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sábado, 9 de septiembre de 2017

Steven Wilson - To the Bone (2017)



Poco tiempo después de la publicación de su anterior trabajo, Steven Wilson puso sobre aviso a todos sus seguidores: el próximo disco iba a suponer un cambio de estilo notable con respecto a lo que había editado hasta ahora. No faltaron las especulaciones sobre qué iba a suponer eso exactamente. Conociendo el bagaje musical de Wilson, el giro podría ser hacia cualquier sitio aunque no tardó mucho el propio artista en ofrecer alguna pista más hablando de un disco de pop progresivo inspirado por los discos que escuchaba de joven citando expresamente cuatro trabajos muy concretos: “So” de Peter Gabriel, “Hounds of Love” de Kate Bush, “The Colour of Spring” de Talk Talk y “The Seeds of Love” de Tears for Fears.

Evidentemente no se trataba de una ocurrencia de un día para otro ya que Wilson siempre ha declarado su admiración por esos cuatro artistas y grupos e incluso ha tenido la oportunidad de trabajar de primera mano con material de alguno de ellos como es el caso del disco de Tears for Fears en cuya remasterización y mezcla ha estado trabajando en los últimos meses con vistas a su reedición, algo que hizo ya con “Songs from the Big Chair” de la misma banda en 2014.

La idea de escuchar a un Steven Wilson más enfocado en el pop resultaba interesante y nos llevaba a pensar en algunas de sus colaboraciones como las grabadas bajo el nombre de Blackfield junto con Aviv Geffen o, incluso, en determinadas canciones de No-Man, el grupo que Wilson integró con Tim Bowness. Tampoco había que perder de vista el hecho de que su “Hand. Cannot. Erase” tenía varios momentos que podrían encajar perfectamente en la definición de “pop progresivo” que parecía ser la más descriptiva del nuevo proyecto. Poco a poco se fueron sabiendo más detalles incluyendo los nombres de los músicos participantes en el proyecto comenzando por el de la persona que haría las veces de co-productor junto con el propio Wilson: Paul Stacey, conocido por su trabajo junto a los Black Crowes y especialmente con Oasis a partir de 1999.

Junto a ellos participan en el disco la cantante Ninet Tayeb (ya habitual de Wilson puesto que interviene en “Hand. Cannot. Erase” y “4 1/2”), el guitarrista eslovaco David Kollar, el bajista Nick Beggs (con Wilson desde 2011), Robin Mullarkey, Adam Holzman (teclista que acompaña a nuestro artista desde 2012), Craig Blundell, Jeremy Stacey (batería y hermano gemelo de Paul), Pete Eckford, Mark Feltham (quien ya tocaba la armónica en los discos de Talk Talk), Sophie Hunger, Jasmine Walkes, David Kilminster, Dave Stewart junto con la London Session Orchestra y Paul Draper. Andy Partridge (de XTC, banda cuyos discos también remasterizó Wilson recientemente) colabora en la letra del corte que abre el disco.

Steven Wilson junto a Ninet Tayeb


“To the Bone” - Abre el disco un ritmo electrónico acompañado de un breve texto leído por Jasmine Walkes. Pronto son interrumpidos ambos por la armónica de Feltham y una batería contundente que nos deja ya en el tramo central del tema cantado por Wilson con Ninet Tayeb a los coros. El cort es algo más directo de lo habitual en el músico pero tampoco termina de ser una canción fácil ni mucho menos. De hecho no es tan diferente de las que integraban “Hand. Cannot. Erase”. El tramo final de la misma con las armonías vocales entre Wilson y Tayeb, por ejemplo, encajaría perfectamente en aquel trabajo.

“Nowhere Now” - Piano y voz abren un tema con todo el sello de los mejores momentos de Blackfield muy presente. Un pop muy elegante y agradable con toques progresivos muy equilibrados. También tiene trazas de discos como “Stupid Dream” de Porcupine Tree. En la segunda mitad del tema se produce un cambio de ritmo que introduce un breve tema que se desarrollará más adelante en uno de los cortes más controvertidos del disco.

“Pariah” - En las semanas previas al lanzamiento del disco, Wilson dio a conocer algunas canciones sueltas. Ésta fue la primera en aparecer completa y pronto se convirtió en una de nuestras favoritas. Estructurada como un dúo entre Wilson y Ninet Tayeb. La producción es exquisita en todo momento y el tema transcurre plácidamente hasta llegar al tramo final tras un alucinante “in crescendo” en el que los teclados, la batería y las guitarras elevan el tono para despedir la pieza de un modo grandioso antes de que Wilson haga una pequeña recapitulación con la que cierra el tema.




“The Same Asylum as Before” - La canción, muy afilada en su inicio con un aire a los primeros Pink Floyd post Waters nos muestra a Wilson cantando en falsete al principio aunque enseguida vuelve a su registro habitual con un estribillo marca de la casa y de muy agradable escucha. No faltan las enérgicas guitarras en el tramo final que nos recuerdan de dónde viene Wilson (es una canción no muy diferente a las de los Porcupine Tree de “Deadwing” por ejemplo). No es la pieza más original del disco pero tras varias escuchas ha terminado por gustarnos mucho.

“Refuge” - De nuevo escuchamos sólo la voz de Wilson junto al piano sobre una serie de leves efectos electrónicos. Tras la introducción se abre paso un ritmo mecánico y una serie de sintetizadores muy propios de determinadas producciones de los años ochenta (al fin y al cabo, la época que inspira el disco). Sube el ritmo poco a poco hasta llegar a una explosión de percusiones que nos trae a la cabeza inmediatamente a Peter Gabriel. Escuchamos entonces un maravilloso solo de armónica prolongado por otro de guitarra a cargo de Paul Stacey que conforman uno de los mejores momentos de todo el disco. Se produce entonces una pausa rota por las notas del piano de Wilson (con la armónica en segundo plano) que es aprovechada por el músico para entonar un par de versos y concluir la pieza.




“Permanating” - Llegamos al corte más polémico del disco por su descarada comercialidad. Definido por Wilson en su momento como “un cruce entre la Electric Light Orchestra y ABBA producido por Daft Punk” tiene mucho de eso. El comienzo y el piano rítmico que suena a lo largo de toda la canción es claramente deudor de la música del grupo de Jeff Lynne (había sido anticipado al final de “Nowhere Now” como indicamos antes) y la segunda parte del estribillo es 100% ABBA. Para muchos era la confirmación de que Wilson buscaba el éxito a través de canciones fáciles y pegadizas y, sinceramente, cuesta desmentir esa idea tras escuchar “Permanating” que, por otro lado, es un tema de excelente factura.




“Blank Tapes” - Un suave comienzo de “mellotron” acompañado de guitarra abre una balada de corta duración que actúa como interludio y nos ofrece la posibilidad de volver a escuchar a Ninet Tayeb durante unos instantes.

“People Who Eat Darkness” - El inicio, guitarrero y sucio, casi “grunge” nos pone en alerta acerca de lo que puede suceder aquí pero enseguida se reconduce hacia terrenos más familares para el seguidor de Wilson recordando en algún momento a temas como “Way Out of Here” de “Fear of a Blank Planet”.

“Song of I” - Uno de los comienzos más evocadores del disco con una serie de percusiones y sonidos que nos remiten inmediatamente a dos de las referencias más claras de Wilson en los últimos tiempos: Peter Gabriel y Prince (especialmente el de “Sign `O' the Times”). El formato de la canción, a dúo con Sophie Hunger hace pensar casi automáticamente en las colaboraciones de Gabriel con Kate Bush. Probablemente sea una de nuestras canciones preferidas de “To the Bone” y una de las pocas sin precedentes claros en la discografía de su autor. Destacamos también los magníficos arreglos de cuerda de Dave Stewart a lo largo de toda la pieza.




“Detonation” - La pieza más extensa del disco (ronda los diez minutos) es otra de las joyas del trabajo. El comienzo con esa guitarra acústica casi en segundo plano remite al primer disco de Wilson en solitario, “Insurgentes”, y las percusiones, con unos ritmos irregulares muy atractivos son un gran acierto. Superada la introducción entramos en un típico desarrollo instrumental de esos que nunca faltan en los discos del artista. Percusiones, bajo y guitarras nos ofrecen un derroche de energía que se prolonga durante unos minutos antes de llegar a un interludio en el que cuerdas, “mellotron” y percusiones arropan a Wilson que vuelve a cantar por unos instantes antes de retomar el extraordinario segmento anterior. Cuando parecía que todo iba a transcurrir más o menos por los mismos derroteros entramos en un tramo absolutamente alucinogeno con percusiones de un cierto aire latino, cuerdas electrónicas y un magnífico Nick Beggs al bajo que nos ofrecen lo que podría ser un homenaje a la banda clásica del “krautrock”, Neu!. En el tramo final se añaden unas potentes guitarras con las que se cierra una pieza que promete ser uno de los momentos culminantes de los conciertos.

“Song of Unborn” - Como cierre del disco, Wilson opta por un tema lento en la linea del “Happy Returns” de “Hand. Cannot. Erase” que prácticamente ponía el punto y final a aquel trabajo. Incluso las voces angelicales que se escuchan aquí podrían corresponderse con las de “Ascendant Here On”, la coda de aquel tema en el disco precedente aunque aquí terminan por fundirse con el tema central en lugar de servir de cierre.

Con Steven Wilson hemos observado un fenómeno que se repite continuamente en todos los estilos musicales. Tenemos un artista que comienza a destacar, con una obra de gran calidad y que va haciéndose con un grupo bastante notable de seguidores fieles. Seguidores que se muestran sorprendidos por el hecho de que su, llamémosle ídolo, no termine de triunfar a escala masiva y ser conocido por todos. Eso va construyendo una figura de músico de culto que poco a poco va creciendo y que un día da el gran paso. “To the Bone” se ha colocado poco después de su publicación en los primeros puestos de las listas de un buen número de países europeos. Revistas y prensa más bien generalista vierten grandes críticas sobre el disco que escapa así del más o menos reducido grupo de fieles que siguen a Wilson desde los primeros años de Porcupine Tree. De repente, el músico de culto se convierte en “mainstream” y la conclusión primera para parte de los seguidores que se encontraban cómodos con un ídolo misterioso y desconocido para el resto del mundo es sencilla: se ha vendido. Hablamos de un tipo de seguidor acostumbrado a presumir de oír música diferente que de repente se encuentra con que gente de su entorno, de aquella cuyos gustos son “normales” le dice: “oye, he escuchado al músico ese que te gusta y no está mal”. Los esquemas se rompen. Fulanito no puede oir a Wilson. Wilson me gustaba a mí y no a él. Resultado: Wilson ya no “mola”.

El análisis es simplista y sesgado y somos conscientes de ello pero también sabemos que existe ese tipo de seguidor en el “universo Wilson” porque existe alrededor de todos los artistas que no son primerísimas figuras. No son mayoritarios, desde luego, pero sí muy ruidosos y componen una importante facción del fenómeno “hater” tan habitual hoy en las redes sociales: la de los fans que de la noche a la mañana pasan a ser los mayores detractores de un artista.

En el caso de Wilson se suman también muchos aficionados que se la tenían guardada. Son estos personas a las que nunca les gustó demasiado su música y que, además, consideraban que el foco que acaparaba dentro de un género relativamente minoritario como es el del rock progresivo, restaba atención a otros artistas que, a su juicio, lo merecían mucho más. En estos casos, la “traición” al género que supone el hacer un disco pop es la excusa perfecta para atacar al “intocable” y pedirle viejas cuentas.

Existe, claro está, un tercer bando de críticos que son aquellos a los que, sencillamente, no les gusta el planteamiento, la ejecución, el contenido o las tres cosas a la vez de “To the Bone”. Sin motivaciones extrañas ni otro criterio que no sea su gusto personal. Estamos seguros, además, de que la mayor parte de los disconformes con el disco pertenecen a este grupo y eso está bien. No queremos tampoco que el lector ajeno se lleve la impresión de que la acogida del disco ha sido mala. Ni mucho menos. De hecho, y como hemos dicho anteriormente, estamos ante el que probablemente sea el disco más exitoso de Wilson en toda su carrera incluyendo en ella todos sus proyectos con otros músicos y bandas, no solo en cuanto a las ventas sino en cuanto a la reacción de la crítica en general. Dentro de sus seguidores habituales tenemos la impresión de que, tras el desconcierto inicial, la mayoría se muestra satisfecha del resultado. Nuestra propia opinión es bastante buena, si bien creemos que sus discos anteriores (“Hand. Cannot. Erase” o “The Raven that Refused to Sing”, especialmente) están por encima de este.

La duda que nos surge ahora es saber si esta va a ser la linea futura escogida por el músico para sus próximos trabajos o si volveremos a asistir a algún giro de guión próximamente aunque teniendo en cuenta su trayectoria nos inclinamos por pensar esto último.

Os dejamos con un vídeo en el que el propio artista explica el disco tema por tema:

 

martes, 5 de junio de 2012

Storm Corrosion - Storm Corrosion (2012)



Los primeros pasos de Opeth como banda fueron tortuosos. En sus primeros días, el vocalista del grupo se presentó ante el resto junto con Mikael Akerfeld, bajista y también cantante en los ensayos presentandole como nuevo integrante de la formación, La discusión que se produjo a continuación fue de tal calibre que David Isberg (el lider hasta aquel momento) y Akerfeld de quedaron como únicos integrantes ante la desbandada general de los demás miembros.

Tras múltiples entradas, salidas y reentradas de distintos músicos, Opeth comenzó a tomar forma. A priori, no parecían destinados a ser más que una de tantas bandas de death metal que poblaban el panorama del norte de Europa en aquellos años pero tenían algo diferente que llamaba la atención. Al margen de los clásicos recursos del género, no tenían problemas en incorporar guitarras acústicas, piano o en dejar de lado en ocasiones los horrendos cantos guturales que eran una especie de marca de la casa en los grupos de esa corriente. Con guiños nada habituales a la música folclórica o al rock progresivo, el particular sonido de la banda fue ganando adeptos y empezó a traspasar las fornteras de su Suecia natal llamando la atención de otros músicos, entre ellos (cómo no, direis algunos) de Steven Wilson, líder de Porcupine Tree y habitual en el blog. De la mano de nuestro viejo conocido, Opeth lanzó su “Blackwater Park”, disco que les hizo populares en Europa y que propició las primeras actuaciones multitudinarias en el continente pero lo más importante para nosotros es que inició una interesante colaboración entre la banda y Wilson que terminaría desembocando en el disco del que hablamos hoy.

Haremos ahora un salto de casi diez años hasta 2010. Wilson prepara su “Grace for Drowning”, ya comentado aquí hace un tiempo y ultima las mezclas del próximo disco de Opeth, con participación destacada de nuestro músico en el sonido final. Comienzan entonces a oirse los primeros rumores sobre una colaboración discográfica entre Mikael Akerfeld y Steven Wilson que estarían comenzando a reunir una especie de superbanda de metal progresivo. El abandono en las mismas fechas de Dream Theater por parte de su batería Mike Portnoy, abonó las especulaciones y la imaginación de los fans comenzó a sumar uno mas uno mas uno llegando a la conclusión de que el resultado, tres, era tan matemáticamente exacto como indiscutible. Las habladurías llegaron a tal punto que Akerfeld tuvo que hacer unas declaraciones en una entrevista en septiembre de 2010 indicando que no había ningún fundamento para hablar de Portnoy como participante en “Storm Corrosion” que era el nombre bajo el que estaban organizando sus nuevas ideas el propio Wilson y Akerfeld: “Siendo honestos, no hay mucho espacio para baterías en el trabajo que estamos haciendo. He hablado con Mike (Portnoy) para aclararselo y le pareció bien. El también está muy ocupado y estoy seguro de que haremos algo juntos en el futuro”. Preguntado Wilson recientemente sobre el particular, su respuesta es meridianamente clara: “La cuestión es que yo llevo preparando este proyecto con Mikael durante años, años y años. Mike Portnoy escuchó algo al respecto y dijo: hey, yo quiero participar. Magnífico, pensamos, es un gran batería y todo eso pero cuando nos juntamos y empezamos a trabajar en el disco nos dimos cuenta de que no necesitabamos a Portnoy. Ibamos a tener muchas cuerdas, maderas y voces pero las partes de batería eran realmente escasas. Si hubieramos hecho un disco de metal progresivo Mike habría sido el indicado pero lo que queríamos hacer no tenía nada que ver con eso.”


El dúo en una imagen promocional.
Conforme pasaba el tiempo, las expectativas de los aficionados eran sólo comparables a la incertidumbre sobre el estilo del disco, habida cuenta de los antecedentes de ambos músicos y de declaraciones como la de Wilson en twitter: “no espereis nada de metal en esta ocasión”.

Lo cierto es que, aunque las fechas de lanzamiento de “Grace for Drowning” de Wilson, “Heritage” de Opeth y “Storm Corrosion” fueron convenientemente espaciadas, la grabación de los mismos se produjo de forma casi simultanea y es que el tercero de ellos, el llamado “Storm Corrosion” se cocinó a fuego lento durante más de un año, entre marzo de 2010 y septiembre de 2011. Entretanto, en enero y febrero de 2011 se grababa “Heritage” y entre enero de 2010 y junio de 2011, “Grace for Drowning”. Por ello, Wilson se ha referido recientemente a los tres discos como una especie de trilogía de la que “Storm Corrosion” sería el cierre por el momento. Intervienen en el disco: Steven Wilson (teclados, voces), Mikael Akerfeld (guitarras, voces), Gavin Harrison (batería, percusión), Ben Castle (vientos) y la London Session Orchestra dirigida por Dave Stewart.

“Drag Ropes” – Comienza el trabajo con una sección de cuerda muy oscura e inquietante a cargo de la London Session Orchestra bajo la dirección de Dave Stewart, lo que conecta directamente el disco con “Grace for Drowning” en el que también participan los mismos músicos. No ayudan a tranquilizarnos las primeras palabras cantadas por Akerfeld: “amigo mío, llegó la hora de pagar por tus pecados: tu sufrimiento empieza aquí”. Unas tenues notas de piano repartidas aquí y allá ayudan a la transición hacia otra sección, con predominio de guitarras acústicas y algunos sonidos electrónicos como preludio a unas interesantes armonías vocales que van in crescendo hasta convertirse en la parte principal de la pieza en su segmento central tras el que nos abandonan para dejar paso a las guitarras de Akerfeld. Hay un extraño aire folk en toda la composición que parece querer abrirse paso entre la oscuridad general. El segmento final parece dar una cierta esperanza con unas cuerdas más luminosas que las del principio aunque la repetición del texto inicial nos saca de nuestra ilusión antes de poner fin a la pieza.

“Storm Corrosion” – Una lejana melodía de flauta nos transporta poco a poco hacia un bello pasaje de guitarras acústicas en un comienzo decididamente folk. Es entonces cuando Akerfeld comienza a cantar en el más delicado de sus registros mientras cambia su guitarra acústica por la eléctrica para esbozar unos punteos que, en este contexto, nos recuerdan de forma inevitable al sonido del mejor Mike Oldfield. Composiciones como esta supondrán una sorpresa absoluta para los seguidores de las respectivas carreras de Wilson y Akerfeld pero son un soplo de aire fresco de una calidad indiscutible. Poco a poco se marchita la tonada inicial y entramos en una parte final mucho más inquietante, con cuerdas afiladas, sonando como sirenas en la lejanía. El mismo efecto de la música de Ligeti que Kubrick hiciera suya en la banda sonora de “2001, Una Odisea en el Espacio” es que nos encontramos en este fragmento que se disuelve como se de una interferencia de otro tiempo se hubiera tratado, antes de cerrar la pieza de nuevo con un formato acústico de guitarra, piano y flautas con un punto bucólico con reminiscencias de los Pink Floyd de “More”, por poner un ejemplo conocido.

“Hag” – Wilson ya demostró en su reciente “Grace for Drowning” que es único a la hora de crear atmósferas depresivas y perturbadoras con muy pocos elementos. Un mellotrón, unas guitarras y unas notas de piano le bastan para construir otro de sus complicados edificios llenos de largos pasillos tras cada curva parece estar esperando algo aterrador. Probablemente estamos ante el tema con más puntos en común con el primer disco de la supuesta trilogía: el citado “Grace for Drowning”. Cerca del final, la cosa gana en dureza entrando en uno de los pocos fragmentos remotamente heavys del disco con la batería de Gavin Harrison aprovechando los pocos segundos que se le conceden en unos pocos compases que podríamos calificar de metal-jazz si algo así pudiese existir.

“Happy” – Como si de una prolongación del corte anterior se tratase, comienza la canción más breve del disco, que no renuncia por ello a las señas de identidad de todo el trabajo. Guitarras acústicas, extraños efectos sonoros y una sensación general de opresión. A mitad de la pieza, sin embargo, entramos en una serie de juegos vocales que dan algo de luz a los instantes finales, en los que volvemos a disfrutar de la guitarra de Akerfeld en su faceta más delicada antes de entrar de lleno en el único instrumental del disco.

“Lock Howl” – Con un leve sonido de sintetizadores vamos adentrandonos en la composición hasta que entramos en una sección rítmica con un bajo continuo, una batería en pleno calentamiento y todos los instrumentos añadiendose poco a poco a la banda incrementando la intensidad del momento. Los arreglos orquestales de Dave Steward encajan como un guante hasta la ruptura central en la que el batir de palmas acompaña a una nueva melodía que parte en dos la pieza. Regresamos entonces al ritmo inicial con la incorporación de un nuevo elemento en forma de vibráfono que repite la melodía principal doblado por guitarras, piano y con el acompañamiento en la parte final del mellotron. Toda la pieza tiene un aire tenso, como de preludio de algo más grande que puede estallar en cualquier instante pero consigue contener toda esa energía hasta su conclusión, dando paso al cierre del disco.

“Ljudet Innan” – Con una introducción vocal en falsete comienza la última canción del trabajo. Los consabidos fondos de mellotron tan Crimsonianos (y también del gusto tanto de Wilson en Porcupine Tree y en solitario como de Akerfeld en los Opeth más recientes) se desarrollan sin prisa alguna durante varios minutos con aportaciones puntuales de las guitarras. La batería se va incorporando casi sin darnos cuenta, como quien se pone a nuestra altura durante un paseo y comienza una conversación. Unos ligeros esbozos de guitarra preceden a Akerfeld cantando sus últimas letras del disco en un final que encajaría perfectamente con esas imágenes clásicas de película antigua en la que dos personas se alejan hacia el horizonte a ritmo pausado, hasta convertirse en un puntito a lo lejos, posiblemente manteniendo la imaginaria conversación intrascendente a la que nos referíamos antes.

Tras el lanzamiento del disco, ambos músicos dejaron claro que no habrá gira ni conciertos de Storm Corrosion e incluso, que no tienen nada planeado más allá de este disco. Akerfeld sigue centrado en Opeth y seguir la pista de todos los proyectos en los que está envuelto es una tarea agotadora. En las últimas semanas han surgido noticias acerca de Blackfield, en los que se daba al grupo como finiquitado. También ha habido declaraciones de Wilson sobre Porcupine Tree en las que afirma que, por el momento, el grupo está en una etapa de inactividad indefinida. Como quiera que tampoco No-Man parece ser un proyecto muy activo, nos quedan sus dos aventuras solitarias: Bass Communion, de la que no hemos hablado aún en el blog y sus trabajos bajo su propio nombre.

La acogida de “Storm Corrosion” ha sido muy desigual. A pesar de las advertencias de ambos músicos, buena parte de los fans esperaban una mezcla de Opeth y Porcupine Tree y, evidentemente, el resultado no tiene nada que ver ni con unos ni con otros. Por ello, un sector de los aficionados han reaccionado con frialdad y lo mismo se puede decir de parte de la crítica. Otro grupo, advertido, esperaba un trabajo de estas características y sus opiniones han sido más favorables. Por nuestra parte, con “Storm Corrosion” nos ocurrió lo mismo que con “Grace for Drowning”. Las primeras escuchas nos dejaron más bien indiferentes pero poco a poco ambos trabajos han ganado muchos enteros a nuestros oídos. No creemos que éste disco de Akerfeld y Wilson llegue a los niveles de excelencia de aquel pero nos parece un trabajo notable. Para abrir boca os dejamos con el sensacional videoclip de presentación del disco tras los habituales enlaces para su compra.

amazon.es

play.com

jueves, 27 de octubre de 2011

Steven Wilson - Grace for Drowning (2011)



Parece mentira pero entre enero de 2010 y junio de 2011, el músico británico Steven Wilson sacó tiempo para escribir y grabar el que es su último trabajo, un album doble titulado “Grace for Drowning”.

Lo que para cualquier otro músico habría sido trabajo suficiente para varios meses, Wilson lo hizo en huecos sueltos sacados de aquí y de allá mientras se dedicaba a hacer las nuevas remasterizaciones de otros dos trabajos de King Crimson (“Starless and Bible Black” y “Discipline”) o del “In the Land of the Grey and Pink” de Caravan, se encargaba de las mezclas del último trabajo de Anathema, “We’re Here Because We’re Here”, colaboraba en el disco de Pendulum, “Immersion”, le daba los últimos toques al “Heritage” de Opeth, grababa y lanzaba el tercer disco de su banda “Blackfield” (con su correspondiente gira) y se juntaba con el cantante de los citados Opeth, Mikael Akerfeldt para trabajar en otro futuro proyecto a dúo (¡¡¡otro más!!!) bajo el nombre de Storm Corrosion. Todo esto interrumpido por el fallecimiento en mayo de 2011 de su padre lo que le obligó a suspender algunos conciertos de Blackfield.

Esta auténtica saturación de trabajos que, en realidad, viene siendo una constante en la trayectoria de Wilson en los últimos años, le había supuesto algunas malas críticas a algunos de sus discos más recientes como el último disco de Porcupine Tree, “The Incident”, o su “Insurgentes” en solitario, trabajos ambos reseñados en La Voz de los Vientos en su momento. Sin embargo, esa tendencia negativa, al menos para la crítica especializada, en la que parecía estar cayendo nuestro hombre se ha revertido por completo con este trabajo que está recibiendo encendidos elogios, incluso de aquellos sectores que empezaban a perder la fé en Wilson. Algunos de los comentarios suscitados por este trabajo son extremadamente positivos:

“Un disco realmente indescriptible pero que pide a gritos ser escuchado urgentemente”
CLASSIC ROCK.

“Un proyecto absorbente y ambicioso que nos exige escuchas continuas”
MOJO.

“Un disco denso y extremadamente coherente. Grace for Drowning alcanza la máxima brillantez. El disco progresivo del año”
TERRORIZER.

“Supone un paso adelante sensacional. Wilson es, sencillamente, imparable”
CLASSIC ROCK PROG.

“Un majestuoso paisaje sonoro creado por un innovador músico con la mirada en el futuro y a la vez, respetuoso con lo mejor que nos deja la historia del rock”.
RECORD COLLECTOR.

“La capacidad de Wilson para crear música es prodigiosa y cómo consigue alcanzar  siempre un nivel tan elevado nos sigue pareciendo un misterio. Con su segundo disco en solitario, el líder de Porcupine Tree lo ha vuelto a conseguir”.
METAL HAMMER.

“Grace for Drowning” son, en realidad dos discos separados, cada uno con su propio título. El primero de ellos lleva el nombre de “Deform to Form a Star” y el segundo el de “Like Dust I Have Cleared from My Eye”. En palabras del propio Wilson, durante el proceso de creación del disco, “la edad dorada del rock transcurrió durante la última parte de la década de los sesenta y los primeros años de los setenta, cuando el disco se convirtió en el formato por excelencia, en un medio de expresión en sí. Una época en la que los músicos se liberaron del formato pop de canciones de 3 minutos, tomando elementos del jazz y de la música clásica y combinandolos con el espíritu psicodélico de aquellos años. Sin llegar a ser “retro”, mi disco pretende homenajear este espíritu”.

La incorporación de músicos procedentes del mundo del jazz, presentes en el disco fue algo que Wilson buscaba, inspirado en sus meses de trabajo en la concienzuda (y a veces polémica) remasterización del fondo de catálogo de King Crimson que viene realizando en los últimos años, bajo la supervisión de Robert Fripp.

Pasamos a un análisis con cierto detalle del disco en sí, que es lo que realmente nos importa con el primero de los discos, “Deform to Form a Star”.

“Grace for Drowning” – El tema que abre el trabajo es un breve instrumental que comienza con unos arpegios de piano a cargo del teclista de Dream Theater, Jordan Rudess, sobre los que Wilson entona una bella melodía vocal con ciertos aires brasileñoa (nos viene a la cabeza, por ejemplo, el Nando Lauria que colaboró con el Pat Metheny Group en su momento). La voz de Wilson está doblada hasta 40 veces para lograr un efecto de coro. Como introducción, estamos ante un tema realmente efectivo y brillante que nos pone en situación para lo que llega después.

“Sectarian” – Se trata de un instrumental rock muy en la linea de los trabajos de Wilson con Porcupine Tree con elegantes fondos de autoharp, antiguo instrumento de cuerda de la familia de la zanfoña. La pieza, con toques de jazz y elementos psicodélicos, nos remite a esos primeros setenta y a los Pink Floyd o el King Crimson más experimental. El uso del mellotrón o el saxo de Theo Travis entroncan enseguida con el sonido clásico de la banda de Fripp. Junto a Wilson y Travis, intervienen en la pieza Ben Castle (clarinete), Nick Beggs (stick) y Nic France (batería).

“Deform to Form a Star” – La primera de las canciones al uso del disco nos habla ya de uno de esos lugares habituales en las letras de Wilson, en los que impera el desorden que, sin embargo, es lo que los hace realmente habitables y en los cuales esa imperfección es, precisamente, el mayor de sus atractivos. Lugares al margen de Dios y de la pulcritud casi quirúrgica que se nos ofrece habitualmente como el único estado posible en el que vivir. “This smile isn’t pure, certain or sure, cold precision was never there” reza una de las estrofas. Wilson toca teclados, guitarras y canta, acompañado de Jordan Rudess (piano), Theo Travis (clarinete), Tony Levin (bajo) y Nic France (batería). La canción, que comienza como una clásica balada de las que Wilson nos deja de cuando en cuando, nos gana definitivamente con la llegada del estribillo. La faceta del músico como guitarrista, muchas veces no suficientemente reconocida, se nos muestra aquí en una de sus mejores versiones, tanto con el sensacional sonido que le arranca a la eléctrica en distintos registros como con las breves intervenciones a la acústica. La batería de France sigue los patrones habituales del trabajo del percusionista habitual de Wilson en Porcupine Tree en los últimos años, Gavin Harrison, recientemente integrado en King Crimson como parte de ese curioso trasvase de músicos que parece estar produciendose en los últimos años entre Fripp y Wilson. En relación con esta afirmación, sin ir más lejos, en este “Grace for Drowning” tenemos hasta tres integrantes de la banda de Robert Fripp: Tony Levin, Pat Mastelotto y Trey Gunn.

“No Part of Me” – Se trata de otra gran canción acerca de la ruptura cuando los intereses de la pareja dejan de ser los mismos y la relación se sostiene sólo por rutina. Tras un comienzo más o menos tranquilo, nos encontramos de lleno metidos en otra de las clásicas secciones instrumentales casi en clave de hard rock tan habituales en la música de Wilson, quien en esta ocasión sólo toca teclados dejando las guitarras a Markus Reuter. Pat Mastelotto es el batería, Nick Beggs se encarga del solo de bajo mientras que el resto de las partes de bajo y la warr guitar son cosa de Trey Gunn. Theo Travis toca saxos y la London Session Orchestra dirigida por Dave Stewart se encarga de las cuerdas.

“Postcard” – Probablemente sea la mejor cancíon del disco y cuenta con unos arreglos realmente exquisitos. La letra nos muestra el despertar del protagonista en el suelo de su cocina, aparentemente tras un intento de suicidio fallido la noche anterior. El tono optimista de la música contrasta con lo que se narra, aunque nos hace pensar en que aún queda esperanza para el fracasado suicida a pesar de todo. En lo meramente musical, Wilson se encarga de todos los instrumentos salvo de la batería, que vuelve a ser cosa de Nic France y de la orquesta, que vuelve a ser la misma del corte anterior, acompañada de unos coros sintéticos realmente efectivos. “Postcard” es una joya de esas que aparecen en muy contadas ocasiones, incluso cuando hablamos de músicos de esta categoría.

“Raider Prelude” – Como transición hacia la última canción del CD, nos encontramos un instrumental de corte ambiental realmente oscuro que nos recuerda que, también en ese registro, Wilson es un músico tremendamente dotado como ha demostrado en muchas ocasiones en sus discos con Bass Communion

“Remainder the Black Dog” – Como cierre del primero de los discos del trabajo tenemos este corte de tintes psicodélicos que encajaría como un guante en cualquiera de las más delirantes escenas de una película de David Lynch. Un ostinato de piano recorre la pieza de principio a fín con la voz tratada electrónicamente de Wilson y el trío formado por Theo Travis a los vientos, el bajo de Nick Beggs y la batería de Nick France componiendo una escena jazzy de ambientes cargados y bombillas de esas que, en lugar de dar luz, dan sueño. Si Wilson es tan grande, lo es por temas como este en los que juega con distintos géneros con maestría combinandolos de modo que se nos antoja que el resultado ha estado ahí siempre, delante de nuestros ojos, pero sin que ninguno de nosotros alcanzara a verlo hasta que se nos revela por mediación del músico inglés. Como invitado estelar en este tema, tenemos, nada menos que a Steve Hackett a la guitarra.



El segundo disco que completa este “Grace for Drowning” lleva el título de “Like Dust I Have Cleared from My Eye”. Los acompañamientos, a excepción del tema central del mismo, son más reducidos, siendo la mayoría de los cortes dúos y tríos.

“Belle de Jour” – El tema que abre el CD es un sensacional instrumental que nos transporta inmediatamente a la Francia de los impresionistas, con una introducción de guitarra que encaja perfectamente en la tradición de los Satie, Ravel, etc, con un cierto aire romántico de cuento de Tim Burton. El único acompañamiento de Wilson en esta ocasión, es el de la London Session Orchestra.

“Index” – Con “Index” volvemos a los ambientes oscuros y a los personajes obsesivos que pueblan las letras del músico y que llegan a asustar en muchas ocasiones. Para acompañar la historia del coleccionista compulsivo que protagoniza la canción, Wilson se ayuda de la batería de Mastelotto y de la misma orquesta de los otros cortes del album.


“Track One” – Continuando con la linea del segundo disco en cuanto a acompañamientos, la batería de Nic France es el único instrumento que no toca Wilson en este tema. Se trata de una canción de corte épico, con un sensacional crescendo instrumental que nos lleva a un precioso final en el que la guitarra del músico británico es protagonista absoluta.


“Raider II” – El corte más largo de todo el album es también en el que nos encontramos la cara más inquietante del músico que nos cuenta en primera persona la historia de un asalto en el que el protagonista entra de noche en una tienda, golpea y ata al dueño y comienza lo que presumiblemente es una pesadilla con terrible final para éste último. Nos encontramos ante uno más de esos psicópatas que habitan el imaginario de Wilson. A pesar de la narración, el tema es instrumental en su mayor parte y es un efectivo resúmen de todo lo que hemos hablado hasta ahora: ráfagas de hard rock, pasajes ambientales realmente opresivos, ardientes solos de saxo como sacados de una jam session en pleno infierno y todo ello enlazado con la mayor naturalidad. Rompiendo la linea de este segundo disco, esta extensa suite cuenta con la participación de un buen número de intrumentistas. Al margen de Wilson, quien toca guitarras, piano, teclados, harmonium, percusión y bajo ademas de cantar, tenemos a Theo Travis (flautas, clarinete y saxo), Jordan Rudess (piano), Mike Outram (guitarra), Sand Snowman (guitarra), Nick Beggs (stick, bajo), Nic France (batería), los arreglos de Dave Stewart y la participación en la programación de Dave Kerzner.

“Like Dust I Have Cleared from My Eye” – El final de este sensacional viaje por la inquieta (e inquietante) mente de Wilson nos deja con otro cambio de registro volviendo a una canción más convencional, si acaso con cierto regusto “floydiano”. Otra de sus letras sobre la ruptura pero enfocada de un modo distinto. En esta ocasión, la separación es, como indica el título, “como la mota de polvo que me quito del ojo”. Un cierre tranquilo para un disco sensacional con el bajo de Tony Levin y la batería de Nic France acompañando a Wilson en la despedida.

Tenemos poco que añadir a lo ya dicho sobre “Grace for Drowning”. Los seguidores del blog ya conoceis bien casi todas las encarnaciones de Wilson en sus diferentes proyectos y sabeis que aquí se le tiene en muy alta estima. Nuestra opinión tras escuchar su último trabajo no puede sino reforzar esta idea.

Como suele ocurrir con Steven Wilson, este disco está disponible en distintos formatos, CD convencional, vinilo, digibook y edición deluxe con un libro de 120 páginas, 1 CD con material extra y un BlueRay en 5.1:







Todo este material está a la venta en su tienda oficial:

burningshed.com



jueves, 21 de julio de 2011

No-Man - Schoolyard Ghosts (2008)


Anteriormente hemos tenido por aquí un par de trabajos del dúo No-Man. Nos encargamos en esta ocasión de su más reciente larga duración grabado en estudio. Sin abandonar las señas de identidad de la banda, fuertemente marcadas por la personalísima forma de cantar de Tim Bowness, este "Schoolyard Ghosts" es, quizá, el disco más cercano al género progresivo de la formación. Tanto Bowness como Steven Wilson hacen una verdadera exhibición de habilidades interpretando toda clase de instrumentos lo que no es óbice para contar con una plétora de músicos invitados en varios temas.

Como es habitual en el dúo, las ocho canciones que integran el disco son ocho ejercicios de pop elegante destacando "All Sweet Things" y la extensa "Truenorth" y, especialmente, esa auténtica joya titulada "Wherever There is Light", una delicada pieza de porcelana sonora de una fragilidad que asusta. La nómina de invitados es extensa. Destacamos a Theo Travis (saxo y flautas en "True North", "Wherever There is Light" y "Mixtaped"), Colin Edwin (bajo en "Beautiful Songs You Should Know"), Pat Mastelotto (batería en "Pigeon Drummer" y "Song of the Surf") y Gavin Harrison (batería en "Mixtaped"). La sección de cuerdas corre a cargo de la London Session Orchestra dirigida por Dave Stewart.

En resumidas cuentas, "Schoolyard Ghosts" es otro trabajo de art-pop más que recomendable. Como de costumbre, un par de vías de acceso al disco:

play.com

fnac.es

Os dejamos el videoclip de "Wherever There is Light":