domingo, 25 de noviembre de 2018

Simone Dinnerstein - Circles, Piano Concertos by Bach + Glass (2018)



“Tanto Bach como Philip Glass repiten material. A menudo he visto que es en esta repetición cuando la música se expresa de una forma más clara. Unas veces esa claridad la encuentra el oyente, obligado a prestar más atención a cada ciclo de repeticiones. Otras veces procede del intérprete que adopta diferentes enfoques a la hora de ejecutar de nuevo un material que ha tocado poco antes. A menudo, viene del más leve matiz introducido por el compositor en forma de cambios en la armonía o en la orquestación.”

Así presenta la pianista Simone Dinnerstein la grabación que hoy presentamos: un programa en el que combina un concierto de J.S.Bach con el estreno del Concierto para piano nº3 de Philip Glass, escrito específicamente para ella por el músico estadounidense. El compositor conoció a la pianista en 2016 tras oírla tocar en la entrega del Premio Glenn Gould de 2015 que recayó en el propio Glass. Inmediatamente pensó en ella como la intérprete perfecta para estrenar su nuevo concierto. Pero Dinnerstein no era una desconocida precisamente, aunque su reconocimiento no llegó por la vía habitual. Simone fue una destacada intérprete desde su juventud y con apenas 15 años llegó a hacer una audición para Maria Curcio, una de las profesoras más solicitadas del mundo. Poco después ingresó en la Juilliard School pero la abandonó en cuanto tuvo la posibilidad de estudiar con la italiana (hay que tener en cuenta que Curcio ya pasaba de los setenta años por aquel entonces). Dinnerstein fue su pupila durante seis años y tras finalizar su formación irrumpió en la industria discográfica de un modo un tanto particular para lo habitual en el mundillo de la música clásica. Dinnerstein se pagó su propia grabación de las “Variaciones Goldberg” de Bach y la fue ofreciendo a diferentes discográficas en la más pura tradición del rock y otros tipos de música populares. Fue el sello Telarc el que le dio la oportunidad de publicar el que sería su disco de debut. El lanzamiento fue número uno de ventas en Amazon, número uno en la lista de música clásica de Billboard y las mejores publicaciones lo incluyeron sin dudar en las listas de lo mejor del año.

La pianista Simone Dinnerstein


En el programa del concierto de estreno del concierto de Glass, Dinnerstein incluyó el Concierto No.7 en sol menor BWV1058 de J.S.Bach y esa misma pieza es la que abre el disco que recientemente publicó el compositor en su sello Orange Mountain Music para acompañar a su propio concierto. El arreglo de la pieza de Bach es algo diferente del original ya que donde aquel acompañaba al teclado con dos violines y dos violas, tenemos aquí a los miembros de A Far Cry, una orquesta de cuerda de 18 integrantes (9 violines, 4 violas, 3 violonchelos y 2 contrabajos) pero la interpretación es igualmente brillante. El concierto de Glass es lo que más nos interesa del disco por ser un estreno y también por se una de las obras más recientes del compositor (se estrenó en septiembre de 2017).

El concierto está dividido en tres movimientos y es una magnífica muestra del Glass romántico de los últimos años, reforzado, quizá, por la propia interpretación de Simone Dinnerstein en la que muchos críticos han visto un toque “schubertiano”. El primer movimiento es poderoso con una gran presencia de la orquesta que compite de igual a igual con el piano. El segundo, en cambio, tiene un enfoque más intimista y en muchos momentos la intérprete sólo se enfrenta a una parte reducida de la orquesta. El tercer movimiento es, quizá, el más interesante. Comienza con una larga introducción de piano que recuerda a una de las “Metamorphosis” de su autor por el cadencioso ritmo de la mano izquierda que sostiene todo el tema. Más tarde se incorporan ya las cuerdas y el movimiento toma un aire más familiar. Esta tercera parte del concierto tiene una dedicatoria especial a Arvo Pärt y leemos en algunas reseñas que la cadencia que citamos antes es una especie de emulación del sonido de campanas que daría forma al conocido “tintinnabuli” del compositor estonio pero no terminamos de encontrar la diferencia con otras piezas de Glass que utilizan el mismo recurso y no tienen dedicatoria alguna.


Ensayo del concierto de estreno por parte de los mismos intérpretes del disco


Como ocurre con buena parte de la producción más reciente de Glass, su tercer concierto para piano ha pasado inmediatamente al repertorio de varias orquestas de modo que sólo en los primeros meses de 2018 ya ha sido interpretado en decenas de ocasiones sobre los escenarios de norteamérica y esta misma semana será estrenado en el Reino Unido por lo que no será extraño que pronto podamos disfrutarlo en muchos más lugares. Mientras tanto, tenemos este magnífico disco para comprobar el buen momento del compositor norteamericano que ya cuenta con 81 años.



 

lunes, 19 de noviembre de 2018

David Bowie - Young Americans (1975)



Quizá la característica que permitió a David Bowie mantener su música vigente en cinco décadas distintas fue su inconformismo, una casi obsesiva necesidad de reinventarse cada poco tiempo y de no estancarse en un modo de hacer las cosas. Fruto de esa forma de trabajar llegó la retirada de Ziggy Stardust, su “alter ego” de la etapa “glam”, una creación muy afortunada con la que se hizo muy popular en los primeros setenta. El siguiente paso iba a ser un inesperado giro hacia la música negra. Sucedería en 1974 con un disco que comenzaría a grabarse durante la extensa gira del disco “Diamond Dogs” por los Estados Unidos en lo que fue una extraña simbiosis entre ambos proyectos: los conciertos empezaron en junio de 1974 con una formación concreta, durante el primer parón, en agosto, Bowie reunío otra banda diferente para comenzar a grabar el nuevo disco y  muchos de sus integrantes se sumaron a la siguiente parte del “tour”. En noviembre, aprovechando que la gira se centraba en la costa este americana, la banda alternó los conciertos con nuevas sesiones de grabación en Nueva York lo que sirvió para que varias canciones del nuevo proyecto pudieran escucharse ya en los últimos conciertos.

Para el trabajo de estudio, el cantante inglés se interesó por incorporar a algunos músicos de sesión y fue así como conoció al guitarrista Carlos Alomar quien enseguida sugirió a Bowie los nombres de otros dos integrantes de su propia banda: su pareja, la cantante Robin Clark y un entonces desconocido Luther Vandross. Así, en las primeras sesiones de grabación, los músicos participantes fueron Mike Garson (piano), Earl Slick (guitarra), David Sanborn (saxo y flauta), Willie Weeks (bajo), Andy Newmark (batería) y Pablo Rosario (percusión), todos ellos acompañantes de Bowie en la gira a los que se sumaron los ya citados Alomar, Clark y Vandross, quienes se incorporarían a la banda del músico para los siguientes conciertos.

Alomar tuvo una importancia muy destacada tanto en el disco (creó el que quizá sea el “riff” más conocido de todo el trabajo) como en la posterior trayectoria de Bowie, a quien acompañó durante muchos años, pero la colaboración más destacada del disco iba a ser, nada menos que la de John Lennon. Bowie y el ex-beatle trabaron amistad por aquella época y al cantante se le ocurrió que sería una buena idea, puesto que iba a incluir una versión de un tema del grupo de Liverpool en el disco, contar con el propio autor para la grabación del mismo. La canción escogida era “Across the Universe” y sería grabada en las últimas sesiones del disco, ya en diciembre. En uno de los ensayos de aquellos días, Alomar improvisó un riff de guitarra durante una “jam session” en la que la banda se encontraba haciendo una versión de otro tema. Tanto le gustó a Bowie que pensó que habría que aprovechar ese material. Lennon, presente entonces, esbozó una especie de estribillo y a partir de ahí, el propio Bowie completó la letra del que sería poco después el primer número uno de su carrera en los Estados Unidos. “Young Americans” iba a ser un trabajo distinto en el que Bowie se adentraría en los campos del “soul” y del “funk” con desiguales resultado y un notable éxito.


John Lennon y David Bowie.


“Young Americans” - La primera canción del disco deja clara la influencia de la música “soul” en el Bowie de 1974, especialmente a través de los coros. Es un tema verdaderamente dinámico con montones de referencias en su letra que van desde Nixon hasta los propios Beatles y que se convirtió en la carta de presentación del disco en los Estados Unidos.

“Win” - Una preciosa introducción a base de guitarra, bajo y saxofón desemboca en una balada que podría estar entre las más interesantes de la carrera de Bowie de no ser por el marcado sonido “R&B” que hace difícil identificarla con su autor.

“Fascination” - Luther Vandross comparte los créditos de la canción por estar basada en un tema de éste. Es un tema con un curioso toque “funk” que podría haber formado parte de la banda sonora de cualquier película de “blaxploitation” de la época. Comenzamos a darnos cuenta aquí de lo acertado de la presencia de Carlos Alomar en el disco. Pocas guitarras encajarían mejor en un trabajo como este.




“Right” - Uno de los temas más anodinos del disco porque escuchar a Bowie sonando como James Brown tiene muy poco interés desde nuestro punto de vista. Lo curioso es que el propio Brown debía verlo así ya que, apenas unas semanas después de aparecer “Young Americans” lanzó su single “Hot, Hot, Hot (I Need to Be Loved)”, descarado plagio de “Fame” (el tema que cierra este trabajo y del que hablaremos en un rato). Parece ser que Brown declaró que estaba harto de que Bowie le copiara así que decidió hacer lo mismo. Carlos Alomar confirmó después que Bowie pensó en demandar a Brown por plagio pero que lo desestimó al ver el escaso éxito de la canción de aquel.

“Somebody Up There Likes Me” - Algo más interesante es la siguiente pieza en la que el clásico “sonido Filadelfia” del disco se ve reforzado por un inspirado David Sanborn al saxo y por unos coros que, en muchos momentos son lo mejor del disco.

“Across the Universe” - Hacer una versión de los Beatles es complicado hasta para gente como Bowie, habituado a incluir canciones de otros artistas en muchos de sus discos. Pese a contar con el propio Lennon como colaborador aquí, el resultado no es demasiado bueno y eso es algo en lo que coincidió la crítica en su momento y también Bowie quien terminó reconociendo que era la canción que menos le gustaba del disco.

“Can You Hear Me” - La siguiente canción es otra balada “soul” adornada, quizá en exceso, con una potente sección de cuerda. Una de las críticas que se le hizo al disco es que la voz de Bowie no conseguía llenar el espacio como debe hacerlo un cantante “soul” y aquí se puede comprobar que no era una acusación infundada.

“Fame” - El cierre del disco es nuestra canción favorita de todo el album. Es un auténtico temazo “funk” en el que la guitarra de Carlos Alomar hace diabluras desde el primer al último minuto. La colaboración con Lennon, que hace las segundas voces en falsete funciona de maravilla y Bowie se desenvuelve con total soltura en un género que hasta entonces le era ajeno. Una verdadera joya que hace que nos despidamos del disco con un gran sabor de boca.




Visto con la perspectiva del tiempo “Young Americans” es un disco de transición. Bowie quiso sumergirse en una serie de géneros que le eran ajenos y el resultado no siempre es satisfactorio. Pese a ello, hay en el trabajo momentos muy disfrutables y alguna canción que siempre entraría en nuestra selección de favoritas de su autor. Resulta muy sorprendente conocer que en el momento de la grabación de “Young Americans” y en los meses posteriores, Bowie había entrado en una espiral autodestructiva muy relacionada con el consumo de drogas de la que tardaría en salir unos años y que no terminó con su vida por pura casualidad. Lo que vino después es, quizá, la etapa más creativa de su carrera con varios trabajos históricos empezando por “Station to Station” y culminando en “Lodger” pero de todos ellos hemos hablado ya.

Nos despedimos con una actuación de Bowie en televisión presentando el disco en 1974:

 

martes, 13 de noviembre de 2018

David Bowie - Hunky Dory (1971)



La discografía de David Bowie es tan extensa y variada que en el blog la estamos afrontando de un modo un tanto caótico en cuanto al orden y concentrada en pequeñas píldoras. Hoy vamos a retroceder hasta el que probablemente fuera su primer gran disco tomado en conjunto. No podemos negar que “Space Oddity” o “The Man Who Sold the World” contenían algunas canciones que hoy todavía siguen destacando dentro de la obra del cantante británico pero “Hunky Dory” era un trabajo mucho más completo y lo era por muchas razones.

Había una cierta sensación de que la carrera de Bowie no terminaba de despegar e incluso el propio artista empezaba a albergar algunas dudas al respecto. Su “rival” Marc Bolan comenzaba a triunfar a lo grande en un estilo muy similar al suyo y, además, fue la apuesta de Tony Visconti, productor de los primeros discos de ambos quien decidió en 1971 centrarse en la carrera del lider de T.Rex renunciando a otras producciones. Bowie se encontraba así sin productor y sin discográfica pero tenía un plan que sería puesto en marcha cuando firmó por RCA tras escuchar estos una serie de maquetas. Se dice que el músico británico ya tenía preparado el personaje de Ziggy Stardust antes incluso de grabar el disco inmediatamente anterior a ese pero que quería ir poco a poco y lanzar primero un album como “Hunky Dory” que iba a suponer, ahora que está tan de moda la palabreja, una especie de “reboot” de su carrera. Ciertamente, había un retorno a un sonido acústico más propio de su primer disco que del que siguió a aquel. Al margen de eso, las novedades iban a ser importantes. Antes de grabar el disco, Bowie viajó a los Estados Unidos y allí conoció a Andy Warhol y se empapó de las tendencias que triunfaban al otro lado del charco. Además, y pese a no saber tocarlo con demasiada destreza en aquel entonces, compuso casi todo el disco al piano, algo que se tomó como una motivación extra y que dio grandes resultados. A la vuelta de sus pequeñas vacaciones americanas hizo una pequeña aparición en televisión acompañando a Peter Noone al piano en una interpretación de “Oh! You Pretty Things”, canción escrita por Bowie para “Hunky Dory” aunque fuera grabado antes por Noone. Tras eso, el cantante dio un pequeño concierto en la BBC con la que sería ya su nueva banda poco antes de convertirse en una de las grandes atracciones en el festival de Glastonbury de aquel año.

Con varias de las canciones ya rodadas, Bowie y su banda pasaron el verano de 1971 grabando el que, para muchos (entre los que nos incluimos) es uno de sus cuatro o cinco mejores trabajos. Los músicos participantes, que más tarde se convertirían en los famosos “Spiders from Mars”, eran: Mick Ronson (guitarra, coros y Mellotron), Trevor Bolder (bajo y trompeta) y Mick Woodmansey (batería). Bowie por su parte cantaba, tocaba la guitarra, el saxo y, ocasionalmente, el piano. No conviene abusar de un instrumento que no dominas cuando cuantas con un músico invitado como el teclista Rick Wakeman. El que luego se convertiría en una de las grandes leyendas de los teclados dentro del floreciente rock progresivo, comenzaba por entonces su carrera como músico de sesiones y seguramente habría formado parte de la banda de Bowie durante un tiempo de no haber mediado una llamada de Chris Squire para reclutarle como nuevo teclista de Yes. Pese a ello, Wakeman recuerda su colaboración con Bowie con mucho cariño. El cantante le invitó a su casa y allí le presentó lo que aún era un esbozo de varias de las composiciones que formarían parte de “Hunky Dory” y que fueron, en palabras de Rick “la mejor colección de canciones que había oído en su vida en una sóla tarde”.

David Bowie con su "look" Greta Garbo


“Changes” - Pocas cosas se pueden decir de una de las canciones más memorables de un artista de la talla de Bowie. Unos inconfundibles acordes de piano que introducen una estrofa adornada con unas cuerdas que tenían aire de telecomedia para dar paso al sincopado estribillo en el que Bowie no termina de arrancar. Ch-ch-ch-ch-changes... repetía una y otra vez en un tema inmortal desde el inicio hasta la curiosa coda de saxo a cargo del propio Bowie.




“Oh! You Pretty Things” - De nuevo el piano de Wakeman sirve como introducción a un tema que ya fue un éxito en la voz de Peter Noone antes de aparecer en “Hunky Dory”, como mencionamos antes. El arreglo es sencillo en el comienzo. Bowie y el despeinado piano de Wakeman van desgranando una aparentemente fácil melodía hasta que un cambio de ritmo da paso a una especie de marcha festiva a la que solo le falta la tuba marcando los tiempos. Una canción espléndida se mire por donde se mire y que bien podría haber estado inspirada en los cómics del recientemente fallecido Stan Lee, especialmente en los protagonizados por los X-Men y el resto de mutantes de Marvel, habitualmente conocidos como “Homo Superior”. El término acuñado por Nietzsche es empleado por el propio Bowie en la canción. No sorprende que una de las mejores series sobre mutantes de la televisión actual, “Legion”, incluyese una versión del tema a cargo de la cantante Laura Hannigan.

“Eight Line Poem” - Continuamos con una pieza que tiene mucho que ver con el tiempo que Bowie pasó en Estados Unidos previo a la grabación. Sin ser un tema memorable, sí que tiene una gran influencia de la música de aquel país.

“Life on Mars?” - Se cuenta que Bowie tuvo la posibilidad de grabar una versión de “Comme d'Habitude” con texto en inglés pero que por algún motivo fue Paul Anka el encargado de hacerlo dando lugar así a la inmortal “My Way”. Esta canción sería la respuesta de David, quien partiría de un par de acordes del clásico de la “chanson” para conseguir una de sus canciones más celebradas. Inolvidable también el piano de Rick Wakeman, solemne y evocador y que forma parte indisoluble de la canción para siempre.




“Kooks” - En el momento de la grabación, Bowie acababa de ver nacer a Duncan Jones (Zowie), su primer hijo. Esta canción, dedicada al bebé era también un homenaje a Neil Young, que podría pasar por autor de la misma sin problemas.

“Quicksand” - Cerrando la “cara a” del trabajo estaba esta extraña canción en la que Bowie se acompaña de diversas guitarras en su mayor parte aunque más adelante escuchamos también piano, cuerdas y, finalmente a la banda al completo. Al margen de algunos coros de aire “beatle” y de la crítica letra con referencias de todo tipo, incluyendo al célebre ocultista Aleister Crowley, no hay mucho más que merezca la pena destacar.

“Fill Your Heart” - El cantante adopta aquí un tono casi humorístico en su interpretación que casa bien con el aire de comedia de la pieza, reforzado por el saxo y el uso de unas cuerdas que no siempre quedan bien en este tipo de composiciones pero que, sin embargo, aquí salen airosas. El protagonismo de Wakeman al piano es casi absoluto pese a su contención, especialmente si tenemos en cuenta su trayectoria posterior. Es la única canción del disco que no está compuesta por Bowie sino por Biff Rose, en palabras del propio Wakeman, “uno de los heroes vocales de Bowie”.

“Andy Warhol” - El artista norteamericano se llevó la dedicatoria de una canción muy particular. El comienzo es particularmente arriesgado, con una curiosa melodía de sintetizador que da paso a un tema guitarrero presidido por un afortunado “riff” que, sin ser especialmente complejo, resulta muy atractivo.

“Song for Bob Dylan” - “Escucha, Robert Zimmerman, te he escrito una canción”. Hoy quizá no lo parezca tanto habida cuenta la dimensión artística que alcanzó Bowie en su carrera pero en 1971, parecía algo atrevido dirigirse así a Bob Dylan, y más aún imitando, cuando no parodiando, el estilo del cantautor norteamericano. Con todo, es una de las canciones destacadas del disco.

“Queen Bitch” - Otra de las influencias que se trajo David Bowie de sus vacaciones americanas fue la de la Velvet Underground. Esta canción es un indisimulado homenaje a la banda de Lou Reed con quién poco después el propio Bowie colaboraría en varias ocasiones.

“The Bewlay Brothers” - Todos los artistas tienen canciones que por un motivo u otro terminan pasando desapercibidas y hasta olvidadas. Dentro de ese grupo de temas, a veces se encuentran canciones excelentes que merecerían una revisión más a menudo. En nuestra opinión, este es uno de esos casos. Una canción críptica en muchos momentos pero con unos arreglos interesantísimos incluyendo unas fantasmales cuerdas de Mellotron que le dan un aire irreal a toda la pieza. A nuestro juicio, una forma inmejorable de terminar el disco.




Nos llama la atención la disposición de las composiciones en “Hunky Dory”. La primera cara del disco es sencillamente magistral con varias canciones que se pueden calificar sin rubor de obras maestras. La segunda, en cambio, está llena de homenajes: Biff Rose, Warhol, Dylan, Lou Reed... incluso muchos ven en la que cierra el disco una referencia al hermano de Bowie que se suicidó mientras estaba recluido en un hospital psiquiátrico. Esta forma de dividir los discos de forma temática iba a repetirse en el futuro, especialmente en los dos primeros trabajos de la llamada “trilogía de Berlín” y revela un especial gusto por el detalle de su autor de quien seguiremos hablando en la próxima entrada con otro de sus discos fundamentales. De momento, disfrutemos de “Hunky Dory” como lo que es: una de las obras cumbre de un músico tremendo como fue David Bowie.

Como despedida, os dejamos con uno de los grandes temas del disco en directo en la BBC.


 

domingo, 4 de noviembre de 2018

Jean Michel Jarre - Geometry of Love (2003)



De entre todos los proyectos extraños en los que se embarcó Jean Michel Jarre tras romper con Disques Dreyfus, quizá el más excéntrico fue el que terminó con la publicación de “Geometry of Love”. Como ya comentamos en alguna ocasión, los años posteriores a la publicación de “Metamorphoses” (2000) fueron una etapa especialmente turbulenta para Jarre en todos los sentidos: desde el punto de vista profesional, al desvincularse de su discográfica de toda la vida y desde el personal, a causa de la separación de Charlotte Rampling con la que había formado una de las parejas más estables del mundo del espectáculo.

Esa inestabilidad le llevó a embarcarse en aventuras discográficas de escaso recorrido y a relaciones un tanto sorprendentes como el romance con Isabelle Adjani que acaparó las portadas de la prensa del corazón francesa durante semanas. Aquello no funcionó pero durante el tiempo en que fueron pareja hubo lugar para una pequeña colaboración de Isabelle en la carrera discográfica de Jarre. Para llegar hasta ahí tenemos que hablar de Jean Roch, un hombre de negocios francés al que podríamos llamar “empresario de la noche”. Roch había alcanzado cierto éxito con “La Scala”, una discoteca que llegó a ser muy popular en el París de los años noventa pero su gran momento llegó cuando abrió el “VIP Room” en Saint Tropez. Se trataba de un local de “alto standing” en el que se podía ver con frecuencia a gente como Madonna, Bruce Willis, Paris Hilton o Cindy Crawford disfrutando del ambiente nocturno de la Costa Azul. En 2002, Jean Roch reformó por completo la sala encargandole el trabajo al diseñador Ora-ïto. Como parte de las novedades de la reapertura, Roch fue también el mecenas de un disco de Jean Michel Jarre que, en principio, serviría de banda sonora para las zonas más tranquilas del local. Inicialmente el disco tendría una tirada limitadísima de 2000 ejemplares a distribuir sólo entre la selecta clientela del VIP Room pero finalmente fue publicado por Warner en Francia sin ningún tipo de campaña promocional y con una edición igualmente reducida en cuanto a copias a la venta.

El disco iba a contar también con la participación de Ora-ïto que se encargó del pixelado de las fotos de Isabelle Adjani que adornaban el lanzamiento, incluyendo la de su pubis que pasaría a la posteridad como portada del trabajo. En el aspecto musical, Jarre trabaja con su equipo habitual en el que destaca su colaborador más estrecho en toda esa etapa: Francis Rimbert. El disco, nada ambicioso, continuaba la linea de proyectos de pequeño calado que había empezado con “Sessions 2000”.

Interior del VIP Room de Saint Tropez.


“Pleasure Principle” - Comienza el trabajo con unas cuerdas que dibujan una melodía muy escueta a partir de la cual se introduce un tema electrónico de aire impresionista entre multitud de efectos sonoros, muchos de los cuales ya se pudieron escuchar en “Interior Music”, un disco que Jarre grabó para la marca Bang & Olufsen algo antes. Las percusiones, suaves y nada intrusivas, ayudan a recalcar la melodía y los arreglos que, si bien son completamente diferentes a todo lo que Jarre había hecho antes, funcionan muy bien terminando por configurar una pieza deliciosa, muy íntima y verdaderamente interesante.




“Geometry of Love (part 1)” - Completamente diferente es el siguiente corte del disco, dominado por un ritmo muy marcado y unas cuerdas de fondo que repiten una y otra vez los mismos acordes. Sobre esa base, Jarre dibuja un interesante sólo de sintetizador con un uso intensivo del “pitch bend”. Es una construcción no demasiado compleja que termina sonando realmente bien.

“Soul Intrusion” - Quizá nuestro tema favorito del disco y el que más recuerda al Jarre más clásico, si bien, no al de sus temas más conocidos. Comienza con un largo arpegio electrónico al que se unen distintas capas de sonidos sintéticos como ocurría en algunos fragmentos de discos como “Music for Supermarkets”, “Zoolook” o “Rendez-Vous”. Tras un largo segmento atmosférico en esta misma linea, entran la percusión y el piano que ejecuta una melodía muy cercana a la que se desarrollaba muy lentamente en el ambiental “Waiting for Cousteau” del disco homónimo. Un corte excelente en nuestra opinión.




“Electric Flesh” - El siguiente tema apuesta por un enfoque “ambient” en su inicio para volver a los tonos impresionistas con la entrada del piano. Como en “Pleasure Principle”, la percusión acompaña sin molestar a una melodía que retoma una serie de acordes muy empleados por Jarre en otros temas como “Millions of Stars”, pieza a la que ésta nos recuerda bastante en muchos momentos.

“Skin Paradox” - Con un comienzo secuencial, del estilo del de “Soul Intrusion”, Jarre y Rimbert crean una atmósfera ideal para la improvisación de piano que viene después, un motivo difuso y algo deslavazado que sigue la linea “jazzy” del anterior disco del músico: “Sessions 2000”. Como buena parte del disco, una pieza ideal para usar de música de fondo mientras se hace otra cosa.

“Velvet Road” - Como buen ecologista, Jarre es muy partidario del reciclaje y eso es algo que también aplica a su obra recuperando de vez en cuando algunas piezas procedentes de otros proyectos para sus nuevos discos. En este caso, el músico rescataba un tema del efímero grupo The ViZitors que formó a finales del año 2000 con Francis Rimbert y el japonés Tetsuya Komuro. La formación no llegó a publicar nada pero sí dio un concierto en Okinawa en cuyo programa figuraba “Children of Space” que es la pieza que escuchamos aquí con una sola diferencia. Es un tema muy similar en cuanto a atmósfera al resto del disco: capas de sintetizador y una melodía de piano acompañada de efectos electrónicos y percusiones. La gran variación con respecto al original es que en aquel se escuchaba a un coro de niños que aquí no está presente lo que, en nuestra opinión, mejora notablemente el conjunto de la pieza.

“Near Djaina” - Jarre juega con el nombre de su entonces pareja, Isabelle Adjani, introduciendo en el título del tema un anagrama de su apellido. Pese a la presencia de distintos sonidos y efectos electrónicos, podríamos decir que este es el primer tema para piano solo de toda la carrera de Jarre y lo cierto es que es una pieza muy conseguida, con un marcado tono jazzístico a la que sólo le podemos poner un “pero”, no precisamente menor: su gran parecido con “Among Fields of Crystal”, del disco “Ambient 2” de Brian Eno y Harold Budd. Por momentos se podría pensar que estamos ante una variación acelerada de aquella pieza escrita por el dúo en 1980.




“Geometry of Love (part 2)” - Cerrando el trabajo encontramos la segunda parte de “Geometry of Love” que no es más que la primera con el añadido de un par de voces sampleadas que forman parte de la sección rítmica del corte en determinados momentos. El solo central también es algo distinto pero no aporta gran cosa al tema. En cualquier caso, creemos que con el único aditamento de las voces (por otra parte muy cercanas a las de “Heart” de Pet Shop Boys) el tema mejora mucho.


Aprovechando la reedición de todo su catálogo que está teniendo lugar de forma paulatina en los últimos años por parte de Sony Music, Jarre ha rescatado en la última tanda de lanzamientos este “Geometry of Love” que, de este modo, está disponible para todos aquellos seguidores que no pudieron hacerse con una copia física en su momento. De modo inexplicable, algunos de los temas han sufrido retoques como la eliminación de determinadas pistas de sonido que hacen que el disco suene extraño a los oídos de quienes estamos acostumbrados a la edición original por lo que aquella aún tiene mucho valor de cara al seguidor más fiel al músico.

A pocos días del lanzamiento de su próximo trabajo, que tiene pinta de ser controvertido, no es mala idea recuperar uno de los discos menos conocidos del Jarre reciente. Un trabajo “menor” pero con momentos dignos de revisión. Mientras tanto os dejamos con la versión en directo de las dos partes de "Geometry of Love" enlazadas.