jueves, 30 de noviembre de 2023

Depeche Mode - Memento Mori (2023)



Las reacciones de los músicos a la pandemia del COVID-19 han sido de lo más diversas. Unos aprovecharon los confinamientos para escribir o grabar grandes cantidades de material mientras que otros, por el contrario, desconectaron de la música a la espera de tiempos mejores. Todo ello sin hablar del descubrimiento de nuevas posibilidades de interacción con los aficionados a través de internet. En el caso de Depeche Mode se juntan varias circunstancias especiales. Por un lado, su cadencia de publicaciones no era demasiado elevada desde hacía ya mucho tiempo. Se había hecho habitual un intervalo de cuatro años entre discos y si unimos esto al parón global de la pandemia, nos encontramos en 2022 a una banda que apenas estaba empezando a trabajar en algunas demos y cuando hablamos de una banda lo hacemos en sentido figurado puesto que era Martin Gore el encargado de todo ese trabajo. Probablemente se centró en las nuevas canciones en 2021, después de publicar su EP en solitario “The Third Chimpanzee”. Entretanto, Dave Gahan no perdía el tiempo y lanzaba su tercera grabación con el dúo electrónico “Soulsavers”, en este caso, un disco de versiones de otros artistas. De Andy Fletcher no se conoce actividad en esa época aunque suponemos que ejercería de deejay como solía hacer en su ratos libres y jugaría al ajedrez, uno de sus hobbies más conocidos. En todo caso, la fortuna iba a jugarle una mala pasada ya que en mayo de 2022 fallecía a causa de un repentino problema circulatorio mientras se encontraba en su domicilio.


En aquel momento, el proyecto de un nuevo disco de Depeche Mode estaba aún en sus primeras etapas. Como dijo Gore, Fletcher ni siquiera había escuchado una sola demo del trabajo pero su presencia iba a sobrevolar todo el disco de forma inevitable. Lo cierto es que la muerte como concepto ya era central en “Memento Mori” antes del fallecimiento de Andy. Gore comentó que estuvo muy obsesionado con el tema durante la pandemia y toda esa idea se reafirmó con el comienzo de la guerra en Ucrania y la propia muerte de Fletcher. Falta un último elemento a comentar y es que a lo largo del confinamiento, Martin Gore estuvo trabajando con Richard Butler, cantante de The Psychedelic Furs, en varias canciones de cara a un posible proyecto conjunto. Butler le envió las letras y Gore compuso la música pero llegado un punto, Martin consideró que aquello era demasiado bueno para un proyecto menor y decidió incorporarlas al nuevo disco de Depeche Mode ante la sorpresa de Dave Gahan que no entendía por qué había otra persona cantando aquellas cuatro canciones en las demos que Gore le enseñó. La cosa tampoco tuvo mayor importancia ya que Butler no participaría en el disco más allá de haber hecho la letra de esas canciones que finalmente sería interpretadas por Gahan, como no podía ser de otro modo.


En la grabación, Gahan solo canta mientras que Martin Gore se encarga de los sintetizadores. El productor James Ford, quien ya había ejercido como tal en el anterior disco de la banda, tocaría aquí además, batería, percusiones, guitarras, piano y se encargaría de las programaciones electrónicas.



“My Cosmos is Mine” - El disco comienza siguiendo la línea de las últimas entregas de la banda con sonidos electrónicos analógicos, sucios, huyendo de la nitidez de otras épocas. Es una canción oscura, pesada y agobiante con Gahan cantando en un tono grave y el propio Gore haciendo coros en la parte central. Una puesta en escena muy efectiva que recuerda a las canciones más opresivas de discos como “Ultra”.


“Wagging Tongue” - La única canción escrita conjuntamente por los dos miembros del grupo es sorprendentemente alegre en su inicio con claras referencias a los Kraftwerk de “Electric Cafe” en lo sonoro y también a los grupos ingleses del inicio de los “nuevos románticos”. Una especie de sofisticada vuelta a los orígenes que suena muy fresca y contrasta con la trayectoria más reciente de la banda.




“Ghosts Again” - Entramos ahora en un tramo de tres canciones consecutivas con letra de Richard Butler. La primera de ellas es una animada pieza pop que perfectamente podrían haber firmado los mismísimos Pet Shop Boys. Quizá sea la canción de Depeche Mode más cercana en espíritu a las del dúo Tennant / Lowe de toda su discografía.




“Don't Say You Love Me” - De un “synthpop” con muchos componentes “retro” pasamos a una balada dominada por los melancólicos acordes de guitarra de Ford. Los arreglos, cuerdas, piano y sintetizadores principalmente, están entre los más trabajados del disco. Una canción que, al no ser single como las tres anteriores, puede pasar desapercibida pese a lo cual, es una de nuestras favoritas del disco.


“My Favourite Stranger” - El último single del disco a día de hoy es un medio tiempo en la línea de discos como “Playing the Angel”, es decir, otra vuelta a los orígenes adaptada al sonido más reciente de la banda. Interesante aunque no está entre nuestras favoritas.




“Soul With Me” - Tampoco nos emociona especialmente esta balada que Martin Gore se reserva para cantarla en solitario. Algo plana y sin la inspiración de otras canciones similares de la banda. Incluso en el aspecto formal no encontramos ninguna aportación distinta que nos llame la atención.


“Caroline's Monkey” - Es el turno ahora para la última canción con letra de Butler. Con una construcción muy elaborada en la que se van añadiendo nuevos elementos a cada compás, es una de las mejores del disco en nuestra opinión. Los sintetizadores suenan perfectos y los ritmos (de nuevo con mucho de Kraftwerk) encajan como un guante. Quizá el estribillo es lo que puede chocar más porque contrasta mucho con el tono de la canción pero una vez acostumbrados al cambio termina por gustarnos mucho.


“Before We Drawn” - Dave Gahan apenas aporta un par de canciones al disco y en esta primera se apoya en un par de músicos de los que acompañan a la banda en sus directos en los últimos años. Con todo, es un muy buen tema, con énfasis en los sintetizadores y las cajas de ritmo en las que volvemos a reconocer a Kraftwerk.


“People Are Good” - No queremos pecar de reiterativos pero es que la influencia de la banda alemana en el disco es notable. Mayor que nunca en un grupo como Depeche Mode que siempre la han reconocido como una de las más importantes a la hora de definir su estilo. En este caso estamos ante otra gran canción en la que el sonido de ambas bandas es claramente identificable. De lo mejor del trabajo.


“Always You” - Una elaborada base rítmica que combina sonidos de sintetizador con percusiones electrónicas sirve de introducción a una canción que enseguida transita por lugares más convencionales. Una elegante muestra de pop electrónico en la que destacan más los sofisticados interludios instrumentales que la parte cantada. Correcta pero sin llegar a entusiasmar.


“Never Let Me Go” - El toque ácido de las guitarras eléctricas es lo único que distingue a esta canción del “synthpop” ochentero que la banda realizaba en sus primeros discos. Eso y quizá la ausencia de un “riff” de teclado pegadizo lo que no es obstáculo para considerarlo un muy buen tema en el que también resuenan aires de “Playing the Angel”, quizá el mejor disco de la banda desde “Violator”.


“Speak to Me” - El trabajo se cierra con otra canción de Dave Gahan. Una balada lenta construida sobre fondos de sintetizador y cuerdas y con ausencia de percusiones. Una especie de despedida dramática en tono de réquiem que suena impresionante escuchada con la perspectiva de las circunstancias que rodearon la grabación del disco.


Las reacciones de Gahan y Gore en relación con la muerte de Fletcher fueron completamente diferentes. El cantante cuenta que asumió casi inmediatamente que aquello significaba el final de Depeche Mode. El teclista, en cambio, indica que no se le pasó por la cabeza y que pensaba que la banda seguiría con naturalidad en forma de dúo como había seguido tras las salidas de Vince Clarke o Alan Wilder en su momento. Lo cierto es que aquí están, con nuevo disco y gira de más de un año de duración que empezó el pasado mes de marzo. Es de esperar que Depeche Mode sigan activos ya que su ritmo de publicación no es demasiado exigente y la acogida de “Memento Mori”, en general, ha sido bastante buena. A nuestro juicio, mejora al anterior “Spirit” y es muy superior a “Delta Machine” lo que dibuja una línea ascendente cuya única objeción es que tres discos en diez años no dan como para establecer tendencias e uno u otro sentido. En el debe del trabajo tenemos que señalar la ausencia de una o dos canciones de esas que pasan inmediatamente a la lista de las diez o quince mejores de la banda y que se recuerdan durante mucho tiempo. En ese sentido, nos cuesta pensar que un fan incluya un tema de “Memento Mori” entre sus favoritos aunque también pensamos que el seguidor de Depeche Mode tiene muchos motivos para disfrutar de la escucha del disco. Como dijimos en una entrada anterior sobre el grupo, lo único que se les puede pedir a estas alturas es que cada nuevo lanzamiento conserve una cierta dignidad y respete el legado de una banda legendaria. Creemos que este trabajo cumple con ambas condiciones.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Aphex Twin - Drukqs (2001)



Hace unos cuantos años ya, en el diario El País se incluyeron una serie de experimentos curiosos en los que se llevaba a un crítico de un área determinada a ver un espectáculo de un estilo completamente diferente a lo que él trataba habitualmente. No recordamos si fue en el suplemento “Babelia” o en el extinto “El País de las Tentaciones. El caso es que en una ocasión se llevó a un renombrado crítico de música clásica a una sesión de Aphex Twin. Como nuestra memoria nos falla, no recordamos el nombre del crítico ni tampoco si asistió a un concierto o a una audición de un CD pero lo importante fue su reacción. Tras una serie de consideraciones sobre la música, nuestro crítico llegaba a la nada concluyente reflexión de que no sabía si lo que había escuchado era la obra de un loco, de un bromista o de un genio absoluto.


La anécdota no tiene más recorrido pero es interesante para ilustrar lo complejo que puede ser para el oyente desprevenido el enfrentarse a la música de Richard D. James, mas conocido como Aphex Twin. Su irrupción en los primeros años de la década de los noventa fue arrolladora y revolucionó la música electrónica con una propuesta era muy diferente a todas las demás: ritmos desbocados, frenéticos, continuos cortes, acelerones, frenazos... todo muy caótico a primera vista pero con un trasfondo detrás de todo ello que justifica la frase del crítico y nos recuerda al momento en que Polonio le dice a Hamlet en el segundo acto de la obra de Shakespeare aquello de: “aunque todo es locura, hay cierto método en lo que dice”. Y es que, pese a estar adscrito al movimiento de la IDM (Intelligent Dance Music) desde su inicio, la música de Aphex Twin no se ha quedado en ese particular nicho y ha obtenido reconocimiento, incluso dentro del campo de la música clásica, más allá del estupor inicial de nuestro querido crítico. Para ser justos, hay que indicar que no toda la música de Aphex Twin son ruiditos y ritmos desenfrenados. Al contrario, también tiene piezas ambientales e incluso obras para piano que bien podrían pasar por composiciones de un Satie, por ejemplo. Son estas piezas las que justifican su inclusión en discos de repertorio clásico a cargo de artistas tan prestigiosos como las hermanas Labeque, el violinista Daniel Hope o la London Sinfonietta o también adaptaciones al jazz, por parte de la New Talent Jazz Orchestra. Por su parte, compositores como Gavin Bryars o Philip Glass han encargado a Richard D. James remezclas de su música que, en el caso del segundo, se convirtieron en colaboración recíproca realizando Glass la orquestación de una pieza electrónica de Aphex Twin a petición de este. Tendremos que concluir con aquello de “algo tendrá el agua cuando la bendicen” y hablar por fin de la obra del músico británico.


Pese a tener ya más de treinta años de carrera, su discografía no es demasiado extensa en lo que se refiere a discos de larga duración, centrándose mucho más en los EP's y en los singles, no siempre publicados bajo el nombre de Aphex Twin. Hoy vamos a centrarnos en su doble CD “Drukqs”, publicado en 2001. Es uno de esos trabajos que combinan un cierto éxito popular (dentro del nivel de éxito que tenía la música de baile) con una crítica más bien fría que consideraba el disco muy inferior a los anteriores. En realidad fue un lanzamiento precipitado a causa de un descuido del artista que perdió una memoria usb con 180 temas inéditos en un avión. Al pensar que aquella música no tardaría en aparecer en internet, decidió publicar rápidamente un disco con parte de aquel material. Eso explica la mezcla entre estilos y las extrañas duraciones de muchos de los cortes con varios de ellos por debajo del minuto. La mayoría de los títulos está en córnico, lengua céltica de la zona de Cornualles, de donde Richard es nativo.


El disco comienza con un tema de piano preparado titulado “Jynweythek” y que tiene cierto tono medieval en su inicio para continuar con un desarrollo tranquilo. En esa línea tranquila escucharemos más adelante piezas como “Kladfvgbung Micshk” en la que el piano reproduce un ritmo mecánico en el que la melodía se reduce a una constante repetición de una secuencia muy breve, “Strotha Tynhe”, que entra de lleno en territorio clasicista con ausencia total de ritmos y un piano reposado en la línea de John Cage, por poner un ejemplo. “Avril 14th” es una de las piezas más conocidas de Aphex Twin y grabada por muchos artistas “clásicos” como las pianistas Katia y Marielle Labeque. Es una preciosa melodía en un estilo próximo al de Roger Eno o Harold Budd que merece mucho la pena escuchar. En ese mismo estilo tenemos la muy interesante “Hy A Scullyas Lyf A Dhagrow” que retoma la idea del primer corte del disco: piano preparado y una tonada con toques medievales y folclóricos. Cerrando el primer CD tenemos “Kesson Dalef”, miniatura preciosa de piano al estilo de lo que suele hacer Yann Tiersen. Ya en el segundo volumen, “Btoum-Roumada”, suena como un viejo carillón y es uno de los cortes más encantadores de todo el disco. En un estilo similar, “Qkthr”, breve pero muy musical con todo el protagonismo para el armonio. “Father”, en el que escuchamos otra vez el piano preparado, cambia hacia aires impresionistas y “Petiatil Cx Htdui”, otra de las joyas del disco, regresa al territorio de artistas como el mencionado Harold Budd. Algo parecido ocurre con “Ruglen Holon” en donde el legado de John Cage está de nuevo presente. “Beskhu3epnm” es un nuevo carillón y, cerrando el trabajo, tenemos “Nanou 2”, otra de las composiciones que se han ido incorporando al repertorio de algunos instrumentistas clásicos.




En cuanto a las piezas ultra-rítmicas e indescifrables, características del músico, tenemos “Vordhosbn” que mezcla el ritmo con un evocador ambiente electrónico. Por momentos, la cantidad de estímulos sonoros por segundo parece imposible de procesar pero eso es algo ya habitual en la música de Aphex Twin y se repetirá con más o menos matices en cortes como “Omgyjya-Switch7”, que parece una adaptación musical del sonido de un videojuego de combates y artes marciales tipo “Street Fighter”, “Cock/Ver10”, lleno de sonidos ácidos, cajas de ritmos dislocadas y repentinas pausas ambientales o los más de ocho minutos de desafíos rítmicos ininterrumpidos de “Mt Saint Michel+Saint Michaels Mount”. Ya en el segundo CD tenemos más muestras de esta faceta de Aphex Twin con “54 Cymru Beats”, “Meltphace 6”, donde los sonidos ácidos se unen a ciertas reminiscencias de Art of Noise, o “Taking Control”, una de las mejores piezas del álbum en la que los ritmos veloces están más organizados y, por tanto, son menos caóticos que en otros ejemplos anteriores. “Afx237 V.7” vuelve a la estética del videojuego arcade pasado por la batidora y con algún toque de Kraftwerk. Cerrando esta lista de piezas más alocadas, tenemos el tema más largo de la colección, “Ziggomatic 17”, que es un buen resumen del Aphex Twin más duro.




Aparte de las dos vertientes principales del disco, la más “clásica” y la “esquizofrelectrónica”, en “Drukqs” hay muchas otras composiciones que no encajan en ninguna de ellas. Ahí tendríamos el sonido industrial y mecánico de “Gwely Mernans”, que nos hace sentir como dentro de una factoría en la que una pesada maquinaria opera sin parar, o “Orban Eq Trx4” que combina lo industrial con una pegadiza línea de bajo en la que su corta duración parece indicar que apenas es una demo pendiente de desarrollo posterior. “Bbydhyonchord”, que tiene un ritmo muy convencional y tranquilo en contraste con los habituales en el artista y que podría pasar perfectamente por un relajado tema “chill out” para disfrutar en cualquier terraza ibicenca. Más ambiental en sentido estricto es “Gwarek2”, experiencia en la que escuchamos voces (a veces gritos) junto con sonidos de todo tipo cuya organización no parece obedecer a ningún criterio claro. Además de esto, hay en el trabajo cortes extraños e intrascendentes como “Aussois” que son apenas 13 segundos en los que se escucha una voz femenina y poco más, “Lornaderek”, en la que escuchamos a un pequeño grupo de personas cantando el “happy birthday”, “Bit 4” o “Prep Gwarlek 3b” que parece el típico “jingle” para una transición televisiva.





Te guste o no la música de Aphex Twin, lo cierto es que estamos ante uno de los últimos innovadores reales en un campo como el de la música electrónica en el que muchos artistas tienden a sonar demasiado parecido a otros. Podemos estar equivocados porque nuestros conocimientos sobre el campo de la música de baile no son demasiado amplios pero no recordamos haber escuchado nada parecido a la música de Aphex Twin antes de su aparición. El tratamiento de los ritmos, el caos continuo y esa sensación de pérdida de control inminente en muchos momentos era algo radicalmente nuevo en su momento y dejó mucha huella posteriormente. Artistas como Thom Yorke o Daft Punk reconocen un gran influencia de Richard D. James en momentos importantes de sus respectivas carreras. Quizá no sea un músico para escuchar todos los días porque cada disco requiere de un esfuerzo casi físico para resistirlo pero sí que nos parece alguien a tener muy presente, y una de las figuras individuales más rescatables de las surgidas en la electrónica de finales del siglo pasado. De cara a acercarse a su música, recomendaríamos su recopilatorio “Classics” pero entre los discos de estudio, creemos que “Drukqs” tiene momentos de lo más representativo de su estilo.

lunes, 13 de noviembre de 2023

Rene Aubry - Projection Privee (2004)



Es difícil encontrar información sobre el disco que traemos hoy al blog, más allá del hecho de que parte del mismo procede de la banda sonora de la película “Malabar Princess”. Aunque la mayoría de su producción musical está dedicada al teatro, el ballet y el cine, René Aubry también tiene discos compuestos como tales, con música que no está vinculada a ninguna de estas artes. Dada la escasa información al respecto que hay en la red, supondremos que la mayoría de las piezas de este “Projection Privee” pertenece a esta última categoría con las dos únicas excepciones que el propio músico indica en las notas del CD.


No es la primera vez que hablamos de Aubry por aquí por lo que solo comentaremos que es un multi-instrumentista francés, con preferencia por los instrumentos de cuerda, especialmente guitarras y mandolinas y que su estilo combina ritmos y sonidos del folclore mediterráneo con arreglos clásicos y minimalistas lo que le emparenta en cierto modo con otros músicos de los que hablamos aquí habitualmente como Ludovico Einaudi o sus compatriotas Yann Tiersen y Jean Phillippe Goude. “Projection Privee” se publicó en 2004 y en él encontramos, además de la obra del mismo título y de la música de la película que citábamos al principio, una pieza dedicada por el músico a la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, con la que Aubry había colaborado en varias ocasiones. Todos los instrumentos y voces del disco están interpretados por René salvo el duduk, tocado por Daniel Beaussier y el violín de Jean-Marc Ledet que aparecen en sendos cortes.


Comenzamos con “Antoine et Felicie” donde los sonidos sintetizados del inicio no deben despistarnos porque enseguida aparece la mandolina y la guitarra con un delicioso aire folclórico con aromas mediterráneos, que nos transportan a las islas griegas. El la misma línea, “Dare-Dard”, incorpora palmas y guitarra eléctrica en algún momento pero siempre dentro del estilo inconfundible de Aubry. Toda la primera parte del disco la componen piezas muy breves, de alrededor de dos minutos cada una. La siguiente miniatura es “Tout Le Plaisir Est Pour Moi”, llena de encanto y ritmos vivos. “Au Suivant de Ces Messieurs” añade algún ritmo diferente, de lejana reminiscencia funk, a la mezcla. Volvemos a la melodía que abría el trabajo con un arreglo ligeramente distinto en “J'Suis Comme”. Saltamos a Brasil, evidentemente, con “San-A Samba” que, pese al ritmo claramente brasileño, conserva el tipo de melodía habitual en el músico francés. En todo caso, es una de las piezas más curiosas del trabajo gracias a esa pintoresca mezcla de elementos. “Embrasse-Moi Si Tu Peux” añade samples vocales a modo de canción y da paso a una de las piezas más atmosféricas del disco, “Bas Les Pattes!” con sintetizadores, metales electrónicos y aires de tango. Continúa el tramo más ambiental con la repetitiva “Élephant Rose” para cerrar esta primera parte del disco con “N'en Jetez Plus” donde la mandolina vuelve a ser protagonista.




A modo de interludio antes de entrar en la música para la película “Malabar Princess”, Aubry sitúa su homenaje a Pina Bausch, titulado “Dolce Vita”. En realidad es una pieza festiva en el más puro estilo de la Penguin Cafe Orchestra y que, posiblemente, es nuestra composición favorita del disco.




La parte final del disco son cinco piezas para la anteriormente citada banda sonora. “Nouveau Monde I” es una composición muy interesante en la que se junta un insistente ritmo de cuerdas y maderas con samples de cantos difónicos, guitarras y sintetizadores. “La Mort du Cheval”, en un tono completamente diferente, está dominada por las guitarras y los ambientes electrónicos. Muy emocionante. “Nouveau Monde II” añade algo de velocidad a la primera parte y también un toque de misterio muy adecuado. En “Malabar Princess” se fusionan texturas de sintetizador con instrumentos exóticos como el gamelan o el duduk para ofrecernos una maravillosa pieza de influencia oriental que es otra de las joyas del disco. Para cerrar el trabajo, tenemos “Malabar Yoddle” que, con la incorporación de cantos tiroleses, podría verse como otro homenaje la Penguin Cafe Orchestra de Simon Jeffes que también recurría de cuando en cuando a esa tradición.




La música de Aubry tiene un sello inconfundible que, pese a que podemos encuadrarle dentro de una generación de músicos franceses de estilos relativamente próximos, hace que ninguna de sus composiciones pueda ser atribuida por error a alguno de sus coetáneos (cosa que si podría suceder con determinadas piezas de Olafur Arnalds, Nils Frahm, Johann Johannsson o Max Richter, a veces intercambiables entre sí). Es, por tanto, una voz única que merece la pena explorar aunque su discografía no es particularmente sencilla de encontrar. Si os animáis a hacerlo, éste podría ser un buen punto de partida.