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domingo, 31 de marzo de 2024

Tangerine Dream - Thief (1981)



Aunque ya habían hecho la banda sonora de “Sorcerer”, de William Friedkin, unos años antes, podemos considerar “Thief” como el verdadero debut en Hollywood de Tangerine Dream por muchos motivos. Como contaba Edgar Froese, cuando se les contrató para hacer la música de “Sorcerer”, entregaron el material antes incluso de que se empezase a rodar la película y fueron luego los encargados del montaje los que decidieron qué partes de la música utilizar y dónde encajarían dentro del film. Con “Thief” fue diferente. El encargo surge de una recomendación del propio Friedkin a Michael Mann para que contratase a la banda alemana. Mann aún no era el director de culto que es hoy en día y apenas había rodado algunas series y una película para televisión por lo que tampoco tenía tanto donde elegir para el que sería su debut en la gran pantalla así que hizo caso a su amigo y contrató a la banda de Froese.


Mann envió a la banda un VHS con un montaje casi cerrado de la película a mediados de 1980 junto con algunas indicaciones de cómo quería que sonase la música en cada momento y los miembros de Tangerine Dream aprovecharon una gira por los Estados Unidos poco después para entregar al director una versión preliminar del trabajo y para contrastar con él el resultado. De aquella reunión salieron varias sugerencias que pudieron influir para mal en las críticas que recibió la música tras el estreno de la película ya que el director insistió en que quería algo frío y mecánico lo que hizo que alguna parte terminara por ser demasiado obsesiva (“irritante” llegó a decir Schmoelling en su momento). Michael Mann quería que la música fuera parte importante de la experiencia del espectador y escogió para lograrlo una mezcla del sonido que en algunas escenas tenía un volumen desacostumbradamente elevado para lo habitual en el cine hasta entonces. Incluso intentó cambiar otras cosas llegando a agotar la paciencia de Froese quien contaba que “Mann tenía muy claro cómo quería que fuera la banda sonora. Nosotros ya teníamos todo compuesto así que le explicamos todo sobre técnicas de grabación, mezcla y masterización, le dimos las cintas y le dijimos: ahí lo tienes, hazlo como te guste. Tras tres o cuatro días intentándolo sin resultados que le convencieran, Mann desistió de intentarlo y se quedó con la música tal y como se la entregamos”. A última hora, sin embargo, el director vio que necesitaba alguna cosa más para una escena concreta pero la banda ya estaba en otros asuntos y no le iba a ser posible componer nada más por lo que Mann recurrió al compositor Craig Safan (quien poco después haría la banda sonora de la serie “Cheers”) para escribir alguna pieza más que solo aparecería en la versión para el mercado americano de la banda sonora.


En aquel momento, Tangerine Dream era una banda adaptándose aún al último cambio de miembros con la incorporación de Johannes Schmoelling. El teclista ya había participado en “Tangram” y en los conciertos que dieron lugar al disco “Pergamon” aunque su integración “creativa” en la banda no sería completa, probablemente, hasta el siguiente trabajo de estudio: “Exit”. En todo caso, tengamos claro que el tercer miembro de la banda en “Thief” junto a Edgar Froese y Christopher Franke es Schmoelling y no Peter Baumann como se indica erróneamente en alguna reedición del disco.


“Beach Theme” - El disco comienza de un modo sorprendentemente melódico para lo que era la música de Tangerine Dream hasta la fecha pero eso iba a ser una característica importante en la etapa de Schmoelling en la banda. Es una pieza tranquila con un cadencioso ritmo de batería que según algunas fuentes fue una adición posterior por orden de Michael Mann y sin permiso del grupo. El tema central está interpretado a la guitarra eléctrica y los sintetizadores hacen funciones fundamentalmente de apoyo. Un buen tema para abrir el trabajo.




“Dr.Destructo” - La percusión es la principal protagonista en una pieza muy rítmica en la que de nuevo la guitarra tiene un gran peso aunque esta vez en un tono mucho más oscuro y agresivo. El corte es monótono y habría que ver su encaje con las imágenes de la película porque como escucha independiente no termina de funcionar del todo bien.


“Diamond Diary” - Continuamos con el tema más largo del disco (el único que supera los diez minutos de duración). El inicio es ambiental con diferentes capas de sintetizadores que se superponen unas a otras y recuerdan por el tipo de sonido a algunos momentos del disco “Force Majeure” (1979). Según avanza la música, la luminosidad inicial se disipa y aparecen matices más tenebrosos que desembocan en un espectacular juego de secuencias marca de la casa complementado de nuevo con las guitarras eléctricas. En la segunda mitad empieza a definirse lo que será el sonido de la banda en los ochenta con mucho sintetizador digital, sonidos menos elaborados y melodías muy sencillas. Unos Tangerine Dream más accesibles y con algo menos de gancho que en la etapa anterior pero que aún suenan atractivos.


“Burning Bar” - Llegamos a una de nuestras piezas favoritas del disco, llena de sabor setentero y aromas de la Escuela de Berlín: una secuencia electrónica muy atractiva adornada por todas partes con efectos y sonidos de esos que hacen las delicias de los aficionados al género. La melodía aparece más tarde y es extremadamente sencilla (apenas unas notas agrupadas de dos en dos). La lástima es que la composición no dure un poco más porque, un poco más trabajada, podría haber sido algo similar al “Arpegiator” de Jean Michel Jarre, compuesto más o menos por las mismas fechas.




“Beach Scene” - En las bandas sonoras es habitual que se repitan motivos y en este caso podemos escuchar una variación de la composición que abría el trabajo con algo más de énfasis en los teclados y un mayor desarrollo que ya podemos apreciar desde la introducción, más ambiental y larga que en el corte inicial. Esta pieza no aparecía en la versión americana de la banda sonora, que contenía en su lugar la pieza de Craig Safan que mencionamos antes, pero sí formaba parte de las ediciones europeas.


“Scrap Yard” - Volvemos a la electrónica secuencial con un toque melódico centrado en un pegadizo motivo que se repite continuamente. Es algo que va a caracterizar la evolución de la música de la banda en esta década y que ya se apuntó en el citado “Force Majeure” o en “Stuntman” (1979) de Edgar Froese en solitario. Como nos pasa con muchos de los cortes del disco, el mayor problema que le vemos es la corta duración, seguramente motivada por el hecho de que es música destinada a acompañar una escena concreta de la película. El potencial de este tipo de piezas se nos antoja realmente mucho mayor.




“Trap Feeling” - Llegando al final del disco nos encontramos el tema más ambiental del trabajo. Solo capas de sintetizadores con algún ligero efecto sonoro. Nada de batería, guitarras o potentes secuencias y, sin embargo, nos gusta mucho, especialmente si lo tomamos como una transición hacia el corte final.


“Igneous” - El cierre no es realmente una composición nueva sino una nueva mezcla más reducida de “Thru Metamorphic Rocks”, esa espectacular locura que cerraba el disco “Force Majeure” del que esta banda sonora se podría considerar como una especie de hermana pequeña pese a que en aquel trabajo aún no estaba Schmoelling.


Pese a las fricciones iniciales, la relación entre Mann y Tangerine Dream fue buena y, de hecho, les encargó una banda sonora más: “The Keep”. De todas formas, la acogida popular de la música no fue del todo buena en un primer momento. Quizá por la falta de costumbre del público a la hora de escuchar una banda sonora, no ya electrónica, sino principalmente secuencial, hubo muchas opiniones negativas que llevaron, incluso, a la nominación de Tangerine Dream a los premios “Razzies” de 1981 a la peor banda sonora del año. Sin embargo, si hablamos de crítica profesional, la cosa cambiaba mucho y las reacciones y críticas fueron muy buenas lo que abrió de lleno el mercado americano de las bandas sonoras para la banda hasta el punto de firmar más de quince en lo que quedaba de la década de los ochenta. Estas eran, en su mayoría, trabajos que la banda utilizaba como vía de financiación para adquirir nuevos equipos y mejorar, en general, las condiciones para su producción posterior. No hemos escuchado buena parte de esas músicas pero las que conocemos no nos parecen tan inspiradas como esta de “Thief” que tiene como mayor “pero” su escasa duración de apenas 40 minutos.

martes, 28 de febrero de 2023

Tangerine Dream - Poland (1984)



Siempre nos ha llamado la atención la cantidad de artistas de primer nivel, especialmente de música electrónica y de rock progresivo, que han publicado discos en directo grabados en Polonia. Durante los años ochenta, fueron muchos los músicos que tocaron allí y se encontraron con un público joven y con muchas ganas de disfrutar de nuevos sonidos. Eso animó a muchas bandas a incluir al país comunista en sus giras, incluso a pesar de que en muchos casos los problemas eran mayores que en otros sitios y en el aspecto económico eran conciertos que no siempre salían rentables. Si hablamos de la música electrónica esto es particularmente llamativo ya que muchos de los buques insignia del género tienen, como decíamos al inicio, algún directo en Polonia en sus discografías. Es el caso de Klaus Schulze, Jean Michel Jarre o Tangerine Dream y también, parcialmente, de Kraftwerk.


El disco que traemos hoy pertenece a una época de auténtica devoción en Polonia por los sonidos sintéticos de la Escuela de Berlín. Klaus Schulze había tocado allí unos meses antes en varios conciertos de los que salió un disco en directo y en diciembre le llegaba el turno a Tangerine Dream. No es que fuera una experiencia nueva para el grupo la de tocar en países del Pacto de Varsovia porque ya habían tenido la ocasión de interpretar sus temas en la República Democrática Alemana o en Hungría y también en otros países comunistas como Yugoslavia. Quizá el hecho de que su música (como la de Schulze) fuera instrumental, sin textos que pudieran llevar un mensaje que alguien pudiera tachar de propaganda occidental, ayudase a la difusión de su obra más allá del Telón de Acero. En todo caso, los conciertos polacos iban a ser un reto en muchos sentidos. El principal problema fue la climatología y las temperaturas extremas del invierno polaco, mucho más riguroso de lo habitual en aquel 1983 lo que resultó en temperaturas de hasta 15 grados bajo cero. El hecho de que los conciertos programados en Varsovia tuvieran el como sede el Palacio de Hielo, pabellón en el que se jugaba al hockey, no ayudaba nada. Se dice que, aún con el recinto lleno en la hora de las actuaciones, la temperatura no superaba los 5 grados con los correspondientes efectos, tanto sobre los intérpretes como sobre el propio equipo electrónico (al parecer, los músicos tenían recipientes con agua caliente que se iba renovando cerca de sus respectivas posiciones en el escenario para poder templar sus manos durante los conciertos). A eso se sumaban las deficiencias propias de la instalación eléctrica con un suministro cuya potencia oscilaba durante las horas de la tarde-noche y que llegó a cortarse durante unos minutos en uno de los conciertos.


Estábamos ya en el comienzo del final de la alineación formada por Edgar Froese, Christopher Franke y Johannes Schmoelling con este último planteándose su abandono, abrumado por el altísimo ritmo de publicación de Tangerine Dream, especialmente desde la entrada de lleno del grupo en el mundo de las bandas sonoras en los primeros ochenta. Pese a todo, el trío estaba en plena forma y en “Poland” lo demostraron con un disco doble que recoge una gran cantidad de material nuevo compuesto especialmente para la gira y algunas ideas procedentes de la música para películas que habían realizado poco antes como la de “The Keep”. El esquema vuelve a planteamientos del Tangerine Dream clásico con temas muy largos y desarrollos progresivos lo que, como punto de partida, sirvió para tener a los fans contentos ante la perspectiva de un regreso a las formas que hicieron grande a la banda.



“Poland” - El comienzo del tema está marcado por los ritmos sintéticos y las secuencias con un sonido digital muy moderno entonces pero con un toque aséptico que enseguida lo diferenciaría de la áspera energía de un “Ricochet” o un “Rubycon”. En todo caso, el resultado no deja de sonar a Tangerine Dream con las adiciones propias de la época como el uso de voces sampleadas. Salvando las distancias, la primera parte de “Poland” podría recordar al soberbio “Arpegiator” de Jean Michel Jarre, con distintas secuencias entrecruzándose y ritmos hipnóticos por doquier. Conforme vamos avanzando aparecen las típicas guitarras de Edgar Froese para dibujar efímeras melodías a lo largo de una veloz sección con muchas similitudes con los trabajos que la banda hacía para la gran pantalla en esos años. A la mitad de la pieza entramos en una sección muy reposada, con largas notas y fondos atmosféricos que va evolucionando con la entrada de un ritmo continuo, muy lento, como de procesión hasta la aparición de la batería electrónica que nos lleva a uno de los fragmentos melódicos del disco que culmina con un segmento percusivo/secuencial que recuerda a momentos similares del entonces reciente “Hyperborea”. Un cierre fantástico para la primera pieza del disco.




“Tangent” - Comienza el corte con una preciosa melodía, nada habitual en la música de la etapa clásica de Tangerine Dream, mucho más centrada en ritmos y secuencias con excepciones contadas como “Stratosfear” o “Force Majeure”. Tras una breve pausa con sonidos de viento a modo de transición llega una melodía que se repite obsesivamente mientras en segundo plano escuchamos diferentes efectos y retazos sonoros. El tramo final anticipa a los Tangerine de trabajos posteriores como “Optical Race” con un veloz corte que bien podría ser la banda sonora de algún videojuego ambientado en las carreteras californianas como el clásico “Out Run”. Un tema muy ochentero que marca la evolución futura de la banda.


“Rare Bird” - Este corte no figuraba como tal en las primeras ediciones del disco sino que aparecía integrado en el anterior. Se trata de una pieza con una estructura más “pop” que el resto del disco y que funcionaba bien como tema separado. Una muestra más de lo que supuso la llegada de Schmoelling a la banda con temas más cortos y directos como hemos visto ya cuando hemos tratado otros trabajos de la formación.




“Barbakane” - La cosa comienza de modo tranquilo con un sonido de flauta sintética que evoluciona lentamente mientras vamos escuchando cómo se prepara por debajo una secuencia que amenaza tormenta. Pese a ello, la tensión finalmente se contiene y todo queda en un amago. En cuanto a sonidos y ritmos, la pieza es similar a lo que poco después se podría escuchar en discos como “Le Parc”. Entramos ahora en la parte que se publicó como “single” del disco bajo el título “Warsaw in the Sun”: una preciosa melodía en tiempo medio que podría contarse entre las más inspiradas de Tangerine Dream. La batería electrónica no hace sino sumar épica a una pieza fantástica que recoge todas las esencias del grupo en los ochenta. La parte final, por el contrario, nos recuerda muchísimo a ciertas partes de “Audentity”, el disco de 1983 de Klaus Schulze en lo que, seguramente, no pasa de ser una coincidencia sin importancia. También hay algo del “State of Independence” de Jon & Vangelis flotando en el ambiente y es que parece inevitable que cuando se comparte tecnología, eso termine permeando también las ideas de los diferentes artistas.




“Horizon” - El último tramo del trabajo comienza con una larga introducción ambiental en la que se mezclan fondos estáticos con efectos sonoros de todo tipo. No tardan en desplegarse las primeras secuencias y a combinarse con otras en un tramo magnífico que incluye una preciosa melodía de cuerdas que crece poco a poco de la nada. Llegamos así a un segmento central en el que desaparecen los elementos rítmicos por un rato y escuchamos un lento discurrir de melodías con cierto aire a Tomita antes del gran final. No hay sorpresas aquí. El trío alemán se reserva una apoteosis secuencial de la que estamos seguros que aprendieron mucho estrellas de las décadas posteriores como The Chemical Brothers. Notas que vuelan veloces, ráfagas de batería y ese típico sonido sintético tan propio de aquellos años llenándolo todo. Magnífico final para uno de los grandes trabajos de Tangerine Dream en los ochenta.



La relación de Tangerine Dream con el sello Virgin se había terminado unos meses antes y “Poland” iba a ser su primer disco con el joven sello Jive Electro. En el mismo periodo aparecerían varias bandas sonoras en diferentes discográficas fruto de los acuerdos con ellas de las productoras de cada film pero en eso poco podían decidir los miembros del trío. Existen multitud de ediciones del disco pero no todas ellas están completas llegando a faltar incluso secciones enteras del documento en varias de ellas. Afortunadamente, las ediciones más recientes no caen en ese error y hoy es fácil encontrar una grabación íntegra de la obra. “Poland” no solo es un buen resumen de lo que fueron Tangerine Dream en la etapa de Johannes Schmoelling sino quizá también el último gran disco en directo de la banda ya que en los años posteriores se centraron en otros aspectos de su carrera perdiendo importancia los conciertos. Pese a que siguieron publicando trabajos grabados en vivo como “Livemiles” o “220 Volts Live”, el repertorio no era tan inspirado como el que podemos escuchar aquí.

viernes, 31 de diciembre de 2021

Johannes Schmoelling - The Zoo of Tranquility (1988)



En 1985, el ritmo de trabajo de Tangerine Dream era tan agotador que Johannes Schmoelling tuvo que tomar la decisión de dejar la banda. Conciertos, discos y bandas sonoras se habían sucedido sin descanso en los años anteriores y el teclista decidió que era momento de parar. En ese momento empezó una más tranquila carrera en solitario con menos discos y más trabajo anónimo como autor de fondos sonoros para la radio, música para televisión, teatro, etc. Su primer disco era bastante continuista con sus trabajos para Tangerine Dream pese a ser una obra creada en principio para una obra teatral. Hoy nos vamos a centrar en el segundo: “The Zoo of Tranquility”. La grabación corrió a cargo de Schmoelling en su totalidad siendo el único compositor e intérprete de todos los instrumentos del disco. Solo Anne Haennen aparece acreditada como vocalista en alguna pieza. Cuenta Johannes que comenzó a trabajar en el disco en octubre de 1987, cuando terminó de preparar su nuevo estudio de grabación y con las fechas de entrega muy justas ya que la discográfica le pedía entregar el material en enero del año siguiente por lo que apenas contó con tres meses para grabarlo. La base del mismo iban a ser sonidos grabados por el músico en la calle o en interiores, procesados con su sampler Akai. A partir de esas fuentes, el músico iba a juguetear extrayendo melodías y ritmos particulares de cada grabación. 

Portada del libro que inspiró la música del disco.


“The Anteater” - El comienzo del disco es una verdadera fiesta. Una pieza divertida, exuberante, llena de detalles y con un regusto clásico que hace de ella algo mágico. Un verdadero divertimento que, además, aleja claramente el disco de lo que Schmoelling hizo con Tangerine Dream. Difícil comenzar mejor el trabajo.




“The Woodpecker” - Nada de lo dicho para el corte anterior se puede aplicar a este, que encajaría claramente en la “new age” ochentera de los propios Tangerine Dream o de artistas como Patrick O'Hearn. Sonidos sampleados, melodías lentas y arreglos muy circunscritos al sonido de unos años muy concretos. Una pieza que no habría desentonado en un disco como “Exit” de la banda alemana.


“The Wedding Cake” - Bastante diferente es la siguiente composición que comienza con un fondo muy ambiental al que se suman diferentes samples de percusión que van formando diferentes ritmos en una línea más o menos próxima a la de Art of Noise aunque sin llegar, ni de lejos a la contundencia de estos. Es un corte muy arriesgado que no entra fácilmente en una primera escucha pero que creemos que ha soportado mejor el paso del tiempo que otros de este mismo disco.


“The Rise of the Smooth Automation” - Regresamos a los sonidos ambientales en una magnífica pieza de lento desarrollo y arreglos muy sobrios. Apenas algún efecto vocal aquí y allá acompañan a prolongados “pads” sintéticos muy en la línea, ahora sí, de la banda de Froese y Franke. De nuestras piezas favoritas de todo el trabajo, sin duda.


“The Zoo of Tranquility (Dedicated to Antje)” - El disco está inspirado en un libro de ilustraciones de Paul Spooner en el que aparecen dibujos de diferentes autómatas con forma de animales realizando tareas humanas. El trabajo llevó el título de “Spooner's Moving Animals” pero también es conocido como “The Zoo of Tranquility” lo que explica el título de este corte y, por extensión, de todo el LP. Esta es la pieza más extensa del mismo y tiene un desarrollo largo y pausado que nos recuerda mucho a alguna canción de The Police. Curiosamente, el guitarrista de la banda, Andy Summers, compartiría escenario en aquellos años con Tangerine Dream aunque no nos consta que hubiera contacto entre él y Schmoelling que ya no estaba en la banda en aquellas fechas.




“The Lawnmower” - La siguiente pieza tiene un toque jazzístico en la línea de lo que había hecho Terje Rypdal para el sello ECM en aquel tiempo aunque sin el filo de los discos del guitarrista nórdico. Suena una frase de bajo continuamente y sobre ella van apareciendo diferentes elementos entre los que destaca un piano, samples a modo de colchones de fondo y unas discretas percusiones. Un ejercicio ambiental muy bien llevado por parte de Schmoelling.




“The Zoo and Jonas” - Cerrando el trabajo tenemos este tema que se sale del estilo de los anteriores. Escuchamos una melodía de inspiración probablemente africana acompañada de un ritmo suave, apenas intrusivo. Es una composición fácilmente encasillable en las corrientes de la “new age” electrónica de aquellos años. Agradable y de excelente factura aunque hoy nos pueda sonar algo naíf.


Pocos discos en solitario de antiguos integrantes de Tangerine Dream han conseguido destacar, a nuestro juicio. Los de Froese porque en realidad son una prolongación de su trabajo con el grupo siendo casi imposible separarlos del mismo y el resto porque tampoco sus autores tuvieron una producción demasiado importante. Quizá “Romance'76” de Peter Baumann y este “The Zoo of Tranquility” sean los trabajos más destacados de entre los publicados por miembros de la banda (evidentemente no contamos como tales los de Klaus Schulze o Conrad Schnitzler cuya colaboración con Tangerine Dream fue muy breve). En todo caso, “The Zoo of Tranquility” nos parece una obra muy recomendable. Conviene señalar aquí que existen dos versiones del disco: la original de 1988, que es la que hemos comentado aquí, y una regrabación posterior de 1998 con dos temas extras y en la que, además, se altera el orden de las composiciones. Os dejamos con la versión de 1998 de "The Anteater" para que apreciéis la diferencia. Nosotros nos quedamos, de lejos, con el original.





viernes, 30 de abril de 2021

Tangerine Dream - Logos (1982)



En su día reseñamos aquí la magnífica caja recopilatoria de Tangerine Dream titulada “In Search of Hades” que repasaba los años más interesantes de la banda en el sello Virgin pero en ella no estaba esa etapa al completo. Recientemente ha sido publicada la continuación de aquel lanzamiento bajo el título de “Pilots of Purple Twilight” que cerraría ese repaso con los cinco últimos discos de estudio de los alemanes para el sello de Richard Branson. Comoquiera que ya hemos hablado en su día de varios de ellos, no vamos a comentar aquí toda la caja pero sí uno de los discos que más interés tienen de los que en ella aparecen: “Logos”.


En 1982, los miembros de Tangerine Dream ofrecieron una extensa gira con la novedad de la incorporación del “sampler” a su arsenal de instrumentos. Como resultado, a finales de ese año apareció “Logos”, un directo que recogía buena parte del concierto ofrecido en el Dominion Center de Londres. El gran atractivo de los conciertos de la banda alemana siempre fue que la mayor parte del material era nuevo con algún que otro repaso a piezas sueltas de discos anteriores y, en esta ocasión, con adelantos de trabajos que aún no habían aparecido. En “Logos” se seguía esa misma línea y la práctica totalidad del material interpretado era nuevo. Lo cierto es que no se trataba de improvisaciones como era habitual en la etapa de los setenta con Peter Baumann sino de material preparado en estudio en las semanas anteriores a la gira y, de hecho, en muchas partes del disco se utilizan esas grabaciones con el añadido del sonido ambiente del público pero eso no resta interés al trabajo.


En casi todas las reseñas del disco se suele hacer hincapié en la importancia de la aportación de Johannes Schmoelling al mismo, hasta el punto de que Franke y Froese quedan en un segundo plano en muchos momentos y eso es algo que corrobora el propio Schmoelling cuando señala que “Logos” es probablemente su grabación favorita de entre las que hizo como miembro de Tangerine Dream. El disco original recogía un largo “set” de tres cuartos de hora de duración y un breve “bis” con el título de “Dominion”.

Imagen de la caja "Pilots of Purple Twilight"


“Logos, part 1” - El disco comienza de modo tranquilo con una serie de percusiones que van jugueteando sobre una lenta secuencia rítmica y los clásicos fondos sonoros de la banda con ese característico sonido de los ochenta. La melodía va surgiendo poco a poco pero sin terminar de definirse. Tras la introducción pasamos a una sección más ambiental llena de capas de sonidos que entran y salen y que van tomando forma lentamente hasta llegar al primer tema claramente reconocible en el que la melodía prima sobre todo lo demás. Estamos en los años en los que la “new age” comenzaba a crecer con melodías de este tipo y hay que reconocer que aquí la banda estaba inspirada con sonidos de flauta, teclados haciendo las veces de clavicordio, y los clásicos timbres electrónicos que definieron toda una época. El siguiente sector es más oscuro con trazos muy sutiles  garabateando breves temas en segundo plano y un fondo de órgano más propio de discos clásicos como “Phaedra” que de la época en la que tuvo lugar el concierto. Suena entonces un ritmo electrónico acompañado por “samples” vocales que se suman a la sección que acaba quedando como una transición hacia la siguiente parte en la que aparecen las clásicas secuencias de la banda  en un tramo que es de nuestros favoritos del trabajo. Cuando parecía que ya no iba a pasar nada más, entramos en una sección preciosa, puramente melódica y llena de inspiración. Sí, es muy “ochentera”. Sí, es hasta un poco tópica. Pero nos encanta. Parte de esa música acabaría formando parte de una de las bandas sonoras en las que la banda trabajaba en aquel entonces y que también aparece en “Pilots of Purple Twilight”.


“Logos, part 2” - Para los que a estas alturas estuvieran un poco descolocados por esta faceta más amable de Tangerine Dream, el comienzo de la segunda parte de “Logos” sería tranquilizador porque retorna a los ambientes experimentales y menos definidos de sus discos clásicos, al menos durante unos minutos. Es entonces cuando surgen una serie de notas saltarinas que poco a poco van combinándose para formar un curioso interludio sin mayor trascendencia que desemboca en una frenética sección de percusión que se transforma de repente en lo que podía ser la sintonía de cualquier serie de acción de los ochenta. Quizá sea de las partes que peor ha envejecido aunque con el “revival” de este tipo de sonidos que estamos viviendo esta puede ser una afirmación arriesgada. Después de otro interludio con percusiones varias llegamos a un final lento con un punto de épica.


“Dominion” - El disco se cierra con un breve “bis” que podría haber funcionado como “single”, muy acorde con muchos de los temas cortos que Tangerine Dream lanzó en esta década en diferentes discos como “Exit” o “Le Parc”. Resultón pero no demasiado interesante tras un par de escuchas.


Uno de los puntos fuertes de la caja “Pilots of Purple Twilight” que mencionabamos al inicio es que, además del disco tal y como apareció en su día, recoge también las grabaciones originales del concierto completo del que procedían los extractos que acabaron por convertirse en “Logos”, con una calidad cristalina que confirman, por un lado, el excelente nivel sonoro de la banda en la época y, por otro, el uso intensivo de material pregrabado que ya por entonces comenzaba a ser un “estándar” en las bandas y músicos electrónicos en sus conciertos.


Si tuviéramos que recomendar a alguien nuestros discos favoritos de Tangerine Dream, sería complicado que “Logos” apareciera en el listado, ni siquiera si nos limitásemos a los discos en directo pero no deja de ser un trabajo de un buen nivel y muy representativo de la etapa en la que Schmoelling formó parte de la banda.




sábado, 7 de marzo de 2020

Tangerine Dream - Hyperborea (1983)



Hace un montón de años, cuando descubrimos que había música más allá de “Los 40 Principales”, comenzamos a interesarnos por estilos más o menos diferentes. Dentro de esa época de apertura e investigación, los primeros nombres que nos llamaron la atención fueron los clásicos de la música instrumental de aquellos años: Jean Michel Jarre, Mike Oldfield y Vangelis. La “santísima trinidad”. Todos ellos eran músicos a los que no se puede considerar minoritarios y menos aún en los años ochenta, cuando los tres vivían un momento de gran popularidad pero lo importante es que con ellos habíamos encontrado tres ovillos de los que tirar en direcciones diferentes: Oldfield nos animó a profundizar en el rock progresivo y en el instrumental. Vangelis nos acercó a las bandas sonoras y Jarre a la música electrónica. Fue siguiendo este último hilo cuando descubrimos una serie de nombres que nos llamaron la atención. Eran tiempos sin internet y por mucho que escuchásemos hablar de bandas como Tangerine Dream, si no conocías a alguien que tuviera algún disco suyo, no era muy probable que llegases a escucharlos de forma consciente. La única alternativa era arriesgarse y buscar alguno de sus trabajos entre las series económicas del centro comercial de moda y probar suerte porque tampoco era cuestión de gastarse un dineral en una música que ni siquiera sabías si te iba a gustar o no. Así que una tarde nos plantamos en una tienda local y nos pusimos a rebuscar entre los discos de Tangerine Dream. Era el momento de saber a qué sonaba esa banda de tan extraño nombre. Ahí surgió otro problema: resulta que no era una banda de 6 o 7 discos. El expositor en el que se encontraban sus discos tenía no menos de 15 trabajos firmados por el grupo. En cualquier caso, estábamos decididos a llevarnos alguno a casa y, a falta de un criterio mejor, optamos por escoger basándonos en la portada y en la fecha de publicación. Siendo música electrónica, no queríamos algo demasiado antiguo por lo que buscamos entre los trabajos más recientes (en aquel tiempo aún pensábamos que cuanto más modernos fueran los aparatos, mejor sería la música). El que más nos llamó la atención fue “Hyperborea”, el más nuevo de entre varios discos con una característica común: la portada venía inscrita dentro de un marco monocromo en el que figuraba el nombre del grupo y el título del disco. Más tarde supimos que esa era la forma de presentar sus ediciones en CD de Virgin Records en la época y precisamente “Hyperborea” iba a ser el último disco de Tangerine Dream para Virgin.

Si descartamos las etapas más recientes, la formación con Christopher Franke, Edgar Froese y Johannes Schmoelling es la más duradera de la historia de Tangerine Dream (más incluso que la considerada clásica con Peter Baumann que tuvo alguna discontinuidad). Fue una etapa muy productiva en la que la banda publicó un buen número de discos, dio conciertos y grabó una gran cantidad de bandas sonoras. El punto negativo fue que casi todo este material estaba cortado por un patrón muy similar. “Hyperborea” era, estilísticamente hablando, una de las pocas excepciones a esto que decimos. El uso de instrumentos y sonidos nuevos como el sitar y la tabla, “samples” de última generación o máquinas como el PPG Waveterm con su tremenda (para la época) librería sonora y sus dos unidades de diskette de 5 ¼ que permitían almacenar los patrones creados, iba a ayudar a la banda a evolucionar en su sonido y eso siempre fue un punto a favor de este trabajo que, si bien no suele impresionar en la primera escucha, es de los que más han ganado con el tiempo para buena parte de los seguidores del grupo alemán.

Tangerine Dream en 1983


“No Man's Land” - Los miembros de la banda hablaban de una gran influencia de la música india a la hora de grabar el disco; particularmente de la banda sonora de la película “Ghandi” estrenada un año antes y en especial de las partes compuestas por Ravi Shankar. Esos sonidos y ritmos indios aparecen por doquier en la pieza que abre el trabajo. En ella asistimos a una interesantísima mezcla de percusiones y pulsos electrónicos que sustituyen en cierta forma a las habituales construcciones rítmicas de la banda, basadas en largas secuencias sintéticas. Sobre ellas aparecen a ráfagas diferentes melodías que muchas veces son simples apuntes pero que terminan por conformar una composición fascinante, muy diferente a lo que Tangerine Dream solían hacer pero que, de algún modo, conserva toda la esencia del grupo. En el tramo final, la mezcla de ritmos y secuencias (ahora sí) es preciosa y consigue cerrar la pieza dejando el mejor sabor de boca posible.




“Hyperborea” - Algo más convencional es el siguiente corte que comienza con un profundo fondo sintético muy elaborado al que se une la batería marcando un ritmo lento y constante. Escuchamos entonces el tema central, un tiempo lento muy en la linea de los trabajos de la banda con Schmoelling, melódico, evocador y, con la perspectiva de los años, inevitablemente ochentero. La segunda parte del tema cambia de tono y de ritmo y en ella aparece una nueva melodía interpretada con un sonido similar al de la guitarra eléctrica, las percusiones se vuelven épicas y el acompañamiento electrónico raya a gran altura.

“Cinnamon Road” - Si hay una parte de “Hyperborea” que podía radiarse en las FM de la época era este tema corto, muy rítmico y con ramalazos de Kraftwerk. Es un corte simpático, con un cierto potencial comercial pero demasiado ajeno a la linea general del disco. Un poco sorprendente esta concesión, especialmente si tenemos en cuenta que Tangerine Dream estaban descontentos con Virgin y la publicación del disco fue casi más un compromiso contractual que una necesidad artística. Desde luego, la profesionalidad de la banda quedaba fuera de toda duda, algo, por otra parte, no demasiado habitual dentro del mundillo.

“Sphinx Lightning” - La segunda cara del LP estaba ocupada en su totalidad por una larga suite. El comienzo era tranquilo, con una serie de notas rotundas dispersas en el tiempo a las que se unía la percusión. Todo muy solemne pero no tardaríamos en llegar, por fin, al segmento más propio de los Tangerine Dream clásicos con una inconfundible secuencia electrónica subrayada por la batería que nos transporta a los mejores momentos de la banda en lo que era una forma de cerrar el círculo con Virgin despidiéndose casi como empezaron 15 años atrás. La tercera parte de la suite vuelve a los sonidos del sitar como fondo para una melodía de flauta sintética que hace las veces de transición para el tramo final del trabajo en el que volvemos a los esquemas rítmicos de la pieza que abría el disco aunque algo subidos de revoluciones. Con esa premisa entramos en el extraordinario segmento final del disco que tiene un poco de todo, samples de percusión combinados de forma magistral y, sobre todo, un final por todo lo alto con un desarrollo melódico que es de lo mejor de la banda en toda la etapa de Schmoelling. Una verdadera maravilla para cerrar una época fundamental en el desarrollo de la música electrónica.




No encontraréis muchos listados que incluyan “Hyperborea” entre los mejores discos de Tangerine Dream y probablemente sea porque es un disco que no debe figurar ahí. Sin embargo, y quizá sea por las razones personales y no musicales que mencionabamos al principio, siempre ha tenido un hueco entre los que más escuchamos de la banda, quizá por encima de cualquier otro entre los que no pertenecen a la “etapa Baumann”. Sin ser un disco imprescindible (se puede vivir sin haberlo escuchado) creemos que no está de más darle una escucha de cuando en cuando, siempre con cuidado de no confundirse y acudir a la regrabación que la banda de entonces hizo en 2008, disco que no hemos escuchado pero que si está en la linea de otras regrabaciones que los Tangerine Dream modernos hicieron por aquella época, no merece demasiado la pena.

Nos despedimos precisamente con una versión en directo de uno de los cortes del disco interpretada por la formación de 2010 de la banda:


domingo, 24 de noviembre de 2019

Tangerine Dream - White Eagle (1982)



Cerramos hoy esta pequeña serie de tres entradas centradas en Tangerine Dream y lo hacemos con otro disco de la etapa de la banda con Johannes Schmoelling en sus filas: “White Eagle”. Cronológicamente se sitúa justo detrás de “Exit” y refleja un cierto deseo de la banda por volver a los temas largos en detrimento de las piezas de menos de diez minutos que habían protagonizado los últimos trabajos del grupo aunque no del todo puesto que la organización del disco es mixta con una “cara a” ocupada por una larga suite y una “cara b” compuesta de tres temas más cortos. No sorprendería, publicando en Virgin, que fuera una idea de Richard Branson quien probaría esa misma fórmula con su gran estrella, Mike Oldfield, en la misma época con la publicación de “Five Miles Out” en un formato similar.

Con “White Eagle”, la banda dejaba una de las últimas muestras de sus clásicas piezas largas justo antes de entrar de lleno en el mundo de las bandas sonoras que iba a requerir de ellos otro enfoque radicalmente diferente. Como gran novedad (más anecdótica que otra cosa), al margen de los sintetizadores, algunas guitarras y otras tantas percusiones a cargo del trío Froese / Franke / Schmoelling, hace una breve aparición en el disco la Orquesta Filarmónica de Munich.

Christopher Franke, Johannes Schmoelling y Edgar Froese


“Mojave Plan” - El desierto de Mojave es la inspiración para un disco cuyos títulos hacen distintas diferencias a norteamérica. Lugares geográficos de California como como este serán referencias continuas en la discografía de la banda en los años posteriores. El comienzo de la pieza es bastante intrigante con multitud de sonidos misteriosos, voces sintéticas lejanas y alguna percusión suelta hasta que, pasados los minutos iniciales aparece una secuencia muy sencilla a partir de la cual evoluciona el tema central con una tímbrica muy característica de la época en la fue grabada. En una palabra, y para no dar más rodeos, muy ochentera. Lo más interesante son algunos solos de teclado, suponemos que de Schmoelling, que recuerdan a solos similares de artistas de rock progresivo o de la electrónica más melódica de la década anterior. Más o menos mediado el tema se introducen una serie de secuencias muy veloces que marcan la transición entre las dos mitades para entrar ahora en un segmento atmosférico marcado por un ritmo como de ferrocarril que desemboca en un tema de pop instrumental muy llamativo, especialmente por la base rítmica, absolutamente convencional y alejada de lo que podíamos esperar de la banda. Este tramo finaliza con la aparición de voces procesadas que podrían estar sacadas directamente de las cintas originales de “Ricochet”. La parte final, dominada por un pulso grave continuo es lo mejor de toda la composición con una presencia melódica importante en la linea cinematográfica por la que iban a discurrir los años siguientes del grupo. El final, casi a modo de coda, nos permite escuchar a la orquesta que mencionábamos antes cuya presencia en el disco no pasa de testimonial.




“Midnight in Tula” - Del desierto de Mojave pasamos a Tula, la antigua capital de los toltecas. La pieza es todo un cañonazo lleno de ritmo con la banda desbocada ofreciéndonos una pieza atípica dentro de su repertorio pero que nos encanta. Un ejemplo de tecno-pop instrumental como no hay muchos y que, con una letra cantada por un vocalista apañado, podría haber sido uno de los grandes éxitos de la época en todo el mundo.




“Convention of the 24” - El disco prosigue con un fuerte contraste entre la veloz secuencia rítmica del siguiente corte y su pausado desarrollo melódico. De no ser por ciertos detalles, sería una pieza propia de la etapa clásica de la banda en la que incluso están presentes elementos inconfundibles como la guitarra de Edgar Froese. Hay novedades como cierto tipo de ritmos y efectos sonoros que se desarrollarían en discos posteriores como “Hyperborea” pero, en general, es una pieza que mantiene presente el espíritu de los años anteriores de Tangerine Dream en el oyente.




“White Eagle” - Cerrando el disco encontramos una pieza magnífica, un tema corto de menos de cinco minutos que está, sin lugar a dudas, entre lo mejor de Tangerine Dream en estos años. Es una soberbia pieza electrónica construida a partir de una brillante secuencia rítmica y unos fondos evocadores de entre la que surge una melodía magnífica. No es de extrañar que la pieza fuese utilizada como tema central de una serie de televisión alemana y que el single resultante de ese uso alcanzase un gran éxito en su país. En la última década es una de las composiciones de la banda que aparece asiduamente aún en el repertorio de sus conciertos.




A pesar de la presencia de una larga “suite” a la vieja usanza, el enfoque comercial del disco es innegable y marca lo que serán los años siguientes de la banda con un “pero” muy importante y es que, pese a ser una formación hoy legendaria, su talento para componer “hits”, temas de esos que los oyentes tararean una y otra vez y que vuelven periódicamente a sonar en forma de sintonías o a formar parte de recopilaciones del género, no es comparable al de otros artistas que enseguida nos vienen a la cabeza a todos. Eso y lo poco variado de la producción sonora de Tangerine Dream en los ochenta sería un lastre a la hora de compararla con sus etapas anteriores. Aún no eran una banda intrascendente pero, desde luego, habían dejado de ser la referencia en el mundo de la música electrónica que habían sido en el pasado. ¿Quiere decir esto que “White Eagle” es un mal disco? No. De hecho es un trabajo muy agradable que no cuenta ya a su favor con el factor sorpresa pero que no por ello deja de ser defendible, especialmente si lo abstraemos de su contexto.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Tangerine Dream - Tangram (1980)



Cuando Tangerine Dream se unieron para hacer sus primeras grabaciones, Johannes Schmoelling estaba ultimando el papeleo para comenzar sus estudios como ingeniero de sonido no sin antes ingresar en la marina alemana para realizar su servicio militar. Comoquiera que era un pianista más que competente desde niño y, además, había sido organista en la iglesia de Delmenhorst, pudo cumplir con el ejército como miembro de la banda de la marina. Al terminar comenzó a trabajar en uno de los más prestigiosos teatros de Alemania, el berlinés “Schaubühne am Lehniner Platz” como técnico de sonido.

Allí fue donde contactó con él Edgar Froese cuando se vio en la necesidad de incorporar un tercer teclista a Tangerine Dream tras el breve periodo como dúo que siguió a la salida de Peter Baumann de la banda. Ya contamos en una entrada anterior lo precipitado del aterrizaje de Schmoelling en el grupo, casi con el tiempo justo para los dos conciertos en Berlín Oeste que quedarían documentados en el disco “Pergamon”. Tampoco los meses siguientes serían precisamente relajados puesto que el trío trabajaría frenéticamente en la banda sonora de “Thief”, en la grabación de “Tangram”, su siguiente disco de estudio, y, por si esto fuera poco, en la preparación de una nueva gira que ocuparía los meses finales de 1980 y los primeros de 1981 con más de 50 conciertos por toda Europa con un par de paradas en los Estados Unidos.

Con la llegada de Schmoelling, el sonido de Tangerine Dream se modernizó. Perdieron protagonismo los vetustos sintetizadores analógicos y otros instrumentos como el mellotron ganando sitio las limpias sonoridades digitales de los nuevos aparatos. La música no es tan improvisada, al menos en apariencia. Las melodías son más evidentes y los arreglos mucho más cuidados. Habrá quien diga que la banda suena más elegante y no faltaran los que piensen que su sonido es ahora más artificial y prefabricado. Nosotros siempre hemos sido unos firmes defensores de la etapa de Froese, Franke y Baumann como la mejor y más interesante de Tangerine Dream pero no por eso denostamos la de Schmoelling que para muchos seguidores rivaliza con aquella e incluso la supera. “Tangram” se organiza en dos “sets” sin título alguno al estilo de trabajos como “Rubycon” o “Ricochet”. Aparte de los sintetizadores, interpretados por los tres músicos, Christopher Franke toca guitarras y Edgar Froese, percusiones.



“Tangram Set 1” - Ya desde el comienzo queda claro el cambio sonoro de los nuevos Tangerine Dream con una serie de notas interpretadas con un timbre que luego sería utilizado hasta la saciedad en multitud de discos “new age”. Todo es muy pulcro, algo aséptico incluso aunque no tardan en aparecer elementos que nos recuerdan a los Tangerine Dream más clásicos, especialmente en la evolución de algunos instrumentos y el tratamiento de las pausas. Tras la introducción aparecen las inevitables secuencias rítmicas rodeadas de unos arreglos que no habrían desentonado en una producción del Alan Parsons Project lo que nos deja ya metidos de lleno en el corazón de la suite. Una pausa con la aparición de las percusiones y de unos sonidos como de flautas sintéticas nos lleva a un importante cambio en la pieza que nos sumerge en un tema con una estructura muy comercial y que bien podría haber servido como single, dado lo reconocible de sus melodías. Es entonces cuando escuchamos las guitarras de Edgar Froese en una intervención muy interesante que cierra esta primera parte del “set”. Un suave interludio de piano al que poco a poco se une un fondo electrónico nos recibe el siguiente tramo que desemboca en el estribillo más reconocible de todo el disco, una sintonía electrónica reforzada por arpegios de guitarra que no tarda en disolverse con la llegada de un segmento mucho más rítmico con ciertas similitudes con piezas anteriores de la banda, especialmente con el último corte del disco “Force Majeure”. El tramo final es el más fiel a la etapa anterior del grupo con poderosas secuencias rítmicas y melodías etéreas que no terminan de definirse. Un magnífico cierre para el “set” que iba a definir a los nuevos Tangerine Dream.




“Tangram Set 2” - La segunda parte del disco se abre con largos “pads” atmosféricos que evolucionan con lentitud por espacio de unos minutos hasta llegar a la primera parte rítmica de la pieza con secuencias muy simples e improvisaciones de Froese a la guitarra. No son minutos particularmente inspirados y tampoco presentan una gran evolución pese a que es una sección se mayor duración mayor que otras pero se deja escuchar. Entramos a continuación en una breve fase más experimental llena de ruidos y efectos de todo tipo que desemboca rápidamente en otro de esos momentos que podría perfectamente haber sido un “single” destinado a sonar en las radios de la época, con una melodía muy definida y un ritmo pegadizo. La última parte del “set” vuelve a la experimentación con “samples” sonoros de distintas procedencias, voces, etc. con un tratamiento muy vanguardista para concluir con una breve pieza de aire ligeramente clásico que se nos hace demasiado corta.




Tangerine Dream ha sido una banda que a lo largo de su historia ha conocido un gran número de idas y venidas de miembros. De hecho, una cuenta rápida nos daría más de una veintena de músicos que han sido en un momento u otro, miembros de la banda y eso sin contar a otro gran número de artistas invitados que han participado en sus discos y conciertos a lo largo del tiempo sin llegar a formar parte del grupo de forma oficial. Dentro de toda esa historia, la formación más estable fue precisamente la de Froese-Franke-Schmoelling quienes integraron la banda entre 1979 y 1985 de forma continuada, algo que no ocurrió con ninguna otra alineación. Esa estabilidad se vio reflejada en una producción extensísima en ese periodo lo que no permitió que la calidad media fuera demasiado alta, en especial en el terreno de las bandas sonoras en el que la banda entregó muchos productos de un nivel más bien bajo.

Con todo, Tangerine Dream es una banda fundamental en la historia de la música electrónica y lo es, no solo por sus discos de los años setenta sino también por buena parte de lo que hicieron en los ochenta, especialmente con Schmoelling en sus filas. En las próximas entradas seguiremos hablando de la banda alemana, primero centrándonos en sus primeros años y luego regresando a la etapa de la que hemos hablado hoy.

miércoles, 4 de julio de 2018

Tangerine Dream - Exit (1981)



Aprovechando que en la entrada anterior nos acercamos a los Tangerine Dream de la etapa de Johannes Schmoelling, vamos a profundizar un poco más en ella con un disco que resume muy bien, en nuestra opinión,  lo que fue dicha etapa. Con “Exit” hemos tenido siempre un problema: se trata de un trabajo que hemos visto cómo se suele recomendar a personas que quieren introducirse en la música de Tangerine Dream, casi siempre acompañado de una coletilla del tipo de “y si este te gusta puedes ir ya hacia atrás y meterte con sus discos más densos”. La cuestión es que nunca hemos terminado de ver este trabajo como representativo de la banda, y menos aún, para ayudar a un neófito a acercarse a ella. Por ello, nuestra relación con “Exit” es rara. Por un lado, no nos parece un disco especialmente brillante pero por otro no dejamos de escucharlo de vez en cuando por ver si encontramos en él eso que muchos seguidores de Tangerine Dream parecen ver.

Aunque su primer disco de estudio con el grupo fue “Tangram” y entre ese y “Exit” la banda grabó la banda sonora de “Thief”, es “precisamente Exit” el que nos muestra más claramente la aportación de Schmoelling a la banda: temas más cortos, más melódicos y un sonido menos elaborado y completamente electrónico. De esto último, sin embargo, no hay que responsabilizar al bueno de Johannes sino al cambio de tecnología que llegó con los años ochenta y que afectó a todos los músicos de la época transformando profundamente la forma de trabajar de la mayoría. En el caso de Tangerine Dream, el cambio fue importante y cambió incluso su filosofía de trabajo en el estudio. Adquirieron una nueva consola de mezclas del prestigioso fabricante MCI y alrededor de ella organizaron todo el equipamiento. Prescindieron de ingenieros de sonido y situaron todos los sintetizadores en las proximidades de la mesa de modo similar al que colocarían el set de instrumentos en un concierto. También se olvidaron de instrumentos acústicos como el piano y de las guitarras de Froese para centrarse en los sintetizadores y los “samplers” de nuevo cuño. En palabras de Christopher Franke, “cuando empezamos, no hacíamos más que pelearnos con los nuevos equipos pero al final conseguimos que las máquinas hicieran exactamente lo que queríamos de ellas”.



“Kiev Mission” - El disco se grabó en plena guerra fría y esa circunstancia tuvo su peso en el grupo alemán. Ya vimos en una entrada anterior como no pudieron resistirse al simbolismo de dar un concierto en Berlín Este y ahora iban a ir un poco más allá. En el primer tema del disco se escucha una voz femenina recitando los nombres de los continentes y un texto en ruso advirtiendo de los peligros de la tensión política de la época. De hecho, Froese quiso que se hicieran llegar copias del disco a importantes dirigentes del Partido Comunista soviético para que escuchasen su mensaje. Al margen de esta anécdota, el corte es una pieza electrónica muy interesante y centrada en una corta melodía que actúa como una especie de himno. En la segunda parte de la composición nos encontramos con el nuevo estilo de la banda: un tema central acompañado de secuencias que ahora quedan en un segundo plano cuando antes eran el elemento principal de su música. Es un planteamiento menos innovador que el que siempre habían tenido y, con la perspectiva del tiempo, nos parece lastrado por un sonido muy localizado en una época muy concreta.

“Pilots of Purple Twilight” - Clásicos timbres digitales aparecen por doquier en el siguiente corte, que cuenta con una larga introducción en la que un motivo muy sencillo se repite una y otra vez. Se desliza poco a poco una lenta melodía acompañada de distintos efectos sonoros pero en su conjunto, la pieza va transcurriendo sin terminar de llegar a ninguna parte y dejándonos con la sensación de que se podría haber hecho mucho más a partir de todo lo que se deja entrever.

“Choronzon” - El “single” del disco. Una pieza que comienza con un ritmo sintético y una primera ráfaga de sintetizador que probablemente en su momento causara una gran sensación pero que luego todos nos cansamos de escuchar en todo tipo de sintonías televisivas y bandas sonoras. Es un tema curioso. Un buen tema, seguramente, pero muy difícil de disfrutar hoy en día por la imitación y la reiteración de piezas muy similares a lo largo de toda la década de los ochenta.




“Exit” - Seguimos más o menos bajo los mismos parámetros aunque con un enfoque quizá algo más sombrío. Es posible que el problema fuera que Tangerine Dream, ni siquiera cuando contaban con Johannes Schmoelling en sus filas eran unos compositores de melodías especialmente brillantes y eso es un handicap importante cuando quieres hacer de ellas el centro de tu música. Pese a todo, se las arreglaron para crear unos motivos sencillos que funcionaban relativamente bien en este nuevo formato más cercano al típico tema “pop” de cuatro minutos.

“Network 23” - El corte más rítmico del trabajo es esta pieza que juguetea con ritmos “disco” y con sonidos propios de “Kraftwerk”, la otra gran banda alemana. Hay algo más de experimentación sonora aquí y, quizá por ello, nos parece de lo más salvable de todo el elepé. Con todo, sigue lejos de los mejores momentos de la banda.




“Remote Viewing” - Y cuando ya no nos esperábamos nada así, comienza el último corte que nos retrotrae a la época dorada de “Phaedra” o “Rubycon” con una atmósfera oscura y opresiva en la primera mitad y un viaje secuencial a la vieja usanza en la segunda. Un cierre notable que tiene un aire de despedida de una forma de hacer las cosas que convirtió a Tangerine Dream en los setenta en la banda de referencia de la música electrónica.




Los ochenta iban a suponer para Tangerine Dream la entrada en un periodo de una productividad casi frenética. Su entrada en el mundo de las bandas sonoras con la citada “Thief” iba a multiplicar su producción discográfica que alcanzó un ritmo altísimo (más de 30 lanzamientos en esa década incluyendo discos en directo) y eso repercutió en la calidad de la música. Continuaron apareciendo trabajos notables aunque quizá no consiguieron reclamar la atención debida, sepultados como estaban entre toneladas de material. En todo caso, Tangerine Dream no fueron una excepción ya que gran parte de las grandes bandas (también de los solistas) de los años setenta acusaron mucho el cambio de década, de tecnología y de gustos populares y en esto no hubo distinción entre géneros: músicos electrónicos, dinosaurios del rock progresivo o estrellas de la música disco llegaron muy desorientados al nuevo tiempo, con contadas excepciones. Algunos de ellos, no lo negamos, terminaron por adaptarse y consiguieron ofrecernos una versión renovada de su música pero ya habrá tiempo para hablar de todo eso más adelante.

Como despedida os dejamos con una versión en directo de "Kiew Mission":


 

miércoles, 27 de junio de 2018

Tangerine Dream - Pergamon (1980)




Se ha hablado mucho de la importancia histórica que tuvo la pequeña gira de cinco conciertos de ofreció Jean Michel Jarre en Beijing y Shangai en 1981 por el hecho de ser el primer artista occidental que actuaba en la China comunista pero casi dos años antes hubo otros dos espectáculos con una carga simbólica casi tan grande como la de aquellos.

Fueron dos conciertos que marcaron, además, el nacimiento de una nueva etapa en una de las bandas más míticas de la historia de la música electrónica: Tangerine Dream. Al terminar la gira americana de 1977, la banda sufrió la baja de Peter Baumann que iba a iniciar una corta carrera en solitario antes de pasarse al otro lado del negocio y fundar el sello de música “new age”, Private Music. En un primer intento, Franke y Froese reclutaron al flautista Steve Joliffe y al batería Klaus Krüger, quienes grabaron “Cyclone” y más tarde a Eduard Meyer en sustitución de Joliffe para la grabación de “Force Majeure” pero todas esas colaboraciones fueron casi anecdóticas ya que el peso de la banda siguíó recayendo en sus dos miembros más veteranos. Meyer, sin embargo, iba a tener bastante importancia en el futuro de la banda pero no como músico. Su participación en “Force Majeure” se gestó un poco antes, durante la grabación de “Stuntman”, un trabajo de Edgar Froese en solitario en el participó como técnico. Se daba la circunstancia de que Meyer conocía a un estudiante de música que era también técnico de sonido y teclista: Johannes Schmoelling. Tras las presentaciones el joven se convertiría pronto en el nuevo integrante de Tangerine Dream.

Establecida de nuevo como trío, la banda comenzó a trabajar en un nuevo disco pero esos planes fueron alterados por un viejo proyecto del grupo que cristalizaba por fín: la posibilidad de ofrecer un concierto en la parte oriental de Berlín lo que les iba a convertir en la primera banda occidental en hacerlo desde la construcción del muro. El espectáculo iba a tener lugar en una sesión doble en el hoy derruído Palast der Republik el día 31 de enero de 1980: la primera actuación tendría lugar a las 16:30 horas y la segunda a las 20:00. Los conciertos levantaron una importante expectación pese a que la gran mayoría de las entradas (alrededor del 80%) iban a ir a parar a manos de autoridades y miembros de organismos oficiales y sólo el resto salió a la venta para el público civil (Froese comentaría tiempo después que cerca de 1000 personas sin entrada se agolpaban a las puertas del teatro minutos antes de empezar los conciertos y, por motivos de seguridad, se les permitió el acceso por lo que el lleno fue antológico.

Los dos conciertos berlineses iban a suponer el debut de Schmoelling con la banda y ya desde el principio dejó claro que no venía a ser un mero acompañante, siendo el responsable de algunos solos memorables de piano en una onda más bien clasica lo que anticipaba un giro hacia la melodía en la carrera del grupo que cristalizaría en los próximos trabajos. En cualquier caso, los conciertos supusieron un reto mayúsculo para Schmoelling: “acababa de llegar a la banda y apenas llevábamos un par de meses trabajando en lo que luego sería “Tangram”. Le pregunté a Edgar qué demonios íbamos a tocar porque no teníamos material nuevo terminado y yo no dominaba lo suficiente el antiguo”. Su respuesta fue concluyente: “¿a quién le importa eso? Llegamos allí, tú te sientas al piano e improvisas algo que termine en Mi mayor, entramos nosotros y ya está”. El segundo de los dos “shows” fue grabado y posteriormente convertido en el disco que comentamos hoy aquí. Originalmente fue publicado como “Quichotte” por el sello Amiga, la división de pop/rock de la discográfica estatal de la R.D.A.: VEB Deutsche Schallplatten. Seis años más tarde, en 1986, el disco fue publicado en el resto del mundo como parte del catálogo de Virgin Records bajo el título de “Pergamon”.

Schmoelling, Froese y Franke. La segunda gran alineación de Tangerine Dream.


“Quichotte (part 1)” - El disco se abre como indicaba Froese al asustado Schmoelling: con un bonito solo de teclado en el que ya aparece claramente un tema central muy diferente a lo que la banda solía tocar hasta aquel entonces y con un estilo mucho más melódico, lo que marcaría claramente la etapa de la banda durante los años en que Schmoelling formó parte de ella. Transcurridos unos cinco minutos aparecen los sintetizadores de Froese y Franke para darle un aire más reconocible a la pieza. Tras una introducción en la que van apareciendo diferentes lineas y motivos musicales aparecen las características secuencias que conforman la parte más icónica del sonido de Tangerine Dream. Con ella, la improvisación y los juegos rítmicos habituales de la banda en directo van sucediéndose durante varios minutos hasta que mediada la pieza entramos en el tramo más enérgico del tema, en el que el ritmo lo ocupa todo. Esta primera parte de “Quichotte” se corresponde casi por completo con la segunda mitad del concierto berlinés, con apenas algún retoque de estudio en determinados fragmentos.




“Quichotte (part 2)” - La segunda parte del disco es algo distinta a la primera. Mientras que aquella prácticamente reproducía tal cual un largo pasaje del concierto original, ésta tiene un mayor trabajo de estudio, con partes muy alteradas y otras que no aparecen en el orden en que sonaron en su momento. El comienzo es completamente atmosférico con largas notas que se difuminan en el tiempo y muchos efectos sonoros. Es a partir del cuarto minuto cuando aparecen algunas de las mejores secuencias de todo el disco acompañando a una melodía sencilla pero llena de carisma. Es unos instantes más tarde cuando comenzamos a escuchar algún anticipo de por dónde iba a ir la cosa en el futuro. Aparecen algunos timbres nuevos, motivos más cortos e incluso unas percusiones que nos avanzan la próxima evolución de la banda. Ya en “Tangram” se podrá apreciar este cambio pero aún no del todo ya que seguimos hablando de una larga suite de cuarenta minutos. La fragmentación de las piezas en temas cortos que va a marcar el futuro de Tangerine Dream se intuye ya en la forma en la que se organizan las distintas secciones de lo que queda de concierto con la guitarra de Froese como protagonista de una de ellas, los teclados de Schmoelling de la siguiente y así hasta concluir la suite con las secuencias de Franke como elemento principal de cohesión.





“Pergamon” marcó la frontera entre dos etapas muy diferentes de Tangerine Dream por muchos motivos. El primero, claro está, fue la incorporación de Schmoelling pero también tuvo una gran importancia el cambio de tecnología con la aparición de los sintetizadores digitales que cambiaron el enfoque de prácticamente todos los artistas que se dedicaban a la música electrónica por aquel entonces y también, cómo no, de Tangerine Dream.

Durante mucho tiempo, la grabación completa del segundo concierto de Berlín fue un material muy buscado por parte de los coleccionistas pese a la existencia de “Pergamon” y formó parte de la colección de discos piratas de la banda conocida como “Tangerine Tree” (concretamente era el volúmen 17 de la misma). Afortunadamente, en 2016 el concierto completo fue publicado de forma oficial por el sello Esoteric Records como parte de la segunda entrega de sus “Official Bootleg Series” dedicadas a Tangerine Dream. En la caja de cuatro discos encontramos también un concierto de 1978 en París. Fragmentos de “Pergamon” pueden escucharse también en “Tangram”, el disco de estudio que la banda preparaba en la época del concierto y también en la banda sonora de “Wavelenght” publicada un tiempo después.

Pese a que somos fans declarados de la etapa en la que Tangerine Dream eran Christopher Franke, Edgar Froese y Peter Baumann (la que para muchos es la formación que define lo que es la banda), tenemos que reconocer que hay trabajos fuera de esa etapa que nos parecen dignos de revisión y otros realmente magistrales. “Pergamon” entraría claramente en esa segunda categoría aunque no podemos dejar de recomendar la versión completa del concierto recogida en la caja citada un poco antes.