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miércoles, 28 de enero de 2015

Jeroen Van Veen - Satie Slow Music (2014)



Hay composiciones que hemos escuchado cientos y cientos de veces y que han pasado a ocupar un lugar imborrable en nuestra memoria; interpretaciones que conocemos a la perfección en todos y cada uno de sus matices de modo que cualquier alteración sobre ese “canon” que hemos construido nos choca y no tarda en suscitar reacciones de sorpresa y, a menudo, de rechazo.

Qué decir de la música clásica cuyas piezas más notables residen junto a nosotros toda la vida. Inmutables, inalteradas por más que las oigamos una y otra vez en diferentes versiones, porque, aunque la mano del intérprete siempre está ahí y es particularísima, la mayor parte de las veces, las diferencias entre una y otra aproximación a una obra musical son escasas y no alteran sustancialmente el espíritu de la misma. Y esto es así porque, en una época en la que no existían grabaciones y los intérpretes a menudo se enfrentaban a una partitura sin haber escuchado nunca la obra en cuestión por parte de otro artista, los compositores dejaban suficientes anotaciones en sus creaciones como para que el músico que se disponía a tocar sus piezas no tuviese duda alguna acerca del “tempo” la intensidad o el humor con que se debía ejecutar la pieza en cuestión.

Sin embargo, no siempre ha sido así y hubo músicos que renunciaron casi por completo a este tipo de ayudas para la interpretación. Compositores que dejaban al libre albedrío del ejecutante la forma de enfrentarse a sus obras. Dicho así, esto puede sonar muy moderno, y rápidamente pensamos en John Cage o en corrientes posteriores a su obra. Nos equivocaríamos porque hubo artistas anteriores que dejaban en sus partituras mensajes tan ambiguos que el intérprete no podía encontrar en ellos ningún tipo de indicación práctica acerca de cómo debía tocar esa música. A pesar de ello, tras decenas y decenas de grabaciones de esas obras, la práctica totalidad de las mismas nos muestran versiones similares en todos los aspectos o con mínimas diferencias.

¿Por qué debería ser así? pareció preguntarse Jeroen Van Veen ante varias partituras del que podría ser el prototipo del genio excéntrico: Erik Satie. ¿Por qué casi todos los pianistas interpretaban de forma similar una instrucción como “ligero como un huevo”?. ¿Qué extraña convención lleva a decenas de intérpretes a tocar “desde lo más alto de sus muelas del juicio” con la misma unánime cadencia?

Van Veen pensaba que tenía que haber otra forma de interpretar instrucciones tan ambiguas como “haga acopio de clarividencia” y tomó al pie de la letra el “búscate la vida” que, en traducción libre, acompañaba a una de sus célebres “gnossiennes”. ¿Cuál fue la elección de Van Veen? Forzar al máximo los límites temporales de la música de Satie: ralentizar todo lo posible la ejecución de cada nota, de cada acorde, expandir los silencios como nunca se había hecho. A eso obedece el título del disco: “Satie Slow Music”. No es una referencia a la proverbial lentitud de la música más conocida del compositor francés sino una advertencia de que no sólo podríamos escuchar a Satie en el disco, sino a un Satie ralentizado. El citado Cage, admirador de la obra de Erik en la distancia del tiempo, tituló una de sus piezas más extravagantes: “As Slow as Possible”, tan lento como sea posible. Ese es el espíritu del disco de Van Veen publicado el pasado año 2014 por Brilliant Classics.

Erik Satie


La selección musical no es sorprendente, más bien al contrario, puede parecer tópica puesto que en el disco aparecen las célebres “Gymnopedies” y “Gnossiennes” acompañadas de una rareza como la “Petite Ouverture a Danser”, descubierta hace relativamente poco tiempo y de las “Pieces Froides” en las que Satie tomaba una serie de “préstamos” de otros autores haciéndolos propios.



El experimento, todo hay que decirlo, llama mucho la atención. Es inevitable que en un primer momento, y más cuando la pieza inicial es la archiconocida “Gymnopedie No.1”, el oyente quede descolocado ante la extrema lentitud con la que se desarrolla todo. Sin embargo, pasada la sorpresa inicial, conforme la música va fluyendo (nunca mejor dicho), esa sensación desaparece y pasamos a disfrutar plenamente de una música maravillosa independientemente de la velocidad con que se ejecute. Nos costaría mucho inclinarnos por esta versión de Van Veen a la hora de escoger nuestras interpretaciones favoritas de la obra de Satie pero sin duda tendríamos que recomendar su escucha, siquiera como curiosidad. A modo de añadido, y como "bonus track" se incluye una versión de la "Gymnopedie No.1" interpretada con la afinación de la época en la que se escribió, algo difícil de encontrar en las grabaciones modernas.

Una ventaja nada despreciable hoy en día es el excelente precio que suele acompañar a todos los lanzamientos del sello Brilliant que evita que eso sea una excusa para cualquier oyente. El disco puede comprarse en los enlaces acostumbrados.

elcorteingles.es

amazon.es


sábado, 29 de diciembre de 2012

Aldo Ciccolini - Erik Satie: L'Oeuvre Pour Piano (2010)



De vez en cuando nos gusta dedicar alguna entrada a aquellos músicos sin los cuales, la carrera de los artistas que más nos gustan no habría sido la misma; a esos compositores cuya influencia ha empapado notablemente las partituras de la siguiente generación. John Cage o Gyorgy Ligeti serían dos ejemplos notables que ya hemos tratado aquí pero resulta evidente que no son los únicos.

Erik Satie fue un personaje más que peculiar del que cualquier descripción que intentemos hacer será incompleta por fuerza. En su juventud hizo varios intentos de ingresar en el conservatorio que fueron inútiles por una supuesta falta de aptitudes musicales, por lo que sus composiciones sobrevivían entre las paredes de los cabarets parisinos. No fue hasta la avanzada edad de 40 años que volvió a matricularse en una institución académica musical alcanzando una titulación de grado medio y sólo lo hizo para poder argumentar con un cierto conocimiento de causa contra las opiniones de los críticos que solían acusarle de inconsistencia y de una gran pobreza armónica en sus obras.

La extravagancia fue una de las características principales de su vida. Nunca dejó entrar a nadie (salvo a los perros callejeros que de cuando en cuando adoptaba) en su habitación de Arcueil (a donde se trasladó desde Montmartre cuando su economía no le permitió mantener el alojamiento allí). Tras su muerte, fue en ese lugar donde se encontraron manuscritos de varias de sus obras más conocidas hoy junto con una colección de más de cien paraguas, siete trajes de terciopelo o un piano nunca jamás utilizado a juzgar por la cantidad de polvo que acumulaba. También se hallaba allí una cajita con millares de recortes de papel en los que aparecían toda clase de textos como el tantas veces citado (y quizá apócrifo) “Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro” o una especie de carta de presentación que dice mucho de su personalidad: “Me llamo Erik Satie, como todo el mundo”. Durante su vida tuvo relación con una especie de sociedad secreta, cercana a la masonería, conocida como la “rosacruz” llegando a ser el compositor “oficial” de la orden. Varias de sus piezas denotan en sus títulos la pertenencia del músico al grupo en una etapa muy determinada.

"Gnosienne No.3", por Aldo Ciccolini

Pero, ¿qué hay de la música? Satie no fue un compositor especialmente reconocido en su momento. Además, cuando lo fue (gracias, principalmente, a la atención que mereció por parte de su amigo Maurice Ravel), las alabanzas recayeron en sus primeras obras lo que el músico interpretó como una crítica a lo que estaba componiendo en aquel momento así que radicalizó su postura y cambió por completo su círculo de amistades uniéndose a Georges Auric, Louis Durey, Arthur Honneger, germen de lo que luego sería conocido como “Les Six” tras ser “apadrinados” por Jean Cocteau. El grupo, integrado por varios compositores franceses de la época (no siempre seis, como se puede deducir del nombre), se rebeló contra la situación del momento y propuso una nueva forma de ver las cosas con una profunda animadversión hacia el romanticismo como bandera. Quizá Satie haya sido la figura más trascendental de “Les Six” y, desde luego, es la más influyente. Su estilo, ciertamente, parece adelantado en varias décadas a su propia época. Satie huye de las formas clásicas, titula sus obras de modo absurdo (grotesco a veces) y le resta trascendencia a su música (a toda la música en realidad). Escribe piezas maravillosamente simples pero de una capacidad evocadora sin igual que se entienden mejor tras escuchar la obra de todos aquellos músicos influidos por él. ¿Dónde podemos encontrar esa influencia? Leamos el siguiente fragmento de una carta del músico a Jean Cocteau de 1920:

“La Música de mobiliario es básicamente industrial. La costumbre, el uso, es hacer música en ocasiones en que la música no tiene nada que hacer… Queremos establecer una música que satisfaga las “necesidades útiles”. El arte no entra en estas necesidades.
La Música de mobiliario crea una vibración; no tiene otro objeto; desempeña el mismo papel que la luz, el calor y el confort en todas sus formas… Exijan Música de mobiliario. Ni reuniones, ni asambleas, etc. sin Música de mobiliario… No se case sin Música de mobiliario. No entre en una casa en la que no haya Música de mobiliario. Quien no ha oído la Música de mobiliario desconoce la felicidad. No se duerma sin escuchar un fragmento de Música de mobiliario o dormirá usted mal.”

No hace falta releer el fragmento para caer en la cuenta de que esto parecería una especie de manifiesto fundacional del “ambient” de no haber sido escrito sesenta años antes de la aparición del “Music for Airports” de Brian Eno. De hecho, uno tiene la impresión de que el bueno de Brian habría tenido que dedicarse a vender crecepelo de haber existido los sintetizadores en la época de Satie. Tras el comentario, que no por jocoso es menos verosímil, tenemos que señalar que el propio Eno reconoce abiertamente la influencia del compositor francés y su disco citado más arriba no hace sino poner en práctica las ideas de la carta antes referida. Al fin y al cabo, también Satie se definía como no-músico o, más precisamente, como un fonometrógrafo, un medidor de sonidos: “se verá que ninguna idea musical ha guiado mi obra, sino la reflexión meramente científica”, escribió. Sin embargo, la influencia sobre Eno puede no ser directa y es que antes del no-músico británico, encontramos la figura de John Cage. Es sabido que el compositor norteamericano fue un gran promotor de nuestro enigmático francés y que fue él quien organizó una de las primeras interpretaciones en directo de las “Vexations” de Satie. Las características de esta pieza concreta sonarán familiares a los lectores del blog. Consiste en una breve frase musical cuya duración no debería exceder los dos minutos de no ser por una nota añadida por el compositor a la partitura: “la música debe ser interpretada durante el tiempo necesario para que la pieza se repita 840 veces”. Además, la sombra de Satie llega hasta uno de los más celebrados inventos de Cage: el piano preparado. Varias décadas antes, el músico francés introducía también objetos (en este caso, papeles) entre las cuerdas del piano para atenuar y modificar el sonido de éste. Volviendo a las “Vexations”, Cage hizo su particular versión de ese concepto cuando escribió ASLSP, pieza de la que ya hablamos aquí tiempo atrás pero si es precisamente esa obra del músico francés antecedente de algo, creemos que lo es del minimalismo norteamericano, especialmente el encarnado por Philip Glass y Steve Reich, autores de piezas como “Contrary Motion” (obra del primero que no tiene un fin determinado sino que, simplemente, para cuando el ejecutante así lo decide) o “Piano Phase” del segundo con similares características. El propio Glass se permite un homenaje a Satie al titular una de sus primeras composiciones como “música en forma de cuadrado”, en referencia a la “música en forma de pera” del francés.

Los tres movimientos de "Avant-dernières pensées"

Pero no sólo el “ambient” y el minimalismo deben parte de su orígen a Satie. El músico también fue el jocoso precursor de la “healing music” o musicoterapia. En su momento publicó el siguiente texto en uno de los pasquines que distribuía el cabaret para el que trabajaba: “Hace ocho años que padezco un pólipo en la nariz, complicado con una afección de hígado y reuma. Tras escuchar “les Ogives” de Satie, se manifestó en mi estado de salud una notable mejora. Cuatro o cinco aplicaciones de la Tercera Gymnopédie han acabado de curarme completamente”. El texto lo firmaba una inexistente reportera que no era otra que el propio Erik patrocinando sus composiciones de la forma más sorprendente.

Está claro que, conceptualmente, la obra de Erik Satie ha sido una referencia fundamental para alguna de las corrientes más representativas de finales del siglo pasado pero ni la música de Eno, ni la de Cage ni la de Glass guardan demasiadas similitudes con la de nuestro protagonista. Sin embargo, la lista de seguidores “formales” de su estilo musical es amplia y también por aquí hemos tenido ejemplos. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de la obra de Satie está enfocada en el piano, no es extraño comprobar cómo son pianistas precisamente los músicos que más “suenan a Satie”. Quizá el ejemplo más evidente sea el de Harold Budd pero no podemos olvidar a Wim Mertens alguna de cuyas melodías más reconocidas (pensamos en “Close Cover”, por ejemplo) tienen una importante deuda con nuestro extravagante protagonista hoy. Pascal Comelade o Llorenç Barber podrían contarse también entre la extensa lista de herederos musicales de Satie.


El pianista Aldo Ciccolini


Como hemos establecido desde el comienzo de la andadura del blog, cada entrada tiene como punto central un disco concreto por mucho que en ella se divague sobre otros temas o, como es el caso, esté centrada más en el músico que en una obra individual. La audición que nos llevó a dedicar este pequeño texto a Satie es la de una caja que adquirimos recientemente y que no es sino una de las muchas reediciones que ha conocido la interpretación del pianista franco-italiano Aldo Ciccolini de la integral pianística de nuestro compositor para EMI. Se trata de una excelente caja de cinco discos que podéis encontrar a un precio realmente ridículo en el siguiente enlace:

amazon.es

Nos despedimos con el propio Ciccolini interpretando la "Gymnopedie No.1" en el concierto celebrado en 2010 conmemorando el 85º cumpleaños del intéprete:


viernes, 12 de octubre de 2012

Jeroen Van Veen - Minimal Piano Collection (2006)



Cuando eres aficionado a escuchar músicas distintas a las que habitualmente suenan en la radio o en la televisión, una pregunta que escuchas a menudo por parte de aquellos conocidos con más inquietudes es: ¿qué discos me recomendarías para empezar a escuchar a tal autor? O bien: ¿cuáles son las obras más representativas de ese tipo de música?

Para responder a esa cuestión, pensareis, las discográficas inventaron hace ya mucho tiempo los discos recopilatorios. Sin embargo, conforme nos vamos alejando de los estilos mayoritarios, la cantidad de compilaciones disponibles centradas en un determinado género se acerca peligrosamente a cero. Hoy hablaremos de una serie de grabaciones que, sin ser un recopilatorio al uso (no se trata de versiones originales sino de nuevas interpretaciones), sirven perfectamente como puerta de entrada en un género tan árido en principio como es la música minimalista.

El protagonista de las grabaciones incluidas en la caja que hoy nos ocupa es el pianista holandés Jeroen Van Veen. Tras completar su formación y tocar junto a algunas de las más destacadas orquestas así como en recitales puramente pianísticos, comenzó a centrar su repertorio en la música contemporánea con especial incidencia en aquellos compositores más cercanos a lo que hoy conocemos como minimalismo (aunque no es exclusiva su dedicación a este estilo, por ejemplo, su grabación de “Les Noces” de Stravinsky fue considerada por algunos críticos como la mejor jamás registrada de la obra). Quizá el gran hito de su carrera fuera el descubrimiento de la música del también holandés, Simeon Ten Holt, cuyas obras ha grabado en varias ocasiones llegando a completar y editar la integral de su obra para múltiples pianos.

En el año 2006, Van Veen edita en el sello Brilliant Classics una caja de nueve discos titulada “Minimal Piano Collection” a un precio extraordinariamente asequible que, desde entonces, es nuestra principal recomendación para aquellos que nos formulan cualquiera de las preguntas con las que abríamos la entrada unos párrafos más arriba. La elección de los artistas aparecidos en la caja es algo desconcertante en un principio tanto por algunas presencias (Eric Satie, John Cage o, atención, el filósofo alemán Friedich Nietzsche en su poco conocida faceta de compositor) como por algunas ausencias (Steve Reich o LaMonte Young). También llama la atención, a primera vista, lo descompensada que está la aportación de los distintos compositores, siendo Philip Glass el más representado al ocupar hasta un tercio de la duración de la caja. Todo ello tiene su explicación: Van Veen es pianista y, con una sola excepción, todas las piezas de la colección están escritas para piano sólo. Esto limita la presencia de compositores cuya producción se ha centrado en otras formaciones instrumentales y tiene, por fuerza, que potenciar la aparición de aquellos cuyo repertorio pianístico es más amplio. La incidencia en el término “piano sólo” no es anecdótica ya que el propio Van Veen ampliaría en el futuro esta caja con un segundo volumen centrado en obras para múltiples pianos y que, seguramente, terminará apareciendo por aquí más adelante.


EL pianista Jeroen Van Veen



En los créditos de la caja, se indica que todos los discos fueron grabados en la Iglesia de Santa Bárbara, en Culemborg entre el 23 y el 28 de octubre de 2006. Esto es importante porque el contenido del primer CD es exactamente el mismo que apareció en 1999 en otro disco de Van Veen titulado “Minimal Piano Works”, dedicado a la música de Philip Glass. Entendemos que, aunque esto sea así, lo aparecido en la caja son todas nuevas versiones. Contiene ese primer disco parte de la música más popular del compositor norteamericano para piano sólo, incluyendo sus cinco “Metamorphosis”, “Mad Rush”, “Wichita Vortex Sutra” y dos versiones del “Opening” de “Glassworks”, una fiel a la original y otra con arreglos propios de Jeroen. Casi todos los discos que hemos escuchado a cargo de distintos pianistas acercándose a la música de Philip Glass incorporan una selección muy similar de músicas que, por otra parte, casi calca el contenido del disco “Solo Piano” publicado por Glass en 1989. Las versiones de Van Veen se cuentan entre nuestras favoritas de todas las que hemos podido disfrutar en estos años (y en el caso de alguna de las piezas en concreto, superan la decena). En el video podeis ver a Jeroen interpretando "Mad Rush":



El segundo volumen contiene una amplia selección de temas de la adaptación al piano que Michael Riesman hizo de la música escrita por Glass para la banda sonora de la película “Las Horas” y se completa con uno de los temas que el compositor realizó para “El Show de Truman” y otra versión del “Opening” de “Glassworks” para cerrar con la adaptación de la fanfarria que Glass compuso en 1984 para el encendido del pebetero de los JJ.OO. de Los Ángeles’84.

El tercer disco dedicado a Glass se abre con una miniatura del músico titulada “Modern Love Waltz”, seguida por la versión para piano de “How Now”, la composición más puramente minimalista de todas las incluidas en la caja a cargo del músico de Baltimore. Tiene, además, el atractivo de ser la primera grabación de la pieza para piano sólo ya que la otra disponible recoge la versión original para grupo. Como colofón del disco, se incluye la “Trilogy Sonata”, que algunos nombran como la Sonata No.1 para piano de Glass, aunque, en realidad, es una adaptación hecha por el también pianista Paul Barnes de tres movimientos extraídos, respectivamente, de las óperas “Einstein on the Beach”, “Satyagraha” y “Akhnaten”. La sonata cuenta con el beneplácito de Glass y son varios los pianistas que han dejado constancia grabada de sus propias interpretaciones.

En 2002, Jeroen Van Veen publicó un segundo volumen de “Minimal Piano Works” con obras de Arvo Pärt, John Cage, Erik Satie, etc. Éste cuarto CD de la caja que hoy comentamos se parece mucho a aquel aunque, insistimos, siempre se trataría de nuevas grabaciones. Abre el disco “China Gates” de John Adams, pieza que no aparecía en el citado CD, para continuar con dos ejemplos del escaso repertorio para piano de Arvo Pärt: “Für Alina” y las “Variationen zur Gesundung von Arinuschka”. “In a Landscape” de John Cage, “Solodevilsdance” de Simeon Ten Holt, “Das Fragment Von Sich” de Friedrich Nietzsche y “Vexations” de Erik Satie repiten con respecto al “Minimal Piano Works Vol.II” y se añade para cerrar el disco “Avatara” del también holandés John Borstlap. Resulta de particular interés este disco concreto dentro de la caja puesto que muchos de los compositores tendrían un difícil encaje a priori en la definición de minimalismo. Por razones meramente generacionales, es evidente que Nietzsche, quien no llegó a conocer siquiera el siglo XX, no tendría nada que ver con esa corriente. Satie, en cambio, sí que es citado en ocasiones como uno de los precursores del estilo. La obra aquí incluida, sus “vejaciones”, estaba escrita para que la ejecución de su partitura se repitiese 840 veces en cada representación lo que, a su modo, tendría mucho en común con algunas de las piezas seminales del minimalismo. John Cage, quien no necesita presentación alguna en este blog, pone alguno de los ladrillos sin los que el edificio minimalista jamás habría podido elevarse hasta la altura actual. Las piezas de Pärt del disco suenan minimalistas sin serlo en absoluto, lo cual no deja de ser una paradoja y la de John Adams lo hace intentando no serlo con lo que resulta especialmente irónica su inclusión en la colección.

Tras el repaso a algunas músicas proto minimalistas y filo minimalistas del disco anterior, el quinto volumen nos muestra dos autores y dos obras que podríamos llamar post minimalistas: Yann Tiersen y Michael Nyman, centrándose pero no de modo exclusivo en dos de sus bandas sonoras más populares: “Amelie” en el caso del francés y “The Piano” en el del británico. En su mayoría, la música de “Amelie” estaba sacada de trabajos anteriores de Tiersen con lo que el hecho de que aquí se vea complementada por cortes de esos trabajos, especialmente de “Rue Des Cascades” no debe sorprender a nadie. El minimalismo de Tiersen tiene mucho que ver con la escuela europea de Wim Mertens, por ejemplo, que con la original norteamericana y su escucha es fácil y placentera. Otro tanto podemos afirmar de Nyman (otra clara influencia de Tiersen, por otra parte) y de su música para “El Piano”, de la que aquí se adaptan cuatro fragmentos (dos de ellos por duplicado). Otras de sus bandas sonoras con representación en la recopilación son “A Zed and Two Noughts”, “Drowning By Numbers” o la inédita “Enemy Zero”. A continuación, Van Veen tocando el tema principal de "Amelie":



Los dos siguientes volúmenes se centran en la propia obra de Jeroen Van Veen, concretamente en los 24 preludios que integran sus dos primeros libros dedicados a este tipo de composición. Queremos detenernos un poco en estos dos discos como homenaje al intérprete en su faceta de compositor. ¿A qué suena Van Veen cuando toma la pluma y escribe su propia música? Pues encontramos retazos de todos los artistas a los que interpreta aquí pero también una interesante voz propia. El preludio nº 2, por ejemplo, tiene un inconfundible aroma glassiano, el nº 4 recuerda por momentos a Michael Nyman y también a Ludovico Einaudi, el nº 6 podría firmarlo Yann Tiersen y la estructura rítmica del nº 8 trae inmediatamente a nuestra mente “Piano Phase” de Steve Reich. La frenética secuencia de notas del inicio del nº 13 tiene todas las características del “Soloduiveldans” de Simeon Ten Holt. Pero como es lógico, no todo son similitudes y encontramos piezas realmente bellas como el preludio nº 5, el nº 14 o el nº 18. A grandes rasgos, podemos señalar que la música de Van Veen se acerca a un minimalismo europeo mucho más amable y fácil de escuchar que el americano de los primeros años del género. Podeis escuchar el "Prelude No.6" a continuación:



El octavo disco de la caja se centra en “An Hour for Piano” del compositor norteamericano residente en París, Tom Johnson, quizá el músico que mejor se adapta a la etiqueta minimalista, por propio convencimiento. Sus procesos compositivos son rígidos y estrictos con pocas concesiones a la inspiración. Por el contrario, su rigor matemático termina por construir armazones de gran solidez como esta hora para piano. A título anecdótico, señalaremos que sus títulos acostumbran a ser descripciones exactas de lo que vamos a escuchar. Imaginaos cómo sonará su “Ópera de cuatro notas” o su “Órgano y silencio”. Junto a su tremenda hora para piano, escuchamos en el disco el clásico “Struggle for Pleasure” de Wim Mertens, viejo conocido del blog y “Postnuclear Winterscenario No.1” de Jacob ter Veldhuis, ecléctico músico holandés que proviene del mundo del rock aunque con formación clásica cuya producción abarca campos como la electrónica (especialmente el mundo del sampler), el rock y la música de cámara.

Cierra la colección, como no podía ser de otro modo la que para muchos es la obra fundacional de todo el movimiento minimalista: “In C” de Terry Riley, única pieza de la caja en la que Van Veen utiliza otros instrumentos (sintetizadores, principalmente) además del piano. No nos parece la mejor de las versiones de la obra que hemos oído pero no podía faltar. Junto a ella, completan el disco dos piezas de Klaas de Vries, compositor holandés seguidor confeso de Steve Reich: “Toccata Americana” y “Echo” y los “Three Minimal Preludes” de Carlos Michans, argentino nacionalizado también holandés.

Hay un cierto sesgo hacia lo holandés, lógico al ser ésta la nacionalidad del intérprete de los discos, lo que no empaña en modo alguno nuestra valoración general de la caja. Los principales baluartes del minimalismo, con las excepciones que indicamos al principio, se encuentran bien representados y la aparición de autores menos conocidos no hace sino aumentar la paleta sonora dándonos una visión más amplia de un género que cada día nos parece más vivo y que está impregnando a músicas y estilos muy distintos a cada momento. Os dejamos un par de enlaces en los que adquirir la caja de 9 discos:

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