Desde que surgieron los formatos que permitieron la comercialización de la música grabada (los discos,
vamos), han aparecido continuamente formaciones de todo tipo y de trayectorias más o menos extensas que suelen ir paralelas al nivel de éxito de la banda. Lo normal es que mientras las ventas y los conciertos acompañen, los grupos prolonguen sus carreras indefinidamente. Existen también raros ejemplos de bandas que tras cuatro o cinco discos de gran éxito, se disuelven y nunca más sabemos de ellos salvo por algunos recopilatorios que de cuando en cuando aparecen en las estanterías de las tiendas de discos. Muchas veces, el motivo de la separación suele ser el deseo de uno o varios de sus miembros de buscar pastos más verdes en solitario y no es muy habitual que esto suceda dedicándose todos los integrantes de la banda a otros menesteres ajenos a la música.
Si esto es muy raro en el caso de los grupos, se nos antoja aún más excepcional cuando hablamos de un artista en solitario y más si, como es el caso que hoy tenemos aquí, dicho artista mantiene sus capacidades en plenitud y se desconoce que mediase cualquier percance de una u otra clase que le impida seguir componiendo o grabando.
Ray Lynch era un músico más, un estudiante de piano que un día, escuchando la música de Andrés Segovia, decidió que quería dedicar su vida precisamente a eso, a interpretar y componer. Se trasladó a Barcelona para estudiar guitarra clásica y de regreso a los Estado Unidos, completó sus estudios de composición, se dedicó a tocar música antigua, barroca y renacentista para terminar ingresando en el “Renaissance Quartet como intérprete de guitarra y laúd y estableciéndose por un tiempo en Nueva York. Tras una crisis personal, abandonó la música y se trasladó a California interesándose por los movimientos espirituales cercanos a la “nueva era” tan en boga en aquellos momentos en la costa oeste norteamericana.
La combinación de esos dos factores, el abandono de la música en la faceta de intérprete de las composiciones de otros y el nuevo interés en filosofías de corte espiritual terminó por despertar una vena oculta hasta ese momento en Ray: la composición. Existe un primer disco prácticamente desconocido titulado “Truth is the Only Profond” que aún se puede conseguir a través la web del propio músico y que fue autoeditado en 1982 en formato cassette dedicado a la música para relajación y demás parafernalia “new age” que no tuvo trascendencia alguna. Fue, sin embargo, el segundo disco, “The Sky of Mind” el que obtuvo un cierto éxito en los ámbitos más próximos a los movimientos de la “nueva era”. El trabajo se podría encuadrar sin muchos problemas dentro de los parámetros de aquel género con una pequeña formación de cámara y unos pequeños aportes electrónicos. Nada hacía presagiar que un año más tarde el mismo autor sorprendiera al mundo con un disco que muchos consideran hoy un clásico de la música electrónica.
En “Deep Breakfast”, Lynch deja que los sintetizadores tengan un papel principal, mucho más acusado que en sus dos trabajos anteriores y eso se nota hasta el punto que muchos oyentes no reparamos en resto de instrumentos hasta haberle dado varias escuchas al CD, tal es la imponente presencia sonora de las secuencias y sonoridades obtenidas por el músico de sus aparatos electrónicos. El extraño título del disco, así como los de todas las composiciones que lo integran está sacado de la novela “The Mummery” de Sri Da Avabhasa, gurú espiritual cuyas enseñanzas marcaron a Ray en aquellos años y autor de varias citas famosas en esa línea como la conocida “La vida es pintar un cuadro, no hacer una suma”. “Deep Breakfast” es, además, una obra maestra de la llamada “síntesis FM”, una forma de creación de timbres y sonidos electrónicos diferente de las tradicionales analógica y digital implementada por John Chowning en los laboratorios de la Universidad de Stanford a mediados de los años 70 (otras fuentes sostienen que los pioneros modelos de Buchla en los 60 ya funcionaban de acuerdo a principios simliares). La síntesis FM es, mucho más rica pero también más difícil de realizar que sus alternativas analógica y digital y, quizá por ello, no obtuvo el éxito debido siendo relegada a partir de la expansión del “sampling”. No obstante, la multinacional Yamaha compró la patente de este tipo de síntesis y fue la utilizada en varios de sus sintetizadores más populares en los años 80 (especialmente en el famoso DX7). Al margen de los sintetizadores, el piano y la guitarra, interpretados por el propio Lynch, en el disco podemos escuchar a Tom Canning (teclados), Beverly Jacobs (flauta) y Ron Strauss (viola).
Ray Lynch junto a su esposa Kathleen. |
“Celestial Soda Pop” – Lynch no quiere hacernos esperar ni un minuto y abre el disco con el que, sin duda alguna, es su tema más popular. Comienza con un pulso continuo de sintetizador que poco a poco va conformando una sólida base rítmica sobre la que entra la melodía principal, un tema archiconocido que todos habremos tarareado alguna vez. Con la segunda repetición de la melodía comienzan a asomar los particulares sonidos alegres y saltarines tan comunes a la música de Ray y se incorpora un sintetizador más construyendo un fondo de cuerdas antes de la entrada de sonidos más clásicos complementando la magnífica melodía central. En apenas cuatro minutos, Ray Lynch consigue condensar los elementos que conforman su estilo propio consiguiendo un “hit” inesperado pero que no es la única gran composición del disco, ni mucho menos.
“The Oh of Pleasure” – El único tema del disco cuya autoría es compartida entre Lynch y el teclista Tom Canning es una maravillosa pieza construida a base de rapidísimas secuencias electrónicas que podrían recordar a otros clásicos del género, principalmente a la Escuela de Berlín pero que aquí son sólo una excusa para introducir una melodía extraordinariamente bella y cargada de profundidad. La producción, como la de todo el disco, es impecable y denota un dominio absoluto por parte del músico de las herramientas de que dispone.
“Falling in the Garden” – Cambiamos por completo de tercio y de las vertiginosas florituras rítmicas del tema anterior pasamos a una encantadora pieza como sacada de una cajita de música espacial. Melodías simples con arreglos tremendamente delicados, música frágil e imperecedera que sigue sonando con la misma frescura de 30 años atrás.
“Your Feeling Shoulders” – La pieza más extensa del disco es, probablemente la que refleja una mayor influencia de la instrucción clásica de Lynch en sus años formativos. El tema experimenta una constante evolución y combina estilos diferentes que pasan por motivos románticos (protagonizados por la viola en su mayor parte) pero con rasgos electrónicos que lo relacionan directamente con vacas sagradas como Vangelis o Jean Michel Jarre. Aunque no es el estilo que más predomine en este disco, Lynch volvió a este tipo de composiciones en el que es su último disco hasta la fecha: “Nothing Above My Shoulders But the Evening”.
“Rhythm in the Pews” – Abriendo la que era la cara B del LP, Lynch regresa a los motivos rítmicos del tema inicial construyendo otra alegre pieza de ritmo jugueton salpicada de sus característicos efectos sonoros, ese timbre similar al arpa tan utilizado por músicos de todo tipo, las frases melódicas saltarines, etc. hasta conformar una composición tremendamente optimista ante la que es difícil no esbozar una sonrisa.
“Kathleen’s Song” – Siendo una pieza dedicada por el músico a su esposa, no podemos esperar otra cosa que un tema lleno de sensibilidad. La melodía principal corre por cuenta de la viola y en la primera mitad del tema, los instrumentos electrónicos se limitan al mero acompañamiento. En la segunda parte, la flauta se añade al conjunto replicando la melodía inicial pasando la viola a hacer las veces de segunda voz completando así una de las mejores composiciones del disco.
“Pastorale” – Sin ser por ello una composición menor, “Pastorale” baja un poco el listón frente a sus acompañantes en el disco. Interpretada en su melodía central por el piano, se trata de la pieza que mas se acerca al tópico de la música “new age”, en el peor sentido del término. Los sonidos se nos antojan artificiales y manidos y no podemos evitar que nos distraigan de la escucha atenta de un tema que, tratado de otro modo podría haber sonado mucho más atractivo.
“Tiny Geometries” – Cerrando el trabajo tenemos otra de nuestras piezas favoritas. Puramente electrónica, desde los primeros compases nos sumergimos en una carrera desenfrenada, cuajada de de efectos sonoros que contiene algunas de las mejores secuencias electrónicas que hemos escuchado nunca (y hemos escuchando unos pocos cientos de discos de clásicos de las secuencias como Schulze, Tangerine Dream, Gottsching y demás “berlineros”). No seremos los únicos que al escuchar trabajos de la Escuela de Berlín nos hayamos preguntado si no sería mejor condensar lo mejor de los 20 o 30 minutos de secuencias electrónicas que solían escucharse en los discos de los maestros del género en cuatro o cinco minutos bien trabajados. Oyendo el tema que cierra este disco de Ray Lynch no podemos evitar llegar a la conclusión de que la pregunta tenía todo el sentido del mundo.
El disco fue grabado y producido por Ray Lynch en un pequeño estudio privado y las copias eran distribuidas por correo por el propio músico y su esposa Kathleen. Cuando superaron las 50.000 copias, probablemente hartos de poner sellos en los paquetes y de los continuos paseos hasta la oficina de correos, decidieron ceder los derechos a una distribuidora. Desde entonces, “Deep Breakfast” ha vendido casi un millón y medio de copias y tiene el honor de haber sido el primer disco autoproducido en conseguir un Disco de Platino en Estados Unidos. El mérito es aún mayor si tenemos en cuenta el hecho, destacado por el propio músico en su página web, de que el disco no tuvo el apoyo de ningún videoclip y Lynch nunca ofreció conciertos con lo que fue una difusión que se nutrió del viejo boca a boca entre los propios aficionados. Poco después apareció un nuevo trabajo del músico en una línea similar a este y que alcanzó similares niveles de reconocimiento desapareciendo después su autor del panorama musical por casi una década. Su regreso fue efímero y tras el que hasta ahora es su último disco han pasado casi 20 años de silencio apenas roto por la publicación de algún recopilatorio con varios temas nuevos. En ese tiempo, el artista se hizo de nuevo con los derechos de la distribución de su obra y entendemos que debe vivir de las ventas y los royalties generados por sus discos.
Desde su “retiro”, Lynch vive dedicado a la investigación sobre las relaciones entre la música, las matemáticas, la física, etc. y escribiendo un libro sobre el tema. No se tiene noticia de que siga componiendo ni mucho menos de que vayan a aparecer nuevos trabajos con su nombre. Como habréis comprobado ya, “Deep Breakfast” es uno de esos discos cuya música es conocida por todo el mundo aunque no hayan oído nombrar nunca a su autor. Consideramos que no debe faltar en la discoteca de ningún aficionado a los estilos que por aquí solemos tratar. Para ello, os dejamos los siguientes enlaces:
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