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Sucede muchas veces en los sellos que se especializan en un determinado tipo de música que los artistas más destacados se juntan para grabar creando combinaciones maravillosas con resultados que, en ocasiones, se encuentran a la altura de las mayores expectativas. Algo así ocurre con el disco que comentamos hoy. En “Magico”, que es como se titula el trabajo, se producía la reunión de tres de los músicos más prometedores del sello ECM: el pianista y guitarrista brasileño Egberto Gismonti, el saxofonista y flautista noruego Jan Garbarek y el contrabajista norteamericano Charlie Haden. En puridad, Haden no era un músico de ECM aunque había participado en alguna grabación de Keith Jarrett para el sello. Sin embargo, a partir de “Magico” publicó varios discos más con la discográfica de Manfred Eicher. Juntar a un noruego, un brasileño y un estadounidense parece el comienzo de un chiste pero en este caso es solo la premisa de la que parte un gran disco. Uno de los que mejor representa el espíritu y el sonido de uno de los sellos fundamentales de la música contemporánea.
“Bailarina” - El disco comienza con una versión de un tema de Piry Reis, cantautor brasileño que colaboró en varias ocasiones con Gismonti. La versión de nuestro trío es extensa y se recrea en muchos momentos de la composición original. Como parece natural, el saxo de Garbarek es el que lleva la voz cantante en la mayor parte del tema con la guitarra de Gismonti puntualizando en muchos pasajes con una serie de arpegios que encajan a la perfección. Haden, mientras tanto, rellena los huecos al contrabajo de esa forma en que lo suele hacer: sin ser apenas percibido a primera vista pero aportando algo que si no estuviera se echaría de menos. Gismonti asume el protagonismo en la parte central del corte ejecutando un precioso solo lleno de síncopasy combinando distintos tipos de guitarra. A continuación aparece Haden con su sutileza habitual y Gismonti se anima a tararear una melodía con ese estilo tan característico de los músicos sudamericanos que hemos escuchado, por ejemplo, en el Pat Metheny Group con Pedro Aznar o Nando Lauria. El segmento final nos devuelve a Garbarek con una nueva intervención llena de intensidad con la que nos deslizamos hacia la conclusión no sin antes disfrutar de un gran solo de Charlie Haden.
“Magico” - El segundo corte es una composición de Gismonti, muy melódica, en la que Garbarek disfruta ofreciendonos ese sonido cristalino de su saxo soprano. Sin embargo nos quedamos con los hipnóticos juegos de guitarra de Gismonti en la segunda mitad del tema, absolutamente mágicos como indica el título.
“Silence” - Llegamos a la única pieza del disco escrita por Charlie Haden, composición que grabaría más tarde en distintas ocasiones para discos propios. Gismonti en esta ocasión aparca las guitarras para centrarse en el piano con una serie de acordes pausados sobre los que Garbarek ejecuta el tema central completando una balada exquisita con el sabor del jazz clásico y la elegancia que siempre ha tenido la música de Haden.
“Spor” - Faltaba la aportación como autor de Garbarek y ésta llega aquí con esta pieza que también sería grabada por el músico noruego en discos posteriores. Tranquilo, como todo el disco, el saxofonista cede toda la introducción a sus compañeros de trío con Gismonti recuperando la guitarra. El noruego aparecerá más tarde con el saxo para afontar el tema central. Delicado, breve y conciso.
“Palhaço” - El único músico del trío que repite como autor es Gismonti quien vuelve a revelarse como el más inclinado a la melodía de los tres. El brasileño vuelve al piano en una composición deliciosa en la que escuchamos los motivos más inspirados de todo el disco, especialmente en el segmento central.
La magia surgida entre los tres músicos en esta grabación tuvo continuidad un año después con “Folk Songs”, disco que quizá aparezca por aquí más adelante, y con el disco en directo “Magico: Carta de Amor”, grabado en aquellas fechas pero publicado de forma tardía en 2012. Una trilogía perfecta para disfrutar de una rara conjunción de talentos de esas que se dan cada cierto tiempo.
A primera vista es complicado ver en el contrabajo algo más que un instrumento de acompañamiento. Incluso en el jazz, género en el que de algún modo se ha convertido en una especie de icono visual a través de las viejas imágenes en blanco y negro, el protagonismo ha recaído (casi) siempre en otros instrumentos. Dentro de las excepciones que sugiere ese “casi” hay nombres gigantescos como el de Charles Mingus y más recientemente el de Charlie Haden.
Haden se dio a conocer de la mano de un revolucionario del género como fue Ornette Coleman en el disco de éste “The Shape of Jazz to Come” (1959), uno de los trabajos más rompedores de la historia del jazz. Desde entonces desarrolló una extensísima carrera durante la cual colaboró con docenas de músicos de primer nivel convirtiendose en lo que en el cine llaman un “secundario de lujo”. Fue tras un concierto junto con Coleman en Miami en 1973 cuando un jovencísimo Metheny se acercó a Haden para felicitarle por su interpretación. Más tarde concidieron en festivales cuando Pat formaba parte de la banda de Gary Burton y Charlie de la de Keith Jarrett pero no fue hasta 1980, cuando Metheny le invitó a participar en su disco “80/81”, que tocaron juntos, repitiendo en la subsiguiente gira y en “Rejoicing”, disco éste cuyo nucleo central eran piezas del citado Coleman. Poco despúes, en 1985, ambos músicos colaboraron con el propio Ornette en su disco “Song X”. Desde entonces los dos artistas mantuvieron una relación de amistad muy estrecha, casi familiar, pero que nunca cristalizó en un disco a dúo aunque Haden participara en “Secret Story”, el descomunal disco de Pat en solitario de 1992.
Tardó mucho en llegar un trabajo conjunto de ambos músicos sin presencia ajena aunque era un proyecto que los dos tenían en mente desde mucho tiempo atrás. Cuenta Charlie Haden cómo fue recopilando canciones a lo largo de los años con la colaboración con Metheny como objetivo. Lo más curioso es que, pese a su gran afinidad, la idea que cada uno de ellos se había hecho de la colaboración era bien diferente: Metheny quería hacer un disco a dúo desnudo, acústico, guitarra frente a contrabajo. Haden, en cambio, prefería aprovechar toda la paleta de sonidos que el guitarrista había desarrollado a lo largo de los años e incluir timbres electrónicos, diversas guitarras e incluso alguna orquestación. Lo que sucedió cuando los dos músicos se juntaron en un estudio de Nueva York en 1996 se quedó a medio camino de las dos opciones. La música fue grabada a dúo como propuso Metheny pero en varios temas se relizaron arreglos complementarios para enriquecer la grabación. El disco apareció en el sello Verve con el que Haden mantenía un largo vínculo a lo largo de los años, dandose así la curiosa circunstancia de que uno de los mitos del jazz contemporaneo como es Metheny, iba a publicar en un corto espacio de tiemp, dos discos en dos de los sellos más icónicos del jazz: el que hoy nos ocupa junto a Charlie Haden y el que grabó en 1994 con John Scofield para Blue Note. Nunca antes había grabado como solista para ninguno de los dos.
“Waltz for Ruth” - La primera pieza es una composición de Haden dedicada a su esposa y compuesta específicamente para el disco. El enfoque es acústico enfrentando la guitarra de Metheny, con un sutil tono latino, al contrabajo de Haden. Pese a que la parte melódica tiene al guitarrista como protagonista, el segmento central del tema es el más interesante con un largo solo de contrabajo muy inspirado.
“Our Spanish Love Song” - La segunda composición de Haden fue una de las primeras en las que pensó contrabajista para el disco. Es una preciosa pieza de inspiración española como evidencia el título y en ella Metheny brilla sin necesidad de deslumbrar con recursos técnicos. Haden la compuso en Madrid mientras grababa con Gonzalo Rubalcaba.
“Message to a Friend” - El primer tema compuesto por Metheny es una pieza dedicada al propio Haden. En un principio iba a formar parte del anteriormente citado disco de Metheny con Scofield pero al surgir la posibilidad de grabar éste trabajo con Charlie Haden, el guitarrista decidió reservarla para el proyecto. La primera parte es casi un solo de guitarra con un leve acompañamiento pero una vez completado ese segmento, escuchamos una brillante intervención de Haden que se adueña por completo de la pieza.
“Two for the Road” - Metheny sugirió hacer una versión de una canción de Henry Mancini no demasiado conocida que formó parte de la banda sonora de una película del mismo título protagonizada por Audrey Hepburn en 1967. La pieza original, con sus arreglos corales y sus cuerdas almibaradas nos resulta demasiado empalagosa pero Metheny y Haden saben rescatar los elementos más importantes de la misma para ofrecernos una balada que podría pasar por una pieza propia del guitarrista.
“First Song (for Ruth)” - Ruth Cameron, la esposa de Charlie Haden, se lleva su segunda dedicatoria del disco aquí. El tema apareció en un disco del guitarrista de 1990 y enseguida fue grabado por otros artistas como Stan Getz o David Sanborn. La propia Ruth quería escucharlo interpretado por Metheny y ese fue el motivo de que aparezca aquí de nuevo.
“The Moon is a Harsh Mistress” - En el origen del proyecto se encuentra una cinta que Haden decidió enviar a Pat Metheny con cuatro canciones que encontraba particularmente apropiadas para ser interpretadas con el estilo de ambos. Una de ellas era esta de Jimmy Webb en una versión cantada por Joe Cocker. No es extraño que Haden escogiera esta pieza porque la progresión de acordes de la misma es bastante similar a la de una de las obras maestras de Metheny: “Last Train Home”. Es también uno de los cortes que tiene un trabajo posterior al de la grabación a dúo, con la adición de una segunda guitarra y sutiles arreglos orquestales que realzan la melodía.
“The Precious Jewel” - La siguiente pieza, presente también en la cinta de Haden, era una pieza escrita por Roy Acuff y popularizada por los Delmore Brothers en los años 40. Aunque la melodía está ahí en el tema original, es al escucharla en la guitarra de Metheny cuando encontramos un disparatado parecido con el popular tema central de la película “Carros de Fuego” del griego Vangelis.
“He's Gone Away” - La tercera propuesta de Haden fue esta canción tradicional que su madre solía cantar a menudo en el programa de radio que la familia tenía en una emisora local de Missouri cuando Charlie era un niño. También aquí oímos unos magníficos arreglos de cuerda en la parte final que consiguen mejorar si cabe la gran interpretación de Metheny.
“The Moon Song” - Haden asistió a un homenaje al compositor de jazz Johnny Mandel en Los Angeles en el que se interpretó esta pieza. El músico quedó maravillado y le pidió al propio Mandel la partitura con la intención de grabarla en algún momento, algo a lo que éste respondió que se la cedía encantado porque nadie había querido grabar aún la pieza. Realmente nos parece incomprensible ya que es una verdadera delicia a la altura de cualquer otra de las que integran este trabajo.
“Tears of Rain” - La única composición de Metheny escrita específicamente para el disco fue esta curiosidad en la que el músico estrenaba una nueva guitarra/sitar que le acababan de entregar. La combinación de esta con el contrabajo funciona de maravilla permitiendonos disfrutar de una de las piezas más interesantes de todo el trabajo.
“Cinema Paradiso (love theme)” - Charlie Haden tenía un interés especial en introducir una composición de la banda sonora de Cinema Paradiso de su admirado Ennio Morricone y en la cinta que envió a Metheny se encontraba el tema central de la misma. Pat le dijo que estaba de acuerdo pero le propuso incluir también el tema de amor de la película, obra del hijo de Ennio, Andrea Morricone. Metheny hace una interpretación prodigiosa y llena de sensibilidad con un Haden que se muestra a la misma altura.
“Cinema Paradiso (main theme)” - Está claro que no podía faltar el tema central de la película pese a las dificultades que Metheny encontraba a la hora de adaptar a la guitarra una melodía “eminentemente pianística” como afirmaba el propio músico. Aunque fue necesario utilizar afinaciones alternativas a la habitual, el resultado es inmejorable. Una auténtica delicia.
“Spiritual” - Cierra el trabajo una composición de Josh Haden, hijo de Charlie, quien escribió la pieza para su grupo Spain. Sin ser una formación especialmente exitosa, sí que tuvieron una cierta aceptación, especialmente con esta preciosa balada que llegaron a grabar Johnny Cash o los Soulsavers de Mark Lanegan. La versión, en la que Metheny toca la batería y los teclados además de la guitarra es extraordinaria y también un cierre inmejorable para el trabajo.
De cuando en cuando aparecen discos como este en los que los artistas participantes lo hacen por el puro placer de tocar juntos, sin presión de ninguna clase. Sólo dos amigos cumpliendo una vieja promesa y grabando aquello que realmente les motiva en ese momento. Dos músicos que comparten gustos y origen (aunque Haden nació en Iowa y Metheny en Missouri, sus poblaciones de nacimiento distaban apenas dos horas en coche) reunidos en el momento justo, cuando, por fin, sintieron que debían hacerlo. En estas condiciones, el resultado no podía ser otro que un disco estupendo. Un deleite para los oídos del aficionado que no es para ser escuchado con mucha frecuencia sino para ocasiones especiales en las que pueda paladearse como es debido.
Haden falleció en 2014 sin volver a grabar con su amigo Metheny a pesar de que siguió trabajando hasta el final. Esto da más valor aún a un trabajo como este “Beyond the Missouri Sky” que queda como el único disco de un dúo al que todas las circunstancias parecían empujar a haber grabado muchos más.
Nos despedimos con ambos artistas en directo interpretando en 2003 una de las piezas del disco:
Cuando apareció en las tiendas el disco “Secret Story” de Pat Metheny, los críticos más avispados apuntaron a que en él, se hallaba escondida una historia de amor que no llegó a cuajar y lo hicieron basándose en algunos de los títulos de las canciones y en un sonido y una melancolía especial que no podían surgir de un simple momento de inspiración sin algo más fuerte detrás. No andaban desencaminados en absoluto y es que la “historia secreta” oculta en la grabación fue el romance de Metheny con una guitarrista brasileña de nombre Shuzy Nascimento a la que conoció en un club de jazz de Río de Janeiro.
La parte triste de la historia fue que Shuzy no soportó una relación con una persona que daba 300 conciertos al año y termino poniendo fin al romance. La buena noticia es que de esa relación (y su ruptura) surgió un disco maravilloso. Probablemente, el mejor de su autor.
Aunque el disco aparece firmado por Metheny en solitario y la práctica totalidad de la música es de su autoría, en él participan un buen número de miembros del Pat Metheny Group así como gran cantidad de estrellas invitadas. Destacan entre los músicos acreditados nombres como los de Lyle Mays (piano), Charlie Haden (contrabajo), Nana Vasconcelos (percusión), Armando Marçal (percusión), Dan Gottlieb (percusión), Steve Rodby (bajo), Paul Wertico (batería), Andrew Findon (flauta), Toots Thielemans (armónica) o Akiko Yano (voz), además de la presencia en todo el disco de la The London Symphony Orchestra dirigida por Jeremy Lubbock, quien, a su vez, hace las transcripciones de las músicas de Metheny para la misma.
En los años previos a la publicación del disco, el guitarrista había alternado trabajos con el Pat Metheny Group en su línea habitual con otros más puramente jazzisticos junto con Dave Holland, Ornette Coleman o Roy Haynes. “Secret Story”, sin embargo, iba a moverse por senderos diferentes. Hay similitudes con los discos firmados con su grupo pero el hecho de que sólo Metheny aparezca en la portada no es anecdótico y tiene que ver, tanto con el carácter autobiográfico de la obra como con la música en sí: una mezcla de todo tipo de géneros musicales e influencias de rincones del globo separados por miles de kilómetros entre sí.
Pat Metheny con su (casi) inseparable jersey de rayas blancas y azules.
“Above the Treetops” – Comienza este extraordinario viaje musical con una canción tradicional camboyana que se oye se fondo entre percusiones y el sonido lejano de la orquesta en segundo plano. La canción va ganando en intensidad hasta que llegamos al primer sólo de Metheny a la guitarra acústica: un apunte muy breve que apenas introduce una variación sobre el tema principal.
“Facing West” – No hace falta esperar mucho más para llegar a uno de los momentos más memorables de todo el disco, con la guitarra de Metheny unida al piano de Mays, como en los mejores tiempos del Pat Metheny Group. Todo ello aderezado con un ritmo muy vivo y una melodía tremendamente pegadiza que nos hace pensar inmediatamente en el clásico entre los clásicos del repertorio de su autor: “Last Train Home”, composición con la que comparte muchas características e inspiración. No en vano, la pieza fue escrita en la época del disco “Still Life (Talking)” al cual pertenece el tema anteriormente citado. Probablemente la presencia de aquel fue la que desaconsejó la inclusión de “Facing West” en el disco por ser dos temas excesivamente brillantes para compartir vinilo sin eclipsarse el uno al otro. El sólo del guitarrista a partir del segundo minuto es precioso y hace de este corte algo inolvidable y un sensacional “gancho” para acercar al disco a los más reticentes. A continuación, el tema en directo:
“Cathedral in a Suitcase” – Con un sonido de sintetizador acompañado de percusiones que bien podría estar influido por la colaboración de Metheny con Steve Reich de unos años antes se abre una pieza misteriosa por su carácter más ambiental que melódico, al menos hasta que la orquesta gana presencia hacia la mitad del corte. En líneas generales se trata de una de esas composiciones que nos mantienen en tensión esperando a que pase algo porque a cada momento va elevando el tono. Tanto es así que el precioso final orquestal nos llega a saber a poco en cuanto comprobamos que no es el gran cambio anunciado sino una especie de clímax a partir del cual, todo vuelve al punto de partida.
“Finding and Believing” – La gran complejidad del disco se pone de manifiesto más que nunca en este monumental tema para el que Metheny recurre a diferentes músicos en cada una de las secciones. Abre las hostilidades el bajo de Will Lee marcando con una serie de notas repetidas una base casi hipnótica. La irrupción de las percusiones y los efectos electrónicos nos arrastran en un auténtico torbellino en el que no sabemos a qué atenernos. Pocas veces ha sonado tan vanguardista la música de Metheny y, curiosamente lo hace recurriendo a elementos ancestrales en forma de voces y rítmos. A mitad de la pieza entramos en un pequeño remanso de tranquilidad en el que sólo escuchamos una suave percusión acompañando a la orquesta en un paisaje muy cinematográfico, si se nos permite la expresión, que sirve como enlace con la parte final de la pieza en la que escuchamos a la sección rítmica clásica del Pat Metheny Group con Steve Rodby al bajo y Paul Wertico a la batería recordándonos lo grande que fue esta formación en los años precedentes. De nuevo en directo:
“The Longest Summer” – La misma formación con apenas variaciones se repite en el siguiente corte, de aire más relajado en el que Metheny nos muestra que es capaz de defenderse sin problemas con el piano, instrumento encargado de la melodía principal antes de que aparezcan los clásicos sonidos de los sintetizadores de guitarra del músico norteamericano. El tema, que habría sido uno de los más destacados en cualquiera de los discos precedentes del músico con su grupo, aquí nos suena como uno más, dado el altísimo nivel del disco. Como en muchos de los cortes del trabajo, hay dos partes diferenciadas también en éste aunque la segunda no deja de ser una recapitulación en un tono algo más íntima de la melodía principal.
“Sunlight” – El hecho de que Metheny se prodigue mucho más de lo habitual en el piano tiene una parte mala y es que apenas hay hueco para escuchar a un grande como Lyle Mays cuya participación se reduce al segundo corte del album y a éste. Aunque comienza como un agradable tema de guitarras es, precisamente, con la entrada del piano cuando pasa a convertirse en un tema de jazz fusión muy americano en el que la intervención de la orquesta le da un divertido aire de sintonía de teleserie americana de éxito (Metheny declaró un tiempo después que se trataba de un particular homenaje a Burt Bacharach). No podemos decir que se trate de nuestra pieza favorita del disco pero se deja escuchar sin demasiados problemas.
“Rain River” – Cambiando totalmente de estilo con respecto a su predecesor, Metheny recurre a una sonoridad completamente diferente gracias a su sitar eléctrico y un sonido muy peculiar, mezcla de sintetizador, percusión y la flauta de un invitado especial como Andrew Findon, habitual integrante de un grupo tan ajeno en apariencia al estilo de Metheny como es la Michael Nyman Band. Aunque melódicamente no sea una composición especialmente llamativa, el peculiar sonido empleado crea un ambiente entre étnico y onírico absolutamente cautivador. Como no podía ser de otro modo hablando del artista que hoy nos ocupa, los solos que se reserva en los momentos centrales de todas las piezas son magníficos.
“Always and Forever” – La presencia del contrabajo de Charlie Haden nos indica que nos espera una de esas composiciones íntimas que Metheny nos suele regalar cuando se junta con su viejo amigo. Si añadimos la batería de Paul Wertico a la ecuación nos encontramos con un clásico trío jazzistico interpretando uno de los cortes más ortodoxos de todo el disco. El trabajo de la orquesta es como el de los buenos árbitros de fútbol. Sabes que están ahí pero en ningún momento interfieren en el desarrollo del juego. En los instantes finales aparece la armónica de Toots Thielemans, otro clásico, para poner la guinda a una composición excepcional.
“See the World” – No se aparta del sonido jazzistico el músico en el siguiente corte aunque vuelve a trasladarlo a su terreno aportando ese sonido tan característico e inconfundible con un cincuenta por ciento de guitarra y otro de sintetizador en el que a veces cuesta distinguir quién es quién.
“As a Flower Blossoms (I Am Running to You)” – Llegamos a esta breve transición, muy escueta, con unas simples notas de piano y guitarra y un ligero apoyo percusivo por parte de Nana Vasconcelos. Al final del corte aparece un pequeño recitado en japonés a cargo de Akiko Yano, quien aparece acreditada como co-autora del tema, siendo el único de todo el disco en el que no es Metheny el único responsable.
“Antonia” – Sobre todo el disco planea un aire brasileño pero el acordeón (en realidad un Synclavier) que abre el tema nos hace pensar en algo más porteño. Sin embargo, la referencia principal que nos viene a la cabeza no está en Buenos Aires sino en la excepcional versión que el sintesista japonés Isao Tomita hizo en 1974 del famoso “Arabesco” de Claude Debussy, al menos en cuanto a la sonoridad obtenida (incluso aparecen algunas flautas que parecen directamente extraídas de aquel disco). Una vez superada esa impresión inicial el tema evoluciona hacia terrenos más clásicos y cercanos al jazz especialmente con el sólo cristalino que Metheny se marca en los instantes finales.
“The Truth Will Always Be” – Llegamos a otro de los puntos culminantes del disco en el que su autor hace acopio de todos sus recursos para golpearnos en lo más íntimo. No hay guitarras y todos los sonidos, a excepción de las percusiones y la orquesta son electrónicos. Sin embargo, ninguna otra composición en todo el disco llega a este nivel de dramatismo. Toda la pieza se construye alrededor de un ritmo constante de tambor, casi procesional, Sobre él comienza a crecer una soberbia construcción orquestal de carácter progresivo en la que superponen capas y capas de sonido de un modo magistral. Si atendemos a un supuesto carácter narrativo en el disco, parece claro que estamos llegando a la fase en la que Metheny y Shuzy Nascimento ponen fin a su relación y escuchando el sólo final del artista con su sintetizador de guitarra no nos cabe duda de que el dolor que estaba sintiendo en aquel instante era el motor de la composición. La única duda que nos surge al respecto aparece cuando leemos que tanto esta pieza como la anterior pertenecían, en realidad, a un ballet escrito por el músico para una compañía canadiense meses atrás. Sea como fuere, la composición es sensacional.
“Tell Her You Saw Me” – Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el músico se reserva un final soberbio en forma de dos últimos cortes casi orquestales en su totalidad. El primero, un vals lento de gran belleza sólo incorpora la melancólica guitarra de Metheny subrayando los pasajes más emotivos y el arpa de Skaila Kanga como apoyo puntual. Con esas únicas excepciones a tener en cuenta, nos encontramos ante un tema magistral y lleno de melancolía. El título, “dile que me has visto”, hace que no sea necesario añadir ni una palabra más sobre la emotividad de la música que escuchamos.
“Not to be Forgotten (Our Final Hour)” – Casi como si de una coda al tema anterior se tratase, Metheny despide el disco con un breve fragmento absolutamente orquestal, que hace la función de los títulos de crédito tras una película. Se cierra el telón. Se encienden las luces. Termina el sueño y con él, la escucha de uno de los discos más grandes que hemos oído nunca, por encima de géneros y clasificaciones.
“Secret Story” fue un trabajo muy extenso cuya duración, en una época anterior al CD, le habría condenado a ser publicado en un vinilo doble. Eso no impidió que existieran aún varios temas que quedaron fuera del mismo por razones que se nos escapan. Hace unos años, apareció una nueva versión del disco con un CD adicional en el que se pueden escuchar hasta cinco descartes del disco original. Recomendamos su adquisición, algo que podéis hacer en los siguientes enlaces: