sábado, 30 de abril de 2022

Artemiy Artemiev - The Warning (1997)



Cuando eres el hijo de alguien que es casi una leyenda y uno de los compositores para cine más reputados de tu país, si no el que más, es muy difícil plantearte una carrera en el mismo campo y evitar las comparaciones con el legado de tu padre. Esta historia, que te sonará si eres seguidor de Jean Michel Jarre o de su padre Maurice, es también la que le tocó vivir a Artemiy, el hijo de Eduard Artemiev, el autor de las bandas sonoras de la mayor parte de las películas de Andrei Tarkovsky en los años setenta incluyendo "Solaris" o "Stalker". Al igual que en el caso de Jarre, Artemiy escogió los sintetizadores como medio de expresión y comenzó a componer para cine, televisión y teatro mientras tocaba en distintas bandas de rock. Su padre había trabajado en los sesenta en el campo de la música electrónica y, de hecho, en sus bandas sonoras utilizó con profusión el ANS, uno de los primeros sintetizadores de la historia, desarrollado durante los años 40 y 50 por el ingeniero soviético Evgeni Murzin. 


El disco de debut de Artemiy Artemiev se grabó entre 1992 y 1993 aunque se publicaría algo más tarde. Como ocurre muchas veces, era una recopilación de trabajos compuestos para cine, televisión y teatro en los años anteriores. Artemiev toca todos los instrumentos que van desde los sintetizadores al bajo, pasando por la batería y toda clase de percusiones. Puntualmente escuchamos el violín de Dmitriy Kutergin y el Oboe de Michael Irkushev en un par de cortes.


Artemiy Artemiev en su estudio.


“Overture” - El disco comienza de forma contundente. Tras una breve introducción en la que escuchamos sonidos que podían proceder de una estación de tren o de un mercado, entra una repetitiva melodía electrónica acompañada de densas texturas de sintetizador en la línea de los Tangerine Dream de los ochenta, parecido que se refuerza con la aparición de la batería y el uso de determinados sonidos muy característicos de aquellos años. La pieza no tiene mucho más desarrollo como corresponde a una obertura y es una magnífica puesta en acción para afrontar el resto del disco.


“Down By the River” - Continuamos con un tema algo más lento en el que destaca el uso de los samples, en especial una especie de graznido fantasmagórico que se repite varias veces. Por lo demás, es una estructura que se sustenta inicialmente en unos acordes de algo parecido a un piano que se repiten varias veces mientras las cuerdas y la flauta sintéticas van evolucionando poco a poco por encima. Pese a la longitud del corte, el más largo del disco, no hay demasiada evolución en él salvo las distintas variaciones sobre la melodía inicial por lo que acaba siendo una larga transición con cierto toque “new age” que puede llegar a hacerse pesado.


“Tibet” - El título del tema ya nos da una idea de por dónde pueden ir los tiros y el comienzo, con un gélido viento sonando por debajo de una melodía de inspiración y timbre oriental nos lo confirma enseguida. Sonidos que recuerdan al sitar y a la tabla indios terminan de situar geográficamente la pieza. El contraste entre estos y las cuerdas sintéticas, mucho más próximas a la orquesta convencional, es lo más interesante del corte.


“Remeniscences” - Entramos ahora en ambientes secuenciales más próximos a la escuela de Berlín, con esa monotonía subyugante de las secuencias de Klaus Schulze y un enfoque melódico algo más marcado que el del alemán, estamos ante una de las mejores piezas del trabajo. Incluso los sonidos de flauta de pan, explotados hasta la saciedad en aquellos años, suenan aquí perfectamente integrados en el conjunto y no nos distraen de la escucha como lo hacen en muchas obras contemporáneas de esta.


“E Cosi a Poco a Poco” - En el disco aparecen un par de versiones de sendos madrigales de Monteverdi. Esta es la primera de ellas y tampoco podemos comentar demasiado al respecto. Artemiev opta por una interpretación llena de capas de cuerdas que terminan por oscurecer un poco el resultado. No está del todo mal pero tampoco nos parece el mejor enfoque posible.


“Road to Nowhere” - Con el siguiente tema volvemos a un formato más cercano al de la obertura, con mayor peso de las percusiones, hasta el punto de que se hacen con el control de la pieza casi por completo. En la segunda mitad del tema se produce un curioso cambio centrado en un motivo más melancólico y con un improbable aire aflamencado que se repite varias veces dejándonos con un gran sabor de boca aunque también con la sensación, seguramente errónea, de haber oído una melodía muy similar en alguna parte.


“The Warning” - El que por su título podríamos identificar como el tema central del disco es una verdadera sinfonía electrónica que recoge lo mejor de muchas de las tendencias principales del género. Desde las secuencias al estilo berlinés a la exploración y la contundencia sonora de un Morton Subotnik pasando por samples evocadores de sonidos de otras tierras y etéreos coros electrónicos. Es un corte oscuro por momentos pero con una gran profundidad que podría recordar en algún momento al Vangelis de “China” o de la banda sonora de “The Bounty”.


“Seaside Walk” - Continuando con la mejor tradición de la música electrónica Artemiev vuelve aquí a las atmósferas típicas del Schulze de finales de los setenta y las combina de nuevo con su propia aportación melódica para configurar un tema extraordinario que perfectamente podría acompañar a una película de John Carpenter.


“A Tale Told By Night” - Todos los cortes del disco están separados por distintas cortinillas sonoras. La que precede a este, con el sonido de una puerta de coche cerrándose antes de arrancar y alejarse de nosotros, no podemos evitar pensar en que es una referencia poco disimulada al “Autobahn” de Kraftwerk aunque ahí terminan todas las similitudes. Y esto es aqui porque lo que viene después es un corte algo insulso en el que escuchamos una serie de arpegios repitiéndose continuamente mientras la flauta de pan (que aquí ya tiene menos gracia que antes) ejecuta una melodía con ligeras variaciones. De lo más prescindible del disco.


“Ferir Quel Petto” - La segunda versión de un madrigal de Monteverdi presente en el disco. Los arreglos y la ejecución son similares a los de la primera por lo que poco más podemos añadir. No terminamos de entender la presencia aquí de este tipo de piezas aunque sí que es cierto que Artemiev ha grabado muchas versiones electrónicas de composiciones clásicas por lo que entendemos que es parte de su estilo el incluirlas dentro de sus trabajos.


“Finale” - El cierre del disco, por el contrario, nos encanta. Comienza con una especie de sample de guitarra eléctrica ejecutando un tema dramático con el apoyo de la batería. De pronto se suman el bajo y, sobre todo, el violín dibujando melodías en segundo plano en plena batalla con el resto de instrumentos. Una verdadera maravilla que podría acompañar al más épico de los finales de la epopeya cinematográfica que se os ocurra. Una maravilla por la que hasta le perdonamos a su autor por la coda final, completamente anticlimática, con una especie de cajita de música que no viene a cuento.



Aunque el disco se terminó en 1993, no fue hasta 1997 que apareció publicado en CD en el sello Elektroshock Records, del propio Artemiy Artemiev. Probablemente esto haya hecho que su distribución no haya sido masiva y no sea un disco (ni un autor) demasiado conocido fuera de los círculos de la música electrónica más especializada pese a que, por su calidad, bien podría haber sido uno de los grandes éxitos de su género en los noventa. Tenemos que señalar algo que es conveniente para aquellos que busquen el disco en alguna de las muchas plataformas en las que hoy está disponible. En el lanzamiento original figuran once títulos con su minutaje correspondiente que son los que hemos comentado aquí. Sin embargo, en el CD solo hay dos cortes, uno mucho más largo que englobaría los nueve primeros títulos y otro con los dos últimos. Para liarlo un poco más, en Spotify o Youtube, el primer corte lleva el título de “The Warning” pero el segundo se titula “A Tale Told By Night” que, en realidad, sería el correspondiente al noveno tema del disco que pertenece al primer corte. Un pequeño jaleo que no debe distraernos de lo verdaderamente interesante que es la música. Artemiev ha publicado varios discos más desde entonces pero nunca hemos profundizado mucho en ellos aunque seguro que más adelante alguno aparece por aquí. Hasta entonces, disfrutad de “The Warning”. Si no lo conocéis, puede ser una agradable sorpresa.



viernes, 22 de abril de 2022

Steve Reich - Four Organs / Phase Patterns (1970)




Los comienzos de los artistas, y más los de aquellos que están destinados a abrir nuevos caminos en su disciplina, siempre son provocadores y polémicos. La juventud va muchas veces aparejada a esa rebeldía ante lo anterior y a unas ganas de “molestar” que, lejos de ser un problema, suelen ser un importante motor para la creatividad. Hoy nos trasladamos a 1970. Steve Reich ya tenía un nombre dentro de las vanguardias neoyorquinas y había publicado algunas composiciones que hoy en día son consideradas como hitos dentro de la música minimalista como “Come Out”, “Pendulum” o “It's Gonna Rain”. En los tres casos, como también ocurría en sus primeras exploraciones del concepto de “fase”, estábamos ante piezas en las que el concurso de la tecnología, en forma de grabaciones magnetofónicas, era imprescindible. En todo caso, Reich estaba aún muy lejos de ser un músico conocido por el gran público y sus primeros conciertos importantes no tendrían lugar en teatros o salas al uso sino en museos, lo que no deja de ser un síntoma del ambiente, un tanto “snob” en el que se desarrollaban las vanguardias culturales en la Nueva York de finales de los años sesenta.


Precisamente de dos de esos conciertos proceden las dos grabaciones que integran el disco que comentamos hoy, un disco que ni siquiera fue publicado por un sello norteamericano sino por el francés Shandar y es que, curiosamente, la repercusión en Francia de los primeros minimalistas fue mayor que en su país natal. Recordemos que Terry Riley ofrecía conciertos y grababa con frecuencia en París o que el estreno de la seminal ópera de Philip Glass, “Einstein on the Beach”, tuvo lugar en el festival de Avignon. En aquellos años iniciales del movimiento no era extraño que los distintos músicos participasen en las grabaciones de sus compañeros de generación e incluso que hubiera intérpretes que formaran parte a la vez de las bandas de apoyo de más de uno de estos compositores. Algo así ocurre en los registros incluidos en el disco que comentamos. La primera pieza está grabada en el museo Guggenheim de Nueva York y la interpretan, Jon Gibson a las maracas y Steve Chambers, Art Murphy, Philip Glass y el propio Steve Reich, todos ellos ejecutando sendos órganos Farfisa. En la segunda, grabada unos meses después en el museo de la Universidad de Berkeley repiten todos ellos salvo Glass, ocupando Jon Gibson su plaza al teclado.





“Four Organs” - La primera de las composiciones tiene un esquema sencillo. Gibson ejecuta un ritmo muy básico con las maracas y mientras tanto, los cuatro organistas ejecutan un acorde al unísono. Con cada repetición, los organistas van “deconstruyendo” el acorde tocando partes del mismo y, a la vez, alargándolo en el tiempo hasta crear una sensación que el propio Reich definió como “música a cámara lenta”. El resultado es una obra agresiva que generó mucha polémica en su día con algún sonoro altercado entre el público en sus primeras interpretaciones. Pese a ello, es una pieza que se ha tocado en directo con cierta regularidad y que también conoce varias grabaciones discográficas a cargo de diferentes ejecutantes.




“Phase Patterns” - No ocurre lo mismo con la segunda pieza del programa que, en cierto modo, es una olvidada dentro de la obra de Reich lo que es extraño porque es de las primeras composiciones que explora el concepto de “fase”. En sus comienzos en la música, Steve Reich se vio muy atraído por la percusión. De hecho, y aunque hoy nos suene raro, empezó como batería de jazz. De ahí, quizá, el atrevido planteamiento percusivo de esta pieza en la los teclados son “martilleados” por los intérpretes de una forma más rítmica que melódica. En “Phase Patterns” los intérpretes se dividen en dos parejas. La primera comienza a interpretar al unísono un patrón muy sencillo pero conforme se va repitiendo, uno de los dos intérpretes va “separando” su ejecución de la del otro tocando a una velocidad ligeramente distinta de modo que poco a poco, ambas lineas divergen para encontrarse de nuevo muchas repeticiones después. Los dos músicos restantes se incorporan más tarde “doblando” a los anteriores por lo que la maraña de sonidos resultante, llena de patrones nuevos, es realmente fascinante.





Reich es considerado por muchos críticos como el compositor más importante de las últimas décadas, por encima de compañeros de generación como Glass o Terry Riley. Tiene una ventaja frente a ellos y es que, en comparación, su obra es mucho más corta y está grabada prácticamente en su totalidad por lo que es mucho más sencillo hacerse con ella. Por esa misma razón, merece la pena acercarse también a sus obras más de escucha más dura como podría ser el caso de las dos que incluye el disco que comentamos hoy. Afortunadamente, y pese a su escasa difusión en su día, el disco ha sido reeditado en CD en varias ocasiones y incluso en vinilo recientemente así que la dificultad para encontrarlo no sirve de excusa esta vez.


viernes, 15 de abril de 2022

Vangelis - The Dragon (1978)




En 1971, Vangelis tenía ya muy claro que no quería seguir con Aphrodite's Child. Tras la grabación del legendario “666, The Apocalypse of John”, que realmente era más un disco personal que de la banda, el grupo se disolvió y cada uno de sus integrantes se fue por su lado. Como primer paso, Vangelis firmó por el joven sello BYG, fundado entre otros por Jean Georgakarakos, productor francés de origen griego. La discográfica estaba especializada en free jazz y pensaron que alguien como Vangelis encajaba muy bien en el espíritu del sello. Lo primero que organizaron fueron un par de sesiones en los estudios Marquee londinenses. Para ello, se contó con Giorgio Gomelsky, manager de Aphrodite's Child, quien se llevó a un grupo de músicos de sesión para acompañar al artista griego entre los que se encontraban Anargyros Koulouris, miembro inicial de Aphrodite's Child que apenas llegó a tiempo de participar en el último disco del grupo debido al largo servicio militar griego de la época, el violinista Michel Ripoche, quien también había tocado en ese mismo trabajo, el bajista Brian Odgers y los baterías, Tony Oxley (para la primera sesión) y Micky Waller (para la segunda). Gomelsky, entre otras cosas, había sido el primer manager de los Rolling Stones así que era de todo menos un novato.


Las sesiones no parecieron convencer a nadie, empezando por el propio Vangelis, y las cintas quedaron guardadas en un armario sin visos de que fueran a ver la luz; menos aún cuando el sello se declaró en bancarrota y cesó su actividad en 1973. Todo esto cambió cuando los fondos de BYG fueron adquiridos por Charly Records, modesta discográfica británica especializada en reediciones. En 1978, alguien dentro del sello descubrió las cintas de las dos sesiones de Vangelis y decidió publicarlas. Está claro que, en ese momento, el músico era ya una figura mundial y no se podía desaprovechar la oportunidad de lanza un par de discos con su nombre. La primera de las sesiones se publicó bajo el título de “Hypothesis” y la segunda con el de “The Dragon”. El asunto acabó en los tribunales porque ninguno de los musicos participantes estaban de acuerdo con la publicación de dos trabajos que ni siquiera estaban terminados desde el punto de vista de los arreglos y la producción. La discográfica perdió el juicio pero ya había una gran cantidad de copias de los dos LP's en el mercado y, de hecho, no son discos demasiado difíciles de encontrar hoy en día en tiendas de segunda mano, sin contar las ediciones piratas que han aparecido en todos estos años en formato CD.


Hoy nos vamos a centrar en “The Dragon”, la segunda de las sesiones londinenses que apareció dividida en tres extensos cortes improvisados procedentes, como hemos dicho, de jam sessions sin mucha planificación previa.


“The Dragon” - El tema central del disco es esta suite en la que destaca el soberbio trabajo de Vangelis a las percusiones que acompaña al violín de Ripoche, encargado de la melodía principal. Es un tempo medio con un marcado aire bizantino que recuerda a fragmentos de “Earth”, el disco de Vangelis, publicado poco antes. El solo de guitarra que entra poco después nos acerca ya a terrenos más propios del rock progresivo y toma ya una forma más clara con el bajo ejecutando una melodía circular repetidamente. Con el paso de los minutos, puede llegar a cansar porque no deja de ser un mismo esquema repetido continuamente con una cierta dosis de improvisación pero es una buena muestra de lo que pasaba por la mente de Vangelis en aquellos años y podemos encontrar semillas de cosas que florecieron más tarde.





“Stuffed Aubergine” - El tono del segundo corte es completamente diferente ya que comienza como una lenta pieza de teclado  y guitarra que puede recordar en algún momento a la banda sonora de “Sex Power”, uno de los primeros trabajos del músico griego. Se une el bajo y una guitarra acústica para dar algo de ritmo a la vez que suenan los clásicos fondos etéreos del Vangelis de las bandas sonoras de Frederic Rossif que llegarían poco después. Desde el punto de vista del trabajo con los sintetizadores y teclados, aquí vemos ya claramente muchos de los elementos clásicos de la música del griego. Es un corte más “jazzy” que el primero, quizá también menos atractivo pero igualmente anticipador de lo que iba a venir en el futuro.


“Stuffed Tomato” - Vangelis mira decididamente hacia sus orígenes en la introducción de una pieza que bebe de las raíces tradicionales de la música griega y bizantina y nos muestra las habilidades del músico con todo tipo de instrumentos, en este caso con el bouzouki. Tras ella llega un corte brusco en el que entran batería y bajo para transformarlo todo en una jam session mucho más rockera con Vangelis dibujando una pegadiza melodía de sintetizador, de esas que se harían inolvidables en sus discos más populares. La cosa toma carrerilla y nos embarcamos en un tramo fascinante lleno de vértigo con los músicos funcionando como una máquina perfectamente engrasada. Ahora sí estamos ante la pieza de free jazz que probablemente buscaban los responsables del sello BYG cuando “ficharon” a Vangelis. Con una breve vuelta al tema central se cierra el corte y, de paso, el disco.





Hay una cosa verdaderamente frustrante para los seguidores de Vangelis y es su absoluto desprecio por el mercado discográfico. Esto ha provocado que una cantidad ingente de material del griego no haya visto nunca la luz y esto abarca, desde grabaciones como esta que hemos comentado hoy, que al menos tiene una edición espuria, hasta bandas sonoras nunca publicadas, otras que solo lo han sido parcialmente, ballets, música para teatro, para desfiles de moda, conciertos repletos de música inédita y toneladas de material improvisado y grabado por el artista, imaginamos que a efectos testimoniales o para hacer frente a posibles compromisos discográficos que haya que afrontar en un momento determinado. Sumando todo aquello de lo que tenemos constancia de su existencia no es aventurado afirmar que, muy probablemente, Vangelis tiene mucha más música sin publicar que publicada y no es que la discografía del músico sea precisamente de las cortas.


Documentos como este “The Dragon” son de gran interés para el seguidor más completista del músico ya que ilustran una etapa aún inicial de su carrera (recordemos que, aunque se publicaron en 1978, las grabaciones datan de 1971) pero en la que ya se intuyen muchas de las cosas que iban a ser desarrolladas con los años. “The Dragon” no es una obra terminada y pulida, ni mucho menos pero cuando hablamos de Vangelis eso tampoco es de vital importancia ya que el griego no destaca por darle especial importancia a los acabados y los adornos ya que prefiere la espontaneidad de la creación en tiempo real. Como ya hemos dicho, al no ser este un lanzamiento oficial, no lo váis a encontrar en las tiendas habituales pero no será difícil hacerse con una copia de segunda mano del vinilo a poco que busquéis. Si tenéis la oportunidad, no la dejéis pasar.