Ah, los ochenta... la edad del plástico, que decían The Buggles en su premonitorio disco que abría esa década. Iban a ser los años del pop electrónico, del heavy metal pero también la época de mayor esplendor del A.O.R. o rock orientado a adultos. Las generaciones que disfrutaron con el rock en las décadas anteriores cumplían años y los propios músicos también. La rebeldía juvenil perdía su lugar y era reemplazada por gustos más tranquilos y “civilizados” y ahí apareció un nicho de mercado para un género que guardaba las formas del rock pero con un envoltorio de celofán y un buen coche en el garaje de la casa de la urbanización de las afueras.
Muchas de las bandas que marcaron la década anterior evolucionaron hacia este nuevo formato que se convirtió en el estándar dominante durante unos cuantos años. Los grandes grupos del rock progresivo como Génesis, Pink Floyd, Yes y hasta King Crimson se adaptaron a los nuevos tiempos con trabajos que poco tenían que ver con sus versiones anteriores pero tenía toda la lógica del mundo. Hablamos de un estilo en el que priman las buenas interpretaciones, las producciones impecables y las composiciones para todos los públicos. En ese contexto, todas aquellas bandas formadas por grandes músicos en su mayoría, lo tenían todo para facturar un producto excelente y, sobre todo, muy vendible. No todo fueron bandas clásicas, claro. También surgieron supergrupos formados por antiguos miembros de aquellas como fue el caso de Asia, quizá la banda por antonomasia del A.O.R. e integrada en su origen por ex-miembros de Yes, Emerson, Lake & Palmer o King Crimson.
Ante ese panorama, la aparición de una banda como Toto tenía todo el sentido del mundo. Si hablamos de que la premisa del nuevo estilo eran músicos competentes, versátiles, capaces de producir una música pulcra e intachable, había un colectivo que tenía que asomar la cabeza de alguna forma. Hablamos de los músicos de sesiones. Artistas a sueldo de las discográficas que siempre estaban ahí, lo mismo para un roto que para un descosido. Músicos cuyo currículum estaba plagado de participaciones en grandes trabajos de otros pero que siempre operaban detrás de los focos. En 1976, prácticamente todos los integrantes de lo que luego sería la primera formación de Toto coincidieron en la grabación de “Silk Degrees”, el disco más exitoso de la carrera de Boz Scaggs con más de cinco millones de copias vendidas en los Estados Unidos y quíntuple disco de platino en aquel país. También algunos de ellos habían participado en discos de Steely Dan por lo que la química y el buen “feeling” estaban más que demostrados.
El teclista David Paich, cuya participación en esos trabajos iba más allá del mero papel de instrumentista, figurando como co-autor de varios temas, sería el impulsor de la creación de Toto y le propuso al batería Jeff Porcaro, con quien venía trabajando desde el instituto, la formación de una banda propia para salir del circuito de los músicos de sesiones. Con Steve Porcaro a los teclados, David Hungate al bajo y el guitarrista Steve Lukather (también colaborador de Boz Scaggs) la banda estaba casi cerrada. Faltaba un vocalista y lo encontraron en la figura de Bobby Kimball.
El primer disco de Toto, llamado igual que la banda, fue un gran éxito gracias, especialmente, al sencillo “Hold the Line”. Carne de radiofórmulas entonces y canción imprescindible hoy en día de todas las emisoras de rock clásico que abundan en las ondas. La crítica no fue tan benévola pero acabaron plegándose ante las ventas del trabajo. Es muy graciosa la anécdota que cuenta Steve Lukather sobre esto cuando recuerda que la revista Rolling Stone publico una reseña bastante negativa sobre el disco pero cuando apareció el segundo trabajo de la banda la misma publicación afirmaba sin sonrojo que “no tiene la magia de su primer disco”. Tras un tercer LP que pasó sin pena ni gloria y en el que buscaron un sonido más cercano al heavy metal en boga en aquel momento, parecía que la historia de Toto no iba a ir mucho más allá pero, como ocurre a veces, la cosa dio un giro espectacular. Lo cierto es que no descubrieron la pólvora sino que cedieron a las presiones de la discográfica, nada contenta con las ventas de sus dos últimos trabajos, y volvieron a la fórmula de su debut. La grabación llevó casi un año y en ella se puso todo el esfuerzo y el cuidado del mundo para entregar un producto impecable incluyendo colaboraciones como la de Jim Horn, James Newton-Howard o Roger Linn.
“Rosanna” - El disco empieza con el que fue el primer single y también el mayor éxito de la banda hasta entonces. Una joya en cuanto a producción con un ritmo contagioso que cambia en varias ocasiones llevándonos a escuchar varias canciones en una. Los teclados son perfectos, las voces y coros encajan como en un puzzle y los arreglos de vientos, los ritmos con el chasquido de dedos en alguna sección, recordando a “West Side Story” (el videoclip es un nada disimulado homenaje a la película) van apareciendo con una naturalidad pasmosa. Difícil encontrarle un “pero” a una canción que no ha dejado de sonar en la radio desde entonces pese a que han pasado casi 40 años desde entonces.
“Make Believe” - Después de un comienzo como ese es difícil mantener el nivel. Pese a ello, el intento es digno. Esta es una canción tremendamente convencional, de las que sonaban con regularidad en aquellos años, deliciosamente naïf pero inevitablemente tópica. Con ese inconfundible aire a sintonía de apertura de comedia televisiva que hoy en día nos hace esbozar una ligera sonrisa. Fue el segundo single del disco y recientemente ha vivido un ligero resurgimiento por su inclusión en una de las entregas del popular videojuego “Grand Theft Auto”.
“I Won't Hold You Back” - El cuarto single del disco era la inevitable balada ochentera que no faltaba en ningún disco de cualquier banda que se precie. Los arreglos orquestales y las segundas voces (a cargo de un miembro de los Eagles) resultan melosos hasta decir basta pero fue una canción que tuvo bastante recorrido en las listas, incluso fuera de los Estados Unidos pese a ser un producto típico del rock de aquel país.
“Good for You” - Con el siguiente tema volvemos a subir el tono con unas guitarras más enérgicas, respaldadas por los sintetizadores y los vientos. El sonido es muy similar al de la otra gran banda del género, Asia, que debutaba por las mismas fechas.
“It's a Feeling” - El piano es el instrumento que dirige toda la canción, tanto como elemento rítmico como en la parte melódica. No es un tema que tenga nada especial por lo que ser recordado pero funciona bien en el contexto del disco. Ideal para la radiofórmula pero no deja ningún poso.
“Afraid of Love” - Otra canción que podía haber sido single sin ningún problema. Un estribillo pegadizo, guitarras convincentes y una estructura que recuerda ligeramente al moribundo rock progresivo del momento con un toque de metal. Los teclados de la parte central no están demasiado lejos, por ejemplo, de los de los Yes de “Tormato” o los posteriores de “90125”. Uno de nuestros temas preferidos del disco.
“Lovers in the Night” - Prácticamente sin solución de continuidad llega el siguiente corte que bien podría ser una continuación del anterior en todos los sentidos: coqueteos con el heavy, sonido afilado, voces y coros muy cuidados. Si nos dicen que es una canción de uno de los discos del Alan Parsons Project nos lo creeríamos sin titubeos, especialmente por los arreglos de teclado de determinadas partes que juegan con elementos clásicos como le gustaba hacer al bueno de Alan.
“We Made It” - Volvemos a temas menos arriesgados, sin salirnos de la línea de lo que más se escuchaba en aquellos años. Con una pulcritud indiscutible pero también con una absoluta falta de riesgo. Un corte impersonal que podrían haber firmado decenas de bandas.
“Waiting for Your Love” - El último single del disco denotaba ya una pérdida de fuelle (no tantos LP daban para lanzar hasta cinco extractos) pero no sonaba del todo mal. Es una canción con un cierto aire discotequero que seguro que debió funcionar bien en determinadas fiestas de la época pero que hoy no nos dice demasiado.
“Africa” - Todo lo contrario ocurre con el corte que cierra el disco. En alguna ocasión, pensando en cómo sería la canción pop/rock perfecta, lo más cercano que se nos ocurría era ésta. Y es que “Africa” lo tiene todo, un ritmo cadencioso muy atractivo reforzado por unos teclados que lo llenan todo. Luego el trabajo de los dos vocalistas (Paich en la estrofa y Kimball en el estribillo) es sencillamente perfecto como lo son esas dos partes. El solo de teclado, emulando el timbre de una marimba es inolvidable pero es que toda la canción lo es. Una obra maestra de esas que justifican por sí solas toda una carrera. Curiosamente estuvo a punto de no aparecer en el disco ya que los miembros de la banda pensaban que no encajaba en el mismo e incluso que era una canción más bien tonta. Sólo la insistencia de un directivo de Columbia consiguió que reconsiderasen su postura y el resto, como se suele decir, es historia.
Con “IV”, Toto llegó a las cotas más altas de su popularidad pero también a una pequeña desbandada ya que tanto David Hungate como el cantante Bobby Kimball abandonaron la formación. El resto de los miembros de la banda participaron en la grabación de “Thriller” de Michael Jackson apenas una semana después del lanzamiento de “IV” (Lukather ha llegado a decir en alguna entrevista que “Human Nature” es básicamente una canción de Toto cantada por Jackson). En el momento en que se formó la banda, llegaron a tener la ambición de convertirse en el nuevo grupo capaz de llenar estadios pero justo en el momento en que parecía que podían hacerlo con el éxito masivo de su cuarto disco, la banda decidió no salir de gira inmediatamente. En parte por en trabajo que seguían haciendo como músicos de sesiones como hemos visto en el caso de “Thriller” o en “16” de Chicago pero también por los problemas con las drogas de Kimball que acabó por dejar la formación como decíamos antes. Se probaron distintos vocalistas y parecía que ese no iba a ser un problema insalvable (de hecho, Kimball ni siquiera era el único vocalista de la banda mientras formó parte de ella). Incluso la banda realizó un magnífico soundtrack para la película “Dune” de David Lynch, enteramente instrumental, que se vio lastrado por el relativo fracaso comercial del film. Sea como fuere, Toto nunca repitió el éxito de “IV” en todos estos años, ni siquiera con el regreso de los miembros que dejaron la banda. Pese a ello, este trabajo permanece como uno de los más importantes de su época con un par de canciones que ya son inmortales.
Gracioso pero habitual lo de la reseña en Rolling Stone. Es muy típico cuando los "guardianes de la modernidad" no saben cómo valorar algo que se escapa al modelo artístico que buscan imponer según su línea editorial. En general, y aunque tú lo defines con elegancia, el mismo término AOR (Adult Oriented Rock) se usa a menudo de manera bastante despectiva,también en el mundo anglosajón. Supuestamente, es rock acomodaticio para señores burgueses de mediana edad.
ResponderEliminarSolo conocía Africa, tengo que escuchar el resto del álbum. ¡Gracias por la recomendación!