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jueves, 23 de enero de 2025

Jean Michel Jarre - Jarremix (1995)



Hoy en día es algo muy común pero los “remixes” de canciones más o menos populares no estuvieron ahí siempre. Hay cierto consenso en señalar a Tom Moulton como el inventor del “concepto”. Tras un tiempo en el mundo de la música como comercial en varias discográficas importantes, decidió dejarlo para dedicarse a otros menesteres, entre ellos, un trabajo de DJ en locales nocturnos y restaurantes. Allí se dio cuenta de que el público se enfriaba mucho cuando terminaba una canción y decidió probar a hacer una mezcla casera en un cassette enlazando varios temas. Al ver que la idea funcionaba decidió aplicarla en su vuelta al negocio discográfico con Gloria Gaynor. El el disco de debut de la cantante, Moulton enlazó con gran éxito tres canciones compartiendo ritmo (incluyendo la famosísima versión de la diva de “Never Can Say Goodbye”.


A partir de entonces se popularizaron las versiones extendidas de canciones con mezclas para discoteca en las que muchas veces se aceleraba el ritmo y se potenciaban las partes de percusión. Ya en los ochenta, los remixes bailables de todo tipo de canción eran material común y se publicaban de manera independiente en formato de maxi-single. Todavía en aquel entonces eran versiones absolutamente reconocibles que respetaban el espíritu y la mayoría de las pistas e instrumentación del tema original pero eso fue evolucionando hasta llegar, ya en los noventa, con la fiebre “rave” a crear “remixes” en los que apenas había un par de detalles del tema original que se podían escuchar poniendo cierta atención. Era un tiempo en el que la personalidad del “remezclador” eclipsaba por completo al artista original o, al menos, le dejaba en un segundo plano. Muchos músicos optaron entonces por este tipo de remezclas para complementar su singles que, en lugar de la habitual “cara b” (normalmente una canción nueva) empezaron a incorporar mezclas y más mezclas diferentes a cargo de deejays variados, especialmente cuando el formato CD permitió la inclusión de varias pistas más de las que soportaba el viejo vinilo.


Era cuestión de tiempo que los artistas empezasen a editar discos con remezclas de baile de sus éxitos ampliando así el catálogo de lanzamientos que rellenan el hueco entre discos originales. A los manidos recopilatorios de grandes éxitos y a las grabaciones de algún concierto icónico se suman ahora los discos de remezclas que, a su vez, pueden juntar versiones de baile de viejas canciones de distintas épocas o revisar por completo todo un LP. Entre los primeros, fue un gran éxito el “You Can Dance” (1987) de Madonna, que revisaba varios éxitos de sus tres discos publicados hasta el momento. Entre los segundos, el mejor ejemplo fue “Blood on the Dance Floor” de Michael Jackson que revisaba varios temas pertenecientes a su anterior “HIStory” añadiendo alguna canción nueva.


Al igual que en los ochenta el artista que no tenía un maxi-single con mezclas de baile de sus singles de éxito no era nadie en la industria, en los noventa empezó a pasar con los discos recopilatorios de remezclas y al carro se subieron músicos de todo tipo, desde los que podrían ser más obvios como Jennifer López, Pet Shop Boys, Justin Bieber o Depeche Mode hasta otros más insospechados como Philip Glass o Steve Reich.


Jean Michel Jarre no iba a ser una excepción y estuvo en todas las fases de esta moda. Publicó maxis con versiones extendidas en los setenta y ochenta y abrazó con entusiasmo la cultura “rave” en los noventa, especialmente a raíz de la publicación de “Chronologie” que contó con una interminable lista de remixes de baile para sus singles principales. Su particular disco de remezclas iba a llevar el nada original título de “Jarremix” y aparecería en el mercado de forma muy limitada coincidiendo con su concierto en la Torre Eiffel del 14 de julio de 1995. Consistía en una colección de temas que combinaba casi al 50% versiones de temas clásicos de su discografía con algunas mezclas de los citados singles de “Chronologie”. El resultado fue muy irregular pero con el tiempo creemos que tiene algunas cosas rescatables.


“Chronologie 6 Main Mix” - La primera mezcla corre por cuenta de Gat Decor, una efímera banda británica que apenas publicó un single (“Passion”, que, eso sí, tuvo cierto éxito) y varios remixes para otros artistas de los cuales este fue el de mayor relevancia. Su trabajo aquí es casi más reconocible que el del propio Jarre ya que los fondos sintéticos que dominan toda la introducción y la mayoría del tema recuerdan mucho, precisamente, a su “Passion”. Luego entra el ritmo machacón. Es música de baile así que no cabe esperar algo muy diferente en este contexto. La única referencia clara al original es una frase repetitiva que aquí suena con el clásico sonido de tantos éxitos de las pistas en aquellos años y que Gat Decor toman prestada de la secuencia principal del tema de Jarre. Poco más que añadir a una mezcla que funciona si asumimos como buenos los principios del género dance.




“Chronologie 4 E-Motion Mix” - En esta ocasión los encargados de revisar el tema de Jarre fueron los miembros de la banda británica Sunscreem, grupo que hoy sigue activo y que cuenta con la particularidad de ser una de las pocas bandas de tecno que daban conciertos tocando realmente en directo. Quizá incorporan más elementos del original que la mezcla anterior pero a cambio optan por un ritmo más potente que enseguida lo eclipsa todo llegando a quedarse en algunas partes prácticamente como única pista.


“Equinoxe 4 Deep Mix” - Entramos ahora en la parte más interesante con una mezcla que no había sido publicada anteriormente single. Un clásico de Jarre que escuchamos aquí transformado por Bruno Mylonas y Thierry Leconte. El primero colaboró con Jean Michel en su disco Waiting For Cousteau y fue técnico de sonido en varios de sus conciertos más recordados como el de La Defense en 1990 o el de El Cairo en 1999. No podemos decir que sea fiel al original aunque utilice alguna frase recortada del mismo como motivo recurrente. Sin embargo, su ritmo funk y las partes de bajo son una aportación más interesante que cualquier cosa de las que escuchamos en los mixes anteriores. No era, en todo caso, una remezcla desconocida para los seguidores más fieles del músico ya que sonó en algunos conciertos de su gira “Europe en Concert” de 1993.


“Chronologie 4 SxS Mix” - Repiten los integrantes de Sunscreem con otra revisión del mismo tema que ya trataron antes optando ahora por una mezcla clásica que parte de un bombo reiterativo al que se suman poco a poco diferentes percusiones añadiendo color a un cuadro cuyo marco queda fijado por una línea de bajo ácida bastante curiosa. Tras una extensa introducción escuchamos las primeras referencias al tema de Jarre del que toman melodías secundarias. Convencional aunque se deja oír.


“Revolution, Revolutions Oriental Mix” - Vuelve Bruno Mylonas ahora acompañado del productor Bruce Keen para ofrecernos su visión del tema de 1988 que el propio Jarre reelaboró un par de años después y lo hacen sin concesiones con una mezcla agresiva que, eso sí, conserva del original casi todas las partes vocales y los arreglos de cuerda orientalizantes. A cambio, se pierde toda la elaboración electrónica de Jean Michel que siempre nos pareció muy interesante.


“Equinoxe 7 Ambiant Mix” - La misma pareja del corte anterior para ofrecernos la que, probablemente, sea nuestra pieza favorita del disco. En ella se alejan de la música de baile más directa y optan por una interesante deconstrucción de todos los sonidos con los que Jarre construyó la extraordinaria introducción secuencial de la séptima parte de su “Equinoxe”. Es este remix una maravillosa exploración sonora que hace que merezca la pena todo el disco, siquiera por permitir que esta pieza no haya quedado olvidada como una curiosidad sin más en un cajón.




“Chronologie 4 Tribal Trance Mix” - Llega el turno del trío británico Black Girl Rock cuyo currículum, como ocurría con Gat Decor, sólo tenía un single (“The Theme”). De nuevo volvemos a los temas que ya aparecieron en su día como parte de los diferentes sencillos de “Chronologie”. A su favor podemos decir que huye de los ritmos más directos y opta por arreglos más elegantes a los que aportan elementos como la guitarra eléctrica que quedan bien. En el lado negativo, apenas hay un par de cosas que nos recuerden (y de forma muy lejana) al original.


“Oxygene 1 Laboratoire Mix” - La que, en principio, iba a ser la colaboración estelar del disco era esta participación de Laurent Garnier. El DJ francés llegó a convertirse en figura en uno de los templos del género como era el Haçienda de Manchester. Sin embargo, su colaboración solo aparecía en la primera edición de “Jarremix” siendo eliminada de las posteriores por razones nunca aclaradas del todo. La elección de “Oxygene 1”, un tema que no es precisamente el más bailable, ya era rara y lo cierto es que Garnier podría haber dicho que era una mezcla de cualquier otra pieza porque no hay nada en su aportación que remita al disco de 1976 salvo algunos efectos ventosos de ruido blanco al principio. Lo demás es la combinación de unas pocas notas repetidas hasta el hastío sobre un ritmo obsesivo que termina por aburrir. Para colmo, la duración se acerca a los diez minutos siendo el corte más largo del disco. Muy decepcionante.


“Magnetic Fields 2 Magnetic Mix” - Mylonas y Leconte vuelven a aparecer con una visión absolutamente abrumadora de un clásico transformado aquí en una especie de batidora al máximo de revoluciones que, eso sí, respeta toda la melodía central del tema de 1981 pero revestida con una capa rítmica que no deja ni un respiro. Tras muchos años aún no sabemos si nos gusta o la detestamos. Lo que es seguro es que no deja indiferente.


“Chronologie 6 Slam Mix 1” - El dúo de DJ's escocés Slam es quien se ocupó de darnos su particular visión de este tema en los singles de 1993 de los que aquí aparece una de las mezclas que hicieron. Sin ser un dechado de fidelidad tiene alguna aportación interesante aunque, como nos ocurre con casi todas las versiones que aparecieron en los singles en su momento, nos parecen innecesarias. 


“Calypso Latino Mix” - El cierre del disco es curioso porque se trata de un remix antiguo que Mylonas hizo para el maxi-single de “Calypso” en 1990 rebautizado para la ocasión (originalmente se llamó, sencillamente, “Longue Mix”). Pertenece a esa época de la que hablábamos en la introducción en la que los remixes aún estaban hechos en su mayor parte con material y pistas del tema original y que son nuestros favoritos. En este caso especialmente ya que siempre nos gustó tanto o más esta revisión que la pieza de la que parte.




Podríamos entrar en el debate sobre la necesidad de este tipo de recopilaciones de remezclas y seguramente llegaríamos a la conclusión de que tienen su público pero que se reduce a los fans más fieles del artista en cuestión. Nos cuesta creer que un aficionado a la música de baile y a los ritmos tecno se compre un disco de este tipo de un artista al que no siga habitualmente por mucho que incluya alguna participación de un DJ de su interés. Por lo tanto creemos que están destinados a un nicho muy concreto de fans que hacen difícil que de lanzamientos así salga un superventas. Sin embargo, parece que los propios músicos (o sus discográficas) siguen teniendo interés en este tipo de grabaciones. Volviendo al caso que nos ocupa, el propio Jarre ha lanzado ya otros dos trabajos similares revisitando discos como “Oxygene 7-13” o el más reciente “Oxymore”. En ambos casos la cosa está a caballo entre el deseo de exprimir un poco más un material conocido y el rellenar el periodo entre un disco “nuevo” y el siguiente sin hacer muchos esfuerzos. Particularmente no somos demasiado partidarios de este tipo de producto aunque tenemos que reconocer que en algunos casos (pensamos en algunos volúmenes de la sega “Disco” de Pet Shop Boys”) el resultado es muy satisfactorio.

sábado, 31 de diciembre de 2022

Jean Michel Jarre - Oxymore (hommage to Pierre Henry) (2022)



El ambicioso proyecto que fue “Electronica” tuvo a Jean Michel Jarre ocupado durante muchos años antes de ver la luz en dos volúmenes que aparecieron en 2015 y 2016. Aquellos dos discos sirvieron para reflotar una carrera que parecía casi terminada tras muchos años de silencio discográfico protagonizados por algún recopilatorio, refritos de “Oxygene” y giras con sabor a despedida por la elección de un repertorio lleno de viejos “hits” y escasas novedades. Tal fue el efecto de “Electronica” que el músico francés entró a partir de ahí en una época de creatividad casi inédita en su carrera volviendo a ritmos de publicación de prácticamente un disco por año que no se recordaban ni siquiera en sus mejores épocas.


De forma paralela, el músico seguía manteniendo abierta la posibilidad de nuevos volúmenes de “Electronica” dejándose ver con otros artistas y llegando a afirmar que lo veía como un proyecto paralelo a tener en cuenta en el futuro. Había una variable a tener en cuenta y es que, a pesar de lo bien que salió aquello en muchos sentidos, no todas las colaboraciones llegaron a buen puerto por uno u otro motivo. Una de las que habrían sido más especiales era la que pudo haber juntado al alumno Jarre con uno de sus maestros en sus inicios musicales: Pierre Henry. Hablamos de una de las figuras claves en el desarrollo de la música electroacústica y padre de la “música concreta”, con el que Jarre contaba para uno de los cortes de “Electronica”. Desgraciadamente la delicada salud de Henry no o hizo posible y su fallecimiento en 2017 terminaba con toda opción de colaboración entre ambos. Sin embargo, su viuda hizo llegar algunas grabaciones de sus archivos a Jarre por si quería hacer algo con ellas. Ahí es donde comienza este proyecto, con Jean Michel trabajando en una nueva obra inspirada en conceptos de su época de estudiante y combinando las técnicas de entonces con la tecnología más avanzada de nuestros días. Partiendo de esa premisa surge “Oxymore”, una obra en la que, como suele pasar con Jarre, se juntan muchas ideas. Por un lado, el músico profundiza en el sonido binaural que ya exploró en “Amazonia” y por otro en la realidad virtual como nueva forma de asistir a espectáculos innovadores siguiendo la estela de “shows” recientes como su concierto virtual en Notre Dame. “Oxymore” se estreno en tres conciertos virtuales que Jarre ofreció desde la Maison de la Radio et de la Musique de París a finales de enero de 2022. Mientras el músico interpretaba desde allí la obra, los asistentes se encontraban en “Oxyville”, una ciudad virtual diseñada por el ruso Pavel Pavlyukov con claras influencias arquitectónicas del brutalismo soviético desarrollado entre 1945 y 1970 (periodo que, casualmente, coincide con los primeros años del Groupe des Recherches Musicales y su precedente, el Groupe de Recherche de Musique Concrete” a los que perteneció Henry). Cada corte del disco se correspondía con un entorno visual diferente del que los asistentes podían disfrutar a través de cascos de realidad virtual o directamente en la pantalla de su ordenador.


Cartel anunciador de los conciertos de presentación de "Oxymore"


“Agora” - La introducción del trabajo es un breve corte en el que, entre distintos efectos sonoros escuchamos repetidamente el nombre de Pierre Henry junto con algunos fragmentos del propio compositor hablando de su visión de la creación sonora. Todo ello tratado de forma electrónica al estilo del viejo “Zoolook” para conformar un inicio que bien podría haber formado parte del siguiente corte en lugar de aparecer por separado.


“Oxymore” - El segundo tema del disco es un ejemplo de mezcla entre la música concreta (es decir, procedente de objetos normales, no pensados para hacer música con ellos) y la electrónica más avanzada. En la primer parte escuchamos varias secuencias típicas del “sonido Jarre” acompañadas de percusiones y voces modificadas de mil y una formas pasando en la segunda mitad a una pieza más estructurada en torno a un ritmo constante. Un perfecto calentamiento para lo que se nos viene encima.




“Neon Lips” - El siguiente corte es una verdadera locura. Parte de una secuencia sencilla a la que se le suman diferentes efectos percusivos y vocales que desembocan en una parte rítmica con trazas de melodías electrónicas que nos recuerdan a alguno de los mejores momentos de discos clásicos como el mismísimo “Equinoxe”. Luego nos dejamos llevar por un ritmo rápido rodeado de sonidos y samples en la línea de lo que fueron “Oxygene 15” y “Oxygene 15” en la entrega más reciente de la trilogía. En el cierre escuchamos un curioso (e irritante) sonidillo que interpreta una molesta letanía que nos evoca la sensación de estar escuchando a alguien que habla sin parar mientras le vamos ignorando esperando que se canse. Es un final que nos recuerda a un fragmento similar del “Psyche Rock” de Henry por lo que no es descartable que sea un pequeño homenaje.


“Sonic Land” - Una de las composiciones más cercanas al espíritu de la obra de Henry, con una nota pulsante que se repite una y otra vez y distintos efectos sonoros que van apareciendo en segundo plano. Llegamos a una serie de compases repetitivos a modo de pizzicatti y a continuación pasamos a un tramo más propio del Jarre experimental (pensamos en cosas como “Chronologie 7”). Los pads utilizados también nos recuerdan a ese mismo disco del lejano 1993 y, de repente, comienza un verdadero muestrario de patrones rítmicos en el que parece que Jarre va probando con los diferentes “presets” de la máquina sin terminar de decidirse por uno concreto. Curiosamente con ello logra un gran dinamismo en una pieza que no deja respiro alguno en toda su extensión. En el tramo final parece adivinarse el uso de un sample de una de las primeras grabaciones de Jarre: “Erosmachine”.




“Animal Genesis” - Sin ser de nuestras favoritas, es este uno de los cortes más curiosos del trabajo. Dominado por una especie de “tic tac” de un reloj durante toda la primera parte, escuchamos todo tipo de ruidos acompañando una percusión monótona y aleteos de paloma que ya utilizó el músico en “AERO” (2004). Toda la secuencia nos recuerda enormemente a lo que sonaba en la cuarta temporada de la serie “Stranger Things” durante (y que nos perdone el lector para el que esto suponga un spoiler) la destrucción de Hawkins. Lo más sorprendente es que justo después empieza una secuencia electrónica típicamente ochentera que podría pertenecer sin problema a la banda sonora de la popular serie. Para los suspicaces, el episodio en cuestión se emitió varios meses después del concierto en el que se estrenaba “Oxymore” con lo que todo esto no pasa de ser una divertida coincidencia. El tema concluye con lo que nos parece un guiño melódico a la “Carmina Burana” de Carl Orff tras el que termina poco a poco la pieza.


“Synthy Sisters” - Uno de los cortes más breves del disco es este travieso tema en el que el protagonismo se lo llevan los samples vocales en continuo diálogo entre sí. El tono infantil de los mismos nos provoca una sonrisa antes de llegar a la explosión de ritmo que se produce en la parte central. Probablemente lo más cercano al espíritu de “Zoolook” que Jarre haya hecho desde aquel disco.


“Sex in the Machine” - Llegamos a la pieza más potente desde un punto de vista sonoro de todo el disco. Dominada por una percusión espectacular en su parte central, Jarre llega a recuperar algún sonido utilizado en el desafortunado “Teo & Tea” y a juntarlo con guiños (una vez más) al “Psyche Rock” de Henry para componer un tema absolutamente espectacular, más melódico de lo que es el resto del disco y muy cercano a experimentos del pasado como “Moon Machine”. Por muchas cosas, nuestra pieza favorita de “Oxymore”




“Zeitgeist” - Continuamos en el fragmento más enérgico del trabajo con un corte industrial en el que volvemos a escuchar la voz de Pierre Henry intercalada en distintos momentos de la pieza que, en determinados momentos, quizá por tener un patrón rítmico y una estructura similar, nos recuerda mucho al tema central de “Teo & Tea” pero esta vez mucho mejor hecho y con un trabajo de producción a años luz de aquel.


“Crystal Garden” - Años atrás, Jarre se metió en el negocio de la alta fidelidad lanzando una línea de aparatos de audio de alta gama entre los que destacaba el Aerosystem One: un sistema de altavoces adaptado a los productos de Apple (iPod y iPhone principalmente). Dentro de esa gama existía un modelo de edición muy limitada que contaba con un diseño en cristal a cargo de la prestigiosa compañía Lalique. Para la promoción se hicieron distintos reportajes en vídeo con una banda sonora exclusiva e inédita de Jarre. El músico recupera ahora parte de esa música en la introducción de esta pieza en la que, como vemos, la referencia al cristal del título no es casual. La segunda parte del corte está dominada por un ritmo que se nos antoja muy similar (aunque algo ralentizado) al que Jarre creaba en 1970 para el antes mencionado “Erosmachine”, lo que tendría sentido dada la temática del disco. Por lo demás, el tema es un descanso para coger fuerzas antes del tramo final del disco que es de los que dejan exhausto al mas pintado.


“Brutalism” - El el final del disco encontramos los dos temas que, a día de hoy, han aparecido como “singles” del disco con sus correspondientes remezclas. El primero de ellos, calificado como “bomba tecno” en sus notas de prensa promocionales, es precisamente eso: una pieza de música tecno, con una atmósfera pesada y densa que juega con un ritmo en medio tiempo y unos sintetizadores que repiten constantemente una melodía corta e inquietante. Para quien espere al Jarre melódico y amable de los años ochenta será una decepción. Para los que busquen una versión actualizada de su música se parecerá mucho a lo que esperan. Nuestra opinión es que estamos ante una versión muy satisfactoria de un músico que en 2022 no ha querido quedarse en la nostalgia como bien podría haber hecho tras sus discos de 2016 y 2018 recordando tiempos pasados.


“Epica” - Cerrando el trabajo tenemos una frenética pieza en la que los ritmos a base de samples vocales nos abruman ya desde el comienzo. De ahí en adelante la cosa se convierte en una verdadera locura. ¿El “Zoolook” del siglo XXI? Si no lo es, se parece mucho a lo que debería ser un disco así. La pieza sube y sube de identidad hasta llegar a un final apoteósico acompañado de una línea de bajo que, por algún motivo, nos recuerda al “Thriller” de Michael Jackson.


Hay un par de detalles que nos hacen pensar que Jarre nos tiene reservada una vuelta de tuerca y de ahí nuestra introducción con tantas referencias a “Electronica”. En su momento, el primer volumen de ese trabajo tenía un formato peculiar en lo que se refiere a la caja de la edición en CD y es que se abría al revés que un disco normal. Esto tenía explicación porque el diseño del segundo volumen, aparecido meses después, encajaba en el primero formando ambos una caja más grande como combinación de ambas. Pues bien, ese mismo esquema se repite en “Oxymore” que también se abre “al revés”. Si a eso unimos que Jarre ha anunciado que los diferentes singles del disco van a ser “prolongados” por otros artistas (ojo, evita conscientemente la palabra remix y la sustituye por “toma 2”, “extensión” o “continuacion”), no es descabellado creer que en un plazo no demasiado largo tendremos un nuevo “Electronica” en el que se incluyan las “revisiones” que de diferentes partes de “Oxymore” ya han hecho artistas como Martin Gore, Deathpact, Brian Eno o French79. Probablemente junto con algunas más anunciadas por Jarre en las últimas semanas y en un formato que encaje con el CD ya publicado.


Volviendo a “Oxymore”, lo cierto es que ha sido una gran sorpresa para nosotros. Aún teniendo un nivel elevado, sus trabajos de la última etapa siempre tenían un “pero”. “Electrónica” era un proyecto de colaboraciones, “Oxygene 3” y “Equinoxe Infinity” aprovechaban el tirón de la nostalgia y “Amazonia” no dejaba de ser un soporte musical para una obra visual. Todos ellos eran, en todo caso, discos difíciles de analizar sin recurrir a la comparación con sus referentes directos (en el caso de “Oxygene” o “Equinoxe”) o con la obra de los diferentes colaboradores (en “Electronica”). “Oxymore”, en cambio, retoma el camino en que Jarre se encontraba cuando grabó “Teo & Tea” planteando un disco conceptual (como era aquel) y con una historia relacionada con la realidad virtual (al igual que entonces). Además, hay varios guiños sonoros a “Teo & Tea” en “Oxymore” como ya hemos comentado y no estamos seguros de que sean involuntarios. En cualquier caso, el resultado es infinitamente superior.


Las reacciones al disco han sido muy variadas, tanto por parte de los críticos como por la de los aficionados. En ambos sectores encontramos opiniones muy a favor y otras decididamente negativas. Esto nos hace comparar el disco con la que quizá sea su verdadera referencia en la discografía de Jarre: “Zoolook”. Este fue un trabajo muy desconcertante en su día pero también uno de los mejor valorados con la perspectiva del tiempo. Incluso desde un punto de vista de experimentación sonora, la mayor parte de las piezas de “Oxymore” van un poco más lejos que en el disco de 1984 en el que se veían muchas influencias contemporáneas al mismo como la de Herbie Hankock, Talking Heads o la propia Laurie Anderson. En cualquier caso, creemos que con “Oxymore” Jarre abre un nuevo camino a explorar en el que los temas tecno puramente bailables, que abundaban en muchos de sus últimos trabajos y conciertos, quedan muy bien integrados dentro de la obra y, sobre todo, están al servicio de la misma. Es recurrente la crítica en un sector de los aficionados que incide en la supuesta falta de melodías y en la opinión de que en este disco apenas se reconoce a Jarre. Respetando todas las opiniones, creemos que quienes así se expresan están demasiado centrados en el Jarre de los singles y los recopilatorios obviando que por cada “Oxygene 4”, “Magnetic Fields 2”, “Orient Express”, “Rendez-Vous 4”, “Ethnicolor” o “Chronologie 4” había un “Oxygene 5”, un “Magnetic Fields 3”, un “Night in Shanghai”, un “Wooloomooloo”, un “Tokio Kid” o un “Chronologie 7”. Piezas todas ellas muy experimentales y alejadas del Jarre que sonaba en la radio. Quizá falte la validación que solo dan los años pero no es descabellado pensar que “Oxymore” se encuentra entre los mejores discos que Jarre ha publicado en varios lustros y puede sostener la mirada a más de uno de sus discos “clásicos” sin ruborizarse. Por todo ello, nos parece muy adecuado que la última entrada del blog en este año esté dedicada a este “Oxymore”.


Mención aparte merece un importante aspecto técnico de “Oxymore” y es que, como también ocurría en “Amazonia”, la compra del disco incluye la descarga digital de su mezcla binaural. Muy recomendable si queremos disfrutar de un verdadero acercamiento inmersivo al sonido. Parece que después de un tiempo apostando por formatos como el 5.1 o el 7.1 Jarre ha tomado partido por la opción binaural. Algo lógico ya que no requiere, como los formatos mencionados, de un equipo especial para poder disfrutarla y cualquier oyente con unos buenos auriculares la tiene a su alcance. Merece la pena probarla aunque solo sea de vez en cuando. Como despedida, os dejamos un par de remevisiones de sendas piezas del disco a cargo de colaboradores tan ilustres como Martin Gore (de Depeche Mode) y Brian Eno. ¿Las disfrutaremos en CD en un próximo volumen de "Oxymore" a modo de "Electronica 3"? Solo queda esperar para saber la respuesta.






miércoles, 22 de septiembre de 2021

Jean Michel Jarre - Welcome to the Other Side: Live in Notre Dame VR (2021)



El confinamiento y el resto de las restricciones adoptadas por los distintos gobiernos para combatir la pandemia provocada por el COVID19 han tenido un fuerte impacto en muchos sectores y el de la música en directo ha sido uno de los más afectados por la práctica imposibilidad de ofrecer conciertos con la que se han encontrado los artistas en el último año y medio. Algunos, sin embargo, han sabido encontrar soluciones imaginativas y entre ellas una de las más prometedoras e interesantes es la propuesta de Jean Michel Jarre.


Ya durante la promoción de “Equinoxe Infinity”, Jarre hizo una pequeña inclusión en el mundo de la realidad virtual con una presentación del disco en uno de esos entornos pero fue en junio de 2020 cuando el músico dio forma a esa idea con un concierto completo ofrecido en un mundo completamente virtual. Mientras Jarre tocaba en su estudio, un avatar hacía lo mismo en un espacio cibernético creado por la empresa pionera en ese campo, VRrOOm. Es primer concierto llevó el título de “Alone Together” y pese a algunos problemas técnicos, fue un ensayo excelente de una nueva forma de asistir a un concierto, ideal para los tiempos que corren.

Avatar de Jarre para el concierto virtual.


Meses después, Jarre redobló la apuesta y decidió repetir experiencia en un entorno tan emblemático como muchos de aquellos en los que tocó en el pasado pero que, por razones evidentes, le estaría vetado si en algún momento se plantease hacer un show en su estilo allí: la Catedral de Notre Dame. Cuenta el músico que la idea se le ocurrió viendo la recreación que del monumento se hacía en el videojuego “Assassin's Creed”. Impresionado por su realismo se puso en contacto con Ubisoft, la compañía desarrolladora del mismo para conseguir llevar su música al interior de una Notre Dame virtual.




Así las cosas, a mediados de diciembre de 2020 se anunció un concierto para la nochevieja en la recreación informática de la catedral parisina. Para el repertorio lo cierto es que Jarre no se comió la cabeza en exceso y tiró del material usado en la gira de “Electronica” de unos años antes con la adición de un par de remixes ajenos de “Oxygene 2” y “Oxygene 4” que subrayaban el carácter festivo y discotequero del espectáculo, mucho menos interesante en ese sentido que el “Alone Together” del mes de junio en el que se presentaron un par de temas nuevos junto con el también inédito “Azimuth”, creado para un show anterior.




Casi por sorpresa porque el concierto ya había sido publicado en formato digital para descarga y varios meses después de celebrado el show, se anunció la aparición del mismo en formato físico con su correspondiente CD, su BluRay e incluso una ligeramente anacrónica dadas las características del evento versión en vinilo. Si el tracklist original ya era poco atractivo, del lanzamiento también se excluía “The Gathering”, tema inédito que hizo las veces de música de introducción previa al concierto en su retransmisión por internet. El show comenzaba con “The Opening”, la pieza que sonaba en el segunda tramo de la gira de “Electronica” y que luego formó parte de “Equinoxe Infinity”, para continuar con el remix de “Oxygene 2” creado por Kosinski y que nos parece de lo más interesante de todo el material de este lanzamiento. Seguía la cosa con “The Architect”, el tema compuesto con Jeff Mills para “Electronica” y “Oxygene 19” antes de entrar en un tramo decididamente discotequero con sendas remezclas bailables de “Oxygene 8” y “Zero Gravity” que desembocan en la frenética “Exit”, esta vez sin el discurso de Edward Snowden. Un ligero descanso con “Equinoxe 4” nos aboca al tramo final en el que escuchamos “Stardust”, “Herbalizer” y otro remix de un clásico, mucho menos afortunado en nuestra opinión, como es la mezcla que John Fleming hizo en 2015 de “Oxygene 4” bajo el título de “Astral Projection remix”. Cerraba el show la excelente “The Time Machine”.




“Welcome to the Other Side” es un lanzamiento extraño, sobre todo si tenemos en cuenta que Jarre no publicaba un disco en directo con vocación de superventas desde el lejanísimo “Hong Kong” de 1994 habiendo tenido oportunidades mucho más atractivas para hacerlo, tanto por repertorio como por lo emblemático de alguno de los conciertos ofrecidos en este periodo. En estos más de 25 años han aparecido algunos conciertos en vídeo (en distintos soportes), dos o tres de los cuales venían acompañados del correspondiente compact disc pero ninguno de ellos con la proyección de éste. Quizá sea el deseo de mantener conectados a su música a los aficionados que pudieran haberse visto sorprendido por el aún reciente “Amazonia” o la necesidad de tener un documento en directo de la etapa más prolífica del músico francés que en los últimos seis años tiene sometidos a sus seguidores a un desacostumbrado bombardeo de material nuevo sin precedentes en su carrera. En todo caso, creemos que este es un disco solo para completistas que no aportará gran cosa a quien no sea seguidor habitual de Jarre, y que sirve para amenizar estos meses a la espera de nuevos proyectos con más sustancia.




sábado, 31 de julio de 2021

Jean Michel Jarre - Amazonia (2021)



El fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado es uno de los artistas más reconocidos en su profesión y no solo por el propio valor estético de su obra sino también por el profundo humanismo que destila cada una de sus imágenes. Embajador de Buena Voluntad de UNICEF, ha ganado algunos de los premios más prestigiosos, no solo de su campo sino también otros más generalistas como el Príncipe de Asturias de las Artes. Desde que abandonó la agencia Magnum, se dedicó a proyectos muy personales que suelen reflejarse en libros y exposiciones itinerantes. Sus temas son sociales y medioambientales y es en este último aspecto en el que se centra su última obra: “Amazonia”. Está compuesta por doscientas fotografías tomadas a lo largo de un periodo de siete años y son una protesta contra la deforestación y un alegato a favor del modo de vida indígena. Salgado conoce bien la amazonía en la que ha desaparecido durante meses en varias ocasiones para convivir con las tribus locales. Afirma que probablemente sea la única persona no nativa que ha estado en todos los poblados de la tribu Zo'é, por poner un ejemplo.


Las fotografías que componen “Amazonia” están expuestas desde el 20 de mayo de este 2021 hasta el 31 de octubre en la Philharmonie de París y más tarde lo estarán en otras ciudades como Roma o Londres. Se da la circunstancia de que una de las exposiciones recientes celebradas en la institución parisina se centró en la historia de la música electrónica. Tuvo lugar en 2019 y una de las personas que más aportó al evento fue Jean Michel Jarre, quien cedió parte de los sintetizadores y aparatos de su estudio privado para ilustrar la evolución de los instrumentos electrónicos y la moderna concepción de los estudios de grabación. Aquella fue la primera colaboración entre Jarre y la Philharmonie y también el inicio de una serie de proyectos entre ambos. En aquel momento se anunció la celebración de un concierto muy especial en el que Jarre tocaría acompañado de (o acompañando al) software “EON”. Una aplicación de música generativa que el propio Jarre había desarrollado junto con un equipo de programadores expertos en inteligencia artificial. La pandemia de COVID hizo que el evento, programado para octubre de 2020 se cancelase pero eso no fué óbice para que los responsables de la institución parisina decidieron encargar a Jarre un proyecto más: la composición de una banda sonora para la exposición de Salgado. Al músico le faltó tiempo para aceptar y enseguida se puso manos a la obra.

Salgado, su esposa y editora Lelia Wanick y Jean Michel Jarre durante la presentación de la exposición.


El enfoque de “Amazonia” en su vertiente musical estaba muy claro. Jarre había hecho ya inmersiones en músicas de determinadas zonas geográficas y las había integrado en su propia obra. Pensamos en composiciones como “Fishing Junks at Sunset” de sus “Concerts in China” o “Calypso” de “Waiting for Cousteau”. Sin embargo en este caso no quería hacer nada parecido. La música que acompañaría a la exposición de Salgado iba a ser completamente diferente. Jarre partiría de los fondos fonográficos del Museo de Etnografía de Ginebra en donde se recogen alrededor de cuarenta horas de sonidos grabados en la amazonía en las últimas décadas, algunos de los cuales fueron aportaciones de viejos colaboradores del propio Jarre como Xabier Bellenger o el técnico de sonido Denis Vanzetto. Hay sonidos naturales, animales, canciones de las tribus indígenas, etc. Jarre sencillamente los dispone a lo largo de los algo más de 50 minutos de duración de la obra y los acompaña de forma sutil con fondos sonoros y patrones rítmicos nada invasivos consiguiendo lo que pretende: sumergir al oyente en el ambiente de la selva amazónica sin distraerle más de lo necesario. La audición es, en realidad, una experiencia inmersiva que debe funcionar de maravilla en el contexto de la exposición y que no lo hace nada mal privada del entorno de las fotografías de Salgado, sobre todo en la versión en sonido binaural especialmente mezclada por Jarre para ser disfrutada con auriculares y que está disponible como descarga digital.




La versión en CD de “Amazonia” está dividida en nueve partes aunque, de hecho, se trata de un todo continuo en el que resulta complicado encontrar una separación real en términos musicales. La primera parte es una de las pocas en las que encontramos algún atisbo de melodía, concretamente en unos breves acordes que se repiten unas pocas veces al comenzar la reproducción. Una melodía breve de teclado que surge de entre los cantos indígenas y los sonidos acuosos del entorno que es una excepción en el desarrollo del trabajo. El resto de la aportación de Jarre es sutil. Profundas notas estáticas, retazos  sueltos aquí y allá, esbozos de percusiones que son abortados al poco de empezar, etc. Hay algún segmento que nos recuerda a los extraños pasajes dibujados por “EON”, la app de la que hablábamos algo más arriba, y que forman breves armazones rítmicos que ayudan a estructurar los diversos tramos musicales de la obra pero todo es efímero. Ninguna melodía llega a cuajar antes de disolverse y dar paso a la siguiente. A veces un ritmo se sostiene un poco más como ocurre en los primeros instantes de la mayoría de las partes del trabajo pero nunca dura demasiado. Solo el conocedor en profundidad de la obra de Jarre reconocerá algunos sonidos y patrones familiares pero lo hará en muy contadas ocasiones. Con todo, la escucha es una experiencia muy interesante y alejada de otras obras similares. El disco, a nuestro juicio, va mejorando con los minutos y la segunda mitad del mismo nos resulta mucho más atractiva que la primera. La parte 6 tiene un extraño aire “oxigenado” en el inicio y la 7 nos muestra la mejor integración entre ritmos electrónicos y cantos indígenas de todo el trabajo con unas cuerdas finales que son puro Jarre. Sin embargo, si nos tenemos que quedar con un fragmento concreto, optamos por el que cierra el disco. La parte 9 de “Amazonia” llega a emocionarnos con su percusión persistente, cuerdas repetitivas que recuerdan a “Ethnicolor II” del disco “Zoolook” y, especialmente, ese tramo final que llega tras los sonidos de la tormenta y en el que los samples vocales replican las cuerdas anteriores poniendo un broche extraordinario al trabajo.




“Amazonia” es un disco distinto. No por tratarse de música destinada a ser oída mientras se hace otra cosa (asistir a una exposición en este caso) porque ese es un terreno que Jarre ha pisado ya en muchas ocasiones. Baste recordar que la pieza larga de “Waiting for Cousteau”, antes de formar parte del disco, fue la música de ambiente que sonaba durante una exposición fotográfica sobre los grandes conciertos de Jarre. El propio “Music for Supermarkets” era en origen música destinada a sonar de fondo en una galería de arte y otros trabajos como “Geometry of Love” o el prácticamente desconocido “Interior Music” cumplían funciones similares aunque en otras circunstancias y espacios. La diferencia entre “Amazonia” y todos estos otros trabajos es notable ya que estos, en mayor o menor medida y con la única excepción de “Interior Music”, funcionan perfectamente por sí solos como obras musicales. En cambio, la música de Jarre para Salgado es diferente ya que cumple con una función inmersiva. No nos ayuda a integrarnos en un recinto expositivo: nos traslada al ambiente del Amazonas. Ahí es donde radica su mérito y también donde encontramos el mayor “pero” para el oyente habitual de Jean Michel Jarre que no va a encontrar aquí el tipo de música que le ha hecho célebre por más que toda la obra tenga su sello muy presente en todos los detalles. No hay temas pegadizos, himnos electrónicos ni pirotecnia sonora en “Amazonia” pero ahí radica su encanto y el desafío para el oyente. Os animamos a aceptar el reto y hacer este viaje a lo más profundo de la selva con los auriculares puestos.




lunes, 31 de diciembre de 2018

Jean Michel Jarre - Equinoxe Infinity (2018)




Lo normal cuando hacemos una reseña como la de hoy es que aportemos datos confirmados e informaciones más o menos fiables y, siempre que existan, oficiales. Hoy, en cambio, vamos a especular un poco para tratar de dar forma a una idea que explique del modo más coherente posible la creación del disco del que vamos a hablar.

Durante 2016 y 2017, Jean Michel Jarre estuvo dando conciertos por todo el mundo con ocasión de la publicación de su proyecto “Electronica” incorporando además en las últimas fechas del “tour” algunas piezas de la tercera parte de su “Oxygene”. A partir de ahí comenzó a hablarse en las redes sociales (en especial en las de alguno de sus colaboradores más cercanos) de dos nuevos trabajos en los que estarían ya ocupados con la idea de que el primero de ellos apareciera en la primera mitad de 2018 y el segundo en los últimos meses del año.

Hasta aquí, todo es fácil de verificar con unas cuantas búsquedas en google pero es entonces cuando ocurre algo que creemos que pudo alterar todo el calendario previsto e incluso el resultado final del mismo. En noviembre de 2017, Jarre tenía programados dos conciertos en Argentina y Chile en lo que iba a ser su esperado debut en Sudamérica. Luego había un hueco significativo antes de comenzar una segunda gira por Estados Unidos y Canadá, que tendría lugar ya en la primavera de 2018. Los rumores sobre la aparición más o menos inminente de un nuevo disco iban aumentando e incluso había ya declaraciones del músico hablando de la inteligencia artificial como el tema central de ese nuevo trabajo. A la par, comenzaba a hablarse de ese hipotético segundo elepé que mencionamos más arriba, en el que se decía que habría una mirada al pasado. Los problemas comenzaron con los conciertos en Buenos Aires y Santiago de Chile: una serie de incumplimientos por parte de la empresa promotora llevaron al músico a anunciar, primero, la suspensión de los mismos y poco después, el aplazamiento a otras fechas.

Ignoramos cómo funcionan las programaciones de las distribuidoras de música hoy en día y la antelacion con la que se deciden las fechas de lanzamiento de discos y singles pero lo cierto es que el día 15 de diciembre de 2017, sin anuncio previo, apareció en la página de Jarre en Apple Music una nueva composición “Chromatic”. Apenas estuvo “online” unas horas antes de desaparecer sin más pero parecía claro que iba a formar parte del proyecto ligado a la inteligencia artificial del que Jarre llevaba un tiempo hablando. El problema es que el calendario había cambiado. Los conciertos sudamericanos iban a tener lugar en marzo y poco después tocaba viajar a Norteamérica lo que hacía imposible la promoción de un nuevo disco, especialmente en Europa que es el principal mercado de Jarre.

Saltamos ya a Buenos Aires y al 22 de marzo de 2018. Primer concierto que se abre con la voz de una inteligencia artificial indicando que lleva mucho tiempo observando cómo la humanidad está destruyendo la tierra y que ha llegado el momento de tomar las riendas: si el hombre quiere sobrevivir, tendrá que buscar otro planeta. Tras la voz, una nueva composición especialmente potente. ¿El adelanto de un nuevo disco? ¿una pieza exclusiva para la gira? Podía ser cualquiera de las dos cosas y hasta un homenaje a Stephen Hawking que había fallecido apenas una semana antes del concierto y que en los últimos años había hecho declaraciones en la misma linea que la “inteligencia artificial” que hablaba en la introducción del concierto. El nuevo tema permaneció como obertura de todos los shows de la gira por los Estados Unidos y parecía que iba a quedarse en eso: en una composición exclusiva para el directo hasta que se anunció la aparición a mediados de septiembre de “Planet Jarre”, un recopilatorio en el que se se repasaban los 50 años de carrera del músico francés. Entre otros temas inéditos figuraba el bautizado como “Coachella Opening”.

Tras “Planet Jarre” no parecía probable la aparición de un nuevo disco, al menos en 2018, pese a los comentarios del artista y de sus allegados en las redes sociales. Sin embargo, casi por sorpresa, en los listados de novedades previstas para los meses siguientes de Amazon, apareció un revelador título: “Equinoxe Infinity”. Lo de hacer un disco con la inteligencia artificial como tema central era algo que el propio Jarre había confirmado pero la idea de publicar una secuela de “Equinoxe” parecía algo más propio de las especulaciones de los “fans” (en muchos foros se había apuntado esa posibilidad) que una opción real pero lo cierto es que aquí estaba. Igual que siguió los pasos de Mike Oldfield y sus varios “Tubular Bells” al publicar hasta dos secuelas de su primer grán éxito, “Oxygene”, Jarre se atrevía con su propio “Return to Ommadawn” reviviendo el que es uno de los discos más queridos por su seguidores: “Equinoxe”.

En una cabriola a la que trataremos de buscar explicación al final de la entrada, Jarre hizo un popurrí conceptual en el que mezclaba la portada del “Equinoxe” de 1978 con una historia en la que entra la inteligencia artificial, ramalazos del 2001 de Arthur C. Clarke / Stanley Kubrick y hasta temas más propios del ámbito del misterio como los círculos de las cosechas o los “moais” de la Isla de Pascua. El resumen partiría del diseño de Michel Granger para la portada del primer “Equinoxe”. En ella aparecían una serie de personajes mirando hacia lo que muchos interpretamos como un escenario a través de unos prismáticos pero que ahora Jarre imagina como unos “vigilantes” que observan a la humanidad sin un objetivo claro. 40 años después, el músico se inventa toda una mitología para esos personajes que tampoco creemos que haya que desarrollar aquí.

El músico le encargó al artista checo Filip Hodas la realización de dos portadas diferentes partiendo de los personajes de la portada original de Granger. Una de ellas trataría de simbolizar un futuro utópico en el que la humanidad y los robots (inteligencias artificiales, algoritmos o como queramos denominarlos) conviven pacíficamente y la otra, más apocalíptica, una distopía en la que el hombre sucumbe frente a la máquina. “Equinoxe Infinity” sería la banda sonora de esos dos posibles futuros.

Segunda de las portadas del disco. El comprador en tienda física puede elegir entre las dos. El que lo haga online, recibirá una al azar.


“The Watchers (Movement 1)” - El disco comienza con un poderoso sonido grave que recuerda a la banda sonora de “Blade Runner 2049” pero no tanto como lo hacen los efectos sonoros que lo siguen a determinados momentos de la “Blade Runner” original. No es extraño que Jarre citase ambas películas como parte de la inspiración de un disco que, por otra parte, está centrado en la inteligencia artificial. Tras una introducción solemne llegamos a una serie de arpegios muy similares a los que se escuchaban en el comienzo del “Equinoxe” original. Una introducción épica que deja las expectativas en todo lo alto.

“Flying Totems (Movement 2)” - En el segundo corte del trabajo, Jarre despliega toda su artillería con esas secuencias rítmicas tan características y una melodía realmente inspirada que prácticamente calca un fragmento de su “Industrial Revolution” de 1988 aunque esa coincidencia no fuera intencionada en absoluto como afirmó el músico en una entrevista reciente. El tipo de sonidos empleados en el tema hace pensar en Vangelis pero lo cierto es que no es muy distinto del que Jarre empleó en discos como el citado “Revolutions” o la banda sonora de “Palawan: the Last Refuge”. Con todo, estamos ante uno de los mejores momentos del album y también del Jarre más reciente.




“Robots Don't Cry (Movement 3)” - Llegamos al que probablemente sea uno de los momentos más controvertidos del disco. Jarre desempolva la vieja Korg Mini Pops y utiliza un ritmo muy similar a los que escuchamos en el clásico “Oxygene” y en sus secuelas. Lo une a un colchón sonoro cercano al de otro de sus temas de referencia, “Chronologie 6” y nos ofrece un largo viaje nostálgico con poca o ninguna relación con el primer “Equinoxe”. El problema viene cuando se pone a improvisar con el “mellotron” ejecutando una melodía banal y repetitiva que temina por sonar irritante. Una pena porque la linea de bajo del tema y alguna que otra idea que aparece en la parte central del tema tenían potencial para mucho más.

“All that You Leave Behind (Movement 4)” - En el inicio del tema, Jarre vuelve a caer en viejos vicios empleando una secuencia de sonidos de fábrica presentes en el sintetizador virtual Synapse Dune 2 sin apenas modificación. Con ellos elabora toda la introducción del corte añadiendo algunos sonidos más como unas campanas y sus característicos colchones de cuerdas procedentes del Eminent. Tras eso, y con la entrada de la percusión, aparece una melodía muy esquemática que se combina con otra realmente poderosa ejecutada con unos tonos graves muy agresivos. Un muy buen final para una pieza realmente interesante.

“If the Wind Could Speak (Movement 5)” - El corte más extraño del disco por inesperado es esta brevísima transición en la que escuchamos una melodía muy alegre, casi juguetona, que se combina con “samples” vocales muy juguetones, que parecen balbuceos infantiles. Dentro de la narrativa del disco, se diría que nos sitúa en los albores del nacimiento de la inteligencia artificial como tal.

“Infinity (Movement 6)” - Llegamos así al tema más polémico del trabajo. Tenemos que confesar que la primera vez que lo escuchamos estabamos convencidos de que no era de Jarre y que algún bromista estaba tratando de colarnos un tema falso. Los acordes iniciales, propios de cualquier éxito de la terraza veraniega más cercana, los samples vocales con los que se iba construyendo la melodía y la producción, más bien pachanguera, estaban a la altura del Jarre de “Teo & Tea” y no del “resucitado” de los últimos tiempos. Sin embargo, en la segunda escucha y sucesivas, la presencia de elementos inequívocamente “jarreros” y ese “je ne sais quoi” presente en casi todos los singles del francés nos terminó por convencer de su autoría. No es la primera vez que nos ocurre con Jarre pero lo cierto es que la devastadora primera impresión del tema se fue diluyendo con el tiempo. No hasta el punto de que nos guste en demasiado pero sí lo suficiente como para soportarlo. Quizá para darle al oyente un asidero con el que identificar este corte con un proyecto que lleva la palabra “Equinoxe” en su título, Jarre utiliza en la parte central un fragmento de su clásico “Equinoxe 5” reproducido en modo invertido.

“Machines Are Learning (Movement 7)” - A partir de aquí, entramos en la parte más lograda de todo el trabajo. La secuencia con la que termina el corte anterior se funde en la que da inicio a éste de un modo muy similar a lo que ocurría entre la sexta y la séptima parte de “Equinoxe”. Tras ello entramos en una orgía de voces robóticas, efectos sonoros y ritmos de todo tipo que no tienen nada que envidiar a los mejores momentos de Jarre en este tipo de registros. Una auténtica gozada para el seguidor de la música electrónica clásica que enlaza sin solución de continuidad con el siguiente tema.




“The Opening (Movement 8)” - Llegamos así al tema que abrió los conciertos de la última parte de la gira anterior del músico y que apareció en el recopilatorio “Planet Jarre” con el título de “Coachella Opening”. Un verdadero cañonazo al que el músico ha sabido dar los retoques adecuados para que encaje en el sonido que uno esperaría de un disco con la palabra “Equinoxe” en el título, especialmente con los sonidos empleados en las secuencias rítmicas, herederos directos de los del disco del 78. En otra época en la que Jarre tenía mucha más presencia en los medios, este habría sido un single radiado a todas horas.




“Don't Look Back (Movement 9)” - Llegamos así a una pieza que tiene un lejano aire a aquella maravilla que fue en su día “Equinoxe 3”, con su ritmo de vals, aquí algo más acelerado. Falta una melodía a la altura de aquella pero, aún así, este es un tema muy digno que funciona especialmente bien en este momento del disco.

“Equinoxe Infinity (Movement 10)” - Para el cierre, Jarre se deja el corte más largo que tiene mucho de resumen del trabajo e incorpora muchos conceptos procedentes de otros momentos de su carrera. El inicio nos remite a las profundidades marinas de “Waiting for Cousteau” con una especial incidencia en la melodía principal de “The Watchers” que aparece varias veces a continuación. Más tarde hay también referencias a “Infinity” pero todo dentro de un desarrollo extraordinario que remite al Jarre experimental que termina por tener un hueco en casi todos sus discos. Capas y más capas de sonido, secuencias y arpegios que aparecen y desaparecen, ritmos acuosos, extrañas voces sintéticas... un magnífico colofón que, si nos atenemos a las palabras del propio Jarre, debería tener continuidad en un futuro cercano. Según el músico, se trabajó en el desarrollo de una app para móvil en la que un algoritmo se encargaría de ir “remezclando” el tema partiendo de las pistas originales de modo que cada nueva escucha fuera diferente de la anterior aunque siguiera siendo la misma composición.


En nuestra opinión, “Equinoxe Infinity” terminó siendo una mezcla de dos ideas. Jarre tenía previsto un nuevo disco con la inteligencia artificial como tema central (que habría salido a principios de 2018) y, por otro lado, una secuela de “Equinoxe”. El aplazamiento de los conciertos sudamericanos complicó las cosas y obligó a fusionar los dos conceptos en un solo trabajo (el nuevo “Equinoxe” tendría que salir por fuerza en 2018 para cumplir con el 40 aniversario del original). Eso explicaría la aparición y posterior borrado de “Chromatic” un año antes e incluso el cambio en los arreglos de “The Opening” para hacerla encajar en un nuevo “Equinoxe” utilizando mismo tipo el tipo de secuencias del disco de 1978. El propio Jarre da alguna pista cuando afirma en una entrevista promocional que el resultado de “Equinoxe Infinity” le ha dejado plenamente satisfecho porque la discográfica le dio un plazo de varias semanas más sobre la fecha prevista para entregar el disco. Esto encajaría con la idea de un retraso en los planes originales a causa de los conciertos aplazados.

Según nuestra improbable teoría, los cuatro primeros movimientos del disco estarían pensados para la secuela de Equinoxe. Los que van del quinto al noveno además del perdido “Chromatic” pertenecerían en origen al disco sobre la inteligencia artificial. El cierre, “Equinoxe Infinity” sería una especie de recapitulación grabada a posteriori. Todos ellos, lógicamente, habrían sido arreglados en esos meses que la discográfica le concedió al músico para que formasen un todo más o menos coherente y que diera idea de unidad. De ahí surgiría el uso de secuencias muy próximas a las del disco original en varios de los cortes y en los enlaces entre ellos e incluso el empleo de melodías del original reproducidas al revés.

Sea como fuere, nuestra valoración global del disco es buena, tirando a muy buena, en la linea de todo lo que ha publicado Jarre en estos últimos tres años. Hasta tenemos la sensación de que “Equinoxe Infinity” es lo que podría haber sido “Teo & Tea” de haberse hecho las cosas bien y si Jarre hubiera invertido algo más de trabajo y esfuerzo en aquel disco. Hay incluso varias similitudes entre ambos trabajos en cuanto a los sonidos utilizados, el empleo de voces electrónicas o el uso de “presets” de fábrica pero entre los dos discos hay un verdadero abismo a la hora de evaluar el resultado final y en eso influyen las horas invertidas pero también el nivel de inspiración.

No queremos despedirnos sin antes comentar que “Chromatic”, el misterioso tema que apareció y desapareció por sorpresa a finales de 2017, fue reutilizado por Jarre y, con un par de arreglos, convertido en “Souris Calle”, pieza que apareció en un triple LP de tirada limitada publicado por una galería de arte parisina como parte del homenaje que la artista Sophie Calle hizo a su gata Souris fallecida tiempo antes. En el disco colaboran artistas del nivel de Bono, Mirwais, Michael Stipe, Laurie Anderson, Jarvis Cocker o Pharrell Williams entre otros.


Os dejamos con Jarre hablando del proyecto:

 

domingo, 4 de noviembre de 2018

Jean Michel Jarre - Geometry of Love (2003)



De entre todos los proyectos extraños en los que se embarcó Jean Michel Jarre tras romper con Disques Dreyfus, quizá el más excéntrico fue el que terminó con la publicación de “Geometry of Love”. Como ya comentamos en alguna ocasión, los años posteriores a la publicación de “Metamorphoses” (2000) fueron una etapa especialmente turbulenta para Jarre en todos los sentidos: desde el punto de vista profesional, al desvincularse de su discográfica de toda la vida y desde el personal, a causa de la separación de Charlotte Rampling con la que había formado una de las parejas más estables del mundo del espectáculo.

Esa inestabilidad le llevó a embarcarse en aventuras discográficas de escaso recorrido y a relaciones un tanto sorprendentes como el romance con Isabelle Adjani que acaparó las portadas de la prensa del corazón francesa durante semanas. Aquello no funcionó pero durante el tiempo en que fueron pareja hubo lugar para una pequeña colaboración de Isabelle en la carrera discográfica de Jarre. Para llegar hasta ahí tenemos que hablar de Jean Roch, un hombre de negocios francés al que podríamos llamar “empresario de la noche”. Roch había alcanzado cierto éxito con “La Scala”, una discoteca que llegó a ser muy popular en el París de los años noventa pero su gran momento llegó cuando abrió el “VIP Room” en Saint Tropez. Se trataba de un local de “alto standing” en el que se podía ver con frecuencia a gente como Madonna, Bruce Willis, Paris Hilton o Cindy Crawford disfrutando del ambiente nocturno de la Costa Azul. En 2002, Jean Roch reformó por completo la sala encargandole el trabajo al diseñador Ora-ïto. Como parte de las novedades de la reapertura, Roch fue también el mecenas de un disco de Jean Michel Jarre que, en principio, serviría de banda sonora para las zonas más tranquilas del local. Inicialmente el disco tendría una tirada limitadísima de 2000 ejemplares a distribuir sólo entre la selecta clientela del VIP Room pero finalmente fue publicado por Warner en Francia sin ningún tipo de campaña promocional y con una edición igualmente reducida en cuanto a copias a la venta.

El disco iba a contar también con la participación de Ora-ïto que se encargó del pixelado de las fotos de Isabelle Adjani que adornaban el lanzamiento, incluyendo la de su pubis que pasaría a la posteridad como portada del trabajo. En el aspecto musical, Jarre trabaja con su equipo habitual en el que destaca su colaborador más estrecho en toda esa etapa: Francis Rimbert. El disco, nada ambicioso, continuaba la linea de proyectos de pequeño calado que había empezado con “Sessions 2000”.

Interior del VIP Room de Saint Tropez.


“Pleasure Principle” - Comienza el trabajo con unas cuerdas que dibujan una melodía muy escueta a partir de la cual se introduce un tema electrónico de aire impresionista entre multitud de efectos sonoros, muchos de los cuales ya se pudieron escuchar en “Interior Music”, un disco que Jarre grabó para la marca Bang & Olufsen algo antes. Las percusiones, suaves y nada intrusivas, ayudan a recalcar la melodía y los arreglos que, si bien son completamente diferentes a todo lo que Jarre había hecho antes, funcionan muy bien terminando por configurar una pieza deliciosa, muy íntima y verdaderamente interesante.




“Geometry of Love (part 1)” - Completamente diferente es el siguiente corte del disco, dominado por un ritmo muy marcado y unas cuerdas de fondo que repiten una y otra vez los mismos acordes. Sobre esa base, Jarre dibuja un interesante sólo de sintetizador con un uso intensivo del “pitch bend”. Es una construcción no demasiado compleja que termina sonando realmente bien.

“Soul Intrusion” - Quizá nuestro tema favorito del disco y el que más recuerda al Jarre más clásico, si bien, no al de sus temas más conocidos. Comienza con un largo arpegio electrónico al que se unen distintas capas de sonidos sintéticos como ocurría en algunos fragmentos de discos como “Music for Supermarkets”, “Zoolook” o “Rendez-Vous”. Tras un largo segmento atmosférico en esta misma linea, entran la percusión y el piano que ejecuta una melodía muy cercana a la que se desarrollaba muy lentamente en el ambiental “Waiting for Cousteau” del disco homónimo. Un corte excelente en nuestra opinión.




“Electric Flesh” - El siguiente tema apuesta por un enfoque “ambient” en su inicio para volver a los tonos impresionistas con la entrada del piano. Como en “Pleasure Principle”, la percusión acompaña sin molestar a una melodía que retoma una serie de acordes muy empleados por Jarre en otros temas como “Millions of Stars”, pieza a la que ésta nos recuerda bastante en muchos momentos.

“Skin Paradox” - Con un comienzo secuencial, del estilo del de “Soul Intrusion”, Jarre y Rimbert crean una atmósfera ideal para la improvisación de piano que viene después, un motivo difuso y algo deslavazado que sigue la linea “jazzy” del anterior disco del músico: “Sessions 2000”. Como buena parte del disco, una pieza ideal para usar de música de fondo mientras se hace otra cosa.

“Velvet Road” - Como buen ecologista, Jarre es muy partidario del reciclaje y eso es algo que también aplica a su obra recuperando de vez en cuando algunas piezas procedentes de otros proyectos para sus nuevos discos. En este caso, el músico rescataba un tema del efímero grupo The ViZitors que formó a finales del año 2000 con Francis Rimbert y el japonés Tetsuya Komuro. La formación no llegó a publicar nada pero sí dio un concierto en Okinawa en cuyo programa figuraba “Children of Space” que es la pieza que escuchamos aquí con una sola diferencia. Es un tema muy similar en cuanto a atmósfera al resto del disco: capas de sintetizador y una melodía de piano acompañada de efectos electrónicos y percusiones. La gran variación con respecto al original es que en aquel se escuchaba a un coro de niños que aquí no está presente lo que, en nuestra opinión, mejora notablemente el conjunto de la pieza.

“Near Djaina” - Jarre juega con el nombre de su entonces pareja, Isabelle Adjani, introduciendo en el título del tema un anagrama de su apellido. Pese a la presencia de distintos sonidos y efectos electrónicos, podríamos decir que este es el primer tema para piano solo de toda la carrera de Jarre y lo cierto es que es una pieza muy conseguida, con un marcado tono jazzístico a la que sólo le podemos poner un “pero”, no precisamente menor: su gran parecido con “Among Fields of Crystal”, del disco “Ambient 2” de Brian Eno y Harold Budd. Por momentos se podría pensar que estamos ante una variación acelerada de aquella pieza escrita por el dúo en 1980.




“Geometry of Love (part 2)” - Cerrando el trabajo encontramos la segunda parte de “Geometry of Love” que no es más que la primera con el añadido de un par de voces sampleadas que forman parte de la sección rítmica del corte en determinados momentos. El solo central también es algo distinto pero no aporta gran cosa al tema. En cualquier caso, creemos que con el único aditamento de las voces (por otra parte muy cercanas a las de “Heart” de Pet Shop Boys) el tema mejora mucho.


Aprovechando la reedición de todo su catálogo que está teniendo lugar de forma paulatina en los últimos años por parte de Sony Music, Jarre ha rescatado en la última tanda de lanzamientos este “Geometry of Love” que, de este modo, está disponible para todos aquellos seguidores que no pudieron hacerse con una copia física en su momento. De modo inexplicable, algunos de los temas han sufrido retoques como la eliminación de determinadas pistas de sonido que hacen que el disco suene extraño a los oídos de quienes estamos acostumbrados a la edición original por lo que aquella aún tiene mucho valor de cara al seguidor más fiel al músico.

A pocos días del lanzamiento de su próximo trabajo, que tiene pinta de ser controvertido, no es mala idea recuperar uno de los discos menos conocidos del Jarre reciente. Un trabajo “menor” pero con momentos dignos de revisión. Mientras tanto os dejamos con la versión en directo de las dos partes de "Geometry of Love" enlazadas.



 

jueves, 14 de junio de 2018

Jean Michel Jarre - Teo & Tea (2007)



Repasando los discos que hemos comentado en el blog a lo largo de estos años vemos que la inmensa mayoría son trabajos de los que tenemos una buena opinión. Eso es algo lógico porque no merece la pena perder tiempo comentando algo que no nos ha gustado habiendo tanta buena música de la que hablar. Bien es cierto que no hemos queremos pecar de conformistas resaltando sólo discos notables ya que una de las cosas que intentamos es ofrecer una imagen lo más completa posible de los artistas que aquí aparecen y eso incluye el dedicarle un espacio también a discos no tan inspirados de nuestros músicos más habituales.

Hay otro tipo de entradas en las que también nos hemos encontrado con discos que no han sido de nuestro agrado: aquellas centradas en lanzamientos recientes que, por la importancia del artista de que se trate en cada momento, merecen una atención por nuestra parte independientemente del nivel del disco en cuestión. No es el caso del disco que hoy comentamos.

Hoy tenemos aquí un trabajo que entraría en la primera categoría pero inaugurando un nuevo punto de vista: el de los trabajos que sólo cabe calificar como de errores. Discos a los que no encontramos explicación, alineaciones cósmicas por las que, incomprensiblemente, a un artista se le pasa por la cabeza publicar algo, ninguno de sus allegados considera oportuno impedirlo y en la discográfica de turno no hay nadie con el criterio suficiente para detener el desastre.

Estamos en 2006 y la carrera de Jean Michel Jarre lleva unos cuantos años dando tumbos desde su ruptura con Disques Dreyfus. En este tiempo ha habido lanzamientos sin ningún tipo de promoción, trabajos muy menores para compañías tecnológicas como Bang & Olufsen o conciertos editados únicamente en formato de descarga digital como el recientemente comentado aquí “Printemps de Bourges”. En 2004 y tras firmar con Warner había aparecido AERO, un recopilatorio bastante interesante, con viejos clásicos regrabados y un puñado de temas nuevos pero que no cubría las expectativas acerca de lo que Jarre sería capaz de hacer en su nueva discográfica. Y lo cierto es que la campaña que se diseñó para lanzar el nuevo disco fue bastante imaginativa y prometedora. Se creó un videoclip promocional del que se colgó un extracto en youtube en el que no figuraba el nombre del músico. Sólo en las etiquetas aparecían varios para jugar al despiste. Entre ellos los de David Guetta, Bob Sinclair, Jean Michelle Jarre (con el error intencionado en el nombre) o Martin Solveig. La idea era la de distribuir también un single promocional por las distintas emisoras de radio para ver qué recorrido tenía ese primer tema del disco sin el apoyo del nombre de su autor.

Ignoramos si se llevó a cabo esta parte de la campaña y, en caso de que así fuera, si esa primera pieza tuvo algún tipo de repercusión porque lo cierto es que poco después de aparecer el fragmento del videoclip en internet, los rumores acerca de la autoría de Jarre terminaron pronto con la pretendida sorpresa. No tardó mucho en aparecer el corte completo y en anunciarse la publicación del nuevo album que llevaría por título “Téo & Téa”, dos personajes de dibujos animados que protagonizaban el videoclip y también el difuso concepto alrededor del que parecía girar la temática del disco: las relaciones personales y el amor en la era de la realidad virtual.

Jarre durante la promoción de "Teo & Tea"


La cosa, ya desde el primer extracto que se hizo público, no pintaba demasiado bien. Una musica simple, con una fuerte componente bailable, que no parecía encajar demasiado con o que esperaba de Jarre su seguidor medio pero al fin y al cabo, no era más que un adelanto. Todo iría a peor. Cuando apareció el disco completo, el estupor entre la práctica totalidad de los que lo iban oyendo se extendía mezclado con una importante carga de incredulidad: ¿eso era lo nuevo de Jarre?. Un análisis tema por tema como el que solemos hacer aquí no sería más que una sucesión de improperios por nuestra parte con lo que nos lo ahorraremos por esta vez. Baste con señalar que el disco no había por donde cogerlo. Ritmos baratos, melodías que muchos principiantes descartarían sin dudarlo y una producción escuálida indigna de un artista de la trayectoria de Jarre. Apenas alguna cosilla de “Fresh News”, el corte que abre el disco, ciertos detalles en “Touch to Remember”, tema en el que Jarre rescata el “Speak and Spell” (antiguo juguete electrónico que “leía” con voz robótica los textos que se introducían en él mediante un teclado) o el ambiente creado en “OK, Do it Fast” son rescatables en un disco en el que encontramos recursos tan vergonzantes como los gemidos de Anne Parrillaud (pareja del músico por aquel entonces) en “Beautiful Agony”, el coqueteo con las músicas de película tipo “James Bond” (en ambas partes de “Partners in Crime”) o la simple imitación del estilo de sus compatriotas de AIR en “In the Mood for You”. Cortes como “Chatterbox” rozan lo ridículo, “Gossip” no es más que un politono con ínfulas y “Vintage” se mueve en el terreno de la autoparodia. Tampoco “Melancholic Rodeo” (título que se especuló con que sería también el del disco) ofrece nada potable.




Desde el punto de vista musical, el desastre era mayúsculo pero eso no fue todo. El disco iba a presentarse en una serie de “showcases” en los estudios Alfacam de Lint (Bélgica), en el club parisino “Le Queen” y en el VIP Room de Cannes. El espectáculo fue bochornoso con un Jarre realizando un “playback” descarado mientras daba saltos como un adolescente. Una imagen que vista hoy, da cierta grima y que marca un mínimo en la carrera del músico.

Pero faltaba aún un episodio más grave y que sólo la escasísima repercusión del disco permitió que no terminase del todo con la reputación de Jean Michel Jarre. Entre la lista de instrumentos utilizados para la grabación del disco estaba la “groovebox” Roland MC 808. Una especie de caja de ritmos avanzada que incluye un “sampler”, un secuenciador, y un montón de bases pregrabadas. Unas semanas después de la aparición de “Teo & Tea”, un usuario de la misma subió a youtube un video en el que se demostraba que, al menos seis de los trece cortes del disco, no eran más que algunas de las más de 600 demos de fábrica que incluía la máquina . No hablamos aquí de una sencilla base rítimica sino de progresiones completas de acordes, percusiones, bajos, acompañamientos, variaciones de todo tipo, etc. Todo el armazón de una composición al que Jarre, aparentemente, se limitó a añadir una sencilla melodía y algún efecto por encima, caso de “Chatterbox”, “Touch to Remember” o “Beautiful Agony”, a eliminar algúna secuencia (“Fresh News”), cambiar una linea de bajo (“In the Mood for You”) o modificar ciertos timbres (“Melancholic Rodeo”). El escándalo fue notable entre la comunidad de seguidores de Jarre aunque no trascendió mucho más allá. Se quiso ofrecer una explicación por parte de la productora del músico indicando que Jarre y Roland llevaban un tiempo colaborando y que el músico había realizado varios patrones y sonidos para la marca que habían sido incluidos en varios de sus aparatos. Sin embargo, en las instrucciones que acompañaban a la “groovebox” aparecían acreditados los autores de cada uno de los patrones y no se mencionaba a Jarre, algó que sí ocurría con otros productos de Roland en los que Jean Michel había hecho alguna contribución.

La clave, probablemente, estuviera en un DJ y productor holandés. Jarre contactó con Tim Hufken a través de Roland para quienes trabajaba elaborando sonidos y bases rítmicas para varios de sus productos, entre otros, la MC 808. Aunque en una entrevista posterior en Fairlight Jarre, el músico afirmó que no era el creador de ninguno de los presets que Jarre usó en “Teo & Tea”, particularmente de los más polémicos, lo cierto es que su nombre aparece en los créditos del disco bajo el ambiguo epígrafe de “colaborador artístico”. En la misma entrevista, el holandés comentó que Jarre le pasó varias maquetas muy esquemáticas y le pidió que les diera forma buscando un estilo bailable y le puso como ejemplo la versión de “Living on Video” hecha por Pakito, un DJ francés de cierta popularidad en aquellos años. Con decir que el nombre artístico del “músico” estaba inspirado en “Paquito el chocolatero” y que en el tema que Jarre tomó como ejemplo, Pakito incluía “samples” de Chimo Bayo nos podemos hacer una idea de lo que el músico francés pretendía que fuera “Teo & Tea”.

Hufken declaró que como no le gustaba el estilo de Pakito, trató de obviar la recomendación y de darle a su trabajo una orientación más cercana a lo que él pensaba que debía ser el estilo de Jarre en 2007. Algún otro colaborador cercano de Jarre en la época (además de Hufken, participaron en el disco Claude Samard y Francis Rimbert) comentó “off the record” que le recomendó no publicar el disco con su nombre y lanzarlo como un experimento sin más. Incluso el propio músico terminó por reconocer tiempo después que “Teo & Tea” fue un error y lo achacó a su turbulenta situación personal por aquel entonces.

Así reivindicaba el atentado explicaba el músico su nuevo trabajo en el kit para la prensa:



El desastre fue tan absoluto que lo único que músico y discográfica pudieron hacer para paliarlo fue lanzar una regrabación del clásico “Oxygene” meses después a la que seguiría una extensa gira tocando el disco en su integridad en riguroso directo (o, al menos, en lo más parecido al directo que Jarre ha tocado nunca). Tras aquello el músico francés se embarcó en una interminable serie de conciertos tocando sus grandes éxitos en lo que parecía que iba a ser una especie de semi-retiro nostálgico pero las cosas cambian de forma inesperada y en los últimos años hemos asistido a una resurrección artística muy dificil de prever tras los meses que siguieron a “Teo & Tea”. Tanto es así que estamos a una semana escasa del posible lanzamiento (o de su anuncio) de un nuevo trabajo del músico que promete mantener el interés de sus recientes proyectos pero eso será materia de otra entrada (esperemos) muy pronto.

domingo, 13 de mayo de 2018

Jean Michel Jarre - Printemps de Bourges 2002 (2006)



Para los menos familiarizados con la carrera de Jean Michel Jarre, éste es un artista de excesos, muy dado a la grandilocuencia y al espectáculo sin medida y esto es cierto pero sólo valdría como descripción de una etapa de su trayectoria muy localizada en la década de los ochenta. En aquellos años fue capaz de las mayores extravagancias en cuanto a conciertos se refiere alcanzando cifras de asistentes a los mismos realmente disparatadas. Sin embargo, si tuviéramos que hacer una descripcion de su carrera hoy en día, quizá se le ajustase más la definición de hombre de extremos. Jarre ha sido un artista capaz de vender millones de copias de muchos de sus discos pero también de grabar otro del que sólo salió a la venta un ejemplar. Mantuvo durante décadas un matrimonio modélico con Charlotte Rampling para, tras la ruptura, ser carne de la prensa del corazón con sucesivos romances llenos de escándalos en un corto espacio de tiempo. Con los conciertos pasa algo parecido. Durante años sus espectáculos fueron contados, a razón de uno o dos cada dos o tres años pero en los últimos tiempos ha hecho giras de cientos de conciertos. Tambíen pasó de defender a muerte los sintetizadores analógicos en 1997 (a raiz de la publicación de “Oxygene 7-13”) a afirmar sólo tres años después que con un software como ProTools casi le bastaba para hacer un disco.

Uno de esos contrastes tan extremos es el que nos lleva a la grabación que queremos comentar hoy. Pocos imaginaban que el hombre que entró hasta tres veces en el libro Guinness de los Records por las millonarias audiencias de sus shows en directo al aire libre pudiera ofrecer un concierto para apenas un centenar de personas en una sala de un palacio del S.XV. Sin embargo, eso ocurrió en abril de 2002 en el marco del festival “Printemps de Bourges” pero para entenderlo hay que darse cuenta de que, en aquel momento, Jarre estaba metido en una guerra con su vieja discográfica, Disques Dreyfus. El músico quería desvincularse de la misma y ellos no querían desprenderse sin más de su mayor activo. En esas circunstancias, Jarre pasó una época en la que llegó a formar un grupo que no grabó ningún disco o a componer una banda sonora que nunca fue publicada a la espera de obtener su libertad contractual. También en aquellos años Jarre preparó una actuación muy particular en la que no iba a tocar ningún tema cuyos derechos estuvieran en poder de Dreyfus y eso incluía música nueva pero también música compuesta con anterioridad al fichaje del artista por la discográfica.

Tras tortuosas negociaciones, Jarre quedó liberado de sus compromisos con Dreyfus entregando “Sessions 2000”, trabajo del que hablamos en su día. Posteriormente grabaría un disco titulado “Geometry of Love” con una distribución muy reducida antes de firmar con un nuevo contrato con Warner. Fruto del mismo aparecería en 2004 un recopilatorio del que quizá hablemos más adelante y que fue innecesariamente estirado en conciertos con sus correspondientes DVD's y CD's sin demasiado interés. Curiosamente, el lanzamiento más interesante de estos años no fue un trabajo nuevo y lo que era aún peor: no se produjo en un formato físico. Resulta que en 2006, Jean Michel Jarre decidió probar fortuna con las descargas de pago y editó, exclusivamente para la plataforma iTunes, el concierto de Bourges que mencionamos más arriba. La actuación del músico en aquel festival constaba de cuatro temas y no llegó a la hora de duración con lo que se ajustaba muy bien al formato de disco. El programa era extraordinariamente variado y contenía dos piezas completamente nuevas, un descarte de su disco “Metamorphoses” y un extracto de “AOR”, su casi mítica composición para ballet de 1971. Durante el concierto, Jarre estuvo acompañado por Francis Rimbert, su mano derecha en todo aquel periodo. Por algún motivo, aunque en la grabación publicada para iTunes se recoge el concierto completo, el orden de las piezas variaba con respecto al de su ejecución en el mismo.

Jarre en un momento del concierto.


“Alive in Bourges” - La primera pieza del programa era una composición nueva de larga duración. El comienzo era muy atmosférico lleno de efectos sonoros, ruido blanco, etc. lo que se iba a prolongar durante unos minutos tras los cuales aparecen los ritmos programados y los sonidos más cercanos a la pista de baile. Los distintos elementos van apareciendo muy poco a poco y no tienen mucho que ver con la música habitual de Jarre. Si acaso, y una vez que entra la linea de bajo que le da un giro “dance” de la pieza, el resultado nos podría recordar a la música del proyecto “The ViZitors”, efímera formación que juntó a Jarre y su colaborador Francis Rimbert con el productor japonés Tetsuya Komuro y que no  llegó a producir ningún resultado discográfico. Mediado el tema aparece una enérgica secuencia que es transformada en directo a lo largo de sucesivas repeticiones sólo para volver poco después a la música de baile más impersonal. En el último tramo escuchamos unos coros electrónicos muy característicos del Jarre de “Chronologie” pero que no llegan a desarrollarse demasiado. Estamos ante una de las piezas más raras de la carrera del compositor francés, prácticamente carente de melodía y entregada a los ritmos “dance” en toda su extensión. Uno de tantos intentos de Jarre en esos años por posicionarse dentro de ese campo y que, ciertamente, no consiguió su objetivo.

“Metallic Souvenir” - El segundo corte del disco es el más interesante desde el punto de vista arqueológico puesto que nos permite escuchar un fragmento del ballet “AOR”, compuesto por Jarre durante su etapa en el Groupe de Recherches Musicales de Pierre Schaeffer. La obra, inédita aún hoy, es una de las que más curiosidad despierta entre los seguidores un músico que no es muy dado a mantener sus composiciones ocultas al público. Lo que se escucha es pura experimentación sonora construida con los rudimentarios instrumentos de que disponían en la época en los estudios de la Radio Televisión Francesa. El seguidor de Jarre reconocerá algunos efectos sonoros que más tarde formaron parte de la banda sonora de “Les Granges Brulees” pero lo cierto es que muy poco de la propuesta musical del artista en los años posteriores podía intuirse a partir de lo que se escucha aquí.

“Body Language” - Cuando en el año 2000 apareció “Metamorphoses” ya se dijo que había varias composiciones que se habían quedado fuera del trabajo. Una de ellas fue utilizada en un anuncio de la compañía danesa de equipos de audio y vídeo de alta gama, Bang & Olufsen con la que Jarre tuvo mucha relación en aquellos años (uno de los singles de “C'Est la Vie” se distribuía exclusivamente en las tiendas de B&O e incluso el músico llegó a crear una obra titulada “Interior Music” para la marca). La misma pieza había sonado en el Global Tekno Festival de Avignon en 2000 como fondo musical de una vídeo-instalación. Se escribió en su momento que aquella música iba a ser publicada bajo el título de “Crazy Saturday” como “cara b” del single “Tout Est Bleu” (acompañada por otra llamada “Lonely Beat”). Descartada esa opción llegó a decirse que ambos temas aparecerían como descarga de pago con fines benéficos pero por motivos que desconocemos, finalmente no fue así. “Crazy Saturday”, sin embargo, iba a ser renombrada como “Body Language” y formaría parte del concierto de Bourges. En lo musical, la pieza es una verdadera locura formada por “samples” de todo tipo, ritmos desenfrenados y efectos sonoros. Una especie de versión desquiciada de “Moon Machine”, el extraño tema de 1986 que, aún hoy, es la única “cara b” de un disco de Jarre que no forma parte de ningún disco “grande” si excluímos la recopilación “Images”.

“Paris Bourges” - Cerrando el disco tenemos otro corte estrenado en Bourges. En él, Jarre toca el “theremin”, instrumento al que se aficionó allá por la época de su “Oxygene 7-13” y que formó parte habitualmente de sus conciertos en los años posteriores. Los sonidos del comienzo del tema le resultarán familiar hoy al seguidor del músico puesto que formarían parte poco después de su disco “Sessions 2000” como parte del tema “January 24”. Sobre esa base Jarre toca el “Theremin” durantes unos instantes antes de que entre súbitamente una frenética secuencia rítmica complementada por un insistente pitido que nos recuerda mucho al “Music: Response” de los Chemical Brothers. Entramos después en un breve interludio en el que suena una vez más el “theremin” antes de retomar de nuevo los ritmos de baile que nos llevan al final del trabajo.

Tantos años después de su publicación, el concierto de Jarre en Bourges en 2002 sigue siendo una importante rareza en su discografía. No tanto por no haber aparecido nunca en formato físico (el músico tiene algún que otro EP que sólo se ha publicado como descarga digital) sino por lo extraño de su repertorio. Del mismo nos quedamos sin dudarlo con el fragmento de “AOR” con la esperanza de poder escuchar algún día la obra completa. Por lo demás, no deja de ser un testimonio anecdótico de una etapa muy convulsa de la carrera de Jarre que culminaría algo después con un disco del que no tardaremos en hablar por aquí: “Teo & Tea”. Os dejamos con el concierto completo a través de la grabación de una de las asistentes al mismo.