viernes, 30 de abril de 2021

Tangerine Dream - Logos (1982)



En su día reseñamos aquí la magnífica caja recopilatoria de Tangerine Dream titulada “In Search of Hades” que repasaba los años más interesantes de la banda en el sello Virgin pero en ella no estaba esa etapa al completo. Recientemente ha sido publicada la continuación de aquel lanzamiento bajo el título de “Pilots of Purple Twilight” que cerraría ese repaso con los cinco últimos discos de estudio de los alemanes para el sello de Richard Branson. Comoquiera que ya hemos hablado en su día de varios de ellos, no vamos a comentar aquí toda la caja pero sí uno de los discos que más interés tienen de los que en ella aparecen: “Logos”.


En 1982, los miembros de Tangerine Dream ofrecieron una extensa gira con la novedad de la incorporación del “sampler” a su arsenal de instrumentos. Como resultado, a finales de ese año apareció “Logos”, un directo que recogía buena parte del concierto ofrecido en el Dominion Center de Londres. El gran atractivo de los conciertos de la banda alemana siempre fue que la mayor parte del material era nuevo con algún que otro repaso a piezas sueltas de discos anteriores y, en esta ocasión, con adelantos de trabajos que aún no habían aparecido. En “Logos” se seguía esa misma línea y la práctica totalidad del material interpretado era nuevo. Lo cierto es que no se trataba de improvisaciones como era habitual en la etapa de los setenta con Peter Baumann sino de material preparado en estudio en las semanas anteriores a la gira y, de hecho, en muchas partes del disco se utilizan esas grabaciones con el añadido del sonido ambiente del público pero eso no resta interés al trabajo.


En casi todas las reseñas del disco se suele hacer hincapié en la importancia de la aportación de Johannes Schmoelling al mismo, hasta el punto de que Franke y Froese quedan en un segundo plano en muchos momentos y eso es algo que corrobora el propio Schmoelling cuando señala que “Logos” es probablemente su grabación favorita de entre las que hizo como miembro de Tangerine Dream. El disco original recogía un largo “set” de tres cuartos de hora de duración y un breve “bis” con el título de “Dominion”.

Imagen de la caja "Pilots of Purple Twilight"


“Logos, part 1” - El disco comienza de modo tranquilo con una serie de percusiones que van jugueteando sobre una lenta secuencia rítmica y los clásicos fondos sonoros de la banda con ese característico sonido de los ochenta. La melodía va surgiendo poco a poco pero sin terminar de definirse. Tras la introducción pasamos a una sección más ambiental llena de capas de sonidos que entran y salen y que van tomando forma lentamente hasta llegar al primer tema claramente reconocible en el que la melodía prima sobre todo lo demás. Estamos en los años en los que la “new age” comenzaba a crecer con melodías de este tipo y hay que reconocer que aquí la banda estaba inspirada con sonidos de flauta, teclados haciendo las veces de clavicordio, y los clásicos timbres electrónicos que definieron toda una época. El siguiente sector es más oscuro con trazos muy sutiles  garabateando breves temas en segundo plano y un fondo de órgano más propio de discos clásicos como “Phaedra” que de la época en la que tuvo lugar el concierto. Suena entonces un ritmo electrónico acompañado por “samples” vocales que se suman a la sección que acaba quedando como una transición hacia la siguiente parte en la que aparecen las clásicas secuencias de la banda  en un tramo que es de nuestros favoritos del trabajo. Cuando parecía que ya no iba a pasar nada más, entramos en una sección preciosa, puramente melódica y llena de inspiración. Sí, es muy “ochentera”. Sí, es hasta un poco tópica. Pero nos encanta. Parte de esa música acabaría formando parte de una de las bandas sonoras en las que la banda trabajaba en aquel entonces y que también aparece en “Pilots of Purple Twilight”.


“Logos, part 2” - Para los que a estas alturas estuvieran un poco descolocados por esta faceta más amable de Tangerine Dream, el comienzo de la segunda parte de “Logos” sería tranquilizador porque retorna a los ambientes experimentales y menos definidos de sus discos clásicos, al menos durante unos minutos. Es entonces cuando surgen una serie de notas saltarinas que poco a poco van combinándose para formar un curioso interludio sin mayor trascendencia que desemboca en una frenética sección de percusión que se transforma de repente en lo que podía ser la sintonía de cualquier serie de acción de los ochenta. Quizá sea de las partes que peor ha envejecido aunque con el “revival” de este tipo de sonidos que estamos viviendo esta puede ser una afirmación arriesgada. Después de otro interludio con percusiones varias llegamos a un final lento con un punto de épica.


“Dominion” - El disco se cierra con un breve “bis” que podría haber funcionado como “single”, muy acorde con muchos de los temas cortos que Tangerine Dream lanzó en esta década en diferentes discos como “Exit” o “Le Parc”. Resultón pero no demasiado interesante tras un par de escuchas.


Uno de los puntos fuertes de la caja “Pilots of Purple Twilight” que mencionabamos al inicio es que, además del disco tal y como apareció en su día, recoge también las grabaciones originales del concierto completo del que procedían los extractos que acabaron por convertirse en “Logos”, con una calidad cristalina que confirman, por un lado, el excelente nivel sonoro de la banda en la época y, por otro, el uso intensivo de material pregrabado que ya por entonces comenzaba a ser un “estándar” en las bandas y músicos electrónicos en sus conciertos.


Si tuviéramos que recomendar a alguien nuestros discos favoritos de Tangerine Dream, sería complicado que “Logos” apareciera en el listado, ni siquiera si nos limitásemos a los discos en directo pero no deja de ser un trabajo de un buen nivel y muy representativo de la etapa en la que Schmoelling formó parte de la banda.




miércoles, 21 de abril de 2021

Steven Wilson - The Future Bites (2021)




Hace ya unos meses que vio la luz “The Future Bites”, el último disco en solitario de Steven Wilson y va siendo hora de hablar del que posiblemente ha sido su trabajo más controvertido por las mismas razones que el anterior: su alejamiento casi definitivo del rock progresivo en el que en un momento determinado se le llegó a ver casi como al nuevo mesías. No vamos a ahondar demasiado en algo que no es sino la evolución lógica y, por otra parte, anunciada desde hace mucho tiempo por el propio músico. Años atrás, Wilson mantenía vivos un montón de proyectos paralelos con cada uno de los cuales exploraba distintos géneros y estilos que siempre le habían gustado. Todo ello acompañado de un volumen de producción insostenible que le llevaba a publicar discos con una frecuencia abrumadora hasta el punto en que llegó a declarar que había sacrificado la familia por la música. Eso cambió con el cese de actividad de Porcupine Tree, momento en el que Wilson se centró en su carrera en solitario con regresos puntuales a otros proyectos como Blackfield o No-Man. En los primeros trabajos de esa etapa, el músico siguió una línea continuista con lo que fue Porcupine Tree pero poco a poco se ha ido desmarcando hasta llegar a “The Future Bites”, un disco en el que las guitarras ceden todo el protagonismo a los sintetizadores y a la electrónica, elementos que por otra parte ya estaban muy presentes en los primeros trabajos de Porcupine Tree o en varios de los de No-Man. Es decir, que no hablamos de un salto al vacío sino de una incursión muy meditada en un territorio que Wilson conoce bien pese a que a muchos seguidores se les olvide.


“The Future Bites” es un disco conceptual sobre la sociedad de consumo actual, sobre nuestro modo de vida centrado en el individualismo, las redes sociales y la adquisición de productos únicos que nos distingan del resto. En muchos sentidos es su disco más personal ya que el grueso de los instrumentos de todos los cortes los toca él con participaciones puntuales de viejos colaboradores en canciones concretas (Nick Beggs, Adam Holzman y Richard Barbieri) y de invitados como el batería de The Cure, Jason Cooper o los miembros de la banda Mystery Jets, Blaine Harrison y Jack Flannagan. La presencia más sorprendente es la de Elton John que participa en una de las canciones del disco recitando una serie de artículos de consumo “imprescindibles” para la vida de hoy.


Imagen de la edición "deluxe" del trabajo.


“Unself” - Los dos primeros cortes del disco se pueden entender perfectamente como uno solo ya que el que abre el trabajo no deja de ser una breve introducción a base de unos pocos acordes de guitarra acústica acompañando a un breve texto sin más recorrido.


“Self” - El comienzo real de la acción llega con “Self”, un corte en el que las voces y su tratamiento tienen un papel protagonista, desde los coros hasta la propia voz principal de Wilson ligeramente retocada pasando por las de niños que aparecen en algún momento. Magníficos arreglos de teclado (destacando ese órgano que flota en en todo el inicio), excelentes guitarras en la línea del Bowie de “Fame” e incluso breves momentos para el riesgo con un segmento lleno de distorsión. De lo mejor del disco pese a su corta duración.




“King Ghost” - Seguimos con otro de los grandes cortes del trabajo que se abre con un ritmo y un arreglo que nos recuerda al “Sign of the Times” de Prince. A continuación unos arpegios electrónicos se mezclan con un brillante estribillo en falsete que nos lleva a terrenos poco explorados por Wilson pero en los que se muestra tan competente como siempre. Una joya electrónica que se vio acompañada por un extraordinario videoclip.




“12 Things I Forgot” - Tras la electrónica llega este auténtico homenaje al pop más convencional con una gran canción que habría encajado sin problemas en cualquier disco de Blackfield. Sorprende que haya críticas hacia este supuesto giro hacia el pop por parte de Wilson cuando es un tipo de música que llevamos varios años escuchando en el proyecto de Steven junto a Aviv Geffen. Esta es una canción de factura impecable aunque, justo es reconocerlo, no aporta ninguna novedad.


“Eminent Sleaze” - Llegamos al que en nuestra opinión es el tema más controvertido del disco y el que menos nos gustó cuando apareció como segundo adelanto del mismo. Un tiempo medio con toques de funk y soul que recuerda un poco a Isaac Hayes en el que lo mejor son los arreglos de cuerda, completamente setenteros y los coros además del “stick” de Nick Beggs. Tras varias escuchas el tema consigue interesarnos algo más pero sigue siendo de los que menos nos gustan de todo el trabajo.




“Man of the People” - El viejo Wilson más progresivo se deja entrever en esta pieza que tras un comienzo electrónico muy sutil que parece llevarnos hacia una canción relajada, casi “chill out”, evoluciona con unos guiños brutales a los Pink Floyd de “Welcome to the Machine”. Una de esas canciones en las que cada escucha revela nuevos detalles y acaba por gustar mucho más que al comienzo.


“Personal Shopper” - A nuestro juicio, el tema principal del disco y el equivalente electrónico a los potentes cortes progresivos que siempre aparecían en los anteriores discos de Wilson. Secuencias y líneas de bajo arrolladoras, Wilson cantando en falsete de nuevo y un estribillo cantado por el coro absolutamente magnífico. Cada nueva sección de la canción mejora la anterior hasta convertirla en una de las mejores de Wilson en toda su carrera en solitario. De esos temas que no te cansas de escuchar una y otra vez con un sonido tan ochentero como la sintonía de inicio de “El Coche Fantástico” pero que a la vez suena completamente actual. Es aquí donde aparece Elton John en un interludio leyendo una lista de objetos de consumo sobre unas guitarras indisimuladamente “floydianas”. En la edición “deluxe” del disco aparece una versión extendida de “Personal Shopper” de casi 20 minutos y en ningún momento se hace larga.




“Follower” - Desde aquí hasta el final el disco baja el nivel, algo lógico dada la categoría del corte anterior. Pese a todo hay cosas interesantes como este corte dominado por un ritmo “motorik” propio del “krautrock” alemán en el que escuchamos guitarras rítmicas y un solo flamígero que bien habría podido firmar el Prince más desatado. Dentro de un disco muy electrónico, esta es la pieza con influencias más claras de Kraftwerk.


“Count of Unease” - Termina el disco con una canción lenta en la que encontramos el tono anímico del Wilson de “The Raven that Refused to Sing”. Fascinantes los teclados que van surgiendo en el tramo central y que van construyendo poco a poco una atmósfera extraordinaria llena de melancolía.


La acogida de “The Future Bites” fue bastante similar a la de su anterior trabajo “To the Bone”: buenas críticas por parte de los medios más generalistas y rechazo del sector de los fans más aferrados al Wilson de Porcupine Tree. Nuestra opinión es que es un paso muy acertado hacia un sonido evolucionado. Como el propio artista ha dicho en alguna entrevista “estoy más emocionado por las posibilidades que me presenta la música electrónica en el siglo XXI que por la guitarra” y eso se refleja perfectamente en este trabajo en el que los instrumentos electrónicos ocupan un lugar privilegiado.


Tenemos que hacer referencia al hecho de que el lanzamiento de “The Future Bites” se vio acompañado del de varios singles en los que había gran cantidad de material no incluido en el disco además una edición de lujo con bastantes más canciones y versiones alternativas como indicamos antes. Entre ellas hay una remezcla de “King Ghost” a cargo, nada menos que de Tangerine Dream o canciones magníficas como “Eyewitness” o “Move Like a Fever” que no nos habría importado escuchar dentro del disco “normal” cuya duración por otra parte (apenas 40 minutos) es bastante inferior a lo que solía ser en trabajos anteriores del músico. También apareció una limitadísima edición de un solo ejemplar al módico precio de 10.000 libras esterlinas que se vendió casi inmediatamente y cuyos beneficios iban destinados a una organización benéfica que colabora con distintos festivales de música al aire libre. Os dejamos con una de esas “caras b” que no aparecen en el disco.




domingo, 11 de abril de 2021

Enessima - Paramystical Rides (2020)



Tenemos hoy la oportunidad de hablar de un proyecto liderado por dos músicos de muy larga trayectoria pero que no son precisamente de esos conocidos por todo el mundo. Se trata de Jorge Cabadas y Miguel Gil quienes hace alrededor de un lustro decidieron unir fuerzas y fundar Enessima. Ambos cuentan con un envidiable currículo desde el punto de vista académico y con una extensa experiencia en todos los campos de la música, desde la composición a la interpretación pasando por la enseñanza o por el terreno teórico, casi moviéndose por las zonas más experimentales de cada género. Ambos comparten un interés en la electrónica como vía de procesamiento y creación de sonidos y, sobre todo, en la improvisación y en la composición en tiempo real.


Enessima es un proyecto basado precisamente en ambos aspectos con Cabadas añadiendo la guitarra eléctrica a la mezcla y Gil los instrumentos de viento aunque no en el disco que comentamos hoy. Enessima ha tenido diferentes colaboradores en estos años, habitualmente vocalistas, pero también actrices o bailarinas y es que la poesía y las artes escénicas forman parte de la propuesta del dúo desde su fundación

Jorge Cabadas y Miguel Gil


“Paramystical Rides” es el título del trabajo que vamos a comentar y en él participan junto a Jorge y Miguel, el percusionista José María Pastor y Rakel Camacho recitando los poemas de Ana Pérez Cañamares. Se trata de la cuarta referencia del netlabel Fortín Sonoro cuyas anteriores publicaciones aparecieron ya en el blog en su momento.


“Deep Above Myself” - La pieza que abre el trabajo combina electrónica con el recitado parcial de uno de los poemas seleccionados de Ana Pérez Cañamares. Las vibraciones electrónicas repetitivas como las aspas de un helicóptero dan paso después a una breve sección en la que escuchamos la guitarra y, más tarde, a una percusión metálica que destaca sobre un soplo sintético y una serie de timbres que se van sumando a modo de carillón. Desde ahí hasta el final se sucedan capas y capas de sonidos electrónicos primarios. Osciladores vibrando y componiendo un paisaje irreal y profundamente inquietante. Los autores recomiendan escuchar el disco con auriculares y es comprensible dada la cantidad de matices y timbres que pueden llegar a pasar desapercibidos ante una escucha distraída.


“Blue Dog Insights” - Es el turno para el que la poeta ha citado en alguna ocasión como su poema favorito. Un alegato feminista que se ve arropado por un tratamiento sonoro maravilloso en el que percusión y electrónica se mezclan de forma casi mágica. No hay que buscar melodías fáciles o ritmos de esos que casi nos fuerzan a seguirlos con el pie sino puro sonido. Una experiencia auditiva total, compleja, y que requiere de un esfuerzo del oyente para obtener recompensa pero ésta llega. Que no os quepa duda.


“Chandra Spines” - Percusión, crujidos de viejo disco de vinilo, golpes de metal y frecuencias perdidas, casi fortuitas, se suceden en lo que parece casi una secuencia aleatoria de sonidos pero nada más lejos de la realidad. Según avanza la escucha el orden va surgiendo del caos y el discurso se revela lleno de coherencia. El amante de la experimentación y de los sonidos electrónicos disfrutará de lo lindo con esta composición. La primera sin acompañamiento de la poesía de todo el trabajo.


“Vegan Zeus & the Swan” - Como para compensar esa ausencia, el inicio del siguiente corte es para el recitado en solitario. Solo en los últimos versos se filtra la percusión y el juego de la electrónica. Arriesgado, desafiante y siempre evocador. Pulsos breves, una especie de secuencia grave a modo de línea de bajo que parece apuntarse en un momento determinado para desaparecer, retazos de melodía que no terminan de cristalizar... experimentación sonora con mayúsculas.


“Ganges Tea” - Quizá la pieza más melódica y estructurada de todo el trabajo, especialmente tras los versos recitados por Rakel Camacho, cuando se desarrolla una especie de motivo con un sonido electrónico crudo, lejos de cualquier refinamiento y maquillaje de estudio. Después encontramos un ejemplo del famoso “glissando Shepard-Risset”, ese efecto sonoro en el que una melodía parece ascender continuamente en la escala cuando en realidad está repitiendo un bucle infinito acompañado en su parte final por el sonido de los timbales. El último segmento vuelve a territorios puramente experimentales.


“The God Next Door” - Cierra el disco la pieza con mayor intención melódica del trabajo, con el xilófono esbozando trazos en el aire en medio de una tormenta eléctrica de sonidos en los que creemos escuchar guitarras distorsionadas en una proporción similar a los propios instrumentos electrónicos. El final es una especie de coda jazzística que desemboca en el último recitado, apenas dos estrofas que cierran el circulo puesto que formaban parte del poema con el que se abría la obra cincuenta minutos antes.


La propuesta de Enessima no es sencilla ni fácil de asimilar y, desde luego, no es fácilmente accesible para oídos poco acostumbrados a los sonidos electrónicos puros o a la experimentación electroacústica pero tampoco esperéis un ejercicio casi exclusivamente intelectual, incomprensible sin el acompañamiento de un folleto explicativo de veinte páginas porque lo que aquí suena es música. Sin concesiones comerciales ni trampas de mercadotecnia pero música al fin y al cabo, que puede disfrutarse mucho con cierta apertura de miras. El trabajo completo está disponible en la web de Fortín, al igual que el resto del catálogo del sello.