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viernes, 22 de diciembre de 2023

Jeff Buckley - Live at Sin-é (1993)



Hace relativamente poco tiempo hablamos aquí de “Grace”, el único disco de estudio publicado en vida por Jeff Buckley. En aquel momento hacíamos referencia al EP que traemos hoy al blog y que se trata del debut discográfico del músico. Comentamos entonces cómo Jeff se había convertido en una notable atracción en el East Village neoyorquino con sus conciertos en el café Sin-é en los que apenas se acompañaba de una guitarra eléctrica. En aquellas actuaciones, Buckley mezclaba, casi al cincuenta por ciento, canciones propias con versiones de artistas tan diversos como Bob Dylan, Van Morrison, o Leonard Cohen e incluso se atrevía con otros más “exóticos” como Edith Piaf o Nusrat Fateh Ali Khan. Esos conciertos llamaban la atención de cada vez más gente y terminaron por conseguirle su primer contrato discográfico con Columbia. Sin embargo, el músico insistió en que, antes de lanzar un disco completo, prefería algo más pequeño y por ello, con buena parte de lo que sería “Grace” ya grabado, se decidió registrar algunas de sus sesiones en el café Sin-é de cara a la publicación de un EP que sería el debut comercial del artista.


El disco que traemos aquí es, precisamente “Live at Sin-é” en su versión original de solo cuatro canciones en la que se pretendía recoger todo el ambiente de los conciertos de Jeff durante la etapa en la que fue artista habitual del café, donde actuaba todos los lunes desde abril de 1992 hasta el final del verano de ese año. La grabación es cruda. Sin retoques. Se pueden apreciar en ella los sonidos del local e incluso el zumbido del amplificador, no demasiado bien aislado, constituyendo un documento impecable de lo que sucedía en esos conciertos.


“Mojo Pin” - Las dos primeras canciones son composiciones propias. La que abre el disco comienza con un largo lamento acompañado de arpegios de guitarra. Comienza entonces Jeff a recitar, más que a cantar, un breve fragmento antes de entrar en la parte central de la canción. En apenas dos minutos ya hemos asistido a tres o cuatro cambios de estilo y ritmo en la pieza lo que deja bien claro que no estamos ante un cantante convencional en absoluto. De ahí al final, más desafíos, giros vocales, arranques de rabia, pausas dramáticas, etc. Un auténtico tour de force en apenas cinco minutos de canción.




“Eternal Life” - El segundo corte se abre con una larga introducción de guitarra llena de ritmo en la que Buckley nos demuestra que sus habilidades con el instrumento no son nada desdeñables. Es una canción más rockera que la anterior y en la que se dejan ver algunas de las influencias del músico, particularmente la de Led Zeppelin. Igual que ocurría en la pieza anterior, el manejo de la situación, combinando partes intensas con momentos en los que todo se detiene, es espectacular. Una interpretación que revela un talento inmenso.


“Je n'en connais pas la fin” - Quizá la gran sorpresa del disco es la inclusión de una canción popularizada por Edith Piaf. En ella todo es delicadeza, desde la melodía casi infantil con la que comienza, interpretada de forma encantadora por Buckley a la guitarra, hasta la forma de cantar del artista con inflexiones llenas de sutileza. Una joya con todo el encanto de un carrusel infantil girando iluminado al atardecer.




“The Way Young Lovers Do” - El EP se cierra con una larga versión de una canción de Van Morrison introducida con una prolongada queja que desemboca en un atractivo ritmo de guitarra con progresiones a medio camino entre el jazz y el rock progresivo. Con ese fondo empieza la interpretación vocal que es un derroche de facultades y talento por parte de un artista decididamente diferente. Entramos así en la parte central en la que Buckley se atreve con un extenso y arriesgado fragmento dominado por el “scat” en fantástica combinación con la guitarra. Es algo que hay que escuchar para hacerse una idea porque cualquier descripción se queda corta.


En 2003, coincidiendo con el décimo aniversario de la publicación del EP, apareció una edición expandida del mismo que recogía los dos conciertos completos de los que procedía la grabación original. Más de dos horas y media de canciones entre las que se conservan los comentarios del músico durante la actuación. Un documento precioso que recomendamos, aunque, quizá por pura nostalgia, hoy nos quedamos con el encanto del disco original que, por otra parte, fue el que llamó la atención de medio mundo antes, incluso, de la publicación del aclamado “Grace”.

viernes, 27 de enero de 2023

Jeff Buckey - Grace (1994)



"La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo, y tu has brillado con muchísima intensidad, Roy.”


La cita procede del encuentro entre Roy Batty y Eldon Tyrell en la película “Blade Runner” pero nos parece perfecta para describir la breve trayectoria del artista que traemos hoy al blog: Jeff Buckley. No es habitual que un músico con apenas un disco de estudio publicado y unas pocas grabaciones en directo sea citado como influencia capital por artistas de la talla de Thom Yorke, Matt Bellamy, Adele, Eddie Vedder, Chris Cornell y tantos otros pero es que en la vida de Buckley, muchas cosas se salieron de lo normal. Para empezar, su padre, Tim Buckley, era una estrella del folk/rock y también uno de los más experimentales del género al introducir elementos de jazz y psicodelia en sus discos. Sin embargo, Jeff solo vio una vez a su padre ya que éste se divorció de su madre un mes antes de dar a luz y falleció por una sobredosis de drogas cuando el niño apenas tenía 8 o 9 años. Por lo tanto tenemos que buscar su relación con la música por otro lado y es que su madre tenía formación en piano y violonchelo y su padrastro era un gran aficionado al rock progresivo y a bandas como Led Zeppelin o The Who. Jeff Empezó a tocar la guitarra y decidió que quería ser músico de rock cuando aún era un niño y empezó a tocar y cantar en varias bandas sin demasiado éxito compatibilizándolo con otros trabajos más mundanos.


Tardó un poco pero a principios de los 90, Jeff Buckley empezó a tener una cierta estabilidad tras desplazarse a Nueva York y tocar con regularidad en pequeños locales. Entre los contactos que hizo en esa etapa estaba el veterano Gary Lucas, antiguo guitarrista de Captain Beefheart, quien le incorporó a su banda de entonces: Gods and Monsters. Lucas y Buckley se conocieron durante un concierto homenaje a Tim en el ambos interpretaron varias canciones en lo que Jeff define como una forma de despedida de su padre, ya que no pudo asistir a su funeral en su momento. El dúo comenzó entonces a trabajar en varias canciones que más adelante serían grabadas por Buckley en su primer disco en solitario y es que el joven Jeff no tenía mucho interés en seguir con una banda. Antes de llegar a grabar, el artista se hizo un nombre tocando, como decíamos antes, en recintos pequeños, pubs y cafés, especialmente en el Sin-é que cobraría una gran importancia en su futuro. Buckley tenía un repertorio de lo más ecléctico en el que tenían cabida versiones de soul, blues, cantautores, punk, rock, etc. pero todo interpretado con un estilo personalísimo tanto en la parte vocal como a la guitarra. Estas actuaciones llamaron la atención de gente importante y se cuenta que muchas noches era habitual ver limusinas en la puerta del café Sin-é. Finalmente fueron los de Columbia quienes se llevaron el gato al agua y consiguieron firmar a la estrella emergente. En poco tiempo se organizó una sesión de grabación en directo en el Sin-é de la que saldría un EP de cuatro canciones que alcanzó la categoría de mítico. En la grabación aparecían dos temas propios y sendas versiones de Edith Piaf y Van Morrison y en todos ellos quedaba patente que estábamos ante alguien especial. Un intérprete sutil, frágil, sensible, que abría una puerta a un tipo de vocalistas diferentes como Antony Hegarty, Rufus Wainwright o incluso el anteriormente citado Thom Yorke, quien afirmó que “escuchar cantar a Jeff Buckley le dio la confianza que no tenía para cantar en falsete”.


Llegamos así a “Grace”, el único disco de estudio publicado por Buckley en vida y en cuya grabación prácticamente todo el peso recayó en él. Buckley cantaba, tocaba la guitarra, los teclados, el dulcimer y las percusiones. Mick Grondahl se encargaba del bajo y el resto de músicos, participaron en cortes puntuales. En la lista tenemos a Gary Lucas y Michael Tighe a la guitarra, Loris Holland al órgano, Matt Johnson a la batería y Micha Masud a la tabla.


“Mojo Pin” - Abre el trabajo una de las canciones que integraba el EP del café Sin-é, escrita por Buckley y Lucas. La doliente voz de Buckley lo llena todo acompañada de una batería jazzística y una guitarra delicadísima en la introducción, enseguida cambia hacia tonos más rockeros con guiños a Robert Plant pero siempre dominada por un estilo interpretativo absolutamente personal por parte de Jeff.


“Grace” - Segunda de las canciones que procedían de las antiguas sesiones de Buckley y Gary Lucas (en realidad, la base era un instrumental de este último). En esta ocasión es un agitado tiempo medio con magníficos arreglos de guitarra y cuerdas. Una canción llena de matices con toques progresivos y folkies que hacen de ella una de las mejores del disco. Fue el primer single del trabajo.




“Last Goodbye” - Segundo single y también la canción que más éxito tuvo en el momento de su publicación. En ella se combinan guitarras y bajo de aire “grunge” con arreglos de cuerda en una combinación que funciona mucho mejor de lo que podría parecer en un principio.


“Lilac Wine” - Ya dijimos que en sus actuaciones en locales de Nueva York, una de las cosas que más llamaban la atención era la elección del repertorio, con canciones de procedencias muy diversas. Eso ocurre con esta balada escrita en 1950 por el compositor de musicales James Shelton. Una canción que aquí aparece con un arreglo muy sencillo de cuerdas y guitarra, con momentos en los que Buckley canta prácticamente sin acompañamiento. Una joya que a veces pasa desapercibida.


“So Real” - Buckley solía decir que esta era su canción favorita por muchas razones, entre ellas, porque se grabó en una sola toma. Cuatro músicos en el estudio tocando y la grabadora encendida. Nada más. Y no es una canción sencilla porque hay en ellas varios cambios de ritmo y otros detalles que hacen pensar en la necesidad de más de un intento para que todo salga como debe.


“Hallelujah” - Siempre es difícil hacer una buena versión de una canción ajena y cuando el original es de alguien consagrado como Leonard Cohen, mucho más aún. Guitarra y voz. Solo con eso es suficiente para que Buckley, no solo salga airoso del reto sino que consigue hacer una interpretación que, para muchos, es la que quedará como la mejor de todas las que se han hecho de la pieza. Lo curioso es que, como pasó con la original de Cohen, en su momento pasó inadvertida y no fue hasta un tiempo después que alcanzó el estatus de clásica que hoy tiene.




“Lover, You Should've Come Over” - Continúa el disco con una balada folk más bien convencional en la que destaca el raro arreglo de órgano interpretado por Loris Holland. Buckley, en todo caso, demuestra una madurez en su forma de interpretar muy alejada de la edad y experiencia que tenía entonces.


“Corpus Christi Carol” - Una de las sorpresas del disco es este villancico tradicional que Buckley recordaba por una versión cantada por la mezzo-soprano Janet Baker y que sonaba en su casa cuando era pequeño. La versión de Buckley, apenas acompañado por su guitarra, es exquisita.


“Eternal Life” - Otra de las canciones que ya se encontraban en el EP del Sin-é. Tiene toda la apariencia de ser un homenaje del músico a sus admirados Led Zeppelin, tanto por el formato, más cercano al hard rock, como por su estilo vocal, próximo al de Robert Plant.




“Dream Brother” - El disco original se cerraba con esta oscura canción dedicada a un amigo que estaba pensando dejar a su novia cuando ésta le comunicó que estaba embarazada. Buckley había vivido esa situación en la persona del hijo y no quería que su amigo causara el mismo sufrimiento que él había padecido.


Buckley derrochaba carisma como un moderno James Dean pero, como él, no vivió lo suficiente como para demostrar el increíble potencial que se adivinaba en sus primeros trabajos. En 1997, cuando estaba trabajando en la grabación del que iba a ser su segundo disco, falleció ahogado mientras nadaba en un río en Memphis en circunstancias que nunca quedaron del todo claras. Para entonces, “Grace” no era todavía un disco de culto. Las ventas fueron más bien discretas al principio y no fue hasta un tiempo después que la crítica comenzó a valorar el disco incluyéndole en muchas de las listas de los mejores trabajos de la década. Artistas como Lou Reed, Bob Dylan, Jimmy Page o David Bowie se deshacían en elogios hacia el trabajo que hoy en día está considerado como un clásico de su tiempo.


Como suele ocurrir en estos casos, “Grace” alcanzó mucha más difusión tras el fallecimiento de Buckley de la que había tenido con él aún vivo. De hecho, algunos lectores pensarán que nos hemos dejado fuera del análisis una canción: “Forget Her”, con la que se cerraba el disco que la gran mayoría de ellos tendrán en sus casas. Si ese es el caso, es porque la versión que tienen es alguna de las reediciones que fueron lanzadas posteriormente a la muerte del artista ya que la original contenía solo diez canciones. Con posterioridad al fallecimiento de Jeff han aparecido muchas grabaciones en directo, versiones expandidas de “Grace” e incluso un disco con el material que se había grabado para el segundo disco. Todo muy interesante pero nosotros nos quedamos con este “Grace” y con las grabaciones del músico en el café Sin-é de las que quizá hablemos más adelante.