La grabación que os proponemos hoy consta de dos composiciones recientes de John Adams, autor ya familiar para los lectores del blog: su “Son of Chamber Symphony” de 2007 y su “String Quartet” de 2008.
Años atrás, en 1992, Adams escribió su primera sinfonía de cámara recuperando esa denominación que Arnold Schoenberg utilizó hasta en dos ocasiones. El término ya encierra una cierta contradicción pero en palabras de Adams, refiriendose a las dos sinfonías de este tipo de Schoenberg, una sinfonía de cámara es una obra de escala sinfónica pero interpretada por un grupo de solistas virtuosos. Esto supone un gran desafío, tanto para los intérpretes como para el oyente por el riesgo de que un solista pueda eclipsar a otro en un momento determinado pero cuando se alcanza el equilibrio adecuado nos encontramos ante una pieza que combina la intimidad de un concierto de cámara con la fuerza y la energía de una gran orquesta. Adams no tuvo ningún reparo en bautizar su segunda sinfonía de cámara con el título de “hija de la sinfonía de cámara” en referencia a la primera.
La formación instrumental escogida por Adams para la ocasión incluye una escueta sección de cuerdas (el clásico cuarteto con dos violines, viola y cello al que añade un contrabajo), un piano, una celesta, dos percusionistas y una sección de metales y maderas que incluye flauta, piccolo, oboe, clarinete, clarinete bajo, fagot, corno, trompeta y trombón. Todos los intérpretes pertenecen al International Contemporary Ensemble.
La sinfonía se compone de tres movimientos, como suele ser habitual en Adams, y como también se le ha criticado en alguna ocasión, con su clásica estructura rápido-lento-rápido. Toda la obra tiene un punto de auto-indulgencia por cuanto reune una gran cantidad de referencias a obras anteriores del propio compositor, especialmente en el primer movimiento, que puede ser visto como una continuación de la primera sinfonía de cámara, y en el tercero con referencias a “Nixon in China” y a “Harmonielehre”. Comienza el primero de los movimientos de un modo que Adams parece adorar: con un marcado ritmo inicial al que se van sumando elementos y nuevas capas de sonido. El resultado es un todo de aires jazzisticos que continúa la senda allá donde Stravinsky la dejó décadas atrás. El segundo movimiento es mucho más convencional. De aires más pausados, el desarrollo ha recordado a algunos críticos el de alguna obra de Janacek y a otros, quizá más atinados, a la música de Charles Ives. Sin discrepar del todo de esas opiniones, nosotros creemos que se parece a buena parte de la música de los primeros años del propio Adams, cuando la etiqueta de minimalista aún se le podía aplicar sin resultar forzada. Sin espacio para la sorpresa, el tercer movimiento de la obra vuelve a los tiempos acelerados, casi frenéticos, para despedir una obra de lo más interesante de su autor en los últimos tiempos.
Primer movimiento de la sinfonía en una versión en directo, diferente a la del disco:
La idea de escribir el cuarteto llamado, sencillamente “Cuarteto de cuerda” surgió cuando Adams escuchó una interpretación de su “John’s Book of Alleged Dances” (única obra compuesta por el músico para cuarteto de cuerda hasta aquel momento) a cargo del St.Lawrence String Quartet. Tanto le impresionó el desempeño de los intérpretes que decidió escribir otro cuarteto dedicado a ellos. No es cuestión baladí el hecho de que Adams denomine a la pieza “String Quartet” ya que practicamente nunca antes había recurrido a las denominaciones “clásicas” para su música con la única excepción de su “Concierto para Violín”. Este hecho es intencionado y tiene que ver con el hecho de que, en palabras del autor, todos los compositores de todas las épocas, de Haydn a Ligeti pasando por Beethoven, Schubert o Bartok, han hecho del cuarteto de cuerda un modo de expresión absolutamente personal en que se recoge la esencia de sus estilos particulares. Esa misma intención subyace en este cuarteto del compositor Norteamericano.
El compositor John Adams, junto a los miembros del St.Lawrence String Quartet |
La estructura del cuarteto es bastante particular. Aparentemente consta de dos movimientos, el primero, más largo, y un segundo más breve pero, realmente, el primero de ellos es una pequeña obra en cuatro movimientos con lo que la cosa se complica. Toda la estructura de la pieza nos remite a otra obra de Adams, “City Noir” pero no existe mucha más relación entre ambas composiciones. Si damos por buena la voluntad declarada de Adams de reunir en este cuarteto todas las características que configuran su estilo personal, tenemos que convenir que alcanza su objetivo por cuanto todo lo que suena tiene el sello inconfundible de su autor, dicho lo cual, no estamos seguros de que la obra sea totalmente redonda en lo musical. Si bien es cierto que hay fragmentos de una gran brillantez, no lo es menos el hecho de que existe un punto de caos, de descoordinación que nos impide apreciar la pieza como un todo, quedandonos, por contra, la impresión no ser sino una serie de fragmentos independientes unidos sin un nexo común. Con todo, la pieza gana con las sucesivas escuchas por lo que no está de más recomendar que se le conceda más de una oportunidad. Quizá finalmente nos sorpendamos de haber escrito lo anterior.
Segundo movimiento del cuarteto:
El disco fue publicado hace apenas unos meses en el sello Nonesuch, uno de los más notables de los últimos años por su acercamiento a compositores e intérpretes contemporaneos y en cuyo catálogo encontramos a buena parte de la élite de la música de las últimas décadas. Dejamos un par de enlaces para que los interesados podais haceros con el disco: