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viernes, 12 de abril de 2024

Olafur Arnalds - For Now I Am Winter (2013)



Muy pocos son los músicos que se resisten a incluir canciones en su repertorio por mucho que su carrera se haya cimentado siempre sobre piezas instrumentales. En el caso de Olafur Arnalds tampoco es que tuviéramos que esperar mucho ya que fue en su tercer LP cuando decidió incorporar un vocalista para cantar algunos textos, coincidiendo con el momento en que empezó a publicar también bandas sonoras, al margen de sus habituales discos por lo que podemos pensar que el músico islandés estaba en una época de exploración y cambios. Pese a lo dicho, no debería el lector esperar grandes diferencias entre sus trabajos anteriores y este “For Now I Am Winter” (2013) por más que a la presencia de canciones se una por primera vez una orquesta completa. En el apartado vocal tenemos que mencionar la particular voz del cantante islandés Arnor Dan, frágil, quebradiza por momentos pero enormemente expresiva en la línea de otros vocalistas contemporáneos como Anohni, especialmente en su época con Antony and the Johnsons.


Además de Dan, acompañan a Olafur en el disco, Petur Jonsson (guitarras) y los miembros de la Icelandic Symphony Orchestra. Los arreglos para la misma están realizados por otro viejo conocido nuestro como es Nico Muhly. Arnalds, por su parte, se encarga del piano y los sintetizadores.


“Sudden Throw” - Abre el disco un precioso tema de corte ambiental a base de capas de sintetizadores sobre los que escuchamos una serie de cadenciosos acordes de piano. Mediada la pieza aparecen las cuerdas que van in crescendo añadiendo matices y ritmo hasta el final.


“Brim” - El segundo corte es completamente diferente y está marcado por un ritmo vivo a cargo de un cuarteto de cuerda de clara inspiración minimalista de la rama de Michael Nyman o Wim Mertens. Se refuerza la sección rítmica con programaciones electrónicas que marcan un bonito contraste ahora y en el final de la pieza al que se llega después de un breve interludio atmosférico.


“For Now I Am Winter” - El tema central del trabajo regresa a los sonidos tranquilos del primero y sirven de soporte para la primera intervención de Arnor Dan en su estilo lleno de delicadeza. Con las sucesivas repeticiones del estribillo, en el que podemos disfrutar de bonitos juegos vocales, se añaden a la mezcla algunos suaves ritmos electrónicos, nada invasivos, que dan un toque interesante a la canción.




“A Stutter” - El piano reclama ahora su cuota de protagonismo en la introducción de la segunda canción de Arnor que tiene un esquema más convencional que la anterior. Es una balada extremadamente lenta y con los papeles muy repartidos entre los distintos participantes: piano al principio, voz después y violines unidos a ambos y a los sintetizadores en el final.


“Words of Amber” - Los esquemas minimalistas vuelven a aparecer, esta vez en forma de pieza para piano. Es una composición de gran sencillez llena de matices sonoros en toda la parte electrónica, sutil en todas sus capas y de una fragilidad conmovedora. Quizá sea la composición más inspirada de todo el trabajo y, desde luego, es una de nuestras favoritas.




“Reclaim” - Casi de forma inesperada nos introducimos en profundidades desconocidas con la orquesta entrando de repente con una introducción llena de gravedad. Entra entonces la voz de Arnor para cantar un par de estrofas y a continuación todo cambia con las cuerdas acelerando y construyendo un ritmo vivo y animado que nos recuerda al español Joan Valent. El cantante abandona por un momento sus registros más delicados para cantar de una forma más convencional y cercana al pop. Esa curiosa mezcla de estilos e instrumentación, a la que se unen de nuevo los ritmos electrónicos, tiene también muchas similitudes con determinados trabajos de Sufjan Stevens.


“Hands Be Still” - El tema comienza con un aire que nos hace pensar que estamos ante una sencilla transición electrónica hacia la siguiente composición pero conforme avanza nos damos cuenta de que hay más. A los sencillos acordes iniciales se van sumando los violines y algunos efectos electrónicos que van enriqueciendo la escucha. Casi sin darnos cuenta, el tema va disolviéndose hasta desaparecer como la niebla en el amanecer hasta acabar fundiéndose con la siguiente pieza.


“Only the Winds” - El piano va surgiendo de entre las últimas notas del tema anterior y va dejando notas salpicándonos aquí y allá mientras, de fondo, surgen los violines y una base electrónica que va ocupándolo todo sin prisa pero sin pausa. Un tema extraordinario que podía haber formado parte junto con el anterior de una única pieza.


“Old Skin” - Olafur nos muestra ahora su cara más juguetona y casi infantil en la introducción de piano de esta canción, un divertimento delicioso con aire de cajita de música y una atmósfera mágica. Arnor Dan explora al máximo los registros más agudos de su voz en una intervención que es la que más nos recuerda a la anteriormente citada Anohni. Sin duda alguna, estamos ante una de las mejores canciones de todo el trabajo en la que destaca también lo cuidado de la producción.




“We (Too) Shall Rest” - Llegamos a la pieza más corta del trabajo, apenas dos minutos, que es un sencillo cuarteto de cuerda sin mucha evolución. Notas largas y lentas que se suceden en una transición (ahora sí) que no parece tener más intención que la de llevarnos a los últimos temas del disco.


“This Place Was a Shelter” - El penúltimo de ellos nos recibe con un piano romántico, “chopiniano” (años más tarde Olafur hará su propio disco dedicado al compositor polaco), que enseguida se ve acompañado por la orquesta, los sintetizadores y las cajas de ritmo para cerrar con una curiosa intervención de la guitarra eléctrica de Petur Jonsson, sorprendente por inesperada al principio pero muy acertada tomada dentro del conjunto.


“Carry Me Anew” - Cerrando el disco tenemos otra composición ambient, esta vez en la acepción más clásica del término y es que bien podría haberla firmado el Brian Eno de “Apollo” por poner un ejemplo. Sonidos etéreos que progresan lentamente para desaparecer sin dejar rastro dejandonos un inmejorable sabor de boca.



Este “For Now I Am Winter” fue el primer trabajo que escuchamos de Olafur Arnalds hace ya unos cuantos años después de haber recibido muchas recomendaciones sobre su música. Quizá por eso le tenemos un cariño especial pero es que, además, es un gran disco. Hay algo que tienen en común muchos músicos de la misma cuerda que Arnalds y de los que hemos hablado aquí a menudo (los Richer, Frahm, Johannsson...) y es que por su estilo tan particular y, en cierto modo, rígido, no suelen plantear grandes desafíos ni asumir demasiados riesgos a la hora de componer una obra nueva. Eso da como resultado carreras muy homogéneas sin apenas altibajos y por ello es difícil escoger un trabajo favorito en medio de una discografía de un nivel muy similar. Si acaso, el hecho de que aquí haya cuatro canciones más o menos convencionales, puede ser un buen argumento para que aquellos que no lo conozcan se acerquen por primera vez a su música. Desde luego, nosotros lo recomendamos.

lunes, 28 de febrero de 2022

Ólafur Arnalds - Some Kind of Peace (2020)




El compositor islandés Olafur Arnalds ha aparecido mucho menos de lo que debería por el blog. De hecho, en el momento de comenzar a escribir esto nos damos cuenta de que ha sido mencionado muy a menudo en reseñas de discos de otros artistas pero hasta hoy solo le hemos dedicado un par de entradas, algo que resulta muy pobre para sus merecimientos. El disco que hoy nos ocupa es el último publicado por el músico, aparecido en 2020 bajo el título de “Some Kind of Peace”. Se trata de un trabajo más introspectivo si cabe de lo habitual en Olafur, que cuenta para la ocasión con varios artistas invitados en determinados momentos del disco. Cuando decimos lo de introspectivo, lo es más que nunca y en sentido literal ya que todos los cortes parten de reflexiones sobre la vida misma, la situación actual y las reacciones y respuestas que todo ello suscita en nosotros como personas. Un disco sobre el cambio, sobre la adaptación a lo nuevo, sobre la muerte en algún momento... grandes temas con los que el carácter de la música de Olafur resuena de una manera muy especial.


En la grabación interviene un cuarteto de cuerda formado por Björk Óskarsdóttir y Sigrún Hardardóttir (violines), Karl Pestka (viola) y Unnur Jónsdóttir (violonchelo) además del propio Olafur al piano y los sintetizadores. Participan también en alguno de los temas Bonobo (sintetizadores y producción), JFDR, Josin y Sandarayati Fay (voces) y Josh Wilkinson (programación).


“Loom” - El primer corte es una colaboración con el músico electrónico británico Bonobo. Se trata de una pieza repetitiva con sonidos deliberadamente sucios en su primera parte, entre los que se filtran unas voces llenas de misterio antes de disolverse lentamente con un piano lleno de texturas líquidas al estilo de Harold Budd.




“Woven Song” - Para el segundo tema, Olafur recurre a una grabación de la cantante Herlinda Agustín Fernández interpretando un cántico tradicional de la Amazonía peruana. Alrededor del mismo va tejiendo una red a base de piano y cuarteto de cuerdas muy delicada en su línea habitual.




“Spiral” - Uno de los mejores temas del disco. Parte del cuarteto de cuerdas y poco a poco va incorporando el piano y algunos efectos electrónicos. Hay muchos puntos en común entre la música de Olafur Arnalds y la de Johann Johannsson y esta pieza los recorre todos hasta el punto de que nos costaría mucho decidir quién es su autor de no saberlo previamente.


“Still / Sound” - La siguiente pieza juega con los ecos y los efectos sonoros alrededor de un tema muy sencillo de piano y sintetizadores. La repetición de un breve motivo es toda la base de una composición que apenas evoluciona sino que da vueltas alrededor de sí misma con muy leves variaciones, la más interesante de las cuales es el violín que se incorpora en el tramo final.


“Back to the Sky” - Llega la segunda colaboración importante del disco de la mano de la cantante y multi-instrumentista islandesa Jófríður Ákadóttir, más conocida (y pronunciable) por su nombre artístico, JFDR. El principal elemento diferenciador del corte con lo que llevamos escuchado hasta ahora es el tranquilo ritmo que incorpora, creado a base de samples, y que realza la voz de la artista en lo que perfectamente podría ser un single para la radio.




“Zero” - Con el siguiente corte volvemos a la atmósferas características del músico islandés. A su piano vibrante y etéreo, a los ecos que forman parte de la propia pieza y a los tenues “pads” electrónicos que poco a poco ganan sitio al silencio hasta termina por sofocar al resto de instrumentos.


“New Grass” - Un tono más jovial tiene esta pieza en la que los alegres acordes iniciales del piano se ven acompañados enseguida por las cuerdas. Se repite el esquema habitual en el que ese segundo elemento que aparece termina por convertirse en el principal y aquí lo hace con una composición maravillosa que no para de evolucionar con un precioso tema solista a cargo de la viola que, a nuestro juicio, es de los más inspirados del disco.


“The Bottom Line” - La alemana (de madre coreana) Josin es la cantante invitada en esta preciosa balada en la que el piano repite una y otra vez una serie de acordes sobre los que se despliegan cuerdas y voz junto a un monótono ritmo electrónico que apenas estorba en la audición.




“We Contain Multitudes” - El comienzo del tema es, quizá, el más melódico del disco y probablemente el único en el que es precisamente la melodía y no las atmósferas y ambientes, la que ocupa el centro. Es una pieza delicada que recupera el sabor de ciertas músicas que poblaban décadas atrás los lanzamientos de sellos como Windham Hill o Narada.


“Undone” - Un texto sobre la muerte leído por la cantante Lhasa de Sela, precisamente fallecida a causa de un cáncer en 2010, abre un corte que se desarrolla como la mayoría de los del trabajo: con un juego de piano al inicio y con la sección de cuerdas que crece a partir de ahí. Un gran broche que lejos de tener un tono triste, nos evoca esperanza.



La música de Olafur Arnalds depara pocas sorpresas pero hasta el momento mantiene un altísimo nivel de calidad en todos sus lanzamientos por lo que le consideramos uno de los artistas más interesantes de una generación de músicos de la que hemos hablado mucho aquí y cuyos mayores exponentes serían, además del propio Olafur, Max Richter, Johann Johannsson o Nils Frahm entre otros. Quizá de todos ellos sea Arnalds el que menos versátil se ha mostrado hasta la fecha (aunque trabajos como Kiasmos en colaboración con Janus Rasmussen podrían desmentir fácilmente esta afirmación). En todo caso es uno de esos nombres a seguir sobre los que hay que tener siempre puesta nuestra atención.

Nos despedimos con uno de nuestros cortes favoritos del trabajo:





domingo, 21 de octubre de 2018

Ólafur Arnalds - Re:member (2018)



Si hay dos palabras que se han colado en todas las conversaciones de cualquier ámbito en los últimos años, y que estarán aún más presentes en los siguientes, esas son: “inteligencia artificial”. A estas alturas pocos niegan ya que estamos ante un salto tecnológico que va a transformarlo todo como sólo lo hacen las grandes revoluciones y cada vez vemos más pruebas de ello en los campos más variopintos.

Hace poco más de dos años se puso en linea un software que generaba música de acuerdo con los gustos del oyente. Hoy la página (http://mubert.com) no funciona en linea pero existe en forma de app. Lo que allí se alojaba era una “máquina” que estaba continuamente creando música en varios estilos diferentes. Dos oyentes que se conectasen al mismo tiempo escucharían piezas distintas ya que la inteligencia iría creándolas en función de sus gustos, infiriéndolos del tiempo que pasaba conectado a un tipo de música, de lo que sonaba cuando decidió quitarlo la última vez, etc. Más recientemente, Google presentó “Magenta”, una poderosa inteligencia artificial centrada en crear música aprendiendo de todos los patrones que va “escuchando”. Sony tiene su “Flow Machine”, IBM su “Watson Beat” y Amper Music con su software figura ya como compositor y productor del disco de la estrella norteamericana Taryn Southern “I AM AI”. También existe ya una empresa como AIVA (Artificial Intelligence Virtual Artist) que compone bandas sonoras para anuncios, videojuegos y trailers de cine con cierto éxito.

Dentro de poco no podremos distinguir ya si una pieza musical está creada o no por un artista humano aunque la inteligencia artificial no deja de ser una herramienta que puede ser aprovechada también para crear. Algo así es “Stratus”, un software creado por Ólafur Arnalds junto con Halldór Eldjárn. A grandes rasgos, “Stratus” lo que hace es controlar dos pianolas para que toquen una serie de notas que la máquina genera a partir de las que el propio Ólafur toca en su piano. Esto supone que el músico puede empezar a improvisar una pieza y esta iría evolucionando, no sólo en función de sus propias ideas sino de la respuesta de “Stratus” a su propuesta. La mayor o menor complejidad, el ritmo y demás parámetros de la música de la A.I. pueden ser escogidos previamente por Ólafur pero, como ha declarado en alguna ocasión “la máquina siempre termina por sorprenderle”.

“Stratus” es la principal novedad del último disco de Ólafur que comentaremos hoy en el blog: “Re:member”. En él, además de Ólafur, que toca el piano y los sintetizadores, intervienen los miembros de la London Recording Orchestra, un cuarteto de cuerda ya habitual en los trabajos del músico islandés integrado por Viktor Orri Árnalds y Björk Óskardóttir (violines), Karl Pestka (viola) y Unnur Jónsdóttir (violonchelo), el batería Magnús Trygvason Eliassen, el cantante inglés SOHN, Matthias B. Nardeau y Peter Tompkins (oboes), Grimur Helgason y Baldvin Ingvar Tryggvason (clarinetes) y Bryndis Bórsdóttir (fagot).

Ólafur Arnalds


“Re:member” - El disco comienza de una forma delicadísima con unas sencillas notas de piano, casi con unos apuntes, a los que sigue un breve interludio de cuerdas. A partir de es momento, vemos como funciona “Stratus”: Ólafur presenta la melodía central incrementando el ritmo y el software le responde creando una red cristalina de sonidos de piano que van siento transformados de forma electrónica. Entran entonces los ritmos programados y la batería para completar el cuadro de esta pieza, una excelente muestra de la forma que tiene el compositor de mezclar instrumentos clásicos con tecnología y ritmos actuales.

“Unfold” - La única participación de SOHN en el disco se produce en esta canción. Aunque el piano sigue jugueteando por ahí, son las cuerdas las que mandan en el comienzo con el apoyo del reducido grupo de maderas que juega también un papel fundamental. El vocalista hace su aparición en el tramo final con su voz de contratenor desdoblada en varias voces por obra y gracia de la tecnología.




“Saman” - La siguiente pieza es un extraordinario tema de piano, muy inspirado y evocador, en el que el único elemento discordante lo aportan los efectos electrónicos que “ensucian” deliberadamente el sonido para darle un aire extrañamente melancólico.




“Brot” - Del piano pasamos a la orquesta de cuerdas en un interludio ambiental que no tiene un gran desarrollo pero nos sirve como introducción para la siguiente pieza.

“Inconsist” - Continuamos con las cuerdas pero ahora con el acompañamiento de los pianos que crean una especie de lluvia fina que todo lo empapa. Un ritmo electrónico aparece y es la señal para que el cuarteto de cuerda se separe de la orquesta y se una alegremente al juego.

“They Sink” - La siguiente pieza es otra transición ambiental para piano y cuarteto de cuerda sin mucha historia. Elementos mínimos y poca evolución para trasladarnos al siguiente corte.

“Ypsilon” - Aquí la cosa ya comienza de modo distinto. Una serie de “pads” electrónicos nos dan la bienvenida y dejan paso al piano y los ritmos programados, por momentos, sonando en tempos diferentes. Un experimento curioso que se difumina en una larga nota sostenida.

“Partial” - Esa misma nota es la que enlaza con la siguiente etapa del disco. En ella recuperamos uno de los temas anteriores pero esta vez interpretado con sintetizadores a la vieja usanza, formando una secuencia rítmica en el estilo de la Escuela de Berlín setentera pero combinada con un moderno arreglo orquestal que convierte a este tema en uno de nuestros favoritos.




“Momentary” - Volvemos al piano solo en una variación del tema central del disco de corte intimista. Una preciosidad en la linea de lo que suele hacer su autor cuando le da por ponerse más personal.

“Undir” - Regresa Ólafur a las mismas premisas de “Inconsist” con la orquesta, su piano y los dos impulsados por “Stratus” unidos a los ritmos electrónicos. Casi podríamos hablar de nuevo de una variación de aquel tema sólo que en este caso las similitudes son mayores por lo que casi deberíamos pensar en una nueva versión.

“Ekki hugsa” - El tema más jovial de todo el disco es esta preciosidad que parte de una contagiosa melodía de piano multiplicada por mil por “Stratus” a la que se une el cuarteto de cuerda en un estilo que algunos han querido comparar con el de la añorada Penguin Cafe Orchestra. El título, que podría traducirse como “no pensar en nada” es una perfecta invitación a dejarse llevar por la música y olvidarse de todo por un rato.

“Nyepi” - Cierra el disco este corte para piano, sintetizadores y dúo de violines. Otro corte meditativo y frágil marca de la casa. Un final de lo más adecuado para un trabajo que, para buena parte de la crítica, confirma la magnífica trayectoria ascendente de Ólafur Arnalds entre los artistas de su generación.


Las nuevas tecnologías siempre han despertado recelos y el ámbito de la música no ha estado al margen de esa tendencia. El pianoforte sonaba desagradable a muchos de los oídos de su época. El órgano fue considerado un artilugio inexpresivo al principio y poco después fue considerado “la voz de Dios”. La electrificación de los primeros instrumentos como la guitarra o el piano fue despreciada por los intérpretes más veteranos y los sintetizadores poco menos que fueron tomados como juguetes de feria. Hoy, todos y cada uno de esos adelantos están perfectamente asumidos e integrados en su música por los creadores actuales como lo estará el uso de la inteligencia artificial en un futuro no demasiado lejano y, como siempre ocurre, quienes reinarán entonces serán los primeros en asumir este hecho y en ponerse a trabajar con ella como una herramienta más a su disposición. Ólafur Arnalds ya lo está haciendo y, por poner sólo un ejemplo más, Jean Michel Jarre ha dejado caer en alguna entrevista reciente que en una de las piezas de su siguiente disco ha tenido un papel muy importante una de estas inteligencias artificiales.

Para despedirnos, os dejamos con un par de videos en los que Ólafur Arnalds explica el funcionamiento de “Stratus”:


 


miércoles, 30 de mayo de 2018

Ólafur Arnalds - Island Songs (2016)



Hace no muchos años, de Islandia conocíamos muy pocas cosas. Sabíamos que era un lugar agreste,  volcánico, lleno de géiseres y donde, como bien nos descubrieron Otto Lidenbrock y su sobrino Axel, se encuentra el volcán Sneffels, a través del cual podemos llegar al centro de la Tierra. Sabíamos también que sus gentes son de natural rebelde y no acostumbran a acatar sin más las medidas económicas que pretenden imponerles desde el exterior y que tienen la extravagante costumbre de encarcelar a los dirigentes políticos que amenazan la salud económica del país. Recientemente hemos visto que tienen una pintoresca selección nacional de fútbol que ha dado algún que otro disgusto a otras más potentes y que les convertirá en unos días en el país con un menor número de habitantes en participar en una Copa del Mundo.

Sin embargo, y siendo ese logro monumental para una nación con una población de apenas 350.000 almas, nos sorprende mucho más la extraordinaria cantidad de talento musical que ha surgido de allí en los últimos años, empezando por los Sugarcubes de Björk y la propia cantante y continuando por una banda como Sigur Ros hasta terminar en el malogrado compositor Johann Johannsson. Otro ejemplo de esta brillante generación de músicos islandeses es el que aparece hoy en el blog por primera vez: Ólafur Arnalds.

En el comienzo de su carrera musical, sus intereses parecían estar en polos opuestos a los estilos por los que hemos terminado conociéndole. Pese a su formación clásica, el primer acercamiento serio a la música como artista lo hizo como batería de varias bandas locales de rock duro y “hardcore” en sus vertientes más potentes. Y fue gracias a otra banda de “metal” que Ólafur descubrió sus verdaderas capacidades. Ocurrió durante una gira por Islandia del grupo alemán Heaven Shall Burn. Esta era una banda muy peculiar puesto que sus miembros, además de ser todos veganos, defienden los derechos humanos así como un ideario de izquierdas con letras antiracistas, antifascistas y en pro de los derechos de los animales entre otras cosas. Ólafur, vegano reconocido, se identificó siempre con la banda y en uno de sus conciertos les hizo llegar una serie de demos que había compuesto. El estilo de la música que contenían era cercano al rock progresivo pero con algunos toques clásicos como el uso del piano o de las cuerdas, recreadas torpemente (en palabras del propio músico) con los escasos medios de los que disponía entonces.

Para su sorpresa, los miembros de Heaven Shall Burn se mostraron muy interesados pero no en aquellas canciones concretas sino en su forma de componer de modo que le encargaron la creación de una serie de introducciones y finales para las canciones de su siguiente trabajo. Específicamente querían piezas a base de piano y cuerdas. Aquellas fueron, en palabras de Arnalds, sus primeras composiciones en un formato clásico. Pese a todo, Ólafur no tenía nada claro lo de dedicarse profesionalmente a la música pero el disco de los alemanes tuvo cierta repercusión y una discográfica se puso en contacto con él para ofrecerle la posibilidad de grabar más cosas en ese estilo pero ahora como artista en solitario. La respuesta, pese a las dudas que tenía al respecto, fue afirmativa.

A partir de ahí aparecieron los primeros discos, algunos en solitario, otros en colaboración con otros artistas similares como Nils Frahm, bandas sonoras, proyectos algo más orientados el tecno como su dúo Kiasmos con Janus Rasmussen o revisiones de Chopin en colaboración con la pianista Alice Sara Ott. Su forma de componer es bastante particular y espontanea. Varios de sus discos, de hecho, están grabados en apenas unos días a partir de un plan predeterminado: cada día de una semana, por ejemplo, compone y graba una pieza que pone a disposición de sus seguidores a través de la web de su discográfica Erased Tapes. Al finalizar el plazo acordado en un principio se cierra el trabajo. Así fueron creados discos como “Four Songs” o Living Room Songs”.

Hoy nos vamos a centrar en uno de sus trabajos más recientes titulado “Island Songs”, un trabajo concebido con una idea similar a la que acabamos de exponer pero algo más elaborada. Para empezar, cada una de las composiciones iba a ir acompañada de una pequeña película del director Baldvin Z localizada en un lugar distinto. El disco constaría de siete composiciones grabadas a lo largo de siete semanas y cada una de ellas nos mostraría a Ólafur Arnalds colaborando con un artista o formación diferente.

Olafur Arnalds


“Árbakkinn” - La primera colaboración se produjo en la población de Hvammstangi, un pueblecito de apenas 582 habitantes y fue con el poeta Einar Georg Einarsson. En la grabación, realizada el 21 de junio de 2016, Ólafur toca el piano y está acompañado por un cuarteto de cuerda compuesto por Bjarni Frímann Bjarnason (violín y co-autor de la pieza), Ása Hudjónsdóttir (violín), Karl Pestka (viola) y Hallgrímut Jónas Jensson (violonchelo). Comienza con el recitado por parte del poeta de sus propios versos. Por debajo comienza a sonar el piano ejecutando una serie de notas repetitivas que apenas interfieren en la declamación. Cuando ésta termina se incorporan las cuerdas, lentas y emocionantes ejecutando una preciosa melodía llena de sensibilidad. Sólo al final escuchamos por unos instantes el piano sólo poniendo el cierre a la pieza.




“1995” - Una semana más tarde, el 28 de junio, el músico se desplazó a Önundarfjürdur, de 200 habitantes, para grabar con la organista Dagny Arnalds (que tocaría en esta ocasión el armonio), la siguiente composición del disco. Ólafur toca ahora sintetizadores y le secundan: las violinistas  Ása Hudjónsdóttir (que repite colaboración) y Sólveig Vaka Eypórsdóttir y la viola de Ásta Kristín. Dagny abre la pieza con un motivo muy sencillo que repite casi en bucle y sobre el que se desarrolla el tema central a cargo del trío de cuerda. La música es sobria, con ese componente sereno que emparenta a todos los artistas de estas latitudes, desde la alejada Islandia hasta la Estonia de Arvo Pärt. Con mínimas variaciones, Ólafur es capaz de hacer maravillas conteniendose, además, y aparciendo en un segundo plano con sus teclados que hacen un trabajo notable por su contención.




“Raddir” - La tercera parada le llevó a Strandakirkja. No busquéis en los mapas porque no creemos que en ellos aparezca una parroquia de apenas 14 almas en la que Ólafur grabaría el 5 de julio su nueva composición. Los invitados, los integrantes del South Iceland Chamber Choir dirigidos por Hilmar Örn Agnarsson y con el apoyo de Sólveig Vaka Eypórsdóttir y Laufey Jensdóttir (violines), Karl Pestka (viola) y Hallgrímut Jónas Jensson (violonchelo). Si en los temas anteriores había cierta presencia de Arvo Pärt como inspiración, su influencia aquí se nos antoja mayor, en especial por la presencia del coro. La parte electrónica interpretada por Ólafur nos recuerda sobremanera a alguna de las partes de la monumental “Sleep” (2015) del alemán Max Richter, otro de los artistas que destacan en esta nueva generación de músicos filo-clásicos.




“Öldurót” - Saltamos al 12 de julio y a una ciudad algo más grande como es Akureyri (17.305 habitantes). Allí esperaba el compositor Atli Orvasson, especialista en bandas sonoras, que es el encargado de arreglar la pieza y de dirigir a los miembros de la Orchestra Sinfonia Nord en su ejecución. El tema es un bonito diálogo entre el sintetizador de Ólafur Arnalds y las cuerdas. Un intercambio sencillo de notas al que más tarde se incorpora el clarinete en una intervención que bien podría haber escrito Wim Mertens.




“Dalur” - Siguiendo con la cadencia temporal, el 19 de julio llegamos a Mosfellsdalur (9.075 habitantes) donde nos espera el trío de metales formado por Porkell Jóelsson, Emil Fridfinsson y Bergur Pórisson. Arnalds vuelve al piano con el que ejecuta toda la introducción del tema antes de que se escuche a los invitados que, en esta ocasión, se limitan a un mero acompañamiento hasta el final, momento en el que tienen reservada una pequeña coda. Como todas las piezas del disco, la tranquilidad es la que marca el tono de la composición, una tranquilidad solemne, muy nórdica, que nos fascina.




“Particles” - Otro de los grandes grupos islandeses que han alcanzado un gran reconocimiento internacional son Of Monsters and Men. Su vocalista Nanna Bryndis Hilmarsdóttir es la invitada en la siguiente pieza grabada el 26 de julio en la localidad de Gardur, de 1.409 habitantes. También es la autora de la letra de la canción en la que participan Viktor Orri Árnason (violín), Sólveig Vaka Eypórsdóttir, Karl Pestka y Unnur Jónsdóttir (violonchelo). Ólafur interpeta el piano. La pieza es una balada de tono pop hecha con un gusto exquisito y que nos recuerda mucho el estilo de Julia Holter.




“Doria” - El viaje termina el 31 de julio en Reykjavic con el músico tocando el piano en compañía de un quinteto de cuerda formado por Viktor Orri Árnason, Sólveig Vaka Eypórsdóttir, Karl Pestka, Hallgrímut Jónas Jensson y Unnur Jónsdóttir. Es la pieza más animada del álbum y en ella y sus ritmos encontramos una cierta inspiración en la obra de Steve Reich. Aunque rompe un tanto con la estética del disco, nos parece un cierre magnífico.




En algunas ediciones del disco se incluye un corte adicional para piano y sintetizadores (“Study for Player Piano II”) y un DVD con las imágenes rodadas por Balvin Z, algo que debéis tener en cuenta a la hora de adquirir el trabajo puesto que merece la pena esta versión ampliada.

Estamos en un momento muy interesante en el que han surgido muchos músicos que realizan una especie de fusión entre instrumentos tradicionales y electrónicos que ha conseguido traspasar las viejas barreras entre géneros. Entre ellos, Johann Johannsson o Max Richter, forman parte de la nómina de Deutsche Grammophon, buque insignia de la música clásica más solemne y otros nombres que hemos mencionado aquí como el de Nils Frahm, posiblemente no tarden en publicar en algún sello similar. Lo que creemos que es ya un hecho es que podemos hablar de todos ellos y de algún otro del que hablaremos más adelante como de una corriente cada vez más consolidada que nos está dejando trabajos cada vez más interesantes y que ha abierto una vía a explorar en el futuro.