la mejor parte llega despúes con el contrabajo de Haden en diálogo con el saxo de Ornette en un corto interludio tras el que volvemos a lanzarnos sin frenos por una cuesta llena de curvas en un descenso del que salimos indemnes sólo gracias a un milagro.


“Kathelin Gray” - Entramos ahora en una serie de tres piezas acreditadas por igual a Coleman y Metheny. Precioso el comienzo con una bonita melodía de saxo apoyada puntualmente por una eficaz guitarra mientras Haden va a lo suyo en segundo plano. Los aficionados al “jazz” más convencional encontrarán aquí un merecido descanso  frente a lo que han escuchado anteriormente.


“Trigonometry” - Esa tendencia hacia un “jazz” más accesible (no fácil pero sí más que lo que se ha podido escuchar en otros momentos del disco) se mantiene con esta composición de veloz ejecución pero en la que la melodía ofrece suficientes puntos de apoyo para no descarrilar. Quizá nuestro corte favorito del disco.




“Song X Duo” - El título es absolutamente descriptivo ya que lo que escuchamos aquí es un dúo entre Metheny y Coleman en el que combinan lo mejor de sus habilidades como intérpretes sin apoyo de la sección rítmica. El guitarrista saca todo el partido a las posibilidades sonoras de su guitarra sintetizada  mientras que el saxo de Coleman suena fantástico. 


“Long Time No See” - Una percusión electrónica nos recibe en el último corte del disco como introducción de otra de esas locuras a las que ya empezamos a acostumbrarnos. Memorables los largos fraseos de Haden al contrabajo que aportan la base perfecta para uno de los grandes solos de Metheny que se explaya a gusto durante toda la primera parte de la pieza desgranando, incluso, alguna melodía que se nos antoja próxima al folclore sudamericano al que tanto debe la carrera posterior del músico. En la parte final toma el relevo un Coleman pleno de inspiración para despedir un disco que quizá nadie mencionará como una referencia en su género pero que a nosotros nos gusta mucho.




En la portada del disco, el nombre de Metheny aparece el primero pese a que la contribución principal como autor es de Ornette Coleman. Quizá por eso sea un disco que inconscientemente se asocia más a la discografía del guitarrista que a la del saxofonista. Seguramente también tiene que ver que se publicó en el sello que acababa de fichar a Metheny y que, en cierto modo, supuso el regreso de Coleman a los estudios de grabación ya que su último disco, aunque se había publicado en 1982, se grabó a comienzos de 1979. En cualquier caso, estamos ante un disco que no es para todos los oídos. Incluso tampoco para los de todos los seguidores de Metheny que explora aquí una vertiente de su música apenas mostrada hasta entonces. Sin embargo, creemos que aquellos lectores más inclinados a aceptar los desafíos sonoros más difíciles, encontrarán en él un reto fascinante.

domingo, 21 de septiembre de 2025

Gidon Kremer & Naoko Yoshino - Insomnia (1999)



Nuestra relación con Gidon Kremer viene de muy atrás, como ya comentamos en una entrada de hace varios años. Violinista excelso además de intérprete muy activo e implicado con la música de su (nuestro) tiempo, es alguien de quien ahora podemos asegurar que no tuvimos la mejor introducción posible a su forma de interpretar. Le conocimos con una versión de “Las cuatro estaciones” de Vivaldi dirigida por Claudio Abbado para Deutsche Grammophon lo que en aquel entonces era para nosotros garantía absoluta pero lo cierto es que su versión, correctísima, sin lugar a dudas, nunca llegó a enamorarnos. Menos aún cuando en años posteriores hemos conocido otras interpretaciones sublimes a cargo de Fabio Biondi o Giuliano Carmignola pero ese no es el tema de hoy.


Afortunadamente el violín de Kremer se ha cruzado con nosotros muchas más veces en todos estos años y en contextos mucho más favorables para su forma de tocar, a nuestro juicio, como son la música de Piazzolla, Kancheli, Gubaidulina, Glass o Pärt. En cualquier caso, la de intérprete no ha sido la única faceta importante en su relación con la música contemporánea. Tras dejar la Unión Soviética en 1981 y trasladarse a Alemania, creó el prestigioso Festival de Música de Cámara de Lockenhaus (Austria) y ha sido director de otros como el de Gstaad o el de Basilea. Además, fundó la Kremerata Baltica, una orquesta de cámara compuesta por jóvenes músicos de Estonia, Letonia y Lituania (Kremer es letón) y que ofrece del orden de unos 70 conciertos anuales. A día de hoy es una de las agrupaciones de referencia en su categoría.


El disco que traemos hoy aquí es bastante peculiar, tanto por el repertorio que contiene como por la configuración instrumental del mismo ya que recoge piezas para violín, arpa o para ambos instrumentos combinados con la adición de voz o de kugo (una especie de arpa japonesa) en alguna pieza. También hay varias transcripciones de obras creadas para otros instrumentos y adaptadas al formato de violín y arpa para la ocasión. La acompañante de Kremer en la grabación es la arpista japonesa (aunque nacida en Londres) Naoko Yoshino.


“Haru no Umi” – La primera pieza del disco es una obra del compositor japonés ciego e intérprete de koto, Michio Miyagi. Es una composición para violín y arpa de gran belleza en la que el violín de Kremer saca notas larguísimas que se retuercen en el tiempo jugando con esas melodías orientales tan características. La interpretación, tanto del violinista como de Yoshino es excepcional y nos mete de lleno en mundos musicales a los que, por desgracia, no estamos demasiado acostumbrados en occidente.


“Nocturne” - De ahí pasamos a la compositora finlandesa, Kaija Saariaho, otra de tantas alumnas de la Academia Sibelius, de la que aquí se incluye esta composición para violín solo. La relación entre Saariaho y Kremer es de admiración mutua, incrementada por el hecho de que la compositora empezó tocando el violín y siempre tuvo una cierta envidia sana a los grandes intérpretes del instrumento, entre los que Kremer era uno de sus favoritos. Además, la composición de este nocturno se produjo en los mismos días en los que Saariaho estaba escribiendo su “Graal Theatre”, un concierto para violín y orquesta pensado para el propio Gidon. Justo cuando se encontraba en medio de esa tarea, la compositora recibió la noticia del fallecimiento de Witold Lutoslawski e inmediatamente se puso a escribir esta obra en su honor.




“Stanza II” - Regresamos a Japón con uno de sus compositores más famosos, Toru Takemitsu, y esta pieza para arpa y cinta magnetofónica. En ella escuchamos fascinantes diálogos entre ambos elementos con las complejidades y la dificultad de comprensión propia de buena parte de la música académica del S.XX. No en vano fue creada en 1971 durante la estancia del músico en el IRCAM de París.


“Insomnia” - La obra que da título al disco es una extensa creación para violín, voces y kugo del japonés Yuji Takahashi, compositor y pianista renombrado que aquí nos muestra una pieza de gran sabor tradicional, acentuada por el uso de un instrumento como el kugo. Es una composición meditativa y pausada en su mayor parte en la que escuchamos, además, las voces de ambos intérpretes en determinados momentos.




“Le fils des étoiles (Preludio del primer acto)” - Japón y Francia se tocan en esta adaptación de la pieza de Erik Satie para flauta y arpa realizada por Takemitsu para el violín y el arpa de Kremer y Yoshino. Lo cierto es que el arreglo de Toru, aun siendo fiel al original, posibilita una serie de sonoridades en el violín realmente fascinantes con notas quebradizas que se extienden en el aire amenazando romperse. Una preciosidad.


“Cinque piccoli duetti” - Seguimos en Francia con esta obra de Jean Francaix escrita originalmente para arpa y flauta. Son cinco movimientos muy breves (preludio, pastorale, canzonetta, sogno y rondo) de corta duración, salvo el cuarto, ligeramente más extenso. El primero de ellos es juguetón, el segundo mucho más relajado y con un aire más impresionista mientras que el tercero es animado y jovial. El cuarto, por su parte, tiene más peso por parte del arpa y un cierto tono de canción de cuna mientras que el último de ellos vuelve a las frases veloces y al ambiente de cuento.


“Daphne Etude” - La parte más “clásica” del disco viene de la mano de este breve estudio para violín escrito por Richard Strauss y ejecutado de forma impecable por un Kremer que nos deja ya en un tramo final más centrado en artistas contemporáneos.


“Six Melodies” - El regreso al S.XX comienza con la adaptación de estas seis piezas de John Cage escritas en su día para violín y teclado. Ya hemos hablado en muchas ocasiones de Cage y de nuestro pensamiento de que es un autor infravalorado y muy desconocido por culpa, precisamente, de su obra más “popular” que eclipsa todo lo demás que hizo y provoca que el público en general no pase de la anécdota de una obra consistente en silencio. Ojalá el resto de su extenso legado vaya ganando el espacio que se merece. Estas seis melodías son una buena muestra de que hay mucha música que explorar en su producción.


“Spiegel im Spiegel” - Tenía que aparecer en la colección el estonio Arvo Pärt con una de sus obras más conocidas para violín y piano, adaptada aquí para los dos intérpretes del disco. Por lo demás, no hay demasiada diferencia con otras versiones que hemos comentado aquí.


“Il Padrino” - Se suma al programa, nada menos que Nino Rota con una de sus melodías más populares, esta vez interpretada al arpa en una versión preciosa y llena de lirismo. Hemos oído decenas de interpretaciones de este tema y la de Yoshino es, probablemente, nuestra preferida.




“Pantomima” - Cierra el disco uno de los movimientos de la “Suite in Old Style” de Alfred Schnittke en la que el arpa hace las veces del piano de la partitura original. Es una pieza muy clasicista, como sugiere su título, en la que Schnittke se acerca al sonido de otros compositores contemporáneos más centrados en la melodía y en la belleza formal que en la exploración, como sería el caso de Martynov o Silvestrov.



En la contraportada del disco aparece un texto descriptivo del contenido del mismo que reza: “No puedes dormir. Pones algo de música. Un violinista y una arpista están girando por todo el mundo y, de algún modo, acompañados por las cuerdas que ambos tocan, unas pulsadas y las otras frotadas, el mundo se convierte en un sitio más pequeño. Lugares y cosas que pensabas que eran muy distantes, el este y el oeste, la vanguardia y la tradición, América y Europa, de repente descansan juntas y comienzan a superponerse y coincidir”. Sabemos que son cosas del marketing pero en este caso, además de un reclamo publicitario, es una imagen muy precisa de lo que escuchamos aquí: Un encuentro entre mundos musicales muy diferentes que acaban encontrando puntos en común. Si queréis bucear en un mundo de contrastes dibujado por dos instrumentos que no suelen presentarse juntos, este disco es una buena elección.

jueves, 11 de septiembre de 2025

Aphelion Psalm - Portal to Cassiopeia (2025)



Cuando un estilo de música concreto que ha tenido un cierto éxito desaparece de los focos de los medios solemos pensar que ha pasado de moda e, incluso, que ha desaparecido. Esa idea se refuerza cuando vemos que los representantes más icónicos de ese género tampoco siguen haciendo cosas en esa línea pero la realidad suele ser distinta. Dentro de las músicas que nos gustan aquí, está el ejemplo del rock progresivo en los ochenta. La mayoría de sus representantes principales transformaron sus propuestas para acercarlas a los gustos de la época y se acercaron en mayor o menor medida al pop. Los casos de Genesis, Yes o Mike Oldfield serían buenos ejemplos pero lo cierto es que siguieron saliendo bandas como Marillion, Pendragon, Saga o IQ que mantenían vivo el género aunque, eso sí, con menor repercusión popular.


Con la música electrónica de la Escuela de Berlín pasó algo similar y en las horas bajas de los maestros del género como Tangerine Dream o Klaus Schulze, siguieron surgiendo grupos que mantuvieron la llama encendida como era el caso de Redshift o RMI. A día de hoy, de hecho, siguen apareciendo continuadores de la electrónica secuencial-planeadora de los setenta con excelentes resultados. El último del que hemos tenido noticias es español y responde al pseudónimo de C.Pilgrim, alias de Carlos Martín Cuevas. Carlos acaba de publicar un primer trabajo (el lo califica de “demo” pero tiene toda la calidad de un trabajo terminado) titulado “Portal to Cassiopeia” bajo el nombre de Aphelion Psalm. Tanto su nombre artístico como el título del EP muestran bien a las claras la influencia cósmica en su música, algo que comparte con los artistas referentes del género pero, por si quedaba alguna duda, la edición promocional del disco viene introducida por una cita de Carl Sagan: “La exploración está en nuestra naturaleza. Empezamos como nómadas y lo seguimos siendo. Hemos permanecido suficiente tiempo en la orilla del océano cósmico y estamos preparados, por fin, para zarpar hacia las estrellas”. Probablemente el peregrino del alias de Carlos tenga relación con los nómadas de Sagan.


Precisamente de eso trata la obra: de un viaje a Casiopea dividido en cuatro etapas aunque el disco viene presentado en una sola pista con las respectivas partes señaladas en el libreto del mismo. La aventura comienza con “Opening of the Portal”, introducción ambiental llena de capas de sonidos electrónicos que nos llevan lentamente a través de un desarrollo lleno de matices hacia la siguiente etapa. La atmósfera nos recuerda en mucho momentos a determinados fragmentos del “Phaedra” de Tangerine Dream aunque con un sonido algo más oscuro. Desconocemos el equipo con el que se ha realizado la grabación pero intuimos que debe ser principalmente digital y con abundancia de software, sin demasiada presencia de sintetizadores analógicos pero el sonido está muy conseguido. La segunda parte lleva el título de “Ten-thousand-year Cryosleep” y entra directamente en los mundos de la Escuela de Berlín con una secuencia hipnótica reforzada por un pulso continuo ligeramente desincronizado lo que crea un efecto que nos encanta. Sobre ese fondo aparecen diferentes melodías en continua sucesión en lo que sería nuestra parte favorita de la obra en un segmento que no tiene nada que envidiar a los clásicos del género. Entramos a continuación en “Antimatter Void Abyss” con un profundo y prolongado “drone” lleno de tensión a través del cual se abre paso un breve grupo de notas repetitivas que nos lleva a la conclusión: “At the Gates of Alpha Cassiopeia”, en un tono algo más luminoso, siempre dentro de una línea ambiental, y que termina con una melodía repetida de órgano que marca el final del viaje, desapareciendo como un eco lejano.


Tras la escucha de este “Portal to Cassiopeia” nuestra conclusión inmediata es que queremos más. Necesitamos oír más propuestas de Aphelion Psalm ya que el potencial mostrado aquí es tremendo. Además de eso, el disco es un buen recordatorio de que la electrónica que podríamos llamar más clásica está muy viva y sigue habiendo margen para crear grandes cosas en ese ámbito. Desconocemos si hay prevista una edición en formato físico de la obra pero está disponible para su descarga y reproducción en bandcamp además de en otras plataformas como amazon music.





domingo, 31 de agosto de 2025

Wim Mertens - Kere Weerom (Part II - Kere Weerom) (1999)



Muy de cuando en cuando nos acercamos a darle una escucha a los complejos “ciclos” de Wim Mertens. Hemos dado en llamar así a cuatro extensas colecciones musicales que el músico belga publicó entre 1990 y 2001 y que tenían dos características principales: su gran tamaño (entre los cuatro  forman dos trilogías y dos tetralogías que abarcan la friolera de 37 discos), y la poca accesibilidad de la mayoría de la música que allí se podía escuchar. En ellos encontramos desde discos para piano solo a otros para grupo pero también, y esto suele coincidir con los trabajos más áridos y desafiantes para el oyente, discos para instrumentos solistas como el fagot, el arpa, el clarinete o el trombón bajo. Las composiciones también son diversas. Algunas más accesibles, podrían funcionar perfectamente como parte de cualquiera de sus discos convencionales pero otras tienen un claro carácter experimental. Muchas veces se trata de “deconstrucciones” de melodías ya escuchadas en otros trabajos del belga que aquí suenan desnudas, reducidas a la mínima expresión y ramificándose en infinitas variaciones.


Hoy vamos a volver al tercero de los ciclos, titulado “Kere Weerom”, más en concreto a su segunda parte que lleva el mismo nombre. Hace un tiempo tratamos ya la primera sección del ciclo (“Poema”), una de las más accesibles de toda la colección y escrita para piano. La de hoy abarca tres discos completos y fue compuesta para diferentes combinaciones de un “ensemble” formado por Eric Robberecht (violín), Lieven Vandewalle (violonchelo), Eric Mertens (flautas), Dirk Descheemarker (clarinetes), Marc Verdonck (saxos), Luk Verdonck (fagot), Etienne Siebens (contrabajo), Peter Verbraken (guitarra), Hanna Grociak (arpa), Geert Helsen (percusión) y el propio Wim Mertens (piano).


Antes de empezar el comentario del disco tenemos que hablar de “Sin Embargo”, un disco que Mertens había publicado en 1998, un año antes de la trilogía “Kere Weerom”. Fue este un trabajo raro ya que, a día de hoy, sigue siendo el único de la discografía del músico dedicado exclusivamente a la guitarra clásica. Por sus características, sería uno de esos discos que podemos considerar como hermanos pequeños de los “ciclos” ya que se trata de una obra no especialmente accesible y centrada en un solo instrumento como ocurría, por ejemplo, con su “Instrumental Songs” (1984). La cuestión es que la mayoría del material contenido en esta parte de “Kere Weerom” está basado en melodías de “Sin Embargo” que aquí aparecen desarrolladas de mil formas diferentes.


El primero de los tres discos es el más convencional en cuanto a estructura con diez piezas de una duración de alrededor de los tres minutos con alguna excepción más larga. La primera de ellas, “'T is tijd”, explora la melodía central de “Sin Embargo” pero en esta ocasión con arreglos para maderas y apoyo puntual de cuerdas y percusión. Ese mismo trabajo sigue siendo sometido a revisión en los siguientes cortes, a veces en versiones para clarinetes y flautas (“O weerzien!”), clarinete solo (“Dat schelden”), violín (“Wederom verdwenen”), cuerdas y fagot (“Zij zingt en wenkt”), arpa y flauta (“Overal, altijd”), solo cuerdas (“Waar wij niet zijn”). En todo caso, no hablamos de versiones o transcripciones para otros instrumentos de las mismas piezas sino en una exploración de cada melodía que es retorcida y estirada hasta la saciedad introduciendo nuevas variaciones cada vez. Más extensa es “Van hot naar haar” (más de 12 minutos), para arpa y contrabajo primero y para cuerdas después que se centra en el tema de “La Femme de Nulle Part”, música que Mertens escribió para una antigua película de cine mudo y que también había revisado en “Sin Embargo”. El mismo tema es recreado de nuevo en versión de guitarra, cuerdas y vientos en “Een eigen dagindeling” antes de cerrar con “Amper beschut” a cargo de toda la familia de clarinetes.


El segundo disco es más complicado de escuchar en muchos momentos, especialmente por la abundancia de piezas para percusión que se hacen verdaderamente pesadas como ocurre con “Zoet licht”, que abre el CD. Tras ella entramos en una sucesión de temas de prácticamente la misma duración (todos sobre los dos minutos y veinte segundos) que son diferentes combinaciones de cuerdas y vientos con algunos momentos interesantes que coinciden la mayoría de las veces con la revisión de melodías antiguas del músico pero siempre bajo el punto de vista que domina todos los “ciclos” de Mertens: la experimentación. Son piezas en las que los cambios de ritmo son inesperados (también podríamos haberlos calificado como desesperantes) y donde las melodías desaparecen tan pronto como las reconocemos. Tras esa serie de composiciones volvemos a las percusiones en “Hat oude deuntje”, esta vez con apoyo de piano y violín en un rol similar púramente rítmico. Llega después una serie de composiciones a pares de la misma duración. “De dwarreling”, a base de cuerdas tiene su imagen especular en “Onderlinge onmin” con arreglos ligeramente diferentes. Lo mismo ocurre con “Tenslotte” que suma el arpa a la ecuación y se ve replicada en “Wat ik zeg”, extraña versión con una combinación tan inesperada como es la del arpa  con el contrabajo a los que se unen después el clarinete y las cuerdas. Llega después una locura de tema sin mucho sentido “Voor me niets” clonado en “Waarheen?” con anadido de percusión. Más larga es “De krater”, otra vez con protagonismo del contrabajo en colaboración con los clarinetes. Tras la concluye el disco con otros dos cortes emparejados que, con sus juegos de cuerdas parecen sacados de una película de terror.


El tercer y último CD puede muy bien ser el más exasperante de todos ya que incluye hasta quince cortes consecutivos que vienen a ser una variación de la misma pieza de algo menos de dos minutos aunque antes de llegar allí tenemos que pasar por nuevas demostraciones de percusión (“Tijd winnen”), piezas para grupo o extrañas sucesiones de florituras para saxo o clarinete con diferentes títulos y arreglos. También tenemos complejas miniaturas llenas de un virtuosismo instrumental inversamente proporcional a su accesibilidad pero siempre basadas en lo mismo: la exploración hasta el límite de un tema o melodía presentado anteriormente. A veces la cosa cobra sentido como en “Met natte schoenen” pero la idea no cambia. Con “Later het vervoig” entramos en el largo tramo de quince temas seguidos que son prácticamente iguales y que nos conduce hasta el final, de nuevo a base de percusión, con “Je hebt van die uren!”.


No engañamos a nadie si afirmamos que los “ciclos” de Mertens no son para cualquier oyente. Ni siquiera para una gran mayoría de seguidores del músico por lo que más que recomendarlos como hacemos habitualmente tenemos que advertir a los más osados de lo arduo de la tarea que tienen por delante. Nosotros, por nuestra parte, volveremos sobre ellos más adelante, siempre en pequeñas dosis porque no es cuestión de abusar de este tipo de material. Desgraciadamente no hemos sido capaces de encontrar ningún fragmento de "Kere Weerom" para compartir aquí ni en páginas como youtube ni en las que el propio músico enlaza en su web como Spotify o Deezer por lo que no podemos dejaros alguna muestra como nos gusta hacer. Tampoco será fácil para el hipotético lector interesado encontrar el trabajo por separado, ya que está descatalogado hace años. No así la caja "Qua" que contiene los 37 discos que integran los cuatro "ciclos" de Mertens y aún se puede encontrar buscando un poco. Mucho ánimo a quien se atreva con la experiencia.

viernes, 22 de agosto de 2025

Kronos Quartet - Kronos Quartet (1986)



Es muy probable que el punto que marcó el inicio de la popularidad a nivel mundial del Kronos Quartet fuera su firma con la discográfica Nonesuch. Para entonces ya habían publicado sus dos discos “de jazz” basados en la música de Thelonius Monk y Bill Evans y la primera de sus colaboraciones con Terry Riley (“Cadenza on the Night Plain”) pero fue a raíz de la aparición de su disco homónimo en el citado sello que el nombre del cuarteto de San Francisco comenzó a convertirse en una referencia de la música contemporánea.


Y es que el disco, al margen de su calidad, era toda una declaración de intenciones desde la elección del propio repertorio: una selección de compositores que, si bien no eran desconocidos, tampoco se encontraban entre los más interpretados de entre los autores vivos en aquel momento. Incluso decidieron incluir en la lista a un músico ajeno al ámbito académico, curiosamente el único de los escogidos que había fallecido ya. El primero de los compositores que aparecen en la colección es el australiano Peter Sculthorpe, prolífico autor para cuarteto de cuerda aunque con una extensa producción orquestal y para otros formatos. Su música estaba muy influenciada por los sonidos tradicionales de Australia pero también de los países del entorno. El segundo es el finlandés Aulis Sallinen, otro de tantos autores procedentes de la Academia Sibelius y, probablemente, uno de los músicos contemporáneos más reconocidos hoy. El Kronos Quartet le ha encargado varias obras en estos años. El tercer nombre de la lista no requiere de mayor presentación para los lectores del blog: Philip Glass, mientras que el cuarto, Conlon Nancarrow cuenta con el nada desdeñable aval de las palabras de Ligeti, quien afirmó de su música que era “la mejor hecha por ningún compositor vivo en el día de hoy”. La biografía de Nancarrow es tan apasionante como su música y siguiéndola veremos el camino que lleva a un niño de Arkansas a terminar por nacionalizarse mejicano tras un ajetreado periplo que le llevó a ingresar en el Partico Comunista de los Estados Unidos y a alistarse en la Brigada Abraham Lincoln para luchar en el bando republicano en la Guerra Civil Española. A su regreso a los Estados Unidos, y tras ver cómo muchos de sus camaradas empezaron a tener problemas de todo tipo por su afiliación, se trasladó a México terminando por adoptar esa nacionalidad. El último de los músicos del listado es nada menos que Jimi Hendrix, la leyenda de la guitarra y del rock que aparece representado con una de sus canciones más populares. En el disco participa la que podemos considerar como la formación clásica del Kronos Quartet con David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo).


“String Quartet No.8” (Peter Sculthorpe) – Comenzamos con el cuarteto de Sculthorpe, inspirado, según sus propias palabras, en dos ritmos de la música de Bali: el “ketungan”, un tipo de canción utilizado durante los trabajos de siembra del arroz, y el “arja”. Este último estilo es la base de los movimientos impares, marcados para su interpretación por el autor como “con dolore” mientras que los restantes, más veloces, se basan en el “ketungan”. En los movimientos lentos la música es estática, llena de sonidos inusuales por parte de los miembros del cuarteto que exprimen todas las posibilidades sonoras de sus instrumentos, incluyendo las percusivas.


“String Quartet No.3” (Aulis Sallinen) – El cuarteto de Sallinen surge como un encargo de una institución educativa Sueca para enseñar música en los colegios. Con ese fin, el compositor decidió que utilizar una melodía popular como base sería lo más adecuado para atraer desde el principio la atención de los niños. Escogió una marcha fúnebre para violín que se ejecuta al principio para ser sometida después a una serie de variaciones introduciendo disonancias y cascadas de notas que transforman por completo la obra y suponen un desafío muy importante para los ejecutantes.




“Company” (Philip Glass) – Más conocida para los lectores del blog es la siguiente composición de la que ya hemos hablado en otras ocasiones. Se trata de “Company”, la obra compuesta por Philip Glass para una representación de la obra de teatro de Samuel Beckett del mismo título. Originalmente se escribió para cuarteto de cuerda (de hecho, se numeró como el segundo de la serie por parte del músico poco después) pero también ha sido interpretado por formaciones más amplias. Aquí escuchamos la primera grabación del cuarteto a cargo del Kronos Quartet, quienes volverían a registrarlo en el futuro para otros discos.


“String Quartet” (Conlon Nancarrow) – La obra más conocida de Nancarrow esta escrita para pianola, instrumento que apasionaba al compositor por sus posibilidades a la hora de ejecutar piezas cuya interpretación queda fuera del alcance de un pianista humano. Eso nos da una idea de lo compleja e intrincada que puede ser su obra para instrumentos convencionales. El músico escribió tres cuartetos, uno de ellos (el segundo) sin concluir. Aunque no aparece en las notas del disco, entendemos que es ese cuarteto inconcluso el que suena aquí ya que es el único que encaja en la cronología del autor (se menciona que es una obra de los primeros años cuarenta). 


“Purple Haze” (Jimi Hendrix) – Arrego de Steve Riffkin del tema que abría el disco de debut del guitarrista en su edición americana (curiosamente no aparecía en las ediciones internacionales aunque sí se publicó como single). Es una pieza cuya inclusión aquí dice mucho del carácter del Kronos Quartet como grupo y de su búsqueda constante de la transgresión. Su versión es electrizante, dinámica y no deja a nadie indiferente.




Comentaba David Harrington sobre el disco, que reflejaba con fidelidad lo que podía ser un programa de concierto habitual del Kronos Quartet en aquellos años, enfocado en autores contemporáneos y con un enfoque abierto hacia otras músicas que bien podían ser tradicionales, como el caso de Sallinen o procedentes de géneros ajenos, en principio, a las salas de concierto “clásicas” como ocurre con la pieza de Hendrix. En esa época, un concierto del Kronos Quartet era una experiencia desafiante en todos los sentidos. Los intérpretes podían salir al escenario con atuendos informales como “jeans” o camisas hawaianas sorprendiendo al público no prevenido y su actitud con los instrumentos iba en consonancia con ese espíritu. Hace algo más de un año, el grupo sufrió su mayor remodelación con la salida de Hank Dutt (viola) y John Sherba (violín) tras más de 45 años en la formación lo que deja a Harrington, no ya como único miembro original (ya lo era) sino como la única referencia de su etapa más gloriosa, de la que esta grabación es una buena muestra.


domingo, 10 de agosto de 2025

Steve Reich - Jacob's Ladder / Traveller's Prayer (2025)




Es admirable comprobar cómo músicos cercanos a los noventa años de edad siguen componiendo y publicando obras con regularidad. Es el caso de Steve Reich, quizá el compositor con el estatus de mayor prestigio entre el mundo académico de todos los llamados “minimalistas”. Recientemente se editó una espectacular retrospectiva en el sello Nonesuch con 26 discos de audio y un DVD en la que se recogían todas las grabaciones del músico para la discográfica complementadas con algunos registros más de otras compañías como Deutsche Grammophon, Wergo, Sony o Harmonia Mundi). Además de eso, uno de los discos estaba integrado por dos composiciones inéditas grabadas en los últimos años: “Jacob's Ladder” (2023) y “Traveller's Prayer” (2020). Afortunadamente para aquellos que ya poseen todo o gran parte del material aparecido en “Collected Works”, que era el título de la mencionada caja, Nonesuch ha decidido publicar también por separado el disco con el material nuevo, que es, precisamente, el motivo de la presente entrada.


Reich es judío pero ese hecho no se reflejó en su obra hasta los años ochenta con “Tehillim”. A partir de entonces, su herencia cultural y religiosa ha ido apareciendo con frecuencia en toda su producción y esa es, precisamente, la temática de las dos obras de las que hablaremos hoy. Ambas grabaciones cuentan con la interpretación de las voces del cuarteto Synergy Vocals, creado a mediados de los ochenta precisamente para una representación de “Tehillim” con la London Symphony Orchestra. Desde entonces han colaborado con Reich en multitud de ocasiones pero también con artistas ajenos al ámbito de la música clásica contemporánea como Robert Reed, Amy McDonald o Steven Wilson. Junto a Synergy Vocals, interpretan las dos obras del disco los miembros de la New York Philharmonic (“Jacob's Ladder”) y  los del Colin Currie Group (“Traveller's Prayer”).


“Jacob's Ladder” - La primera de las dos piezas está inspirada en la conocida visión de la escalera de Jacob (a la que ya dedicó un disco Brad Mehldau como comentamos por aquí tiempo atrás). Está dividida en cinco movimientos de los que “Genesis 28:12” es el primero, introducido por unas veloces cuerdas que acompañan el canto de la mitad masculina del cuarteto de vocalistas. El piano y las percusiones añaden brillantez y movimiento al conjunto con la ayuda de las flautas y las maderas al mismo tiempo que las voces femeninas se unen a la interpretación. Sin solución de continuidad enlazamos con “Vayachalom”, movimiento que empieza con un ostinato de cuerdas algo “glassiano” tras el que las marimbas interpretan una melodía muy similar a la del clásico de Reich “Piano Phase”. Empieza entonces la mejor parte vocal, con influencia de la música antígua que tanto interesa a Reich desde el comienzo de su carrera. “V'hinei Sulam Mutzav Artza” llega sin dejarnos ni un respiro con una velocidad deslumbrante rompiendo el esquema tan habitual en Reich de alternar partes rápidas y lentas. El contraste entre las cuerdas desbocadas y el estatismo de las voces y el piano es pura magia. Con “V'rosho Magia  Hashamayima” parece ralentizarse un poco la cosa y toma el protagonismo melódico el piano, contundente, apoyado en los arabescos de las cuerdas divididas en secciones alternas que van combinando melodías y partes más rítmicas. Cierra la obra “V'hinei Malachei Elokim Olim” como una especie de canon que se desarrolla, de nuevo, sobre el ostinato de la orquesta terminando de forma más pausada de la mano de las voces de Synergy Vocals.




“Traveller's Prayer” - La segunda pieza del disco fue compuesta durante el confinamiento de la pandemia de COVID-19 y difiere de la anterior en cuanto a la orquestación en la ausencia de instrumentos de viento estando el Colin Currie Group conformado por cuerdas, percusión y piano. La abren las voces masculinas introduciendo la oración de un modo que recuerda mucho al de “Tehillim” pero a un ritmo mucho más lento que en aquella composición. Las cuerdas y el piano actúan como soporte de las polifonías vocales, realmente logradas e interesantes. Estamos ante una pieza mucho más contemplativa que la anterior en la que reconocemos fácilmente al Reich más íntimo, alejado de la exuberancia de obras como “The Desert Music” pero igualmente efectivo.




Nos sorprende que compositores de edad avanzada como Steve Reich, Philip Glass o Arvo Pärt sigan activos a estas alturas cuando, dada la magnitud de su obra, bien podrían estar descansando en un más que merecido retiro. En lugar de ello siguen escribiendo y publicando música nueva, cosa que nunca podremos agradecerles suficiente. En el caso de este nuevo disco de Reich, además, la cuestión es que la música sigue rayando a un grandísimo nivel. Se puede argumentar, quizá con razón, que no llega al punto de inspiración y trascendencia de sus obras más aclamadas pero esperar algo así a estas alturas no tiene demasiado sentido. Además, y especialmente en “Traveller's Prayer”, seguimos encontrando momentos muy emocionantes, cosa especialmente complicada cuando hablamos de música minimalista. Dentro del nivel medio-alto de la mayoría de las obras más recientes de Steve Reich, creemos que este último disco recoge dos de sus mejores composiciones de los últimos años por lo que no podemos  hacer otra cosa que recomendarlo a todos los lectores.


Os dejamos con el propio Reich hablando de su obra más reciente:




jueves, 31 de julio de 2025

Klaus Schulze - Blackdance (1974)



En los títulos de los discos de Klaus Schulze hay dos características que suelen darse con mucha frecuencia: los que son juegos de palabras y los que están formados por una palabra compuesta. No sabemos si de forma consciente o no, algunos de sus mejores trabajos, especialmente los de los setenta, pertenecen a esta última categoría llegando, incluso, a formarse una especie de trilogía que estaría formada por “Blackdance”, “Timewind” y “Moondawn” en la que encontramos lo mejor del Schulze secuencial. Los dos últimos ya han sido reseñados en el blog así que creemos que le ha llegado el turno al primero de ellos. La idea de la trilogía suena atractiva pero ha sido puesta en cuestión, al menos desde el punto de vista cronológico ya que el biógrafo de Schulze, Klaus D. Muller, afirma que “Picture Music”, publicado antes de esos tres trabajos, se grabó realmente después de “Blackdance” lo que rompería en cierto modo la linea que los une pero a efectos prácticos vamos a saltarnos esa salvedad.


El disco iba a ser el primero que Schulze publicaría para Caroline, subsello de Virgin Records recien creado y que se centraba en lanzamientos de jazz y rock progresivo a precios asequibles. Pertenecer a un sello como Virgin era una gran oportunidad para el músico que pensaba que era uno de los mejores sitios para desarrollar su carrera aunque su favorito entonces era Island Records. Schulze visitaba regularmente los estudios de Island por su colaboración con Stomu Yamashita en el supergrupo Go. Le enamoraron las instalaciones en las que había desde catering gratuito para los artistas en todo momento hasta una sala recreativa con billares o futbolines. A modo de anécdota, Schulze recordaba haber jugado al futbolín (y perder) contra Bob Marley, algo que el músico alemán achacaba a que el jamaicano fumaba aún más que él. En todo caso, la distribución de Virgin le aseguraba llegar al mercado francés, inglés y americano, algo que con Polygram, su anterior distribuidora, no era posible ya que solo apostaban por el mercado local alemán con algunas copias repartidas por países cercanos como Austria o Suiza. “Blackdance” también iba a ser el primer disco de Schulze en utilizar sintetizadores más o menos avanzados más allá del EMS VCS3 que ya había utilizado antes. Además de toda la parafernalia electrónica, Schulze tocaba las percusiones y la guitarra acústica, novedad que en su día le pareció interesante pero con la que no quedó del todo satisfecho, según afirmó un tiempo después. En la cara B del disco participó el cantante de ópera alemán Ernst Walter Siemon.


“Ways of Changes” - Como era habitual en aquellos años, el disco constaba de tres cortes de larga duración. El primero de ellos comienza con una serie de largos acordes electrónicos sobre los que aparece de manera bastante inesperada la guitarra. No debe esperar el lector solos desafiantes como los de Manuel Göttsching puesto que Schulze se limita aquí a un mero acompañamiento que, en todo caso, no queda del todo mal. Luego aparece la percusión y con ella nos sumergimos en los el clásico divagar del músico con melodías a los teclados que dan la sensación de ser completamente improvisadas. No estamos aún en la época de las secuencias abrumadoras que definieron a la Escuela de Berlín porque la tecnología no daba para tanto pero ya se apuntan ciertas intenciones en esa linea. Pese a no ser Schulze un músico especialmente dado a la melodía, hay algunos momentos aquí en los que se dibujan algunas bastante notables aunque siempre durante poco tiempo. Con todo, esta nos parece una pieza muy interesante que iba a abrir nuevos caminos en la obra del músico alemán.




“Some Velvet Phasing” - Algo más corta es la siguiente composición, centrada en los sintetizadores y órganos. El comienzo es muy interesante con diferentes capas de sonido combinandose poco a poco en una pieza meditativa. Nada que ver aún en términos de densidad sonora con lo que vendría en años posteriores pero es un intento que deja entrever el futuro próximo. En cierto sentido, es el equivalente a algunos momentos de “Phaedra”, el disco de Tangerine Dream del mismo año que también marcaría el inicio de la transición hacia un nuevo estilo de la banda de Froese. Un tema muy ambiental con el que se cierra la “cara a” del disco.


“Voices of Syn” - La “cara b” está ocupada por una sola pieza introducida por la voz de Siemon, aparentemente grabada un tiempo atrás y no específicamente para el disco. Alrededor de ella escuchamos diferentes fondos de órgano que se mueven con parsimonia. Tras la introducción vocal aparecen ciertos ritmos que son una mezcla de pulsos electrónicos y percusión real y que tienen algo de opresivo, casi molesto. Schulze comienza entonces con sus solos, algo erráticos como de costumbre, pero tenemos que asumir que eso forma parte de su estilo. En todo caso, es este un segmento que se hace largo, incluso para seguidores del músico acostumbrados a estas cosas y la adición de algunos toques de piano no termina de paliar esta sensación. El tema, además, termina de forma precipitada, como dando a entender que era más largo pero las limitaciones del vinilo no permitían extenderlo más.



Si mantenemos la idea de la trilogía formada por “Blackdance” (1974), “Timewind” (1975) y “Moondawn” (1976) y la comparamos con otra hipotética trilogía contemporánea a esta que estaría formada por “Phaedra” (1974), “Rubycon” (1975) y “Ricochet” (1975), de Tangerine Dream, creemos que “Blackdance” es el disco que, con diferencia, peor resiste la comparación con su “equivalente” ya que, aunque parte de conceptos similares, el resultado es bastante inferior. No por ello lo consideramos un mal disco ya que nos muestra muy bien la evolución desde el Schulze del “krautrock” hasta el secuencial de la “Escuela de Berlín”. Puede no ser el disco más apreciado por los seguidores de Schulze pero merece la pena en cualquier caso.

martes, 22 de julio de 2025

Pink Floyd - At Pompeii MCMLXXII (2025)



El rico refranero español tiene frases para cada ocasión y muchas de ellas tienen variantes para todos los gustos. Si le hacemos caso, tendremos que convenir que Cristo era muy despistado porque iba perdiendo cosas por ahí con frecuencia como sugiere la famosa frase de “donde Cristo perdió la cartera” (con sus alternativas en las que el objeto perdido va desde una gorra a una alpargata).


La cosa es que no sabemos donde perdió Cristo la proverbial cartera pero sí dónde lo hizo el director de cine Adrian Maben. Maben estaba obsesionado con el arte y su idea era realizar un documental sobre el pintor belga Rene Magritte y otros artistas fusionando sus obras de algún modo con música en directo de Pink Floyd. Pese a a que hubo conversaciones serias en ese sentido, la banda no terminó de ver el interés de algo así y declinó la invitación. Saltamos ahora a las vacaciones de Maben en Italia 1971 y a un episodio que aclara nuestra introducción. Al regresar a su hotel tras una visita a las ruinas de Pompeya, el director se dio cuenta de que no llevaba consigo la cartera en la que tenía toda su documentación, incluido el pasaporte. Decidió volver al lugar por si tenía la fortuna de hallar el objeto perdido y fue allí, a la luz del atardecer pompeyano, donde tuvo una revelación: ¿cómo sería un concierto de Pink Floyd en aquella localización, sin público y aprovechando el impresionante crepúsculo de la Campania?


El argumento principal de Maben para convencer a la banda fue que las grabaciones de conciertos, como ocurría con las realizadas en Woodstock unos pocos años antes, le daban tanta importancia al público y sus reacciones como a los propios músicos y él quería todo lo contrario: centrarse en ellos. Parece que la idea gustó a Waters y compañía porque decidieron aceptar y desplazarse al anfiteatro pompeyano para grabar durante seis días con todo el equipo y la parafernalia que utilizaban en sus giras. Hay que tener en cuenta que, si bien eran una banda conocida, Pink Floyd no habían dado aún el salto de popularidad que experimentarían poco después con “The Dark Side of the Moon”. Pese a ello, la película tuvo una buena acogida. En realidad hubo varias versiones de la misma. Una inicial con imágenes solo del concierto y de determinadas partes de las ruinas de la ciudad y varias posteriores en las que se añadió material de estudio e incluso imágenes del proceso de grabación del citado “The Dark Side of the Moon”.


En cuanto a lo que nos interesa aquí, que es la música, el hecho es que nunca se publicó de forma oficial el disco con el audio de los conciertos hasta hace relativamente poco lo que convirtió al de Pompeya en una de las grabaciones más pirateadas de Pink Floyd, lo que es mucho decir ya que es una de las bandas con más discos en ese vasto mar de la piratería. No fue hasta 2016, y dentro de la caja de 27 discos “The Early Years 1965-1972”, que vio la luz por fin un CD con este material. Afortunadamente, hace unos meses apareció la versión sencilla del material bajo el título de “Pink Floyd at Pompeii MCMLXXII” con nuevas mezclas de audio a cargo del inevitable Steven Wilson y diferentes formatos como BluRay, LP y CD. Las versiones de audio son algo diferentes de las aparecidas en la caja mencionada anteriormente tanto en el orden de los temas como por la inclusión de alguno más que no apareció en aquella.


“Pompeii Intro” - El comienzo del disco es premonitorio ya que lo hace con un latido de corazón que anticipa el inicio y el final de “The Dark Side of the Moon”. Por lo demás no hay nada demasiado reseñable más allá de algunos efectos de sonido aquí y allá.


“Echoes (part 1)” - El concierto propiamente dicho empieza con la primera parte de “Echoes”, tema procedente del último disco de la banda hasta entonces, “Meddle”. En la versión de la caja antes mencionada, “Echoes” cierra el set y no está dividida como aquí en dos partes. Toda la música de la película era en vivo por expreso deseo de la banda y eso se nota en unas interpretaciones excelentes en las que se nota una gran compenetración en un grupo en el que aún no habían surgido las diferencias que acabarían con ellos en el pasado. La parte central (que aquí es la final), con los teclados de Wright en diálogo con la ácida guitarra de Gilmour es fantástica.




“Careful With that Axe, Eugene” - Probablemente sea el tema más interpretado por Pink Floyd de entre todos los que no formaron parte de ningún disco de estudio de la banda. Sólo apareció como cara B de un single y en el disco en directo de “Ummagumma” pero no faltaba en los conciertos de todos aquellos años. Es una pieza de los Pink Floyd más psicodélicos con un Waters que va del susurro al aullido con una naturalidad que hace dudar de su estado mental. Particularmente, siempre nos ha encantado la forma de tocar de Mason en toda la pieza, más como un batería de jazz que de rock y también la forma en la que se pasa de la monotonía cadenciosa del bajo de Waters al principio a un caos rockero en el que el propio bajo se aventura en líneas sinuosas mientras la guitarra improvisa desatada. Una excelente versión en cualquier caso.


“A Saucerful of Secrets” - Pasamos al tema más psicodélico del disco del mismo título: una exploración fascinante por el sonido y el ruido en la que la percusión se mezcla con el sintetizador y la batería de Mason nos lleva por terrenos próximos a la locura de la mano del piano de Wright aporreado con desesperación en muchos momentos. La segunda mitad, más convencional nos muestra un precioso segmento de órgano que crece poco a poco culminando con las voces de Gilmour y Waters cantando una melodía sin texto en un final memorable.


“One of These Days” - Regresamos a “Meddle” con el tema que abría el disco y del que la banda nos ofrece aquí una versión magnífica que muestra el estado de gracia de la misma con mención especial a Mason y Gilmour con una guitarra la de este último que evoca pasajes espaciales llenos de fantasía.




“Set the Controls for the Heart of the Sun” - Nueva vista atrás para ofrecernos una extensa versión de otro tema de “A Saucerful of Secrets”, quizá nuestro favorito de aquella etapa de la banda. Esta versión en directo mejora incluso la de estudio con un trabajo abrumador de Mason a la batería y esa languidez pegajosa del bajo de Waters mientras Gilmour improvisa en segundo plano a la guitarra jugando con ecos, distorsiones y Wright extrae sonidos imposibles a su sintetizador.


“Mademoiselle Nobs” - La parte más excéntrica de la grabación. En el disco “Meddle” había un blues cantado por Gilmour acompañado de los ladridos de un perro llamado Seamus. Aquí escuchamos algo similar: otro blues en el que esta vez no canta David sino que toca la armónica mientras Waters se encarga de la guitarra y la perrita Nobs es la que aúlla junto a ellos. Es un tema que no se grabó en el concierto sino posteriormente en el estudio.


“Echoes (part 2)” - Cierra la grabación la segunda parte de “Echoes” con esa progresión de órgano que crece y crece con la ayuda de bajo y batería hasta alcanzar un final absolutamente épico a manos de la guitarra de David Gilmour, siempre un poco escondida en la mezcla, como prólogo del estribillo central que siempre nos ha fascinado.



El disco se complementa con un segundo CD en el que aparecen tomas alternativas de “Careful With That Axe, Eugene” y “A Saucerful of Secrets” que no aportan demasiado a la experiencia del concierto tal y como Wilson ha decidido mostrárnoslo. El concierto de Pompeya se convirtió en su momento en un icono en la trayectoria de Pink Floyd y, de hecho, tanto David Gilmour como Nick Mason han regresado allí para tocar con sus respectivas bandas (esta vez con público). Su publicación nos parecía muy necesaria y una forma de llenar ese vacío que existe en la discografía oficial de Pink Floyd respecto a sus conciertos anteriores a “The Dark Side of the Moon”. Así lo reconoció el público que enseguida aupó al disco a los primeros puestos de las listas especializadas en media Europa incluyendo números uno en Austria, Croacia, Francia, Alemania, Italia, Polonia, Suiza o Reino Unido.

viernes, 11 de julio de 2025

Pet Shop Boys - Relentless (1993)



En alguna ocasión hemos hablado aquí de discos “raros”. De esos trabajos que forman parte de la discografía de un artista determinado pero que, por uno u otro motivo, son muy difíciles de conseguir y buena parte de los seguidores, incluso, desconocen su existencia. Hoy, el auge de las ediciones extendidas, “deluxe” o comoquiera que la mercadotecnia decida bautizarlas ha hecho muy común la existencia de ese tipo de grabaciones pero hace unos años no era tan habitual. Toca hablar aquí de uno de esos discos: “Relentless”, de Pet Shop Boys.


El dúo formado por Neil Tennant y Chris Lowe destaca, entre otras muchas cosas, por tener una gran ética de trabajo lo que les lleva a escribir canciones continuamente. Muchas de ellas van saliendo en los discos que publican y otras quedan para un futuro o, sencillamente, se desechan. El caso es que siempre tienen a su disposición mucho material esperando la oportunidad de encajar en algún nuevo proyecto y eso exactamente es lo que ocurrió en 1993. La pareja se encontró con una serie de temas instrumentales con muy buena pinta pero para los que no había forma de encontrar una letra que les encajase. Además, se trataba de temas muy electrónicos, influidos por la cultura tecno de aquellos años en Gran Bretaña y no era fácil dotarles del toque “pop” tan característico del grupo por lo que optaron por una solución interesante: publicarían seis de esos cortes como CD extra dentro de una edición limitada de su disco “Very” que llevaría el título de “Very Relentless”. En aquel momento, “Very” estaba siendo un éxito mundial hasta el punto de convertirse en el disco más popular de una banda que muchos pensaban que había dado sus últimos pasos poco antes con la publicación del recopilatorio “Discography”. No es raro, por tanto, que aprovecharan el tirón para dar salida a un material que tenía un encaje muy complicado como disco independiente.


Durante muchos años, hacerse con esa edición en tiendas y webs musicales de segunda mano era la única opción que tenían los fans para conseguir un disco tan esquivo pero en 2023, coincidiendo con el trigésimo aniversario de su lanzamiento original, aparecería una edición de “Relentless” como disco independiente lo que nos parece un buen motivo para comentarlo por aquí. Dado el habitual reparto de tareas del dúo (Neil suele hacer las letras y las melodías vocales mientras que Chris se encarga de la parte instrumental y de la producción), y teniendo en cuenta que este era un disco sin apenas textos, muchos pensaron en su día que se trataba, en el fondo, de un trabajo esencialmente de Chris Lowe pero no fue del todo así y ambos artistas tuvieron su peso en el resultado final aunque la mayor parte de las ideas partieron de Chris.


“My Head is Spinning” - Como hemos comentado, los cortes son instrumentales en su mayor parte aunque cuentan con alguna pequeña parte vocal en la que suelen hacer referencia al título. En este caso la referencia es curiosa puesto que el título coincide con el primer verso de una canción que Nail había lanzado un año antes con el proyecto alternativo Electronic (junto a Johnny Marr de The Smiths y Bernard Sumner de Joy Division o New Order). El tema es una pieza bailable más bien repetitiva en la que es difícil encontrar el sello de Pet Shop Boys salvo por la voz de Neil.


“Forever in Love” - Continuamos con un tema muy rítmico salpicado de “samples” vocales de diferentes procedencias. El esquema es más cercano a una canción convencional del dúo con los inconfundibles teclados de Chris marcando ritmos “house” y Neil rapeando algún breve texto en segundo plano además de cantando el estribillo. Tiene partes con mucho potencial e incluso se barajó que fuera la cara b del single de “Go West” aunque finalmente quedó descartada esa opción.


“KDX 125” - El título, que puede parecer críptico a primera vista, hace referencia al modelo de motocicleta Kawasaki de motocross que Chris tenía en aquella época. Completamente instrumental, es un verdadero cañonazo tecno que contiene todos los tópicos del género: una secuencia inicial muy atractiva, un estribillo pegadizo y muchos de los patrones básicos de los Pet Shop Boys más bailables. Todo muy en consonancia con el renacido espíritu electrónico de las “raves” de los años noventa.




“We Came from Outer Space” - Es difícil calificar como instrumental un corte lleno de voces pero realmente se trata de “samples” de diferentes procedencias (incluso alguno del propio Chris Lowe) entrando en diálogo entre ellos y formando parte de un todo. Es un corte que nos encanta, con un toque de ciencia ficción muy presente y un ritmo contagioso que no abusa del clásico bombo machacón. Una pieza ciertamente experimental que funciona muy bien aquí.


“The Man Who Has Everything” - El siguiente corte tiene una base muy cercana a alguno de los más potentes de “Very” (particularmente “One in a Million”) lo que lo convierte en otro tema de baile bastante resultón aunque la parte melódica tiene más presencia que en el resto de cortes del disco.


“One Thing Leads to Another” - El disco concluye con nuestro tema favorito, una canción (por fín) muy inspirada que comienza con un ritmo “drum'n'bass” sobre el que Neil rapea un breve texto que nos lleva al estribillo que tiene la mejor melodía del trabajo. Ese esquema se repite en toda la pieza alterando rap con melodía hasta completar una gran canción que, en otro tipo de disco más orientado al público general, podría haber sido un éxito.




No es la primera vez que mencionamos la diversidad de proyectos que han ido lanzando Pet Shop Boys con muchas diferencias estilísticas entre ellos. Desde la saga de cuatro volúmenes “Disco” (que podrían ser cinco si consideramos que “Introspective” tenía un concepto muy similar) hasta sus obras para cine o ballet, pasando por el musical “Closer to Heaven”, a lo largo de sus cuarenta años de carrera, el dúo ha recorrido muchos caminos muy diferentes entre sí. Su lado más experimental siempre ha ido ligado a las “caras b” de sus singles (recopiladas en dos colecciones como fueron “Alternative” y “Format”). En el caso de “Relentless”, casi podríamos considerarlo como el “disco b” de “Very” en el que exploran su lado más experimental con mucho acierto. Es un disco destinado, eso sí, a los seguidores más acérrimos del dúo aunque no tiene por qué disgustar al oyente casual siempre que tenga cierta querencia por la electrónica de baile. El hecho de que ahora esté disponible tras muchos años en los que era un cotizado objeto de colección hace que aprovechemos para recomendarlo aquí.