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viernes, 22 de agosto de 2025

Kronos Quartet - Kronos Quartet (1986)



Es muy probable que el punto que marcó el inicio de la popularidad a nivel mundial del Kronos Quartet fuera su firma con la discográfica Nonesuch. Para entonces ya habían publicado sus dos discos “de jazz” basados en la música de Thelonius Monk y Bill Evans y la primera de sus colaboraciones con Terry Riley (“Cadenza on the Night Plain”) pero fue a raíz de la aparición de su disco homónimo en el citado sello que el nombre del cuarteto de San Francisco comenzó a convertirse en una referencia de la música contemporánea.


Y es que el disco, al margen de su calidad, era toda una declaración de intenciones desde la elección del propio repertorio: una selección de compositores que, si bien no eran desconocidos, tampoco se encontraban entre los más interpretados de entre los autores vivos en aquel momento. Incluso decidieron incluir en la lista a un músico ajeno al ámbito académico, curiosamente el único de los escogidos que había fallecido ya. El primero de los compositores que aparecen en la colección es el australiano Peter Sculthorpe, prolífico autor para cuarteto de cuerda aunque con una extensa producción orquestal y para otros formatos. Su música estaba muy influenciada por los sonidos tradicionales de Australia pero también de los países del entorno. El segundo es el finlandés Aulis Sallinen, otro de tantos autores procedentes de la Academia Sibelius y, probablemente, uno de los músicos contemporáneos más reconocidos hoy. El Kronos Quartet le ha encargado varias obras en estos años. El tercer nombre de la lista no requiere de mayor presentación para los lectores del blog: Philip Glass, mientras que el cuarto, Conlon Nancarrow cuenta con el nada desdeñable aval de las palabras de Ligeti, quien afirmó de su música que era “la mejor hecha por ningún compositor vivo en el día de hoy”. La biografía de Nancarrow es tan apasionante como su música y siguiéndola veremos el camino que lleva a un niño de Arkansas a terminar por nacionalizarse mejicano tras un ajetreado periplo que le llevó a ingresar en el Partico Comunista de los Estados Unidos y a alistarse en la Brigada Abraham Lincoln para luchar en el bando republicano en la Guerra Civil Española. A su regreso a los Estados Unidos, y tras ver cómo muchos de sus camaradas empezaron a tener problemas de todo tipo por su afiliación, se trasladó a México terminando por adoptar esa nacionalidad. El último de los músicos del listado es nada menos que Jimi Hendrix, la leyenda de la guitarra y del rock que aparece representado con una de sus canciones más populares. En el disco participa la que podemos considerar como la formación clásica del Kronos Quartet con David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo).


“String Quartet No.8” (Peter Sculthorpe) – Comenzamos con el cuarteto de Sculthorpe, inspirado, según sus propias palabras, en dos ritmos de la música de Bali: el “ketungan”, un tipo de canción utilizado durante los trabajos de siembra del arroz, y el “arja”. Este último estilo es la base de los movimientos impares, marcados para su interpretación por el autor como “con dolore” mientras que los restantes, más veloces, se basan en el “ketungan”. En los movimientos lentos la música es estática, llena de sonidos inusuales por parte de los miembros del cuarteto que exprimen todas las posibilidades sonoras de sus instrumentos, incluyendo las percusivas.


“String Quartet No.3” (Aulis Sallinen) – El cuarteto de Sallinen surge como un encargo de una institución educativa Sueca para enseñar música en los colegios. Con ese fin, el compositor decidió que utilizar una melodía popular como base sería lo más adecuado para atraer desde el principio la atención de los niños. Escogió una marcha fúnebre para violín que se ejecuta al principio para ser sometida después a una serie de variaciones introduciendo disonancias y cascadas de notas que transforman por completo la obra y suponen un desafío muy importante para los ejecutantes.




“Company” (Philip Glass) – Más conocida para los lectores del blog es la siguiente composición de la que ya hemos hablado en otras ocasiones. Se trata de “Company”, la obra compuesta por Philip Glass para una representación de la obra de teatro de Samuel Beckett del mismo título. Originalmente se escribió para cuarteto de cuerda (de hecho, se numeró como el segundo de la serie por parte del músico poco después) pero también ha sido interpretado por formaciones más amplias. Aquí escuchamos la primera grabación del cuarteto a cargo del Kronos Quartet, quienes volverían a registrarlo en el futuro para otros discos.


“String Quartet” (Conlon Nancarrow) – La obra más conocida de Nancarrow esta escrita para pianola, instrumento que apasionaba al compositor por sus posibilidades a la hora de ejecutar piezas cuya interpretación queda fuera del alcance de un pianista humano. Eso nos da una idea de lo compleja e intrincada que puede ser su obra para instrumentos convencionales. El músico escribió tres cuartetos, uno de ellos (el segundo) sin concluir. Aunque no aparece en las notas del disco, entendemos que es ese cuarteto inconcluso el que suena aquí ya que es el único que encaja en la cronología del autor (se menciona que es una obra de los primeros años cuarenta). 


“Purple Haze” (Jimi Hendrix) – Arrego de Steve Riffkin del tema que abría el disco de debut del guitarrista en su edición americana (curiosamente no aparecía en las ediciones internacionales aunque sí se publicó como single). Es una pieza cuya inclusión aquí dice mucho del carácter del Kronos Quartet como grupo y de su búsqueda constante de la transgresión. Su versión es electrizante, dinámica y no deja a nadie indiferente.




Comentaba David Harrington sobre el disco, que reflejaba con fidelidad lo que podía ser un programa de concierto habitual del Kronos Quartet en aquellos años, enfocado en autores contemporáneos y con un enfoque abierto hacia otras músicas que bien podían ser tradicionales, como el caso de Sallinen o procedentes de géneros ajenos, en principio, a las salas de concierto “clásicas” como ocurre con la pieza de Hendrix. En esa época, un concierto del Kronos Quartet era una experiencia desafiante en todos los sentidos. Los intérpretes podían salir al escenario con atuendos informales como “jeans” o camisas hawaianas sorprendiendo al público no prevenido y su actitud con los instrumentos iba en consonancia con ese espíritu. Hace algo más de un año, el grupo sufrió su mayor remodelación con la salida de Hank Dutt (viola) y John Sherba (violín) tras más de 45 años en la formación lo que deja a Harrington, no ya como único miembro original (ya lo era) sino como la única referencia de su etapa más gloriosa, de la que esta grabación es una buena muestra.


domingo, 12 de enero de 2025

Philip Glass - Songs from Liquid Days (1986)



Hubo un momento en el que Philip Glass estuvo cerca de convertirse en una estrella del pop. Sucedió en 1985 cuando escribió su primer ciclo de canciones y, con diferencia, el más exitoso. Estamos en un momento en que la popularidad de Glass empezaba a trascender los círculos clásicos gracias a discos como “Glassworks” o las bandas sonoras de películas como “Koyanisqatsi” o “Mishima”. El compositor llevaba ya un tiempo en la nómina de artistas de CBS y, suponemos, alguien pensó que era la hora de intentar dar el gran paso con un disco más comercial, al menos en cuanto al formato. Luego veremos que tampoco fue exactamente así pero sí, si lo comparamos con su obra anterior.


Cuenta Glass que el primer problema a la hora de escribir canciones se lo encontró a la hora de escoger los textos ya que él no era un escritor ni había tenido nunca inclinaciones literarias desde el lado de la creación. Pensó entonces que lo mejor era recurrir a cantautores habituados a ese proceso y, dentro de ellos, a algunos conocidos suyos del mundo del rock, el pop y las vanguardias electrónicas. La primera persona a la que recurrió fue David Byrne, el líder de Talking Heads, quien, como Glass, había participado meses antes en la ópera colaborativa “The Civil Wars”. En la parte del proyecto encargada a Philip participó como narradora la artista multimedia Laurie Anderson así que Glass también le propuso a ella la creación de algunos textos. El siguiente participante sería Paul Simon, para quien el compositor había escrito una coda para la canción “The Late Great Johnny Ace” un par de años antes con lo que aquí se presentaba una ocasión perfecta para devolver favores. Desconocemos cómo entraron en contacto Philip Glass y Suzanne Vega. La cantautora llevaba un tiempo moviéndose por los círculos literarios y musicales de Nueva York pero cuando escribió las letras para las canciones de Philip, aún no había publicado su primer disco. De hecho, por las fechas de grabación y publicación de este, es más que probable que pudieran haber sido escritas en los mismos días. Lo curioso es que posteriormente han colaborado más veces como ya comentamos aquí cuando hablamos del disco “Days of Open Hand” de Suzanne. Recientemente, la cantante ha estado de gira, nada menos que como narradora en la ópera “Einstein on the Beach”.


El segundo problema con el que se encontró Glass fue el de encontrar las voces e intérpretes adecuados para cada canción y curiosamente, la elección no iba a ser de figuras importantes sino de personajes más bien secundarios como Bernard Fowler (colaborador durante mucho tiempo de los Rolling Stones y de Jagger en solitario haciendo segundas voces) o Janice Pendarvis, cuya carrera tenía como momentos más relevantes sus coros para Roberta Flack y, sobre todo, para Sting. A ese elenco se suma el trío vocal “The Roches” y, quizá, la única gran estrella del elenco: Linda Ronstadt. Cierra el reparto el tenor Douglas Perry que ya había interpretado el papel de Ghandi en la ópera “Satyagraha” del propio Glass. En la parte de los instrumentistas, además del Philip Glass Ensemble participan en el disco los miembros del Kronos Quartet.


“Changing Opinion” - Comienza el ciclo con la canción de Paul Simon interpretada por Bernard Fowler. Tras una introducción de la sección de viento del Philip Glass Ensemble entra una larga parte de piano inconfundible interpretada por Michael Riesman y que nos deja ya en manos de Bernard Fowler. En el tramo final se suma a la mezcla la flauta de Paul Dunkel para cerrar una canción magnífica pese a no suponer ninguna novedad estilística frente a otras piezas del músico más allá de la adición de voces y texto.


“Lightning” - Lo más parecido a un “single” que hay en el disco es esta apabullante pieza con letra de Suzanne Vega y con Janice Pendarvis como vocalista. Es una descarga de energía dominada por los teclados que nos reciben con los clásicos ostinati “glassianos” y un ritmo frenético. La melodía principal es sencilla pero ineludible y cuenta con una épica que podríamos calificar como de “wagneriana”. Las percusiones añaden fuerza a una mezcla cuya intensidad va subiendo compás a compás hasta la explosión final. Seguramente es la pieza más difundida del disco e incluso recordamos haberla escuchado con frecuencia de niños aunque no podemos precisar si fue como sintonía recurrente de algún programa de radio o TV o porque se difundía en las emisoras comerciales con regularidad.




“Freezing” - La segunda canción de Suzanne Vega es radicalmente distinta en lo musical. Linda Ronstadt es la voz principal con las integrantes las Roches a los coros y el Kronos Quartet en la primera parte de la canción. Luego se suma el Philip Glass Ensemble, especialmente con los teclados a una canción lenta que tiene todas las características de la música de su autor.


“Liquid Days” - Sin solución de continuidad enlazamos con la siguiente canción, primera de dos consecutivas con letra de David Byrne. Seguimos escuchando al Kronos Quartet y las Roches en una pieza algo más rápida en la que la flauta vuelve a jugar un papel importante.


“Open the Kingdom” - Subtitulada como “Liquid Days part II”, es nuestra canción favorita de todo el trabajo. Douglas Perry toma las riendas de una pieza magnífica introducida por un piano solemne y que está llena de cambios de ritmo en una evolución extraordinaria. Es como si resumiéramos lo mejor de una ópera como “Satyagraha” en apenas cinco minutos con un “in crescendo” final realmente espectacular. Uno de los mejores Glass de siempre, en nuestra opinión.




“Forgetting” - Cerrando el ciclo volvemos a la combinación Kronos Quartet / The Roches / Linda Ronstadt para interpretar un texto de Laurie Anderson. Es una canción que mezcla partes vocales lentas (con el cuarteto de cuerda) con otras más rápidas en las que interviene parte del grupo de Glass. Un buen cierre para una colección de temas que han quedado bastante olvidados en el repertorio “glassiano”.


Glass y su ensemble llegaron a actuar interpretando “Lightning” en el Saturday Night Live, con todo lo que eso conlleva, y la canción sonó con cierta asiduidad en aquellos años en la radio, incluso aquí en España pero en ningún caso podemos hablar de un éxito popular aunque “Songs from Liquid Days” es el único disco del músico que llegó al top-100 general de la revista Billboard (puesto 91) permaneciendo trece semanas en las listas. En todo caso, la crítica de la época, pese a ponderar en su justa medida el trabajo, no pasó de considerarlo “un Glass menor”. En nuestra opinión, esta valoración no es del todo correcta y creemos que “Songs from Liquid Days” es uno de sus mejores trabajos de los ochenta y un paso hacia la comercialidad muy contenido que mantenía toda la esencia del compositor en aquellos tiempos además de revelar una desconocida habilidad para escribir canciones cortas más allá de las que se podían escuchar en el contexto de sus óperas. Con los años, Glass ha llegado a escribir varias más con resultados notables en muchos casos pero lejos del nivel de esta colección según nuestro criterio. Sin ponerle un “pero” al disco, siempre nos llamó la atención que el músico no hubiera pensado en que fueran los autores de cada texto los encargados de cantarlo. Hay cortes como el último de Laurie Anderson en los que creemos que su voz habría funcionado de maravilla aunque seguramente había asuntos legales y de contratos de los artistas con sus respectivas discográficas que lo habrían complicado mucho.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Philip Glass & Robert Moran - The Juniper Tree (2009)



Mientras que en casi todos los ámbitos de la música es habitual encontrar obras escritas en colaboración por diferentes compositores, en lo que conocemos como “música clásica”, este es un hecho bastante raro y que se suele circunscribir a los estilos más vanguardistas y experimentales. Por eso siempre nos llamó la atención la obra de la que vamos a hablar hoy y que está firmada a dúo por Philip Glass y Robert Moran. El caso de Moran es muy curioso y más aún si lo confrontamos con el propio Glass. Ambos son contemporáneos pero su producción, y especialmente en lo que se refiere a las grabaciones de la misma, tienen enfoques diametralmente opuestos. Tanto es así que Moran apenas ha publicado dos discos (tres, si contamos el que comentamos hoy) mientras que de la discografía de Glass hace tiempo que perdimos la cuenta. En su momento alcanzó una cierta notoriedad con sus obras compuestas para ciudades. No es que le dedicase una composición a una ciudad sino que la propia ciudad iba a ser la intérprete de la obra. Así, en su “City Work” (1969) hicieron falta 100.000 intérpretes del area de San Francisco, incluyendo dos emisoras de radio, una de televisión, 30 rascacielos, aviones, grupos de danza, etc.


En 1984, el American Repertory Theater, de Cambridge, encargaría a Glass y Moran una ópera basada en el cuento de los Hermanos Grimm, “El Enebro” (“The Juniper Tree” en inglés). El enfoque era claro. Cada uno de los autores escribiría alternativamente la música de cada escena, contando con parte del material compuesto por el otro para darle cierta unidad al conjunto, y lo mismo ocurriría con las transiciones entre ellas. A la hora de la verdad, la cosa no fue exactamente así pero podemos considerar que se ajustó más o menos a ese planteamiento.


El primero de los dos actos comienza con un extenso prólogo a cargo de Glass en su clásico estilo de los ochenta que recuerda por igual tanto a los pasajes más solemnes de obras como “Koyaanisqatsi” como a determinados fragmentos de sus óperas “Akhnaten” o “Satyagraha”. Las partes corales y las intervenciones de las solistas tienen un punto más alegre aunque deja entrever el trasfondo siniestro de la historia. En todo caso, el prólogo es muy variado y reúne momentos musicales muy diferentes que nos muestran todo el abanico estilístico de su autor. Nos quedamos con uno de los clímax en los que la orquesta es acompañada por el órgano ofreciéndonos un momento estremecedor. Las dos primeras escenas de la obra corren por cuenta de Robert Moran y desde el comienzo queda bien claro que estilo de ambos compositores tiene pocos puntos en común. Moran tiene un enfoque mucho más lírico y centrado en la melodía, aunque mantiene una base minimalista en la que la repetición de elementos sigue estando presente. Hay momentos de gran complejidad en los que la voz principal se combina, por un lado con las cuerdas y, por otro, con los metales, creando una atmósfera impresionante en lo que creemos que es la mejor parte de la primera escena. La parte final de la misma es caótica a su manera con un desarrollo muy interesante desembocando en una segunda escena que comienza con un bello pasaje cantado por la soprano en un precioso diálogo con el clarinete con apoyos puntuales del piano. Una pequeña joya que se transforma poco a poco en un fragmento dramático lleno de tensión y fuerza con un piano abrumador colándose entre los entresijos de las cuerdas. La tercera escena, mucho más breve, nos devuelve a Glass en un tramo velocísimo que nos lleva a la “Bird Song”, también escrita por Philip en uno de sus momentos más inspirados melódicamente hablando y que nos recuerda, siquiera ligeramente, al estilo de Michael Nyman. El epílogo del primer acto lo pone Robert Moran con un corto tema instrumental sin mayores sorpresas.


Glass es el encargado de la primera escena del segundo acto para la cual nos regala un bonito dueto vocal acompañado de los característicos arpegios y demás recursos de su estilo. Una buena despedida, de hecho, de su autor, quien ya no volverá a participar en la obra. A partir de aquí y hasta el final toma las riendas un inspirado Robert Moran comenzando por un inspirado interludio en el que sí que encontramos elementos del estilo de Glass, como se suponía que debía ocurrir en cada parte firmada por uno de los autores. Pasamos así a la segunda escena en la que Moran recupera alguno de los motivos centrales de la obra en un esfuerzo por dotarla de coherencia interna que no se ha notado tanto cuando era el turno de Glass. También desde el punto de vista instrumental hay una mayor complejidad jugando con las posibilidades de todas las secciones de la orquesta en los momentos más turbulentos. La escena final es un emotivo trío entre los dos hermanos y su padre en el que Moran vuelve a apelar a su lado más melódico con grandes resultados.



Intuimos que la relación entre los dos autores no debió ser la mejor puesto que los derechos de la obra, en lugar de ser compartidos, quedaron todos en propiedad de Glass quien se opuso durante mucho tiempo a la difusión de las grabaciones de la misma, originadas en las diversas representaciones. En cambio, Moran animaba a sus seguidores a piratear y distribuir ese material “para una mayor difusión del mismo”. Finalmente, en 2009, Glass publicó “The Juniper Tree” en su propio sello por lo que entendemos que las diferencias entre ambos debieron arreglarse en cierto modo.


“The Juniper Tree” es una ópera interesante pero nos cuesta incorporarla al amplio repertorio de Glass, no tanto por el hecho de que sea de autoría compartida (Glass tiene más obras de esas características como su “Passages” con Ravi Shankar con las que no nos sucede lo mismo), como por el mayor protagonismo asumido por Robert Moran. En cualquier caso merece la pena acercarse a una obra tan original en su planteamiento, al margen de que el resultado final sea o no el esperado. Curiosamente es una ópera que se sigue representando con cierta regularidad en teatros de todo el mundo por lo que nuestras reticencias al respecto probablemente estén erradas.



martes, 10 de diciembre de 2024

Ute Lemper - Punishing Kiss (2000)



Actriz, bailarina, pintora, cantante, compositora, escritora, articulista... un currículum espectacular que muchas veces en la prensa se ha simplificado calificando a Ute Lemper como “la nueva Marlene Dietrich”. Claro está que ella lo puso fácil ya que buena parte de su carrera la ha dedicado a recorrer un camino similar al del Ángel Azul, cantando el mismo repertorio y homenajeándola en teatro con obras dedicadas a ella. De hecho, en sus inicios mantuvo una intensa relación epistolar con Marlene que comenzó cuando Ute le envió una carta a la diva “disculpándose” precisamente por la comparación que hacían los medios entre ambas.


Nosotros la conocimos en 1991 a través de su colaboración con Michael Nyman en la banda sonora de “Prospero's Books” y en su “Songbook”, enteramente interpretado por Lemper, aunque realmente la habíamos visto poco antes sin ser conscientes de ello formando parte de la extensa lista de invitados del famoso concierto de Roger Waters en Berlín interpretando “The Wall” en julio de 1990. Sin embargo, hoy no vamos a hablar de estos trabajos ni de alguna de sus muchas grabaciones de las canciones de Bertolt Brecht y Kurt Weill sino del disco “The Punishing Kiss” que la artista publicó en 2000 en colaboración con Neil Hannon (The Divine Comedy) en el que interpreta canciones de diversos artistas. Los integrantes de la banda de Hannon tocan en la mayor parte del disco. Stuart Bates y Joby Talbot se encargan de los teclados, Bryan Mills del bajo, Ivor Talbot de las guitarras y Miguel Barradas de la batería.


“The Case Continues” - Abre el disco esta magnífica canción de Neil Hannon en la que disfrutamos de unos extraordinarios arreglos de piano, batería y cuerdas que realzan la personal voz de Ute Lemper, poderosa e intimidante como siempre. Los metales de la segunda parte de la pieza le dan un tono épico que contrasta con las partes de guitarra que siguen a continuación. Fantástico comienzo para un disco que es una joya.


“Tango Ballad” - La única canción de la colección escrita por el tándem Brecht / Weill, está interpretada a dúo por Lemper con Hannon en una versión que abandona el arreglo clásico y se introduce en sonidos más rockeros con, eso sí, una importante aportación de la orquesta. La combinación de dos voces tan reconocibles y personales funciona de maravilla y revela una química fantástica entre ambos intérpretes que podremos disfrutar de nuevo más adelante.




“Passionate Fight” - Continuamos con una canción de Elvis Costello que apareció en su disco “New York 1996”. Es una pieza deliciosa con un gran aroma a musical clásico, lo que se adapta perfectamente a las características de Lemper, acostumbrada a ese tipo de repertorio. 


“Little Water Song” - El siguiente tema fue escrito por Nick Cave y es uno de los favoritos de la propia intérprete desde que el artista le envió una demo solo con piano y voz pero indicando que quería un arreglo de orquesta. Lemper respetó ese deseo y nos ofrece aquí una interpretación muy teatral cantada desde el punto de vista de una mujer que está siendo ahogada bajo el agua por su pareja.


“Purple Avenue” - La mayoría de los artistas escogidos por Lemper para interpretar sus canciones tienen en común una gran personalidad, tanto en su faceta de escritores como en la de intérpretes. No sorprende, por lo tanto, encontrar entre ellos a Tom Waits, de quien escuchamos aquí un lento blues con toques de jazz y sabor a viejo cabaret.


“Streets of Berlin” - Menos obvia es la elección de un músico como Philip Glass pero cuando escuchamos su canción, todo empieza a cuadrar. Se trata de una pieza escrita para la banda sonora de la película “Bent”, situada en la Alemania de la “noche de los cristales rotos” que en el film interpretaba un travestido Mick Jagger. En todo caso, la pieza no está dentro de los cánones del minimalismo glassiano salvo por un pequeño fragmento de cuerdas en la parte central en el que escuchamos sus característicos arpegios.




“Split” - La segunda canción de Neil Hannon en el disco vuelve a mostrarnos el dúo con Lemper, ahora en un tema rock, en el que funcionan tan bien o mejor de lo que lo hicieron antes interpretando a Weill. Una maravilla escuchar a Ute Lemper fuera de sus estilos más habituales para comprobar que es capaz de bordarlo como si llevase toda su vida cantando este tipo de canciones.


“Couldn't You Keep That to Yourself” - Repite Elvis Costello como autor en las dos siguientes piezas. La primera es una bonita balada en la que destacamos el papel del órgano Hammond durante todo su desarrollo.


“Punishing Kiss” - La segunda sigue la línea de la anterior pero apoyándose más en la orquesta para redondear otro tema que parece sacado de un musical en su comienzo pero que incorpora un divertido giro en su parte central que se transforma en un rápido tema jazzístico muy cabaretero.


“You Were Meant for Me” - Última canción de Neil Hannon en el trabajo aunque cantada por Ute Lemper en solitario. Comienza con un fragmento en francés con el típico arreglo de acordeón para convertirse enseguida en algo completamente diferente entrando en los terrenos que suele pisar Hannon con The Divine Comedy. Una canción que sube de intensidad a cada segundo potenciada por la orquesta y que termina en todo lo alto.


“The Part You Throw Away” - Llegamos así a la segunda aportación de Tom Waits al trabajo, un tema íntimo con arreglos de guitarra y acordeón llenos de melancolía. La melodía es verdaderamente preciosa y, por algún motivo, nos parece ideal para un dúo imposible con Leonard Cohen.




“Scope J” - El cierre lo pone esta canción de Scott Walker, otro cantante de personalidad arrolladora que, en esta ocasión le planteó un difícil reto a Ute Lemper: “imagina que estás con los ojos vendados y en silencio total dejando que tu mente viaje sola hacia dondequiera que desee hacerlo”. La canción es inquietante y nos muestra un ambiente de pesadilla en el que Lemper “intenta cantar en un estado casi de delirio, como Ofelia en “Hamlet”. Espectacular broche para un disco fantástico.


Es raro escuchar a Ute Lemper fuera de su repertorio habitual de canciones de la primera mitad del siglo pasado, tanto alemanas como francesas o pertenecientes a musicales ambientados en la época como “Cabaret”, “All That Jazz” o “Chicago” pero lo que hace en este “Punishing Kiss” nos muestra su grandísima talla como artista más allá de su repertorio más conocido y nos da una excusa, si no lo hemos hecho ya, para bucear en su faceta más conocida. En todo caso, estamos ante un grandísimo disco por encima de cualquier otra consideración y ese es motivo más que suficiente para recomendarlo.

lunes, 21 de octubre de 2024

Philip Glass - A Descent into the Maelstrom (2002)



El músico al que hemos dedicado más entradas en el blog es, con diferencia, Philip Glass pero a pesar de este hecho, hay una etapa suya en la que no hemos entrado demasiado y no tenemos claro del todo el motivo. Quizá el momento más controvertido de su carrera de cara a la crítica llegó a mediados de los años ochenta. Ya con la publicación de “Glassworks” y su “fichaje” por una multinacional como Sony, los medios más académicos empezaron a dar la espalda a un músico que parecía buscar lo “comercial” por encima de la experimentación y la vanguardia, En aquellos años, Glass mostró un interés más que notable por los sintetizadores y los sonidos más electrónicos. Es cierto que en obras como “North Star” (1977) ya los había utilizado pero ahora hablamos de aparatos digitales, mucho más sencillos de usar y con una mayor facilidad para encontrar sonidos adecuados para su música. Eso terminó reflejandose en varios discos dentro de una línea que podemos llamar electrónica con un sonido, quizá demasiado artificial a veces, pero con el que Glass desarrolló un estilo muy reconocible que nos dio obras como “1000 Airplanes on the Roof”, determinados momentos de otras como “The Witches of Venice” o su ciclo de canciones “Songs from Liquid Days” y el disco del que vamos a hablar hoy: “A Descent into the Maelstrom”, obra de 1986 que no fue publicada hasta 2002 como uno de los primeros lanzamientos del sello Orange Mountain Music.




La obra surge como un encargo de una compañía de ballet australiana al propio Glass, quien decide inspirarse en un cuento de Edgar Allan Poe para su partitura. La música sería interpretada en directo durante las representaciones de la obra por el Philip Glass Ensemble y durante mucho tiempo estuvo en el olvido quedando limitada su repercusión a los asistentes al ballet durante la semana que estuvo en cartel. Cuando los miembros del grupo regresaron a los Estados Unidos, la productora del documental que se estaba rodando sobre la compañía de ballet le pidió a Glass una grabación de la obra para utilizarla en el mismo y fue ahí cuando descubrieron que las cintas que registraron en las actuaciones australianas no estaban en buen estado así que tuvieron que regrabar gran parte de ellas ya en casa. El resultado de ésto más las partes que sí se pudieron rescatar de los conciertos originales es lo que apareció publicado, como dijimos antes, en 2002. Los miembros del Philip Glass Ensemble que participan en la grabación son: Michael Riesman, Martin Goldray y el propio Glass a los teclados, Dora Ohrenstein como cantante, Jon Gibson (saxos y flauta), Jack Kripl (saxo y clarinete) y Richard Peck (saxos). Todos ellos bajo la dirección de Riesman y con Kurt Munkacsi en la parte técnica.




La obra comienza con “Vertigo”, una pieza llena de dinamismo y ritmo con protagonismo absoluto de los teclados y donde los habituales arpegios de Glass dejan espacio también a una cierta construcción melódica. “He is Coerced to Look”, más lenta, cuenta con el clarinete y las flautas en papeles principales en una transición que nos lleva a “Engagement”, en el más puro estilo del Glass de los ochenta con la voz de Dora Ohrenstein reclamando su sitio. Es esta una pieza extensa con varias partes en las que se intercalan los fragmentos más acústicos (con voz e instrumentos de viento principalmente) con otros casi exclusivamente de teclados. Sigue teniendo elementos claramente minimalistas pero ahora organizados en secciones más cortas al estilo de lo que podemos escuchar en determinados momentos de “Glassworks” o de “Koyaanisqatsi” lo que lo convierte en un Glass más accesible. Tras una transición como “The Naming” llegamos a “Tranquility” con un reduccionismo que tiene mucho que ver con lo que el músico empezaba a mostrarnos en sus cuartetos de cuerda o en bandas sonoras como la de “Mishima”. “The Beggin” es otro breve interludio de teclado con una alegre coda de maderas que da paso a “The Stratagem”, regreso al repetitivismo habitual del autor antes de coger velocidad de nuevo y perdernos en las rítmicas “On My Watch and Caught” y “The Hurricane and Recognition of Death”, ambas enlazadas sin solución de continuidad y siguiendo de nuevo la línea estilística de “Koyaanisqatsi”. Con “The Entrance of the Moon” hay un cierto cambio más operístico, entendiendo por tal, la visión de la ópera del Glass de los ochenta, es decir, el de “Akhnaten” o “Satyagraha”. La conclusión es frenética y empalma con “The Sighting”, una de las mayores locuras de toda la obra con la locomotora glassiana a toda máquina. Y lo de la locomotora no es tan figurado como parece porque en el comienzo de “They Enter the Stream” hasta parecen sonar las sirenas de una de ellas entrando en la estación. Hay algo de pausa (no demasiada) en “Abandonment”, uno de los momentos de mayor inspiración de la obra que coincide con el uso más limitado de instrumentos (un par de teclados y las flautas en su mayor parte). “The Brother Becomes a Maniac” nos devuelve al Glass más intenso de las escenas más aceleradas de “Koyaanisqatsi” antes de frenarse en seco y regalarnos un momento de pausa que nos lleva a esa nueva locura que es “The First Mad Rush”, sin relación alguna con el “Mad Rush” clásico del repertorio del músico, amen de ser posterior a éste. Enlazada con la anterior está “Second Perception of Light, Moon, Mist, and Rainbow” que prorroga los ritmos desenfrenados aunque, en esta ocasión, salpicados con solemnes pausas en las que escuchamos una fanfarria con cierta similitud a la que el músico escribió para los JJ.OO. de Los Ángeles'84. Llegamos así al que podría ser el tema central de la obra: “The Maelström”, protagonizado por una línea de bajo potente, las maderas y el órgano en su inicio pero que va evolucionando en una progresión característica de su autor con profusión de teclados y la importante presencia de las flautas. Cerrando la obra encontramos “Hour of the Slack and Escape”, mucho más meditativa, que pone un gran broche a una obra que ha pasado muy desapercibida en el repertorio glassiano pero que encontramos del máximo interés.




Algo así debió pensar el director de cine Jan Vardoen cuando preparaba su película de 2019 basada en el cuento de Poe y descubrió la partitura de Glass. Decidió utilizarla como banda sonora pero en una nueva versión orquestal que también fue publicada en su día por Orange Mountain. Es un ejercicio muy interesante el de comparar ambas grabaciones de una obra que merece mucho la pena, en especial si eres seguidor del Glass de los ochenta.




domingo, 30 de junio de 2024

Kronos Quartet Performs Philip Glass (1995)



Durante muchos años, el disco que comentamos hoy pasó por ser la interpretación canónica de los cuartetos de Philip Glass. Esto era así por muchas razones: el Kronos Quartet ya había estrenado y grabado alguno de ellos, además de encargar otro y encontrarse en el orígen de alguno más. Al margen de eso, la formación de David Harrington había alcanzado un estatus de grupo reverenciado en la música contemporánea por colaborar con los compositores más destacados (particularmente los minimalistas como Terry Riley o Steve Reich) y por descubrir al mundo a otros como Gorecki y muchos más de países con menos tradición en la música “clásica” como Azebaiyán o Afganistán. También eran habituales sus colaboraciones con artistas de otros géneros y estilos desde Nelly Furtado a Pat Metheny pasando por Bjork, Zappa o Bowie y todo esto hacía que su grabación  para el sello Nonesuch interpretando a Philip Glass llamara la atención de todo el mundo.


La historia de los cuartetos de Glass es muy irregular. El primero de ellos data de 1966 y estuvo mucho tiempo olvidado hasta que el propio Kronos Quartet lo estrenó en 1986, poco después de haber trabajado por primera vez con Glass en la banda sonora de la película “Mishima”. Sin embargo, es una obra que quedó fuera del disco (quizá por no tener que ampliarlo a un doble CD) aunque ya la hemos comentado en algún momento cuando hablamos de otros registros de los cuartetos.


En el momento de la grabación, el Kronos Quartet tenía su alineación más recordada y también la más duradera, que estuvo activa entre 1978 y 1999: David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo). El registro sonoro es excelente y tuvo lugar en los estudios Skywalker Sound en el condado de Marin. El lector intuitivo habrá caído en el hecho de que estamos hablando del lugar en el que se grabaron gran parte de las más conocidas bandas sonoras de Lucasfilm, entre otras productoras (también allí se grabaron las de “Koyaanisqatsi” o “Powaqqatsi”, por no salirnos del entorno de Glass) por lo que su nombre va asociado a la más alta calidad.



“String Quartet No.5” - El disco se abría con el que en aquel momento era el cuarteto más reciente del músico (se estrenó en 1991). Se dividía en cinco movimientos de los cuales el primero es el más breve, apenas una introducción, lenta y muy lírica que desemboca en un segundo más rítmico e igualmente interesante. El tercero entra como un tiro con veloces diálogos entre los instrumentos en el inicio que se alternan con pasajes más coordinados. Un verdadero frenesí en el que no encontramos descanso y que tiene un notable punto cinematográfico en su resolución. El cuarto movimiento es lento y muy introspectivo en el inicio con partes mucho más dinámicas en contraste en la parte central y que se cierra, de nuevo, con un precioso segmento extremadamente pausado. El último movimiento tiene, como suele ocurrir, mucho de resumen. Empieza con una parte veloz que se frena de repente para recuperar el tema del primer movimiento bajo el cual comienza a gestarse una tormenta que estalla poco después en una de nuestras partes favoritas del cuarteto.




“String Quartet No.4 -Buczak-” - Continuamos con el cuarteto nº4, escrito en 1990 en memoria del pintor Brian Buczak, fallecido a causa del SIDA el 1987. En esta ocasión Glass lo divide en tres movimientos comenzando el primero con una melodía triste y melancólica que desemboca en el clásico fraseado “glassiano” con los instrumentos del cuarteto ejecutando el tema casi al unísono. A partir de ahí, escuchamos momentos más o menos solemnes que nos conducen al segundo movimiento en el que siempre hemos querido ver un punto jazzístico con influencia de Gershwin. Es una pieza tranquila que nos lleva van al que siempre ha sido nuestro movimiento favorito del cuarteto y que, en parte, fue rescatado en una obra posterior para ballet. Todo en él es perfecto, desde la coordinación de los violines en el comienzo hasta la forma en que todo el cuarteto nos va preparando para la melodía central que llega poco después llena de épica. En cierto sentido nos recuerda a la estructura de “Façades”, descarte de la banda sonora de “Koyaanisqatsi” que terminó formando parte del disco “Glassworks”. Una maravilla que sigue estando entre nuestras piezas favoritas de la obra de Glass.




“String Quartet No.2 -Company-” - El segundo cuarteto de cuerda del catálogo de Glass fue escrito para una representación teatral de la novela corta de Samuel Beckett, “Company” y de ahí su título. Es un cuarteto mucho más breve que los anteriores del disco y está estructurado en cuatro movimientos. Según se indica en la propia pagina web del músico, el formato de cuarteto es el original de la obra aunque siempre habíamos pensado que era una adaptación de la pieza para orquesta de cuerdas del mismo nombre y que nosotros conocimos antes. Cuenta Glass que llegó a enviarle la pieza al propio Beckett quien dio su aprobación para la inclusión en la representación.




“String Quartet No.3 -Mishima-” - En 1984, Glass escribió la banda sonora de la película de Paul Schrader, “Mishima”, basada en la obra del escritor japonés. La música de la misma era muy variada conteniendo partes orquestales, otras electrónicas, alguna incluso para banda de rock y varias más para cuarteto de cuerda. Seis de esos fragmentos para cuarteto fueron reconfigurados en la misma época por el propio Glass y convertidos en el que hoy conocemos como su “Cuarteto de Cuerda No.3”. Al respecto siempre nos queda la curiosidad del error a la hora de nombrar uno de los movimientos del cuarteto (el segundo, “November 25- Ichigaya”) cuya música no se corresponde con la que lleva ese título en la banda sonora de la película y sí coincide, en cambio, con el corte titulado “1937: Saint Sebastian”. Este cuarteto ha sido durante mucho tiempo una de las obras más interpretadas del repertorio de Glass, particularmente su adaptación a cuarteto de saxofones de la que existen casi tantos registros como de la original para cuerdas.




En su día, este disco tuvo una gran acogida y llegó, incluso, a los puestos más altos de las listas de ventas de música clásica, muy agitadas en aquellos años por las sucesivas irrupciones de propuestas tan diferentes como el canto gregoriano de los Monjes de Silos, la tercera sinfonía de Gorecki o la banda sonora de “El Piano” de Michael Nyman. Hoy ya tenemos varias grabaciones diferentes de los cinco primeros cuartetos de Glass a cargo de formaciones como el Smith Quartet, el Paul Klee Quartet, el Carducci Quartet o los miembros de Brooklyn Rider. Todas ellas nos ofrecen versiones muy interesantes de las obras aquí contenidas con el añadido del primer cuarteto de la serie, ausente de la grabación de la banda de David Harrington pero, quizá por ser la primera, siempre le vamos a tener un especial cariño a este disco que nos presentó en su momento una faceta menos conocida de Philip Glass y que en los últimos años se ha ampliado hasta llegar a los nueve cuartetos “numerados” y a alguna obra más para el mismo formato instrumental pero que el músico no contabiliza como tal.

martes, 20 de junio de 2023

Tana Quartet / Philip Glass - String Quartet No.9 "King Lear" / String Quartet No.8 (2022)



En los últimos tiempos son varios los cuartetos de cuerda que han incorporado a su repertorio las composiciones de Philip Glass para esa formación con resultados cada vez más interesantes. Hoy nos acercamos a uno de los que más recientemente han afrontado ese reto: el cuarteto francés Tana Quartet. La formación se fundó en 2004 y desde entonces están centrados en la música contemporánea combinando grabaciones de músicos franceses con otras más internacionales como Steve Reich o el propio Glass. En 2018 registraron los primeros siete cuartetos de cuerda del compositor de Baltimore y, más recientemente, se encargaron de estrenar el noveno.


La obra parte de una adaptación de la música que Glass compuso para un montaje de “El Rey Lear” en Broadway. Desde que recibió el encargo, el músico tuvo claro que esa música tenía que ser interpretada por un cuarteto de cuerda. El formato es uno de los más utilizados por el músico en las últimas décadas como lo prueban, no solo el número de cuartetos de cuerda “formales” que ha compuesto sino también la cantidad de obras escritas para esa configuración instrumental que no han sido incluidas en la serie "numerada" de cuartetos como las músicas para “Dracula” o “Bent”. En esta ocasión, y como ocurrió en el pasado con “Mishima”, Glass decidió adaptar la partitura de “El Rey Lear” ajustándola a cinco movimientos que componen el que es su “Cuarteto de Cuerda No.9”, estrenado por el Tana Quartet en 2022 (aunque la grabación del mismo se hizo unos meses antes). El disco, por cierto, aparece publicado en el pequeño sello Soonds y no en el habitual de Glass, Orange Mountain Music aunque no parece complicado de encontrar en las principales tiendas on line.


El programa se completa con el “Cuarteto de Cuerda No.8” (2018) por lo que, si no ha aparecido alguna grabación más en las últimas semanas, creemos que el Tana Quartet es la única formación que ha completado la integral de los cuartetos de Glass. El cuarteto está formado por Antoine Maisonhaute e Ivan Lebrun (violines), Julie Michael (viola) y Jeanne Maisonhaute (violonchelo)


“String Quartet No.9 (King Lear)” - Para muchos analistas, Glass lleva muchos años en lo que podríamos llamar una tercera etapa de su carrera, más clasicista e introspectiva y esto se refleja especialmente en este tipo de obras. Sin embargo, el primer movimiento del cuarteto es puramente “glassiano” con todos los lugares comunes habituales en su producción, especialmente en el inicio. Luego hay una parte central más lenta que nos remite a su vertiente más cinematográfica que deriva en un solo de violonchelo en el que el resto del cuarteto acompaña en pizzicato antes de entrar en el segmento más dinámico del movimiento, en tonos oscuros y de nuevo con protagonismo del violonchelo. El segundo movimiento sí que tiene un componente más clásico y centrado en la melodía hasta el punto que la repetición que es seña de identidad del músico aparece solo de fondo y en momentos puntuales. La segunda mitad es mucho más dinámica y con un formato “cantabile” muy marcado. El tercer movimiento comienza con una melodía que Glass empleó en su decimosegunda sinfonía cantada por Angelique Kidjo aunque enseguida cambia hacia un interludio juguetón lleno de ritmos sincopados en el que los instrumentos dialogan continuamente. La parte final vuelve al Glass más habitual para cerrar así este segmento. El cuarto movimiento nos presenta de nuevo la cara más romántica del compositor norteamericano con una preciosa melodía que culmina en un magnífico tema de violonchelo de aire barroco que da paso al que probablemente sea el mejor momento del trabajo en el que se equilibra la reflexión con la profundidad regalándonos, además, otro gran momento melódico. Cierra la obra el movimiento más aventurado en cuando a exploración sonora en el que los cuatro músicos exprimen todas las posibilidades expresivas de sus instrumentos sacando timbres afilados y retorcidos que contrastan con el estilo neoclásico de la pieza.




“String Quartet No.8” - El siguiente cuarteto ya había sido grabado anteriormente por el cuarteto Brooklyn Rider y tuvo su espacio en el blog en su día. Es una obra que ha sido calificada de “schubertiana” por algunos críticos aunque también tiene momentos “barrocos” y otros innegablemente “glassianos”. Entre los dos movimientos rápidos que abren y cierran la obra, destaca el lento segundo movimiento en el que fluyen motivos y melodías con una naturalidad desacostumbrada en el compositor.




El cuarteto de cuerda como formato instrumental nos ofrece una magnífica forma de comparar músicos de diferentes épocas ya que se mantiene intacto desde su popularización por parte de Haydn a mediados del S.XVIII. Prácticamente todos los músicos importantes de los últimos siglos han escrito alguna vez para cuarteto de cuerdas incluyendo a revolucionarios tan poco dados a las formaciones tradicionales como Schoenberg, Cage o Stockhausen. Por supuesto, también los minimalistas han hecho un hueco para esta configuración de músicos con menciones especiales para Steve Reich y su “Different Trains” o para Glass con su extenso repertorio para cuarteto que es un mundo en sí mismo ya que tenemos en él muestras de todas sus etapas: desde el pre-minimalista “Cuarteto No.1” hasta los más clásicos que acabamos de comentar pasado por sus populares adaptaciones de “Company” o de “Mishima” a mediados de los ochenta. Si un oyente despistado quiere acercarse a la música de Glass por primera vez, no sería mala idea orientarle hacia la integral de sus cuartetos para que se haga una idea de por dónde van los tiros. Os dejamos con un pequeño vistazo a todo el disco que seguro que os anima a buscarlo al completo:




miércoles, 31 de mayo de 2023

Lautten Compagney - Circle Line (2019)



Los chicos de Wolfgang Katschner continúan publicando discos con esa vocación de contraste entre épocas muy alejadas entre sí de la historia de la música. Los lectores del blog recordaréis que hablamos de Lautten Compagney hace un tiempo en relación con un trabajo en el que combinaban la música del compositor barroco Tarquinio Merula con la de Philip Glass. Desde entonces, la formación alemana ha seguido publicando grabaciones, unas veces centradas en música antigua o barroca y otras combinándola con la de compositores más actuales. Son muy interesantes los experimentos con Piazzolla y Biber, Satie y Scheidt o los Beatles confrontándose con Henry Purcell pero hoy queremos hablar de un disco más cercano al primero que comentamos en su día.


Se trata de “Circle Line”, centrado en el compositor medieval Guillaume Dufay. En este caso su obra no se enfrenta a la de un autor contemporáneo sino a la de varios aunque con predominancia de Philip Glass, quien, por tanto, repite en un trabajo de la formación de Katschner. El punto en común entre Dufay y los compositores contemporáneos incluidos en el programa se encuentra, según leemos en la notas del disco, en la repetición, tanto rítmica como melódica con todas las diferencias que dan los cinco siglos que separan a Dufay de sus contrapartidas.


El disco comienza con la rítmica “Train to Sao Paulo” compuesta por Philip Glass para la banda sonora de la película “Powaqqatsi”, trabajo que va a estar muy presente en todo el disco. Es un veloz ¾ en el comienzo con los vientos ejecutando notas largas en contraste con el vivo ritmo de la banda. Casi sin solución de continuidad enlaza con “Gloria ad mudum tubae” de Dufay que aquí adopta la forma de una divertida danza medieval. El siguiente corte combina de nuevo dos piezas de los mismos autores alternando fragmentos de ambas.: “Dance V” de Glass y “Par droit je suis bien” de Dufay. La instrumentación “antigua”, particularmente la percusión y el laúd, le sientan muy bien a la pieza del norteamericano y la fusión entre dos mundos tan aparentemente diferentes funciona sorprendentemente bien.




Entramos ahora en un tramo centrado en Glass, de quien escuchamos arreglos sobre “Old World”, de la banda sonora de “Naqoyqatsi” (para saxofón y vibráfono), “Morning Passages” de la música para la película “The Hours” (en un precioso arreglo para laúdes) y el primer movimiento de su “String Quartet No.1” (al que se le añade saxo, corneta y flauta piccolo). El toque “medieval” aportado por la formación alemana es mucho más acusado en la pieza de “Las Horas” que en las otras dos aunque el experimento es muy interesante en los tres casos.


El siguiente bloque comienza con “Flos florum”, de Dufay, una delicia para metales que nos lleva a “Segreto intimo”, composición de Peter A. Bauer, uno de los percusionistas de Lautten Compagney. Esta última es una verdadera sorpresa para nosotros ya que desconocíamos la obra de su autor y, al menos en esta pieza, demuestra mucho talento.




Continuamos con una de las obras más interpretadas y grabadas de John Cage: “In a Landscape”, que aquí suena muy diferente a lo habitual por carácter que le imprimen instrumentos como la flauta y el laúd. Quizá sea la pieza “contemporánea” del disco a la que mejor le sienta la nueva instrumentación de la formación alemana. La réplica se la da Dufay con “Apostolo, glorioso, da die electo”, otra alegre danza que contrasta con el estatismo del corte de Cage.


El siguiente corte es uno de los más sorprendentes ya que combina la pieza “Clapping Music” de Steve Reich con “Se la face ay pale”. Lo curioso es que la pieza de Reich es, como su propio nombre indica, una composición puramente rítmica que se ejecuta aplaudiendo y que aquí, por el contrario, es interpretada con los instrumentos que replican el ritmo de las palmas originales e incorporando artefactos tan poco comunes en este tipo de música como el arpa de boca. La pieza de Dufay transcurre plácidamente sobre la base de Reich conformando una combinación impensable pero que funciona.




Entramos en un tramo largo conformado por tres obras de Guillaume Dufay: su “Missa L'homme armé”, el “Ave Regina caelorum” y cerrando el segmento, “Claude virgo, mater Christi”. Quizá la parte más “convencional” de todo el disco que nos prepara para el último tercio que se abre con “New World”, un tema para violonchelo perteneciente de nuevo a la banda sonora de la película “Naqoyqatsi” que es una de las grandes melodías de Glass para el instrumento. Enlaza después con el “Ave maris stella” de Dufay en el que el laúd y las cuerdas son protagonistas.


Llegamos a la parte final que comienza con “Dawn”, composición de Meredith Monk perteneciente a su “Book of Days” que aquí aparece en un arreglo para cuerdas y corneta. Es una pieza lenta y repetitiva (como podría ser el cuarteto de Glass que sonó anteriormente) y que encaja muy bien en este formato y un disco como este. Regresamos a Glass y a “Powaqqatsi” con su “Anthem, Part I”, una pieza cuyo ritmo es muy asimilable al de muchas danzas lentas medievales como la primera pieza de Dufay que aparecía en el disco y que se repite ahora para cerrar el disco de forma simétrica ya que tras el “Gloria ad modum tubae” volvemos a escuchar el “Train to Sao Paulo” de Glass que abría el trabajo.


Como “bonus track” se incluye, nada menos que la que probablemente sea la composición más conocida de Wim Mertens: “Close Cover” en una magnífica versión a cargo de todos los miembros de Lautten Compagney que trasladan un clásico contemporáneo a sonoridades medievales sin perder ni un ápice de su espíritu.




Estamos acostumbrados a escuchar interpretaciones de músicos antiguos, barrocos e incluso clásicos en adaptaciones modernas sin darnos cuenta de que ni por asomo sonaban así en su época. Basta con comparar cualquier versión más o menos normal de Vivaldi con las más historicistas de Fabio Biondi o Giuliano Carmignola para darnos cuenta de que lo que solemos oír tiene poco que ver con lo que los músicos pensaron en su época. Menos habituales son experimentos como el que tenemos aquí en los que son músicos contemporáneos los que pasan por el filtro del tiempo y son interpretados con instrumentos de otra época con resultados que van desde bonitas adaptaciones que mantienen el espíritu del original hasta transformaciones completas (y un poco tramposas, por qué negarlo) como la experimentada aquí por la música de Reich. Cada música tiene su tiempo y sus instrumentos pero lo que plantean aquí los miembros de Lautten Compagney es un juego realmente enriquecedor que nos hace fijarnos en otros aspectos de obras contemporáneas que, a veces, nos parecen muy frías y que lo son mucho menos desde otro punto de vista. En todo caso, nunca está de más abrirse a interpretaciones diferentes para refrescar nuestra mente.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Philip Glass - Annunciation (2019)



No es ningún secreto que Philip Glass, de origen judío, se convirtió al budismo a mediados de los años sesenta aunque su carácter siempre le ha hecho respetar todas las creencias e incluso componer música para textos religiosos de diferentes credos, lo que incluye desde textos hiduistas hasta salmos bíblicos. No sorprende, por tanto, que ante la petición de su amigo, el pianista norteamericano Paul Barnes, Glass accediese a componer una obra basada en la Anunciación según la tradición ortodoxa griega, confesión a la que está adscrito el propio Barnes.


Glass y Barnes se conocieron en un avión a mediados de los años noventa y enseguida conectaron siendo la religión y la espiritualidad el tema de muchas de sus primeras conversaciones. El pianista hizo arreglos para piano de diferentes composiciones de Glass, especialmente de las óperas “Orphee” y “Monsters of Grace” así como de tres piezas de la trilogía formada por “Einstein on the Beach”, “Akhnaten” y “Satyagraha” que quedaron rebautizadas para el repertorio como la “Trilogy Sonata”, una obra grabada por muchos pianistas (además de por el propio Barnes) a lo largo de los últimos años. Las colaboraciones entre ambos se han repetido en todo este tiempo culminando con la grabación del disco que comentamos hoy en el que escuchamos el quinteto para piano “Anunciation”, encargado por Barnes al compositor de Baltimore. Junto a él, completan la participación del pianista la versión para piano y violín de “Pendulum” (2010), originalmente escrita para trío. La segunda parte del disco tiene como protagonistas a los miembros de Brooklyn Rider, cuarteto de cuerda con el que Glass trabajaba en la época y que nos ofrecen la “premiere” del “Cuarteto de Cuerda número 8” y la de otro cuarteto que queda fuera de la serie numérica, titulado “Quartet Satz” en homenaje a Schubert. Cierra la obra una versión a capella del himno ortodoxo de la Anunciación a cargo de Paul Barnes quien, aparte de pianista, también es cantante. La formación del Brooklyn Rider en la grabación es la integrada por Johnny Gandelsman y Colin Jacobsen (violines), Nicholas Cords (viola) y Michael Nicolas (violonchelo).


“Piano Quintet -Annunciation-” - La obra se divide en dos partes. La primera de ellas comienza con el piano como protagonista quedando las cuerdas a su servicio en un inicio que es un claro ejemplo del Glass de siempre. Es más adelante cuando nos sorprende con un giro melódico de gran belleza en el que el piano nos acompaña en un viaje hacia el Glass neoclásico de los últimos años en perfecta comunión con el cuarteto. Es una de las obras del músico en las que más énfasis se hace en la melodía frente al sólido armazón repetitivo tan habitual en su música. El segundo movimiento, mucho más reflexivo, invierte el orden de los protagonistas cediendo toda la parte inicial al cuarteto, con un especial papel para el violonchelo que es quien dirige las operaciones, quedando el piano en un segundo plano durante casi todo el comienzo. Entra éste más tarde de forma pausada para ir ganando en intensidad hasta llegar a la sección central, cargada de dramatismo tras la que concluye la obra con una coda muy potente en la que el piano, de nuevo, lleva casi todo el peso.


“Pendulum” - Desde que vimos un vídeo en el que el propio Glass junto con el violinista Tim Fain interpretaban esta pieza en el Templo de Dendur, dentro del MET, estabamos deseando que se publicase alguna grabación de la misma en disco y ese momento llega por fin. Paul Barnes y Colin Jacobsen se encargan de ofrecernos una pieza que es puro Philip Glass. Nada sorprendente en comparación con el quinteto anterior que nos ofrecía una versión algo distinta del músico. Aquí lo que tenemos es un veloz diálogo entre los dos instrumentos que no nos deja ni un respiro durante los más de siete minutos de duración.


“String Quartet No.8” - El cuarteto tiene una buena historia. Nace como un encargo del Carnegie Hall y la ventaja que tuvo el músico en esta ocasión, fue que pudo trabajar con el propio cuarteto Brooklyn Rider en su casa antes del estreno lo que le permitió realizar algunos cambios y correcciones. El cuarteto se divide en tres movimientos, de los que nos quedamos con el segundo, un derroche de energía que te deja sin respiración.


“Quartet Satz” - Este es un cuarteto especial ya que no está numerado como correspondería dentro de la colección de cuartetos del músico. En realidad esto tiene que ver con su origen como un encargo del Kronos Quartet en homenaje a Robert Horwitz, el responsable del sello Nonesuch en la época en la que Glass grababa para ellos. En un principio, Glass aportó una pieza de piano pero los miembros del Kronos le pidieron adaptarlo al formato de cuarteto. El músico aceptó y decidió titularlo así en homenaje al “Quartettsatz” de Frantz Schubert. La obra, quizá por estar dedicada a Horwitz, tiene el sabor del Glass de los ochenta, recordando en algún momento a su banda sonora para “Mishima” o alguna de las “Metamorphosis”.


“Communion Hymn for the Annunciation” - Como comentamos antes, el disco termina con una versión vocal del himno ortodoxo de la Anunciación a cargo de Paul Barnes. El original es obra del cantante griego John Sakellarides y alcanzó cierta popularidad en la comunidad ortodoxa norteamericana a comienzos del S.XX.



Es muy difícil seguirle el ritmo a Philip Glass porque sigue componiendo y publicando a una velocidad que sería increíble para un músico más joven y que resulta alucinante para uno con los 85 años ya cumplidos. Lo interesante de este disco es que recoge obras recientes, siendo la más antigua de 2010, lo que nos permite comprobar que Glass sigue estando a un muy buen nivel, incluso dejándonos detalles melódicos de gran nivel con los que no se prodigaba tanto en sus mejores años. En todo caso, los amantes del Glass camerístico estamos de enhorabuena con discos como este, centrados en esta faceta del músico. No somos neutrales con Glass pero tenemos que recomendar este disco como uno de los más interesantes publicados en su sello en los últimos años.



domingo, 11 de septiembre de 2022

Third Coast Percussion - Perpetulum (2019)




Una de las cosas que distinguen a Philip Glass de otros compositores contemporáneos es el interés por preservar el control sobre su propio catálogo. En su maravillosa autobiografía “Palabras sin música” encontramos el origen de esa obsesión y es que su madre siempre le insistió en que, hiciera lo que hiciera, nunca cediese a nadie los derechos de su obra, consejo que el compositor norteamericano ha seguido a rajatabla. Como parte de esa estrategia, Glass ha creado o participado en la creación de varios sellos discográficos en los que ir publicando su obra casi desde el comienzo de su carrera. Chatham Square Productions fue uno de los primeros intentos y Point Music, con el apoyo de Philips Classics, quizá el más ambicioso. En ambos casos, Glass tuvo la visión suficiente para ceder espacio a otros compositores, jóvenes en su mayoría, para darse a conocer y mostrar al mundo sus obras. Ya en época más reciente, el músico volvió a probar con el sello Orange Mountain Music en el que parece haber sido el intento definitivo con más de un centenar de referencias que cubren la gran mayoría de su obra con la excepción de algunas bandas sonoras cuyos derechos, probablemente, tuvo que ceder o, al menos, compartir. Al igual que en las experiencias anteriores, en Orange Mountain Music ha habido espacio para muchos compositores e intérpretes que, si bien no son desconocidos, no han gozado de la distribución y visibilidad que el sello de Glass les ha dado.


Para ser justos, no podemos decir que Third Coast Percussion fuera una formación necesitada de la promoción de Glass ya que para cuando grabaron en su sello ya habían ganado un Grammy con un disco dedicado a Steve Reich pero no dejan de ser un grupo de músicos que encajan perfectamente en el espíritu de lo que estamos comentando. Hay, además, una serie de curiosas relaciones cruzadas que rodean a este disco y que recalcan los miembros de Third Coast Percussion. Señalan que el nacimiento de Glass llega en el momento en que se estaban componiendo e interpretando los primeros conciertos para grupos de percusión en occidente, particularmente la serie de tres “Constructions” escrita por John Cage para este tipo de instrumentos y, en especial la tercera: “Third Construction”, compuesta durante una gira por la costa oeste norteamericana. A la vez, el nacimiento de los miembros del grupo se produce en plena era de Philip Glass y todos ellos han crecido escuchando su música y la de artistas influidos por él. Por otro lado, Glass en sus inicios tocaba la flauta pero también formó parte de un grupo de percusión pese a lo cual, no existía en su repertorio ninguna obra escrita para este tipo de instrumentos (sí hay adaptaciones como “Aguas de Amazonia”, que parte de material previo compuesto para otra formación). Por ello parecía apropiado que la primera pieza de estas características fuera un encargo de Third Coast Percussion y que su estreno fuera precisamente en Orange Mountain Music. Completando la enrevesada trama, en el disco aparecería también un estreno de uno de los colegas de Glass en sus inicios y también participante en su primer sello musical, el citado Chatham Square Productions. Hablamos del británico Gavin Bryars.


El disco (un CD doble) se completa con obras propias de algunos de los integrantes de Third Coast Percussion que, por si no lo habíamos mencionado anteriormente, además de intérpretes son también compositores. La formación del cuarteto que participa en la grabación está integrada por David Skidmore, Robert Dillon (ambos miembros fundadores en 2004), Peter Martin y Sean Connors, la última incorporación y el único de ellos que no aporta ninguna pieza propia al trabajo.


“Aliens with Extraordinary Abilities” - El primer disco del trabajo lo ocupa esta excelente composición de David Skidmore. Una maravilla que atrapa desde los primeros compases de “Torched and Wrecked”, el frenético movimiento inicial que nos recuerda, en un registro instrumental muy diferente, a los mejores experimentos electrónicos de Morton Subotnick. No hay ningún momento de descanso en esta pieza vibrante y llena de energía. Continúa con “Agreed” en donde el protagonismo pasa de marimbas y vibráfonos a la batería que despliega un ritmo agresivo sobre el que se van dibujando lentas melodías en contraste con este. “Take Anything You Want” es la parte más “glassiana” de la obra, con un desarrollo lento en el que la melodía se va desplegando sobre los clásicos arpegios del compositor de Baltimore con un enfoque casi ambiental y muy hipnótico. La cosa se pone solemne con el comienzo de “Donner” en donde volvemos a escuchar la batería en plan autoritario haciéndose acompañar por unos metalófonos que incorporan un toque jazzístico muy curioso. Seguimos con “Don't Eat Your Young”, una preciosidad de corte ambiental más próxima al lenguaje de Yann Tiersen que a la fuerza casi caótica del corte anterior. El siguiente corte, de título kilométrico, es “Things May Be Changing (But Probably Not)” y nos devuelve al lugar al que nos llevó el que abría el trabajo. Melodías vertiginosas, líneas que se entrelazan, caminan paralelas un rato y se separan de nuevo poco después... una maravilla para ser escuchada una y otra vez. Cierra la obra “Triptan”, lenta y reposada reflexión llena de profundidad que nos demuestra que Skidmore es un compositor a tener muy en cuenta. Más allá de su faceta como intérprete. Su “Aliens with Extraordinary Abilities” es una de las obras más interesantes que hemos escuchado por parte de un compositor desconocido para nosotros en los últimos años.




“Bend” - El segundo disco contiene cuatro obras más, dos cortas, como esta de Peter Martin y dos estrenos de mayor duración a cargo de autores consagrados. Aquí escuchamos instrumentos menos habituales acompañando a las marimbas que se encargan del tema principal. Es una pieza con influencia africana y una alegría pegadiza en su primera mitad que se transforma en experimentación en la segunda, con un toque atmosférico muy sutil, cercano a algunas corrientes de la música electrónica.





“Perpetulum” - Llegamos a la composición encargada por el grupo a Philip Glass y, probablemente, la que dio lugar a la grabación del disco. “Perpetulum” consta de tres movimientos y una “cadenza”. El primero de ellos recuerda un poco a “1+1”, una composición del primer Glass que estaba interpretada al 100% por el músico golpeando con los nudillos sobre una mesa. Evidentemente aquí no se trata de eso pero los patrones rítmicos que van apareciendo nos recuerdan un poco a aquellos. Pasada la introducción aparece ya una típica melodía de Glass que creemos haber escuchado antes, quizá en uno de sus últimos cuartetos de cuerda. Tras un final solemne a golpe de platillos, llegamos al segundo movimiento en el que nos sumergimos en lo que parece una versión más cinematográfica del compositor, con algo que nos hace pensar en bandas sonoras como la de “The Secret Agent” pese a que el uso de la batería nos traslade insistentemente a la de “Mishima”. El final no nos termina de gustar, con una percusión martilleante que no termina de ir a ningún sitio. Es el momento de la “Cadenza” mencionada anteriormente en la que se diría que Skidmore tiene mucho peso ya que recuerda mucho a algunos de los movimientos de su obra comentada anteriormente. El uso de las campanas nos recuerda forzosamente a su presencia en “Akhnaten”, siquiera de forma testimonial. La última parte de la obra es muy reconocible y para el seguidor “glassiano” la más reconfortante de la misma. Un buen final para una obra que no termina de parecernos redonda del todo.


“Ordering-Instincts” - La siguiente composición es obra de Robert Dillon y es muy diferente a todas las anteriores ya que el ritmo es el protagonista casi exclusivo. Y lo es de una forma muy delicada: en lugar de timbales, tambores y platillos, escuchamos pequeñas cajas, raspadores, claves, etc. Solo en la parte final se eleva el tono con el uso de instrumentos más enérgicos pero sin romper la línea general de la obra. Una sorpresa muy positiva.




“The Other Side of the River” - Cerrando el trabajo encontramos otro encargo, esta vez al compositor británico Gavin Bryars. Es este un músico que siempre nos ha fascinado. Posee un estilo propio inconfundible que hace que su música fluya de una forma única. Parece estar siempre en movimiento pero a la vez en reposo, como las aguas de un estanque y en esta composición hay mucho de eso. Momentos de aparente estatismo que no son tales, que se suceden mientras van apareciendo melodías que poco antes no estaban ahí.


Aunque no son un grupo excesivamente veterano, la discografía de Third Coast Percussion es ya bastante extensa e interesante. Con algunas excepciones, como sus discos dedicados a Steve Reich o a John Cage, la mayoría de sus grabaciones siguen un esquema parecido al de este "Perpetulum", es decir, piezas propias combinadas con otras de artistas consagrados, en muchos casos encargadas para este fin. Lo más sorprendente de este caso es que lo más destacado (siempre en nuestra opinión) no es ninguno de los encargos sino las piezas propias de los miembros del cuarteto, en especial la monumental “Aliens with Extraordinary Abilities” que hace que pongamos un ojo en su autor a partir de hoy.

viernes, 22 de abril de 2022

Steve Reich - Four Organs / Phase Patterns (1970)




Los comienzos de los artistas, y más los de aquellos que están destinados a abrir nuevos caminos en su disciplina, siempre son provocadores y polémicos. La juventud va muchas veces aparejada a esa rebeldía ante lo anterior y a unas ganas de “molestar” que, lejos de ser un problema, suelen ser un importante motor para la creatividad. Hoy nos trasladamos a 1970. Steve Reich ya tenía un nombre dentro de las vanguardias neoyorquinas y había publicado algunas composiciones que hoy en día son consideradas como hitos dentro de la música minimalista como “Come Out”, “Pendulum” o “It's Gonna Rain”. En los tres casos, como también ocurría en sus primeras exploraciones del concepto de “fase”, estábamos ante piezas en las que el concurso de la tecnología, en forma de grabaciones magnetofónicas, era imprescindible. En todo caso, Reich estaba aún muy lejos de ser un músico conocido por el gran público y sus primeros conciertos importantes no tendrían lugar en teatros o salas al uso sino en museos, lo que no deja de ser un síntoma del ambiente, un tanto “snob” en el que se desarrollaban las vanguardias culturales en la Nueva York de finales de los años sesenta.


Precisamente de dos de esos conciertos proceden las dos grabaciones que integran el disco que comentamos hoy, un disco que ni siquiera fue publicado por un sello norteamericano sino por el francés Shandar y es que, curiosamente, la repercusión en Francia de los primeros minimalistas fue mayor que en su país natal. Recordemos que Terry Riley ofrecía conciertos y grababa con frecuencia en París o que el estreno de la seminal ópera de Philip Glass, “Einstein on the Beach”, tuvo lugar en el festival de Avignon. En aquellos años iniciales del movimiento no era extraño que los distintos músicos participasen en las grabaciones de sus compañeros de generación e incluso que hubiera intérpretes que formaran parte a la vez de las bandas de apoyo de más de uno de estos compositores. Algo así ocurre en los registros incluidos en el disco que comentamos. La primera pieza está grabada en el museo Guggenheim de Nueva York y la interpretan, Jon Gibson a las maracas y Steve Chambers, Art Murphy, Philip Glass y el propio Steve Reich, todos ellos ejecutando sendos órganos Farfisa. En la segunda, grabada unos meses después en el museo de la Universidad de Berkeley repiten todos ellos salvo Glass, ocupando Jon Gibson su plaza al teclado.





“Four Organs” - La primera de las composiciones tiene un esquema sencillo. Gibson ejecuta un ritmo muy básico con las maracas y mientras tanto, los cuatro organistas ejecutan un acorde al unísono. Con cada repetición, los organistas van “deconstruyendo” el acorde tocando partes del mismo y, a la vez, alargándolo en el tiempo hasta crear una sensación que el propio Reich definió como “música a cámara lenta”. El resultado es una obra agresiva que generó mucha polémica en su día con algún sonoro altercado entre el público en sus primeras interpretaciones. Pese a ello, es una pieza que se ha tocado en directo con cierta regularidad y que también conoce varias grabaciones discográficas a cargo de diferentes ejecutantes.




“Phase Patterns” - No ocurre lo mismo con la segunda pieza del programa que, en cierto modo, es una olvidada dentro de la obra de Reich lo que es extraño porque es de las primeras composiciones que explora el concepto de “fase”. En sus comienzos en la música, Steve Reich se vio muy atraído por la percusión. De hecho, y aunque hoy nos suene raro, empezó como batería de jazz. De ahí, quizá, el atrevido planteamiento percusivo de esta pieza en la los teclados son “martilleados” por los intérpretes de una forma más rítmica que melódica. En “Phase Patterns” los intérpretes se dividen en dos parejas. La primera comienza a interpretar al unísono un patrón muy sencillo pero conforme se va repitiendo, uno de los dos intérpretes va “separando” su ejecución de la del otro tocando a una velocidad ligeramente distinta de modo que poco a poco, ambas lineas divergen para encontrarse de nuevo muchas repeticiones después. Los dos músicos restantes se incorporan más tarde “doblando” a los anteriores por lo que la maraña de sonidos resultante, llena de patrones nuevos, es realmente fascinante.





Reich es considerado por muchos críticos como el compositor más importante de las últimas décadas, por encima de compañeros de generación como Glass o Terry Riley. Tiene una ventaja frente a ellos y es que, en comparación, su obra es mucho más corta y está grabada prácticamente en su totalidad por lo que es mucho más sencillo hacerse con ella. Por esa misma razón, merece la pena acercarse también a sus obras más de escucha más dura como podría ser el caso de las dos que incluye el disco que comentamos hoy. Afortunadamente, y pese a su escasa difusión en su día, el disco ha sido reeditado en CD en varias ocasiones y incluso en vinilo recientemente así que la dificultad para encontrarlo no sirve de excusa esta vez.


miércoles, 30 de marzo de 2022

The Philip Glass Ensemble: A Retrospective (2010)



Una característica particular de muchos compositores minimalistas, que les acerca al mundo del rock o del jazz mucho más que a los músicos de otras corrientes contemporáneas es la creación de una banda más o menos estable con la que desarrollar un repertorio y ofrecer conciertos. Quizá sea la peculiaridad de sus propuestas, que hace difícil a otros intérpretes que no tengan una dedicación casi exclusiva a este tipo de músicas, la que creó la necesidad de formar un grupo a la manera de otros estilos más populares pero lo cierto es que nombres como Steve Reich, Michael Nyman, Wim Mertens o Philip Glass han dispuesto a lo largo de sus carreras de una banda muy reconocible para interpretar su música.


La Philip Glass Ensemble (¿o deberíamos decir él?) ha acompañado al músico casi desde el inicio de su trayectoria artística y ha sido fundamental para desarrollar muchas de sus obras, especialmente en su primera etapa más minimalista. Además, esa compenetración desarrollada con los años les permitió afrontar con éxito trabajos de precisión como ocurría con las giras en las que la música, ejecutada en directo, tenía que ir perfectamente sincronizada son las imágenes de películas como “Koyaanisqatsi”, “Powaqqatsi” o, en el caso más extremo, porque incluía a los cantantes que debían coincidir con los movimientos de la boca de los actores en pantalla, en las representaciones de “La Belle et la Bete” con el fondo de la película de Cocteau.


Durante una larga etapa tras el cambio de siglo, las actuaciones de la Philip Glass Ensemble se centraron en ese tipo de repertorio con soporte visual y por eso, como bien dice Michael Riesman en las notas del disco que comentamos hoy, la posibilidad de dar un concierto como el de Monterrey, sin la exigencia de adaptarse a las imágenes que se proyectaban a la vez era algo refrescante, una vuelta a los orígenes que resultó en una actuación memorable. En sus primeros años de vida, la Philip Glass Ensemble contó con un repertorio específico creado para su configuración instrumental que, básicamente, estaba conformada por teclados eléctricos, instrumentos de viento (preferentemente metales) y voces. Como para el concierto mexicano se incluyeron piezas escritas para orquesta, el propio Michael Riesman tuvo que adaptarlas al formato de la Ensemble, dando como resultado unas versiones nuevas y a la vez, sorprendentemente fieles. En el concierto, la formación estaba integrada por Lisa Bielawa (voces), Jon Gibson (saxo soprano y flauta), Richard Peck (saxos alto y tenor), Mick Rossi (teclados), Andrew Sterman (flautas y saxo soprano) además del propio Riesman y Philip Glass, ambos a los teclados.


La primera sección del concierto hizo un recorrido por la etapa minimalista del compositor comenzando por su “Dance 9” para seguir con los dos primeros segmentos de “Music in Twelve Parts” y culminar con “The Building”, de “Einstein on the Beach” en la que destaca especialmente la interpretación de Richard Peck al saxo tenor. A partir de ahí comienza un recorrido por los clásicos de los ochenta como la excepcional “Façades” del disco “Glassworks”, “The Grid”, de la banda sonora de “Koyaanisqatsi”, el segundo acto de “The Photographer” y “Mosque/Temple” del “score” de “Powaqqatsi”. La parte final se adentra en los terrenos más clasicistas con el tercer movimiento de la “Low Symphony”, que estrenó en su día el ciclo sinfónico de Glass que, a día de hoy, ha llegado ya a la decimocuarta entrega. Tras él llega “Funeral” de la ópera “Akhnaten” para cerrar, ya de vuelta a “Einstein on the Beach” y su “Spaceship”.


Si nuestra memoria no nos falla, la primera vez que asistimos a un concierto de la Philip Glass Ensemble fue poco antes del concierto que se recoge en esta retrospectiva y con un repertorio similar (en aquella ocasión sonaron también partes de su entonces inédita ópera “Monsters of Grace”). Aquella fue una experiencia memorable que nos demostró, además, que las partes más áridas del repertorio del músico norteamericano no lo eran tanto y que, tomadas en píldoras breves como aquí ocurre, un público generalista puede disfrutarlas tanto como el resto del repertorio “glassiano”. Es por ello que creemos que este “The Philip Glass Ensemble: A Retrospective”, cuyo título habíamos olvidado mencionar antes, es una puerta de entrada muy completa hacia la obra de Glass que facilita una imagen muy fiel de buena parte de su obra. Aunque el doble CD apareció en 2010, es importante señalar que el concierto tuvo lugar varios años antes, en 2004 y que antes de aparecer en formato físico estuvo disponible bajo otro título y solo en versión digital para descarga en iTunes.



miércoles, 12 de enero de 2022

I / Still / Play (2020)



Normalmente, los directivos de las grandes discográficas son los malos de la película. Las personas encargadas de hacer dinero y de conseguir que los artistas hagan los discos que más vendan y no siempre los que ellos desearían hacer. ¿Cuántas veces hemos leído a músicos culpando de un mal disco a las presiones de la discográficas? Ese es un tópico que se ha repetido de una u otra forma  prácticamente desde que existe la música grabada.


Sin embargo no siempre es así y existen jefes que son muy apreciados por sus artistas hasta el punto que deciden grabar discos dedicados a ellos. Es el caso de Bob Hurwitz y del disco que comentamos hoy. Hurwitz, pianista de formación, llegó a Nonesuch en 1984 tras un breve periodo en la división norteamericana de ECM y fue presidente de la compañía hasta 2017. En ese tiempo amplió los tipos de música que iban a tener cabida en el sello “fichando” a varios artistas contemporáneos de distintos géneros para acabar convirtiendo un sello de orientación clásica en otro puntero en músicas vanguardistas incorporando también a músicos de jazz, electrónicos, de rock, etc. sin perder la esencia de la marca.


Cuando Hurwitz comunicó a sus allegados que iba a dejar el puesto de presidente, uno de sus mejores amigos, el compositor John Adams, pensó en rendirle homenaje mediante un disco en el que algunos de los artistas que Hurwitz contrató en su día aportarían una composición creada específicamente para el disco. Como Hurwitz era pianista, se decidió que serían piezas para este instrumento. Como anécdota, en el libreto del disco comenta Randy Newman que decidió firmar con él porque era el único directivo de una compañía discográfica que tenía un piano en su despacho ¡y que sabía tocarlo! La lista de participantes en el trabajo es impresionante y entre las piezas que componen el mismo se incluye alguna pieza que, por desgracia, fue una de las últimas composiciones de su autor. El intérprete de casi todas ellas es Timo Andres con algunas excepciones que comentaremos en su momento.

Imagen de Robert Hurwitz


“Move” - Abre el disco una composición de Nico Muhly, uno de los más interesantes músicos actuales, bien conocido ya por los lectores del blog. Su aportación es una pieza dinámica y juguetona en el inicio a base de pequeñas secuencias de notas separadas por un pulso continuo. Repetitiva en tanto que deudora del minimalismo pero con mucha personalidad.




“Wise Words” - Cuenta Timo Andres, autor de la pieza, que en una de sus visitas al despacho de Hurwitz, se dio cuenta de que éste tenía la partitura de la “Sonata para piano, Op.90” de Beethoven en el piano. Recordando ese momento, Andres decidió tomar esa obra como punto de partida para su composición de homenaje. Su composición, sin embargo, tiene poco de clásica y suena absolutamente actual con algún toque de jazz al estilo de Brad Mehldau por poner un ejemplo conocido.




“Rimsky or La Monte Young” - Louis Andriessen relaciona a dos músicos tan diferentes como Rimsky Korsakov y La Monte Young en esta breve pieza de piano que, a la postre, fue una de las últimas que firmó antes de morir a mediados del año pasado. El inicio recuerda, efectivamente, a “The Well Tuned Piano”, la colosal obra de Young para enlazar en la segunda parte con un ostinato en el que encontramos reminiscencias del autor de “El vuelo del moscardón”.


“I Still Play” - La aportación de John Adams a la colección sirve también para darle título al propio disco. Es una pieza interpretada por Jeremy Denk y está muy alejada del minimalismo habitual de Adams que opta por un sorprendente tono entre romántico e impresionista. A partir de la introducción escuchamos diferentes variaciones en estilos muy distintos que completan una composición con mucha profundidad.


“Evening Song No.2” - La primera “Evening Song” de Philip Glass formaba parte de la ópera “Satyagraha”, estrenada a principios de los ochenta. En cualquier caso no encontramos ninguna similitud entre ambas ya que esta segunda “canción” parece más cercana al ciclo de las “Metamorphosis” del compositor norteamericano que a la citada ópera. Como ocurre a veces con Glass, esta miniatura terminó evolucionando en otras composiciones como su “Quartet Satz”.




“Song for Bob” - Una de las mayores curiosidades del disco es esta pieza de Laurie Anderson, artista que no se prodiga demasiado con el piano. La artista opta por una construcción peculiar, con breves motivos melódicos separados por silencios. A cada repetición, la melodía cambia ligeramente, a veces alargándose, a veces insertando más notas entre las que había en la repetición anterior... en suma, una interesante composición, máxime viniendo de quien viene.


“L.A. Pastorale” - Brad Mehldau interpreta su propia composición y opta por un tono tranquilo con un esquema de tema y variaciones en evolución continua. No sorprende, dado el inmenso talento de su autor, pero estamos ante una de las dos o tres mejores piezas de la colección, en nuestra opinión.




“For Bob” - La aportación de Steve Reich al CD es realmente atractiva por cuanto tampoco el compositor es muy dado a escribir piezas para piano solo sin acompañamientos electrónicos o grabaciones que vayan interactuando con el propio intérprete. Pese a ello su estilo es reconocible de inmediato e incluso nos parece escuchar alguna cita de otras obras recientes del músico.


“42 Years” - Mehldau vuelve a ponerse frente a las teclas para interpretar esta pieza de su gran amigo Pat Metheny que nos regala el tema más melódico del disco, con ese toque de melancolía que tan bien le queda a determinadas obras del guitarrista. Una preciosidad llena de sensibilidad y delicadeza para ser escuchada una y otra vez.


“Her Wits (About Him)” - El único artista del disco del que no teníamos referencias previas es el compositor irlandés Donnacha Dennehy, una de las últimas incorporaciones de Hurwitz al sello. Éste opta por un intrigante comienzo en el que juguetea de forma obsesiva con las notas más agudas del piano para ir evolucionando hacia un tono más oscuro.


“Recessional” - Cierra el trabajo Randy Newman interpretando una pieza propia de estilo claramente cómico disfrazado de marcha solemne. Una miniatura agradable que pone el punto y final al disco dejándonos con una sonrisa en la boca.



Por lo general no somos muy amigos de este tipo de discos-homenaje que, en la mayor parte de los casos, tienen mucho de operación comercial y, además, los artistas suelen aportar alguna pieza de relleno a la que no han encontrado acomodo en alguno de sus trabajos “normales”. No parece ser el caso de este “I/Still/Play” dada la relación de amistad de todos los participantes con el homenajeado. El hecho de que todas las piezas sean inéditas y escritas para la ocasión aporta un valor extra al CD que, de esta forma, se hace casi imprescindible para el seguidor de cualquiera de los artistas participantes. Cuando, como es nuestro caso, somos admiradores de la práctica totalidad de ellos, recomendar este disco es casi una obligación. Nos despedimos con Timo Andres tocando en vivo la pieza que da título al disco: