Tiempo atrás
dedicamos una serie de entradas a Nightnoise quedándonos sólo un disco de su
primera etapa por reseñar por lo que creemos que ha llegado el momento de
reparar esa omisión hablando hoy del que fue el segundo disco de la banda (o el
tercero si consideramos como el primero el que grabaron Mícheál Ó Domhnaill y
Billy Oskay a duo en 1984).
Recapitulemos un
poco para los menos familiarizados con la banda. El guitarrista Mícheál Ó
Domhnaill era uno de los grandes músicos del panorama celta irlandés y miembro
de una formación fundamental como fue la Bothy Band. Tras la separación de
ésta, grabó algunas cosas en colaboración con otros músicos, en especial con el
violinista Kevin Burke, también miembro de la Bothy en su momento. Ambos
deciden trasladarse a los Estados Unidos en busca de un mercado mayor y las
circunstancias ponen a Mícheál en contacto con otro violinista llamado Billy
Oskay, ajeno por completo a la música celta. Juntos graban un primer disco para
el sello Windham Hill y deciden ampliar la colaboración fundando Nightnoise y
ampliando el grupo a cuarteto con la adición de Tríona, pianista, cantante y
hermana de Mícheál y del flautista, también irlandés, Brian Dunning.
Constituídos ya en cuarteto grabaron “Something of Time”, un disco fascinante
que tuvo su revisión aquí en su momento.
No transcurrió
mucho tiempo entre la publicación de “Something of Time” y este “At the End of
the Evening” que empezó a grabarse a finales de 1987. Un rápido vistazo a los
créditos del disco nos da sobrados motivos para suponer que el recién reunido
cuarteto utilizó fundamentalmente material de sus dos miembros fundadores en el
primero de los dos trabajos, siendo las incorporaciones de Brian Dunning y
Tríona Ní Dhomhnaill un apoyo básicamente instrumental y, en un pequeño
porcentaje, creativo (firman sólo una pieza cada uno). Publicado el disco, el
grupo empieza a funcionar como tal aportando todos sus miembros sus propias
piezas de modo que en “At the Ende of the Evening” es Tríona la que firma un
mayor número de composiciones (cinco) aunque el resultado es muy equilibrado.
Mícheal firma tres temas más y uno a medias con Billy Oskay quien aporta otras
dos piezas propias, las mismas que Brian Dunning. Billy Oskay interpreta
violín, viola y teclados, Mícheál Ó Domhnaill guitarras, teclados y
tin-whistles, Brian Dunning flautas y Tríona Ní Dhomhnaill interpreta teclados,
tin-whistles y acordeón además de cantar en uno de los temas.
Imagen de la banda sacada de la página-homenaje a Mícheál Ó Domhnaill |
“Windell” – Piano
y guitarra construyen la base a partir de la que se incorporan, de la forma más
natural concebible, el resto de instrumentos. La melodía comienza a ser
presentada por el violín de Oskay pero enseguida acude para reforzarla la
flauta de Brian Dunning. Es la única pieza del disco firmada a dúo por Mícheál
Ó Dhomhnaill y Billy Oskay y se nota en el inconfundible estilo que teñía los
temas de ambos en los discos precedentes. En suma, hablamos de una composición
deliciosa en la que no podemos dejar de destacar la preciosa coda de flauta que
aparece en los instantes finales.
“Of a Summer Morn” – Una clásica introducción de órgano tan
habitual en las composiciones de Mícheál abre una pieza excelente. Los
tin-whistles suenan a lo lejos, como tras una espesa bruma y comienza entonces
una melodía de sintetizador que apoya a la guitarra del propio Mícheál. Escuchamos
entonces la viola de Oskay esbozando unas notas apagadas a las que se une la
flauta que nos acompañará en el placentero discurrir de la pieza hasta su
conclusión.
“Hugh” – Es el
turno de Tríona Ní Domhnaill y su piano con una composición preciosa y muy
inspirada que sirvió de cortinilla para algún programa televisivo cuyo título
no recordamos ahora. En la primera mitad de la pieza apenas escuchamos el
acompañamiento de la guitarra pero, mediada la misma, aparecen el resto de
miembros de Nightnoise para firmar uno de los mejores momentos del disco con un
leve aire tradicional muy característico.
“Jaunting” – Para
terminar con las “presentaciones” faltaba una composición de Brian Dunning así
que ya sabemos de quién es el turno en este momento. Tras una introducción
breve llegamos a la melodía principal, ciertamente inspirada y de un cierto
aire clasicista. Quizá sea Brian el miembro del grupo con una mayor tendencia
hacia la música “culta”, no sólo en cuanto a las melodías sino también en la
forma de estructurar las composiciones y las intervenciones de cada uno de los
instrumentos en las mismas. Éste es un buen ejemplo de eso que afirmamos.
“The Courtyard” –
Volvemos a Billy Oskay en el que es uno de los temas más impresionistas del
disco. Muy pausado, casi diríamos otoñal, reflejo fiel de la personalidad del
violinista que nunca quiso destacar demasiado y, quizá por ello, cuando dejó el
grupo se apartó también en buena medida de la composición y la interpretación
dedicándose a la producción para otros en su estudio.
“Bring Me Back a Song” – Llegamos a uno de los grandes
momentos del disco con una magnífica composición de Mícheál en dos partes, una
inicial de órgano a modo de introducción y tras la que llega la guitarra marcando
un ritmo casi marcial sobre el que se despliega una melodía maravillosa a cargo
de la flauta de Brian Dunning acompañada poco después por el acordeón de
Tríona. La segunda parte, más lenta, incorpora una melodía de procedencia
presumiblemente tradicional que ya aparecía en un disco en solitario de la
hermana de Mícheál bajo el título de “Here’s to All True Lovers”.
“Snow on High Ground” – Precisamente Tríona firma las dos siguientes composiciones del disco. Ésta primera, interpretada casi exclusivamente por ella al piano, sintetizadores y voces es una pieza misteriosa y evocadora que sirve como perfecta transición hacia el que, en nuestra opinión, es el momento culminante del disco.
“At the Races” – Probablemente la pieza de Nightnoise con
elementos más claros para convertirse en un “hit”. Tenemos una melodía pegadiza
y repetitiva de piano que, ayudada por el ritmo imprimido por la guitarra sirve
como base para una serie de intervenciones de Brian Dunning a la flauta y Billy
Oskay al violín, realmente inspiradas en un duelo interpretativo fuera de lo
común. Imprescindible.
“Forgotten Carnival” – La segunda pieza firmada por Dunning comienza como un inocente vals al acordeón que adopta la forma de una canción infantil a nuestros oídos y quizá no andemos muy desencaminados si atendemos al título de la pieza. La segunda parte de la misma abandona esa forma y se asemeja más al final del tema anterior con la flauta (de pan, en este caso) alternándose con el violín mientras piano y guitarra marcan el ritmo, sólo para volver al vals del comienzo en los instantes finales.
“The Cuillin Hills” – Ese mismo aire de vals como perdido en
el recuerdo de una época pasada es el que domina en una de las piezas con mayor
sabor tradicional de todo el disco firmada por Tríona. Deliciosa como todo lo
que apareció bajo el nombre de Nightnoise.
“Her Kansas Sun” – Última pieza de Oskay en el disco conservando
las esencias del sonido de la banda de los dos primeros trabajos y que, como
empezabamos a comprobar en este disco, estaba dejando su sitio a un estilo más
complejo y rico poco a poco.
“End of the Evening” – Aún quedaba una pequeña sorpresa por
escuchar en este disco y llegaba en sus últimos minutos: los dos primeros
discos de Nightnoise habían sido instrumentales y la voz aparecía en contadas
ocasiones pero nunca con letra y en forma de canción. Tríona rompía esa
tendencia aquí recordando los tiempos de la Bothy Band o sus trabajos en
solitario para cantar una suave balada con su voz que, sin ser la más dotada y
melodiosa del universo celta, ni mucho menos, cumple con su cometido siempre
que se la necesita.
“The Swan” – Cerrando el disco tenemos la última pieza de
Mícheál Ó Dhomhnaill en la que guitarra y órgano se presentan en una
combinación perfecta para allanar el camino a las flautas en un tema melancólico
que contiene toda la esencia del sonido de Nightnoise.
En muchos sentidos, “At the End of the Evening” es el disco
más completo de Nightnoise; perfectamente equilibrado, cuenta con un par de piezas
inolvidables y de una energía especial que hacen que muchos se inclinen por
éste trabajo a la hora de escoger el mejor de la banda. Aunque en nuestras
preferencias siempre tendrá un lugar especial “Something of Time”, según el día
podemos llegar a apreciar este trabajo tanto o más que aquel. Estamos hablando
de uno de esos discos que podemos recomendar sin temor a decepcionar al lector
que se decida a dar el paso y hacerse con él. La mayoría de los discos de los
ochenta de Windham Hill están descatalogados hoy (salvo las continuas
reediciones de los discos “estacionales” de George Winston y alguna que otra
referencia más). Por ello, no es fácil encontrar este disco a buen precio. Os
proponemos un par de opciones.
Nightnoise fue un grupo especial. Nunca fueron estrellas, ni
siquiera dentro del sello Windham Hill y tampoco tuvieron una repercusión
especial en cuanto a ventas. De hecho, tenemos la impresión de que, al margen
de su Irlanda natal, quizá fue España el país en el que obtuvieron un éxito
mayor. Hace más de 15 años ya desde la publicación de su último disco pero en
la memoria de los buenos aficionados siempre habrá un lugar para el cuarteto.
Los que les hemos disfrutado, sabemos que eran muy grandes. Por suerte, sus
discos están ahí y todos podéis incorporaros aún al grupo de sus seguidores. No
hay otro grupo igual.
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