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miércoles, 5 de marzo de 2014

Barbara Buchholz & Lydia Kavina - Touch! Don't Touch! Music for Theremin (2008)



Hay un instrumento cuya importancia ha sido crucial de forma indirecta en la evolución de la música en las últimas décadas del siglo pasado. Un instrumento que fue inventado en 1920 por un físico soviético que reúne una serie de peculiaridades que le han hecho atractivo a la vez que ha suscitado un gran número de leyendas a su alrededor porque, ¿qué pensaríais de un instrumento musical que no se toca? No nos referimos a que no se interprete sino a que no se “toque” físicamente; a que no exista contacto alguno entre ejecutante y aparato mientras éste suena. Raro, ¿verdad? Pues esa es la esencia del “Theremin”.

Lev Sergeevich Termen (Leo Theremin, como se le conoce más popularmente) fue el creador de este fascinante aparato que, en su versión más popular consta de una caja dotada de dos antenas: una que se extiende horizontalmente y gira sobre sí misma para dirigirse de nuevo al instrumento y otra que se eleva verticalmente en el lado opuesto del aparato. El intérprete se sitúa frente a esta extraña configuración y ejecuta la música mediante el movimiento de sus brazos frente a las antenas. La horizontal, habitualmente a la izquierda del músico, controla el volumen del sonido y la vertical, a la derecha, el timbre. De este modo, el intérprete avezado comienza una misteriosa danza que hace que el propio aire vibre gracias a la acción de los osciladores del “theremin” con un sonido muy característico que podría recordar a una voz humana en sus tonos más agudos pero que posee una extraña característica plástica en los graves. Es un sonido puro, fantasmal, lo que hizo que su principal uso en los años posteriores a su invención fuera para crear efectos especiales en películas de ciencia ficción aunque habría que matizar esto (la mayor parte de los usos más conocidos del “theremin” son, en realidad, aparatos similares o emulaciones del sonido del original y muy pocas veces auténticos “theremines”). Clara Rockmore está considerada como una de las mejores intérpretes del instrumento y colaboró con el propio Lev para mejorarlo. Con tan particular instrumento dio un gran número de recitales por EE.UU. que contribuyeron a su fama aunque también lo convirtieron en material de espectáculo casi circense en algún momento. Su repertorio estaba formado por composiciones clásicas y populares en su mayoría, adaptadas para el “theremin” por ella misma (quien había sido una excelente violinista y tenía una sólida formación académica). Sin embargo, el instrumento no tuvo repercusión suficiente en aquel momento como para que los compositores se fijasen en él y comenzase a elaborarse un repertorio de cierta entidad para el también conocido como “eterófono” (Shostakovich escribe algo de música para el instrumento pero es una de las contadas excepciones).

La dificultad que suponía tocar bien el “theremin”, lo duro de su sonido y la proliferación de instrumentos similares derivados de él como el “tannerin” (que suena en la inmortal “Good Vibrations” de los Beach Boys) o variaciones del mismo como la utilizada por Louis y Bebe Barron en la mítica banda sonora del clásico de la ciencia ficción “Forbidden Planet” hicieron que poco a poco cayese en el olvido aunque siempre habría “geeks” fascinados por un aparato cuya construcción en casa no era del todo complicada. Uno de esos “empollones”, fascinado por el “theremin” fue un tal Robert Moog que en su etapa universitaria construyó muchos modelos del aparato escribiendo varios artículos sobre el mismo e incluso vendiendo “kits” caseros para que cualquier interesado pudiese construirse su propio cacharro.

Su experiencia construyendo “theremines” fue vital, en sus propias palabras para terminar por crear un tiempo después los primeros sintetizadores con espíritu comercial. Lo que sucedió a partir de ahí es historia y no pertenece ya al ámbito de esta entrada. Volviendo al instrumento que nos ocupa, por algún motivo, experimenta un cierto renacimiento a mediados de los años 90 cuando aparece de nuevo en grabaciones de músicos de primera fila y vuelve a un primer plano siendo más menos común su aparición en conciertos y programas de televisión. La gran intérprete actual del instrumento es la Rusa Lydia Kavina, nieta de un primo de Leon Theremin, fue instruida por el propio inventor en el uso del instrumento y ha desarrollado una extensa carrera en la doble faceta de intérprete y compositora para el aparato, además de dar clases de interpretación del mismo. Quizá su alumna más destacada fue la alemana Barbara Buchholz, fallecida víctima de cáncer en abril de 2012 (poco antes de la aparición del disco de Oystein Sevag, “Space for a Crowded World” en el que participó y que comentamos aquí en su momento, aunque sus dos intervenciones en el mismo fueron grabadas en 2006).

Ambas “thereministas” son las protagonistas del disco que hoy traemos aquí y que recoge una interesante selección de obras escritas por jóvenes músicos actuales específicamente para “theremin”. El proyecto surgió como una serie de conciertos en directo que terminaron por dar lugar a un disco, continuando después la gira a lo largo de todo un año. Acompañan en el disco a las dos intérpretes los integrantes de la Kammerensemble Neue Musik Berlin, quienes también formaron parte de la gira previa a la grabación.

Lydia Kavina y Barbara Buchholz al aparato.

“Canto Ostinato” – La primera pieza del disco es una obra para dos “theremines”, piano y percusión escrita por la rusa Olga Bochihina. Se trata de una composición inconfundiblemente contemporánea en la que las percusiones (principalmente metalófonos) y el piano aparecen casi turnándose en intervenciones muy espaciadas entre las que escuchamos la inconfundible voz etérea del “theremin”. Conforme avanza la pieza aparecen los timbales y los platillos aportando una gran solidez y presencia a la obra cuyo final está marcado por el inflexible paso del tiempo dictado por lo que parece ser un metrónomo.

“Vakuum-halluzinationem” – Caspar Johannes Walter es el autor de la segunda obra del disco, para dos “theremines”, violín y violonchelo. En su composición el “theremin” adquiere un gran protagonismo desde el principio, cuando escuchamos a las dos intérpretes haciéndolo sonar como una sirena que anuncia la llegada de los bombarderos. El papel de los instrumentos de cuerda es el de construir una especie de breve pasaje de fondo que parece “acunar” al oyente ante el amenazante sonido de los “eterófonos” cuya presencia llena de tensión la partitura. Una pieza verdaderamente interesante en la que cuerdas y “theremines” combinan francamente bien.



“Thereminskie Ostrova” – El violinista alemán Nicolaus Richter de Vroe presenta la siguiente obra para dos “theremines”, piano y percusión. Mismo formato que la composición inicial del disco pero un concepto completamente diferente. Suenan al principio diversas percusiones que sirven de presentación para el “theremin” en sus registros más graves. A partir de ahí escuchamos un diálogo entre ambas intérpretes con el piano de testigo, subrayando levemente algunos pasajes. En los instantes finales, el piano (piano preparado en este caso) se combina con la percusión en un cierre que parece un homenaje a John Cage.

“Rezitativ und Arie” - Michael Hirsch es el siguiente compositor en aparecer y lo hace con su pieza para dos “theremines”, violín, violonchelo, piano y percusión. Se trata de un autor riguroso, matemático en muchos momentos y con devoción por la arquitectura lo que nos remitiría en un primer momento a Xenakis como referente principal y no andaríamos muy desencaminados. En su pieza el “theremin” aparece integrado junto con los demás instrumentos sin ocupar un papel principal (que queda reservado al piano, solemne en la mayoría de sus intervenciones).

“Se Vuoi” – Muy diferente al resto de piezas del disco es la aportación de Juliane Klein. En su obra, para “theremin”, violín, violonchelo, piano y percusión, comenzamos sobresaltados por el desconcertante tañido de una campana que es la señal que espera el “theremin” para emitir un largo lamento que se extiende durante varios segundos. La pieza es un festival percusivo, poderoso y de una brillantez cristalina resaltada por un uso muy inteligente de los silencios.

“Cherno-belaja Muzyka” - Vladimir Nikolaev es el autor de la siguiente obra para dos “theremines”, violín, violonchelo, piano y percusión. De todos los músicos que han sonado hasta el momento en el CD, es el que tiene una trayectoria más ligada a la música electrónica y electroacústica y, quizá por ello, su composición es la que exige más de las intérpretes del “theremin” quienes extraen sonidos al instrumento muy lejanos a los que habitualmente escuchamos en las interpretaciones convencionales. Los amantes de la música electroacústica podrán disfrutar aquí de una fantástica creación musical.

“The son of the daughter of Drácula versus the incredible Frankenstein monster (from outer space)” – Moritz Eggert nos regala el que es, de largo, nuestro título favorito de todo el disco en el que, de paso, homenajea la utilización del “theremin” en las antiguas películas de terror de décadas pasadas. Su obra, para dos “theremines”, violín, violonchelo, piano y percusión. Ávido lector de comics y amante de los juegos de tablero, Moritz es uno de los más prometedores compositores alemanes además de un auténtico iconoclasta que compuso un oratorio dedicado al fútbol. Su composición está llena de sentido del humor aunque, desde un punto de vista musical, sería la más convencional del disco, con una estructura de cuento de terror en el que, incluso hay un texto y un narrador, este encantador “geek” nos regala uno de los momentos más reconfortantes de todo el trabajo.

“Kitezh-19” – Cerrando el disco encontramos a la compositora de Turkmenistán, Iraida Yusupova) con una pieza para “theremin” y cinta magnetofónica. Se trata de un tema de corte ambiental tan interesante como el resto del disco aunque su desarrollo mas estático lo emparenta con otras músicas más habituales en el blog que con las vanguardias académicas que aparecen representadas por el resto de autores presentes en el disco.



La mayoría de lanzamientos discográficos que existen con el “theremin” como protagonista se limitan a mostrarlo como una especie de “monstruo de feria” ejecutando conocidas melodías de obras famosas lo que, en nuestra opinión, no hace sino banalizar un instrumento muy atractivo. Es por ello que hemos escogido esta grabación para hablar del invento más conocido de Lev Termen y rendir así homenaje a un hombre cuya biografía era todo un retrato del pasado siglo XX: éxito como inventor en la Unión Soviética, giras internacionales, traslado a los EE.UU. de donde desapareció misteriosamente para luego reaparecer en la URSS... escondido en un “gulag” donde trabajaba junto con otros renombrados ingenieros como Tupolev construyendo aparatos destinados al espionaje hasta terminar en la mismísima KGB para terminar de nuevo en el Conservatorio y, finalmente, en la Universidad de Moscú. Mucho se dijo sobre su desaparición de los EE.UU. Desde que fue un secuestro hasta mera nostalgia de la madre Rusia. Lo cierto es que parece que la versión más fiable hablaría de ciertos problemas con el fisco estadounidense que hicieron recomendable un cambio de aires para el inventor. Volviendo al disco, no podemos hacer sino recomendarlo para todos aquellos lectores interesados en una versión “digna” del “theremin” como instrumento musical. El CD, publicado por Wergo, está disponible en los siguientes enlaces:



Nos despedimos con Lydia Kavina al frente de la Radio Science Orchestra interpretando uno de los clásicos electrónicos por excelencia: la sintonía de la serie "Dr.Who".

jueves, 10 de enero de 2013

Oystein Sevag - Space for a Crowded World (2012)



Cuando recibimos el disco del que hoy vamos a hablar, apenas hace unas semanas, estábamos escribiendo una reseña sobre el disco de debut de Oystein Sevag y prometimos que pronto habría un hueco en el blog para este nuevo trabajo. Creemos que este es un buen momento para dedicarle unas líneas, una vez madurado lo suficiente.

Lo cierto es que con “Space for a Crowded World”, Sevag consigue sorprendernos una vez más. No era fácil predecir por dónde iba a salir en esta ocasión tras haber roto todos nuestros esquemas con su anterior “The Red Album” en el que mezclaba jazz, folk, electrónica e influencias de todo tipo en un “collage” sonoro realmente novedoso en el músico noruego. Sin embargo, esperábamos un lanzamiento en una línea similar, colaborando con distintos instrumentistas y profundizando en las ideas apuntadas entonces. Por el contrario, el teclista nórdico recula y vuelve a sus orígenes con un disco fundamentalmente electrónico y de corte ambiental. En los meses anteriores a la grabación, Sevag dio una serie de conciertos en solitario interpretando exclusivamente sintetizadores. Esa experiencia le inspiró para volver a sonidos y atmósferas más cercanas, por citar un ejemplo, a las de su disco “Visual”, firmado a dúo con el guitarrista Lakki Patey y que llevaba el revelador subtítulo de “an ambient experience”.

Al contrario que en sus últimos trabajos, el músico noruego apenas recurre a intérpretes adicionales. Así, todo lo que escuchamos en el disco procede de los sintetizadores de Sevag con intervenciones puntuales de la intérprete alemana de “theremin” Barbara Buchholz en dos de los cortes y de la vocalista noruega Benedicte Torget en otro.



“Landing” – Abre el disco una pieza que cualquier seguidor identificaría inmediatamente como obra del músico noruego. Un solemne fondo electrónico sobre el que se desarrolla una melodía de piano con un cierto carácter improvisado que perfectamente podría haber sido interpretada por la guitarra de Lakki Patey en el disco anteriormente citado. Todo el conjunto está teñido de una gran melancolía y sensibilidad y sirve para ponernos en situación ante lo que viene después.

“Urban Nocturne” – Continuando con las mismas premisas del corte inicial pero sustituyendo el sonido del piano por uno de los clásicos tonos sintetizados de Sevag, a modo de fantasmagórico instrumento de viento nos vamos adentrando en paisajes extraños en los que los sintetizadores del músico noruego resplandecen como una aurora boreal en la oscuridad de la noche.

“Gentle” – Conforme nos adentramos en el disco, vamos descubriendo piezas más interesantes. En la que nos ocupa, podemos escuchar una bonita línea de bajo como fondo que se ve adornada por los mismos timbres utilizados en el corte anterior y sonidos de piano que no terminan de concretarse en la melodía que parecen anunciar.

“Song from Another Place” – Continuando con la tónica general del disco, nos adentramos en uno de los temas más profundos, ya desde los primeros compases. Es entonces cuando nos sorprende la aparición del “theremin”, instrumento electrónico de timbre maravilloso cuando se interpreta bien y que suena como un gato histérico en la mayoría de las ocasiones en que un ejecutante atrevido se atreve con él sin la suficiente destreza. Ni que decir tiene que en este caso estamos ante un ejemplo del primer tipo en el que Barbara Buchholz cumple con nota su cometido.

“A Butterfly’s Dream” – Llegamos así a uno de los cortes que más nos recuerdan al Sevag de sus primeros discos, con ambientes puramente electrónicos y desarrollos melódicos no del todo definidos, siempre con sus timbres y sonidos inconfundibles. Tras una larga introducción ambiental se hace el silencio para que hable el piano y despida la pieza con un fragmento tremendamente simple y bello a partes iguales. La melodía final, de aire clásico, es uno de los mejores momentos de un trabajo ajeno a los sobresaltos.

“Time Shadows” – De un modo casi furtivo podemos apreciar algunos ramalazos jazzisticos infiltrándose en medio de tanto “ambient”. En este caso, son los sonidos electrónicos emulando a un contrabajo los que juegan en clave de jazz con el piano en una combinación que da mucho juego a pesar de la brevedad del corte.

“A Sparkling Point of View” – Superado el ecuador del disco encontramos esta preciosa pieza electrónica llena de elementos atractivos. Desde los sonidos de campanillas del inicio formando secuencias en el más puro estilo de Klaus Schulze hasta los modernos ritmos electrónicos de última generación que dominan la segunda parte de la pieza, todo contribuye a la conformación de la pieza más atractiva del trabajo en nuestra opinión.

“Lights After Dark” – Volvemos a escuchar el “theremin” pero en esta ocasión en su versión más efectista, creando sonidos de ciencia ficción y efectos electrónicos del tipo de los que adornaban los discos de música electrónica de los primeros años setenta. Sobre un oscuro “drone” procedente de los sintetizadores de Sevag, la thereminista alemana se exhibe aprovechando todo el potencial sonoro de su instrumento, también en los registros más graves del mismo, pocas veces utilizados por otros intérpretes.

“Call” – Tras escuchar dos de los cortes más interesantes del disco, enfilamos ya la parte final del mismo con un retorno al comienzo y otro tema ambiental con improvisación a los teclados por encima.

“Contact” – La última gran sorpresa del disco llega de la mano de la vocalista noruega Benedicte Torget, quien, prácticamente “a capella”, entona un canto de claras raíces tradicionales. Para no romper la magia, Sevag se limita a acompañarla con un sonido de campanillas muy característico en su música, especialmente en su “Close Your Eyes and See”. Tras un breve interludio de piano, volvemos a escuchar la preciosa voz de la cantante, doblada en varias pistas y dándose la réplica a sí misma cerrando una pieza impresionante rodeada de la orquesta electrónica del músico en el papel de una sección de cuerda virtual.

“Stroke of the Wing” – Como cierre del disco, asistimos a una suerte de versión extendida del corte inicial completando así un trabajo excelente.

Ya hemos dejado clara anteriormente la alta estima en la que tenemos a Sevag en el blog. Su nuevo disco no nos hace sino reafirmarnos en este convencimiento. Quizá no sea su mejor trabajo aunque no es fácil valorar esto cuando la música es tan distinta entre unos y otros discos pero nos revela que el artista noruego sigue siendo capaz de crear varias composiciones magníficas de las cuales habría aquí presentes al menos tres o cuatro. El regreso del músico a los sonidos más electrónicos es bienvenido y suena especialmente refrescante tras anteriores trabajos enfocados en una banda más amplia. Es posible que “Space for a Crowded World” sea un disco de transición y los siguientes regresen al punto en que se hallaba el músico un tiempo atrás pero no por ello lo consideramos un disco menor. Como suele ocurrir con músicos más o menos minoritarios, no hemos encontrado fragmentos del disco en la red para ilustrar la entrada aunque existen breves muestras de todos los cortes del disco en itunes:


Para adquirirlo en formato físico, recomendamos el siguiente enlace:

amazon.de

Por último, os dejamos un video (de calidad casera) procedente de uno de los conciertos de presentación del disco: