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lunes, 13 de mayo de 2024

Peter Gabriel - I/O (2023)



Si hay un músico con fama de perfeccionista ese es Peter Gabriel. A lo largo de toda su carrera en solitario, cada uno de sus discos ha sido una obra casi perfecta de ingeniería sonora en el que cada detalle está estudiado al máximo y esa obsesión iba a más con cada nuevo trabajo. La consecuencia de esto: que el espacio entre discos nuevos cada vez es mayor. No es que estemos ante algo raro en este tipo de artistas pero lo cierto es que en este caso el tiempo de espera ha sido algo casi grotesco ya que entre “Up”, su último disco de canciones nuevas y “I/O”, recién aparecido, han transcurrido más de veinte años.


La cosa es que esto no debería haber sido así porque cuando apareció “Up”, Gabriel indicó que tenía más de 100 canciones escritas y la previsión de lanzar otra selección de ellas en un plazo no demasiado largo. Las giras y otros proyectos que iban surgiendo, entre los que se encontraba la periódica y recurrente posibilidad de una reunión de Genesis, fueron aplazando año tras año el proyecto. Más tarde fue la enfermedad de su esposa (un linfoma, en apariencia incurable, que terminó por superar) la que apartó a Gabriel de toda actividad musical hasta finales de 2018 cuando, por fin, retomó un proyecto cuyos primeros pasos se dieron allá por 1995.


El nuevo trabajo iba a llevar el título de “I/O”, probable referencia a la dualidad “input/output” y para su grabación, Gabriel iba a recurrir a sus colaboradores habituales, Tony Levin (bajo), Manu Katche (percusiones) o David Rhodes (guitarras) además de un buen número de músicos que participan en temas puntuales. Mención aparte merece la presencia de Brian Eno haciendo un poco de todo, desde tocar sintetizadores, a co-producir varios temas, programar bases rítmicas, etc. Por la trayectoria de ambos, nos llama la atención que no hayan colaborado antes en un disco más allá de coincidir en los créditos de algún trabajo ajeno, especialmente cuando se conocen desde que Eno participó en “The Lamb Lies Down on Broadway” de Genesis. Una de las curiosidades de “I/O” es que el disco se presenta en dos mezclas diferentes: una “brillante” realizada por Mark Stent y otra “oscura” a cargo de Tchad Blake. No nos vamos a extender en las diferencias entre ambas porque no son demasiado relevantes y se limitan a matices aquí y allá.


“Panopticom” - El disco comienza con una canción compleja. Se inicia con una sencilla melodía de teclado que enseguida da paso a una parte percusiva con el sabor típico del Gabriel de “Up” o “Us”, llena de efectos electrónicos y de detalles sutiles que desemboca enseguida en el estribillo, ligeramente acelerado por las guitarras acústicas y en un intenso puente tras el que volvemos al inicio. Un canción que nos encantó desde la primera escucha y que fue el primer adelanto del trabajo.




“The Court” - Es común a varias de las canciones del trabajo un esquema en el que se combinan segmentos muy diferentes a lo largo de toda la canción. Aquí asistimos a un comienzo de corte étnico dominado por las percusiones que continúa con una especie de parón y una potente sección central digna del mejor Gabriel. En la parte final aparecen los teclados y los coros para guiarnos hacia un bonito final.


“Playing for Time” - Un par de referencias clásicas al piano (un poco de la “marcha fúnebre” de Chopin con un toque impresionista después) abren esta balada que muchos han relacionado con Randy Newman no sin razón. Los arreglos orquestales funcionan de maravilla en una canción emotiva con un toque épico en su segunda parte, propulsada de forma impecable por las cuerdas.


“I/O” - La siguiente canción tiene unos arreglos algo más sencillos que las iniciales lo que la relaciona más con trabajos como “Melt” que con los posteriores a “So”. Es un bonito tiempo medio, optimista y vital que saca mucho partido a un estribillo extremadamente pegadizo con un toque africano en los acompañamientos corales a cargo del Soweto Gospel Choir.




“Four Kinds of Horses” - Con la siguiente canción volvemos a las producciones sofisticadas, con percusiones tenues, efectos electrónicos y sintetizadores flotantes. Un tema maravilloso que va surgiendo poco a poco en una progresión que puede recordar al “Hotel California” de los Eagles pero siempre sonando cien por cien Peter Gabriel.


“Road to Joy” - Como nos ocurre en la mayoría de las canciones del disco, desde la primera escucha ya nos resultan familiares y es que pocos artistas hay con un sello tan personal e inconfundible. Magníficos los toques funk en las guitarras y la ejecución vocal de Gabriel a la altura de la de clásicos como “Sledgehammer”. Es muy difícil ponerle un pero, no ya a una canción, sino incluso a cualquier fragmento de alguna en un disco en el que todo roza la perfección.


“So Much” - Otra de esas baladas emocionantes de Gabriel, dominada esta vez por el piano con un bajo maravilloso a cargo de Tony Levin y unos coros femeninos que nos recuerdan al último Leonard Cohen pero mucho más sutiles que los que éste solía emplear. La forma de interpretar del cantante aquí es muy cercana a la que utilizaba en su disco de versiones “Scratch My Back”, con un tono más maduro en el se nota el peso del tiempo.


“Olive Tree” - Muchas críticas han incidido en la similitud de los arreglos de esta canción con el estilo de Phil Collins en los ochenta y noventa y lo cierto es que podemos compartir esa opinión, especialmente cuando entran los metales. En todo caso sigue siendo una canción absolutamente reconocible por el seguidor de Gabriel el que también planea un cierto aire a The Police, especialmente en las guitarras y la batería. Tampoco extraña mucho si tenemos en cuenta que Gabriel giró con Sting durante varios meses en los años anteriores.


“Love Can Heal” - Tras la sorpresa del comienzo electrónico/ambiental aparece un precioso violonchelo interpretado por Linnea Olsson, quien también le da la réplica vocal a Gabriel en un dueto que inevitablemente nos remite a su “Don't Give Up” con Kate Bush. Muy diferente al resto del disco, es, sin embargo, una de nuestras canciones favoritas.




“This is Home” - De nuevo asistimos a un cambio de estilo con la canción más descaradamente “pop” del disco, llena de elementos del Gabriel más conocido, toques de “world music” y una producción aparentemente sencilla pero cuidada al detalle.


“And Still” - El comienzo de cuerdas es suave y podría desembocar del mismo modo en una balada de corte celta que en un tema clásico. Ni lo uno ni lo otro. Cuando aparece el ostinato de piano y la percusión nos encontramos más cerca de un tema “trip-hop” en la línea de Massive Attack o Portishead que de una canción de Peter Gabriel al uso. Es la única pieza del disco que nos descoloca por completo aunque no por ello nos disgusta. Especial mención al magnífico interludio a base de cuerdas que aparece antes de la recapitulación final porque es una preciosidad. El cierre, lleno de voces etéreas, es otro acierto.


“Live and Let Live” - Aunque participa en varios cortes del disco, se nos antoja que los sintetizadores y tratamientos sonoros de Brian Eno son aquí más reconocibles que en el resto del mismo. Nos encantan también los arreglos de cuerda que suenan muy “beatles” acompañando el estribillo así como la trompeta de Paolo Fresu, y los toques africanos de la guitarra y el coro de Soweto que ponen un cierre extraordinario al disco.


La sensación que nos deja “I/O” es la de haber montado en una máquina del tiempo que nos ha transportado veinte años atrás. El disco podría haber sido grabado en 2004 como estaba previsto porque reconocemos en todo momento al Peter Gabriel de aquellos años. Muy pocos de los avances tecnológicos de estos años que aparecen en el trabajo llamarían especialmente la atención al oyente de entonces si lo hubiera escuchado en aquel momento. Tampoco se nota la presencia de ninguna influencia estilística o de alguna moda surgida en estas dos décadas. Habitualmente exigiríamos a un artista una evolución mayor, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde su anterior disco de canciones nuevas pero hay casos en los que la calidad de la obra nos permite olvidarnos de ese anhelo de novedades y centrarnos en disfrutar de la música sin más. Eso es exactamente lo que nos ocurre con "I/O". Un disco maravilloso del que casi habíamos perdido la esperanza de llegar a disfrutarlo algún día y que, sin embargo, está ya aquí, peleando cara a cara con los mejores de su autor para situarse entre nuestros favoritos y convertirse en una de las recomendaciones más evidentes que hemos hecho en mucho tiempo.

lunes, 12 de febrero de 2024

Laraaji - Ambient 3: Day of Radiance (1980)



En alguna ocasión hemos hablado de la música “New Age” como un cajón de sastre utilizado por las tiendas de discos para meter ahí todo aquello que no cabía en las categorías tradicionales: el jazz que no acababa de ser jazz, la clásica que no terminaba de ser clásica, el folk que no sonaba a folk... todo eso y algunas nuevas corrientes en busca de encaje clasificatorio como la música electrónica o el ambient acababa mezclado en ese batiburrillo que solía estar al final de las estanterías de las tiendas en la época en la que aún había tiendas.


Al margen del toque humorístico que esa definición encierra, lo cierto es que sí existió un género al que se puede llamar con propiedad música “New Age” con unas características muy concretas y relacionado, además, con unas corrientes filosóficas y un estilo de vida determinado que existía anteriormente y que ya usaba esa misma definición de “nueva era”. El movimiento “new age” estaba muy influido por las religiones orientales, desde el hinduismo con prácticas como la meditación trascendental, hasta el budismo. Surgió en California a finales de los sesenta mezclando ideales del movimiento hippie con todas estas ideas que llegaban de Asia. La música “new age” en el sentido más estricto del término sería música creada para favorecer determinados estados mentales en los que poder meditar, reflexionar o crear una armonía con la naturaleza y el entorno. La música, por tanto, era extremadamente relajada, medida, alejada de cualquier sobresalto o tensión; en ocasiones mezclada con sonidos naturales como el rumor de las olas, el discurrir de un río, viento o aullidos de lobos y cantos de ballenas. El caldo de cultivo perfecto para que, en palabras de Vangelis, “músicos sin ningún talento pudieran hacer música aburridísima”. De hecho, una de las peculiares características de la música “new age” como contenedor de estilos era que la gran mayoría de los artistas a los que se metía ahí, rechazaban rotundamente formar parte de esa categoría.


Sin embargo, y volviendo a lo que nosotros consideramos realmente música “new age”, hubo un buen número de artistas que abrazaron la denominación y también la filosofía que se encuentra detrás como Steven Halpern, Terry Oldfield, Deuter, Paul Horn, Medwyn Goodall o Patrick Bernhardt. De hecho, sus discos eran más fáciles de encontrar en las tiendas de aromaterapia, de productos naturales o librerías esotéricas que en las tiendas de discos propiamente dichas. Con contadas excepciones, los artistas puramente “new age” no nos han llamado nunca la atención y hay muy pocos discos suyos que hayan resistido unas cuantas escuchas o revisiones pasados unos años. Y con todo lo dicho, hoy vamos a hablar de un artista al que podemos considerar de pleno derecho como un músico “new age”: Edward Larry Gordon.


Su historia es, como poco, peculiar. Su formación como músico era muy amplia y aprendió a tocar el violín, el piano o el trombón además de estudiar canto. Sin embargo, lo que quería era ser actor y se trasladó a Nueva York para buscar suerte en los escenarios y también como cómico actuando en el circuito de stand up comedy y compartiendo tarima con gente como Richard Pryor, Bill Cosby o Woody Allen. En esa época empezó a interesarse por las filosofías orientales y adquirió una cítara en una tienda de segunda mano. El sonido del instrumento le fascinó y empezó a experimentar con él electrificándolo e inventando nuevas formas de tocarlo. A finales de los setenta no era raro encontrar a Gordon como músico callejero en las aceras y los parques neoyorquinos donde se dice que improvisaba durante horas tocando con los ojos cerrados. Un día, al recoger las monedas que le iban dejando los viandantes, encontró en el cestillo una nota que decía: “Estimado señor, discúlpeme por dejarle este trozo de papel pero me preguntaba si querría participar en la grabación de un disco que estoy preparando. Firmado: Brian Eno”. Cuenta Gordon como unos días antes, una pareja de oyentes que le escucharon tocar le invitaron a cenar a su casa y le preguntaron por su música indicando que “les recordaba a la que hacían Fripp & Eno”. En aquel momento, Gordon no tenía ni idea de quiénes eran esos dos pero se quedó con los nombres de modo que cuando leyó la firma de la nota decidió contactar con el teléfono que figuraba en ella.


El disco iba a llevar el título de “A Day of Radiance” y sería el tercer volumen de la serie “Ambient” creada por el propio Eno. De hecho, sería el único disco de los cuatro de la colección en el que Eno solo interviene como productor siendo Gordon el que firma como autor de toda la música aunque no lo haría con su propio nombre sino con el alias de Laraaji.


El disco constaba de dos largas suites. La primera, titulada “The Dance” está dividida en tres movimientos con muy pocas diferencias entre ellos. Básicamente se trata de Laraaji interpretando secuencias repetitivas de notas durante un tiempo prolongado con su cítara y el dulcimer. El papel de Eno es muy residual y se limita a algún toque electrónico por aquí y alguna capa adicional de sonido por allá. El efecto es hipnótico pero por su dinamismo se nos antoja muy alejado del concepto de “ambient” de los primeros dos discos de la serie. En el segundo movimiento hay una mayor variedad sonora por la aplicación de algunos tratamientos y efectos sintéticos aunque la base es la misma. Si acaso, aparecen algunos elementos percusivos y melódicos que nos acercan más a la música oriental. El tercer movimiento es en el que Eno tiene mayor participación ya que procede a ralentizar la grabación para así explorar con mayor detalle los ecos y reverberaciones de los instrumentos creando un efecto fantasmagórico muy interesante que recuerda vagamente a sus experimentos con Robert Fripp.




La segunda suite, esta vez de dos movimientos, lleva el título de “Meditation”. Aquí el tono es decididamente relajado con lentos arpegios de Laraaji resaltados por la electrónica de Eno en un línea ambient más acorde con el resto de discos de la serie y con muchos puntos en común con trabajos como “Evening Star” de el propio Eno con el citado Fripp, especialmente en el extenso primer movimiento. El segundo insiste en las ideas de éste, potenciando si acaso los aspectos más radicales y dando un mayor protagonismo al silencio en muchos pasajes.




Antes de “Day of Radiance”, Laraaji había publicado un par de discos (uno, el primero, con su nombre real) y desde entonces ha grabado decenas de trabajos más, todos ellos dentro de lo que podemos llamar la “new age” más pura. Participó en el “Music for Films III” del propio Eno y en algunos discos del hermano de este, Roger, de Michael Brooks o de Bill Laswell además de formar parte del proyecto Channel Light Vessel. Sin embargo, este tipo de grabaciones hechas siempre con artistas del entorno de Brian y Roger Eno son más bien anecdóticas en una carrera centrada en la música para la meditación y la musicoterapia y llena de discos auto-editados o lanzados en sellos estrictamente de “new age”. Hemos de reconocer que desconocemos por completo cómo suenan esos discos propios aunque alguno de ellos como “Celestial Vibration” (1978) ha sido recientemente reivindicado por publicaciones como Pitchfork aprovechando su reedición. Quizá en un futuro profundicemos en esa parte de su obra aunque hasta entonces seguiremos disfrutando de este “Day of Radiance” como una experiencia sonora muy interesante y quizá no lo suficientemente valorada.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Eno / Cale - Wrong Way Up (1990)



A finales de la década de los ochenta, Brian Eno parecía haber enfocado su carrera como creador a los discos ambientales y a las instalaciones, muchas veces acompañadas de video-albums. Sus inicios en solitario con trabajos a base de canciones más o menos convencionales quedaban muy atrás ya y parecía que esa faceta solo le interesaba como productor de temas de otros artistas, especialmente U2, a quienes acompañó en toda su ascensión al estrellato. Por eso fue muy sorprendente el disco que publicaría en 1990 en compañía de John Cale. En cierta forma, Eno y Cale eran almas gemelas. Ambos fueron miembros de sendas bandas de éxito (Roxy Music y The Velvet Underground), los dos recorrieron caminos muy experimentales tras abandonarlas y una buena parte de sus carreras la dedicaron a la producción de discos ajenos. Sus trayectorias se cruzaron en los setenta e incluso participaron en un disco en directo auspiciado por Kevin Ayers y firmado por los tres y por Nico pero la cosa no fue mucho más allá si obviamos la participación de John a la viola en un par de temas de “Another Green World” y en otro de “Music for Films” de Brian. Esto fue así hasta 1989, año en el que Cale requirió los servicios de Eno como productor para su trabajo “Words for the Dying”, un disco extrañamente bello del que tendremos que hablar algún día. Era este un LP poco convencional en el que Cale medio canta, medio recita, poemas de Dylan Thomas acompañado de una orquesta sinfónica. Aparecen también un par de piezas de piano y una canción propia en la que Eno toca los teclados. 


Con toda seguridad fue ahí donde surgió la idea de grabar un disco juntos que se materializaría entre abril y julio del año siguiente. Brian Eno y John Cale iban a publicar un sorprendente disco de canciones al uso volviendo a territorios que hacía mucho tiempo que ninguno de los dos pisaba. Todas las canciones salvo una están compuestas a dúo y los dos artistas tocan prácticamente de todo en el trabajo además de cantar. Como músicos de apoyo aparecen en algunos temas Robert Ahwai (guitarra), los habituales colaboradores de Eno, Nell Catchpole (violín) y Rhett Davies (coros), el bajista Daryl Johnson y algunos músicos de sesiones.



“Lay My Love” - La primera canción tiene todo el sello del Eno más alegre: ritmos juguetones, percusiones cuidadas y una jovial melodía de violín. El propio Eno es el vocalista en una pieza pop de exquisita factura en la que cualquier seguidor de los primeros discos en solitario del músico reconocerá inmediatamente al artista de “Here Comes the Warm Jets”.


“One Word” - El uso de percusiones y ritmos muy ricos es una de las señas de identidad del disco. En este tema, cantado a dúo por Eno y Cale encontramos una clara demostración de esto integrada en una pieza cuyo uso de las guitarras bebe de la influencia de Fela Kuti en la música de Eno que ya se reflejaba en discos como “My Life in the Bush of Ghosts”, grabado junto a David Byrne o, ya puestos, en las producciones que hizo para Talking Heads. Fue el primer single del disco.




“In the Backroom” - Primera pieza cantada por Cale lo que inevitablemente la lleva a su terreno. Por momentos la canción se acerca al estilo de Leonard Cohen lo que no debería sorprender puesto que por aquella época, John Cale estaba grabando su propia versión de “Hallelujah” que iba a dotar de nueva vida a la canción de Cohen.


“Empty Frame” - Eno vuelve a cantar en este tema con formato de rock clásico. Una canción desenfadada con profusión de metales sintéticos en la base rítmica. Una buena muestra de por dónde podría haber transcurrido la carrera de Eno de no haber optado por la experimentación y los sonidos ambientales.


“Cordoba” - Escuchamos de nuevo a Cale como vocalista y comienza a repetirse un esquema que se nos antoja similar al de los Beatles de quienes siempre se dijo que las canciones cantadas por Lennon o por McCartney delataban a su autor por mucho que las firmasen ambos conjuntamente. “Cordoba” es una preciosa canción lenta que suena a Cale y en la que destacan los exquisitos arreglos de sintetizador y un precioso tema de viola ¿electrificada? que suena en la segunda mitad de la canción.




“Spinning Away” - Continuando con la alternancia de cantantes llegamos a otra canción con Eno como protagonista y un esquema cercano a las anteriores. Mucho foco en los ritmos, perfectamente construidos y con todos los instrumentos dedicados a esa tarea, desde el bajo hasta las guitarras que en muchas ocasiones enmascaran la percusión. Uno de nuestros cortes favoritos del trabajo que, no en vano, fue single.




“Footsteps” - Una melodía como de película de miedo con casa encantada nos recibe en esta curiosa canción interpretada por Cale. Una pieza muy curiosa que nos gusta precisamente por lo extraño de su planteamiento que funciona muy bien en este momento del disco.


“Been There, Done That” - John Cale se salta la norma no escrita y repite como cantante en una de las canciones con más potencial comercial del disco y que fue escogida como adelanto promocional del mismo aunque no llegó a salir a la venta como single. La melodía recuerda lejanamente al éxito disco de Yvonne Elliman, “Love Pains”.


“Crime in the Desert” - Segundo homenaje al rock'n'roll clásico del disco en esta canción a dúo con mucho protagonismo del piano de Cale como un elemento rítmico más. Impecable aunque tampoco aporta demasiado al trabajo.


“The River” - Como cierre tenemos la única pieza del disco en la que John Cale no participa en absoluto. Todo lo hace Brian Eno con la ayuda de su hermano Roger a los teclados y de Nell Catchpole al violín. Es una balada de aroma añejo que nos retrotrae a los primeros tiempos del rock con ese toque de los cantantes melódicos aún presente y algunos retazos de country. Inesperado en este contexto pero sorprendentemente acertado.




John Cale y Brian Eno no han vuelto a colaborar quedando este trabajo como una gema única en sus carreras. De hecho, Eno tampoco volvió a hacer un disco de canciones hasta mucho tiempo después. La crítica recibió bastante bien este “Wrong Way Up” que para muchos sigue siendo hoy en día uno de los mejores discos de la discografía de cualquiera de los dos artistas.

miércoles, 30 de junio de 2021

Brian Eno - Rams (2020)



Juguemos a un pequeño juego. Imaginemos que alguien hace una lista con las características que debe tener la música hoy en día. Pongamos que ese alguien elabora un decálogo con las siguientes normas: Debe ser innovadora. Debe ser útil, práctica y ofrecer cierta satisfacción psicológica. Debe ser estética. Debe ser comprensible. Debe ser discreta, sobria y neutra. Debe ser honesta y no prometer algo que no es. Debe perdurar en el tiempo y no ser fruto de una moda pasajera. Debe estar cuidada hasta el último detalle. Debe ser respetuosa con el medio ambiente (confesamos que este punto es el de más difícil encaje pero estamos jugando). Por último, debe hacerse con la menor cantidad de elementos, prescindiendo de todo lo que no es esencial.


Sinceramente, creemos que pocos músicos encajarían mejor con esos preceptos que Brian Eno cuya obra en solitario es una demostración de cómo la música puede cumplir con la gran mayoría de esas premisas. Lo curioso aquí es que ese decálogo no obedece a una inspiración particularmente musical sino que son los “diez principios del buen diseño” enunciados por el alemán Dieter Rams, uno de los diseñadores industriales más influyentes del siglo pasado y responsable de la apariencia y funcionalidad de decenas de productos de la marca Braun durante la segunda mitad del mismo, desde cafeteras hasta equipos de música pasando por cepillos de dientes eléctricos o maquinas de afeitar. No en vano, firmas como Apple han tenido entre sus diseñadores a varios grandes admiradores de Rams e incluso la interfaz de algunos de sus programas modernos es un homenaje a determinados productos diseñados por Rams como la calculadora incluida en el sistema operativo iOS6.


En 2018, el documentalista norteamericano Gary Hustwit rodó un largometraje sobre la vida y la obra de Dieter Rams. Curiosamente, y pese a que una gran parte de sus películas anteriores trataban sobre músicos (Mavis Staples, Wilco o Animal Collective, entre otros), y aunque Hustwit trabajó en un sello de música punk a finales de los ochenta, a la hora de escoger a quién le iba a encargar la banda sonora del documental no recurrió a ninguno de esos artistas sino al propio Brian Eno y, sinceramente, no se nos ocurre una elección más acertada en este caso. El documental se estrenó hace ya tres años pero la música no apareció editada en forma de CD hasta hace unos meses. Siempre es buen momento para hablar aquí de un nuevo disco de Brian Eno así que le ha llegado el turno a su “Rams”.

Alguno de los diseños de Dieter Rams para Braun.


“Bright Clouds of Metal” - Los primeros instantes del tema nos hacen pensar que la referencia al “metal” del título no es casual ya que en términos de sonido, enseguida nos hacen acordarnos de “An Index of Metals” del disco “Evening Star” del propio Eno con Robert Fripp. Sonidos gélidos a base de distorsiones de guitarra. Secos y cortantes a veces pero con una gran personalidad. Un arranque muy prometedor para el disco.




“Harmonic Guitar” - Continúa el disco por sendas conocidas pero en esta ocasión orientadas más al “ambient” puro de “Music for Airports”. Notas electrónicas muy espaciadas repitiendo una melodía esquemática, mucho eco, silencios que lo llenan todo... Eno en su más pura expresión. Más adelante las notas se convierten en arpegios para concluir una pieza elegantísima.


“Unusual Temperament” - Algo más melódico es el siguiente corte aunque parte de los mismos principios estéticos que el anterior. No se trata ya de notas y acordes más o menos aislados sino de un motivo más elaborado aunque la repetición también es una parte fundamental de la pieza que juega con distintos timbres a la hora de encarar la melodía central.


“A Warm Sweet Bed” - Como sugiere el título, la siguiente pieza es una miniatura que hace perfectamente las funciones de canción de cuna. Un par de melodías pulsantes, sencillas, que se entrelazan durante un breve instante. Discreta, sobria y neutra como enunciaba uno de los principios de Rams a los que nos referíamos antes.


“Beautiful Metals” - La simplicidad de alguno de los cortes anteriores es llevada aquí al extremo poe Eno. La pieza es una sucesión de notas y silencios con predominancia de estos últimos. Un goteo con la cadencia de un carrillón antíguo que se pasa volando.


“Designer Piano” - Algo más complejo es el siguiente corte en el que la música cae como una lluvia constante con múltiples variaciones sobre un breve tema inicial. Mucho más dinámico que los temas anteriores, es una de nuestras composiciones favoritas de “Rams”.




“Generative Lounge” - Brian Eno lleva años trabajando en diferentes aplicaciones de música generativa, es decir, algoritmos que van creando música de acuerdo con determinados parámetros. Desconocemos si esta pieza es fruto de algo así como podría sugerir el título. En cualquier caso, tiene mucho en común con las colaboraciones de Eno con Harold Budd del pasado, en especial por el uso del piano y ese tratamiento líquido que le dan al sonido de ese instrumento.


“Design as Reduction” - Del piano pasamos a algo más parecido a una marimba combinada con sonidos electrónicos más típicos. Es otra composición hipnótica, más trabajada en apariencia que las demás y también con la presencia de más instrumentos y tonalidades. Otro de los puntos altos del trabajo.




“Al’Khwarizmi Piano” - Volvemos a las notas rápidas formando diferentes secuencias cuyo pleno sentido se alcanza al tomarlas en conjunto. Sigue siendo música “ambient” pero mucho más vivaz y dinámica que en los cortes más reposados del disco. Una magnífica pieza de música electrónica.


“Shimmering Future” - Segunda pieza del disco con una duración inferior a los dos minutos. Como “A Warm Sweet Bed” es fundamentalmente melódica pero en este caso menos definida. No rompe para nada con la estética del disco y enlaza perfectamente con el corte final.


“For A New Design” - El disco lo cierra un tema formalmente muy diferente a todos los demás. Hasta ahora Eno había optado por pulsos breves en casi todos los cortes pero este es todo lo contrario: colchones electrónicos que se desplazan lentamente con un movimiento contínuo y perceptible pero que se puede escuchar sin prestar demasiada atención. Eno en estado puro.



Conviene hacer una precisión y es que, aunque la publicación en CD es reciente, como decíamos más arriba, la banda sonora ya había sido editada en formato de disco de vinilo un tiempo antes pero en un lanzamiento muy limitado con motivo del “record store day”. A la hora de hacer una valoración de “Rams” tenemos que decir que nos ha encantado y que creemos que es un disco perfecto para el seguidor del Eno ambiental. Por los mismos motivos, quizá no sea un trabajo que vaya a entusiasmar a quienes no terminan de conectar con su música. Difícilmente lo incluiríamos en una lista de nuestros 5 o 6 discos favoritos de Eno pero en un buen día se podría acercar bastante. Os dejamos con el "trailer" del documental:





lunes, 21 de junio de 2021

Talking Heads - Fear of Music (1979)



La escena neoyorquina de finales de los setenta en el rock y géneros afines fue particularmente agitada y llena de interconexiones entre bandas y artistas (incluso de disciplinas no musicales) que hace su cronología algo particularmente enrevesado. A partir del impacto causado años atrás por The Velvet Underground surgieron varios movimientos que van desde el punk de The Ramones hasta la vanguardia  de Sonic Youth o tendencias como la denominada “no wave”. Existe un interesante disco recopilatorio, tenido por muchos críticos como hito fundacional del movimiento que llevó por título “No New York”. La grabación tuvo como impulsor a Brian Eno, quien asistió a un festival underground en aquellas fechas y que vio en las bandas que allí actuaban un potencial extraordinario y el nacimiento de una nueva forma de hacer las cosas.


¿Qué pintaba Eno en Nueva York? A mediados de 1977, John Cale, miembro de The Velvet Underground, invitó a Eno a un concierto de los Ramones en Londres. Los teloneros eran una banda que estaba empezando, llamada Talking Heads. Al acabar el concierto, y realmente impresionado por lo que allí había visto, Eno invitó al líder de la banda, David Byrne, a su casa para escuchar algo de música juntos. Poco después de aquel encuentro, Eno anunció que sería el productor del siguiente disco de Talking Heads que de aquel curioso modo daban calabazas por segunda vez a un miembro de la Velvet Underground. Lo explicamos. Parece ser que iba a ser John Cale el encargado de la producción de aquel trabajo pero es que años antes, cuando los Talking Heads daban sus primeros conciertos en Nueva York fue el propio Lou Reed el que se interesó en “ficharlos” para su sello e incluso llegaron a tener un contrato preparado que solo se frustró cuando un abogado cercano a la banda le echó un vistazo y les indicó que sería una locura firmarlo porque le entregarían a Reed todos los derechos y los beneficios del disco.


La cuestión es que Brian Eno quedó impresionado por la banda de Byrne hasta el punto de que en el siguiente disco que publicó, “Before and After Science”, se incuia un corte titulado “King's Lead Hat” que no es más que un anagrama de “Talking Heads”. Lo mejor de todo es que la admiración era mutua. Ya antes de grabar su primer disco, durante una entrevista para una revista de la época, la reportera cuenta cómo durante la misma, los miembros de la banda escuchaban en bucle a Roxy Music y la bajista, TinaWeymouth era una admiradora de “Another Green World”, el disco de 1975 de Eno en solitario.


En cualquier caso no vamos a hablar hoy de ese primer disco de Talking Heads con Brian Eno como productor sino del segundo (el tercero de la banda) titulado “Fear of Music”. Pese a que el anterior “More Songs About Buildings and Food” ya era excelente, quizá sea este trabajo el que supone el salto estilístico que hizo de Talking Heads una referencia ineludible en su día además de sentar las bases de una fusión de estilos y músicas de diferentes procedencias que iba a ser muy importante en los años posteriores. Para empezar, aparte de los integrantes de la banda, a saber: David Byrne (voz y guitarra), Jerry Harrison (guitarra, teclado y coros) y el matrimonio formado por la bajista Tina Weymouth y el batería Chris Frantz, en “Fear of Music” aparecen varios artistas invitados, especialmente en el corte que abre el disco. Entre ellos, Robert Fripp, o el percusionista egipcio Hossam Ramzy (con una trayectoria extensísima que le ha llevado a colaborar con artistas tan diversos como Loreena McKennitt, Peter Gabriel, Chick Corea, Robert Plant, Anne Dudley o Shakira). Brian Eno, lógicamente, también hace sus cositas además de encargarse de la producción e incluso firma como autor en un par de cortes.


“I Zimbra” - Quizá no sea la mejor canción del disco pero es la que marca el camino a recorrer en los años siguientes por Eno y el propio Byrne (incluso de Fripp y sus King Crimson de los ochenta). Las influencias de la música de Fela Kuti, los ritmos infecciosos, las guitarras, el bajo... todo es como una presentación del futuro. Audaz, fresco, sorprendente y perfectamente construido.




“Mind” - La siguiente canción siempre nos ha parecido como salida de un disco de Bowie. No habría desentonado en absoluto, por ejemplo, en “Station to Station”. Guitarras aventureras, un bajo juguetón y los arreglos precisos en la parte electrónica acompañan a la perfección a David Byrne, lo que no siempre es fácil dado el particular carácter del cantante a la hora de interpretar.


“Paper” - Ese histrionismo de Byrne aparece más claramente en esta canción, que nos enseña unas curiosas guitarras que casi parecen “country” en algún momento pero que cambian continuamente de ritmos frenéticos a pasajes más melódicos. Una canción que contiene varias en un tiempo muy corto y llena de detalles que solo se aprecian tras unas cuantas escuchas.


“Cities” - De nuevo la sección rítmica comandada por el imperativo bajo de Tina Weymouth, saltarín y caprichoso en toda la pieza, es la que marca la pauta de toda la canción. Estamos en la misma época en la que Mike Oldfield quiso grabar en Nueva York con músicos locales y creemos que el sonido de su “Platinum” tuvo a los Talking Heads como una de las influencias principales. Especialmente el bajo nos parece muy influido por la forma de tocar de Tina que aquí es fundamental.


“Life During Wartime” - Se cuenta que la canción surgió mientras los músicos estaban en plena jam-session improvisando un poco sobre varias ideas. Lo cierto es que el ritmo prácticamente enlaza con el de la pieza anterior, con esa mezcla de funk y música disco y una importante presencia de las congas dentro de la percusión que le dan a la canción un aire muy curioso. Es, probablemente, la canción más recordada del trabajo.




“Memories Can't Wait” - El siguiente corte rompe un poco con la línea de los anteriores con unas guitarras más agresivas, cercanas al metal en el comienzo y unos teclados mucho más presentes. Es una de las canciones que más se salen de la línea general del disco pero también es una de nuestras favoritas, quizá por esa rareza.


“Air” - Asistimos a un nuevo giro estilístico en este corte en el que aparece un coro femenino en la introducción y unas texturas electrónicas muy marcianas poco después creando una atmósfera extrañísima pero que nos encanta con momentos que nos recuerdan a cosas que una banda como Radiohead hizo muchos años después, también reflejadas en la forma de cantar de Thom Yorke, cercana a veces a los registros de Byrne en esta canción.


“Heaven” - Quizá nuestro tema favorito del disco es este tiempo medio muy contenido pero en el que tenemos las melodías más inspiradas. Volvemos a ver planeando sobre toda la canción al espíritu de Bowie pero en ningún caso como una copia o plagio sino, probablemente, como un homenaje. Al fin y al cabo, Eno venía de firmar la “Trilogía de Berlín” con él en los años anteriores.




“Animals” - En el aspecto rítmico y vocal es la canción más arriesgada del disco, con los instrumentos cambiando constantemente de compás y un Byrne obsesivo y hasta amenazador durante todo el tema. El germen del seminal “My Life in the Bush of Ghosts” estaba ya plantado. La coda final, con voz y coros repitiendo una melodía obstinadamente es de lo mejor de todo el trabajo.


“Electric Guitar” - De nuevo un ritmo muy marcado centra toda la pieza con el bajo embarcándose en todo tipo de aventuras. Roger Waters es un tipo muy peculiar y nunca reconocería algo así pero hay momentos en el disco de Pink Floyd, “The Wall”, aparecido unos meses después que “Fear of Music” que se nos antojan influidos por este tema.


“Drugs” - El cierre del trabajo nos remite otra vez a la “Trilogía de Berlín” de Bowie y Eno por la presencia preponderante de la electrónica. Si en los créditos del corte no figurase Byrne acompañando a Eno no nos habría sorprendido. En todo caso es otro claro anticipo de lo que ambos haría más tarde en el ya citado “My Life in the Bush of Ghosts”.





Ya iba siendo hora de traer por aquí a los Talking Heads, una de las bandas más reconocibles, influyentes y únicas de su tiempo, liderada por un creador inclasificable como David Byrne a quien también prestaremos atención en el futuro porque hay trabajos suyos cuya reseña es imprescindible. Tanto él como la banda al completo volverán a aparecer por aquí con toda seguridad.

sábado, 13 de febrero de 2021

Eno / Wobble - Spinner (1995)




No es probable que exista un músico con una trayectoria tan peculiar como la de Brian Eno. Miembro de una exitosa banda de rock en sus inicios, navegante en solitario poco después, inquieto experimentador, creador de géneros y estilos particulares, productor de bandas de las que llenan estadios y autor, solo o en compañía de otros, de varios discos que han supuesto hitos fundamentales en la historia de la música de las últimas décadas. Todo esto, aparentemente, con un ego en las antípodas de lo que se estila en el mundillo. Quizá sea eso lo que hace de sus discos firmados a dúo con otros artistas, trabajos tremendamente interesantes y, en muchos casos, tan relevantes para analizar su propia trayectoria como cualquiera de los realizados en solitario.


Quizá la clave del buen funcionamiento de estas colaboraciones es el planteamiento de las mismas o, precisamente, la falta de un planteamiento fijo y es que Eno enfoca sus trabajos a dúo de todas las formas posibles: trabajando mano a mano con otro artista, intercambiando material y trabajando por separado y también los otros extremos posibles. Recientemente hablamos aquí de “Mixing Colours”, disco publicado a dúo con su hermano Roger en el que toda la composición partía de este mientras que la labor de Brian consistió en dar forma al material creado por el pequeño de los Eno. En el disco que comentamos hoy ocurre justo lo contrario.


En 1994, Brian Eno realizó la banda sonora de “Glitterbug”, documental dirigido por Derek Jarman en sus últimos meses de vida, muy afectado ya por la enfermedad que le acabaría matando y que le estaba haciendo perder la vista. Jarman apenas aguantó lo justo para ver el estreno del trabajo antes de morir. Eno, por su parte, no publicó la banda sonora pero sí decidió entregarle todo el material a otro músico para que hiciera lo que quisiera a partir de sus grabaciones. El escogido no era precisamente un “cualquiera” sino Jah Wobble. Wobble había sido miembro de Public Image Ltd, la influyente banda del ex-cantante de los Sex Pistols, John Lydon. Ambos habían tocado juntos cuando los Sex Pistols aún existían y por ello el vocalista recurrió a Wobble cuando pensó en formar una nueva banda. Junto a ambos, integraron la primera formación de PiL, Keith Levene, de The Clash y el batería Jim Walker. PiL no fue una banda particularmente exitosa pero, sin embargo, su segundo disco, “Metal Box”, es habitualmente citado como uno de los más influyentes de su época por muchos músicos posteriores de todos los estilos.


Tenemos pues a Brian Eno que entra en contacto con Wobble y le entrega el material grabado para “Glitterbug” para que el bajista haga con él lo que crea conveniente. Así sucedió y con las cintas de vuelta, tal cual las entregó Wobble, Eno publicaría “Spinner” en 1995. En palabras del propio Brian Eno: “Le entregué 19 piezas. En algunas de ellas, Jah tuvo la humildad de no tocar nada mientras que en otras añadió mucho material suyo. El disco se hizo en dos fases: Yo, y después él. Ni siquiera escuché el resultado final antes de publicarlo. No aporté nada a lo que Wobble me devolvió. Todo lo que él puso en el disco está producido por él. Todo lo que escuches por ahí detrás es probablemente lo que hice yo”. Por su parte, el punto de vista de Jah Wobble sobre el trabajo es realmente interesante. La idea de trabajar con Brian Eno era muy sugerente pero cuando supo de los planes de Brian para la grabación, no le gustaron nada. La idea de partir de material compuesto para la película no le resultó atractiva en absoluto. En las notas de la reciente reedición del trabajo, Wobble cuenta como pensó entonces “¿por qué no nos metemos juntos en un estudio y hacemos el maldito disco como se ha hecho siempre?”. Partir de música ya grabada le parecía “pelear con un brazo atado a la espalda” y el hecho de que no hubiera intercambio alguno de ideas tampoco mejoraba la perspectiva de la colaboración. Sin embargo terminó funcionando.

Eno y Wobble en una imagen de la época.


“Where We Lived” - El primer corte del disco suena tal y como Eno se lo entregó a Jah Wobble ya que éste consideró que no necesitaba de ninguna aportación adicional. Es una pieza electrónica ambiental que evoluciona lentamente, en la linea de trabajos clásicos de Eno como “Apollo”. Una introducción perfecta en la que destaca la textura orgánica del propio sonido que se comporta casi como un ser vivo.


“Like Organza” - En el segundo corte escuchamos ya el bajo de Wobble aportando un ritmo sensual a una composición dominada por el órgano y la aparición intermitente de una especie de campanas. El añadido de Jah Wobble crea una atmósfera con un extraño toque “jazzy” muy oscuro, propio de una película de David Lynch.


“Steam” - En este tema Wobble pierde la timidez y se anima a tocar la batería. A ello sumamos la guitarra de Justin Adams además de los tratamientos sonoros de Mark Ferda. El resultado no difiere mucho de las aventuras planeadoras de Tangerine Dream en discos como “Phaedra” o de los trabajos de aquella época de  Manuel Göttsching. En un momento determinado se escucha al “speaker” de White Hart Lane, el estadio del Tottenham Hotspur y es que Wobble era muy dado a dar largos paseos por Londres con una grabadora en la mano en busca de sonidos inspiradores, cosa que hizo en muchas ocasiones mientras trabajaba sobre las grabaciones de Eno.




“Garden Recalled” - Segunda pieza del disco que Wobble decidió dejar intacta. Es una tímida composición de Eno en la que una melodía pulsante va desarrollandose con un ritmo cadencioso y “mesmerizante”. Una preciosidad de esas con las que el no-músico inglés nos obsequia de cuando en cuando.


“Marine Radio” - Wobble decide incorporar de nuevo batería (tocada en esta ocasión por Richard Bailey) además de aportar sus propias texturas electrónicas y el bajo, muy protagonista aquí, con influencias de la música “dub”. Quizá sea de las composiciones del disco en las que Eno queda más oculto bajo diferentes capas de sonido pero eso no le quita interés hasta el punto de que es una de nuestras favoritas de todo el trabajo.


“Unusual Balance” - Volvemos a oir la guitarra de Justin Adams, esta vez como protagonista casi absoluta de la pieza junto con la voz de Susan Deyhim en algunos momentos. Wobble vuelve a tocar la batería además del bajo en una pieza extraordinaria. La atmósfera nos atrapa desde el principio y es que Jah atrapa perfectamente la esencia de las notas del piano y del Fender Rhodes de Eno para aprovechar ese sonido jazzístico y llevarlo a su terreno. Una joya.




“Space Diary” - Casi como si se tratase de una coda del corte anterior, Wobble nos deja aquí con un breve corte ambiental salpicado por algunas notas de piano que es el último del disco que el bajista deja intacto, tal y como se lo entregó Eno al inicio del proyecto.


“Spinner” - El que podríamos considerar el corte central del disco tiene un frenético ritmo marcado por la batería de Jaki Liebezeit (miembro fundador de Can que ya había trabajado con Eno en “Before and After Science”) y un infeccioso bajo a cargo de Wobble quien transforma así una suave pieza “ambient” al estilo clásico de Eno en una tensa composición absolutamente fantástica en la que se echa de menos una mayor duración.




“Transmitter and Trumpet” - Precisamente duración es algo que no le falta a los dos últimos cortes del disco que son también los más extensos del mismo. El primero de ellos sigue jugando con los rimos contagiosos, esta vez con una batería que aparece y desaparece y un bajo apagado y hasta sucio en muchos momentos. Una pieza desasosegante de principio a fin.


“Left Where It Fell” - En la misma linea de alguno de los temas anteriores está esta composición que, de nuevo, Wobble se lleva a los terrenos del “dub” jugando esta vez de forma casi agresiva con los canales del estéreo con sonidos que se mueven de uno a otro de un modo mareante consiguiendo un efecto que llega a incomodar al oyente. Pese a ello es una de esas composiciones de las que no te puedes despegar hasta que termina.



Dentro de la serie de reediciones de la obra de Brian Eno que vienen apareciendo en los últimos años, el año pasado se publicó la de “Spinner” con un par de temas extras, uno de Eno procedente de la banda sonora de “Glitterbug” y un inédito de Wobble. Una gran ocasión para hacerse con un disco que no deja de ser un rareza en la discografía de ambos artistas y que no era nada fácil de encontrar a estas alturas. “Spinner” ha sido durante mucho tiempo uno de nuestros discos favoritos de Eno, quizá por lo que tiene de particular en relación con otros de sus trabajos y no dudamos en recomendarlo a todos aquellos que conocen sus discos clásicos pero están menos familiarizados con otros lanzamientos no tan conocidos.

sábado, 1 de agosto de 2020

Roger Eno & Brian Eno - Mixing Colours (2020)



Roger Eno hizo su debut discográfico en “Apollo: Atmospheres and Soundtracks”, disco firmado por su hermano Brian. Pese a ello y al hecho de que ambos artistas han sido siempre muy dados a las colaboraciones, nunca hasta ahora se decidieron a publicar un disco a dúo. Ya contamos aquí no hace mucho tiempo la gestación de “Apollo” y cómo parte del material compuesto para ese trabajo terminó formando parte de otro disco titulado “Music for Films III”. Si tomamos ambos discos y les sumamos algunas piezas del posterior “More Music for Films” tendremos la práctica totalidad de la música creada en común por los hermanos Eno.

Esto cambió hace unos meses con la aparición de “Mixing Colours”, disco cuya gestación ha durado la friolera de quince años. Fue en 2005 cuando Roger comenzó a componer una serie de piezas, para piano en su mayoría, que eran enviadas paulatinamente a su hermano para que éste se encargase de la transformación de las mismas añadiendo sus particulares texturas y tratamientos sonoros. Nunca se pensó en que todo ese material formase parte de un disco: “me levantaba, subía las escaleras, encendía el equipo, improvisaba un rato y le mandaba a Brian aquello que creía que podía interesarle”. Cuando reunieron una cantidad significativa de piezas de suficiente calidad, los hermanos realizaron una primera selección de las mismas que es la que conforma “Mixing Colours”, un proyecto del que ya hay anunciada una continuación en forma de “EP” y que sigue vivo ya que se ha creado una web para que los seguidores de ambos músicos manden sus creaciones visuales acompañando a la música del disco con la idea de ampliar la vida del mismo construyendo una nuevo espacio a modo de muchas de las obras que en el terreno de lo audiovisual ha creado el propio Brian Eno en las últimas décadas. Cada pieza del disco lleva como título el nombre de un color y juntas conforman un interesante cuadro que reune la esencia de sus dos creadores. La referencia a los colores no es baladí. Al parecer, buena parte del proceso de creación y transformación de las piezas de su hermano por parte de Brian se hizo en numerosos viajes en tren, mirando por la ventanilla los paisajes y centrandose en colores concretos para cada composición. Esta suerte de sinestesia no es nueva para el mayor de los Eno quien ya hizo discos como “Neroli” basados en aromas, por ejemplo. Al respecto afirmaba en una entrevista de 2011: “no diría que soy sinestésico a pesar de que veces pienso en determinados sonidos en términos de temperatura, luminosidad, dureza o angularidad. No tengo reacciones invariables como Nabokov cuando decía que la letra “d” era de color verde aceituna, por ejemplo, aunque hay algunos acordes menores que me provocan un enfado inmediato y combinaciones de colores que me emocionan profundamente como el azul cielo combinado con un claro marrón-chocolate.”





El disco empieza con “Spring Frost” donde la melodía crece a partir de una lenta progresión de pulsos electrónicos. Imposible no reconocer inmediatamente el estilo de Roger sometido a un tratamiento que no podemos evitar comparar con el de trabajos clásicos de Brian Eno con Harold Budd. “Burnt Umber” explora los ambientes de novela gótica de trabajos como “Lost in Translation” con un sonido percusivo metálico como elemento central de la melodía que le viene como un guante. “Celeste” cambia ligeramente el tono por uno algo más clásico (siempre se habla de la influencia de Schubert en Roger Eno). Una preciosidad en todo caso con un tratamiento mínimo por parte de Brian que se limita a subrayar algunas notas con ese inconfundible toque etéreo marca de la casa. Especialmente destacada es la segunda mitad de la pieza. Continuamos con “Wintergreen” y su toque de cuento infantil, de cajita de música que enlaza con “Obsidian”, la primera composición puramente ambiental del disco en la que todo está hecho a base de texturas sonoras, sin un instrumento conductor más o menos protagonista. Una pieza emocionante que tiene algo de decadente con ese sonido como de órgano sonando en la lejanía que no puede ser más adecuado. Con “Blonde” aparece ese ritmo de vals lento con toques minimalistas que tanto le gusta a Roger Eno que nos lleva a una de las piezas más melancólicas del trabajo: “Dark Sienna”, prácticamente una composición para piano solo sin demasiados retoques en su primera parte que pasa por un segmento más oscuro en el tramo central para cerrar con un final repetitivo. “Verdigris” lo ralentiza todo al extremo, como si fuera una variación de “Spring Frost” en un mundo más denso. Continúa el trabajo con “Snow” que comienza como si fuera una adaptación lenta del “Koyaanisqatsi” de Glass para terminar con un inconfundible aire otoñal muy propio de Satie.



La segunda mitad del disco se abre con “Rose Quartz”, una fragil pieza que nos recuerda a “La Petite Fille de la Mer” de Vangelis. “Quicksilver” es una de las composiciones que menos intersante nos ha resultado por ser una suerte de variación del tema central que no termina de aportar nada aparte de un tono más oscuro. “Ultramarine” e “Iris”son piezas más breves y meditativas con mucho menos desarrollo melódico en el caso de la primera y un aire como de estudio en la segunda. “Cinnabar” recupera el aire de suspense tan característico de la obra de Roger Eno. “Desert Sand” tiene la novedad de una atmósfera electrónica algo diferente en el inicio aunque no tarda en volver por los cauces habitales del resto del disco reapareciendo ocasionalmente a lo largo de la pieza. En “Deep Saffron” las notas se duplican en forma de eco creando un efecto “líquido”, como de reflejo en la superficie del agua. Muy interesante. El trabajo prácticamente concluye con la última variación del tema inicial titulada “Cerulean Blue”, tenue como casi todo el disco y de una fragilidad extrema. A modo de broche queda la única pieza que no hace referencia directa a un color en su título: “Slow Movement: Sand”. Estéticamente no difiere en nada del resto del disco pero si tiene una estructura muy adecuada para el cierre basada en la repetición continua de un motivo mientras diferentes instrumentos entran y salen de escena, especialmente las cuerdas que terminan por dar un toque muy elegante a la composición.



La reunión de los hermanos Eno en un disco por fín no se sale de lo esperado en ningún momento. Las melodías, las texturas y la producción son exactamente lo que uno podría pensar a priori y el espacio reservado a la sorpresa es nulo. No existe ningún desafío para el oyente y pese a todo ello, el resultado es excelente. Probablemente uno de los mejores discos “ambient”de los firmados por Brian Eno, a la altura de muchos de sus clásicos de los ochenta en el género. Y es que aunque la composición recae muy probablemente en Roger en al menos el 80% de lo que escuchamos, todo lo demás tiene la impronta de Brian. Pese a que la producción reciente del mayor de los hermanos es bastante lineal y mantiene un nivel de calidad constante, pensamos que “Mixing Colours” destaca mucho mucho sobre este hasta el punto de ser nuestro favorito en mucho tiempo.

 

martes, 18 de febrero de 2020

Brian Eno - The Drop (1997)




Segunda entrada consecutiva dedicada al Brian Eno de los años noventa y a sus discos en solitario. Hablamos de “The Drop”, un disco que llegaba tras una larga etapa (medida según los estándares de Eno) sin publicar nada. Su anterior trabajo en solitario estaba fechado tres años antes e incluso sus colaboraciones con Jah Wobble (“Spinner”), Laurie Anderson (“Bright Red”), Bowie (“Outside”) o su proyecto Passengers quedaban ya lejos. ¿Qué podía esperar el oyente de “The Drop”? La descripción del propio Eno no ayudaba mucho. El músico hablaba del disco como de un disco de “jazz” pero no “jazz” convencional sino del “jazz” que haría una civilización extraterrestre si solo hubieran escuchado una explicación de lo que es el “jazz” sin poder oír ningún ejemplo. En realidad de lo que se trataba es de lo mismo de siempre en Eno: un intento de crear un nuevo tipo de música en un estilo que nadie hubiera explorado antes. Para ello se propuso explorar nuevas vías: “hay dos hilos que llevo siguiendo mucho tiempo sin terminar de integrarlos en mi propio trabajo. Uno es la música africana, en especial la de Fela Kuti. La escucho continuamente. De hecho, tengo más discos suyos que de ningún otro artista individual. El otro hilo es la Mahavishnu Orchestra, las melodías laberínticas que crearon, extremadamente largas y muy complicadas eran fascinantes. Siempre me gustó la forma en que construían su música.




El esquema de “The Drop” tampoco es muy convencional: 16 piezas de una duración media de dos minutos y medio y un corte mucho más largo (más de media hora en su versión original, recortada hasta 18 minutos en posteriores ediciones). Todo interpretado por el propio Eno a base de sintetizadores y “samplers” principalmente. “Tres años de trabajo, este “Ben-Hur” de la nueva música consolida mi posición como el Cecil B. DeMille del disco actual, el Cecil Rhodes del “ambient” y el Cecil Taylor de los sintetizadores”. Lo que parece un chascarrillo por parte de Eno no deja de tener sentido. DeMille fue uno de los pioneros en cuanto a las grandes superproducciones de Hollywood , Rhodes fue el colonizador supremacista inglés que fundó Rodesia (algo similar a lo que hiciera el propio Eno con el “ambient”, si nos saltamos el racismo, claro está) y Taylor es uno de los grandes teclistas del “free jazz”.




El disco contiene temas ambientales con cierto aire folclórico como “Slip, Dip” que recuerda lejanamente a la música india, o “Dutch Blur”, miniaturas improvisadas al teclado como “But If” o “Rayonism”, rarezas rítmicas como “Belgian Drop” (cuya melodía recuerda al “Juju Space Jazz” de “Nerve Net”), “Blissed” (quizá la composición más convencional del disco), piezas de piano entre el “jazz” y la música contemporánea (“Cornered”), marcianadas inclasificables (“Block Drop”) o temas más fácilmente encuadrables dentro de la música del Eno de los noventa como “Out/Out”, el magnífico “Swanky” o la inquietante “Coasters”. “MC Organ”, con su intrépido bajo como acompañante del órgano pone una nota diferencial en el disco y el mismo bajo marca la pauta en “Boomcubist” o “Dear World”, único tema del disco en el que escuchamos la voz de Eno procesada como si fuera un instrumento más. También hay “ambient” al uso como en la atmosférica “Hazard” o en la más oscura “Back Clack” y, por supuesto, en el extenso corte que cierra el trabajo: “Iced World” que es un perfecto resumen (lo de resumen es un decir) de todas las tendencias recogidas en “The Drop”. Centrándose en un ritmo monótono subrayado cada cierto tiempo por dos notas de bajo, Eno desgrana una melodía de piano que se repite una y otra vez con muy pocas variaciones. Una especie de “Bolero” de Ravel á la Eno que termina por ser verdaderamente hipnótico, incluso en su versión breve de 18 minutos.




Entendemos la referencia que Eno hacía a la música de Fela Kuti y a la de la Mahavishnu Orchestra porque en la obra del músico inglés podemos encontrar muchos rastros de la influencia de estos artistas (más evidentes en el caso de Fela) pero no tanto si hablamos de “The Drop”. En este disco no terminamos de ver nada que nos recuerde al músico nigeriano cuya influencia era notable en discos como “My Life in the Bush of Ghosts” o en las recientes colaboraciones de Eno con Karl Hyde. En cualquier caso, “The Drop” nos parece un disco muy atractivo. Su escucha no deja ningún poso, no tiene momentos especialmente memorables pero encaja perfectamente con lo que Brian Eno definió como “ambient” en su día o con lo que alguien dijo en alguna ocasión de la música del británico: “no es tanto algo para escuchar sino para colorear el aire alrededor de tí”.



 

lunes, 10 de febrero de 2020

Brian Eno - Nerve Net (1992)



Cuando pensamos en Brian Eno como artista en solitario es inevitable que nuestra mente vuele hacia sus discos de la serie “ambient” o a los diferentes volúmenes de “Music for Films”, trabajos todos ellos que terminaron por definir un estilo que comenzó como propio y terminó por convertirse en una categoría a la que se han sumado una gran cantidad de músicos en las décadas posteriores. Sin embargo, en los noventa asistimos a un cambio de estilo muy interesante con un Eno mucho más dinámico, enérgico y rítmico. En esos años aparecieron algunos de nuestros discos favoritos del artista británico entre los que destaca especialmente “Nerve Net”, el trabajo que queremos comentar hoy.

Ya hablamos tiempo atrás de “My Squelchy Life”, el disco que debió aparecer en 1991 pero que fue aplazado por la discográfica por motivos estratégicos. Ante eso, Eno decidió grabar un nuevo trabajo completamente distinto que saldría en la nueva fecha reemplazando al disco mencionado que pasó a convertirse así en una rareza durante muchos años. El trabajo que iba a sustituir a “My Squelchy Life” era “Nerve Net”. En la grabación interviene una cantidad de músicos y cantantes (no menos de 30) lo que hace absurdo nombrar a todos aquí. Sí mencionaremos a los más asiduos a los discos de Eno como son Robert Fripp, Roger Eno o Nell Catchpole (que aquí canta en lugar de tocar la viola, su instrumento habitual) porque son nombres demasiado grandes como para ser obviados.



“Fractal Zoom” - El disco comienza pleno de tensión con una batería excitante que arrastra todo a su paso. El resto son sonidos electrónicos acompañados de un tímido bajo y la voz de Eno en un discreto segundo plano interpretando el motivo central de la pieza. Un arranque tremendo que nos pone sobre la pista de lo poco que va a tener el trabajo con el Eno de los años previos.

“Wire Shock” - La percusión juega un papel primordial en el disco y muy especialmente en cortes como este que remiten inmediatamente esa joya intemporal que fue “My Life in the Bush of Ghost”, firmada por Eno y David Byrne. Ritmos ancestrales, demenciales guitarras y una fantasmal sección de metales completan la presentación de esta alucinada composición en la que Eno mira al futuro con una clarividencia asombrosa, vista desde la perspectiva de hoy en día.




“What Actually Happened?” - Continuamos con los ritmos desbocados en este tema de desarrollo frenético que no permite respiro al oyente. Ruidos y efectos sonoros de todo tipo, voces sintéticas, etc. emergen de entre las percusiones y programaciones electrónicas. Una metódica locura que nos deja sin aliento.

“Pierre in Mist” - Un poco de “jazz” (corrijo: “jazz” pasado por el filtro de Eno) es lo que nos espera en el siguiente corte que bien podría ser una transición hacia la segunda parte del disco. Una sencilla linea de bajo sirve como base para una extraña melodía de saxo subrayada con un sonido de órgano desquiciado que nos sumerge en una atmósfera onírica. No es una pesadilla pero bien podría ser su preludio.

“My Squelchy Life” - Uno de los cortes del disco que pertenecía en origen al aplazado “My Squelchy Life”. Como es una pieza que comentamos en su día, no nos extenderemos más en la misma.

“Juju Space Jazz” - Lo mismo ocurre con esta composición recuperada del disco citado. La versión es prácticamente idéntica a la que iba a aparecer en “My Squelchy Life” por lo que no merece la pena repetir comentario.

“The Roil, The Choke” - El siguiente corte es muy interesante. Nos muestra al Eno más “pop” en una balada de esas que de vez en cuando aparecen en su discografía pero con un tratamiento instrumental que nos parece maravilloso. Sonidos etéreos, ultraprocesados, acompañan a la voz sintética de Eno, a una percusión insistente y al piano en una melodía bellísima, de las que no abundan en la obra del músico británico.




“Ali Click” - En 1990 la banda EMF alcanzó un éxito planetario con su canción “Unbelievable”. En 1992, una remezcla de esa canción formaría parte del recopilatorio benéfico “Red Hot + Dance”. El autor de la remezcla era el propio Brian Eno. Quizá fuera en el proceso de creación del remix cuando Eno decidió “apropiarse” de toda la base rítmica que el guitarrista de EMF Ian Dench creó para “Unbelievable” para desarrollar sobre ella esta pieza. “Ali Click” es básicamente eso: una serie de efectos sonoros, guitarras “funkies” e incluso un breve rapeado del propio Eno acompañando a una construcción rítmica pre-existente.

“Distributed Being” - El bajista de Led Zeppelin John Paul Jones es el invitado especial de este tema aunque no lo hace para tocar el instrumento que le ha hecho famoso sino  el piano. La presencia de Robert Fripp completa la parte más glamurosa de la pieza que, por otro lado, es verdaderamente interesante ya que conjuga la habitual experimentación sonora de Eno con ritmos muy atractivos y una incursión en diferentes géneros que van desde el “jazz” al ambient pasando por el rock con un incendiario solo de guitarra de Fripp que nos deja anonadados desde la primera nota. De lo mejor de todo el trabajo.




“Web” - Y ya acercándonos al final nos sumergimos en una de las más fascinantes panorámicas sonoras de todo el disco. Guitarras retorciéndose y fondos electrónicos desarrollándose ante el parsimonioso ritmo de la batería de Richard Bailey. Roger Eno hace acto de presencia para ejecutar unos arpegios de piano aquí y allá y todo bajo la inconfundible dirección de Brian Eno.

“Web (Lascaux Mix)” - A modo de continuación nos encontramos aquí con esta extensa remezcla en un tono más calmado y con una producción mucho más nítida en la que los sonidos reclaman su propio espacio. El título dice que es un “mix” pero deberíamos entenderlo como se hacen los “mixes” hoy en día: tan poco reconocible es en ellos el tema original que casi deberíamos hablar de una pieza diferente. Solo algunas guitarras saturadas emparentan esta pieza con su matriz pero ambas son, a su manera, realmente adictivas.

“Decentre” - Para cerrar el trabajo, Eno opta por un tema de piano en solitario. Un cierto aire “jazzy” sobrevuela la composición más amable del disco. Una despedida en calma como pidiendo perdón por el nervioso viaje en el que el músico nos embarcó poco más de una hora antes.


Con “Nerve Net”, Brian Eno hace un gran trabajo de anticipación. “Creo que este es un disco muy importante para mí. Es un auténtico disco de los noventa y enlaza muchos hilos que ondeaban alrededor de mi cabeza en los pasados años. Algunos comencé a tejerlos mucho tiempo atrás. Otros emergieron a finales de los ochenta y están atados aquí de algún modo. Por último, algunos más son predicciones: cosas que no existen aún en este momento”. Quizá como metáfora no es la más acertada pero Eno compara “Nerve Net” con una paella: en sus propias palabras no es “jazz”, ni “funk”, ni “rap”, ni “pop”, ni “ambient”, ni “world music” pero todo eso está ahí, en algún sitio. No queremos saber dónde suele comer paella el bueno de Brian pero lo que si sabemos es que el giro que le dio a su carrera en los noventa nos parece muy acertado y volveremos sobre él en la próxima entrada. Por ahora os dejamos con este “Nerve Net” un disco, dicho sea de paso, no demasiado bien valorado por la crítica en general pero que a nosotros siempre nos ha parecido un trabajo más que notable.

Como despedida enlazamos el videoclip de "Ali Click" co-dirigido por el propio músico:


 

lunes, 2 de diciembre de 2019

Brian Eno - Apollo: Atmospheres & Soundtracks (Extended edition) (2019)



A comienzos de la década de los ochenta, Brian Eno recibió el encargo de crear una banda sonora para un documental sobre las diferentes misiones Apollo. En un principio se trataba, sencillamente de imágenes grabadas durante los distintos viajes de los astronautas que irían acompañadas de la música de Eno, sin narración alguna al margen de algunas conversaciones entre los miembros de las diferentes tripulaciones. El director, Al Reinert, fue quien se puso en contacto con Eno personalmente para explicarle el proyecto que el músico aceptó encantado. Cuenta Brian cómo vio en su día las imágenes del alunizaje del Apollo XI en televisión y recuerda que sus sentimientos eran contradictorios. Por una parte, aquella era una hazaña memorable y digna del mayor de los elogios pero por otra, la cobertura televisiva, con los medios tan limitados de la época, “hacía pasar la retransmisión por una especie de versión barata de Star Trek”. Precisamente por eso, la idea de Reinert de unir en una película las imágenes de archivo de todas las misiones le pareció una forma mucho más adecuada de documentar la epopeya espacial lo que le hizo aceptar el encargo muy ilusionado. Eno no veía la película como un film de aventuras por lo que el enfoque de la música iba a ser muy introspectivo, algo que se ajustaba como un guante a su estilo. Durante los preparativos de la grabación, el músico se dio cuenta de que los astronautas escuchaban mucha música en su tiempo libre: música “country”. Un estilo muy alejado del de Eno, sin duda, pero éste se las arregló para introducir en la banda sonora unas cuantas pieza de inspiración “country” con la ayuda de la guitarra de Daniel Lanois, quien firma varias de las piezas del album. El otro artista invitado fue el hermano de Brian, Roger que también aparece como co-autor de un puñado de composiciones.

El documental, titulado “Apollo” se estrenó en unas pocas salas de cine en los Estados Unidos con una acogida más bien tibia lo que hizo que Al Reinert y la productora lo retirasen de la circulación para rehacerlo completamente. Esto no impidió que Eno publicase el disco igualmente, convirtiéndose así en la banda sonora de una película que casi nadie había visto. La nueva versión del documental tardaría varios años en terminarse y lo hizo con muchos cambios. Se añadieron entrevistas a los astronautas que participaron en las distintas misiones, se retocó toda la narración y se re-elaboró la banda sonora eliminando parte de las composiciones de Eno y sustituyéndolas por otras nuevas que el músico publicaría como parte de otro trabajo varios años más tarde. También se cambió el título del documental que pasaba a llamarse “For All Mankind”. La película se estrenó finalmente en 1989  siendo nominada a los Oscar en la categoría de documental y ganando varios premios más.

En 2019, al cumplirse los 30 años desde el lanzamiento de la versión final de la película, Eno ha decidido lanzar una reedición del disco original acompañándola de un segundo CD apropiadamente titulado “For All Mankind” con material completamente nuevo grabado en compañía de Daniel Lanois y Roger Eno, es decir, los dos artistas que le acompañaron en la aventura original. El disco está dedicado a Al Reinert, fallecido en 2018.

Cartel promocional del documental de Reinert


“Under Stars” - Abre el disco una composición de Brian con Daniel Lanois que se repetirá más adelante. Es un tema misterioso que se beneficia del sonido de bajo que ejecuta una melodía muy breve pero de un gran poder evocador. El resto son fascinantes atmósferas electrónicas que evolucionan muy lentamente consiguienso un magnífico arranque para el disco.




“The Secret Place” - Seguimos con un tema de Lanois con arreglos de Brian Eno. Más ambientes etéreos adornados esta vez con voces electrónicas y sonidos que parecen proceder del espacio más profundo. Precioso e inspirador como pocos temas de estos estilos.

“Matta” - Primera pieza de Eno en solitario del disco. Música ambient en toda su expresión con extraños sonidos animales y percusiones que parecen remitir, no al espacio exterior, como sería previsible, sino a alguna remota selva terrestre. De las composiciones más inquietantes del disco por su escasa relación con la temática del mismo pero igualmente interesante.

“Signals” - El dúo Eno / Lanois firma esta breve pieza que es como una mortecina procesión sonora que discurre con un ritmo casi inapreciable y un desarrollo tremendamente sutil. Es música de una fragilidad casi dolorosa que, sin embargo, posee una personalidad inconfundible.

“An Ending (Ascent)” - Si tuviéramos que escoger una y sólo una composición de toda la carrera de Brian Eno, no tendríamos ni una sola duda a la hora de señalar a esta como la más firme candidata. No se puede decir más con menos elementos pero es que el compositor británico supo dar aquí con la tecla para emocionar al oyente con una cantidad de recursos realmente sorprendente por escueta. No en vano es una pieza musical que ha sido utilizada en infinidad de ocasiones para ilustrar todo tipo de eventos y ha formado parte de más de una banda sonora de cierta relevancia. Una obra maestra indiscutible.




“Under Stars II” - Escuchamos ahora una variación del tema que abría el disco en la que apenas hay algunos cambios tímbricos en la melodía central y unos fondos algo más dinámicos y variados. Si nos hicieran escoger entre ambas, nos quedaríamos con la primera versión.

“Drift” - La siguiente pieza del disco está firmada a dúo por los hermanos Eno en lo que fue el debut discográfico de Roger. No se aprecia aquí demasiado aún su aportación ya que todo lo que suena podría haber aparecido en cualquier disco anterior de Brian y no habríamos notado ninguna aportación ajena. Es esta una pieza electrónica atmosférica sin un excesivo desarrollo melódico que continúa con la linea del trabajo, algo que no podemos decir de la siguiente.

“Silver Morning” - Ya dijimos en la introducción que Brian Eno quiso que hubiera algo de “country” en el disco, ya que esa era principalmente la música que los astronautas de las misiones Apollo escuchaban en sus ratos de asueto. La composición y la interpretación corren por cuenta de Daniel Lanois en su totalidad. Se trata de una pieza de guitarra que sería la versión del músico de lo que entiende como “country” que tampoco tiene por qué coincidir exactamente con lo que muchos oyentes entendemos como tal.

“Deep Blue Day” - El aire melancólico del “country” está mucho más presente aquí, en esta composición firmada por los tres músicos y en la que sí encontramos ya muchos de los elementos que luego aparecerán en los discos que Roger Eno publicará bajo su propio nombre. Es una especie de folk galáctico con insólitos matices que podríamos escuchar también, por ejemplo, en los trabajos del primer Vangelis. Una rareza que, pese a todo, funciona relativamente bien.




“Weightless” - Y nuevamente los tres músicos aparecen como autores del tercer corte “country” del disco, que no nos habría extrañado de haber aparecido firmado en solitario por Roger ya que tiene todas las características de su música posterior incluido ese personalísimo toque de melancolía que el músico incorpora a su obra como parte de su influencia celta. Muy adecuado aquí puesto que la música “country” debe mucho a la inmigración irlandesa y escocesa.

“Always Returning” - Los dos hermanos Eno firman la penúltima composición del disco que es también una de las más intrascendentes pese al interesante trabajo de producción con mucho juego de cintas y una gran elaboración del sonido para arropar una escueta melodía de guitarra (que podría recordar al “Evening Star” de Brian con Robert Fripp) con un acompañamiento de piano de Roger, quizá lo que más llama nuestra atención.

“Stars” - Cierran el trabajo Lanois y Brian Eno con la última variación del tema central de la obra que básicamente es el corte que la abría eliminando la característica parte de bajo que tanto nos gustaba. Pese a ello, y para nuestra sorpresa, el tema se sostiene a la perfección durante siete largos minutos sin decaer en ningún momento.


El disco nuevo, principal atractivo para los seguidores de Eno, constaba de once cortes en los que Brian tiene un protagonismo mayor que el que tuvo en el disco original ya que participa en todos los temas y firma en solitario hasta cinco de ellos:

“The End of a Thin Cord” - Sobre un extraño fondo sonoro que en cualquier otra circunstancia sería muy molesto, escuchamos una melodía simple a la que suma un cadencioso ritmo de batería. Pese a los elementos discordantes, pocos oyentes dudarían a la hora de atribuir la pieza a Brian Eno puesto que tiene su impronta muy presente desde el primer al último segundo.

“Capsule” - Se incorpora Lanois con su guitarra para introducirnos de nuevo en los terrenos folclóricos de parte del disco de 1983 pero en esta ocasión con una composición absolutamente brillante y, a nuestro juicio, muy superior a cualquiera de las piezas de “space country” de aquel trabajo. Una delicia.




“At the Foot of a Ladder” - Aunque en los créditos del disco aparece Brian Eno como único autor de la pieza, nos extrañaría mucho que Roger no hubiera metido mano en ella ya que tanto la melodía central como los arreglos de acordeón son característicos de su obra en solitario. Nada en esta composición habría desentonado, por ejemplo, en su “Lost in Translation”.

“Waking Up” - Acompaña ahora Daniel Lanois a Brian en una pieza con reminiscencias de los discos de ambos con Harold Budd, con esos sonidos “líquidos” e indefinidos que lo llenan todo. Un tema demasiado corto, en todo caso, para sacar muchas conclusiones.

“Clear Desert Night” - Brian Eno enseña músculo aquí con una sólida composición ambiental en la linea de sus discos más recientes. Sin alardes innecesarios podemos disfrutar de un Eno a un muy buen nivel lo cual es decir mucho.




“Over the Canaries” - En la misma linea transcurre la siguiente pieza aunque con un importante contraste en cuanto a producción. Si en la anterior teníamos una poderosa batería de sintetizadores creando capas de una cierta complejidad, aquí todo eso se reduce a la mínima expresión, al nivel de las partes más austeras de “Music for Airports”.

“Last Step From the Surface” - Vuelve a incorporarse Daniel Lanois para una preciosa pieza dominada por un ritmo cadencioso y sutil que va meciéndonos con suavidad como si de una nana espacial se tratase. Encantador.

“Fine-Grained” - Con su última intervención en el disco, Lanois nos regala una verdadera joyita de similares características a la anterior “Capsule”. Todo delicadeza en una composición que, por inverosímil que parezca, nos recuerda por momentos a Enya.

“Under the Moon” - Otra pieza que recupera el espíritu de los discos con Harold Budd aunque firmada en esta ocasión por los hermanos Eno. Sonido de piano lleno de reverberación para lograr esa sensación de irrealidad que domina muchos de los discos de Brian.




“Strange Quiet” - Vuelve a hacerse evidente la personalidad de Roger Eno con una melodía que tiene su sello. Una de nuestras piezas favoritas en este tramo final del disco.

“Like I Was a Spectator” - Cerrando el disco podemos escuchar uno de los cortes más estáticos del mismo a cargo de uno de los pocos músicos en el mundo que puede hacer que el estatismo sea tan bello. Un gran colofón para un disco que puede pasar desapercibido por aparecer como complemento de una reedición pero que está entre los mejores de su autor en muchos años.


Eno estaba en uno de sus mejores momentos en cuanto a inspiración cuando grabó “Apollo” y fruto de ello fueron alguna de las piezas más importantes de su carrera que se encuentran en este trabajo. Su “secuela” es una buena actualización del disco original, modernizando en muchos aspectos el sonido pero conservando todo el espíritu de aquel. A nuestro juicio, se encuentra entre los trabajos más entonados del Eno de los últimos años. Por todo ello, esta reedición es un disco magnífico para todo aquel que quiera adentrarse en el particular universo musical del artista británico.

Os dejamos con un vídeo en el que el propio Eno habla de "Apollo"