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miércoles, 22 de enero de 2014

Idit Shner - La Merle Noir (2013)



Si algo tiene de atractiva la música del siglo pasado y lo que llevamos de este es la incomparable variedad de géneros y estilos que surgieron en este periodo y, de modo paralelo a ellos, la absoluta falta de complejos de muchos autores e intérpretes para saltar de uno a otro con la mayor naturalidad. Además, en la mayoría de los casos la propia música es de una versatilidad inédita. En el pasado, los compositores escribían partituras estrictas con notaciones precisas acerca del modo en que se debían tocar y con una detallada instrumentación que no debía alterarse en lo sustancial. En cambio, la música contemporánea admite todo tipo de orquestaciones, reescrituras e interpretaciones con la mayor naturalidad. Se diría, incluso, que está en su propio espíritu esta flexibilidad absoluta en sus planteamientos.

Aprovechándose de esta característica, muchos intérpretes ven el cielo abierto ya que pueden tocar virtualmente cualquier pieza del repertorio sea cual sea su instrumento ya que siempre se podrá hacer el arreglo oportuno que seguirá sonando bien dado que ese es el espíritu original de la obra. Así, a muchos les chocaría escuchar a Vivaldi al saxofón pero no a Olivier Messiaen aunque la pieza de éste fuera escrita para flauta como ocurre en este disco.

Idit Shner es una prometedora saxofonista norteamericana de origen israelí que enseña en la Universidad de Oregón compaginando esa actividad con los conciertos y la grabación de discos. Aparte de las giras como solista, toca habitualmente con un cuarteto de Jazz en Portland y hace sus pinitos como compositora aunque, por ahora, no ha grabado su propia música. El que hoy comentaremos es su tercer registro. Tras un disco de debut en clave de jazz, los dos siguientes se centraron en la música contemporánea, el primero de ellos, explorando la música para saxofón y arpa y el segundo, “La Merle Noir” dando un paso más allá y profundizando en composiciones escritas para otras configuraciones instrumentales tras adaptarlas para piano y saxo. Acompaña en la grabación a Idit la pianista Svetlana Kotova.

La saxofonista Idit Shner

 “Concertino” – Abriendo el disco encontramos al único autor que aparece por partida doble en el disco: el francés Eugene Bozza con una obra por descubrir en la que destacan sus piezas para metales, aunque tiene en su haber sinfonías, óperas o ballets. Su “concertino” consta de tres movimientos: “Fantasque et leger” tiene un fuerte poso jazzistico desde los primeros compases con un enérgico piano que da el pie perfecto para la entrada del saxo tenor. Asistimos entonces a un juego de réplicas y contrarréplicas muy equilibrado y dinámico. Se alude en los comentarios del CD al espíritu de “La Consagración de la Primavera” de Stravinsky como algo muy presente a lo largo de la pieza y lo cierto es que algo de eso hay, indudablemente. El segundo movimiento, “Andantino”, es mucho más pausado aunque conserva ese aire de jazz en todo momento, desde los suaves acordes del piano hasta la evocadora melodía del saxofón que fácilmente podríamos imaginarnos a través de la trompeta de un Chet Baker en cualquier café parisino. Termina la obra con un último movimiento titulado, muy descriptivamente “Tarantelle”. En muchos momentos recuerda, efectivamente, a la danza que cita en su título pero con una cuidada elaboración y un ornamento contemporáneo que la acerca a la música culta de nuestros días

“La Merle Noir” – Ya hemos hablado en alguna ocasión de Olivier Messiaen en el blog con lo que no es necesaria mayor presentación. Escuchamos aquí un arreglo de la propia Idit que adapta al saxo soprano una pieza escrita para flauta. Pertenece a la categoría de composiciones del compositor francés basadas en el canto de los pájaros y, sorprendentemente, la interpretación con un instrumento tan diferente del original para un fin tan concreto, funciona perfectamente. No nos extraña que la propia Idit escogiera esta pieza para dar título al disco.

“Yizkor (in memoriam) – Ödön Pártos, compositor y violista húngaro-israelí, tuvo un gran prestigio en las dos facetas en Israel aunque su obra no es muy popular fuera de allí. Su azarosa vida en la que huyó de Berlín primero, tras la ascensión al poder de Hitler y de la URSS más tarde tras rechazar la entrada en el Partido Comunista le llevó a establecerse en Israel en cuya Orquesta Filarmónica ingresó como viola principal. Más radical es la transformación de ésta obra cuya partitura se concibió para viola y orquesta, aunque existía una versión camerística en la que el piano sustituía a esta última. La primera parte de la obra es un lamento de gran intensidad pero es mediada la misma cuando llegamos a su mejor momento, con el piano marcando una especie de tema procesional sobre el que escuchamos los mejores momentos de la solista, ésta vez con el saxo alto. En las notas de la edición se comenta cómo la “cadenza” final de la pieza ha sido sustituida por otra nueva escrita por el saxofonista Jesse Cloniger para la ocasión.

“Scaramouche” – Segunda pieza de Bozza en el disco tras el “Concertino” del principio. Como sugiere el título de la misma, estamos ante una breve pieza llena de ritmo espíritu lúdico en la que, tanto el piano como el saxofón se relevan al mando de la misma en los primeros momentos para combinarse después con maestría hasta el final del divertimento.

“Mouvements” – Otro compositor poco conocido como Paul-Baudouin Michel, belga de nacimiento que compagina la música con la literatura y una importante carrera como conferenciante es el próximo en aparecer en el disco. Su composición, escrita en 1977 es la más reciente de todo el disco y refleja ciertos rasgos minimalistas, especialmente en lo que al piano se refiere, reducido en muchos momentos a un “ostinato” de fondo sobre el que el saxo encara sus líneas melódicas. Se diría que su aparición en ese momento dentro del CD es una transición hacia la próxima pieza.

“Gradus” – Llegamos a Philip Glass y una de sus primeras obras relevantes. “Gradus” llevaba en su primera versión la dedicatoria: “a Jon Gibson”; saxofonista, compositor y miembro de la Philip Glass Ensemble y es un buen ejemplo del Glass de los primeros años, aún no sumergido por completo en el minimalismo más radical aunque apuntando ya en aquella dirección. La pieza parte de un reducido material melódico que, en cada repetición ve cómo se añaden nuevas notas creciendo así de un modo casi exponencial. Aunque en todas las versiones que conocemos de la pieza, ésta se interpreta de forma continua, Idit la divide en dos movimientos separados en el disco.

“Sonata in A minor” – El compositor norteamericano Ross Lee Finney, otro en la larga lista de alumnos de Nadia Boulanger, cierra el disco con una sonata más o menos clásica cuya partitura se escribió pensando en la viola y no en el saxofón. El arreglo es obra de Laura Hunter. El primer movimiento es brillante por la magnífica interacción entre ambas intérpretes, algo repetido a lo largo de todo el disco y que muestra el buen criterio de Idit a la hora de escoger el repertorio del mismo. El segundo hace las veces de transición con la misión de crear una expectación en el oyente ante el final, ambición que no se ve defraudada ya que el último movimiento está a la altura del primero y lo supera en muchos momentos compartiendo las mismas características en cuanto a ritmo e intensidad cerrando así un disco más que recomendable.


Aunque hoy en día internet es una poderosísima fuente de información a través de la cual, todo aficionado tiene medios sobrados para descubrir músicos afines a sus gustos, de vez en cuando nos gusta recurrir a sistemas parecidos a los que seguíamos años atrás. Hace un par de décadas era muy habitual comprar discos recopilatorios en los que figuraban uno o dos artistas de nuestro gusto para, de paso, encontrarnos muchos otros nombres desconocidos para nosotros y que, por afinidad con los anteriores, acababan formando parte poco después de nuestras discotecas. El equivalente ahora lo encontramos en los discos de intérpretes clásicos que incluyen una pieza de, pongamos por caso, Philip Glass. En nuestro afán por seguir al compositor norteamericano nos hacemos con ese disco en el que su música aparece acompañada de obras de otros compositores. Ese juego repetido una y otra vez en el tiempo nos ha permitido ensanchar hasta límites insospechados el repertorio sonoro de nuestra discoteca y nos ha reportado grandes momentos. Os invitamos a participar en él con éste título como punto de partida. Podéis encontrar “La Merle Noir” en los enlaces acostumbrados. Además, en el primero de ellos tienen disponible la escucha de varios fragmentos del disco:



Por último, y aunque no pertenece al disco, os dejamos un vídeo en el que las dos intérpretes del CD hacen gala de sus habilidades con sus respectivos instrumentos:

domingo, 23 de diciembre de 2012

Olivier Messiaen - Et Exspecto Resurrectionem Mortuorum (2012)



Comprobamos con sorpresa que hace más de año y medio que apareció por última vez en el blog la figura de Olivier Messiaen, sin duda uno del los más grandes compositores del pasado S.XX y cuya música no ha dejado de sonar en nuestros reproductores musicales en los últimos meses como cualquier lector atento habrá notado si suele fijarse en la sección “nuestro playlist” incluída en la parte derecha de la página desde hace un tiempo.

Nos acercamos hoy de nuevo a la figura del músico francés aprovechando la publicación meses atrás de un nuevo disco en el sello Naxos conteniendo una de sus obras más peculiares: “Et Exspecto Resurrectionem Mortuorum”, escrita en 1964. Por aquel entonces, el escritor Andre Malraux era Ministro de Cultura en Francia y decidió encargar a Messiaen la composición de una obra en conmemoración de todas las víctimas de las dos grandes guerras mundiales. Siendo el músico un hombre de profundas creencias católicas y que, además, sufrió en sus propias carnes el horror de la 2ª Guerra Mundial, sería lógico pensar que optaría por convertir el encargo en una misa de Réquiem. Messiaen, sin embargo, optó por otra vía que reflejaba su personalidad. A pesar de haber sido prisionero en un campo de concentración, su música nunca reflejó esa desesperación como sí lo hicieron muchos de sus contemporáneos. Por el contrario, siempre buscó la luz y la esperanza y es por ello que el motivo escogido para su obra sobre los muertos en el desastre se centró en aquello que mueve la fe de cualquier creyente católico: la resurrección. Además, en lugar de optar por una orquestación íntima y recogida, propia de una pequeña iglesia o una reducida sala de conciertos, lo hizo por un grupo lo más ruidoso posible, que pudiera llenar el espacio más amplio concebible o, incluso, que pudiera sonar al aire libre. Messiaen era pródigo en anotaciones en sus partituras con comentarios muy detallados acerca del modo en que han de ser interpretadas sus obras. En “Et Exspecto Resurectionem Mortuorum”, los comentarios no se limitan a eso sino que hablan del espacio en el que la obra fue escrita, en su casa en medio de los Alpes, rodeada de escarpados montes y en medio de un circo natural que se antoja un teatro incomparable para acoger una música como la que estaba componiendo. Hace unos días comentábamos cómo Philip Glass prescindió de los violines a la hora de orquestar su “Akhnaten”. Messiaen prescinde, no ya de los violines sino de la sección de cuerda al completo, dejando la orquesta reducida a las secciones de viento (metales y maderas) y a la percusión, probablemente para quedarse con aquellos instrumentos más capaces de llenar un espacio abierto con su volúmen.

A lo largo de los cinco movimientos de la obra, Messiaen esconde varias sorpresas y simbolismos que denotan un espíritu profundamente calculador a la hora de escribir y un proceso intelectual realmente profundo, más allá de la mera inspiración musical. Cada uno de ellos lleva un título extraído de textos bíblicos y se centra en cada una de las etapas del tránsito hacia la vida eterna. Comenta el autor en las notas a la partitura: “Creo que es interesante apuntar que mientras escribía esta obra, estaba particularmente obsesionado con las imágenes de las pirámides aztecas y mayas, con los templos y esculturas del antiguo Egipto y con las grandes catedrales románicas y góticas. Además, estaba enfrascado en la relectura de las obras de Santo Tomás de Aquino y todo eso mientras me encontraba en los Alpes Franceses, contemplando esos paisajes impresionantes que considero que son mi verdadero hogar”.



“Desde el abismo más profundo, yo te llamo, Señor: Escucha mi voz” – El movimiento inicial pretende representar las almas del purgatorio y lo hace recurriendo a elementos del “canto llano” de la antigua liturgia cristiana aunque siempre de un modo instrumental. Escuchamos un sonido profundo con notas prolongadas y un estatismo casi plomizo, con unos metales que se abren paso en un lamento interminable. La imagen de una procesión de difuntos se viene inmediatamente a la mente del oyente con una gran fuerza.

“Jesucristo, alzándose de entre los muertos, nunca más volverá allí. La muerte no tiene poder alguno sobre Él” – Messiaen recurre aquí a elementos totalmente ajenos a la tradición musical europea utilizando campanas que combinan dos ritmos distintos de procedencia india: el simhavikrama (el poder del león) y el vijaya (victoria). Nada es casual, el uso de estos dos ritmos concretos es una referencia a la cita que aparece en el Apocalipsis en la que se menciona a Cristo como “el León de la tribu de Judá” que venció a la muerte. La combinación de los dos ritmos en la tradición india se usa como representación de Shiva, también vencedor de la muerte según la religión hinduista. Las notas iniciales y los primeros compases del clarinete nos hacen pensar en un primer momento en el “Cuarteto Para el fin de los Tiempos” del autor aunque el movimiento evoluciona de un modo diferente. La música es casi inaudible en esos primeros momentos hasta la aparición de las citadas campanas con las que llega un cambio rítmico que hace las veces de intermedio antes de volver a los metales y su triste letanía. Una segunda sección percusiva nos acerca al final del movimiento, de nuevo casi pianissimo.

“Llega el momento en que la muerte debe escuchar al Hijo de Dios” – Conocida es la devoción de Messiaen por el canto de los pájaros y las transcripciones para piano que realizó de alguno de ellos, convirtiéndose en una de sus obras más populares. El compositor utiliza aquí la melodía de otro pájaro: el Uirapuru del Amazonas que, conforma narra la leyenda, sólo puede ser oído en los momentos previos a la muerte. Tras esa primera intervención aparecen las campanas anunciando una breve fanfarria y una profunda melodía que recuerda al primer movimiento de la obra. Durante esta sección, se hace patente la importancia de los silencios en toda la composición, resaltada con mucho énfasis por Messiaen en sus anotaciones en la partitura (de hecho, hizo hincapié en que los distintos movimientos de la obra dejasen entre sí un amplio espacio de alrededor de un minuto para que no fueran confundidos con los largos silencios presentes dentro de los mismos).

“Y resucitarán de nuevo en la Gloria con un nuevo nombre entre la alegre música de las estrellas y el clamor de los hijos del Cielo” – Para el siguiente movimiento, Messiaen combina la melodía del “introito” (en las percusiones) y el “aleluya” (en la trompeta) de la Misa de Pascua con el silbo de la calandria. Cada sección del movimiento está separada de la anterior por tres golpes de gong, representando la Sagrada Trinidad. Los motivos melódicos son variados, encontrándonos temas alegres y saltarines combinados con series casi dodecafónicas completando el movimiento más extenso de la obra.

“Y pude escuchar el sonido de una gran multitud” – De nuevo escuchamos el tema recurrente en toda la obra como apertura del movimiento final marcado por un ritmo procesional continuo sobre el que se abren paso los metales dando a la pieza ese toque luminoso y esperanzador que se supone asociado a la resurrección de las almas.

Completan la grabación dos obras más del autor de un periodo muy anterior y con pocas cosas en común con la obra principal del disco:

“Le tombeau resplendissant”- Escrita en 1931, es una obra de juventud para orquesta. Se divide en cuatro partes, cada una de las cuales es explicada por el autor del siguiente modo: “La tumba mencionada en el título es aquella en la que descansa mi juventud. Así, la primera y la tercera parte, más dinámicas, reflejan la rabia que siento al ver cómo se escapa la mejor parte de la vida. La segunda y la cuarta son más reflexivas y muestran un intento de aceptar la pérdida adoptando una actitud más melancólica”. Algunos comentaristas han querido ver en esta explicación una forma de referirse a la reciente pérdida de su madre, fallecida poco antes de componer la pieza, más que a un lamento por el propio envejecimiento, impropio de un muchacho de apenas 23 años en aquel entonces. Messiaen aparcó esta composición casi inmediatamente después de su estreno y no quiso que se volviera a interpretar. De hecho, nunca hasta dos años después de su muerte fue grabada (falleció en 1992) y su partitura no se publicó hasta 1997.

“Hymne”- No es menos curiosa la historia de la última composición incluida en el disco. Inicialmente llevó el título de “Hymne au Saint-Sacrement” y fue compuesta en 1932. Diez años después, la partitura fue enviada a Lyon para un concierto y se perdió en el trayecto, dándose la circunstancia de que era la única copia existente de la obra. Cuando años después Leopold Stokowski solicitó una copia de la partitura para incluirla en el programa de un concierto en Nueva York, Messiaen optó por reescribirla completamente de memoria y es cuando le dio el título más corto de “Hymne”. No sabemos a ciencia cierta hasta qué punto la reconstrucción coincide con el original pero hay un cierto acuerdo sobre la gran coincidencia con el estilo del Messiaen más joven que hace muy probable que la fidelidad de la recreación sea grande.

No son pocos los autores que señalan a Messiaen como el compositor más importante del pasado Siglo. Quizá algo alejado de los focos del gran público por haberse mantenido al margen de las grandes revoluciones (Schoenberg) o polémicas (Stravinsky), la realidad es que la magnitud de su obra no se corresponde con su escasa popularidad entre el público no melómano. Nos resulta muy chocante este hecho, especialmente si tenemos en cuenta que su música no es particularmente difícil de asimilar frente a la de otros contemporáneos mucho más herméticos, sin que esto quiera decir en modo alguno que la música de Messiaen sea sencilla. Tras haber hablado aquí de algunas de sus obras más reconocidas como su “Cuarteto para el final de los tiempos” y la “Sinfonía Turangalila”, os recomendamos hoy este disco publicado hace unos meses. La interpretación corre por cuenta de la Orchestre National de Lyon bajo la batuta de Jun Märkl.


Podeis escuchar (y ver) una version diferente de la obra central del disco a continuación:

viernes, 10 de junio de 2011

Olivier Messiaen - Vingt Regards sur l'Enfant Jesus (1975)


Hasta ahora hemos tenido en La Voz de los Vientos ejemplos del Messiaen camerístico y el orquestal. Ampliamos esta visión con una extensa obra escrita para piano en la que el compositor afronta un repaso sobre la infancia de Jesús de Nazaret a traves de lo que denomina "veinte miradas". La obra fue compuesta poco después de su liberación de los nazis y estaba compuesta para su alumna, Yvonne Loriod, quien la estrenó en 1945.

Dos años después del fallecimiento de la primera esposa del compositor, la violinista Claire Delbos, en 1959, Messiaen y Loriod se casaron y la pianista se convirtió en la principal fuente de inspiración del músico, además de la gran intérprete de sus obras para piano. La versión que tratamos aquí, es una grabación para el sello Erato realizada en 1975 por la propia Yvonne Loriod.

Pero los méritos de Loriod van mucho más allá de la relación con su maestro. Desde siempre, destacó como intérprete en multitud de obras de músicos contemporaneos llegando a estrenar obras de Pierre Boulez. En sólo ocho días fue capaz de memorizar el segundo Concierto para Piano de Bela Bartok y estrenarlo en París en noviembre de 1945. Esta capacidad de Yvonne, permitió a Messiaen expandir su escritura pianística hasta puntos a los que no se había atrevido a llegar. En palabras del compositor, "Yvonne Loriod es una pianista única, sublime y brillante cuya mera existencia transformó, no sólo mi modo de escribir para piano sino mi estilo, mi visión del mundo y mi forma de pensar". Gran parte de la obra para piano de Messiaen, incluyendo esta obra que hoy tratamos y otras tan importantes como el "Catálogo de Pájaros" está dedicada a la pianista.

La grabación está disponible a buen precio (recordemos que es un disco doble) en varias webs bajo el subsello Apex:

play.com

amazon.co.uk

No nos ha sido posible encontrar una interpretación de la propia Loriod para mostrarla aquí. Valga a cambio este fragmento de la obra a cargo de Pierre-Laurent Aimard, protegido del matrimonio Messiaen-Loriod y, probablemente, el gran intérprete de la obra para piano del compositor tras el fallecimiento hace apenas un año de Yvonne Loriod.

viernes, 20 de mayo de 2011

Olivier Messiaen - Turangalila Symphony / L'Ascension (Naxos, 2008)


Dentro del corpus de la obra de Messiaen, la música sinfónica ocupa un lugar casi secundario ya que se le suele asociar a la música de órgano, piano y de cámara. Esto no significa que rehuyera la composición para grandes formaciones instrumentales, e incluso escribió alguna obra para más de 200 ejecutantes.

Hoy nos vamos a ocupar de dos de sus trabajos orquestales, especialmente del más conocido de ellos: la Sinfonía Turangalila, terminada en 1948. Una monumental obra en 10 movimientos que se extienden a lo largo de casi hora y media. En ella nos encontramos con todas las influencias y conceptos que se repiten en la obra del músico: ritmos de influencia griega e india, elementos atonales, etc. Destacamos la utilización de las Ondes Martenot, uno de los primeros instrumentos electrónicos, que tienen un gran protagonismo en determinados momentos de la obra. Messiaen llegó a componer una obra para seis de estos intrumentos en 1937 para la Exposición Universal de París. La sinfonía fue una de los primeros encargos que Messiaen aceptó como compositor y probablemente lo hizo porque lo que se le pidió fue "escribir la obra que quisiera, en el estilo que quisiera, con la instrumentación y la duración que quisiera". La obra que completa el doble disco es "L'Ascensión", obra de juventud del músico para orquesta que también conoció una versión para órgano.

La grabación corre a cargo de la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional Polaca bajo la batuta de Antoni Wit, con François Weigel como solista de piano y Thomas Bloch a las ondes Martenot. Se publicó en 2000 en el sello Naxos.

Un par de enlaces para adquirir la obra:

amazon.com

fnac.es

Un fragmento de otra versión de la obra, en concreto, del segundo movimiento, con protagonismo de las ondas Martenot:

viernes, 22 de abril de 2011

Olivier Messiaen - Quartet for the End of Time / Theme and Variations (2001)


Los límites de la creatividad humana parecen realmente inalcanzables cuando uno se enfrenta a historias como la que rodea la composición del "Cuarteto para el fin de los tiempos" de Messiaen. En 1941 el compositor se hallaba prisionero en un campo de concentración nazi en Silesia. Casualmente, entre las personas que le acompañaban había otros 3 músicos profesionales: el clarinetista Henry Akoka, el violinista Jean de Boulaire y el violoncelista Etienne Pasquier. Los dos primeros, por razones que desconocemos, conservaban su instrumento y lo tocaban ocasionalmente para el resto de prisioneros. Por razones de mera salud mental, Messiaen se abstrajo de la desesperada situación refugiandose en la música y componiendo para los únicos instrumentos que tenía a su disposición. A los dos instrumentos mencionados, hay que añadir un violoncello desvencijado al que le faltaba una cuerda que alguien encontró y decidió prestarle al tercero de los músicos ocasionalmente.

Con un conjunto instrumental tan insólito, Messiaen escribió el cuarteto, componiendo mentalmente toda la parte de piano. La obra se estrenó en el propio campo cuando alguien hizo traer un piano, al que le faltaban incluso algunas teclas, y fue interpretada por el propio compositor y sus involuntarios compañeros de encierro, en palabras de Olivier Messiaen, ante la audiencia más atenta que jamás tuvo.

En palabras del afamado crítico del New Yorker, Alex Ross (autor, entre otros de "The Rest is Noise", tremendo ensayo sobre la música "culta" contemporanea), el cuarteto es "la música más eterea y bella del siglo XX".

La versión que podemos disfrutar aquí es la publicada en 2001 en el sello Naxos, en la intepretación de Joaquín Valdepeñas (clarinete), David Hetherington (cello), Patricia Parr (piano) y Scott St.John (violín), integrantes del Amici Ensemble. Completa el disco la obra para piano y Violín "Theme and Variations" con los mismos intérpretes, compuesta por Messiaen para su primera esposa, Claire Delbos en 1932.

Para adquirir la obra:

fnac

play.com

Una muestra del tercer movimiento interpretado por el Ensemble Messiaen: