sábado, 30 de mayo de 2020

Ludovico Einaudi - Eden Roc (1999)



Con “Eden Roc”, el italiano Ludovico Einaudi se enfrentaba al clásico problema de todo artista que por fin ha conseguido llamar la atención del público con uno de sus discos: ¿cómo enfocar el siguiente paso? En el caso del músico optó por una vía conservadora. Introdujo alguna variación en cuanto a los instrumentos utilizados, incorporó algunos artistas invitados y mantuvo casi inalterado el estilo que le granjeó las primeras adhesiones masivas.

En el apartado de invitados destaca especialmente la presencia de Djivan Gasparyan, el maestro armenio del “duduk”, figura legendaria que ha colaborado con muchos de los más grandes artistas del panorama musical de las últimas décadas, desde Sting, Peter Gabriel o Brian May hasta Hans Zimmer o Brian Eno. Junto a él escuchamos también las cuerdas del Quartetto David, los sintetizadores de Alessandro Radici o la guitarra de Ricky Maja. Como solistas de cuerda tenemos a los contrabajistas Stefano Dall'Ora y Franco Feruglio, al violonchelista Marco Decimo y al violista Antonio Leofreddi.

Ludovico Einaudi


El disco, como es habitual en Einaudi, es una colección de piezas agradables al oído. Particularmente nos encanta el comienzo con esa breve “Yerevan” en la que destaca el duduk de Gasparyan sonando, enigmático, sobre un colchón de cuerdas que flotan estáticamente. El piano apenas dibuja unos breves trazos en la parte final a modo de despedida. “Eden Roc” es completamente diferente, introducida por un intenso ritmo de guitarra al que se suma el propio Einaudi, enseguida nos deja un motivo a la viola muy sencillo pero de gran belleza. Más melódica y emotiva es “Fuori Dalla Notte” con las cuerdas presentando la melodía central que se desarrolla en todo su esplendor al piano. Una de las grandes piezas del disco, sin lugar a dudas. “Due Tramonti”, en cambio, es un giro intimista en forma de dueto entre el piano y la viola de Leofreddi, una de las grandes protagonistas del disco. Con “Nefeli” llegamos al primer tema de piano solo del trabajo en el que no encontramos ninguna sorpresa: es la típica composición de Einaudi carente de riesgo. A quien le guste la música del italiano le encantará y a quien no le llame la atención le dejará indiferente. “Odessa” es un tema muy relajado que comienza con el piano pero cuya evolución se produce principalmente gracias a las cuerdas, de nuevo con protagonismo de la viola de Leofreddi y el duduk de Garparyan. Una pieza meditativa, casi “ambient” que, por lo que tiene de diferente, está entre nuestras favoritas. No falta un pequeña cuota de tensión en el disco y ésta aparece con fuerza en “Ultimi Fuochi”, composición de corte minimalista en la que se puede ver la influencia de Nyman. El trabajo de la sección de cuerda es perfecto y consigue mantenernos en vilo, especialmente durante la introducción del tema. Luego aparece el piano y todo se relaja un poco aunque siempre dentro de un nivel muy alto. Regresamos a un romanticismo marca de la casa con la excelente “Giorni Dispari”, magnífica pieza de cámara que nos demuestra que Einaudi tiene capacidad para hacer grandes cosas cuando se lo propone. Más jovial y casi “pop” es “Julia”, una melodía simpática sin demasiado recorrido que da paso a la reflexión minimalista de “Fuori Dal Mondo” que repite el esquema de “Fuori Dalla Notte” (cuerdas más piano) con un resultado tan inspirado como el de aquella. Otra de las joyas del disco. “Ultimi Fuochi II” es una miniatura de transición en absoluto despreciable ya que tiene una gran categoría y “Un Mondo a Parte” es, quizá, la composición más clasicista de todo el álbum. Seria y formalmente perfecta, tiene una fuerte carga emocional y eleva el nivel general del disco, a estas alturas, ya muy alto. “Password” vuelve al piano solo y comienza con una bagatella que luego evoluciona en su discurso hacia algo más convencional. Volvemos a Gasparyan ya cerca del final del trabajo con “Yerevan II”, un breve corte en el que el duduk dialoga con las cuerdas. Un digna continuación de la primera parte. Por fin, el cierre lo pone la extensa “Exit”, un tema tirando a ambiental con continuos diálogos entre el piano y las cuerdas que esconde una sorpresa en su final ya que tras lo que parece la conclusión de la pieza llega un largo silencio que no es sino el preludio de una coda en la que Einaudi recupera por unos instantes uno de los temas pricipales del disco.




No es Ludovico Einaudi un artista muy dado al riesgo y menos aún en estos momentos en los que empezaba a hacerse un nombre. “Eden Roc” pretendía ser, en cierto modo, una guía de viajes. El título alude a una cadena de hoteles (también algún corte como “Nefeli”) y algún otro tema lleva nombre de ciudad. Sin embargo, esa supuesta multiculturalidad no termina de reflejarse en la música más allá de la aparición de Gasparyan y es que en ningún momento las adiciones folclóricas llegan siquiera a difuminar el estilo de Einaudi. Diríamos que “Eden Roc” es uno de los mejores discos de su autor ya que está repleto de buena música pero pronto reparamos en que realmente no hay gran diferencia en este sentido entre todos los discos del italiano. Todos sus trabajos se mueven en similares parámetros estilísticos y de calidad. Por ello creemos que este es un disco tan recomendable como cualquier otro para cualquiera que desee introducirse en el mundo de Einaudi. Un mundo muy agradable, placentero y sin sobresaltos.


 

lunes, 18 de mayo de 2020

Vangelis - Oceanic (1996)



Después de una década de los ochenta en la que publicaba más o menos un disco al año si contamos los firmados en colaboración con otros artistas, los años siguientes supusieron un cierto parón discográfico para Vangelis. Pese a que en 1990, el artista pasó a formar parte de la nómina de East West Records, un subsello de Warner recuperado del olvido en aquellas fechas, su producción en forma de discos no fue muy abundante. Se publicó “The City”, el ya comentado aquí “Voices” o la banda sonora de “1492, Conquest of Paradise” y apareció por fín la esperada música que el griego compuso para Blade Runner varios años antes pero los discos el trabajo de composición del artista iban por caminos separados: no se publicaba la mayoría de lo que componía y lo que se publicaba era, en parte, material compuesto tiempo atrás. De ese modo, toda la música que hizo para publicidad y muchas bandas sonoras (algunas del nivel de la de “La Peste” o “Lunas de Hiel”) siguen hoy inéditas a nivel discográfico. Otras obras como “Mythodea” o “El Greco”, compuestas en estos años, tardarían mucho en ver la luz.

A cambio, aparecieron otras obras más insulsas como la citada “Voices” o el disco que comentamos hoy: “Oceanic”. Supuestamente el proyecto surge del encargo que Vangelis recibe para realizar una banda sonora para un documental sobre ballenas. Sea o no cierto este extremo, lo cierto es que el toque acuático del disco es innegable, desde el propio título del trabajo y de todos los cortes hasta los sonidos empleados o las fotos del libreto cuyo diseño hizo el propio músico tienen continuas referencias a este concepto. Las imágenes de la portada y las del interior proceden de las películas “La Reina del Mar”, con la inevitable Esther Williams y “Desfile de Candilejas”, ambas con abundantes números de ballet acuático en su metraje. El disco, como es habitual en el griego, está compuesto e interpretado en su totalidad por él mismo.

Vangelis



“Bon Voyage” - El disco comienza metido en tópicos con sonidos de olas y demás ambiente marino para dejar paso a la habitual pompa y circunstancia del músico griego pero sin demasiada profundidad. Cuerdas solemnes y percusiones rimbombantes en una introducción resultona pero vacía.

“Siren's Whispering” - No mejora la cosa en la siguiente pieza. Un ritmo electrónico continuo similar a un “sirtaki” ve transcurriendo entre “samples” vocales (haciendo las veces de las sirenas del título) e inanes solos de teclado emulando ora un violín, ora un arpa. Olas y más olas se suman a la música en una mezcla que a los tres minutos ya resulta manifiestamente aburrida... y dura ocho. El Vangelis más irrelevante que recordamos.

“Dreams of Surf” - Llegamos así a un tema pianístico nada original con reminiscencias del Bach de “el clave bien temperado” pero, una vez más, demasiado superficial. No es que no resista la comparación con el genio alemán, cosa que no sería reprochable, sino que tampoco la resiste con el Vangelis más normalito. Con todo, la pieza supone una mejora respecto a lo anterior.

“Spanish Harbour” - Volvemos a los ritmos programados, esta vez en la linea de trabajos como “The City”. Arpegios por aquí y por allá, acordes sintéticos que transcurren dejando pasar el tiempo y por fin la melodía central con un sonido que intenta emular sin acercarse demasiado una guitarra española. Pese a todo, la melodía está lograda y coloca a este corte entre los más rescatables del disco aunque sigue adoleciendo de falta de ideas.

“Islands of the Orient” - Continuando con la linea ascendente del disco nos encontramos con esta pieza dominada por una secuencia electrónica mucho más interesante que todo lo anterior. Alrededor de ella, Vangelis va construyendo un armazón realmente sólido a base de retazos sintéticos, ráfagas de piano y ambientes a ratos cercanos a trabajos como “El Greco”. De las pocas piezas del disco que podría salir airosa de una comparación con otros temas de las épocas más inspiradas del compositor.




“Fields of Coral” - Para culminar un magnífico sector central del disco llega esta misteriosa pieza en la que a partir de una sencilla linea de bajo muy bien construida aparece un ritmo procesional y un tema en el que se mezclan arpas, flautas y demás instrumentos del arsenal electrónico del griego en un canon bellísimo que demuestra, una vez más, que incluso en sus momentos más flojos, los genios acaban por regalarnos piezas magníficas.




“Aquatic Dance” - Todo lo que sube tiene que bajar y con este tema iniciamos el descenso. Un ritmo cadencioso domina toda la composición pero a lo largo de la misma no encontramos demasiados elementos destacables. La melodía de violonchelo apunta cosas pero no llega a enamorarnos. Un corte de un nivel medio dentro de este disco que también podría haber encajado bien en el anterior “Voices”.

“Memories of Blue” - Y ya cerca del final volvemos al piano con fondos sintéticos con esta pieza introspectiva que quiere recordar días mejores, especialmente de los años de “Chariots of Fire”, “Blade Runner” o “Antarctica” pero sin llegar ni de lejos a aquella brillantez. Un tema digno pero olvidable.

“Song of the Seas” - El cierre del trabajo es sorprendente. Tiene un aire “vintage” por ese sonido de guitarra tan propia de bandas como los Shadows y se mezcla con sonidos tópicos, y más en los noventa, como son las flautas de pan usadas hasta la saciedad en productos y subproductos “new age” de la época. Sin embargo, la simplicidad de esos elementos, lo sobrio de los arreglos, en especial de las cuerdas y por encima de todo, la calidad de la melodía hacen de su escucha un momento de disfrute casi inesperado y que siempre nos hace terminar de escuchar este “Oceanic” con una sonrisa en la cara.




Cuando en los años ochenta se hizo popular la categoría de “música new age” para definir una serie de estilos que no cabían en ninguna otra clasificación, era habitual que se hablase de artistas como Vangelis, Mike Oldfield, Brian Eno o Jean Michel Jarre entre muchos otros, como de músicos “new age” aun cuando pocos o ninguno de sus trabajos encajaban en los parámetros estéticos del supuesto movimiento. Por ello nos sorprendió que Vangelis publicase en una fecha tan tardía como 1996 un disco de estas características que sí podría encajar en el catálogo de discográficas del género como Hearts of Space o similares. Esto no sería nada peyorativo puesto que dentro de la “new age” hubo discos magistrales pero en el caso de Vangelis y “Oceanic” cuando lo definimos como disco “new age” lo hacemos pensando no tanto en esos discos maravillosos como en la cantidad de clichés y lugares comunes que se repetían en muchos trabajos “new age” de aquellos años y que llaman más aún la atención al escucharlos en un CD de Vangelis. No todo en “Oceanic” es malo pero no creemos equivocarnos demasiado si decimos que en su momento fue el trabajo más insulso publicado por el griego hasta entonces. Pese a todo, no está de más darle un par de escuchas a los momentos más inspirados porque Vangelis siempre nos deja alguna joya escondida, incluso en los trabajos más prescindibles.

viernes, 8 de mayo de 2020

Chris Squire - Fish Out of Water (1975)



Yes fue una banda muy particular por muchos motivos pero uno de los que más nos llama la atención es su aparente falta de liderazgo claro. En Pink Floyd siempre hubo una figura central en todas sus etapas. Jethro Tull o King Crimson son inimaginables sin Ian Anderson y Robert Fripp e incluso Genesis en la etapa de Peter Gabriel tenían en el cantante una figura de referencia indiscutible. Con algunas excepciones este tipo de esquema se repite en bandas de todo tipo de estilos y épocas. Con Yes no es tan claro. Es evidente que Jon Anderson ha cumplido esa función en muchos momentos pero también lo es que la banda funcionó relativamente bien en periodos en los que el cantante no formaba parte de ella. De otros miembros icónicos como Rick Wakeman o Steve Howe se podría decir prácticamente lo mismo. Sin embargo hubo un miembro cuya presencia ha llegado a definir lo que era Yes y lo que no lo era. Hablamos, claro, de Chris Squire, bajista fundador y único miembro de la banda presente en todos y cada uno de los trabajos publicados por ella hasta su fallecimiento en 2015.

Su aportación como compositor fue mayor en los primeros discos de la banda y se fue diluyendo en los trabajos más clásicos en muchos de los cuales no firmaba ninguna pieza en solitario aunque sí participaba en las que aparecían acreditadas a todo el grupo. Pese a ello, no es descabellado afirmar que Squire era el guardián de las esencias de Yes lo que se refleja en un hecho: se trata del miembro de la banda (contando solo a los más relevantes) con la discografía en solitario más escueta. De hecho se limita a dos discos de los que uno casi no podemos ni contarlo puesto que se trataba de un raro disco navideño de versiones publicado ya en 2012. Aunque sí participó como músico en discos de otros artistas (principalmente compañeros en Yes), podemos afirmar que la carrera de Squire se desarrolló por y para Yes.

La excepción es el disco que comentamos aquí hoy: “Fish Out of Water”, publicado en 1975 durante un descanso que todos los miembros de Yes en aquel momento pactaron para centrarse en sus diferentes proyectos individuales. Un poco antes, Rick Wakeman había dejado la banda para publicar en solitario y el resto de integrantes decidieron que quizá sería una buena ocasión para probarse lejos del grupo. Yes no volverían a publicar un disco de estudio hasta 1977, ya con Wakeman de nuevo en sus filas. En el ínterin, todos los demás miembros de la banda hicieron sus respectivos debuts en solitario: Steve Howe publicó “Beginnings” en octubre de 1975 (con la participación de Alan White, Bill Bruford y Patrick Moraz) y apenas una semana después aparecería el disco de Squire del que hablaremos hoy. Ya en 1976 sería Alan White quien iba a publicar su “Ramshackled” (con Anderson y Howe como invitados en una de las canciones) y poco después aparecería “Olias of Sunhillow” de Jon Anderson, el único de estos trabajos que podemos considerar un disco en solitario ya que el bueno de Jon toca todos los instrumentos.

Lo primero que llama la atención es que, mientras sus compañeros miraron hacia Yes a la hora de buscar músicos para su disco, Squire pareció buscar en King Crimson ya que, aparte de Bill Bruford (que perteneció a ambas bandas), el bajista recurrió al saxofonista Mel Collins y al letrista Peter Sinfield, ambos ex-integrantes de la banda de Robert Fripp. Junto a ellos, intervienen en el disco los teclistas Patrick Moraz y Barry Rose. El otro participante es Andrew Pryce Jackman, pianista y encargado de las orquestaciones y que ya había colaborado con Squire en los tiempos en que ambos eran integrantes de The Syn, la primera banda del bajista y a la que él mismo consideraba el embrión de Yes.

Chris Squire


“Hold Out Your Hand” - El comienzo del disco es tremendo, con unos teclados que son herencia directa de Yes y una linea de bajo que comienza a gobernar el tema entre constantes cambios de patrón rítmico. Aquellos que pensábamos que la voz de Jon Anderson era fundamental en Yes comenzamos a darnos cuenta aquí de la importancia de Squire a la hora de reforzarla en las segundas voces y los coros. Transcurridos los primeros minutos cuesta ver la diferencia entre esta pieza y cualquier otra contenida en los discos clásicos de Yes. Quizá el detalle de los arreglos orquestales del final del tema sea el único elemento que se aleje de la linea de la banda hasta entonces.




“You By My Side” - La segunda pieza comienza sin solución de continuidad como una extensión de la anterior aunque el cambio de estilo se hace evidente enseguida. El piano y la melodía central son herederos de los Beatles e incluso el tema de flauta podría recordad a algún experimento con el mellotron de la banda de Liverpool.

“Silently Falling” - La flauta se alía con el resto de la orquesta en la introducción de la siguiente canción que tiene mucho de banda sonora del Hollywood clásico en ese inicio. Si embargo, todo esto se rompe con el martilleo continuo del piano y el bajo de Squire que irrumpen para convertir la pieza en una enérgica suite de rock progresivo en toda regla. Mediado el tema entramos en un remanso de voz y piano que poco a poco se va acelerando para llevarnos al tramo final que no es sino una larga despedida en la que quizá sobra alguna repetición de motivos.

“Lucky Seven” - La cara b del LP comenzaba con un corte que al oyente despistado le podría recordar el característico estilo de los primeros trabajos del Alan Parsons Project con la particularidad de que el disco de Squire es anterior a la formación del grupo de Alan. Con un corto “riff” de piano eléctrico se construye todo el armazón de la pieza que luego se desarrolla de forma brillante con el bajo de Squire destacando sobremanera y esas voces que nos trasladan inevitablemente a Yes. A destacar la intervención de Mel Collins que llega a convertirse en el protagonista absoluto de la pieza por momentos.




“Safe (Canon Song)” - La pieza más larga del disco comienza con un arreglo de corte clasicista en el que flauta, cuerdas y arpa evolucionan hasta la entrada de la voz y el bajo. Con la aparición en escena de los teclados y la batería entramos en una sección que suena a Yes con orquesta por todas partes. Un experimento curioso que la propia banda iba a tardar muchos años en intentar. No es que el resultado sea particularmente interesante pero no funciona del todo mal. Lo siguiente es un extenso tramo en forma de canon, como indica el título, con diversos instrumentos repitiendo por turnos la sección principal para llegar a una última sección que resulta un poco pretenciosa al estilo de los excesos orquestales de Rick Wakeman pero mucho más contenida, destacando el delicadísimo final con Squire al bajo.




Cuando decíamos más arriba que Chris Squire era quien mantenía la esencia de Yes pensabamos en un hecho: los discos en solitario de Rick Wakeman, Jon Anderson o Steve Howe eran muy diferentes a los de la banda. Representaban la intención de los músicos de explorar caminos ajenos a Yes, muchas veces con estilos radicalmente distintos. En cambio, este “Fish Out of Water” es un disco continuista. Muchos seguidores de la banda incluso se refieren a él como el disco perdido de Yes y eso, lejos de ser una crítica, es todo un elogio que pocos integrantes de una banda tan legendaria como esta consiguen recibir en sus carreras en solitario.

Como ya hemos comentado, Chris Squire no volvió a sentir la necesidad de volver a grabar en solitario, quizá porque con Yes ya hacía la música que quería hacer y no tenía necesidad alguna de salir de esa zona de confort. Al margen de Yes, el bajista participó puntualmente en otras bandas y grabó con otros músicos, incluyendo varios compañeros en el grupo y estrellas como Steve Hackett de Genesis pero si por algo será recordado nuestro protagonistas es por su pertenencia a Yes y por ser el único que siempre estuvo en el grupo.