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viernes, 22 de agosto de 2025

Kronos Quartet - Kronos Quartet (1986)



Es muy probable que el punto que marcó el inicio de la popularidad a nivel mundial del Kronos Quartet fuera su firma con la discográfica Nonesuch. Para entonces ya habían publicado sus dos discos “de jazz” basados en la música de Thelonius Monk y Bill Evans y la primera de sus colaboraciones con Terry Riley (“Cadenza on the Night Plain”) pero fue a raíz de la aparición de su disco homónimo en el citado sello que el nombre del cuarteto de San Francisco comenzó a convertirse en una referencia de la música contemporánea.


Y es que el disco, al margen de su calidad, era toda una declaración de intenciones desde la elección del propio repertorio: una selección de compositores que, si bien no eran desconocidos, tampoco se encontraban entre los más interpretados de entre los autores vivos en aquel momento. Incluso decidieron incluir en la lista a un músico ajeno al ámbito académico, curiosamente el único de los escogidos que había fallecido ya. El primero de los compositores que aparecen en la colección es el australiano Peter Sculthorpe, prolífico autor para cuarteto de cuerda aunque con una extensa producción orquestal y para otros formatos. Su música estaba muy influenciada por los sonidos tradicionales de Australia pero también de los países del entorno. El segundo es el finlandés Aulis Sallinen, otro de tantos autores procedentes de la Academia Sibelius y, probablemente, uno de los músicos contemporáneos más reconocidos hoy. El Kronos Quartet le ha encargado varias obras en estos años. El tercer nombre de la lista no requiere de mayor presentación para los lectores del blog: Philip Glass, mientras que el cuarto, Conlon Nancarrow cuenta con el nada desdeñable aval de las palabras de Ligeti, quien afirmó de su música que era “la mejor hecha por ningún compositor vivo en el día de hoy”. La biografía de Nancarrow es tan apasionante como su música y siguiéndola veremos el camino que lleva a un niño de Arkansas a terminar por nacionalizarse mejicano tras un ajetreado periplo que le llevó a ingresar en el Partico Comunista de los Estados Unidos y a alistarse en la Brigada Abraham Lincoln para luchar en el bando republicano en la Guerra Civil Española. A su regreso a los Estados Unidos, y tras ver cómo muchos de sus camaradas empezaron a tener problemas de todo tipo por su afiliación, se trasladó a México terminando por adoptar esa nacionalidad. El último de los músicos del listado es nada menos que Jimi Hendrix, la leyenda de la guitarra y del rock que aparece representado con una de sus canciones más populares. En el disco participa la que podemos considerar como la formación clásica del Kronos Quartet con David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo).


“String Quartet No.8” (Peter Sculthorpe) – Comenzamos con el cuarteto de Sculthorpe, inspirado, según sus propias palabras, en dos ritmos de la música de Bali: el “ketungan”, un tipo de canción utilizado durante los trabajos de siembra del arroz, y el “arja”. Este último estilo es la base de los movimientos impares, marcados para su interpretación por el autor como “con dolore” mientras que los restantes, más veloces, se basan en el “ketungan”. En los movimientos lentos la música es estática, llena de sonidos inusuales por parte de los miembros del cuarteto que exprimen todas las posibilidades sonoras de sus instrumentos, incluyendo las percusivas.


“String Quartet No.3” (Aulis Sallinen) – El cuarteto de Sallinen surge como un encargo de una institución educativa Sueca para enseñar música en los colegios. Con ese fin, el compositor decidió que utilizar una melodía popular como base sería lo más adecuado para atraer desde el principio la atención de los niños. Escogió una marcha fúnebre para violín que se ejecuta al principio para ser sometida después a una serie de variaciones introduciendo disonancias y cascadas de notas que transforman por completo la obra y suponen un desafío muy importante para los ejecutantes.




“Company” (Philip Glass) – Más conocida para los lectores del blog es la siguiente composición de la que ya hemos hablado en otras ocasiones. Se trata de “Company”, la obra compuesta por Philip Glass para una representación de la obra de teatro de Samuel Beckett del mismo título. Originalmente se escribió para cuarteto de cuerda (de hecho, se numeró como el segundo de la serie por parte del músico poco después) pero también ha sido interpretado por formaciones más amplias. Aquí escuchamos la primera grabación del cuarteto a cargo del Kronos Quartet, quienes volverían a registrarlo en el futuro para otros discos.


“String Quartet” (Conlon Nancarrow) – La obra más conocida de Nancarrow esta escrita para pianola, instrumento que apasionaba al compositor por sus posibilidades a la hora de ejecutar piezas cuya interpretación queda fuera del alcance de un pianista humano. Eso nos da una idea de lo compleja e intrincada que puede ser su obra para instrumentos convencionales. El músico escribió tres cuartetos, uno de ellos (el segundo) sin concluir. Aunque no aparece en las notas del disco, entendemos que es ese cuarteto inconcluso el que suena aquí ya que es el único que encaja en la cronología del autor (se menciona que es una obra de los primeros años cuarenta). 


“Purple Haze” (Jimi Hendrix) – Arrego de Steve Riffkin del tema que abría el disco de debut del guitarrista en su edición americana (curiosamente no aparecía en las ediciones internacionales aunque sí se publicó como single). Es una pieza cuya inclusión aquí dice mucho del carácter del Kronos Quartet como grupo y de su búsqueda constante de la transgresión. Su versión es electrizante, dinámica y no deja a nadie indiferente.




Comentaba David Harrington sobre el disco, que reflejaba con fidelidad lo que podía ser un programa de concierto habitual del Kronos Quartet en aquellos años, enfocado en autores contemporáneos y con un enfoque abierto hacia otras músicas que bien podían ser tradicionales, como el caso de Sallinen o procedentes de géneros ajenos, en principio, a las salas de concierto “clásicas” como ocurre con la pieza de Hendrix. En esa época, un concierto del Kronos Quartet era una experiencia desafiante en todos los sentidos. Los intérpretes podían salir al escenario con atuendos informales como “jeans” o camisas hawaianas sorprendiendo al público no prevenido y su actitud con los instrumentos iba en consonancia con ese espíritu. Hace algo más de un año, el grupo sufrió su mayor remodelación con la salida de Hank Dutt (viola) y John Sherba (violín) tras más de 45 años en la formación lo que deja a Harrington, no ya como único miembro original (ya lo era) sino como la única referencia de su etapa más gloriosa, de la que esta grabación es una buena muestra.


domingo, 30 de junio de 2024

Kronos Quartet Performs Philip Glass (1995)



Durante muchos años, el disco que comentamos hoy pasó por ser la interpretación canónica de los cuartetos de Philip Glass. Esto era así por muchas razones: el Kronos Quartet ya había estrenado y grabado alguno de ellos, además de encargar otro y encontrarse en el orígen de alguno más. Al margen de eso, la formación de David Harrington había alcanzado un estatus de grupo reverenciado en la música contemporánea por colaborar con los compositores más destacados (particularmente los minimalistas como Terry Riley o Steve Reich) y por descubrir al mundo a otros como Gorecki y muchos más de países con menos tradición en la música “clásica” como Azebaiyán o Afganistán. También eran habituales sus colaboraciones con artistas de otros géneros y estilos desde Nelly Furtado a Pat Metheny pasando por Bjork, Zappa o Bowie y todo esto hacía que su grabación  para el sello Nonesuch interpretando a Philip Glass llamara la atención de todo el mundo.


La historia de los cuartetos de Glass es muy irregular. El primero de ellos data de 1966 y estuvo mucho tiempo olvidado hasta que el propio Kronos Quartet lo estrenó en 1986, poco después de haber trabajado por primera vez con Glass en la banda sonora de la película “Mishima”. Sin embargo, es una obra que quedó fuera del disco (quizá por no tener que ampliarlo a un doble CD) aunque ya la hemos comentado en algún momento cuando hablamos de otros registros de los cuartetos.


En el momento de la grabación, el Kronos Quartet tenía su alineación más recordada y también la más duradera, que estuvo activa entre 1978 y 1999: David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo). El registro sonoro es excelente y tuvo lugar en los estudios Skywalker Sound en el condado de Marin. El lector intuitivo habrá caído en el hecho de que estamos hablando del lugar en el que se grabaron gran parte de las más conocidas bandas sonoras de Lucasfilm, entre otras productoras (también allí se grabaron las de “Koyaanisqatsi” o “Powaqqatsi”, por no salirnos del entorno de Glass) por lo que su nombre va asociado a la más alta calidad.



“String Quartet No.5” - El disco se abría con el que en aquel momento era el cuarteto más reciente del músico (se estrenó en 1991). Se dividía en cinco movimientos de los cuales el primero es el más breve, apenas una introducción, lenta y muy lírica que desemboca en un segundo más rítmico e igualmente interesante. El tercero entra como un tiro con veloces diálogos entre los instrumentos en el inicio que se alternan con pasajes más coordinados. Un verdadero frenesí en el que no encontramos descanso y que tiene un notable punto cinematográfico en su resolución. El cuarto movimiento es lento y muy introspectivo en el inicio con partes mucho más dinámicas en contraste en la parte central y que se cierra, de nuevo, con un precioso segmento extremadamente pausado. El último movimiento tiene, como suele ocurrir, mucho de resumen. Empieza con una parte veloz que se frena de repente para recuperar el tema del primer movimiento bajo el cual comienza a gestarse una tormenta que estalla poco después en una de nuestras partes favoritas del cuarteto.




“String Quartet No.4 -Buczak-” - Continuamos con el cuarteto nº4, escrito en 1990 en memoria del pintor Brian Buczak, fallecido a causa del SIDA el 1987. En esta ocasión Glass lo divide en tres movimientos comenzando el primero con una melodía triste y melancólica que desemboca en el clásico fraseado “glassiano” con los instrumentos del cuarteto ejecutando el tema casi al unísono. A partir de ahí, escuchamos momentos más o menos solemnes que nos conducen al segundo movimiento en el que siempre hemos querido ver un punto jazzístico con influencia de Gershwin. Es una pieza tranquila que nos lleva van al que siempre ha sido nuestro movimiento favorito del cuarteto y que, en parte, fue rescatado en una obra posterior para ballet. Todo en él es perfecto, desde la coordinación de los violines en el comienzo hasta la forma en que todo el cuarteto nos va preparando para la melodía central que llega poco después llena de épica. En cierto sentido nos recuerda a la estructura de “Façades”, descarte de la banda sonora de “Koyaanisqatsi” que terminó formando parte del disco “Glassworks”. Una maravilla que sigue estando entre nuestras piezas favoritas de la obra de Glass.




“String Quartet No.2 -Company-” - El segundo cuarteto de cuerda del catálogo de Glass fue escrito para una representación teatral de la novela corta de Samuel Beckett, “Company” y de ahí su título. Es un cuarteto mucho más breve que los anteriores del disco y está estructurado en cuatro movimientos. Según se indica en la propia pagina web del músico, el formato de cuarteto es el original de la obra aunque siempre habíamos pensado que era una adaptación de la pieza para orquesta de cuerdas del mismo nombre y que nosotros conocimos antes. Cuenta Glass que llegó a enviarle la pieza al propio Beckett quien dio su aprobación para la inclusión en la representación.




“String Quartet No.3 -Mishima-” - En 1984, Glass escribió la banda sonora de la película de Paul Schrader, “Mishima”, basada en la obra del escritor japonés. La música de la misma era muy variada conteniendo partes orquestales, otras electrónicas, alguna incluso para banda de rock y varias más para cuarteto de cuerda. Seis de esos fragmentos para cuarteto fueron reconfigurados en la misma época por el propio Glass y convertidos en el que hoy conocemos como su “Cuarteto de Cuerda No.3”. Al respecto siempre nos queda la curiosidad del error a la hora de nombrar uno de los movimientos del cuarteto (el segundo, “November 25- Ichigaya”) cuya música no se corresponde con la que lleva ese título en la banda sonora de la película y sí coincide, en cambio, con el corte titulado “1937: Saint Sebastian”. Este cuarteto ha sido durante mucho tiempo una de las obras más interpretadas del repertorio de Glass, particularmente su adaptación a cuarteto de saxofones de la que existen casi tantos registros como de la original para cuerdas.




En su día, este disco tuvo una gran acogida y llegó, incluso, a los puestos más altos de las listas de ventas de música clásica, muy agitadas en aquellos años por las sucesivas irrupciones de propuestas tan diferentes como el canto gregoriano de los Monjes de Silos, la tercera sinfonía de Gorecki o la banda sonora de “El Piano” de Michael Nyman. Hoy ya tenemos varias grabaciones diferentes de los cinco primeros cuartetos de Glass a cargo de formaciones como el Smith Quartet, el Paul Klee Quartet, el Carducci Quartet o los miembros de Brooklyn Rider. Todas ellas nos ofrecen versiones muy interesantes de las obras aquí contenidas con el añadido del primer cuarteto de la serie, ausente de la grabación de la banda de David Harrington pero, quizá por ser la primera, siempre le vamos a tener un especial cariño a este disco que nos presentó en su momento una faceta menos conocida de Philip Glass y que en los últimos años se ha ampliado hasta llegar a los nueve cuartetos “numerados” y a alguna obra más para el mismo formato instrumental pero que el músico no contabiliza como tal.

domingo, 9 de septiembre de 2018

The Kronos Quartet & Terry Riley - Cadenza on the Night Plain (1985)



En alguna ocasión anterior hemos hablado en el blog de la extraordinaria relación artística que han mantenido a lo largo de los años el compositor Terry Riley y los miembros del Kronos Quartet, en especial su líder David Harrington, pero hasta ahora no habíamos traído aquí la que fue la primera ocasión en que ambos llevaron esa colaboración al formato de disco. Los primeros contactos entre Riley y el Kronos tuvieron lugar en el Mills College, en Oakland. Riley acudió a dar unas clases allí en el periodo en el que el cuarteto era el grupo residente. Harrington y el compositor congeniaron pronto y el violinista se empeñó en convencerlo de que escribiese música para el cuarteto así como música para formaciones clásicas en general. Hablamos de un momento en el que Riley había abandonado la escritura de música dedicándose en esencia a la improvisación en directo por lo que le debemos a la insistencia de David Harrington toda la música que el compositor ha dejado escrita en los últimos 35 o 40 años.

El Kronos Quartet y Terry Riley comenzaron a colaborar en la segunda mitad de los años setenta pero no fue hasta 1985 que decidieron publicar un disco juntos. La elección de las palabras no es casual porque no se trataba de poner juntas una serie de piezas de un compositor determinado y grabarlas sino de una verdadera colaboración entre compositor y cuarteto para crear juntos el disco del que hablamos hoy. La excusa era la extensa pieza “Cadenza On the Night Plain”, escrita por Riley específicamente para el Kronos Quartet y terminada junto a ellos. “Cuando escribo una partitura para ellos, apenas incluye indicaciones. Es cuando comenzamos los ensayos cuando realmente le damos la forma definitiva a la composición” decía el compositor sobre su relación con el cuarteto. Pese a la larga duración de la obra, que habría bastado para rellenar un disco de duración convencional, en el trabajo aparecerían tres composiciones más con lo que estamos ante una interesantísima recopilación de piezas escritas por Riley con el cuarteto de cuerda en la cabeza, quizá las primeras de estas características de la producción del compositor norteamericano.

La grabación se hizo en 1984 cuando el Kronos Quartet estaba integrado por David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola, aunque en los créditos figura como violinista) y Joan Jeanrenaud (violonchelo).

Terry Riley y el Kronos Quartet celebrando el 50º aniversario del compositor


“Sunrise of the Planetary Dream Collector” - La primera obra del disco es un buen ejemplo de la forma de interactuar del compositor y los músicos. Se compone de 14 compases y cada intérprete es libre de volver a uno de ellos cada vez que ejecute uno nuevo que no haya tocado antes. Hubo muchos ensayos antes de dar con la versión que aparece en la grabación y que, en palabras de Riley: “es sólo una de muchas maneras de poner juntos los distintos bloques de la pieza”. En lo musical, la  obra es extremadamente dinámica y pone de manifiesto las extraordinarias capacidades del Kronos Quartet y su excelencia cuando se trata de interpretar la música de nuestro tiempo. Tiene aún muchos elementos minimalistas y repetitivos pero apunta a una evolución que veríamos en el futuro.




“G-Song” - Esta es la primera composición que Riley hizo para el Kronos Quartet. En realidad es una especie de expansión de una pieza para saxofón y teclado que el músico compuso en 1973 para la banda sonora de la película francesa “Le Secret de la Vie”. Arranca con una de las melodías más bellas que ha escrito jamás el compositor norteamericano y, de hecho, está mucho más cercana a la forma tradicional de componer que casi cualquier otra cosa que haya hecho Riley. Todos aquellos que piensen que la música de los compositores “minimalistas” es fria y carente de sentimiento, podrían empezar a replantearse esas ideas escuchando cosas como esta.

“Mythic Birds Waltz” - La pieza más peculiar del disco en cuanto a su procedencia ya que combina la transcripción de un tema improvisado al piano por el propio Riley con fragmentos escritos tiempo atrás por el artista para el sitarista Krishna Bhatt. Es una obra mucho más lenta que las anteriores en el inicio en el que se mezclan melancólicos “glissandi” con “pizzicati”. Más tarde salta todo por los aires con una explosión de ritmo que desemboca en “algo parecido al ragtime” en palabras de Mark Swed en el libreto del disco. En el último segmentos hallamos, incluso, referencias a la música árabe para completar una obra realmente compleja.

“Cadenza on the Night Plain” - Cerca de cuarenta minutos de música para cuarteto de cuerda es lo que nos ofrece Riley en esta monumental composición en la que encontramos de todo: minimalismo, folk, conceptos propios de la música india y cuatro partes, cuatro “cadenzas”, cada una de ellas reservada para que cada uno de los miembros del Kronos Quartet se exprese con total libertad. A diferencia de las obras anteriores, esta fue escrita íntegramente por Riley sin interacción alguna con el grupo por lo que no pudieron “influir” en su creación, más allá de las citadas partes que el compositor deja a la improvisación de los intérpretes. “Cadenza on the Night Plain” es, con el permiso de la posterior “Salome Dances for Peace”, la obra definitiva de Riley para cuarteto. Una joya que no debería faltar en la discoteca de cualquier aficionado a la música contemporánea.




Si Terry Riley es un músico imprescindible para entender la música del último medio siglo, el Kronos Quartet es una de las formaciones que más ha hecho por hacer llegar ésta al gran público y no hablamos sólo de la de Riley sino de la de muchos de los más importantes artistas de nuestro tiempo. Sólo por eso ya merecería la pena acercarse a este disco o, mejor aún, a la caja publicada hace un tiempo con la integral de la obra conjunta de Riley y el Kronos Quartet. En ella aparecen, cómo no, todas las piezas del disco que hemos comentado hoy aunque alguna lo hace en una grabación diferente.

Nos despedimos, precisamente, con una de esas regrabaciones, la de "G-Song", un par de minutos más corta que la original.


 

miércoles, 23 de abril de 2014

Philip Glass - Dracula (1999)



En la larga serie de músicas escrita por Philip Glass para acompañar a expresiones artísticas no musicales encontramos pocos terrenos que el músico no haya explorado. El compositor ha escrito óperas, música para teatro, ballets, bandas sonoras de películas y documentales, piezas para ceremonias de todo tipo (incluyendo Juegos Olímpicos), miniaturas para acompañar juegos geométricos en “Barrio Sésamo”, música para cuentos infantiles y un largo etcétera. Dentro de ese contexto, no sorprende en absoluto en encargo que recibió por parte de la sección de lanzamientos para uso doméstico de la Universal en 1998: escribir una banda sonora para el Drácula clásico de Tod Browning protagonizado por Bela Lugosi de cara a su inclusión como una opción más en la reedición en DVD de la cinta de 1931 como lanzamiento estrella de una colección dedicada a los clásicos de terror de su catálogo.

A pesar de que en 1931 el cine sonoro llevaba ya varios años en las salas, Browning optó por no acompañar a su película de música alguna salvo tres pequeños fragmentos de música clásica (“El Lago de los Cisnes” de Tchaikovski en los créditos iniciales, una obertura de Wagner integrada en la acción y la sinfonía inacabada de Schubert más adelante). Por ello, el solo encargo de una banda sonora completa a un músico actual suponía por sí mismo un motivo de polémica aunque no es el primer caso de película clásica a la que se añade nueva música posteriormente.

El reto tiene una doble vertiente muy interesante. Por una parte, parece más sencillo escribir una banda sonora de una película ya terminada, en la que no corres el riesgo de que determinada escena para la que has escrito una música maravillosa quede eliminada del montaje final o sea modificada. En ese sentido, se trabaja sobre seguro pero también existe un lado negativo: estás escribiendo algo que va a acompañar e, inevitablemente, a modificar, una película clásica y eso, independientemente de lo bien o mal que lo hagas, no va a contentar a buena parte de la gente.

En ese sentido, es destacable el gran respeto de Glass hacia las imágenes de Browning ya desde el mismo momento en que escoge el formato del cuarteto de cuerda para plasmar su música en lugar de una orquesta que habría tomado un mayor protagonismo dentro del conjunto. Se nos antoja que una formación de cámara es la más adecuada para acompañar los tétricos ambientes de la película. Quizá un único violín interpretando algunos solos fuera una de las escasas alternativas que pudieran superar al cuarteto en cuanto a poder de evocación. Vaya por delante que este tipo de experimentos y de adiciones posteriores a una obra de otro tiempo y autor no nos llaman la atención por lo que tienen de impostura. Por ello, nuestra aproximación a la partitura escrita por Glass para la película es exclusivamente musical e independiente de las imágenes a las que acompaña. Uno de los mayores atractivos del disco es la participación del Kronos Quartet con su formación más recordada: David Harrington (violín), John Sherba (violin), Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo). La colaboración del cuarteto y Philip Glass se remonta a la participación de éstos en la banda sonora de la película “Mishima”. En ella, el compositor mezclaba teclados electrónicos, batería y todo tipo de instrumentos con secciones de cuerda que más tarde fueron extraídas de la banda sonora y reorganizadas como su cuarteto de cuerda nº3. Poco después, el grupo de David Harrington incorporó el segundo cuarteto “glassiano” a uno de sus discos dedicado a compositores contemporáneos llegando la colaboración a su momento más interesante con la grabación de un disco completo en el que se recogían los cuartetos que van del 2 al 5 del repertorio del de Baltimore, siendo el último de ellos el primer encargo de la formación al músico.

Las peculiares características de la banda sonora de “Dracula”, con temas extremadamente cortos (10 de los 26 no llegan a los dos minutos de duración) aconsejan comentar la obra como un todo sin detenerse en exceso, salvo en los pasajes más interesantes de la misma.

El Kronos Quartet acompañado de Glass y Riesman en una interpretación en directo de la obra.


Comienza la obra con el típico estilo de su autor: el violín principal y el violonchelo ejecutan dos acordes prominentes mientras el resto del cuarteto interpreta los clásicos arpegios por debajo. La narración musical continúa en un tono reposado por unos instantes y se anima con la llegada del cuarto movimiento, “The Inn”, en el que escuchamos ya uno de los motivos más bellos del disco. Ensaya Glass en el siguiente fragmento una de sus características melodías circulares antes de llegar a “Carriage Without a Driver” en la que los diálogos entre los distintos instrumentos alcanzan los momentos de mayor inspiración, complementándose unos a otros continuamente. “The Castle” abre una serie de piezas de transición hacia la segunda mitad del disco. Son momentos en los que las imágenes de la pantalla reclaman todo el protagonismo y en los que, por tanto, la parte musical se resiente quedando en un segundo plano. Con “The Storm” el cuarteto sale de su letargo y suena, por unos instantes, lleno de energía. Más tarde llegan una serie de arabescos tumultuosos, cuerdas pellizcadas con nervio y mucha inquietud como preludio de disonantes sonidos de violín en el más agudo de sus registros en uno de los fragmentos menos “glassianos” y con un sonido más cercano a las vanguardias de la primera mitad del siglo pasado. Vuelve el compositor a su estilo más personal de narración con “In the Theatre” que nos devuelve a los ambientes de “Mishima” por unos momentos y se torna dramático poco después cuando llegamos a uno de los momentos claves de la historia en “Lucy’s Bitten”. Regresamos al pizzicato en “Seward Sanatorium” en lo que es una de las partes más bellas de la obra y nos prepara para la segunda parte de la misma, en la que se concentran las piezas de mayor duración y, por tanto, de más rico contenido musical comenzado por la romántica “Renfield” y llegando a esa maravillosa miniatura que es “In His Cell”, de un lirismo extremo y que podría codearse con las mejores composiciones de su autor sin problema alguno. “Or a Wolf” combina formas minimalistas con una melodía lenta que toma las riendas y nos hechiza como lo hizo “Façades” años atrás en su primera parte para transformarse en una serie de fraseados en pizzicato por unos instantes antes de retomar el tema principal. Una nueva pieza “de relleno” nos conduce a otra más poderosa en su comienzo que se transforma paulatinamente hasta llegar a un final lleno de disonancias que ejercen un efecto mágico en el oyente que, como nos ocurre a nosotros, queda fascinado por las sonoridades etéreas que el Kronos arranca a sus instrumentos.




Casi como prolongación del tema llegamos a “Dr.Van Helsing and Dracula”, el que podríamos considerar como el movimiento central de la obra, dominado por los “glissandi” del violonchelo que sostienen al resto del conjunto mientras éste ejecuta a la perfección una inconfundible melodía cuya autoría es indiscutible. Desde ahí hasta el final, asistimos a una sucesión de temas cuya intensidad es pareja a la del desenlace de la acción y que culminan en “The End of Dracula”, fragmento final en el que se resume lo mejor del trabajo de su autor para la película.




Paralelamente al lanzamiento del DVD con la nueva banda sonora tuvo lugar una serie de conciertos en los que el cuarteto tocaba en directo mientras se proyectaba la película tras ellos. En unas ocasiones, lo hacía el Kronos Quartet sólo y en otras acompañado del propio Glass al piano y de Michael Riesman al órgano. También hubo algunas representaciones en las que se tocaba el arreglo para piano de la partitura completa a cargo del compositor en solitario y una adaptación más para instrumentos de viento gracias a la cual el Philip Glass Ensemble incorporó la obra a su repertorio. La versión para piano de “Drácula”, adaptada por el propio Riesman, fue publicada también en disco unos años después. Aunque es raro que alguien recomiende esta obra concreta dentro del extensísimo repertorio de su autor (de hecho, colecciona críticas elogiosas y negativas a partes iguales), tenemos que reconocer que es una de nuestras debilidades sin que encontremos un motivo concreto que lo justifique. Si estáis interesados en el disco del Kronos Quartet o, ¿por qué no? en la película con la banda sonora, están en los siguientes enlaces:

Nos despedimos con un fragmento en el que el propio Philip Glass habla del proyecto:

miércoles, 17 de julio de 2013

Kronos Quartet - Winter Was Hard (1990)



Si existe una formación que, partiendo de la llamada música culta, ha alcanzado una categoría y popularidad equiparable a la de muchas estrellas del rock, esa es, sin duda, el Kronos Quartet. Formado en 1973 por David Harrington, violín principal del cuarteto, se han destacado siempre por arriesgar al máximo con su repertorio abarcando estilos minoritarios dentro de la música de cámara e incorporando a la misma, sonidos y estilos que nunca habríamos pensado en escuchar en una sala de conciertos.

Aunque siempre han tenido un ojo puesto en la música clásica contemporánea y no es raro que a primera vista se les relacione con la corriente minimalista, el jazz y todo tipo de folclores han formado parte de sus discos y conciertos de modo que en su discografía podemos escuchar igualmente a Glass, Reich o Riley de la mano de Thelonius Monk o Bill Evans, Astor Piazzolla, Henryk Gorecki o Kevin Volans pero también músicas más insospechadas como la de Sigur Ros, Jimi Hendrix o Nine Inch Nails. Poco a poco se han ido construyendo un nombre y buena prueba de ello son los más de 800 cuartetos y arreglos para cuarteto que han encargado en estos años y la gran cantidad de obras que los compositores más renombrados de la actualidad han escrito específicamente para ellos. Sobre el escenario, el Kronos Quartet es una delicia. Ajenos a los convencionalismos, pueden aparecer en bermudas y con camisa hawaiana si se tercia pero cuando la luz se apaga, ¡ay amigos! Entonces muy pocos se fijan ya en la vestimenta. Aprovechamos estos días en que el grupo celebra su cuadragésimo aniversario para dedicar la entrada a uno de sus discos más impresionantes, publicado en 1989 por la formación más longeva del cuarteto en todos estos años: David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo) con ayudas puntuales en alguna de las piezas del disco de las que hablaremos en su momento. En “Winter Was Hard” vamos a encontrar una combinación de compositores realmente original por sus estilos y procedencias, absolutamente diferentes y con poca relación entre ellos.

Imagen de la formación que participa en el disco

“Winter Was Hard, Op.20” – El San Francisco Girls Chorus dirigido por Elizabeth Appling y por Earl L. Miller al órgano son los principales intérpretes de esta breve pieza del finlandés Aulis Sallinen. En ella escuchamos elementos folclóricos con un toque contemporaneo muy al estilo de otros músicos como Arvo Pärt.ç



“Half Wolf Dances Mad in Moonlight” – La segunda pieza del disco se corresponde con un extracto de una obra comentada en el blog tiempo atrás: “Salome Dances for Peace” de Terry Riley. Se trata de un monumental cuarteto de cuerda de una duración próxima a las dos horas del que aquí escuchamos un fragmento. La relación de Riley con el Kronos quartet ha dado grandes frutos y la grabación de esta obra es uno de los más destacados.

“Fratres” – Si Riley es de sobra conocido por los lectores del blog, ¿qué decir entonces de Arvo Pärt? El compositor estonio aparece representado en el disco por una de sus obras más conocidas: “Fratres”. Como es sabido, no existe una orquestación fija para interpretar esta pieza existiendo versiones para quinteto de cuerda, quinteto de vientos, violín y piano, orquesta y percusión y un sinfín de combinaciones que no restan un ápice de calidad y emotividad a una obra maravillosa. La reescritura de la pieza para cuarteto de cuerda fue la quinta revisión de la misma realizada por el propio Pärt y, probablemente, es en este disco en el que aparece grabada por primera vez (aunque este aspecto no es fácil de confirmar).

“Six Bagatelles, Op.9” – Retrocedemos unos años en el tiempo para encontrarnos con esta obra de juventud del austriaco Anton Webern, uno de los más representativos miembros de la Segunda Escuela de Viena. La elección de la obra tiene algo de sorprendente puesto que estas bagatellas no pasan por ser parte de las creaciones más representativas de su autor e, incluso, para algunos críticos, son un trabajo no del todo depurado.

“Forbidden Fruit” – La paz y tranquilidad que parecían reinar hasta ahora en el disco saltan por los aires en los primeros segundos de la pieza del norteamericano John Zorn que obliga al cuarteto a estirar al máximo las posibilidades expresivas de sus instrumentos. Zorn es una de las voces más arriesgadas de la música contemporanea y abarca un buen número de estilos ademar de haber inventado algunos nuevos. No es casual que, al margen de su aportación al disco como compositor, Zorn sea también uno de los productores. La pieza tiene muchos puntos en común estilísticamente hablando con algunas obras de John Cage con las que comparte el uso del “collage” y la aparición de un DJ (Christian Marclay) manejando los platos. La otra participación ajena al Kronos Quartet de la de Ohta Hiromi en las voces. “Forbidden Fruit” fue incluida anteriormente en el disco de Zorn de 1987 “Spillane” y con su aparición en “Winter Was Hard” el cuarteto reivindica su participación en la pieza.

“Bella by Barlight” – John Lurie tiene una carrera muy extensa tanto en su faceta de actor (ha intervenido en películas como “Paris, Texas”, “La Última Tentación de Cristo” o “Corazón Salvaje”) como de músico, primero con los peculiares Lounge Lizards y más tarde en solitario dedicado a las bandas sonoras. Por si esto fuera poco, también es pintor y su obra se expone en alguno de los museos más renombrados, incluyendo el MOMA. La pieza que el Kronos escoge para el disco es parte de la banda sonora de la película de Jim Jarmusch “Stranger Than Paradise”, protagonizada por el propio Lurie.



“Four, for Tango” – Llegamos a uno de nuestros momentos favoritos del disco que es la excepcional composición del argentino Astor Piazzolla, encargada por el propio Kronos Quartet al músico. La forma en la que el cuarteto se adapta a la sinuosa música del genio marplatense es magistral y demuestra que la versatilidad de la formación no conoce fronteras estilísticas.

“Quartet No.3” – Alfred Schnittke es uno de los más interesantes compositores que surgieron de la antigua Unión Soviética y sólo su pobre salud, que le obligó a pasar largas temporadas postrado en cama (llego a estar un tiempo en coma en 1985 siendo practicamente desahuciado por los médicos pero se recuperó y siguió componiendo), ha evitado que su obra sea aún más extensa. A pesar de todo, dejó un buen número de sinfonías y obras de cámara realmente sobresaliente. El tercer cuarteto de cuerda de Schnittke es una obra apasionada y expresiva que contrasta con el carácter supuestamente frío de la escuela soviética y la interpretación del Kronos es sobresaliente. Años después, el cuarteto se animaría a grabar la integral de la obra de Schnittke para este formato (sus cuatro cuartetos más una serie de canciones y una breve pieza dedicada a Stravinsky) y en ese doble CD se incluiría, una vez más, esta grabación que hoy comentamos.

“Adagio” – El “Adagio” de Samuel Barber forma parte ya de la memoria sonora del siglo XX y pocas personas habrá que no lo reconozcan al sonar sus primeras notas. Quizá no sean tantos los que sepan que la pieza no nació para ser interpretada por una gran orquesta, como suele hacerse, sino como el segundo movimiento del “Cuarteto de Cuerda, Op.11” del compositor americano. Fue Toscanini el responsable de su estreno en 1938 aunque en arreglo orquestal fue realizado por el propio Barber unos meses después de completar el cuarteto, consciente del evidente potencial dramático de la composición. Tratándose de una grabación del formato original de la obra, creemos que el Kronos Quartet podría haber interpretado el cuarteto completo y no sólo el movimiento central pero, en cualquier caso, la obra y la versión siempre merecen la pena.

“A Door is Ajar” – Cerrando el disco tenemos una miniatura de autor desconocido que en los créditos aparece como composición tradicional. En realidad, consta del sonido del viento soplando, un brevísimo tema musical y una voz robótica que dice “a door is ajar” y, tras un portazo, “thank you”.

El título de la última pieza (una puerta entreabierta) nos parece la mejor descripción posible para el disco en su conjunto. El Kronos Quartet nos abre una puerta hacia una serie de músicas de diversas procedencias con una característica en común: un atractivo casi ineludible. Elaborado guardando un delicado equilibrio entre música con un cierto potencial comercial (Pärt, Barber) y otra realmente minoritaria Harrington y compañía consiguen cuadrar un disco que creemos imprescindible para aquellos melómanos con inquietudes por todo tipo de estilos y que, probablemente, funciona mejor en su función de “puerta entreabierta” por la que asomarse al mundo de compositores con los que no nos atrevemos directamente a través de discos monográficos que como obra cerrada de la que disfrutar continuamente con escuchas reiteradas y es que sabemos que cuando uno cae presa de la atracción de músicos como Pärt o Piazzolla no se conforma con escuchar piezas sueltas en recopilatorios. En cualquier caso, os dejamos los habituales enlaces en los que adquirir el disco:



Para despedirnos, os dejamos al Kronos en directo interpretando "Four, for Tango".

miércoles, 17 de abril de 2013

Steve Reich: Different Trains / Electric Counterpoint (1989)




“Mis padres se separaron cuando yo tenía un año. Mi madre se trasladó a Los Angeles mientras que mi padre permaneció en Nueva York. Como acordaron repartirse mi custodia, entre 1939 y 1942 viajé incontables veces entre ambas ciudades en compañía de una cuidadora. Aquellos largos viajes eran excitantes y románticos en cierto modo pero cuando echo la vista atrás y pienso que, siendo judío como soy, si hubiera vivido en Europa en aquellos años, habría viajado en unos trenes muy distintos. Con esa idea en mente, traté de escribir una pieza que reflejase de alguna manera aquella situación.”

El holocausto ha sido tema central no sólo en la historia de las últimas seis décadas sino del arte en todas sus formas. No habría espacio suficiente para comentar las novelas y películas que han encontrado su inspiración en uno de los episodios más negros de la historia de la humanidad y la música no ha permanecido al margen. Existen cientos de piezas musicales de todo tipo centradas en todo ese periodo histórico pero pocas parten de un enfoque tan original como la que hoy nos ocupa, escrita por el autor de la cita con la que abrimos nuestra entrada: Steve Reich.

Al margen de la idea de estructurar la narración a través de dos episodios paralelos separados en el espacio por varios miles de kilómetros, el planteamiento meramente musical de la obra es también profundamente innovador. Es comúnmente sabido que el minimalismo como estilo musical parte de la repetición continua de células melódicas de escasa duración que sufren cambios continuos casi inapreciables a lo largo de la pieza hasta transformarse en algo completamente diferente. La novedad en “Different Trains” se encuentra en la procedencia del material melódico. La obra se estructura en tres movimientos titulados, respectivamente, “América, antes de la guerra”, “Europa, durante la guerra” y “Después de la guerra”. Reich decidió grabar una serie de conversaciones con la que fue su cuidadora durante los viajes de su infancia, Virginia Mitchell, en las que ella hablaba sobre sus recuerdos de aquellos interminables trayectos. Grabó también a Lawrence Davis, camarero en uno de aquellos vagones, quien contaba en las cintas recuerdos de toda su vida. A continuación, buscó grabaciones de testimonios de supervivientes del holocausto que tenían la misma edad que el propio Reich para confrontar sus experiencias durante aquellos sucesos y, por último, seleccionó grabaciones con sonidos de trenes realizadas en América y en Europa en los años treinta y cuarenta.

Pues bien, con todo ese material sonoro, Reich comenzó a trabajar aislando fragmentos sueltos, frases, ruidos, etc. que contenían en su entonación una cierta estructura melódica y seleccionó unos cuantos de entre aquellos más “musicales” para transcribirlos en una partitura que iba a ser orquestada para un cuarteto de cuerda imitando las inflexiones de cada frase. En el disco, el cuarteto es, como no podía ser de otra manera, el Kronos Quartet formado en aquel momento por David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo).

Imagen del manuscrito de la partitura original de "Different Trains".

“America, before the war” – El comienzo de la obra nos muestra al Kronos Quartet convertido en una auténtica locomotora entre sonidos de trenes reales. Sin que el ritmo continuo ceda en ningún momento, comenzamos a escuchar las primeras frases anticipadas por su transcripción meódica, habitualmente al violín cuando las palabras las pronuncia Virginia Mitchell y al cello cuando es Lawrence Davis. “From Chicago to New York”, “one of the fastest trains”, “the crack train from New York” y otras muchas se suceden repitiéndose varias veces cada una antes de pasar a la siguiente en un esquema musical que no es nuevo en Reich y que hemos podido escuchar en obras como “Music for 18 Musicians”. Mientras que en aquella obra, el cambio de un segmento a otro venía marcado por el piano, aquí sucede a los sonidos de las chimeneas de las locomotoras. “”From New York to Los Angeles”, “different trains every time” y vuelta al “from Chicago to New York” continúan repitiendo los dos narradores involuntarios hasta llegar el segmento final en el que el texto se centra en la repetición de varios años: “in 1939”, “1939”, “1940”, “1941” y “1941, I guess it must’ve been” son los últimos fragmentos del discurso incluidos en el primer movimiento de la obra.

“Europe, during the War” – De repente nos vemos trasladados a un escenario diferente. Aunque la música del cuarteto sigue una linea similar, no escuchamos ya los trenes sino las sirenas que avisan de los bombardeos. De un plumazo, Reich nos transporta a la vieja europa y la narración cobra un tono mucho más dramático en la voz de los protagonistas: “1940”, “on my birthday”, “the Germans walked in”, “walkes into Holland” o “Germans invaded Hungary” nos ponen en situación ante el comienzo de la tragedia. “I was in second grade”, “I had a teacher”, “a very tall man, his hair was concretely plastered smooth”, “He said, Black Crows invaded our country many years ago”, “and he pointed right at me” son los siguientes fragmentos en los que se nos muestra cómo los judíos fueron acusados, juzgados y condenados sin ninguna contemplación. Volvemos a escuchar los trenes mezclados con las sirenas que precedían a la aviación mientras la narración nos introduce en esos vagones tan distintos: “no mores school”, “you must go away”, “and she said: quick, go!”, “and he said: don’t breathe”, “into those cattle wagons”, “for 4 days and 4 nights”, “and then we went through these strange sounding names”, “Polish names”, “Lots of cattle wagons there” y “they were loaded with people” son los retazos de la experiencia de los supervivientes que nos llevan hasta los campos de concentración en los que se desarrolla la parte final del movimiento: “they shaved us”, “they tatooed a number on our arm” y “flames going up to the sky, it was smoking” cierran la pieza con una intensidad contenida pocas veces alcanzada en una narración musical.



“After the War” – Cerrando la pieza, una vez que se extinguen las sirenas que marcan todo el movimiento anterior, Reich muestra la narración combinada de la emigración a América de los supervivientes con las voces del movimiento inicial sobre los viajes en tren de la juventud del compositor. La música es mucho más vitalista y luminosa aunque sin perder ese punto de dramatismo que planea sobre toda la obra. “and the war was over”, “are you sure?”, “going to America”, “to Los Angeles”, “to New York” se mezclan con extractos ya oídos en el primer movimiento. En “After the War” tenemos la mejor muestra del estilo de Reich, no tan sujeto a la estricta transcripción musical de las frases grabadas aunque en su parte final, como cerrando el círculo, se recuperan algunos de los temas iniciales. A modo de conclusión, el músico deja una pequeña anécdota que sirve como un resquicio a la esperanza y que nos recuerda mucho al fantástico final de la obra maestra de Stanley Kubrik, “Senderos de Gloria”: “there was one girl, who had a beautiful voice”, “and they loved to listen to the singing, the Germans”, “and when she stopped singing they said, more!, more! and they applauded”.

“Different Trains” es una obra sensacional en la que Reich encuentra un recurso narrativo absolutamente revelador para estructurar la pieza. No nos sorprende que muchos años después volviese a repetir la jugada alrededor de otro acontecimiento dramático pero eso sería materia de una entrada futura.

Se completa el disco con otra obra de gran importancia aunque sin tanta carga emocional como la primera. La Brooklyn Academy of Music encargó a Reich en los primeros años ochenta la composición de una serie de piezas para instrumentos solistas. La primera de ellas, para el flautista Ransom Wilson, fue escrita en 1982 bajo el título de “Vermont Counterpoint”. De la segunda de ellas, escrita para el clarinetista Richard Stolzman y titulada “New York Counterpoint” hemos hablado recientemente cuando reseñamos el disco “Minimal Tendencies”. La tercera de la serie es la que se recoge en la grabación que hoy comentamos. Fue escrita para el guitarrista Pat Metheny, bien conocido por los seguidores del blog, y llevaba el título de “Electric Counterpoint”. Es el propio Reich quien describe la pieza en los comentarios del disco: “El solista graba hasta diez guitarras y dos bajos y, tras ello, toca la parte de la decimoprimera guitarra mientras se reproducen todas las demás pistas grabadas previamente”.

“Electric Counterpoint se estructura en tres movimientos cuya única notación hace referencia a su velocidad y se alternan entre “rápido”, “lento” y “rápido”. El primero de ellos tiene un claro aroma a Reich y combina su clásico sonido ondulante a cargo de las guitarras dobladas gracias a la tecnología de grabación sobre el cual, Metheny interpreta una melodía cíclica que se repite a modo de mantra en varias ocasiones consiguiendo un profundo efecto hipnótico. Con todo, es el segundo movimiento el que más llama nuestra atención ya que creemos que es donde Metheny encuentra mayor espacio para la creatividad. Partiendo de una breve serie de acordes que van entrando en fase poco a poco según la terminología creada por el propio Reich, se va construyendo una tupida telaraña tan frágil como atractiva que nos envuelve sin darnos cuenta. Aparecen después, a ráfagas, los clásicos ostinatos habituales en el compositor pero siempre en un segundo plano. El tercer y último movimiento está lleno de energía y nos recuerda más a piezas como “Piano Phase” por la continua repetición de una frase cuya transformación paulatina nos desplaza a otro sitio sin apenas darnos cuenta. Nos parece muy interesante la combinación de la guitarra pulsada, el bajo que actúa como conductor en determinados momentos y los rasgueos del Metheny más reconocible que actúan como elemento coagulante de todo el movimiento.



Cuando un disco recoge dos obras como estas, recomendarlo no cuesta ningún esfuerzo. Escucharlo es casi imprescindible si se quiere comprender por qué derroteros circula la música, digamos, “culta” en las últimas décadas ya que Reich es uno de los compositores más influyentes de este periodo y también de los más insobornables y fieles a su estilo que ha mantenido casi intacto y ajeno a modas e influencias externas. El disco es fácil de encontrar si os decidís a adquirirlo. Nosotros, como de costumbre, os sugerimos un par de enlaces:




domingo, 24 de abril de 2011

Terry Riley - Salome Dances for Peace (1989)


La parte más conocida de la obra de Riley suele ser la integrada por sus composiciones para órganos eléctricos o para formaciones indeterminadas de músicos (como es el caso de su obra más conocida, "In C"). En este caso, sin embargo, nos vamos a ocupar de un monumental cuarteto de cuerda, formación de cámara clásica donde las haya.

La primera parte de la obra fue comisionada por el IRCAM y las restantes por Betty Freeman, personaje fundamental y mecenas de un importante grupo de compositores de vanguardia, entre los que se encuentra el "nucleo duro" de la corriente minimalista neoyorkina (Reich-Glass-Riley-Young) pero también nombres como el de John Cage o Pierre Boulez.

Preparaos para escuchar un cuarteto de cuerda de casi dos horas, de grandes complejidades rítmicas, influencias de las musicas orientales (especialmente la india) en la intepretación de una de las más importantes formaciones instrumentales contemporaneas: el Kronos Quartet, integrado en aquel momento por los violines de David Harrington y John Sherba, el cello de Joan Jeanrenaud y la viola de Hank Dutt.

La obra, publicada en formato de doble CD dada su extensión, no es facil de encontrar a buen precio. Lo más económico que hemos visto es aquí:

play.com