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miércoles, 30 de noviembre de 2022

Porcupine Tree - Closure / Continuation (2022)



Si había una noticia que nadie esperaba en 2022 era el regreso de Porcupine Tree. Desde que doce años atrás, Steven Wilson anunciase por sorpresa que la banda se tomaba un respiro, todo parecía indicar que esa pausa iba a ser algo definitivo. Por un lado, porque la sorpresa lo fue para todos, incluyendo al resto de miembros del grupo que no contaban con ello. Por otro, porque las declaraciones de Wilson en todo este tiempo eran cada vez más desalentadoras pasando de decir que era algo temporal a prácticamente descartar toda opción de regreso cuando se le preguntaba en tiempos más recientes. Además de eso, tanto Colin Edwin como Richard Barbieri dejaron entrever en algunas entrevistas su enfado por la decisión de Wilson.


Y lo cierto es que todos ellos nos estaban engañando porque a pesar de que cada uno seguía con sus proyectos en solitario, resulta que habían seguido trabajando en nuevas canciones para Porcupine Tree casi desde el momento de la separación. Wilson y Harrison viven relativamente cerca y de cuando en cuando se veían para poner ideas en común que iban quedando guardadas en una carpeta de un disco duro del estudio de Wilson que iba siendo renombrada conforme pasaba el tiempo, desde “PT2012” hasta “PT2018”. En ella había un poco de todo. Desde canciones en las que habían empezado a trabajar antes de la “separación” hasta improvisaciones creadas en sesiones esporádicas a lo largo de todos estos años. El primer material que les dio pistas de que el regreso era algo factible salió de sesiones improvisadas entre Harrison (a la batería) y Wilson que, sorprendentemente, optó por el bajo como instrumento principal en esas reuniones. Barbieri fue informado poco después no tardando en incorporarse al grupo de nuevo. Faltaría Colin Edwin pero lo cierto es que era el único miembro del cuarteto que no había mantenido contacto con ninguno de sus antiguos compañeros en todo ese tiempo. Eso, unido a que Wilson se había lanzado con el bajo hizo que el retorno de la banda fuera en forma de trío.


Durante los años de la separación se comentó que había varios motivos detrás de la misma. Wilson había sido siempre el motor creativo de la banda y él mismo empezaba a sentir que eso no satisfacía  demasiado a sus compañeros. También llegó a apuntar que alguno de los integrantes no se sentía cómodo con el giro hacia el jazz que tomaba su música de vez en cuando (hoy podemos intuir que se trataba de Edwin). Los otros dos miembros (más Barbieri que Harrison, si somos justos) también dejaron entrever su disgusto con Wilson de una u otra forma. Curiosamente, en este regreso parece que las labores de composición han estado más repartidas que nunca y, de hecho, Wilson solo firma una canción en solitario lo que podría tener que ver con declaraciones más o menos reciente en las que indicaba que si en algún momento resucitaba Porcupine Tree sería como un proyecto secundario porque su carrera en solitario era ahora lo principal para él. Como es costumbre en la mayoría de los lanzamientos en los que está involucrado el polifacético artista, el disco cuenta con diferentes ediciones con material extra que dejaremos fuera de la reseña para centrarnos en el disco “normal”.


Porcupine ¿Three?


“Harridan” - El comienzo del disco es sencillamente arrollador. Una introducción de bajo de Wilson que suena a invitación a los fans para que renuncien a echar de menos a Colin Edwin. A partir de ahí comienza una verdadera demostración de facultades a cargo de Gavin Harrison a la batería, en estado de gracia en todo el trabajo. Los teclados de Barbieri suenan fantásticos también completando una canción excelente, con magníficos toques de “metal”, extraordinarias secciones electrónicas ambientales, algún guiño a los nuevos sonidos que Wilson exploraba en su último trabajo en solitario y los habituales giros de todo tipo tan característicos de los mejores momentos de la banda. Es una de las primeras canciones en las que empezaron a trabajar Harrison y Wilson allá por 2012 y con ella ponen el listón en lo más alto desde el inicio.




“Of the New Day” - El segundo tema es el único escrito por Wilson en solitario. Una balada preciosa a medio camino entre los discos más “pop” de la banda, como “Stupid Dream” y trabajos en solitario del cantante como “Hand / Cannot / Erase”. La primera parte es más acústica pero en la segunda escuchamos ya algún “riff” potente de guitarra eléctrica más propio de la banda.


“Rats Return” - Uno de nuestros cortes favoritos del disco y quizá el más claramente “metal” de todo el trabajo gracias a un tremendo “riff” inicial que se repite a lo largo de toda la canción. Los teclados de Barbieri, en cambio, tienden más al “jazz” destacando especialmente el uso de las voces de fondo que le dan a toda la pieza un toque fantasmagórico muy especial. Soberbia canción en la línea de lo que fueron los últimos trabajos del grupo antes del parón.




“Dignity” - Comenzamos con un suave inicio de teclados interrumpido por unos acordes de guitarra que dan paso a otra balada de excelente factura. Pese a que la firman Wilson y Barbieri, bien podría pasar por una canción de los primeros discos de Blackfield, el proyecto del primero con Aviv Geffen. Nos parece excelente el trabajo de Wilson a las voces haciendo él mismo todos los coros así como los arreglos finales de piano que encajan perfectamente con el resto de teclados, incluyendo entre ellos órgano Hammond o Mellotron.


“Herd Culling” - Seguimos con otro tema complejo lleno de sutilezas, especialmente en cuanto a los teclados que llenan de sonidos y matices nuevos cada segundo de la canción (incluso hay algún breve solo que nos recuerda al Vangelis de los años setenta). Harrison vuelve a estar soberbio y las ráfagas de rock duro que llegan con el estribillo siguen en la tradición de discos como “Fear of a Blank Planet” o “The Incident”. Magnífica la coda final que pasa en un segundo de la energía de las guitarras eléctricas a la tranquilidad de los pasajes electrónicos de Barbieri.




“Walk the Plan” - Esos mismos teclados brillan en el inicio de la siguiente canción, un tiempo medio en el que la electrónica y los toques de “jazz” tienen mucho peso. Es una de esas canciones a las que no le prestas demasiada canción al principio pero que te van calando con las sucesivas escuchas hasta convertirse en una de tus favoritas.


“Chimera's Wreck” - El cierre del disco es una locura. Comienza en un tono suave, con una introducción de guitarra acústica que nos recuerda a bandas como los Opeth de “Heritage” (especialmente con los juegos de voces que aparecen después) o al proyecto Storm Corrosion de Wilson con el propio Mikael Akerfeldt. Es precisamente a partir de una de las repeticiones del estribillo cuando la canción experimenta el primer giro guiado por la batería de Harrison que sube las revoluciones para entrar en una nueva sección dominada por una de esa melodías intrincadas de métrica imposible que de vez en cuando se le ocurren a Wilson. Nuevo cambio de ritmo para un segundo estribillo en falsete con exhibición de Harrison incluida y vuelta a la melodía del comienzo pero ahora hipervitaminada. Volvemos a cambiar con una inyección metalera y un final coral que nos deja con ganas de mas. Definitivamente es una es esas grandes piezas de rock progresivo que no deberían faltar en los directos de la banda pese a su evidente dificultad técnica.



El título del disco, “Closure/Continuation”, deja abertas todas las posibilidades de futuro porque no aclara si es una despedida (Closure) o el comienzo de una nueva etapa (Continuation). De momento, Porcupine Tree tienen muchos conciertos programados para el año que viene como parte de la gira que comenzó el pasado mes de junio pero también es cierto que Steven Wilson ya ha anunciado nuevo disco en solitario para 2023, “The Harmony Codex”. Así las cosas, es de suponer que posibles nuevos trabajos de la banda tendrán que esperar un tiempo. Por si acaso, disfrutemos de este imprevisto retorno esperando que no haya sido también una despedida definitiva.

miércoles, 23 de mayo de 2018

King Crimson - Heroes (2017)



Hace apenas un par de meses se cumplieron la friolera de 15 años sin un disco nuevo de estudio de King Crimson. Algo que para cualquier otra banda pintaría un panorama casi aterrador en relación con su futuro, para el grupo de Robert Fripp ha sido todo lo contrario puesto que ese largo periodo de tiempo ha estado lleno de experimentación y evolución en muchos sentidos con muchas entradas y salidas de miembros y, sobre todo, con muchos conciertos en los que se ha recuperado material que hacía décadas que no era interpretado en directo. Especialmente en los últimos años ha habido una gran cantidad de conciertos que han tenido reflejo en los correspondientes lanzamientos discográficos.

En este periodo la banda ha pasado de ser un cuarteto al octeto actual, algo desacostumbrado para un grupo de rock y más teniendo en cuenta que de los ocho miembros, cuatro son baterías (aunque uno de ellos se encarga de los teclados desde que pasaron de siete a ocho instrumentistas). Hasta cinco lanzamientos en formato físico han aparecido desde 2015 hasta hoy recogiendo distintos momentos de las giras de King Crimson en este último periodo además de un buen número de grabaciones en forma de descarga digital por lo que estamos ante una etapa sobradamente documentada.

Nos queremos detener ahora en un lanzamiento atípico de este pasado año. Atípico por ser un EP, formato no demasiado común y que en el caso de King Crimson solía ser siempre el precedente de un disco de estudio, y también por estar centrado en una composición ajena al repertorio de la banda. Evidentemente no podía ser una canción cualquiera. En enero de 2016 fallecía David Bowie, artista con el que Robert Fripp tuvo la oportunidad de colaborar en uno de sus momentos de mayor creatividad: el que dio lugar a la grabación del disco “Heroes”. Fue precisamente en la canción que daba título al disco en la que el guitarrista realiza una de sus intervenciones más conocidas contribuyendo con su particular sonido a hacer inmortal un tema que ha sido interpretado después por decenas de artistas. A modo de homenaje, Fripp incorporó la canción a varios de los conciertos que King Crimson ofreció en los meses posteriores y ya en 2017 decidió lanzar un EP con la versión de “Heroes” del concierto de Berlín del 12 septiembre, algo muy adecuado puesto que fue en esa ciudad en la que nació la canción original. En aquel momento King Crimson eran: Mel Collins (saxos y flauta), Robert Fripp (guitarra y teclados), Gavin Harrison (batería), Jakko Jakszyk (guitarra y voz), Tony Levin (bajo y stick), Pat Mastelotto (batería) y Jeremy Stacey (batería y teclados).

King Crimson en versión septeto.


“Heroes” - Si hay algo que no se le suele reprochar a King Crimson es la falta de riesgo y quizá sea eso lo que más nos decepciona de esta versión: la aproximación conservadora a una canción que suena extremadamente similar a la original y con una interpretación vocal absolutamente desapasionada por parte de Jakszyk. Hay alguna aportación interesante en lo instrumental, cómo no, pero uno siempre espera que una banda como esta vaya un paso más allá.




“Easy Money” - Un buen ejemplo de lo que intentamos decir acerca del corte anterior lo encontramos en esta versión de un clásico de King Crimson que en esta grabación (procedente del concierto parisino del 3 de diciembre de 2016) suena tremendamente fresco con un maravilloso Mel Collins y un juego de percusiones delicioso. Una gran interpretación de una canción de hace más de cuarenta años a la que aún le queda jugo que extraer como demuestra el propio Fripp en un sobrecogedor solo de la mano del bajo de Levin y las florituras vocales de Jakszyk. Extraordinario.

“Starless” - Con el siguiente tema nos ocurre algo similar a lo que nos pasaba con “Heroes”. Es una canción extraordinaria pero el enfoque de la banda aquí es demasiado respetuoso con el original pese a lo acertado de la interpretación de Mel Collins al saxo dibujando lineas nuevas continuamente. En su contra juega también el hecho de ser una versión recortada (un “radio edit”) cosa que hablando de King Crimson en directo suena a herejía. Más aún cuando la versión íntegra publicada en el doble “Live in Vienna” supera los 13 minutos de duración.

“The Hell Hounds of Krim” - Para quienes, como nosotros, hayan estado algo desconectados de las peripecias recientes de la banda en directo, este corte interpretado en su totalidad por los tres baterías del grupo es uno de los grandes atractivos del lanzamiento dado que no aparece en ningún otro disco de King Crimson en estudio aunque sí en alguno de los recientes trabajos en directo como “Live in Toronto”, “Radical Action to Unseat the Hold of Monkey Mind” o “Live in Vienna”. De hecho la grabación que aquí aparece, como la anterior, procede de este último concierto.




“Heroes (radio edit) – Si innecesario era recortar “Starless”, más nos lo parece hacer lo mismo con el tema central del disco, especialmente dado que la versión íntegra tampoco es demasiado extensa.

En un primer momento algunas voces hablaron de un uso oportunista de la canción de Bowie por parte de Fripp para aprovecharse de la atención mediática que suscitó el fallecimiento del cantante, algo absurdo por cuanto que, no sólo el guitarrista fue parte activa en la creación del tema sino que, además, “Heroes” ya había sido interpretada en directo por King Crimson años antes cuando Adrian Belew era el vocalista de la banda. Sí que es cierto que rechina un poco el lanzamiento de un EP como este cuando, como ya hemos indicado, hay hasta cinco discos en directo publicados en muy poco tiempo por parte de King Crimson en los que podemos escuchar todas las canciones que aparecen aquí. En un caso como el nuestro en que, quizá por saturación, hemos desconectado bastante de esta fase de la banda llena de discos en directo en muy poco tiempo, este “Heroes” sí que ayuda a llenar este hueco y hacernos con una grabación que, en el fondo, es de las que hay que tener. Cuando una banda de esta categoría graba un homenaje a otro artista gigantesco como Bowie, es casi obligatorio hacerse con ese testimonio y, siquiera por ese motivo, merece la pena su adquisición.

Como despedida os dejamos otra versión de King Crimson de "Heroes" del año 2000 con Adrian Belew como cantante:

 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Porcupine Tree - In Absentia (2002)



Muchas cosas cambiaron en muy poco tiempo en los meses posteriores a la publicación de “Lightbulb Sun” dentro de Porcupine Tree. Quizá las más significativas fueron las relativas a la toma de contacto de Steven Wilson con dos músicos muy diferentes que influyeron de formas opuestas en el enfoque de la música de la banda de cara al siguiente disco. Los lectores habituales del blog conocen sobradamente ambos nombres: Aviv Geffen y Mikael Akerfeld.

¿Qué importancia tuvieron ambos sobre el sonido de los nuevos Porcupine Tree? Tiene que ver con la relación que Wilson estableció con cada uno de ellos. Con Aviv Geffen sintonizó de tal manera que decidieron colaborar en el futuro. Como la música del israelí era un pop rock elegante y sin estridencias, Wilson orientó esa parte de su repertorio a su proyecto con Aviv que llevaría el nombre de Blackfield. De este modo, con esa salida para el lado más “popero” de Wilson, Porcupine Tree se podía liberar de ese enfoque que había tenido un peso importantísimo en sus dos trabajos más recientes, el ya comentado aquí “Stupid Dream” y el mencionado más arriba “Lightbulb Sun”. ¿Qué tipo de estilo iba a reemplazar a esta faceta pop de Porcupine Tree en los tiempos venideros? Ahí entra en acción Akerfeld, líder de Opeth, banda que empezaba a hacerse un hueco importante entre los seguidores del rock más duro con ciertos toques de rock progresivo. Wilson iba a trabajar con los suecos en la producción de su siguiente trabajo y eso marcó la nueva orientación de Porcupine Tree hacia un metal progresivo que sería la seña de identidad de la próxima etapa de la banda.

Al margen del cambio estilístico, o de forma paralela al mismo, hubo otras dos novedades muy importantes: la banda dejó su anterior sello discográfico para recalar en Lava Records, algo más humilde que el anterior pero que a Wilson le pareció un entorno ideal para desarrollar sus nuevas ideas. El segundo cambio vino de la mano de la renuncia de Chris Maitland, batería de la banda desde que esta existió como tal y participante en varios proyectos de Wilson como No-Man o I.E.M. La baja de Maitland era un golpe importante, tanto que ni siquiera se plantearon sustituirle y la idea era continuar con bases rítmicas programadas. Lo cierto es que justo antes de empezar a grabar, surgió la posibilidad de contar con Gavin Harrison, batería sensacional y tremendamente versátil que tan pronto grababa con Eros Ramazzoti como lo hacía con Iggy Pop, Lisa Stanfield o Franco Battiato (a título de curiosidad, uno de sus últimos trabajos antes de entrar a formar parte de Porcupine Tree fue en el disco “Nunca el tiempo es perdido” de Manolo García).

Casi todos los temas del disco iban a ser obra de Steven Wilson quien se iba a centrar esta vez en una serie de retratos de personajes siniestros, perturbadores, como los que suelen aparecer en todos sus discos pero con especial atención ahora en los “serial killers” y en los clásicos “abusones” juveniles.

Gavin Harrison, la gran incorporación de Porcupine Tree para el disco.

“Blackest Eyes” – Un comienzo suave no hace presagiar en modo alguno la súbita explosión rockera que escuchamos a continuación en forma de agresivo riff. Sin embargo, no estamos ante una canción “heavy” como podríamos pensar ya que enseguida experimenta un nuevo giro hacia un pop robusto pero civilizado. El texto nos presenta a una madre cantando nanas a su hijo sin sospechar que en un futuro se iba a convertir en una bestia. Como jugando con esa potencialidad, la música gana en energía y dureza conforme avanza la canción con varios regresos al riff del comienzo. Un gran comienzo para un disco prometedor.



“Trains” – Empieza la canción con un formato de balada acústica muy logrado con unos preciosos fondos de mellotron. Los juegos vocales de la parte central de la canción son fantásticos y preceden a un interludio en el que se combinan guitarras acústicas, palmas y un ambiente casi infantil que recuerda a la época en la que el protagonista disfrutaba visitando las vías del tren. Un gran tema que supuso un éxito considerable para la banda y que, aún hoy, forma parte del repertorio de Wilson en solitario siendo la única composición de Porcupine Tree como banda que sigue interpretando.

“Lips of Ashes” – Llegamos a un interludio casi instrumental (apenas hay dos estrofas de texto) lleno de sonidos acústicos, psicodélicos, que recuerdan a épocas pasadas de la banda. Un sonido muy “floydiano” en general que nos parece una transición magnífica para continuar con el disco y en el que queremos apreciar una cierta influencia de Opeth (especialmente en algunos arreglos vocales), con quienes Wilson empezaba a trabajar en aquellas fechas.

“The Sound of Muzak” – Dura crítica de Steven a la situación de la industria musical que produce canciones clónicas, sin alma, para un público al que todo le da igual. “the music of the future will not entertain, it’s only meant to repress and neutralise your brain”. La canción es magnífica de principio a fin pero si hay algo que destaca sobremanera en la misma es la excepcional interpretación de Gavin Harrison a la batería. Si el lector tiene interés, podrá encontrar videos en youtube en los que el músico ofrece clases magistrales utilizando, precisamente, esta canción como base para las mismas.

“Gravity Eyelids” – Un ambiente perturbador de sintetizadores abre la pieza y pronto se suman a él una serie de bases rítmicas programadas. De inicio, la canción parecería encajar mejor en un proyecto más orientado al trip-hop como era el disco “Wild Opera” de No-Man. La forma casi desgarrada de cantar de Wilson refuerza esta opinión. La entrada del mellotrón y el piano justo antes de la entrada del estribillo es inquietante y cuando aparecen el bajo de Colin Edwin combinado con la batería de Harrison nos damos cuenta de que estamos ante otra canción magnífica que en sus últimos momentos se transforma radicalmente con una “coda” en clave de metal progresivo realmente magnífica.

“Wedding Nails” – De nuevo un riff lleno de energía nos prepara para unos minutos de rock instrumental con toques de jazz y algunas secciones de “ambient” electrónico que no deja de ser un anticipo de lo que Wilson nos iba a brindar en años recientes, ya como artista en solitario. La autoría de la canción es compartida entre Steven y el teclista Richard Barbieri.

“Prodigal” – Llegamos a una canción de desesperanza con un esquema clásico que, en sus primeros compases tiene muchos puntos en común con lo que hacían en años anteriores badas como Radiohead. Es un tema oscuro en que algunos punteos de guitarra y notas sueltas de piano parecen aportar cierta luz de tanto en tanto. Mientras, las letras retratan a un personaje en plena caída, que ha probado de todo para hallar un aliciente sin éxito “I tried the capsule and I tried the smoke, I tried to aid escape like normal folk but I never seemed to get the joke”.

“3” – Una personalísima línea de bajo arropada por los sintetizadores va preparando la llegada de la batería en un magnífico tema instrumental que recuerda los momentos más psicodélicos de discos anteriores como “Up the Downstair” o “The Sky Moves Sideways”. Aparece entonces una sección de cuerda fantástica para marcar el cambio hacia la segunda parte de la pieza en la que escuchamos los únicos dos versos cantados de todo el tema, envueltos en las clásicas guitarras acústicas marca de la casa y la nostalgia personificada en el mellotrón.

“The Creator Has a Mastertape” – El bajo vuelve a ser quien marca la pauta de una composición veloz, con clara influencia del krautrock, distorsiones en las guitarras y también en la voz de Wilson. Por temática, esta canción es un claro antecedente de “Index” del segundo disco en solitario del artista ya que nos encontramos ante un tipo similar de coleccionista, tanto de objetos como de personas. El título del tema se nos antoja un homenaje al tema de Pharoah Sanders que ocupaba la práctica totalidad de su LP “Karma” y que tenía por título “The Creator has a Masterplan”.

“Heartattack in a Layby” – Tras la agotadora demostración del tema anterior, entramos ahora en una melancólica balada que, como ocurre a menudo con las letras de Wilson, parece una simple canción de desamor más hasta que el texto va revelándonos lo siniestro de la historia que nos narra el protagonista mientras fantasea con el deseo de su pareja de volver con él, algo muy lejano de la realidad y que nos hace ponernos en lo peor.

“Strip the Soul” – Por tercera vez en el disco es el bajo el que abre las hostilidades de un tema aún más inquietante que el anterior en el que el protagonista nos habla de su mujer e hijos, probablemente ya asesinados como dan a entender algunas de las líneas del texto “they are not gone they are not gone they are only sleeping”. Un nuevo psicópata para la ya extensa colección de Wilson. La canción, con todo, es una de las más interesantes del disco y la única que firma Colin Edwin al 50% con el vocalista.

“Collapse the Light Into Earth” – Un piano ligeramente distorsionado es el único acompañamiento de la voz de Wilson en los primeros instantes de una emocionante balada a la que se van añadiendo elementos, como un fondo electrónico que crece poco a poco acompañado de las cuerdas hasta conformar un final épico que la convierte en una de nuestras canciones favoritas de la banda. Una “delicatessen” que pone punto y final a un disco memorable.



Aún hoy muchos fans consideran a “In Absentia” como el gran disco de Porcupine Tree y, si atendemos al hecho de que reúne un poco de todos los estilos que ha ido recorriendo la banda en estos más de veinte años, tenemos que darles la razón. En “In Absentia” encontramos rock progresivo, psicodelia, toques de metal, momentos pop, electrónica, trip hop o ambient sabiamente repartidos y equilibrados a lo largo de la hora larga que dura el disco. Hay también algo de Blackfield, de I.E.M. o de No-Man en el disco que, en ese sentido, puede considerarse como una magnífica puerta de entrada, no sólo en el universo de Porcupine Tree sino en el más amplio de su líder Steven Wilson. Por ello, no tenemos otro remedio que recomendarlo encarecidamente. No os dejará indiferentes. La alineación de la banda en el disco es: Steven Wilson (voz, guitarras, piano, banjo), Richard Barbieri (sintetizadores, mellotron, órgano Hammond), Colin Edwin (bajo) y Gavin Harrison (batería, percusiones). Como invitados especiales aparecen Aviv Geffen, que hace coros en dos canciones, y John Wesley, coros en tres canciones y guitarra en la primera del disco.

Para adquirirlo, os dejamos un par de posibles enlaces como es costumbre aquí:

amazon.es

fnac.es

Nos despedimos con un video de Gavin Harrison demostrando sus habilidades en "The Sound of Muzak"

sábado, 16 de febrero de 2013

Porcupine Tree - Octane Twisted (2012)



Aprovechamos la entrada anterior para reseñar hoy lo último aparecido en el mercado bajo el nombre de Porcupine Tree. Una de las principales cualidades de Steven Wilson es la inteligencia y es esta característica del músico la que mejor explica la aparición de este disco. Desde que apareció el último trabajo de estudio de la banda, hace ya casi cuatro años, Wilson se ha centrado en otros aspectos de su carrera, publicando discos en solitario, con Blackfield, con Mikael Akerfeld (como Storm Corrosion) o en bajo su “alter ego” Bass Communion. Sin embargo, nuestro músico es plenamente consciente de que, por el momento, el mayor activo comercial que tiene, el que mayor tirón conserva de cara al público, es Porcupine Tree. Por ello, se encarga de ir dejando lanzamientos cada poco tiempo que mantengan el nombre del grupo en el candelero.

Así, tras “The Incident”, hemos podido disfrutar de un par de grabaciones en directo de la banda como “Anesthetize” en DVD y doble CD de audio o “Atlanta”, sólo en formato de descarga y con fines benéficos. Ambas grabaciones correspondían a la gira de presentación del recientemente comentado “Fear of a Blank Planet” y esa es la diferencia principal con “Octane Twisted”, disco doble en directo que recoge material procedente de la última gira de la banda hasta ahora, centrada en “The Incident”, el disco de 2009.

Recordaremos que “The Incident” fue un disco conceptual consistente en una larga suite de 50 minutos dividida en catorce secciones con el fin de hacer más sencillo el acceso a determinadas partes del disco. Acompañando al largo tema, teníamos un segundo disco con cuatro canciones más a modo de complemento pero al margen del concepto general del álbum. “Octane Twisted” recoge la versión en directo de “The Incident” al completo como fue interpretada en el concierto celebrado en “The Riviera”, Chicago el 30 de abril de 2010, además de otros cuatro temas más interpretados en el mismo concierto. Como regalo final, se incluyen tres canciones más grabadas en el Royal Albert Hall londinense el 14 de octubre del mismo año.




La capacidad en directo de los miembros de Porcupine Tree es extraordinaria y nos cuesta mucho encontrar ejemplos de conciertos que suenen de un modo tan similar a una cuidada grabación en estudio. Desde los primeros compases del “The Bild House” (segundo corte del disco, el primero, “Occam’s Razor” es apenas una introducción), disfrutamos de la impecable ejecutoria de Gavin Harrison a la batería y de la gran energía que despide la banda. Tras esta primera descarga, entramos en los pasajes más acústicos y progresivos del disco con la breve “Great Expectations” antes de escuchar el piano que abre “Kneel and Disconnect”, una de las piezas más tranquilas en la podemos disfrutar de las preciosas armonías de la voz de Wilson y la de John Wesley. “Drawing the Line” es un claro ejemplo del inconfundible sonido de la banda, con una introducción más bien suave de teclados y batería que va evolucionando en un potente tema rockero en el que Wilson evidencia algún problema vocal que no ha querido disimular con retoques en estudio pero que no ensombrece la actuación en modo alguno. En sus primeros discos, Porcupine Tree destacaron por combinar electrónica y rock con maestría y en el tema que daba título al disco, “The Incident”, lo demuestran una vez más acercándose al trip-hop de Massive Attack por momentos. “Your Unpleasant Family” es otro breve tiempo medio de transición que enlaza con “The Yellow Windows of the Evening Train”, sorprendente instrumental a base de teclados y “samples” vocales que nos deja a las puertas del tema central del disco: “Time Flies”, una extensa y floydiana canción que es toda una declaración de intenciones desde el primer verso “I was born in 67, the year of “Sgt.Pepper” and “Are You Experienced?”. De todos los acontecimientos de aquel año, para Wilson los más notables fueron los discos de los Beatles y Hendrix. Al margen de eso, estamos ante un fantástico corte progresivo con un sensacional tramo instrumental en el que la guitarra de Steven tiene un protagonismo absoluto con un ácido sólo realmente memorable. “Degree Zero of Liberty” recupera las notas de la introducción del disco una vez más y sirve de puente hacia “Octane Twisted”, otra clásica canción de los Porcupine Tree más recientes, sumergidos de lleno en el prog metal en la que Harrison da otra verdadera lección a las baquetas. “The Seance” funciona como una especie de coda de la canción anterior en modo acústico y contrasta con el sonido mucho más duro de “Circle of Manias, penúltima canción del disco y de esta parte del concierto. Cerrando “The Incident” encontramos “I Drive the Hearse” que se ha convertido en poco tiempo en otra de las canciones insignia de la banda siendo, curiosamente, el tema más pop de todo el disco.



El segundo disco recoge, como ya señalamos, cuatro (o cinco) canciones más procedentes del mismo concierto de Chicago y tres de la actuación londinense. Comienza con “Hatesong” del disco “Lightbulb Sun” un agresivo tema con una base rítmica de gran presencia y destellos de rock duro que en la versión del concierto se acerca a terrenos psicodélicos en muchos momentos. Continúa con un set formado por la magnífica balada “Russia on Ice” (procedente del mismo disco que la anterior) y un corte titulado “The Pills I’m Taking” extraído de la parte central del largo “Anesthetize” del disco recientemente comentado aquí “Fear of a Blank Planet” con un maravilloso (una vez más) Gavin Harrison en un segmento que mezcla jazz y hard rock sin complejos. También hay cabida en el concierto para los temas más clásicos de la banda como “Stars Die” de la época de “The Sky Moves Sideways” que aparece en una preciosa versión con un espíritu más acústico que la original. La sorpresa del concierto la pone “Bonnie the Cat”, tema ¿rapeado? que aparecía en el segundo disco de “The Incident” y que cierra la parte dedicada al concierto de Chicago. De la actuación del Royal Albert Hall sólo tenemos tres temas pero de una duración que supera ampliamente la media hora tomándolos en conjunto. Comienza con una larga versión de “Even Less”, originalmente incluída en “Stupid Dream” y que suena mejor incluso que en el original con la banda demostrando que sus capacidades les convierten en una de las mejores formaciones en directo hoy en día. Acercándonos al final del disco encontramos “Dislocated Day”, procedente de “The Sky Moves Sideways” en otra brillante versión con un gran sólo de guitarra de Wilson antes de llegar al punto final que pone “Arriving Somewhere But not Here”, tema estrella de “Deadwing” y uno de los favoritos de los seguidores del grupo. Afirmar a estas alturas que se trata de la mejor versión de todo el doble disco podría parecer una exageración pero es lo que creemos firmemente.



Porcupine Tree tienen ya una discografía muy consolidada y, además, con una rara cualidad y es que podrían escoger casi cualquier combinación de canciones de la misma para configurar el programa de un concierto y funcionaría a la perfección. Esa es una de las virtudes de este lanzamiento: nos da la oportunidad de disfrutar de “The Incident” al completo en directo en el primer disco y también de una selección de canciones magnífica en el segundo con un repertorio bastante diferente del de otros lanzamientos de las mismas características del grupo.

Dentro de los trabajos que sirven para que Porcupine Tree siga estando de actualidad, encontramos también reediciones del viejo catálogo de la banda que incluyen mucho material difícil de encontrar. En este grupo se encontrarían los próximos lanzamientos que ha anunciado Wilson en entrevistas recientes: la reedición del disco “In Absentia” con material inédito y descartes y la más interesante del disco “Yellow Hedgerow Dreamscapes”, lleno de material raro de la primera época de la banda cuando aún no era tal sino sólo un pseudónimo del propio Wilson.

A pocas fechas para la aparición del nuevo disco en solitario de Steven Wilson, “The Raven that Refused to Sing”, no es mala idea darle un repaso al sonido en directo de la banda con la que alcanzó mayor fama. “Octane Twisted” se vende en formato de doble CD y en edición especial en la propia web del grupo incluyendo un DVD extra (al margen de las cada vez más habituales ediciones en vinilo). Podeis adquirirlo aquí:

fnac.es (2xCD)

burningshed.com (2xCD + DVD)

Os dejamos con el trailer del lanzamiento del disco:

domingo, 10 de febrero de 2013

Porcupine Tree - Fear of a Blank Planet (2007)



En los primeros meses de 2006, mientras se encontraba en Israel terminando la grabación del que sería el segundo disco de Blackfield, la mente de Steven Wilson pensaba y creaba la mayoría de las canciones del que sería el siguiente disco de Porcupine Tree. Seguimos sin encontrar una explicación de cómo este hombre es capaz de mantener un nivel tan alto en términos cuantitativos y también, sobre todo, en términos cualitativos en su producción discográfica, máxime si tenemos en cuenta que “Blackfield II” y “Fear of a Blank Planet” son, probablemente, los mejores discos que grabaron las respectivas bandas.

Con la perspectiva de los años que han pasado desde su lanzamiento, creemos que este disco supuso el punto culminante de la evolución estilística de la banda; el momento en que alcanzaron su plenitud. Su siguiente trabajo de estudio, sin ser necesariamente peor, no llega más allá que “Fear of a Blank Planet” y puede parecer un ejercicio continuista. Wilson ha mostrado siempre un gran interés por el periodo de la infancia y la adolescencia y en muchas de sus letras afronta los problemas habituales en esa edad. Lo que no había hecho hasta este momento es escribir todo un disco conceptual centrado en ese tema. De alguna forma, y atendiendo a su temática y también al propio esquema del disco, concebido como una larga suite de más de 50 minutos dividida en varias canciones pero con una clara unidad estilística, existe una cierta conexión entre este disco y el recientemente tratado aquí “The Wall” de Pink Floyd.

La forma de presentarnos la historia es tremendamente original puesto que parte de la novela “Lunar Park” del autor de “American Psycho”, Brett Easton Ellis. En ella, el protagonista, llamado igual que el escritor, está casado con una actriz famosa y tiene un hijo con ella y una hijastra cinco años menor que éste, procedente de una relación extramatrimonial de la esposa pero aceptada por Brett. En la novela, que mezcla elementos de paranoia post 11-S, con terror clásico con historia de fantasmas incluida, el personaje de de Brett tiene una fuerte dependencia de todo tipo de drogas legales y no legales y la desatención que tiene con su hijo se refleja en la aparición de todo tipo de desórdenes en el joven: déficit de atención, aislamiento psicosocial, ensimismamiento y alejamiento de la realidad con la que sólo interacciona a través de pantallas (televisión, videoconsolas, internet) etc. que sólo son tratados con medicación y más medicación (fundamentalmente nitrazepam para combatir el insomnio) convirtiendo al joven Robby en una especie de zombie (situación que, nos recuerda inevitablemente al Pink de “Confortably Numb”). Lo que hace distinta la versión de Wilson de la de Brett Easton Ellis es que el lider de Porcupine Tree adopta el punto de vista del pequeño Robby por lo que la historia la narra el adolescente y no el padre.

Los créditos del disco los componen los miembros de la banda, es decir, Steven Wilson (voz, guitarra, piano, teclados), Richard Barbieri (teclados), Colin Edwin (bajo) y Gavin Harrison (batería). Como músicos invitados participan el guitarrista de Rush, Alex Lifeson, Robert Fripp con sus “soundscapes” y John Wesley (coros).



“Fear of a Blank Planet” – El título del primer corte del disco es una referencia al “Fear of a Black Planet” del grupo de hip-hop Public Enemy aunque no hay más relación entre los dos trabajos. La canción comienza con una rápida melodía de guitarra acústica que no tarda en transformarse en un abrumador cañonazo de metal progresivo. Robby hace un recorrido por su devenir diario... la luz del sol que le despierta, la cama sin hacer, música sonando en algún sitio de la habitación, la televisión siempre encendida... sale de casa al centro comercial donde todo es igual que siempre así que regresa a jugar con la videoconsola como apunta la estrofa que resume su situación: “cuando pongo mis dedos en los mandos, la X-box es mi dios. Mi madre es una zorra y mi padre hace tiempo que desistió de tratar de hablarme”. Continúa el recorrido a través de la medicación que toma (mogadon, un tipo de nitrazepam al que aludíamos antes), y la confusión que le produce “no encontrarás a una persona dentro de mí”, el aburrimiento que le lleva a ver porno en internet, las relaciones insustanciales con sus amigos o la absoluta falta de sentido del sexo “el sexo es divertido pero solo es otra de las maneras de pasar el rato en un día cualquiera” canta Robby a través de Wilson. Toda esta situación tiene lugar en medio de una canción poderosa, con los músicos en un estado de inspiración total. Estamos ante un tema de rock duro con elementos progresivos que supone una espectacular introducción para el disco. En la mayor parte de la canción la voz de Wilson suena con cierta distorsión, como si le oyésemos a través de un viejo transistor reforzando la idea de irrealidad y letargo en la que vive el protagonista. No será la última vez que Wilson haga uso de este recurso en el disco.


Video que se proyectaba en los conciertos de la gira acompañando
al tema de apertura del disco. El director es Lasse Hoile


“My Ashes” – El disco da ahora un giro hacia sonidos más suaves. Unas notas de teclado acompañadas por guitarra y piano son el envoltorio con el que Wilson y Barbieri, autores del tema, revisten una canción triste en la que Robby hace una especie de recorrido sobre su vida lamentándose por todo lo que no hizo. La referencia a sus propias cenizas puede interpretarse como una narración que hace después de muerto o como una visión de la vida que pudo ser desde vista desde su vida real. Conforme avanza el tema, van apareciendo el resto de músicos destacando el precioso sonido de cuerdas (¿mellotron?) que acompaña al estribillo. A partir de entonces aparece ya la batería de Gavin Harrison con su inconfundible estilo haciendo las veces de conductor durante el resto de la canción. Las cuerdas ganan en intensidad resaltando la segunda parte del estribillo y llevándonos hasta el final de la canción.

“Anesthetize” – Entramos en el tema más extenso de todo el disco: una impresionante suite de casi 18 minutos separada en 3 fragmentos distintos. El primero comienza con un marcado ritmo de guitarra subrayado por la batería de Harrison. El esquema de este segmento y la forma de tocar la guitarra nos recuerda mucho a la música del líder de The Durruti Column, Vini Reilly. La primera frase de la canción “A Good Impression of Myself” es prácticamente la misma con la que se abre la novela de Brett Easton Ellis (“You do an awfully good impresion of yourself”) y esto es una constante en todo el disco en el que existen más citas casi literales de otros pasajes de la novela. El título del tema no hace sino reflejar la situación del protagonista durante la primera parte de la canción: abotargado, entumecido por la medicación “simplemente no estoy aquí... cállate, sé feliz y deja de quejarte, por favor”. Tras esta sección entramos en un largo interludio instrumental en el que escuchamos la mejor versión posible de Porcupine Tree con un elegantísimo rock lleno de guiños al progresivo clásico pero también a sonidos más duros. Un potente riff de guitarra marca el cambio hacia el hard rock que se consuma con la entrada de un robusto bajo y una batería a piñón fijo. La historia es prácticamente la misma de la canción que abría el disco, con el protagonista colocado por la medicación, vagando por el centro comercial y llegando a concebir ideas suicidas “perdidos en el supermercado, vagando como zombies, ¿qué sentido tiene? ¿qué puede comprar el dinero? Mis manos sostienen una pistola y Dios me está tentando, ¿qué me dices? Creo que me estoy muriendo”. Tras unos momentos de gran intensidad, llegamos a una transición electrónica muy ambiental sólo interrumpida por unas notas de guitarra que nos trasladan hasta la parte final del tema con teclados psicodélicos y unos preciosos juegos vocales entre Wilson y John Wesley. La letra, mucho más enigmática que en el resto del disco, nos muestra al protagonista en la playa en compañía de alguien de quien no sabemos nada y que, posiblemente, sea un fantasma “te podía ver pero no oir, sujetabas tu sombrero en la brisa mientras te alejabas, mientras eras robado de mi lado”. En los instantes finales de una suite tan memorable como esta, escuchamos un nuevo solo de mellotron que nos remite a tiempos pasados y a grupos clásicos del género.

“Sentimental” – Llegamos a la que es una de nuestras canciones preferidas que comienza con un piano que ejecuta una melodía de corte minimalista hasta que aparece la batería de Gavin Harrison en una de sus mejores interpretaciones de todo el disco, con una ligera distorsión con la que parece sonar a través de una vieja emisora de AM, contrastando con la producción exquisita del resto de instrumentos. Las guitarras de nuevo, nos recuerdan a las del citado Vini Reilly pero también tienen un cierto toque deudor de Robert Fripp, quien no interviene en el disco hastá más adelante. En la canción, el protagonista se lamenta cuando ve que está creciendo y que se la acaban las excusas de la adolescencia “no quiero ser mayor, no es divertido que te digan que no puedes seguir echandole la culpa de todo a tus padres”.

“Way Out of Here” – La canción más oscura y desgarradora del disco tiene toda una historia detrás. Nos habla de alguien que está junto a las vías del tren, soñando con escapar de su vida actual cuando una canción concreta que suena en su iPod, le hace darse cuenta de que es tarde y debe volver a casa donde se encontrará con las preguntas que tanto odia “¿qué tal estás?”, “¿como te ha ido en clase?”, “¿Quieres hablar de ello?” Más tarde nos habla de cómo esa persona quiere olvidar a alguien para terminar recordando su relación como si de un mal sueño se tratase. Arielle Daniel era una joven de 17 años, fiel seguidora de Porcupine Tree hasta el punto de fundar el grupo de seguidores de la banda en MySpace. Uno de sus hobbies era la fotografía y sus temas favoritos eran los paisajes y más concretamente los trenes en movimiento. En noviembre de 2005, mientras se encontraba en compañía de otra amiga fotografiando las vías del tren, fueron arrolladas por un mercancías falleciendo ambas en el acto. La canción y su impresionante videoclip fueron dedicadas a la joven. El tema es una maravilla de principio a fin, desde el comienzo ambiental a base de sonidos electrónicos con la voz de Wilson, trémula, debil, emocionada como pocas veces, acompañada de unos leves acordes de guitarra. Con la entrada de la batería y llegando al estribillo, el tema se transforma en un grito de rabia. Aunque se alternan los momentos ambientales con los más duros, el estilo es predominantemente hard rock siendo una de las canciones más intensas de todo el disco. La canción cuenta con la única participación de Robert Fripp y sus “soundscapes” en el disco, aunque tocó en algún tema más, finalmente descartado y publicado en un lanzamiento posterior de la banda.




“Sleep Together” – El final de la historia de Robby nos muestra al chico en la encrucijada en la que debe decidir qué quiere hacer con su vida “este es el momento, esta es tu vía de escape, hazlo ahora o húndete, hazlo o húndete y permanece hibernado”. A pesar de los latigazos heavy de las guitarras, se trata de la composición más electrónica de todo el trabajo y se mueve siempre por territorios oscuros e inquietantes, recordándonos en muchos momentos a los primeros discos de la banda en los que el peso de la electrónica era mayor. El cierre del tema lo pone un psicodélico final orquestal que sirve también para poner fin a un disco fascinante.

Porcupine Tree son una banda que ha pasado por tantas etapas distintas y bajo cuyo nombre han aparecido discos tan diferentes que es muy difícil afirmar que uno u otro trabajo sean el mejor del grupo. Sin entrar en ese tipo de comparaciones, lo cierto es que “Fear of a Blank Planet” es uno de los mejor valorados en el momento de su lanzamiento y hoy en día, seis años después, sigue manteniéndose en un puesto de privilegio entre las preferencias de los seguidores de la banda. Nosotros creemos que no sólo es uno de los mejores del grupo sino de todos los aparecidos en las últimas décadas dentro del rock progresivo o metal progresivo y os recomendamos a todos su escucha. Los interesados en adquirirlo tenéis un par de enlaces para hacerlo a continuación:



Os dejamos con la versión en directo de "Anesthetize":


martes, 5 de junio de 2012

Storm Corrosion - Storm Corrosion (2012)



Los primeros pasos de Opeth como banda fueron tortuosos. En sus primeros días, el vocalista del grupo se presentó ante el resto junto con Mikael Akerfeld, bajista y también cantante en los ensayos presentandole como nuevo integrante de la formación, La discusión que se produjo a continuación fue de tal calibre que David Isberg (el lider hasta aquel momento) y Akerfeld de quedaron como únicos integrantes ante la desbandada general de los demás miembros.

Tras múltiples entradas, salidas y reentradas de distintos músicos, Opeth comenzó a tomar forma. A priori, no parecían destinados a ser más que una de tantas bandas de death metal que poblaban el panorama del norte de Europa en aquellos años pero tenían algo diferente que llamaba la atención. Al margen de los clásicos recursos del género, no tenían problemas en incorporar guitarras acústicas, piano o en dejar de lado en ocasiones los horrendos cantos guturales que eran una especie de marca de la casa en los grupos de esa corriente. Con guiños nada habituales a la música folclórica o al rock progresivo, el particular sonido de la banda fue ganando adeptos y empezó a traspasar las fornteras de su Suecia natal llamando la atención de otros músicos, entre ellos (cómo no, direis algunos) de Steven Wilson, líder de Porcupine Tree y habitual en el blog. De la mano de nuestro viejo conocido, Opeth lanzó su “Blackwater Park”, disco que les hizo populares en Europa y que propició las primeras actuaciones multitudinarias en el continente pero lo más importante para nosotros es que inició una interesante colaboración entre la banda y Wilson que terminaría desembocando en el disco del que hablamos hoy.

Haremos ahora un salto de casi diez años hasta 2010. Wilson prepara su “Grace for Drowning”, ya comentado aquí hace un tiempo y ultima las mezclas del próximo disco de Opeth, con participación destacada de nuestro músico en el sonido final. Comienzan entonces a oirse los primeros rumores sobre una colaboración discográfica entre Mikael Akerfeld y Steven Wilson que estarían comenzando a reunir una especie de superbanda de metal progresivo. El abandono en las mismas fechas de Dream Theater por parte de su batería Mike Portnoy, abonó las especulaciones y la imaginación de los fans comenzó a sumar uno mas uno mas uno llegando a la conclusión de que el resultado, tres, era tan matemáticamente exacto como indiscutible. Las habladurías llegaron a tal punto que Akerfeld tuvo que hacer unas declaraciones en una entrevista en septiembre de 2010 indicando que no había ningún fundamento para hablar de Portnoy como participante en “Storm Corrosion” que era el nombre bajo el que estaban organizando sus nuevas ideas el propio Wilson y Akerfeld: “Siendo honestos, no hay mucho espacio para baterías en el trabajo que estamos haciendo. He hablado con Mike (Portnoy) para aclararselo y le pareció bien. El también está muy ocupado y estoy seguro de que haremos algo juntos en el futuro”. Preguntado Wilson recientemente sobre el particular, su respuesta es meridianamente clara: “La cuestión es que yo llevo preparando este proyecto con Mikael durante años, años y años. Mike Portnoy escuchó algo al respecto y dijo: hey, yo quiero participar. Magnífico, pensamos, es un gran batería y todo eso pero cuando nos juntamos y empezamos a trabajar en el disco nos dimos cuenta de que no necesitabamos a Portnoy. Ibamos a tener muchas cuerdas, maderas y voces pero las partes de batería eran realmente escasas. Si hubieramos hecho un disco de metal progresivo Mike habría sido el indicado pero lo que queríamos hacer no tenía nada que ver con eso.”


El dúo en una imagen promocional.
Conforme pasaba el tiempo, las expectativas de los aficionados eran sólo comparables a la incertidumbre sobre el estilo del disco, habida cuenta de los antecedentes de ambos músicos y de declaraciones como la de Wilson en twitter: “no espereis nada de metal en esta ocasión”.

Lo cierto es que, aunque las fechas de lanzamiento de “Grace for Drowning” de Wilson, “Heritage” de Opeth y “Storm Corrosion” fueron convenientemente espaciadas, la grabación de los mismos se produjo de forma casi simultanea y es que el tercero de ellos, el llamado “Storm Corrosion” se cocinó a fuego lento durante más de un año, entre marzo de 2010 y septiembre de 2011. Entretanto, en enero y febrero de 2011 se grababa “Heritage” y entre enero de 2010 y junio de 2011, “Grace for Drowning”. Por ello, Wilson se ha referido recientemente a los tres discos como una especie de trilogía de la que “Storm Corrosion” sería el cierre por el momento. Intervienen en el disco: Steven Wilson (teclados, voces), Mikael Akerfeld (guitarras, voces), Gavin Harrison (batería, percusión), Ben Castle (vientos) y la London Session Orchestra dirigida por Dave Stewart.

“Drag Ropes” – Comienza el trabajo con una sección de cuerda muy oscura e inquietante a cargo de la London Session Orchestra bajo la dirección de Dave Stewart, lo que conecta directamente el disco con “Grace for Drowning” en el que también participan los mismos músicos. No ayudan a tranquilizarnos las primeras palabras cantadas por Akerfeld: “amigo mío, llegó la hora de pagar por tus pecados: tu sufrimiento empieza aquí”. Unas tenues notas de piano repartidas aquí y allá ayudan a la transición hacia otra sección, con predominio de guitarras acústicas y algunos sonidos electrónicos como preludio a unas interesantes armonías vocales que van in crescendo hasta convertirse en la parte principal de la pieza en su segmento central tras el que nos abandonan para dejar paso a las guitarras de Akerfeld. Hay un extraño aire folk en toda la composición que parece querer abrirse paso entre la oscuridad general. El segmento final parece dar una cierta esperanza con unas cuerdas más luminosas que las del principio aunque la repetición del texto inicial nos saca de nuestra ilusión antes de poner fin a la pieza.

“Storm Corrosion” – Una lejana melodía de flauta nos transporta poco a poco hacia un bello pasaje de guitarras acústicas en un comienzo decididamente folk. Es entonces cuando Akerfeld comienza a cantar en el más delicado de sus registros mientras cambia su guitarra acústica por la eléctrica para esbozar unos punteos que, en este contexto, nos recuerdan de forma inevitable al sonido del mejor Mike Oldfield. Composiciones como esta supondrán una sorpresa absoluta para los seguidores de las respectivas carreras de Wilson y Akerfeld pero son un soplo de aire fresco de una calidad indiscutible. Poco a poco se marchita la tonada inicial y entramos en una parte final mucho más inquietante, con cuerdas afiladas, sonando como sirenas en la lejanía. El mismo efecto de la música de Ligeti que Kubrick hiciera suya en la banda sonora de “2001, Una Odisea en el Espacio” es que nos encontramos en este fragmento que se disuelve como se de una interferencia de otro tiempo se hubiera tratado, antes de cerrar la pieza de nuevo con un formato acústico de guitarra, piano y flautas con un punto bucólico con reminiscencias de los Pink Floyd de “More”, por poner un ejemplo conocido.

“Hag” – Wilson ya demostró en su reciente “Grace for Drowning” que es único a la hora de crear atmósferas depresivas y perturbadoras con muy pocos elementos. Un mellotrón, unas guitarras y unas notas de piano le bastan para construir otro de sus complicados edificios llenos de largos pasillos tras cada curva parece estar esperando algo aterrador. Probablemente estamos ante el tema con más puntos en común con el primer disco de la supuesta trilogía: el citado “Grace for Drowning”. Cerca del final, la cosa gana en dureza entrando en uno de los pocos fragmentos remotamente heavys del disco con la batería de Gavin Harrison aprovechando los pocos segundos que se le conceden en unos pocos compases que podríamos calificar de metal-jazz si algo así pudiese existir.

“Happy” – Como si de una prolongación del corte anterior se tratase, comienza la canción más breve del disco, que no renuncia por ello a las señas de identidad de todo el trabajo. Guitarras acústicas, extraños efectos sonoros y una sensación general de opresión. A mitad de la pieza, sin embargo, entramos en una serie de juegos vocales que dan algo de luz a los instantes finales, en los que volvemos a disfrutar de la guitarra de Akerfeld en su faceta más delicada antes de entrar de lleno en el único instrumental del disco.

“Lock Howl” – Con un leve sonido de sintetizadores vamos adentrandonos en la composición hasta que entramos en una sección rítmica con un bajo continuo, una batería en pleno calentamiento y todos los instrumentos añadiendose poco a poco a la banda incrementando la intensidad del momento. Los arreglos orquestales de Dave Steward encajan como un guante hasta la ruptura central en la que el batir de palmas acompaña a una nueva melodía que parte en dos la pieza. Regresamos entonces al ritmo inicial con la incorporación de un nuevo elemento en forma de vibráfono que repite la melodía principal doblado por guitarras, piano y con el acompañamiento en la parte final del mellotron. Toda la pieza tiene un aire tenso, como de preludio de algo más grande que puede estallar en cualquier instante pero consigue contener toda esa energía hasta su conclusión, dando paso al cierre del disco.

“Ljudet Innan” – Con una introducción vocal en falsete comienza la última canción del trabajo. Los consabidos fondos de mellotron tan Crimsonianos (y también del gusto tanto de Wilson en Porcupine Tree y en solitario como de Akerfeld en los Opeth más recientes) se desarrollan sin prisa alguna durante varios minutos con aportaciones puntuales de las guitarras. La batería se va incorporando casi sin darnos cuenta, como quien se pone a nuestra altura durante un paseo y comienza una conversación. Unos ligeros esbozos de guitarra preceden a Akerfeld cantando sus últimas letras del disco en un final que encajaría perfectamente con esas imágenes clásicas de película antigua en la que dos personas se alejan hacia el horizonte a ritmo pausado, hasta convertirse en un puntito a lo lejos, posiblemente manteniendo la imaginaria conversación intrascendente a la que nos referíamos antes.

Tras el lanzamiento del disco, ambos músicos dejaron claro que no habrá gira ni conciertos de Storm Corrosion e incluso, que no tienen nada planeado más allá de este disco. Akerfeld sigue centrado en Opeth y seguir la pista de todos los proyectos en los que está envuelto es una tarea agotadora. En las últimas semanas han surgido noticias acerca de Blackfield, en los que se daba al grupo como finiquitado. También ha habido declaraciones de Wilson sobre Porcupine Tree en las que afirma que, por el momento, el grupo está en una etapa de inactividad indefinida. Como quiera que tampoco No-Man parece ser un proyecto muy activo, nos quedan sus dos aventuras solitarias: Bass Communion, de la que no hemos hablado aún en el blog y sus trabajos bajo su propio nombre.

La acogida de “Storm Corrosion” ha sido muy desigual. A pesar de las advertencias de ambos músicos, buena parte de los fans esperaban una mezcla de Opeth y Porcupine Tree y, evidentemente, el resultado no tiene nada que ver ni con unos ni con otros. Por ello, un sector de los aficionados han reaccionado con frialdad y lo mismo se puede decir de parte de la crítica. Otro grupo, advertido, esperaba un trabajo de estas características y sus opiniones han sido más favorables. Por nuestra parte, con “Storm Corrosion” nos ocurrió lo mismo que con “Grace for Drowning”. Las primeras escuchas nos dejaron más bien indiferentes pero poco a poco ambos trabajos han ganado muchos enteros a nuestros oídos. No creemos que éste disco de Akerfeld y Wilson llegue a los niveles de excelencia de aquel pero nos parece un trabajo notable. Para abrir boca os dejamos con el sensacional videoclip de presentación del disco tras los habituales enlaces para su compra.

amazon.es

play.com

lunes, 6 de febrero de 2012

Blackfield - Blackfield II (2007)



Cerramos hoy el repaso que hemos hecho desde hace unos meses a la discografía de Blackfield con el disco titulado, simplemente, “Blackfield II” aparecido en 2007. Tras el lanzamiento del primer disco de la banda en 2004, tanto Geffen como Wilson, principales motores del grupo, se centraron en sus proyectos personales hasta que a principios de 2006, Steven encontró tiempo para desplazarse Israel y trabajar con Geffen en lo que sería el segundo lanzamiento de la banda y, a nuestro juicio, el mejor de los que han grabado hasta hoy. Como ya hemos indicado en alguna ocasión anterior hablando del grupo, Blackfield es otro de los muchos proyectos de Steven Wilson al margen de Porcupine Tree aunque sería injusto quedarnos con esa idea ya que el peso de la mayor parte de las composiciones de la formación lo lleva el otro componente principal de la banda, Aviv Geffen. Sin más dilación, entramos en los comentarios de todas las canciones del disco.

“Once” (Wilson) – Abre el disco una enérgica introducción de batería, sóla al principio y acompañada del bajo poco después en lo que arranca como una canción pop sin demasiadas pretensiones en la que se nos cuenta la típica historia de amor fugaz que tantas veces hemos oído antes. Sin embargo, hay un giro algo más duro con un guitarreo muy “noventero” si se nos permite la expresión, antes de llegar al estribillo. Con todo, la canción no termina de tener nada de especial salvo su perfecta factura marca de la casa aunque y no llega a cubrir las expectativas que una canción de Steven Wilson suele despertar. Tiene momentos que no dejan de recordar a bandas como Radiohead.

“1000 People” – Nueva versión con letra en inglés adaptada por Wilson de una canción incluída en el disco de 2006 “With the Time” de Aviv Geffen. En ella nos habla de la soledad y la incomprensión que muchas veces sufre una persona, sólo a causa de su timidez a pesar (o precisamente por eso) de su popularidad. En lo musical, ya sabemos cómo se las gasta el compositor hebreo y esta canción es un ejemplo más. Un precioso tempo medio introducido por una cadencia de piano y con una fuerte presencia de teclados que junto a las cuerdas de la orquesta le dan una gran consistencia a la canción. Sin duda, Geffen es un talento a seguir, aunque suene raro hablar en estos términos de un atrista que lleva más de una decena de discos publicados. El tema cuenta con la participación de varios músicos invitados de la órbita de Geffen: Ofer Meiri (teclados), Harel Ben-Ami (guitarras) e Itamar Leshem (french horn).

“Miss U” – Casi sin solución de continuidad nos encontramos metidos en la siguiente canción en la que afrontamos un tema recurrente en los textos de Geffen (también en los de Wilson, por otra parte) como es el de la separación. En este caso, el protagonista cuenta su desolación al conocer que su antigua pareja tiene otra relación y lo que le cuesta asumir la nueva situación. Musicalmente la canción parece continuación de la anterior por cuanto que se repiten los mismos esquemas casi punto por punto.

“Christenings” – La siguiente canción es obra de Steven Wilson y fue escrita para el disco “Deadwing” de Porcupine Tree en 2005 siendo finalmente descartada del mismo. Aunque Wilson es una estrella, son varias las canciones que ha escrito sobre el tema en las que la visión que da de la fama es poco halagüeña. En “Christenings” nos habla de una de esas estrellas en decadencia a la que se encuentra en no muy buen estado visitando una tienda de discos. La habilidad de Wilson con las letras nos pone en situación con un simple párrafo con el que abre la canción “I met you in a record store, you had slept in the clothes you wore but I knew I’d seen you somewhere before”. La introducción de la canción tiene un aire que nos recuerda poderosamente a clásicos del género progresivo y nos viene a la cabeza “I Talk to the Wind” de King Crimson. A pesar de todo, el aire pop de la canción lo aleja del género y explica que el tema fuera reservado por Wilson para otro proyecto distinto del de Porcupine Tree que en aquella época estaba moviendose en unos registros más cercanos al metal progresivo. Con todo, la canción nos sirve para comprobar cómo su autor se mueve con toda naturalidad en géneros más ligeros. Como leímos en una ocasión, aunque no recordamos quién lo escribió, puede ser más difícil hacer una buena canción pop que una progresiva. En todo caso, éste es un ejemplo del primero de los casos. Al ser un tema procedente de las sesiones de “Deadwing”, aparecen como intérpretes los componentes de Porcupine Tree Richard Barbieri (piano eléctrico y stylophone) y Gavin Harrison (batería).

“This Killer” – Una nueva canción introspectiva de Geffen sobre esa personalidad oculta que todos tenemos y que aparece en determinados momentos en que perdemos el control. El tema tiene un aire mucho más oscuro que los anteriores escritos por Geffen. El piano no aparece hasta bien entrado el tema y su papel es secundario. Su papel como instrumento introductorio habitual en las composiciones de Aviv lo ocupa la guitarra acústica.

“Epidemic” – Nueva versión con letra en inglés adaptada por Wilson de una canción incluída en el disco de 2006 “With the Time” de Geffen. Se repite el tema del amor no correspondido, la ruptura y la imposible reconciliación. Un tema muy manido pero ¡Hey! Esto es pop. Muy bien hecho pero pop al fin y al cabo y todo género tiene unos códigos que hay que respetar aunque te llames Steven Wilson. Daniela Pick aporta segundas voces en el que es uno de los mejores temas del disco, dominado una vez más por una suave cadencia de piano a la que se suman algunos efectos electrónicos, no del todo habituales en Blackfield. Con todo, quizá sea el corte más cercano al rock progresivo de todo el album. Con la promoción adecuada, temas como este habrían podido alcanzar puestos muy altos en las listas de éxitos pero, ¿a quién le importa? Podeis escuchar una versión de la canción interpretada en una entrevista radiofónica cortesía de la propia banda y disponible a través de soundcloud.



“My Gift of Silence” – Continuando en la linea del disco, otro tema hablando de rupturas, de reconciliaciones imposible deseadas sólo por una de las partes, ajena a la realidad y de falsas esperanzas. Steven Wilson se nos muestra en su mejor versión en una canción con aromas de himno en muchos momentos. El piano eléctrico corre por cuenta de Eran Mitelman como artista invitado.

“Someday” – Un punto en común entre Geffen y Wilson es la obsesión de ambos con la infancia y, a tenor, de sus letras, en los dos casos debió de ser una etapa complicada. El protagonista de la canción es el típico “patito feo”, marginado por sus compañeros (“while the children played with joy, you’re the one they would avoid”) hasta que, de un modo u otro, alcanza el éxito y se encuentra a aquellos que le despreciaron tratando de ganarse sus favores un tiempo después (“They’ll buy you drinks and tell you lies, paper umbrella with some ice”). Tras un comienzo con algo de aroma a los Beatles de “Because”, por poner un ejemplo, la canción combina pasajes tranquilos con interludios más rítmicos marcados por una batería casi metronómica enriquecidos en todo momento por las cuerdas que en todo el album interpreta la Downtown Session Orchestra. Otro de nuestros temas favoritos del disco, sin duda.

“Where is My Love?” – Esta canción escrita por Geffen data de unos años antes del lanzamiento del disco y ya había aparecido como demo en la edición limitada del primer disco de Blackfield. No se trata de la canción más destacada del disco y en ciertos momentos tiene un aire a brit-pop que no le hace ningún bien. Un pecadillo venial que nos resulta fácil perdonar cuando escuchamos la canción que cerrará el disco.

“End of the World” – Y para ello, al dúo se reserva una sensacional versión de un tema escrito por Geffen quien ya lo había grabado años atrás junto con el cantautor israelí de orígen turco, Berry Sakharof. A nuestro juicio, la mejor canción del disco y la más impresionante, tanto en lo musical como en sus textos de corte apocalíptico en los que se nos dice que todo es una gran mentira y que no hay esperanza. Todas las palabras que podamos gastar para describir la canción servirían de poco ante la imbatible calidad de la composición. Con un poco de Pink Floyd por aquí y un aire de clásico himno rock por allí, Blackfield culminan un disco imprescindible de la mejor forma posible. Podeis escuchar el tema en su integridad procedente de la cuenta de la banda en soundcloud




Blackfield son: Aviv Geffen (teclados, guitarras, voces), Steven Wilson (guitarras, teclados, voces), Daniel Salomon (piano), Seffy Efrat (bajo) y Tomer Z (batería, percusión.

Os dejamos un enlace a la página del disco en la web oficial del grupo en la que podeis disfrutar de varios fragmentos del mismo o adquirirlo si lo creeis oportuno:

martes, 17 de enero de 2012

Jakszyk, Fripp and Collins - A Scarcity of Miracles (2011)




Existe un fenómeno muy curioso que ha alcanzado cierta importancia en los últimos años. Consiste en grupos de músicos que se reunen para tocar canciones de otra banda, especialmente de los grandes clásicos de los 70, y terminan convirtiéndose en bandas-tributo que hacen conciertos imitando la estética de su banda “madre” y explotando el repertorio de ésta.

Así, por ejemplo,Yes tienen bandas-tributo como Fragile, Genesis tienen a los Musical Box y los Australian Pink Floyd tocan habitualmente homenajeando a la banda de Waters, Gilmour y compañía. Hasta grupos más actuales como U2 tienen a los Achtung Babies como banda de homenaje.

Hay un caso algo más complejo que es el de la 21st Century Squizoid Band. A primera vista, cualquier lector sagaz los relacionará con King Crimson y el tema que abría su primer disco “In The Court of the Crimson King” y, ciertamente, ese avispado lector tendrá razón. Hasta aquí, la banda no tendría nada de particular. Sin embargo, si nos ponemos a repasar la lista de integrantes de la misma nos encontramos con que estaba formada en sus inicios por Mel Collins, Michael Giles, Peter Giles, Ian McDonald y Jakko Jakszyk y que, poco después, el fallecido Ian Wallace sustituiría a Mike Giles. Lo que hace a la 21st Century Squizoid Band distinta a la gran mayoría de bandas tributo, formadas habitualmente por fans del grupo original es que de los seis músicos que han formado parte de ella, cinco se contaron en algún momento entre los “titulares” de la banda original, King Crimson, o participaron en algún disco del grupo. Así, McDonald y Michael Giles fueron miembros de la banda en su disco de debut, Mel Collins y Peter Giles se incorporaron en el segundo disco de la formación de Fripp (si bien, Peter no aparece como miembro sino como músico de estudio). Por último, Ian Wallace entró en King Crimson para la grabación de “Islands”. Nos falta sólo hablar de Jakko Jakszyk, vocalista, multi-instrumentista y productor, Jakko aparece como músico de estudio en discos de lo más variopinto antes de ingresar en la banda. Como anécdota, actualmente está casado con Amanda, hija de Michael Giles, con lo que, a fin de cuentas, también tiene su propio parentesco, siquiera lejano con King Crimson, valga la broma. Otra diferencia entre la 21st Century Squizoid Band y otras bandas de homenaje es que se centran en una parte concreta del repertorio de la banda y no en toda la trayectoria de la misma. Dado que sus miembros formaron parte de King Crimson en los primeros años setenta, era lógico que fuera esta etapa la que escogieran a la hora de recrear temas clásicos del viejo rey escarlata.

Por otra parte, a mediados de los años noventa, Robert Fripp y Bill Bruford, integrantes por aquel entonces de unos King Crimson en estado de hibernación, planearon hacer una serie de conciertos basados principalmente en improvisaciones. La incorporación al proyecto de Trey Gunn y Tony Levin nos dejaba frente a una banda formada por cuatro miembros de King Crimson pero que no era King Crimson. Fripp bautizó, por decirlo de algún modo, la idea con el nombre de ProjeKct One y se abría la puerta a otros “ProjeKcts” que no serían sino distintas permutaciones entre los miembros en activo de la banda, creadas con el objeto de experimentar e investigar en sonidos que pudieran ser incorporados a King Crimson con posterioridad. Así, hubo un ProjeKct Two con Fripp, Gunn y Adrian Belew, un ProjeKct Three con Fripp, Gunn y Mastelotto y un ProjeKct Four con Fripp, Gunn, Mastelotto y Levin. Para complicar algo más la cosa, existió un ProjeKct “X” en el que la formación era la misma que grabó en las mismas fechas el “The ConstruKction of Light” de los King Crimson de aquel momento. Por si esto fuera poco, y pese a la ausencia de un ProjeKct Five, sí que hubo un ProjeKct Six integrado por Fripp y Belew.


¿dónde se ha metido Mel Collins?

Y con todo este extraño batiburrillo, nos encontramos con la aparición el pasado año 2011 de un disco que se presentaba como: “Jakszyk, Fripp & Collins: A Scarcity of Miracles” con el añadido de “A King Crimson ProjeKct”. Y ¿qué era esto exactamente? No es King Crimson puesto que la formación oficial de la banda es muy distinta en este momento. Tampoco sería un ProjeKct al uso puesto que ni Jakszyk ni Collins son integrantes actualmente de la formación. Para terminar de liar la madeja, acompañan al trío dos músicos que sí son miembros de King Crimson en la actualidad como Tony Levin y Gavin Harrison.

La idea del disco surge de una serie de improvisaciones entre Jakszyk, y Fripp que no parecían tener más historia pero Jakko trabajó algo más en el material llegando a darle cierta forma. Cuando Collins escuchó el resultado sugirió que le faltaba, precisamente, su saxofón. A partir de ahí todo vino rodado y con la incorporación de la sección rítmica de King Crimson a la mezcla, aquella experimento inicial de guitarras y “soundscapes” se convirtió en todo un LP. Robert Fripp habla del disco diciendo que tiene todo el espíritu de King Crimson pero que no es suficientemente Crimsoniano, pese a lo cual, no tiene problemas en afirmar que es uno de sus discos favoritos “de todos aquellos en los que su participación ha sido determinante”. Pasamos a hacer un breve comentario tema por tema como es costumbre por aquí.

“A Scarcity of Miracles” – El album se abre con un juego de guitarras y soundscapes combinados que no deja la menor duda acerca de quién anda trasteando detrás de la grabación. Tras esta introducción toma las riendas del tema el saxo de Mel Collins. Los aires tranquilos de la canción nos muestran que esto no va a tener nada que ver con los últimos trabajos de King Crimson y sí, en cambio con otros discos de la banda de principio de los años setenta. El nuevo experimento de Fripp y compañía va a transcurrir por caminos muy tranquilos y elegantes sin demasiado espacio para las florituras a pesar del enorme nivel de los músicos implicados.

“The Price We Pay” – La pieza comienza de modo similar a la anterior pero cambiando las guitarras por el Guzheng interpretado por Jakszyk. Quizá la menor participación de Collins en beneficio de algún solo más destacado de la guitarra de Fripp le dan al tema un sabor mucho más “crimsoniano” que el anterior. A estas alturas del disco, empezamos a tener claro que la voz de Jakszyk encaja perfectamente con la linea del trabajo justificando sobradamente su presencia, pese a no haber formado nunca parte del grupo original.

“Secrets” – Una canción con dos partes bien distintas. Una primera casi ambiental y una segunda algo más compleja con aportaciones realmente relevantes de todos los músicos. Nos apetece destacar la aportación de Gavin Harrison, a quien estabamos acostumbrados a escuchar en registros más enérgicos con Porcupine Tree y que en este corte da una lección de cómo llenar el espacio que corresponde al batería sin destacarse por encima de los demás músicos pero dejando su impronta particular.
“This House” – Un bellísimo juego de voces y efectos electrónicos nos da la bienvenida al cuarto tema del disco que repite el esquema de los anteriores casi punto por punto. Parece que el hecho de que el disco aparezca firmado por Jakszyk, Fripp y Collins indica, precisamente, que son ellos los que se encargan de hacer la presentación de todos los temas y sólo en la segunda mitad de los mismos Tony Levin y Gavin Harrison reciben el permiso para participar.

“The Other Man” – La única canción que se sale un poco de la linea del disco es precisamente la que ahora nos ocupa. Con ese punto de tensión que aporta Tony Levin cuando se pone serio, y la guitarra de Fripp en sus registros más agresivos, “The Other Man” es, quizá, nuestro corte favorito del trabajo por todo lo que tiene de diferente y por ser el que más se acerca a los King Crimson más recientes, de los que nos declaramos admiradores.

“The Light of Day” – El cierre del disco lo pone el corte más experimental y oscuro del mismo, especialmente en sus primeros minutos llenos de ambientes y florituras guitarrísticas como pinceladas lanzadas al azar sobre un lienzo. Las voces con sus distintos ecos y efectos de overdubbing dan la sensación de estar interpretadas a capella en muchos momentos, a pesar del evidente acompañamiento instrumental. No sabríamos describir esto con precisión pero las guitarras y los saxos ocupan un segundo plano casi fantasmal que contribuye a destacar de un modo realmente extraño la voz de Jakko. El tema termina siendo el único del disco en el que no oímos ninguna percusión.

Tenemos que confesar que los primeros momentos del disco, especialmente con la entrada del saxo de Mel Collins en el primer corte, nos pusieron en guardia ante la aparición de un sonido demasiado “convencional”, demasiado “mainstream” para lo que uno espera de cualquier versión de King Crimson y mucho más aún para lo que se espera de un “ProjeKct”. Sin embargo, el paso de los minutos y las sucesivas escuchas (no nos parece un disco para ser asimilado facilmente) nos han convencido sobradamente de que la capacidad actual para seguir creando música de Robert Fripp con cualquier acompañamiento, sigue siendo muy grande. Cierto es que hace tiempo que no nos sorprende como antaño pero su trabajo se ha instalado en unos niveles de calidad envidiables para la gran mayoría de músicos actuales, algo muy difícil de encontrar en otros artistas de la generación de Fripp que, recordemos, ya va camino de los 66 años y tiene a sus espaldas la friolera de más de 700 trabajos publicados en solitario o en colaboración con otros artistas y, por descontado, con King Crimson.

Jakko Jakszyk toca guitarras, guzheng, teclados y es la voz solista, Robert Fripp aporta sus guitarras y sus personales soundscapes, Mel Collins se encarga de los saxos y la flauta, Tony Levin, ¿cómo no?, del bajo y el stick y Gavin Harrison de la batería y resto de percusiones.

Es cierto lo que indica el título del disco y vivimos una época de escasez de milagros, también en lo musical. No sabemos si calificar como tal este trabajo pero sí que lo encontramos altamente recomendable y por ello os dejamos un par de enlaces para adquirirlo.

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Video promocional de "A Scarcity of Miracles":