sábado, 31 de octubre de 2020

Carlos Alomar - Dream Generator (1987)



En alguna entrada anterior de este blog definimos al sello Private Music como un “cementerio de elefantes” y es que el que fuera uno de los buques insignia de la música “new age” en los años ochenta comenzó reclutando a un buen número de artistas que, si bien tenían una trayectoria muy extensa en otros estilos, normalmente había sido como integrantes de una banda o como músicos a la sombra de un artista principal. A veces, ni siquiera eso y habían hecho la mayor parte de sus carreras en el anonimato sin llegar a publicar discos con su nombre como era el caso de Suzanne Ciani.


El propio Baumann daba el perfil ya que fundó Private Music después de una breve carrera en solitario después de dejar Tangerine Dream. Entre sus primeros “fichajes” estaban Yanni (teclista por aquel entonces del grupo Chameleon), James Newton Howard (quien aún no había empezado su exitosa carrera como compositor de bandas sonoras y acumulaba una larga experiencia como músico de sesiones para Elton John, Carly Simon, Chaka Khan e incluso Julio Iglesias), Jerry Goodman (violinista de la Mahavishnu Orchestra), Eddie Jobson (ex-Roxy Music), Patrick O'Hearn (ex-Zappa como también lo fue el propio Jobson) o Andy Summers (ex-Police). Otro nombre que encaja en la lista es el de Carlos Alomar cuya carrera transcurrió en buena parte como músico de David Bowie. El guitarrista puertorriqueño solo grabó un disco en solitario y lo hizo precisamente para Private Music en 1987. Alomar no es un artista amante de los focos y ha estado siempre en un segundo plano. Muchos creen que su trabajo con Bowie se limitaba a tocar la guitarra pero lo cierto es que hizo un poco de todo, desde componer hasta producir pasando por la coordinación de la banda del artista británico. Sin ir más lejos, el primer número uno de Bowie en los Estados Unidos cuenta entre sus créditos a Carlos Alomar como compositor ya que fue él el responsable del famoso “riff” de guitarra de “Fame”, la colaboración de Bowie y John Lennon grabada en 1975. No fue la única aportación del guitarrista a la discografía del Duque Blanco ya que el sello de Alomar apareció en un buen número de canciones del artista.


En cualquier caso, poco o nada tendría que ver el trabajo de Alomar con Bowie y otros artistas con lo que podemos escuchar en “Dream Generator”. Es este un disco que en su día sonaba tremendamente moderno y experimental con Alomar tocando una interminable lista de sintetizadores y samplers entre los que no faltaban los más populares de su época como el Kurzweil 250, el Yamaha DX7, El Oberheim OB8 o el Prophet 5 entre otros, además de varias guitarras diferentes. El proceso de composición y grabación fue bastante particular y seguro que eso tiene mucho que ver en el resultado final y es que Alomar se valió del “Digitar” para la orquestación y la elaboración de las partituras. Se trataba de una especie de controlador MIDI de guitarra con el que el músico podía ir enviando las notas a los diferentes sintetizadores. Pese a todo ello, Alomar no estuvo solo y en disco participaron otros músicos como Chuck Kentis (teclados), Tony Smith (batería), Carol Grossman (piano), Danny Marx (guitarra), Carmine Rojas (bajo) y Andy Heermans (voz).


El trabajo tiene un nexo común y es que todos los cortes tienen títulos relacionados con el proceso del sueño lo que justifica lo extraño de muchos de los sonidos utilizados y nos hace catalogarlo como un álbum conceptual.


Carlos Alomar



“Hallucination” - El comienzo del disco es un adelanto de todo lo que nos espera después con sintetizadores ligeramente estridentes, samples orquestales y ritmos potentes. Todo extremadamente ochentero, incluidas las guitarras. Todos los tópicos del “AOR” tan de moda en esa década se aglutinan en los primeros minutos. Luego llega un plácido puente más tranquilo con sonidos electrónicos de fondo para un breve solo de guitarra eléctrica nada efectista antes del final, de nuevo pleno de ritmo.


“Siamese Dreams” - El segundo corte es más experimental con ritmos y sonidos percusivos que le dan al tema desde el principio un curioso aire oriental. Las melodías no terminan de aparecer quedándose en meros apuntes antes de disolverse en bucles sonoros. La segunda parte con la entrada de la guitarra y la batería es más convencional y nos lleva por caminos ya trillados con toques de ese elegante rock plastificado de los ochenta al estilo de Robert Palmer. Algunos cambios rítmicos rompen la monotonía pero no consiguen llamarnos especialmente la atención.


“Global Alpha 9” - El comienzo es un clásico arpegio de sintetizador que hemos oído en decenas de ocasiones como introducción de todo tipo de teleseries norteamericanas de la época. Muy similar también a trabajos de gente como Jerry Goodman que también publicaban en Private Music por aquel entonces. Es la primera pieza, en todo caso, en la que Alomar concede protagonismo a su guitarra encargada de las melodías principales. Es un corte agradable pero que en términos de sonido, al igual que todo el disco, ha envejecido bastante mal.



“Winkin', Blinkin' & Nod” - Ritmos programados y percusiones sirven de introduccíón para una veloz pieza en la que destaca el bajo eléctrico, probablemente sampleado, ejecutando una serie de fraseados muy inspirados. Por lo demás, nada demasiado destacable más allá de un sonido que ha terminado por definir una época pero también para quedar encasillado en ella.


“Sleepwalker” - Una de las piezas que mejor ha sabido sobrevivir al lastre de una tímbrica tan asociada a unos sintetizadores y años muy concretos es esta composición. Su tono tranquilo y su carácter melódico permiten que nos olvidemos por un momento de esos aspectos para centrarnos en la música en sí que, en este caso, es bastante inspirada.


“Insomniac” - La siguiente pieza muestra ya de inicio un cambio con la introducción de samples vocales y ritmos “funk” muy interesantes. En cualquier momento podría comenzar a cantar Prince y no nos sorprendería en absoluto. Las cuerdas y los metales sintéticos, habituales en este estilo, brillan especialmente como también lo hace la propia guitarra de Alomar. Probablemente la mejor pieza del disco con permiso de la siguiente.




“Dream Generator” - Quizá porque comparte título con el propio disco, este corte es el que más trascendió de todo el trabajo e incluso era el elegido habitual de Private Music a la hora de incluir alguna pieza de Alomar en los recopilatorios y los “samplers” promocionales que se enviaban a la prensa especializada del momento. Este hecho no deja de ser curioso porque “Dream Generator” es uno de los cortes menos comerciales del disco. De hecho puede ser el más experimental. Comienza con un tintineo electrónico sobre el que se desarrolla una breve melodía sintética al estilo de la Suzanne Ciani de la época. Luego entramos en un segmento que nos recuerda muchísimo al estilo de Isao Tomita con un punto cinematográfico que le viene como anillo al dedo. Una pieza notable, muy por encima del nivel medio del disco.



“R.E.M.” - Con el siguiente tema volvemos a las andadas con una especie de instrumental-country-electrónico que si ya sobre el papel suena raro, convertido en música es aún más extraño. Lo mejor son las guitarras de Alomar, especialmente las acústicas que apenas se habían dejado oir en lo que llevamos de disco. De hecho, creemos que esta composición habría quedado mucho mejor prescindiendo de todos los sintetizadores y de la batería y quedandose como un tema de guitarra al estilo de Michael Hedges o William Ackerman pero ese tipo de sonidos era propio de la discografía de estos (Windham Hill) y no tanto de Private Music que siempre optaba por piezas predominantemente electrónicas.


“ZZZ” - Percusiones a medio tiempo y acordes electrónicos nos recuerdan inmediatamente a la música de otro compañero de Alomar en Private Music: Patrick O'Hearn. La pieza no está mal aunque tampoco tiene nada que la haga destacar especialmente sobre el resto. Quizá el aspecto melódico está más cuidado y todos los desarrollos nos llevan a algo, cosa de la que adolecían otros cortes del disco. Interesante sin más.


“Feline Lullaby (Sam's Song)” - El cierre del disco se aparta un poco de la tónica del resto con una pieza puramente ambiental en el estilo del mismísimo Brian Eno, incluyendo las guitarras que por momentos recuerdan a las de discos como “Apollo: Atmospheres and Soundtracks” y otras veces a las del mismísimo Robert Fripp. Una sorpresa muy agradable para cerrar un disco no del todo convincente.




En su día, cuando apareció “Dream Generator”, recordamos bastantes críticas elogiosas hacia el disco y nosotros mismos lo tuvimos en muy alta estima. Sin embargo, y como le ocurre a muchos de sus contemporáneos, esa valoración se ha desplomado con el paso del tiempo al mismo ritmo al que se iban quedando anticuados la mayor parte de los sonidos que en él se utilizan. Este es un mal común a muchos trabajos de la época pero que afecta especialmente a los editados por el sello de Peter Baumann. Hoy en día hay muchos discos de Private Music que nos cuesta volver a escuchar y eso incluye a artistas como los propios Tangerine Dream o Suzanne Ciani a los que admiramos mucho. Tampoco parece que el propio Alomar quedase muy satisfecho porque su carrera como artista en solitario empezó y terminó aquí. “Dream Generator” apareció a la vez que Alomar dejaba de colaborar con Bowie tras participar en “Never Let Me Down” pero el guitarrista continuó colaborando en discos de figuras como Carly Simon, Jennifer Rush o Cyndi Lauper antes de volver con Bowie bien entrada ya la década siguiente. Hoy este disco queda como una rareza con momentos interesantes que nunca está de más revisar de cuando en cuando pero siendo muy conscientes de las fuertes ataduras del trabajo con el momento en que fue grabado.

sábado, 17 de octubre de 2020

Sergio Blardony / Pilar Martín Gila - Despertar otra vez (2020)



44 años tardó el compositor norteamericano Conlon Nancarrow en escribir los 49 estudios que integraban su obra más conocida: sus “Estudios para pianola”. En su momento, a principios del siglo pasado, la pianola vivió sus mejores tiempos. Un instrumento capaz de tocar por sí solo tenía un curioso atractivo para aquellos aficionados a la música que deseaban algo más que un simple piano en sus salones pero también para muchos compositores que veían en el invento la posibilidad de escribir música sin las limitaciones físicas que imponían la propia habilidad y pericia del intérprete. Sin embargo, estamos seguros de que nadie antes había intuído las posibilidades sonoras que encerraban los propios rollos de cinta perforada que alimentaban a la pianola. Al menos, nadie lo ha hecho a la manera de Sergio Blardony.


Blardony es una de las voces más activas de la música contemporánea española con obras para todo formato e instrumentación, desde instrumentos solistas hasta orquesta pasando por diversas formaciones de cámara, electrónica, etc. Es habitual en su obra la creación de piezas basadas en textos literarios y es aquí donde encontramos a la otra mitad del proyecto que traemos hoy al blog: la escritora Pilar Martín Gila y su poemario “La Cerillera” cuyos textos sirven de base para las composiciones de Blardony.


Sergio Blardony empezó a componer inspirado por textos de Pilar Martín Gila prácticamente desde sus primeras obras e incluso entre las más antiguas y hoy descatalogadas ya encontramos composiciones basadas en textos de Pilar, tanto en prosa como en verso. En esta cadena continua de inspiraciones que saltan de un artista a otro, la obra que hoy comentamos y que lleva el título de “Despertar otra vez”, se basa en “La Cerillera”, poemario de Pilar Martín Gila inspirado en el célebre cuento de Hans Christian Andersen. El material musical también parte de otro pre-existente aunque no concebido como tal y es aquí cuando volvemos a Nancarrow. Blardony, en sus propias palabras, extrae los sonidos previos a las primeras perforaciones de los rollos de pianola de los “estudios” de Nancarrow y también los posteriores al final de la obra. Lo que suena cuando aún no ha sonado nada y cuando todo ha dejado de sonar. En cierto modo es también lo que ocurre con los poemas de Pilar Martín Gila que nos narran todo el dolor y la violencia que queda al margen en el trágico cuento navideño de Andersen.


Aparte de las obras puramente electroacústicas de Blardony que acompañan los textos y que son re-elaboraciones de piezas previas del autor (“una especie de vuelta a empezar” como dice el propio Sergio en los comentarios de la obra) participan en la grabación los miembros de Continuum XXI dirigidos por Alberto Arroyo en una de las piezas y el percusionista Eloy Lurueña en otra. La voz que recita los textos es la propia Pilar Martín Gila con la colaboración de Marta Knörr en la cuarta de las composiciones.


“Lo que se desprende” - Comenzamos escuchando una serie de sonidos que bien podrían corresponder al operario montando los rollos perforados en la pianola. A partir de ahí, entramos en una composición electroacústica con predominancia de silencios solo interrumpida por un abrupto sonido que anuncia el comienzo del recitado por parte de Pilar Martín Gila, apenas unos versos que nos dejan de nuevo ante los fascinantes sonidos de Blardony. Una especie de carrillón irrumpe de nuevo antes de que escuchemos un fragmento más de texto. A estas alturas la atmósfera es fascinante, gélida, como el ambiente del cuento original. Las cerillas se encienden y se consumen poco a poco anticipando el trágico final entre percusiones espaciadas y texturas electrónicas.



“El dolor parado” - Notas graves van surgiendo del silencio para añadir inquietud a la experiencia. Fríos roces de metal, tonos suspendidos en la neblina, efectos sonoros y paisajes que lo mismo beben de Ligeti que de Bruno Maderna y de nuevo la irrupción de un sonido extemporáneo para dar paso al recitado. Metal contra metal de nuevo. Cuchillas que nos acechan igual que lo hacían en ya en “La madre parada”, pieza de Blardony con recitado de Pilar Martín Gila de 2016, que sirve de base para ésta y que se podía escuchar con la adición del saxofón de Fernando Vítores en el disco “Haria” de éste.



“Ese es el interior” - Llegamos así a la pieza en la que aparecen los miembros de Continuum XXI, una maravillosa formación que, utilizando instrumentos propios de la música antigua (piccolo, viola de gamba, clave o violín barroco) interpertan un repertorio contemporáneo. A ellos se suma la electrónica de Blardony y el recitado, esta vez casi como un susurro desdoblado en múltiples ecos, de Pilar Martín Gila. No esperemos escuchar alegres violines sobre un bajo continuo ni nada parecido ya que la gracia de Continuum XXI radica precisamente en lo contrario de lo que se ha hecho durante décadas hasta la aparición de visiones más historicistas de la música antigua. Si hubo un tiempo en que escuchabamos con asiduidad a Vivaldi o Bach interpretados con instrumentos y formaciones modernas, la agrupación dirigida por Alberto Arroyo le da la vuelta al concepto ejecutando piezas actuales con instrumentación antigua.


“Por debajo del cauce” - El movimiento más largo de la obra cuenta con la participación de Marta Knörr acompañando en la narración a Pilar. Piano y percusiones comparten protagonismo con el silencio. Las voces, a veces alteradas formando “loops” son un instrumento más que se alterna con el resto. Los susurros son casi inaudibles y se acercan más a los utilizados en los vídeos ASMR tan de moda ultimamente que a una narración convencional.


“Sin mirada” - Pese a la participación de Eloy Lurueña a la percusión, todo el protagonismo de la pieza final es para el recitado de Pilar Martín Gila, tratado electrónicamente a veces pero nítido en los versos que hablan del desenlace del cuento. El epílogo perfecto para una obra nada sencilla de escuchar si no se está familiarizado con ciertos estilos del repertorio contemporáneo pero que sabe recompensar al oyente que le dedica el esfuerzo necesario.

Sergio Blardony en una imagen de su web oficial.



La que es la segunda referencia del sello Fortín Artesonoro continúa con el nivel de excelencia de su predecesor Luscinia Discos y sigue con una actividad envidiable. Tanto es así que mientras escribimos estas lineas estamos en las primeras horas de vida del tercer lanzamiento del sello, firmado por un viejo conocido del blog y que no tardará en aparecer por aquí. Hasta entonces, disfrutad de la experiencia de escuchar este “Despertar otra vez”.

viernes, 9 de octubre de 2020

Hedningarna - &



Vértigo es la palabra más adecuada para definir la sensación que sentimos al comprobar que la última vez que hablamos aquí de Hedningarna fue hace ya ocho años. En aquel momento anunciábamos que la banda había abandonado un largo silencio discográfico y que estaba a punto de aparecer un nuevo trabajo suyo que, de hecho, se publicó apenas tres semanas después. Fieles a nuestro compromiso y apenas unos pocos años después, traemos aquí ese disco que iba a llevar el extraño título de “&”.


Después del descanso que supuso “Hippjokk”, disco en el que se ausentó la parte femenina de la banda, en “Karelia Visa”, último disco antes del parón, la formación había vuelto al formato de tres integrantes masculinos suecos y dos femeninas finlandesas pero a partir de entonces los cambios fueron constantes y las entradas y salidas de miembros, tanto nuevos como antiguos eran habituales. En esa etapa la banda combinó las giras con largas temporadas en las que apenas daban algún concierto suelto o colaboraban con compañías de teatro o ballet locales. También grabaron un par de cortes nuevos que serían incluidos en un álbum recopilatorio pero todo daba la impresión de ser los último coletazos de una banda que había dado ya todo que tenía que ofrecer.


Esto cambió en 2012 con ocasión del 25º aniversario de la banda. En ese momento, Anders Norudde (conocido como Anders Stake en la primera etapa de la banda), Hallbus Totte Mattsson y el violinista Samuel Andersson, incorporado a Hedningarna en año 2000, pusieron en marcha la maquinaria discográfica para grabar el que sería el sexto trabajo de estudio de la banda y el último aparecido hasta hoy con material nuevo. Pese a la notable ausencia de las voces femeninas, todo el surtido de instrumentos tradicionales nórdicos electrificados unidos a los inventados por el propio Anders Norudde siguen estando presentes y con ellos una buena parte del espíritu más clásico de la banda. Como invitado aparece en varios cortes el percusionista Valter Kinbom y en otro de ellos los componentes de la banda Philemon Arthur & the Dung. Habría que dedicar unas líneas a esta formación: se trata de una legendaria banda sueca creada a finales de los sesenta y cuyos dos miembros aún permanecen anónimos. No grabaron demasiados discos pero fueron los suficientes para ganar un Grammy sueco (no confundir con el “otro” Grammy) y, de paso, conseguir que ese premio se suspendiera por un tiempo porque se muchos consideraron una broma pesada el hecho de que lo ganaran. ¿El motivo? Si escucháis alguna de las piezas de la banda que hay disponibles en youtube os resultará más fácil comprenderlo. El sonido de Philemon Arthur and the Dung era horrible, su forma de cantar, menos que amateur y los arreglos inenarrables. Canciones con instrumentos de percusión sacados del menaje de cocina, pianos de juguete empleados como mero instrumento para maracar el ritmo usando una o dos notas, algún acordeón, alguna armónica, guitarras de vez en cuando... Un despropósito que hizo relativa fortuna en su tiempo. Su participación en el disco se limita a un corte pero aparecen como co-autores de varias piezas más. En un principio pensamos que podrían ser versiones de Hedningarna de viejos temas del dúo pero no hemos podido encontrar ninguna confirmación de esto por lo que supondremos que son piezas inéditas.


“Tjuren” - La primera pieza del disco está dominada por un alegre ritmo que acompaña a una desenfadada melodía a cargo del vocalista principal. El interludio instrumental que llega después tiene todos los elementos que hicieron a la banda un referente a mediados de los años noventa.


“Morafjälls” - Mucho más caótico es el siguiente corte. Si el primero es rock/pop pasado por la turmix de Hedningarna, este segundo tendría toques de heavy metal en el comienzo para desembocar en un excitante folk electrificado después, para terminar de nuevo con sonidos realmente duros y todo ello sin dar ni un leve respiro al oyente. Maravilloso.



“Träslöjden” - Regresamos a los ritmos joviales en lo que sería la versión de los suecos de un blues absolutamente sui generis que se torna en una melodía claramente folk sin cambiar en ningún momento de ritmo. Las voces de los tres integrantes se alternan y combinan a lo largo de todo el corte que termina por ser una pieza pegadiza pero que no deja demasiado poso. Es una de las canciones que incluye entre sus autores a los integrantes de Philemon Arthur and the Dung.


“Vem är jag” - Más sorprendente es esta canción lenta que con otros arreglos podría pasar por un tema pop convencional. En todo caso, con los instrumentos tradicionales mucho más contenidos que de costumbre, estamos frente a una canción que nos encanta. Cuesta reconocer a Hedningarna de no ser por algunos detalles como la gaita y ciertos detalles de la parte final pero el resultado es muy convincente.


“Hedna” - Para despejar cualquier duda, al respecto, en el siguiente corte instrumental regresamos sin ninguna duda al sonido de los Hedningarna de “Kaksi”, su primer gran disco y el que les abrió la puerta de otras zonas geográficas. “Hedna” es una tremenda demostración de buen hacer y está a la altura de los mejores momentos de la banda.



“Mycket vill ha mera” - Dentro de esa locura que mezcla todo tipo de géneros y los hace suyos, la siguiente canción sería una especie de “ska” vikingo que va evolucionando hasta convertirse en una desmadrada suerte de himno pop desatado.


“Höjdaren” - Continuando con el constante viraje y los saltos entre géneros, toca ahora una vuelta a los orígenes con una pieza folk que es lo más ortodoxo que vamos a escuchar en el trabajo. Otro instrumental digno heredero de las primeras grabaciones de la banda cuando aún no habían sofisticado tanto su estilo.


“Torget” - Segundo corte en el que participa Valter Kinbon y, como en el anterior (“Hedna”), su participación es clave para lograr el sonido clásico del grupo. La canción, desbocada como lo son todas las de la banda cuando se sueltan, podría haber formado parte de cualquiera de los discos anteriores.


“Hedersmannen” - Sigue el disco con un vals ligeramente acelerado que sin estar mal del todo, es una de las piezas que nos deja más indiferentes. Impecable pero sin nada que nos llame la atención por encima del resto con la excepción, quizá, del aire parisino del final. En los créditos figuran como co-autores Philemon Arthur and the Dung.


“Karbonader” - En la misma linea estaría este nuevo instrumental, convencional en su mayor parte y construido alrededor de un ritmo monolítico que solo para el el breve segmento central.


“Soppan” - Muy interesante aquí la línea de bajo alrededor de la cual se va construyendo la melodía central, una de las más inspiradas y que evoluciona constantemente. La percusión, en un plano secundario en relación con el que ocupa en otras piezas, cumple muy bien su papel. La canción va creciendo de forma progresiva y lo que parecía que no iba a ir muy lejos se termina convirtiendo en una de las piezas más interesantes del disco.



“Bonden” - Con esta canción atisbamos esa faceta tenebrosa de la banda que siempre acaba por aflorar. Un tiempo medio inquietante que podría ser la banda sonora de cualquier ceremonia de un culto de inquietantes intenciones. Terrorífica para bien. Este corte y los dos siguientes cierran el grupo de los que incluyen como autores a Philemon Arthur and the Dung.


“Men va fanken” - En este punto es donde echamos de menos definitivamente la aportación de las vocalistas finlandesas a la música de Hedningarna. En el pasado este tipo de diálogos entre las voces de ellos y ellas funcionaban de maravilla. Aquí, en cambio, la conversación entre los cantantes masculinos, no lo hace de igual modo. Es una canción pop muy curiosa que incluye una especie de homenaje a “Song 2” de Blur y que no está nada mal pero nos deja con la sensación de que podría haber sido mucho mejor.


“Hejsan svejsan” - De alguna forma, Philemon Arthur and the Dung podrían considerarse un lejano antecedente de Hedningarna, al menos en lo que se refiere a la falta de complejos de su propuesta y a la osadía instrumental. En este corte no solo figuran como co-autores sino que aparecen como artistas invitados y aportan un toque muy particular a un blues descarnado, con armónica y todo, que nos deja ya a punto de terminar el disco.


“Domen” - El cierre lo pone un precioso instrumental en el que una lenta melodía de gaita va evolucionando poco a poco sobre un fondo de tono procesional, ligeramente inquietante. Un broche perfecto para un album de retorno que parecía anunciar una vuelta que no tuvo continuidad discográfica.



En su momento muchos pensamos que “&” suponía el regreso a la actividad discográfica de Hedningarna aunque fuera en su versión de trío y que ello supondría la aparición más o menos regular de nuevos trabajos. Desgraciadamente parece que nos equivocamos ya que hasta el día de hoy no ha vuelto a aparecer ningún trabajo nuevo ni tiene visos de hacerlo próximamente. En 2016 se publicó “Kult” que era una recopilación de temas inéditos (en su mayoría) de todas las etapas de la banda. El atractivo es que en él aparecen de una u otra forma todos los artistas que han formado parte del grupo pero no deja de ser un disco de descartes por mucho interés que pueda tener. Esperamos que la situación pueda revertirse y en el futuro volvamos a disfrutar de más grabaciones de la banda (si fuera de nuevo con alguna de las integrantes femeninas, la dicha sería completa). Mientras tanto escucharemos “&” como si fuera la despedida definitiva de una de las bandas más peculiares que hemos oído en todos estos años.


Os dejamos con un video en el que los miembros de la banda nos enseñan alguno de sus instrumentos: