Las primeras
muestras de lo que se dio en llamar “world music” solían ser, o bien trabajos
de artistas occidentales que tomaban elementos procedentes de otras culturas
para incorporarlos a sus propias creaciones o bien obras de músicos procedentes
de ese “tercer mundo” musical (en un sentido nada peyorativo) que eran
“apadrinados” por una figura del “primer mundo” y dados a conocer así a escala
global.
Con el paso del
tiempo, esa tendencia se disuelve. La emigración, especialmente en determinados
países, hace que generaciones de descendientes de esos expatriados accedan a la
música como miembros del “primer mundo” pero con el peso de la tradición
familiar sobre sus espaldas, enriqueciendo notablemente la paleta de sonidos y
formas de trabajar a su disposición. Ese sería el caso de Talvin Singh, músico
londinense cuya familia procedía de la región del Punjab, compartida por
Pakistán y la India. Como cualquier joven, Talvin escuchaba música electrónica,
rock, etc. pero también se interesaba en sus raíces y adquiría con cierta
regularidad discos de música hindú y bhangra. Este interés le llevó a viajar a
la India a aprender a tocar la tabla, instrumento en el que adquirió gran
maestría lo que, a su regreso a Londres, le permitió integrarse en todo tipo de
grupos, moviéndose con soltura en la cultura de los clubes, la música de baile
y la fusión con otros estilos. Tanto fue así, que Bjork recurrió a él para
hacer los arreglos de su primer disco, momento a partir del cual, Talvin llegó
a la “primera división” de la música colaborando en la segunda mitad de los
años noventa con figuras de la talla de Sun Ra o Future Sound of London o
girando como telonero de Massive Attack. Eran tiempos en los que Talvin
regentaba uno de los clubes más populares de la capital británica lo que
granjeó la posibilidad de establecer contactos de todo tipo.
Dada esta línea
argumental, a nadie debía extrañar que Talvin decidiera grabar su propia
música, algo que sucedería en 1998 cuando apareció “OK”, su disco de debut, en
el que participaba un importante elenco de artistas de renombre en la escena
musical hindú-londinense pero también figuras de la talla de Bill Laswell o
Ryuichi Sakamoto. Los créditos completos del disco incluyen a las voces de Cleveland
Watkiss, Shankan Mahadevan, Bhairvi, Ajay Naidu, Nenes y Suchitra Pillai. Ustad
Sultan Khan (sarangi), Madhukar T Dhumai (shenai), la Madras Philharmonic
Orchestra, Chandrashekar (violín eléctrico), Chintoo Singh (rabab), Byron
Wallace (trompeta), Devi (veena), Jon Klein (guitarra), Aziz Abrahim
(guitarra), Dhiren Raichura (guitarra MIDI), Bill Laswell (bajo), Guy Sigsworth
(teclados), Heat China (sanshin), Rakesh Churasia (flautas), Naveen (flautas) y
Ryuichi Sakamoto (flauta MIDI). Talvin Singh toca tabla, batería, teclados,
piano, percusiones y gong además de hacer las programaciones electrónicas y
cantar.
Talvin Singh en directo en el festival de Montreux |
“Traveller” – Una
serie de sonidos electrónicos, “pads” atmosféricos y demás parafernalia, algo
trillada ya en aquel entonces, todo sea dicho, nos da la bienvenida al disco
mientras suenan notas sueltas de piano y comenzamos a intuir lo que pronto será
un torbellino de ritmos de baile que configuran la base del corte más largo de
todo el trabajo. Escuchamos en él una especie de compendio de todo lo que
vendrá después: fragmentos muy reposados de música tradicional con flautas,
instrumentos de la familia del sitar e incluso una orquesta tradicional
combinados con la energía de los sintetizadores y las cajas de ritmo en clave
de “trip hop”.
“Butterfly” –
Tras la introducción entramos en materia con un vertiginoso ritmo electrónico
sobre el que suenan las flautas creando un ambiente fantástico que se completa
poco después con un espectacular solo de veena acompañado de la tabla del
propio Singh. Un tema fantástico que justifica que cualquier oyente dirija su
atención hacia este trabajo.
“Sutrix” – La voz de Suchita Pillai protagoniza la siguiente pieza que, por lo demás, continúa con la pirotecnia rítmica del corte anterior aunque reduciendo la aparición de instrumentos tradicionales a la tabla de Talvin, intensa como siempre. Esa ausencia la cubre con creces el elemento electrónico, del que el músico londinense extrae los sonidos justos para cada momento.
“Mombasstic” – Tras
una serie de sonidos ambientales escuchamos un ritmo de origen celta que arropa
al cálido sonido de la trompeta de Byron Wallace. Estamos ante uno de los temas
más interesantes del trabajo y la aportación del bajista Bill Laswell no es
menor a la hora de construir una atmósfera especial, muy cercana a la de muchos
de sus trabajos con Brian Eno.
“Decca” – Un
breve recitado acompañado de sonidos electrónicos ocupa la primera parte del
corte más breve del disco que se desliza
después por una pendiente de “trip hop” desatado. Sin tiempo para desarrollarse
como quizá debería, el tema finaliza de modo abrupto.
“Eclipse” – Una
larga lista de vocalistas, mencionados arriba se junta en esta pieza de raíz
tradicional que queda difuminada ante la exuberante demostración tecnológica a
cargo de Singh, que no se olvida de la tabla a la hora de crear ritmos de gran
complejidad que no nos permiten despegar la atención ni un segundo del
desarrollo del tema.
“OK” – El tema
que da título al disco es también el que se parecería más a un posible single.
La aportación de las voces femeninas es realmente interesante y su estructura
se asemeja mucho a la de una canción “radiable”. Ryuchi Sakamoto hace aquí su
única aparición en el trabajo aunque no destaca especialmente. Los amantes de
los ritmos electrónicos con un toque étnico encontrarán en “OK” una composición
más que notable.
“Light” – Algo menos interesante, por la sensación de ser algo que hemos escuchado muchas veces antes es este corte en el que las flautas de Rakesh Churasia comparten espacio con la electrónica y la tabla de Talvin. Una pieza flojita digna de recopilatorios de escasa altura y terracitas de verano en Ibiza.
“Disser /
Point.Mento.B” – Vuelta a los terrenos del “ambient” en una pieza que se diría
creada para el lucimiento del violinista Chandrasekar pero que en ningún
momento requiere demasiadas cualidades como virtuoso del mismo por lo que acaba
pasando desapercibida.
“Soni” – Como
ocurría con “OK”, la aparición del coro femenino aporta un color distinto al
tema que, a pesar de moverse por terrenos completamente diferentes de los que
pisaba aquel, resulta igualmente atractivo. Lo que escuchamos aquí es una
especie de balada tradicional, muy envolvente, casi hipnótica, a la altura de
lo mejor de todo el disco.
“Vikram the
Vampire” – El cierre del trabajo lo pone el único tema del mismo en el que
Talvin Singh se encarga de la totalidad de los instrumentos y voces. Lo cierto
es que a lo largo de toda la pieza escuchamos una sucesión de efectos electrónicos
que no terminan de dirigirse a ninguna parte. Quedaría bien como parte de algo
un poco más complejo pero nos deja con la sensación de que podría haberse hecho
algo más con esa base.
Con su disco de
debut, Talvin Singh obtuvo un importante reconocimiento entre la crítica así
como algún prestigioso premio. Llama la atención, por tanto, que su carrera
musical no haya tenido la continuidad que habría cabido esperar. Unos años
después de “OK” llegá “Ha” y, desde entonces, sólo un disco en más de diez años.
En este tiempo, sin embargo, el músico se ha dedicado a muchas otras
actividades artísticas, entre ellas, instalaciones para alguna importante galería
londinense o música para obras teatrales. Los amantes de los ritmos electrónicos
y de la fusión de éstos con otras músicas, no encontrarán muchos discos más
interesantes que “OK” en los últimos años. Se puede adquirir en los siguientes
enlaces:
amazon.es
play.com
Nos despedimos con una curiosa versión de "Big Time Sensuality" de Bjork con Talvin Singh a la tabla.
amazon.es
play.com
Nos despedimos con una curiosa versión de "Big Time Sensuality" de Bjork con Talvin Singh a la tabla.