Recientemente, en
una respuesta a un comentario de un lector, anticipábamos la noticia de la aparición
en el sello Brilliant Classics de una caja dedicada a la música de Jeroen Van
Veen. Los habituales estaréis ya muy familiarizados con este intérprete que ha
aparecido por aquí en un buen número de ocasiones, la gran mayoría de las
cuales relacionado con la música de su compatriota Simeon Ten Holt. Hoy toca
hablar de su obra propia que le situaría en una posición destacada dentro de la
rama más popular del minimalismo europeo que ha ido conformándose en los
últimos años. Los más fieles recordarán la entrada que le dedicamos a la caja
“Minimal Piano Collection” en la que Van Veen repasaba distintas músicas de
clásicos del género como John Adams, Philip Glass, Wim Mertens, Michael Nyman o
Yann Tiersen entre otros. En un segundo volumen que en algún momento tendremos
que comentar, el pianista holandés amplió el repertorio de autores y se atrevió
a incluir los dos primeros libros de sus “Minimal Preludes” así como alguna que
otra pieza breve. Es ahí donde retoma la grabación de sus propias obras nuestro
artista que nos brinda en esta caja
titulada, simplemente, “Piano Music” una oportunidad inmejorable de conocer su
faceta como compositor.
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Sandra y Jeroen Van Veen |
La caja consta de
cinco discos, el primero de los cuales está dedicado en su integridad al tercer
libro de “Preludios Minimalistas”, escritos entre 2008 y 2012. Conforman el
libro un total de siete preludios numerados de forma peculiar del 25 al 37
faltando el que haría el número 30 y viéndose desplazados los que ocuparían los
ordinales del 32º al 36º al cuarto libro. Es complicado entrever un estilo
propio en los preludios ya que buena parte de ellos, por una u otra cosa,
termina por recordarnos algunos “clichés” de la larga nómina de músicos que Van
Veen ha interpretado en estos años. Así, el primero de la serie (el nº 25)
tendría un estilo cercano al de Yann Tiersen. Curiosamente, y de modo contrario
a lo que cabría esperar, el extenso preludio nº 26, homenaje a Philip Glass sí
que nos deja vislumbrar detalles originales bajo el envolotorio “glassiano”.
Continúa el disco con la más breve de las piezas, una animada danza realmente
brillante que se nos hace demasiado corta y más cuando precede al extensísimo
preludio nº28 de más de media hora de duración. Es éste una obra llena de
dinamismo que explota a la perfección las cualidades rítmicas del piano y el
efecto hipnótico de la repetición. En el libreto que acompaña la caja, Van Veen
habla de su música como “música de LEGO” en referencia al célebre juguete de
construcciones que todos disfrutamos en la infancia. Nos llama la atención este
modo de describir su obra ya que nos recuerda mucho la brillante definición que
una amiga nos hizo del “Canto Ostinato” de Simeon Ten Holt cuando lo escuchó
por primera vez: lo calificó como “un tetris musical”, concepto que sería
básicamente el mismo que aplica el propio Van Veen a su obra. Sin alcanzar la
profundidad ni el desarrollo de la obra maestra de Ten Holt, el preludio nº 28
es una muy notable pieza de música en la que se filtran muchas influencias
siendo la que más nos llama la atención la presencia de un sentido dramático
que nos parece reflejo del mejor Piazzolla en la sección central, antes del
regreso al tema principal. Con la llegada del preludio nº 29 asistimos a un
cambio radical de estilo. Van Veen nos muestra su lado más profundo, pausado,
casi estático, jugando en la imaginaria frontera entre el impresionismo y el
minimalismo con una mano en Arvo Pärt y la otra en Ludovico Einaudi si tan
disparatada combinación tuviese alguna posibilidad de plasmarse en música. Y si
la referencia a Einaudi era marginal en la pieza anterior, en el preludio nº 31
nos parece bastante más clara, algo comprensible si tenemos en cuenta que Van
Veen ha publicado recientemente una antología de siete discos (prolífico
nuestro hombre) dedicada al italiano. El último corte del disco lo ocupa el
preludio nº 37, subtitulado “goodbye Nokia”. La explicación es más que evidente
cuando escuchamos la pieza y comprobamos que se trata de una serie de
variaciones y juegos más o menos ocultos sobre el famoso tono que se convirtió
en emblema de la compañía de teléfonos móviles sacado realmente, como es bien
sabido, de una composición del español Francisco Tárrega. Es esta última la
única composición del disco para piano a cuatro manos.
El segundo de los discos de la caja contiene tres obras,
comenzando por el cuarto libro de preludios que consta, como avanzamos antes,
de los que van del 32º al 36º añadiéndose también el 38º. Como ya ocurriera en
muchos de los preludios del libro anterior, en el inicial de la colección se
mezcla un ambiente propio de Satie con un tipo de melodías que nos acercan al
italiano Einaudi. Es por tanto una pieza de agradable escucha aunque puede pecar,
a veces, de superficial, especialmente por la excesiva repetición de los
motivos principales. Los primeros momentos del preludio nº 33, sin embargo, nos
remiten de un modo inequívoco a Glass. Concretamente al Glass solemne de la
primera y quinta parte de “Metamorphosis”. Hay un cambio importante poco
después con lo que se parecería mucho a un arreglo para piano solo de “Organic”
de la banda sonora de “Koyaanisqatsi”, originalmente para flauta y orquesta,
también obra de Glass. Ambas secciones se alternan varias veces incrementándose
la duración de la segunda y apareciendo un segundo intérprete en la figura de
Sandra Van Veen que oficia de tercera y cuarta mano en el tramo final de la
pieza. Llegamos así al preludio nº 34 que, a pesar de las pocas escuchas que le
hemos dado aún a toda la caja, tiene todas las papeletas para convertirse en
uno de nuestros favoritos. Muy rítmico y con una acertada melodía, la evolución
de la misma que se diría construida con técnicas del librillo de Simeon Ten
Holt consigue que no decaiga en ningún momento y que nos quedemos con ganas de
mucho más (no en vano, es la pieza más breve del CD a pesar de alcanzar los
seis minutos). Los preludios reflejan en muchos casos la música con la que Van
Veen trabajaba en el momento de su composición. Así, mientras grababa la
versión para órgano y tres pianos de “Canto Ostinato”, escribía el preludio nº
35 para dos pianos y órgano, dedicado a Aart Bergwerff, organista que
intervenía en aquella grabación. Nos resulta una pieza muy atractiva por sí
misma que muestra suficientes rasgos originales como para no vincularla a
ningún tipo de influencia de otro artista más allá de la del propio minimalismo
como género. El 36º preludio vuelve a sumergirnos en un estado de calma casi
absoluta con notas que van cayendo lentas, cadenciosas, perezosamente desde el
piano sin levantar apenas al vuelo. Algo así como “Fur Alina” de Arvo Pärt
aunque con una cierta energía subyacente que parece estar a punto de salir por
alguna parte en cualquier momento y que tendría algo de Michael Nyman. En
cualquier caso, Van Veen no nos permite escuchar cómo sonaría esa hipotética
explosión de sonido. Por fin, el último de los preludios, numerado con el 38,
es una veloz composición en la que creemos reconocer una sólida influencia del
maestro Ten Holt. Con todo, es uno de los mejores de toda la colección y no
decae en ningún instante a pesar de durar casi quince minutos.
Continúa el disco con “Ballade for Frank” pieza de 2012 para
piano y carillón que no es sino una adaptación del preludio nº32 con el que se
abría el disco. La presencia de un instrumento como el carillón condiciona
cualquier composición en la que es utilizado y no siempre para bien aunque aquí
nos parece un hallazgo muy agradable. Cerrando este segundo volumen de la caja
nos encontramos con “Slash”, del mismo año que la anterior y compuesta para dos
pianos preparados. Es éste un instrumento realmente complicado de tocar (y,
especialmente, de preparar) para que suene aceptablemente bien. En la reciente
caja dedicada por Van Veen a diferentes versiones de “Canto Ostinato” que
comentamos en su momento, era precisamente el sonido recargado del piano
preparado en la versión de la obra para ese instrumento el mayor “handicap” que
nos impidió disfrutar de aquella grabación. Ese mismo problema lo tenemos aquí
ya que el timbre que oímos no nos recuerda nunca al de un piano como sí lo hace
en otras grabaciones que hemos escuchado para este instrumento, principalmente
de piezas de su creador, John Cage.
El tercer disco recoge la tercera y la cuarta parte de
“Incanto” (las dos primeras aparecieron ya en la “Minimal Piano Collection”).
El título y el origen rítmico de ambas composiciones tiene una explicación
realmente curiosa y es que, según dice el propio autor, “Incanto” fue la
primera cafetera que se compró y que poseía, en palabras de Van Veen “un sonido
y rimo específicos muy particulares”. Lo cierto es que el oyente desprevenido
podría confundir la pieza (especialmente “Incanto nº 3”) con una adaptación de
“Canto Ostinato” ya que los ritmos y las breves células melódicas que la
componen tienen un cierto parecido con las de esa composición. Desde nuestro
punto de vista, “Incanto” es la composición más puramente minimalista de toda
la caja. Aparece primero en orden de escucha “Incanto nº 3, en la que melodías
y ritmos son muy cambiantes formando un todo muy atractivo perfectamente
diseñado para la interpretación del matrimonio Van Veen a dos pianos. A
continuación, y a modo de interludio, se encuentra una composición de este
mismo año para piano y cinta magnetofónica titulada “Minimal Blurrr” que es
algo muy cercano a los experimentos “ambient” de Brian Eno en compañía de
Harold Budd: pianos etéreos, casi líquidos en algunos momentos, acompañados de
diferentes efectos de sonido. Es una pieza breve para lo habitual en el
compositor pero muy notable por cuanto tiene de indagación en territorios que
no son los habituales en el músico holandés. La pieza que mayor peso tiene en
el disco es “Incanto nº4” cuyas tres partes superan los 50 minutos de duración.
La música va creciendo de un modo paulatino a partir de una breve célula
melódica que se presenta de forma suave, como no queriendo causar ninguna
molestia. Poco a poco, repetición tras repetición, el motivo va ganando en complejidad
e intensidad atrapándonos poco a poco en una tupida red de sonido. La inclusión
de “Minimal Blurrr” entre las dos partes de “Incanto” tiene mucho más sentido
al escuchar ésta composición ya que puede ser entendida como una perfecta
transición: a pesar de haber sido escrita más tarde. En “Incanto nº4” también
es muy fuerte la presencia de Harold Budd por lo que el orden escogido para el
disco nos parece muy coherente. El autor divide la pieza en tres partes siendo
la primera la de mayor duración (supera la extensión conjunta de las otras
dos). Durante la misma asistimos a toda una serie de repeticiones de un mismo
motivo en las que se alterna la velocidad, los acentos de la melodía, las
tonalidades, etc. mientras se mantiene casi inalterable otra línea melódica que
hace las veces de bajo continuo. El mismo juego se repite en las dos partes
restantes en las que la base melódica es prácticamente la misma interpretada en
una octava diferente. Como resultado de esto, la segunda parte es más grave,
solemne, y el autor adapta también el “tempo” de la propia ejecución para
contribuir a un ambiente de mayor severidad. En todo caso, hay una importante
evolución en la pieza que tiene que ver con un incremento progresivo del ritmo
que termina por variar nuestra percepción de forma radical conforme avanzan los
minutos. Llegados al ecuador del movimiento, Van Veen vuelve a ralentizarlo
todo al extremos para recomenzar el proceso compositivo anterior introduciendo
sutiles matices rítmicos de modo que el resultado termina siendo, como rezaba
el título en latín de una obra de Ten Holt: “eadem sed aliter” (lo mismo pero
de otra manera). La tercera parte de “Incanto nº4” vuelve al motivo inicial de
la primera para desarrollarlo de modo similar, con una mayor economía de medios
al principio, una austeridad a la hora de incorporar variaciones que no hay con
confundir con falta de ideas en modo alguno. Nos resultan particularmente
destacables los últimos minutos de la pieza en la que asistimos a una verdadera
exhibición de cómo organizar eficazmente los diferentes motivos que han ido
apareciendo en los largos minutos anteriores para conseguir un final
apoteósico. Una verdadera delicia.
El cuarto disco de la serie recoge tres obras recientes. La
primera de ellas, escrita en este mismo año, lleva por título “The Four
Elements” y consta de cuatro partes dedicada, efectivamente, a cada uno de los
cuatro elementos clásicos. Es una obra para piano y cinta magnetofónica,
formato que parece interesar mucho en los últimos tiempos a su autor. Se abre
con “Air”, composición que nos recuerda mucho a su “Minimal Blurrr” tanto por
su estructura como por las similitudes con el sonido de Harold Budd. La misma
tónica sigue con “Water”, tema “ambient” que podría formar parte de cualquier
disco del dúo Budd y Eno de sus mejores épocas. Algo más de intensidad aunque
sigue discurriendo por parámetros similares encontramos en “Earth”, con un
mayor peso melódico y más cercano a planteamientos minimalistas que
ambientales. Cerrando la obra tenemos “Fire”, quizá la más interesante de la
serie en términos de sonido y juegos tímbricos. En conjunto, “The Four
Elements” contiene música a tener muy en cuenta aunque se mueva en una línea un
tanto indefinida que separa cierto minimalismo del “ambient” más clásico. Como
ambos géneros gozan de nuestras preferencias, disfrutamos sin problemas de esta
pieza que, sin embargo, sospechamos que gustará más a los afines a los
experimentos de Eno o Budd que a los seguidores de un Steve Reich o un Philip
Glass. Continúa el disco con un arreglo actual de “Repeating History”, obra de
2010, para 2 pianos. Como sugiere el título, en ella Van Veen hace un repaso
por la historia de la música repetitiva adaptando nada menos que el “preludio
en do” del primer libro de “El Clave Bien Temperado” de Johann Sebastian Bach
al lenguaje minimalista. Se trata, en realidad, de una pieza que ya tiene en su
concepción original un componente repetitivo fundamental pero Van Veen la
somete a un proceso de, llamémosle, deconstrucción profundizando en algunos
aspectos “minimalistas” de la obra que son potenciados de forma que el oyente
sienta que está en presencia de una pieza contemporánea. La última obra
contenida en el cuarto disco es “Molly”, composición para dos pianos de 2013
que no encierra sorpresa alguna (y menos si se escuchan del tirón todos los
discos de la caja). Van Veen nos ofrece un nuevo ejemplo de estructuras que
siguen los principios más o menos aceptados de la composición minimalista con
células breves que van cambiando con cada repetición, algo que se ve muy
beneficiado de la utilización de dos pianos (la pieza tiene también versión
para cuatro) que permite una mayor riqueza en las variaciones y un mayor rango
de elementos sonoros con los que jugar en cada momento. Como curiosidad, la
obra está dedicada a Sandra Mol que no es otro que el nombre de soltera de
Sandra Van Veen, esposa de Jeroen y 50% de Piano Duo, el nombre artístico que
el matrimonio ha escogido para sus discos y conciertos conjuntos.
Trailer promocional de "NLXL" con la música de Van Veen
El quinto y último disco de la colección recoge una extensa
obra conceptual titulada “NLXL”, mismo título que el libro de fotografías de
Karel Tomeï en el que está basada. En su libro, el artista recoge una serie de
panorámicas aéreas de diferentes paisajes de Holanda, centrándose en las estructuras
geométricas de todo tipo que ofrecen los campos, las ciudades, etc. (no es esta
la primera vez que Van Veen se inspira en la obra de Tomeï para alguno de sus
discos ya que la portada de la caja “Solo Piano Music” dedicada a Simeon Ten
Holt utilizaba ya una imagen del libro “NLXL”). Van Veen agrupó las imágenes
por temáticas y compuso una serie de piezas breves para diferentes instrumentos
de teclado que estarían basadas en cada escena. Alternándose entre los
diferentes grupos de composiciones podemos escuchar sonidos grabados en
localizaciones físicas a modo de guía que ayude al oyente a situar cada pieza
junto a su correspondiente entorno visual. Al margen de su gran extensión,
“NLXL” es también la obra de la caja que presenta una mayor variedad musical lo
que incluye también un gran número de instrumentos que incluyen dos pianos,
pianos eléctricos, sintetizadores, pianos de juguete y grabaciones en cinta. A
pesar de existir hasta 27 cortes en el disco, si atendemos a la división en
“soundscapes” del mismo nos encontraríamos con 10 partes diferentes. La primera
haría referencia a imágenes del Mar del Norte y aparece prologada por unas
notas dispersas de piano de juguete acompañada de efectos sonoros de olas
rompiendo en la costa. A partir de ahí escuchamos el primer tema musical en el
que piano, piano de juguete y sintetizadores se alternan en la ejecución de la
melodía central. La sola presencia del piano de juguete nos traslada de forma
inevitable a la música de Yann Tiersen con la que encontramos importantes
similitudes en este movimiento. La segunda parte estaría centrada en imágenes
de dunas y se nos presenta tras una serie de efectos sonoros de pájaros. La
música insiste en la melodía de la parte anterior a la que se añaden algunos
temas nuevos de acompañamiento pero el gran cambio viene de la mano de la
instrumentación, casi por completo electrónica durante toda esta sección. Más
trinos de pájaros hacen las veces de transición hacia la tercera parte,
dedicada a la pequeña población de Oud-Maarsseveen, principalmente dedicada a
la agricultura y en la cual, la distribución geométrica de las fincas, vista
desde el aire, ofrece preciosos espectáculos repetitivos muy acordes con la
música que sigue sonando muy cercana a los planteamientos estéticos de Yann
Tiersen en los primeros instantes para girar de forma radical hacia una especie
de duplicado del Philip Glass de los momentos más intensos de bandas sonoras
como “Koyaanisqatsi”. Una serie de sonidos de automóviles nos ponen en
situación sobre el siguiente entorno visual que aborda Van Veen en la obra: la
autopista A-10 cercana a Amsterdam. De nuevo asistimos a una importante
similitud con el Glass de “Koyaanisqatsi” pero esta vez, no en cuanto a las
melodías sino en cuanto a la sonoridad con un órgano afilado muy próximo al que
abría aquella obra del compositor norteamericano. El tema musical, en cambio,
es una nueva variación del que podemos considerar ya como el leitmotiv de toda
la obra. Un nuevo cambio nos introduce en la sección dedicada a los trenes en
la volvemos a escuchar una música con una gran influencia de Philip Glass y es
que parece evidente que, a la hora de poner música a imágenes, Van Veen se ha
dejado influir por el compositor que más ha trabajado en ese campo de todos los
pertenecientes a la corriente minimalista y alrededores. Sólo el último
segmento de esta parte nos muestra a un Van Veen original, con un cierto aire
clasicista que se deja notar especialmente en la miniatura que cierra la
sección de los trenes. La sonoridad electrónica y el tono barroco de la obra
nos hacen pensar inmediatemente en los trabajos seminales de Wendy Carlos
dedicados a J.S.Bach. Llegamos a la siguiente parada del recorrido; nada menos
que Amsterdam. Escuchamos como presentación los típicos sonidos urbanos,
ambulancias, tranvías, coches que llevan la música alta, etc. Van Veen cambia
de nuevo de discurso introduciendo ritmos electrónicos y timbres algo más
agresivos en sus teclados. La música no tiene ahora nada que ver con ninguna
otra que hayamos escuchado en la caja y se acercaría más a planteamientos
estéticos de autores no estrictamente minimalistas como Clint Mansell o a
minimalistas de las últimas generaciones como Max Richter o Geoff Smith. Por su
originalidad dentro de la obra, tenemos que destacar este corte titulado
“Industrial Threat” como uno de los mejores de todo el trabajo. Tras él pasamos
al siguiente “soundscape” dedicado a la industria. Para ello, Jeroen hace una
referencia nada velada al “Canto Ostinato” de Ten Holt utilizando las siete
notas iniciales de la obra para, mediante su repetición continua a cargo de
diferentes instrumentos, crear una pieza independiente que comienza igual pero
se desarrolla de forma completamente diferente mostrándonos las infinitas
posibilidades de este modo de componer en el que, al igual que ocurre con los
fractales en matemáticas, la menor variación en cualquier parámetro crea una
multiplicidad de nuevas posibilidades realmente inabarcable. Llegamos así a la
penúltima parte de la obra, encabezada por un “soundscape” titulado,
simplemente, “Extrema”. En él escuchamos un ritmo discotequero que nos sugiere
un nuevo giro de 180º en la obra pero que no sigue por los mismos derroteros ni
mucho menos. Asistimos ahora a una serie de cortas pero poderosas secuencias de
piano que se suceden formando una interesante red de sonido que termina revelándose
como una de las más interesantes partes de toda la obra. En su parte final
vuelve la referencia a Glass que ya escuchamos en la sección dedicada a la
autopista A-10. El último tramo de “NLXL” está centrado en el barrio de “Zaanse
Schans”, uno de los más pintorescos de toda Holanda en el que se conservan
varios molinos de postal, casas de cuento infantil, museos de zuecos
tradicionales y demás atractivos turísticos. Se guarda para el final nuestro músico
algún as bajo la manga como la sensacional pieza titulada “Sliced Country”, una
maravilla llena de ritmo en la que explota sus mejores cualidades como
compositor e intérprete. Como cierre de la obra y al mismo tiempo de la caja,
Van Veen realiza una recapitulación de la misma centrándose en el tema central
con el que ésta daba comienzo más de una hora atrás. Podéis disfrutar de una versión en directo de "NLXL" al completo cortesía del propio Van Veen a través de su canal de youtube:
Nos produce una gran satisfacción comprobar cómo intérpretes
de la talla de Van Veen, no sólo pelean por un tipo de música en el que creen
contra la opinión de sus maestros que le decían que “no hay futuro en la música
minimalista” sino que además, encuentran tiempo para escribir su propia música
que se nos muestra aquí como llena de interés. Van Veen ya demostró que podía destacar en la música "clásica" como intérprete (su grabación de "Les Noces" de Stravinsky para cuatro pianos es considerada por muchos como la mejor interpretación de esa obra) pero escogió otro camino diferente. Cierto es que aún le falta
liberarse del todo de algunas influencias que todavía se dejan notar con
demasiada nitidez (aunque intuimos que es algo buscado conscientemente por el
artista) pero poco a poco va edificando un discurso propio que, habida cuenta
de su juventud, tiene que dar aún muchos momentos de disfrute a sus oyentes. Esto
no significa en modo alguno que vaya a abandonar su labor divulgativa a la hora
de grabar la obra de otros compositores no demasiado conocidos por el gran público
ya que mientras escribíamos estas líneas os llega la noticia de la próxima
publicación de otra colección a cargo de Van Veen dedicada a la música para
piano de otro compatriota suyo: Jacob Ter Veldhuis en Brilliant Classics.
Esperamos ese disco con impaciencia mientras disfrutamos de la obra propia de
Jeroen.
amazon.es
vanveenproductions.com
Os dejamos con una pequeña muestra de varias de las piezas contenidas en la caja: