martes, 30 de abril de 2024

Tin Machine - Tin Machine (1989)




Los ochenta fueron años contradictorios para David Bowie. Fue una etapa en la que abrazó el pop sin tapujos obteniendo grandes éxitos pero también fracasos notables. Expandió su papel de superestrella al cine actuando en películas como “Merry Christmas Mr.Lawrence”, “Absolute Beginners” o “Dentro del Laberinto” o “La última tentación de Cristo” y grabó un montón de temas en colaboración con otras estrellas como Queen, Giorgio Moroder, Pat Metheny, Tina Turner o Mick Jagger. Quizá por esa dispersión, discos como “Tonight” o “Never Let Me Down” no funcionaron tan bien como el músico esperaba o no le dejaron del todo satisfecho por lo que se planteó un cambio para el futuro: abandonar su carrera en solitario y formar una banda al uso de la que él sería un miembro más.


La idea surgió cuando Bowie conoció al guitarrista Reeves Gabrels a través de la esposa de este, una de las periodistas que cubría la gira americana del músico en 1987. Los dos comenzaron entonces una gran amistad personal sin que Bowie supiera que Gabrels era músico. Cuando el guitarrista se lo comentó, empezaron a intercambiar ideas y a plantearse hacer cosas juntos lo que cristalizó en los nuevos arreglos de una vieja canción para un festival benéfico. Tras ello, ambos decidieron seguir adelante con el proyecto de crear un grupo. La banda la completarían los hermanos Sales: Hunt (batería) y Tony (bajo). Ambos fueron miembros de Utopia, la formación de Todd Rundgren, y ya habían trabajado con Bowie en los setenta cuando éste era el productor de Iggy Pop. La banda llevaría el nombre de Tin Machine y en 1989 publicarían su primer disco con el apoyo del guitarrista de sesiones Kevin Armstrong. En él, Bowie sería el autor de todas las canciones con participación del resto de los miembros de la banda en la mayoría de ellas de forma puntual. Fiel a su costumbre, Bowie incluyó también una versión de un tema ajeno como veremos después.


“Heaven's in Here” - Nada más comenzar el disco nos damos cuenta de un cambio en la orientación de Bowie hacia un sonido más americano y bastante más duro que en los trabajos anteriores. En el tema que abre la colección tenemos, además, una clara base de blues que hacía mucho que no encontrábamos en la música del artista británico. Aunque no cuajó finalmente, en los meses anteriores Bowie había contactado con el productor de Bon Jovi buscando un cambio en su sonido en esta línea. A destacar el incendiario solo de guitarra de Gabrels en la parte final del tema.


“Tin Machine” - La canción que da título al disco y nombre a la propia banda era un cañonazo lleno de energía de principio a fin, con la fuerza que, por ejemplo, tenían en su día los ZZ Top. Rock duro que no deja ni un respiro al oyente en toda su duración.




“Prisoner of Love” - Continuamos con una canción más cercana a la línea del Bowie anterior, especialmente al de “Never Let Me Down” donde el pop de los discos precedentes se endurecía a base de guitarras agresivas. Por mucho que la canción esté firmada por todo el grupo, tiene toda la esencia del Bowie más conocido.


“Crack City” - Con el siguiente tema bajamos un poco las revoluciones aunque la exhibición de energía en todo momento sigue siendo abrumadora. Algunos críticos indicaron que este disco de Tin Machine era una especie de “grunge” antes del “grunge” y, con algunos matices, no creemos que fueran muy desencaminados, especialmente por las guitarras, sucias y omnipresentes en todo el trabajo.


“I Can't Read” - Al parecer, esta canción era la favorita de Bowie de todas las incluidas en el disco. Incluso la grabó de nuevo años después para incluirla en el disco “Earthling” aunque finalmente esa versión solo apareció como cara b de uno de los singles. En todo caso, nos parece una gran canción y también una especie de precursora del Bowie que resucitó en 2013 con “The Next Day”.


“Under the God” - El primer single del disco (“Heaven's in Here” salió antes pero solo como adelanto promocional y no a la venta) es otra canción arrolladora, un ejemplo de rock pegadizo y agresivo que recuerda en muchas cosas al Bowie de los primeros setenta y a discos como “Aladdin Sane”. De nuevo, las guitarras de Gabrels son ineludibles y se apoderan de la pieza en muchos momentos.




“Amazing” - La siguiente canción es una extraña balada que nos recuerda a temas similares de bandas como Aerosmith o Guns'n'Roses. Nos parece que no acaba de encajar dentro del disco y que hay algo en ella que no termina de funcionar bien. Probablemente sea el punto más bajo del trabajo.


“Working Class Hero” - Para recobrarnos del bajón anterior llega aquí una magnífica versión, nada menos de que de una de las canciones más emblemáticas de John Lennon que aparecía en su primer disco tras dejar los Beatles. No sería la última canción de ese trabajo de la que Bowie haría su propia revisión.




“Bus Stop” - El siguiente tema no llega ni siquiera a los dos minutos de duración aunque realmente no necesita nada más. Nos recuerda mucho a las primeras canciones de Bowie incluidas en su disco de debut y en los primeros singles aunque con un sonido actualizado. Una curiosidad muy agradable en todo caso.


“Pretty Thing” - Regresamos a los sonidos duros y a los ritmos vertiginosos en este hiper-acelerado tema en el que apenas tenemos tiempo para enterarnos de lo que está pasando. En todo caso, una canción bastante prescindible de la que el propio músico no estaba especialmente orgulloso.


“Video Crime” - Una canción rara pero que siempre nos gustó mucho, quizá por encontrar en ella muchos elementos a los que Bowie volvería en varios discos de la década siguiente. En todo caso, no parece que la banda compartiera nuestra opinión porque es el único corte del disco que nunca tocaron en directo.




“Run” - La única canción del disco en la que aparece acreditado como co-autor Kevin Armstrong, el músico invitado del trabajo. Tenemos que señalar aquí que ni este tema ni el que viene después aparecían en la edición original del disco en vinilo y sólo formaron parte del CD como “bonus tracks”. En todo caso, no es un tema menor y en absoluto sobra.


“Sacrifice Youself” - Otro tema de vértigo en la línea de “Pretty Thing” o del que abría el trabajo. Lo más destacable, una vez más, es la guitarra de Gabrels que da una auténtica exhibición con el instrumento.


“Baby Can Dance” - Cierra el trabajo una de las primeras canciones que escribieron Bowie y Gabrels cuando empezaban a dar forma al proyecto y también una de nuestras preferidas. Volvemos al formato de balada rockera con un estribillo clásico de Bowie y fragmentos más veloces y llenos de fuerza. Un excelente broche para un disco muy particular.



Tin Machine grabaron un disco más y publicaron un álbum en directo antes de disolverse en 1992 para que Bowie retomase su carrera en solitario aunque manteniendo a Gabrels como parte de su equipo de colaboradores en los siguientes años. Particularmente, los discos de Tin Machine nos parecen muy interesantes pero la opinión general de la crítica es que fueron la parte más baja de la carrera de Bowie. El propio músico no parecía apreciarlos especialmente cuando se refiere a esa etapa como “una ayuda para desconectar y enfocar de nuevo su carrera”. En todo caso son muy necesarios para entender la evolución posterior del músico, no tanto en el inmediatamente posterior “Black Tie, White Noise” como en los siguientes trabajos así que nos parecen muy recomendables.

martes, 23 de abril de 2024

Henryk Górecki - Church Songs (2023)



La personalidad de Henryk Górecki, poco amigo de los focos y de la fama, hizo que su obra nunca haya sido todo lo conocida que debería. De otro modo no se explica que, tras el tardío éxito de su tercera sinfonía, convertida en éxito mundial y en superventas extraordinario para lo que es el mundo de la música clásica, todavía queden muchas obras suyas inéditas. La que comentamos hoy es otra más de ese catálogo publicada tras el fallecimiento del compositor polaco en 2010. Se trata de sus “Church Songs, Op.84”, escritas en 1986 pero de las que no tuvimos noticia hasta 2013. Una colección de canciones religiosas (el principal motor creativo de Górecki) compuestas en una época en la que este tipo de obras eran la principal ocupación del polaco. De los mismos años, por ejemplo, son sus “Five Marian Songs” (1985), sus “Two Marian Hymns” (1986) o su “O Domina Nostra” (1985), todas ellas dedicadas a la figura de la Virgen María.


Górecki siempre fue un católico ferviente pero eso tardó en reflejarse en una obra musical que hasta los años setenta apenas tuvo influencia de la religión, algo que probablemente tuvo que ver con el régimen comunista de Polonia, que, digamos, en sus primeras décadas no promocionaba especialmente la aparición de este tipo de obras. Con la ascensión al pontificado de Juan Pablo II, polaco como Gorecki, el músico terminó la composición de su “Beatus Vir”, encargo del propio Papa cuando aún era cardenal en Cracovia. La obra pasó bastante desapercibida y el compositor, sintiéndose incomprendido, se recluyó y dejó los conciertos para dedicarse a la composición en un ambiente hogareño alejado del público y de la academia.


En ese ambiente de recogimiento, Górecki encontró un libro de canciones para la liturgia recopilado en el S.XIX por Jan Siedlecki. De ahí salieron los dos ciclos marianos de canciones citados antes y esta selección de canciones eclesiásticas que comentamos hoy, recopiladas y publicadas por Mikolaj, hijo del compositor, en 2013. Este ciclo de veinte canciones a capella fue grabado el año pasado por el Polski Chór Kameralny dirigido por Jan Lukaszewski y publicado por el sello Ondine.


Los que conozcan la obra coral de Górecki no van a encontrar en la colección ninguna sorpresa. Desde el inicio con la bellísima y muy lírica “O Virgo Maria” asistimos a una sucesión de melodías bien construidas y con ese toque delicado que muchos verán cursi y que aparece en muchas obras de otros músicos actuales procedentes del antiguo bloque comunista como Vladimir Martynov o Valentin Silvestrov. “Sicut parvi amplectamur” tiene trazas del “tintinnabuli” de Arvo Pärt mientras que “Veni, o mater terrae” y “O mater semper alma”, esta última con alguna referencia a “O Domina Nostra” recuerdan formas antiguas, propias de la primera polifonía pero eso es algo común a casi toda la escritura para voces de Górecki. “Nunc avemus et laudeamus” regresa a las estructuras meditativas y nos acerca al universo musical de John Tavener, con quien tantas veces se ha comparado al propio Górecki. “Ave, carmina milia” es otro ejemplo de melodía inspirada que nos deja con la brevísima “O stella caeli”, una miniatura muy divertida tras la que llega “Sanctus, sanctus, sanctus”, sin ninguna sorpresa, para cerrar el primer CD de la colección con la extensa “Domine Deus”.




La segunda parte comienza con “Popule meus”, tranquila y reposada que nos lleva a “Pie Jesu, pastor alme”, otra clara muestra del estilo de su autor y de lo que alguien dio en llamar “minimalismo sacro”. “Jesu Christie, frater noster” continúa con la línea de estatismo luminoso de buena parte de las canciones y “Pater noster, omnipotens Deus” nos vuelve a recordar a Tavener. Seguimos con dos canciones cortas, “Ave, lauderis” y “Christi crux” para llegar a “Jesus Christus resurrexit”, una construcción casi perfecta a base de capas diferentes que van ascendiendo y apagándose una tras otra. “Beati qui eligunt Joseph” tiene un tono más oscuro, casi de réquiem que contrasta enormemente con la alegría contagiosa de “Salve mater matris Jesu”. “Jam conclamamus”, en cambio, nos suena más a villancico, con alguna lejana referencia al popular “adeste fideles” y cierra la serie “Audi clamantes, audi plorantes” en un tono más folclórico que el resto.




Creemos que este “Church Songs” de nuestro admirado Henryk Górecki es una excelente escucha para momentos de tranquilidad, para alejarse de todo durante casi dos horas y disfrutar de una música profunda y con contenido. No todas las obras del compositor polaco, pese a su fama, ofrecen esta posibilidad ya que, pese a una cierta continuidad en su estilo, especialmente en los últimos años, tiene muchas composiciones con momentos de tensión y sobresaltos, algo que aquí no encontramos.




viernes, 12 de abril de 2024

Olafur Arnalds - For Now I Am Winter (2013)



Muy pocos son los músicos que se resisten a incluir canciones en su repertorio por mucho que su carrera se haya cimentado siempre sobre piezas instrumentales. En el caso de Olafur Arnalds tampoco es que tuviéramos que esperar mucho ya que fue en su tercer LP cuando decidió incorporar un vocalista para cantar algunos textos, coincidiendo con el momento en que empezó a publicar también bandas sonoras, al margen de sus habituales discos por lo que podemos pensar que el músico islandés estaba en una época de exploración y cambios. Pese a lo dicho, no debería el lector esperar grandes diferencias entre sus trabajos anteriores y este “For Now I Am Winter” (2013) por más que a la presencia de canciones se una por primera vez una orquesta completa. En el apartado vocal tenemos que mencionar la particular voz del cantante islandés Arnor Dan, frágil, quebradiza por momentos pero enormemente expresiva en la línea de otros vocalistas contemporáneos como Anohni, especialmente en su época con Antony and the Johnsons.


Además de Dan, acompañan a Olafur en el disco, Petur Jonsson (guitarras) y los miembros de la Icelandic Symphony Orchestra. Los arreglos para la misma están realizados por otro viejo conocido nuestro como es Nico Muhly. Arnalds, por su parte, se encarga del piano y los sintetizadores.


“Sudden Throw” - Abre el disco un precioso tema de corte ambiental a base de capas de sintetizadores sobre los que escuchamos una serie de cadenciosos acordes de piano. Mediada la pieza aparecen las cuerdas que van in crescendo añadiendo matices y ritmo hasta el final.


“Brim” - El segundo corte es completamente diferente y está marcado por un ritmo vivo a cargo de un cuarteto de cuerda de clara inspiración minimalista de la rama de Michael Nyman o Wim Mertens. Se refuerza la sección rítmica con programaciones electrónicas que marcan un bonito contraste ahora y en el final de la pieza al que se llega después de un breve interludio atmosférico.


“For Now I Am Winter” - El tema central del trabajo regresa a los sonidos tranquilos del primero y sirven de soporte para la primera intervención de Arnor Dan en su estilo lleno de delicadeza. Con las sucesivas repeticiones del estribillo, en el que podemos disfrutar de bonitos juegos vocales, se añaden a la mezcla algunos suaves ritmos electrónicos, nada invasivos, que dan un toque interesante a la canción.




“A Stutter” - El piano reclama ahora su cuota de protagonismo en la introducción de la segunda canción de Arnor que tiene un esquema más convencional que la anterior. Es una balada extremadamente lenta y con los papeles muy repartidos entre los distintos participantes: piano al principio, voz después y violines unidos a ambos y a los sintetizadores en el final.


“Words of Amber” - Los esquemas minimalistas vuelven a aparecer, esta vez en forma de pieza para piano. Es una composición de gran sencillez llena de matices sonoros en toda la parte electrónica, sutil en todas sus capas y de una fragilidad conmovedora. Quizá sea la composición más inspirada de todo el trabajo y, desde luego, es una de nuestras favoritas.




“Reclaim” - Casi de forma inesperada nos introducimos en profundidades desconocidas con la orquesta entrando de repente con una introducción llena de gravedad. Entra entonces la voz de Arnor para cantar un par de estrofas y a continuación todo cambia con las cuerdas acelerando y construyendo un ritmo vivo y animado que nos recuerda al español Joan Valent. El cantante abandona por un momento sus registros más delicados para cantar de una forma más convencional y cercana al pop. Esa curiosa mezcla de estilos e instrumentación, a la que se unen de nuevo los ritmos electrónicos, tiene también muchas similitudes con determinados trabajos de Sufjan Stevens.


“Hands Be Still” - El tema comienza con un aire que nos hace pensar que estamos ante una sencilla transición electrónica hacia la siguiente composición pero conforme avanza nos damos cuenta de que hay más. A los sencillos acordes iniciales se van sumando los violines y algunos efectos electrónicos que van enriqueciendo la escucha. Casi sin darnos cuenta, el tema va disolviéndose hasta desaparecer como la niebla en el amanecer hasta acabar fundiéndose con la siguiente pieza.


“Only the Winds” - El piano va surgiendo de entre las últimas notas del tema anterior y va dejando notas salpicándonos aquí y allá mientras, de fondo, surgen los violines y una base electrónica que va ocupándolo todo sin prisa pero sin pausa. Un tema extraordinario que podía haber formado parte junto con el anterior de una única pieza.


“Old Skin” - Olafur nos muestra ahora su cara más juguetona y casi infantil en la introducción de piano de esta canción, un divertimento delicioso con aire de cajita de música y una atmósfera mágica. Arnor Dan explora al máximo los registros más agudos de su voz en una intervención que es la que más nos recuerda a la anteriormente citada Anohni. Sin duda alguna, estamos ante una de las mejores canciones de todo el trabajo en la que destaca también lo cuidado de la producción.




“We (Too) Shall Rest” - Llegamos a la pieza más corta del trabajo, apenas dos minutos, que es un sencillo cuarteto de cuerda sin mucha evolución. Notas largas y lentas que se suceden en una transición (ahora sí) que no parece tener más intención que la de llevarnos a los últimos temas del disco.


“This Place Was a Shelter” - El penúltimo de ellos nos recibe con un piano romántico, “chopiniano” (años más tarde Olafur hará su propio disco dedicado al compositor polaco), que enseguida se ve acompañado por la orquesta, los sintetizadores y las cajas de ritmo para cerrar con una curiosa intervención de la guitarra eléctrica de Petur Jonsson, sorprendente por inesperada al principio pero muy acertada tomada dentro del conjunto.


“Carry Me Anew” - Cerrando el disco tenemos otra composición ambient, esta vez en la acepción más clásica del término y es que bien podría haberla firmado el Brian Eno de “Apollo” por poner un ejemplo. Sonidos etéreos que progresan lentamente para desaparecer sin dejar rastro dejandonos un inmejorable sabor de boca.



Este “For Now I Am Winter” fue el primer trabajo que escuchamos de Olafur Arnalds hace ya unos cuantos años después de haber recibido muchas recomendaciones sobre su música. Quizá por eso le tenemos un cariño especial pero es que, además, es un gran disco. Hay algo que tienen en común muchos músicos de la misma cuerda que Arnalds y de los que hemos hablado aquí a menudo (los Richer, Frahm, Johannsson...) y es que por su estilo tan particular y, en cierto modo, rígido, no suelen plantear grandes desafíos ni asumir demasiados riesgos a la hora de componer una obra nueva. Eso da como resultado carreras muy homogéneas sin apenas altibajos y por ello es difícil escoger un trabajo favorito en medio de una discografía de un nivel muy similar. Si acaso, el hecho de que aquí haya cuatro canciones más o menos convencionales, puede ser un buen argumento para que aquellos que no lo conozcan se acerquen por primera vez a su música. Desde luego, nosotros lo recomendamos.