La llegada de la electrónica a la música comercial, potenciada con el advenimiento del sintetizador, llamó la atención de artistas de muchos campos y no tardó en expandirse e invadir el cine y sus bandas sonoras. Quizá el primer género en adoptar la música electrónica para acompañar sus imágenes, y tiene toda la lógica del mundo, fue la ciencia ficción donde encontramos ejemplos evidentes como la música de Wendy Carlos para “La Naranja Mecánica” o las famosas cinco notas de “Encuentros en la tercera fase” pero también se hizo un hueco en el cine más experimental (“Aguirre, la cólera de Dios” o “Eraserhead”) o en el de terror (“El Resplandor”, “Halloween”, o “Suspiria”).
Más inesperado, quizá, fue el uso de los sinuosos sonidos sintéticos en otro género en auge en los setenta como era el cine erótico o, directamente, el pornográfico pero resulta que no solo es que se utilizó aquí este tipo de música sino que algunos de los músicos electrónicos más reconocidos firmaron bandas sonoras de películas “S” o “X”. Vangelis puso música al film de Henri Chapier, “Sex Power” y la famosa banda sonora de “Bilitis”, compuesta por Francis Lai contaba con un tema central ejecutado al sintetizador. Incluso películas posteriores como “Nueve semanas y media” utilizaron composiciones ya existentes de artistas como Jean Michel Jarre para acompañar algunas de las escenas de un mayor voltaje de la película.
El origen del disco del que vamos a hablar hoy no tiene nada de especial aunque su autor, Klaus Schulze, lo recordaba como algo divertido. El músico alemán tenía amistad con un productor cinematográfico, Manfred Menz, para quien había hecho alguna banda sonora antes. Menz llamó al músico para proponerle un trabajo: la música para una película pornográfica. La respuesta de Schulze fue rápida: “¿Porno? Yo no hago esas cosas”. Lo que el músico no sabía entonces era que la película estaba terminada y que el director, Lasse Braun, había utilizado como música provisional fragmentos de sus discos “Timewind” y “Moondawn”. “Body Love” era una producción relativamente cara con un presupuesto de un millón de marcos, lo que era elevadísimo para una película tan “de nicho” y estaban teniendo serios problemas para cerrarla porque ninguna de todas las músicas que probaron terminaba de funcionar. Menz hizo un último intento invitando a Schulze y a su pareja por aquel entonces a una proyección privada de la película para tratar de convencerlo. Sorprendentemente, el film pasó la prueba. “No es tan mala” llegó a decir el músico y algunos argumentos por parte del productor como el hecho de que, al no tener demasiados diálogos, la música sonaría durante prácticamente todo el metraje, acabaron por convencer a Klaus Schulze quien recurrió para la grabación al batería que ya había tocado en “Moondawn”: Harald Grosskopf
“Stardancer” - Musicalmente, el oyente no tiene que esperar ninguna sorpresa especial movido por la temática de la película ya que el disco es uno más de la discografía de Schulze y sigue la línea del resto de trabajos de su época dorada. La primera pieza del mismo tiene un largo comienzo atmosférico repleto de efectos sonoros y suntuosos acordes sintéticos. Pasado ese momento entramos en la parte central en la que entra la batería y los ritmos electrónicos que, junto con coros que bien podrían proceder del clásico mellotron forman la base para las improvisaciones melódicas de Schulze en su línea habitual. Si eres seguidor del alemán, te encantarán. De lo contrario, pueden llegar a desesperarte pero eso es algo común, en mayor o menor medida, a toda la “Escuela de Berlín” de los setenta. Lo único “reprochable” es el abrupto final de la pieza que se produce en su momento más interesante.
“Blanche” - Curiosamente el título no hace referencia a ninguna de las protagonistas de la película sino a la novia francesa de Schulze. Quizá por ello, es una composición más delicada, con una introducción de piano (tratado con algunos efectos de eco en la línea de Harold Budd) realmente inspirada que va viéndose envuelta en capas y capas de sintetizadores con efectos espaciales, ruido blanco, etc. para regalarnos una extraordinaria experiencia sonora cercana a lo que luego se llamó "ambient". Tras unos minutos de plácida navegación llegamos a la melodía principal con Schulze al sintetizador ejecutando un tema lento con un punto de dramatismo pero alejado de excesos innecesarios. Fácilmente podría estar entre los mejores solos del teclista, más interesado habitualmente en el propio sonido que en la melodía.
“P.T.O.” - El título son las iniciales de “please, turn over”, o, en castellano, “por favor, date la vuelta”, lo que seguramente encaja bien con alguna parte del argumento de la película aunque no hemos profundizado en el tema (no busquéis aquí chistes no pretendidos). El inicio es muy similar al de “Stardancer” aunque empiezan a diferenciarse a partir de la aparición de una secuencia electrónica que comienza a sonar repetidamente con sus correspondientes variaciones. Pura “Escuela de Berlín” en la que empiezan a destacar esos componentes hipnóticos que, en el caso de Schulze, llegarían a su máxima expresión con su disco “Mirage”, prácticamente contemporáneo a este. A partir de ahí, todo es ya puro Schulze, con rápidas secuencias, improvisaciones repetitivas y una fuerza sonora que muy pocos consiguieron en su época. Cerca del final hay un amago de corte brusco como el que tenía la pieza inicial del disco pero en lugar de terminar ahí, Schulze nos regala un bonito pasaje ambiental como cierre de una extensa pieza de casi media hora que condensa todas las características del artista.
Las reacciones al disco fueron, como recuerda Schulze, muy variadas. Desde gente que le reprochaba haber hecho una banda sonora para una película así a otros que afirmaban que habían ido a verla al cine pero sólo para escuchar la música de Schulze. Como comentaba jocosamente el músico “por fin habían encontrado una buena excusa”. Medio en broma, medio en serio, Klaus decía que habría sido una buena idea incluir el DVD de la película como extra en las reediciones del disco pero que quizá eso hubiera reducido drásticamente el número de puntos de venta en el que estaría disponible por lo que terminaron por descartarlo. Nuestra opinión sobre el disco es muy buena y lo incluiríamos sin problemas entre los mejores trabajos de un Schulze en estado de gracia en esa segunda mitad de la década de los setenta. Como ocurre con toda la discografía clásica del músico alemán, las reediciones que hoy pueden encontrarse en las tiendas incluyen material de la época que no formó parte del disco original, en este caso, una larga pieza titulada "Lasse Braun" en homenaje al director de la película. Apenas unos meses después, aunque con otro disco en el mercado de por medio, Klaus Schulze publicó una segunda parte de “Body Love” sin relación alguna con la película pero ese trabajo tendrá que ser objeto de otra entrada más adelante si se dan las circunstancias. De momento nos quedamos con el primer volumen como recomendación para aquellos interesados en la música de la década dorada de la electrónica.