Un lugar donde hablar de música y compartir opiniones con el único ánimo de ampliar gustos musicales y, acaso, descubrir nuevos artistas al eventual lector.
miércoles, 28 de junio de 2017
Gregory Fulkerson - Cadenzas and Variations (1981)
Conocimos al violinista Gregory Fulkerson gracias a su participación en la versión de “Einstein on the Beach”, de Philip Glass, publicada por Nonesuch en 1993, en la que fue la segunda grabación publicada de la obra. No podemos decir, sin embargo, que seamos grandes seguidores de su carrera pese a haber realizado un buen número de registros centrados en autores contemporáneos, algo que siempre nos atrae especialmente.
Antes de eso, Fulkerson había interpretado “Einstein on the Beach” en la gira que la producción emprendió en 1992 por varios teatros pero no fue aquella la primera relación del violinista con la obra. En 1980 tuvo la idea de extraer todas las partes para violin solo de la partitura y enlazarlas como una especie de “suite” que grabó y publicó en el disco que vamos a comentar hoy. No es la música de Glass la parte central del trabajo y para el melómano más instruido probablemente tampoco sea la más interesante ya que la acompañan alguna que otra grabación realmente rara y difícil de encontrar por cuanto que su autor no es de los más populares del repertorio actual. Incluso dentro de la producción de Fulkerson, “Cadenzas and Variations” no es un disco especialmente representativo ya que, pese a su interés por la música contemporánea, sus grabaciones más reconocidas son las de autores “clásicos” como J.S. Bach.
Abre el disco el que para muchos es el compositor que mejor ha conseguido encarnar el sonido de Norteamérica convirtiendo alguna de sus obras en seña de identidad de todo un país: Aaron Copland. Muchas veces se le acusó de hacer una música deliberadamente fácil y accesible para el gran público, algo que él no negaba, argumentando que no quería componer obras para museos, inteligibles sólo para unos pocos expertos. La pieza que se recoge aquí es el “Dúo para Flauta y Piano” de 1971, arreglado ocho años más tarde por el propio compositor para violín y piano. La obra consta de tres movimientos. El primero, “Flowing”, es un lento tema de lejanas reminiscencias celtas en el violín que tiene momentos de gran belleza cuando aparece el piano para juguetear animadamente con aquel. Los motivos musicales se suceden sin descanso en una composición de muy grata escucha. El segundo movimiento, “Poetic, somewhat mournful (attacca)”, comienza de forma tranquila para ir ganando en dramatismo a la vez que se acerca a las formas de los impresionistas franceses. Cierra la obra el tercer movimiento titulado “Lively, with bounce” que es una perfecta descripción de su contenido, exultante y lleno de alegría casi como en un juego infantil. El violín, tanto frotado como pellizcado es jovial de principio a fin y el piano, igualmente excitado, le da una réplica perfecta. Acompaña a Fulkerson en la pieza el pianista Robert Shannon.
La segunda obra del disco es la citada “suite” con la música de “Einstein on the Beach” de Philip Glass. Hemos comentado otras versiones parciales de esta obra anteriormente, particularmente las de Tim Fain, y esta está a su misma altura con todas las dificultades que conllevan cada uno de los “knee plays” que componen la pieza.
El disco continúa con la “Sonata para Violín y Piano, Op.31” de Leo Ornstein. El compositor Ruso fue una celebridad en los años en la segunda década del siglo pasado tras huir de los pogromos que empezaban a ser habituales en el Imperio Ruso. Su fama le llegó como intérprete de piano en Europa y los Estados Unidos. Desafortunadamente para él, esa fama decayó bruscamente en los años siguientes de modo que en la década de los 20 era ya un completo desconocido. Ornstein siguió componiendo y fundó junto con su esposa una escuela de música en Filadelfia en la que estudiaron, entre otros, un joven John Coltrane o el teclista Jimmy Smith, ambos figuras de primer orden del jazz en los años siguientes. La sonata está dividida en cuatro movimientos y es una obra verdaderamente interesante. Escrita en 1913, cuando apenas había recibido ningún tipo de influencia externa, fue una de las composiciones que hicieron que algún crítico llegase a afirmar que Ornstein era “igual a la suma de Schönberg y Scriabin elevada al cuadrado”. El pianista encargado de dar la réplica a Fulkerson en la grabación es Alan Feinberg.
La última obra del disco, que inspira el título del mismo, la firma Richard Wernick. Sus “Cadenzas and Variations II” (para violín solo) son un buen ejemplo de su música de cámara, faceta que junto con la coral, son las más apreciadas de su carrera. Su obra no es demasiado extensa debido a que la enseñanza ha ocupado un lugar muy importante en su vida durante muchos años. Pese a ello, es uno de los ganadores del premio Pulitzer, galardón que consiguió en 1977 en la categoría de música. Ha mantenido una estrecha relación con Gregory Fulkerson, quien ha estrenado varias de sus obras.
El disco, publicado originalmente en 1981, no es nada fácil de encontrar hoy en día pese a que fue publicado en CD en 1995. En cualquier caso, si tenéis la fortuna de encontrarlo, no lo dejéis pasar puesto que es una gran oportunidad para escuchar a compositores poco conocidos y cuya obra no suele ser grabada habitualmente por un lado, y para conocer piezas no tan populares de músicos consagrados como es el caso de Copland o Glass.
martes, 20 de junio de 2017
Wim Mertens - Years Without History - Volume I: Moins de Mètre, Assez de Rythme (2002)
Wim Mertens tardó mucho en publicar un disco en directo, cosa extraña puesto que sus conciertos siempre han sido de tanto interés como las versiones de estudio, tanto por los arreglos (en ocasiones muy diferentes de los discos) como por el propio repertorio en el que acostumbra a deslizar composiciones inéditas que sólo en algunos casos pasarán a formar parte de discos posteriores. El primer disco recogiendo material del músico en concierto fue “Epic that Never Was” y fue reseñado aquí tiempo atrás. Tras ese CD, de 1994, no hubo más directos en mucho tiempo.
De pronto, en 2002, apareció un nuevo trabajo del músico recogiendo material grabado en concierto pero lo más interesante no era el lugar, la formación o el propio contenido musical. Lo que realmente llamaba la atención era que el título (“Moins de Mètre, Assez de Rythme”) venía precedido del texto: “Years Without History - Volume I”. Lo que eso sugería se hizo realidad en los años siguientes llegando la serie a abarcar un total de siete volúmenes distribuidos de un modo extraño puesto que, tras los cinco primeros, se editó una caja recopilatoria que contenía un sexto disco sólo disponible en ese lanzamiento de modo que, quien hubiera adquirido los primeros cinco cedés no tenía otra forma de hacerse con el sexto salvo volver a comprarlos todos como parte de la caja. Para complicarlo todo un poco más, algo más tarde apareció un séptimo volumen independiente.
Salvo dos de los conciertos, el resto eran todos del periodo 1998-2002 lo que, indudablemente, restaba interés al material como documento ilustrativo de toda una carrera pero no por ello todos los volúmenes pueden analizarse con el mismo criterio. Queremos hablar hoy de el primero de ellos, grabado en octubre de 1992 durante la gira que siguió a la publicación de “Shot and Echo”. El concierto del que procede la grabación tuvo lugar en el Teatro de la Bastilla de París y se celebró bajo el mismo formato que el resto del “tour” y que fue con el que, en nuestro caso, pudimos disfrutar por primera vez de Mertens en directo unos meses después: Wim Mertens al piano y voz junto con Dirk Descheemaeker al clarinete.
“Gentleman of Leisure” - Uno de los temas más puramente minimalistas del Wim Mertens inicial es el escogido para abrir el disco. Una composición muy “glassiana” que apareció en el disco “Struggle for Pleasure” en versión para “ensemble”. Aquí la melodía queda casi por entero encargada al clarinete (con puntuales apoyos de la voz de Mertens) mientras que el piano ejecuta una trepidante parte rítmica.
“Watch Over Me” - Un reto algo mayor para Dirk Descheemaeker se presentaba en el siguiente tema, perteneciente al entonces reciente “Shot and Echo”. El clarinetista es un maestro de la técnica conocida como “respiración circular” mediante la cual puede ejecutar su instrumento de forma continua sin detenerse a tomar aire. Algo muy necesario en esta composición que requiere de una interpretación prácticamente ininterrumpida. La pieza es deliciosa y no desmerece en absoluto a la versión de estudio.
“Lir” - El recital prosigue con una extensísima pieza de más de 15 minutos de duración publicada en su momento en el disco “Maximizing the Audience”. En nuestra opinión es una de las melodías más inspiradas para piano que ha escrito su autor que se arriesga aquí a interpretar su versión más larga en lugar de “The Fosse”, variación mucho más breve en la que se encuentra el principal núcleo melódico del tema. De hecho, “Lir” tiene una larga sección central en la que el músico se extiende en pausadas repeticiones de motivos muy breves que al oyente menos familiarizado con su obra le pueden resultar pesadas. Es elogiable que Mertens no tema mostrar una pieza complicada de asimilar en lugar de buscar el aplauso fácil.
“Salernes” - El último tema “antiguo” del disco era otro extracto de “Struggle for Pleasure” que repetía la fórmula de “Gentleman of Leisure”, es decir, un ritmo intenso a cargo del piano y el clarinete ejecutando la parte solista con algún pequeño guiño jazzístico más propio de la obra de Eric Mertens que de su hermano Wim. La versión en directo es soberbia y nos atrevemos a decir que muy superior a la del disco original.
“La Mesure” - Si con “Lir” pensábamos que Mertens arriesgaba ¿qué podemos decir de la siguiente pieza? Se trataba de una composición inédita hasta el momento pero es que, además, su destino no iba a ser un disco regular del músico sino el segundo gran ciclo que aparecería en 1994: “Gave Van Niets”, concretamente el último disco de la cuarta parte de la obra (“Reculer Pour Mieux Sauter”) que llevaba el título de “Le Souffle du Destin” y que estaba escrito íntegramente para clarinete solo. Por si eso no fuera suficiente, la duración de la pieza era de más de 16 minutos. Todo un desafío para el público asistente.
“Wandering Eyes” - La última parte del disco se iba a centrar ya en piezas de “Shot and Echo” comenzando por una de las más bonitas desde el punto de vista melódico. Una composición que siempre hemos creído que tenía un potencial mucho mayor que el que mostraba en el arreglo que apareció en el disco de estudio. Esta versión en directo se aproxima más a lo que pensamos aunque seguimos pensando que esta melodía tiene aún pendiente su mejor cara.
“Shot One” - A veces interpretar en directo un gran tema es mucho más complicado que tocar cualquier otra composición porque el público puede quedarse con ganas de más, acostumbrado a escuchar la versión del disco. Lo que Mertens hace aquí con una de las piezas más emblemáticas de “Shot and Echo” es sencillamente magistral porque nos ofrece una interpretación muy distinta a la del disco que, si bien no la mejora, sí que se sitúa a una altura similar. Extraordinario.
“We'll Find Out” - El cierre lo pone una de las melodías más emotivas de “Shot and Echo” que aquí recibe un tratamiento muy acertado por parte de los dos intérpretes. La revisión, como ocurre con las anteriores, tiene una gran personalidad y nos hace dudar con que versión quedarnos.
No queremos terminar sin hacer un pequeño homenaje a un músico. No es raro en las grandes figuras de cualquier género el rodearse de colaboradores extraordinarios. Artistas que, en muchos casos, sacrifican su propia carrera convirtiéndose en secundarios de lujo. Dirk Descheemaeker pertenece a esta categoría ya que casi desde el principio de la carrera de Mertens le ha acompañado en sus grabaciones de estudio, en sus giras y conciertos renunciando a intentarlo en solitario (cierto es que ha participado en algún que otro proyecto pero nunca con la misma implicación que ha tenido con Mertens). Su categoría como intérprete está fuera de toda duda y gracias a él, el compositor ha podido llevar a cabo ideas que muy pocos más podrían haber convertido en sonidos. Creemos que en esta relación radica buena parte del interés de este disco ya que no hay muchas más grabaciones publicadas en las que podamos disfrutar de los dos músicos mano a mano, sin añadidos ajenos.
jueves, 15 de junio de 2017
Freudiana (1990)
En el mundo de la música es muy común una figura: la de la persona que compone para otros. Se trata de artistas de gran talento pero que, por un motivo u otro, no pasan nunca al primer plano. Sus composiciones son cantadas por otros, más guapos, con mayor presencia escénica, con mejor voz o, sencillamente, por figuras ya consagradas. Existen y han existido siempre verdaderos genios entre bambalinas cuyo trabajo siempre se desarrolla en la sombra pero de cuando en cuando alguno de ellos emerge y pasa al primer plano.
Más raro es que lo hagan de dos en dos que fue lo que ocurrió cuando coincidieron en el bar de los estudios Abbey Road el ingeniero de sonido Alan Parsons y el compositor Eric Woolfson. Hablando un poco de todo, decidieron unir fuerzas y probar suerte con un concepto realmente diferente en el mercado musical de entonces. Woolfson se había dedicado hasta entonces a escribir canciones para otros y a tocar el piano como músico de sesión. Había obtenido ciertos éxitos en la voz de artistas como Marianne Faithfull o The Tremeloes y quería poner en marcha un proyecto diferente en el que Parsons encajaba a la perfección. Se trataba de enfocar los discos como películas de las que ellos serían los guionistas y directores. Los actores (cantantes e instrumentistas) irían cambiando de un trabajo al siguiente y el único sello común sería el que iba a imprimir el dúo. Comenzaron a trabajar con el nombre provisional de The Alan Parsons Project que terminó siendo definitivo.
La mayor parte de las canciones del Alan Parsons Project aparece firmada por Woolfson y Parsons a dúo como ocurría con Lennon y McCartney en los Beatles pero la trayectoria previa de ambos artistas parece sugerir que era Woolfson el que llevaba la mayor parte del peso compositivo con Parsons más centrado en tareas de producción. De hecho, el primer trabajo de la formación estaba basado en una idea en la que Woolfson llevaba tiempo trabajando: un musical sobre Edgar Alan Poe.
Vamos a saltar ahora al final de la carrera del “Project”. Estamos a finales de los ochenta y Eric Woolfson está decidido a sacar adelante un disco basado en la obra de Sigmund Freud. Los dos músicos se ponen manos a la obra hasta que aparece la figura de Brian Brolly, ex-futbolista metido a promotor musical y productor de espectáculos de todo tipo. Fue el productor de “La Condesa de Hong Kong”, última película de Charles Chaplin, así como el principal responsable de que el musical “Jesucristo Superstar” saliera adelante. También impulsó otros que llegaron después como “Cats” o “El Fantasma de la Ópera”. Brolly vio que la obra de Woolfson tenía potencial para convertirse en un espectáculo teatral y no quedar en un mero disco más del Alan Parsons Project. Nunca quedó claro el motivo de la ruptura pero lo cierto es que, aunque el disco apareció bajo el título de “Freudiana”, no estaba firmado ni por el “project” ni por ninguno de sus miembros. Si repasamos los créditos encontramos, no sólo a Parsons y Woolfson sino a muchos de los músicos que habían sido habituales del Alan Parsons Project pero el trabajo quedó huérfano de autores, al menos en su portada y promoción.
No en todas partes. En España se encargaron de que la gente supiera quién estaba detrás del disco. |
El enfoque musical del trabajo es muy diferente a cualquiera de los anteriores del grupo ya que realmente funciona como un auténtico musical del West End o de Broadway en los arreglos y voces de buena parte de sus canciones. De hecho, a finales de 1990, apenas dos meses después de ser publicado el disco, se estrenaría en Viena el musical del mismo nombre (“Freudiana”) que también aparecería como disco en Alemania con las voces originales del montaje teatral.
Curioso caso del de Eric Woolfson. Anónimo compositor de éxitos para otros, se embarca en un dúo en cuyo nombre de guerra sólo aparece su compañero y, cuando decide navegar en solitario, su primer disco carece de autor acreditado en la portada. Tras “Freudiana”, Woolfson llevó a los escenarios otros musicales basados en Antonio Gaudí y el citado Poe, protagonistas ambos de sendos discos del Alan Parsons Project en el pasado. Falleció en 2009 después de publicar dos discos, ésta vez sí, bajo su propio nombre. Uno de ellos con canciones del musical de Poe y el otro con descartes del Alan Parsons Project a lo largo de los años.
Volvemos a “Freudiana” en su versión de disco comercial aparecido en 1990. La grabación contó con la participación de los siguientes músicos: Alan Parsons (teclados), Eric Woolfson (teclados y voz), Laurie Cottle (bajo), Stuart Elliott (batería), Ian Bairnson (guitarra) y Richard Cottle (sintetizadores y saxo). Todos ellos habían tocado en discos anteriores del Alan Parsons Project. El apartado de las voces invitadas es extenso y lleno de calidad: Leo Sayer, Graham Dye, The Flying Pickets, Kiki Dee, Eric Stewart, Frankie Howerd, Marti Webb, Gary Howard, Chris Rainbow y John Miles.
"The Nirvana Principle" – El disco comienza con un instrumental muy potente, heredero de las mejores piezas de esa clase del Alan Parsons Project. Empieza con una fanfaria de corte épico y gran solemnidad que desemboca enseguida en un extraordinario desarrollo electrónico con una poderosa secuencia acompañada de florituras de guitarra y los clásicos metales de la banda que dibujan el que será el tema central de la obra. Como obertura, la pieza es sensacional y se encuentra al nivel de los grandes temas del “project” a lo largo de su historia.
"Freudiana" – Enseguida llega el tema central del disco, radiado hasta la saciedad en su momento en todas las radio-fórmulas. El comienzo es bastante tópico, con los clásicos “samples” de flauta tan habituales en aquellos años pero en cuanto entra la base rítmica y la inconfundible voz de Woolfson, nos olvidamos de todo. Probablemente estemos ante una de las cinco o seis mejores canciones del dúo Parsons/Woolfson en toda su carrera conjunta. Con toda su habitual inspiración melódica pero sin caer en lo empalagoso como hicieron en muchas ocasiones anteriormente.
"I Am a Mirror" – Leo Sayer es el encargado de defender la siguiente pieza que comienza con un aire de musical pero pronto explota en una vigorosa canción rock, con toques grandilocuentes al estilo de artistas como Meat Loaf incluyendo una espectacular sección de cuerda. Los arreglos y la producción, como ocurre en todo el disco son extraordinarios y todas las partes de la canción se ensamblan a la perfección. La inspiración teatral que rodea todo el disco comienza aquí a ser evidente.
"Little Hans" – Llega el turno de Graham Dye para cantar en una canción de aire inconfundiblemente “beatle”. Dye, habitual del Alan Parsons Project, fue miembro de Scarlet Party, grupo de escaso recorrido en el que, como curiosidad, participó el hermano de David Gilmour, Mark, a la guitarra.
"Dora" – Woolfson se encuentra como pez en el agua en baladas como esta, de lento desarrollo y arreglos sobrios. Tanto esta canción como la precedente están inspiradas en alguno de los pocos pacientes a los que Freud llegó a tratar a lo largo de su vida y cuyo caso quedó bien documentado en la época.
"Funny You Should Say That" – La interpretación de los sueños aparece aquí de la mano de los Flying Pickets, un conocido grupo vocal muy popular en el Reino Unido. La canción tiene todas las características del teatro musical y, como ocurría con “I Am a Mirror”, consta de muchas secciones diferentes en sus poco más de 4 minutos de duración. Como no podía ser de otro modo tratándose de uno de los temas estrella de la obra de Freud, el tema es uno de los más destacados de todo el trabajo.
"You're on Your Own" – Volvemos al rock más potente con una canción interpretada por Kiki Dee, estrella británica popular por alguna de sus primeras canciones y, especialmente, por su dúo con Elton John en “Don't Go Breaking My Heart”. Tiene también una amplia carrera en los musicales en los que ha ganado algún premio importante. Pese al parecido del tema, especialmente en su comienzo, con el “Black Velvet” de Alannah Miles, aparecido pocos meses antes, el desarrollo posterior es bastante diferente y aleja cualquier sombra de plagio.
"Far Away From Home" – Volvemos a escuchar a los Flying Pickets en una balada preciosa que cuenta con unos extraordinarios arreglos orquestales de aire barroco. Una pieza que encaja muy bien en el concepto teatral del disco pero que puede resultar un poco anticlimática en este momento del trabajo.
"Let Yourself Go" – Un comienzo electrónico con amplios “pads” y un repiqueteo constante de algo parecido a una percusión dejan paso a un bajo inconfundible para cualquier seguidor del Alan Parsons Project. Comienza a cantar Woolfson y nos metemos de lleno en una canción con el sello de la casa. El interludio instrumental, con los metales y el órgano Hammond es perfectamente reconocible y la parte final con estructura circular es perfecta para cerrar el que fue el primero de los dos discos de que constaba el trabajo en su lanzamiento como LP (en CD fue un disco simple).
"Beyond the Pleasure Principle" – La segunda parte de la obra comienza con otro instrumental, firmado en esta ocasión por Alan Parsons en solitario. No tiene la fuerza del que abría el disco pero es una buena composición, un tanto lastrada por ese toque A.O.R. que tanto abundó en los años ochenta, especialmente en los discos de los artistas que habían sido abanderados del rock progresivo en la década anterior.
"The Ring" – Eric Stewart, miembro fundador de 10cc y colaborador durante un lustro de Paul McCartney es el siguiente vocalista en aparecer en el disco. La canción que le toca en suerte no es una de nuestras preferidas pese a que su labor no es mala. También es cierto que su tesitura vocal es bastante similar a la del propio Eric Woolfson lo que nos hace pensar que su presencia no era del todo necesaria aquí.
"Sects Therapy" – El actor Frankie Howerd es el encargado de interpretar en el sentido más amplio de la palabra el siguiente número musical. Una pieza de aire burlesco en la que Howerd recita más que canta un texto que pone en evidencia lo poco útil que es el psicoanálisis en muchas ocasiones. Es un fragmento humorístico en la tradición de la opereta francesa o, incluso en la de la zarzuela española.
"No One Can Love You Better Than Me" – Llegamos a otro de los grandes momentos del disco con una canción de largo desarrollo en la que intervienen sucesivamente diferentes vocalistas como la propia Kiki Dee, Eric Woolfson, Gary Howard (de los Flying Pickets), o Marti Webb, una de las más exitosas intérpretes de “Evita” en los escenarios londinenses. Un gran tema en el que cada intérprete juega un papel diferente recitando un texto muy similar cada uno de ellos en el que sólo cambia el personaje que interpretan para terminar cantando todos juntos.
"Don't Let the Moment Pass"- Marti Webb repite aquí ahora como protagonista absoluta de una canción que, una vez más, se encuadra de lleno en la tradición del teatro musical. Es una balada intensa y realmente bonita en la que Webb hace una interpretación notable.
"Upper Me" – Vuelve Eric Stewart para cantar otro de nuestros temas favoritos en el que también está muy presente el sello del viejo Alan Parsons Project. Las interpretaciones y los arreglos son sencillamente perfectos y es que contar con alguien como Parsons en el estudio es garantía de buenos resultados.
"Freudiana (Instrumental)” – Pese a lo que indica el título, no se trata simplemente de una versión sin voces del tema central del disco sino de una adaptación orquestal. Tiene cierto interés pero no mejora el original ni lo que aporta llega a justificar la revisión.
"Destiny" - Chris Rainbow, viejo colaborador del Alan Parsons Project y voz de sesión de innumerables artistas es el encargado de cantar un brevísimo tema “a capella” que hace las veces de introducción de la canción final.
"There But For the Grace of God" – El disco tiene un final algo extraño ya que va decayendo desde la versión instrumental de “Freudiana” para no levantar el vuelo en todo lo que resta. La canción que pone fin a la obra es un dúo entre John Miles, otra de las voces habituales del “project” y Marti Webb. Nos deja un extraño sabor de boca porque, sin ser ni mucho menos una canción mala, esperabamos otro tipo de cierre para un disco como este.
Fue un fin extraño el del Alan Parsons Project. La banda que nunca actuó en directo, que no tenía un cantante fijo se despidió con un disco que ni siquiera firmaron sus autores. Un disco que, por otra parte, probablemente sea uno de los mejores que compuso el dúo Parsons/ Woolfson. “Freudiana” fue publicado por EMI lo que ya era una novedad puesto que todos los del Alan Parsons Project desde su debut con “Tales of Mystery and Imagination” aparecieron bajo el sello de Arista. La promoción fue importante y, como indicamos antes, su tema central sonaba con frecuencia en las emisoras de la época. Pese a ello, hoy no es un disco fácil de encontrar, al contrario que ocurre con los demás trabajos del “project”. Incluso ha quedado fuera de las remasterizaciones del catálogo del grupo o de la caja recopilatoria aparecida hace unos años en la que se encontraban todos los discos de la banda, incluyendo uno inédito.
En todo caso, pensamos que “Freudiana” es un trabajo muy recomendable. En el momento de su publicación fue uno de esos discos que sonaban constantemente en nuestro reproductor y eso también puede tener influencia en la valoración positiva que hacemos de él. El que quiera salir de dudas que lo escuche y juzgue por si mismo. Como despedida os dejamos un fragmento de la versión teatral de la obra:
Etiquetas:
Alan Parsons,
Chris Rainbow,
Eric Stewart,
Eric Woolfson,
Gary Howard,
Graham Dye,
Ian Bairnson,
John Miles,
Kiki Dee,
Laurie Cottle,
Leo Sayer,
Marti Webb,
Richard Cottle,
Stuart Elliott,
The Flying Pickets
jueves, 8 de junio de 2017
Jeroen Van Veen - Minimal Piano Collection Volume XXI-XXVIII (2017)
Sabemos que hace ya mucho tiempo que tenemos pendiente una reseña de la caja de once discos que el pianista holandés Jeroen Van Veen publicó en 2010 bajo el título de “Minimal Piano Collection Vol.X-XX” y que fue continuación del primer volumen aparecido en 2006 que ya tuvo su espacio aquí. Sería lógico, en cualquier caso, que hablásemos de esa segunda parte antes que de la tercera que acaba de aparecer hace unas semanas pero es precisamente esa novedad la que nos aconseja saltarnos el orden cronológico en beneficio de una mayor facilidad a la hora de encontrar esta nueva colección por parte de quienes eventualmente estuvieran interesados en ella.
A pesar de ser algo más pequeña que sus dos predecesoras, la tercera parte de la colección, que consta de los volúmenes que van del XXI al XXVIII, tiene un interés especial por cuanto que nos presenta a autores que cumplen en su mayoría con dos requisitos: son pioneros del género y no son muy conocidos y aún mucho menos grabados. A diferencia de lo que ocurría en las dos cajas anteriores, la mayor parte de ésta la integra una sola obra. Una pieza de procedencia incierta que se extiende a lo largo de más de cinco horas y que podría ser, nada menos, que el origen del minimalismo como género.
Jeroen Van Veen |
Si echamos un vistazo a la mayor parte de tratados musicales sobre el tema, hay cuatro nombres alrededor de los que se comienza a construir el edificio minimalista: La Monte Young, Terry Riley, Steve Reich y Philip Glass. Sin embargo, de ellos sólo Young estuvo en el origen de todo junto con otros dos compañeros de estudios en UCLA: Terry Jennings y Dennis Johnson. Es el musicólogo, profesor y compositor Kyle Gann el responsable de que hoy conozcamos la obra que monopoliza la primera mitad de la colección: “November” de Dennis Johnson. La cronología de la composición es difusa y parte de una investigación de Gann sobre la música de La Monte Young. Durante una de las charlas que mantuvieron, Young afirmó que la inspiración para su “The Well-Tuned Piano” (monumental obra considerada como una de las fundamentales en su género) provenía, en realidad de una composición de su amigo Dennis Johnson titulada “November”. Young tenía una cinta con parte de esa obra y se la cedió a Gann. En ella se fechaba la composición en 1959 y la propia grabación tres años más tarde, en 1962. El hallazgo supondría un retroceso en el calendario del minimalismo como género y obligaría a reescribir algunas páginas del mismo. Según afirmaba Young, “November” duraba más de cinco horas aunque en la cinta apenas se llegaban a escuchar dos de ellas antes de que la grabación se interrumpiese. Pese a los esfuerzos de Kyle Gann en ese sentido, la transcripción de la obra a papel con la única ayuda de una cinta grabada con no demasiados medios era una tarea titánica que, además, quedaría incompleta aun en el supuesto de que se pudiesen “rescatar” las dos horas. Dennis Johnson, su autor, abandonó la música en 1962 por lo que su pista cuarenta años después era confusa pero gracias a la mediación de otro compositor californiano, Daniel Wolf, Gann consiguió localizar a Johnson y hablar con él. Resultó que Johnson conservaba el manuscrito original de la obra y no tuvo problema en cedérselo a nuestro investigador que, de ese modo, pudo rescatar una composición en la que se pueden hallar ya todos los elementos característicos del minimalismo: larga duración, repetición de motivos y el uso del método aditivo tan propio de la música de Glass o Reich poco tiempo después.
La partitura no era sencilla ni mucho menos. Consistía en seis páginas llenas de pequeñas melodías y diagramas que las conectaban, dos páginas más con motivos numerados unas veces con números romanos, otras con arábigos, otras desordenados o con numeraciones no consecutivas, todo ello aderezado con todo tipo de anotaciones sobre distintas alternativas en la ejecución, reglas para pasar de un motivo a otro, etc. Tiempo después, Johnson le hizo llegar a Gann nuevos manuscritos de la obra fechados en 1970, 1971 e incluso con algún pasaje en el que aparecía la fecha de diciembre de 1988. No está claro si “November” fue modificada o completada tanto tiempo después aunque todo parece indicar que esas páginas eran parte de otros intentos de transcripción de la cinta original por parte del propio Johnson. Su mala salud y memoria cuando Gann dio con él no hicieron posible que la cuestión fuera aclarada. “November” en la versión rescatada por el investigador fue grabada por el pianista R. Andrew Lee en 2013 en una rara edición de cuatro horas muy difícil de encontrar hoy en día.
Afortunadamente Jeroen Van Veen decidió afrontar el reto de grabar esta partitura e incluirla en la caja que hoy comentamos y de la que ocupa aproximadamente la mitad de su extensión. “November” es una composición realmente reposada que va evolucionando a partir de un reducido grupo de notas al que se van sumando otras en cada repetición. La evolución de los acordes, la construcción de los intervalos, etc. es parsimoniosa pero conforme avanza la composición vamos comprobando como todo cobra sentido. Sabemos que escuchar una pieza de cinco horas de duración requiere de un esfuerzo y un compromiso por parte del oyente que no es muy común pero también creemos que el aficionado a la música minimalista habrá superado ya pruebas similares con cierta frecuencia. El reto queda lanzado.
El quinto disco de la colección está dedicado a Philip Glass. Probablemente junto con Simeon Ten Holt, el compositor más veces interpretado por Jeroen Van Veen. Escuchamos aquí tres piezas de sus primeros años que están consideradas como parte del corpus fundacional de lo que hoy conocemos como minimalismo. La primera de ellas es “Two Pages”, obra de instrumentación libre que se suele interpretar al piano y al órgano eléctrico (así la grabó el propio autor la primera vez) pero que admite versiones para grupo e incluso para guitarras como hemos tenido ocasión de escuchar en algún caso. Van Veen opta aquí por el piano y el piano eléctrico con un resultado notable. La segunda composición es “Music in Fifths”, escrita por el músico como respuesta a las estrictas normas de composición que aprendió en París con Nadia Boulanger. Básicamente se trata de hacer justo aquello que la ilustre profesora le dijo que no se debía hacer nunca. Van Veen interpreta una extensa versión de la pieza tocando con la mano izquierda el piano y con la derecha el órgano eléctrico de forma simultanea. Cerrando la serie de tres piezas escritas todas en 1969 tenemos “Music in Contrary Motion” en una rara versión para piano solo.
El siguiente autor recopilado en la caja es Tom Johnson, de quien Van Veen ya había grabado su “An Hour for Piano” como parte de la primera recopilación minimalista de la que hablamos aquí. Johnson fue un discípulo de Morton Feldman que estuvo en los orígenes de la corriente minimalista. Su formación matemática fue crucial para su carrera ya que buena parte de sus composiciones son creadas a partir de patrones numéricos y estadísticos. La versión de su “Organ and Silence” (2002) que escuchamos aquí es una transcripción para piano de 8 de los 28 movimientos de que consta la obra original. El propio autor la realizó realizó para otro pianista amigo suyo. “Block Design” juega con conceptos matemáticos utilizados en combinatoria. Tenemos una serie de 12 notas distribuidas en arpegios de 6 notas cada uno de forma que cualquier combinación de 4 notas aparece exactamente 10 veces en 10 arpegios diferentes. Otra pieza de similar complejidad es “Tilework”, de 2003, basada también en la obra de dos matemáticos que respondieron al desafío de conseguir “rellenar” un cuadrado con diferentes cuadrados, cada uno de ellos de dimensiones diferentes a los demás. Se cierra el disco dedicado a Johnson con “Tango”, composición para piano en la que escuchamos hasta 120 variaciones de una misma melodía.
Pese a su relativa juventud cuando el minimalismo americano daba sus primeros pasos (nació en 1952), Peter Garland escribió sus primeras piezas en los años de ebullición del género. “A song” (1971) consta de diez fragmentos que son ejecutados en el orden y con el ritmo que el pianista decida en cada momento. “Nostalgia for the Southern Cross” (1976) es la más moderna de la serie y fue compuesta tras el divorcio de Garland y su primera esposa. “The Days Run Away”, también de 1971, tiene un esquema similar a “A Song”. En lugar de diez fragmentos ahora son ocho que han de ser interpretados en el orden indicado en la partitura pero, una vez completados, queda a discreción del pianista cómo seguir pudiendo escoger la combinación que desee a la hora de ejecutarlos de nuevo. Garland sugiere ir del uno al ocho para luego tocar del cuatro al uno de forma descendente. Cierran el disco dos piezas breves de 1971 y 1972 respectivamente: “Two Persian Miniatures” y “The Fall of Quang Tri”.
El último disco de la colección lo comparten tres autores aunque de forma desigual puesto que la mayor parte del mismo la ocupan los dos estudios para teclado escritos por Terry Riley a sugerencia de John Cage. Son dos piezas relativamente extensas que su autor concibió como ejercicio de meditación pero encierran una gran dificultad para el intérprete. Van Veen opta por utilizar dos pianos colocados en ángulo para una mayor comodidad. De forma casi testimonial aparece en la recopilación Harold Budd con su pieza de 1981 “Children on the Hill”. Su estilo ambiental y espacioso es conseguido por parte de Van Veen mediante la utilización del pedal de resonancia del piano, pulsado a fondo durante toda la interpretación. Además, el sonido es “alargado” con efectos electrónicos para emular el característico timbre de las obras de Budd. La recopilación no podía cerrarse sin la presencia de La Monte Young que aparece aquí con su “Estudio nº7 para teclado”. El resto de sus estudios consistían en descripciones de lo que el ejecutante debía hacer en el escenario. Acciones como depositar un saco con heno delante del piano y esperar a que este se lo coma y cosas por el estilo. El número siete, en cambio, sí constaba de una partitura al uso. En ella sólo aparecen dos notas: Si y Fa sostenido. Junto a ellas, la indicación de que se toquen simultáneamente y se espere hasta que el sonido se desvanezca. Van Veen hace lo indicado y alarga la duración por medios electrónicos hasta alcanzar los 4 minutos con 33 segundos en homenaje a la icónica composición de John Cage.
Como venimos diciendo desde hace mucho tiempo, la labor que Jeroen Van Veen está realizando en favor de la difusión de la música minimalista es impagable. Con esta tercera caja tenemos ya la friolera de 28 cedés entregados a esa tarea a los que hay que sumar las revisiones de la obra de artistas como el propio Philip Glass, Simeon Ten Holt, Michael Nyman, Erik Satie o de la suya propia. Todo elogio por nuestra parte se queda corto. La vastedad del campo minimalista nos hace pensar que esta caja no será la última y que quizá en un futuro podamos acceder a obras descatalogadas desde hace mucho tiempo como el propio “The Well-Tuned Piano” de La Monte Young. Eso sería algo maravillos pero mientras llega o no ese momento, disfrutemos de esta colección recién aparecida, cómo no, en el sello Brilliant Classics.
sábado, 3 de junio de 2017
Michael Nyman - Michael Nyman Live (1993)
Al principio de la década de los noventa, Michael Nyman se encontró con una situación muy curiosa. A lo largo de los diez años anteriores había conseguido crear un grupo como la Michael Nyman Band que poco a poco alcanzó un grado de perfección extremo. La formación sonaba como el más afinado de los motores salido de la orgullosa industria automovilística británica pero a la vez tenía la presencia, el porte y la energía de una locomotora de vapor. Al mismo tiempo, su música era cada vez más popular lo que iba aparejado a nuevos encargos de bandas sonoras para películas con una vocación comercial mayor. Inevitablemente eso tenía como consecuencia la demanda de partituras más “convencionales” y orquestaciones al uso. Esto no llevó a Nyman a prescindir de su banda, ni mucho menos, pero su presencia se iba a reducir notablemente en su obra grabada, pese a que, en ocasiones, la formación intervenía en las bandas sonoras y demás obras acompañando a la orquesta de turno.
Con todo, ese cambio de panorama tuvo varias consecuencias interesantes. Por una parte, la aparición del extraordinario disco “The Essential Michael Nyman Band” en el que la mejor versión que nunca existió de la banda revisaba y actualizaba un buen número de obras clásicas de su autor pertenecientes a su etapa como colaborador del cineasta Peter Greenaway. Era aquella una forma de mostrarnos aquella música a través de la formación más inspirada del grupo de Nyman pero aquello no podía quedar como un glorioso epílogo. La Michael Nyman Band seguía activa y en plena forma, de lo que daban buena cuenta sus actuaciones en directo, impulsadas al principio por el citado disco de 1992 y más tarde por el éxito mundial de la banda sonora de “El Piano”.
No es extraño que el músico quisiera aprovechar el momento para publicar su primer disco en directo que saldría de dos conciertos ofrecidos en Albacete y Madrid el 14 y el 15 de mayo de 1994 respectivamente. El repertorio de los mismos era una mezcla muy curiosa de obras de distinta procedencia que serían interpretadas por formaciones también muy diferentes. El disco llevaría el nada complicado nombre de “Michael Nyman Live” y sería publicado por el sello Virgin en ese mismo año.
“Michael Nyman Live” iba a tener tres partes muy diferenciadas. La primera de ellas se centraba en las obras más representativas del primer periodo del músico y estaba interpretada por la Michael Nyman Band.
“In Re Don Giovanni” - Inconfundible el estilo del músico en esta composición que surgió mientras le dio por interpretar un fragmento de la ópera Don Giovanni de Mozart al piano pero tocándolo al estilo de Jerry Lee Lewis. La banda a pleno rendimiento con Nyman y su teclado como principal elemento rítmico.
“Bird List” - Comparar a la Michael Nyman Band con una locomotora lanzada a tumba abierta es un recurso fácil cuando escuchamos piezas como esta en la que la energía que desprende la formación es difícilmente igualable. La pieza procede, al igual que la primera, del disco de 1981 titulado sencillamente “Michael Nyman”. Entre el poderoso aparato rítmico destacan algunos fraseos de saxofón en la parte final del tema que le dan un extraño aire jazzístico.
“Queen of the Night” - El piano, casi como instrumento de percusión, se convierte en protagonista principal de esta pieza extraída de la banda sonora de “El contrato del dibujante”. Recordarán los lectores del blog que toda aquella música estaba basada en distintas composiciones de Henry Purcell transformadas de forma radical en máquinas de precisión. La interpretación es extraordinaria y en ella podemos disfrutar de lo mejor de una formación en estado de gracia.
La parte del disco protagonizada por la Michael Nyman Band termina con dos de las “Water Dances”, música escrita por el compositor para un documental de Peter Greenaway sobre natación sincronizada. Parte de ella apareció en el disco “The Kiss and Other Movements” pero posteriormente Nyman amplió la partitura hasta terminar con ocho danzas que nunca han sido publicadas en su integridad.
“Dipping” - La primera de la serie de ocho era esta pieza lenta que va evolucionando poco a poco aumentando el ritmo como claro anticipo de lo que iba a llegar después. El dramatismo aumenta con la adición de nuevos instrumentos y estalla con el cambio a la segunda danza.
“Stroking” - Sin solución de continuidad, el piano comienza a marcar un ritmo solemne mientras las cuerdas y, especialmente, los metales, comienzan a dibujar arabescos en el aire a una velocidad de vértigo. Sólo podemos hacer una objeción en este punto y es que nos parecía imprescindible la inclusión en la grabación de la quinta danza de la colección, quizá la más popular y profundamente rockera de todas.
Con ocasión de los fastos de la Exposición Universal de Sevilla de 1992, Nyman recibió el encargo de componer una pieza especial que habría de ser interpretada con los miembros de la Orquesta Andalusí de Tetuan. La formación marroquí fue creada por el cantante y violinista Abdessadak Chekara a mediados del pasado S.XX para conservar el legado musical andalusí. Durante su trayectoria han participado en numerosas grabaciones de artistas flamencos profundizando en la relación entre ambas culturas. Nyman compone para ella una obra en tres movimientos titulada “The Upside-Down Violin”.
Anuncio del estreno de "The Upside Down Violin" |
“Slow” - El primero de los tres es una cadenciosa pieza de inspiración árabe en la que destaca tu preciosa melodía central y la interpretación del propio Chekara al violín en el tramo central. Afirma el propio compositor en las notas del disco que buscó una aproximación más melódica de lo habitual en él por la particularidad de los miembros de la orquesta. La mayoría de sus miembros no saben solfeo por lo que toda la interpretación se basa en la escucha de la ejecución de cada parte por parte de otros músicos para su aprendizaje y en el ensayo continuo.
“Faster” - El segundo movimiento mantiene la impronta de los orígenes musicales de la orquesta pero, si conseguimos abstraernos a su propia sonoridad, eminentemente oriental, no nos es difícil apreciar el estilo del propio Nyman. En una breve sección del movimiento se incorporan algunos de los miembros de la Michael Nyman Band, justo antes de la parte cantada con la que termina la pieza.
“Faster Still” - El cierre lo pone una pegadiza melodía que tiene muchos puntos en común con la banda sonora de “El Piano” que Nyman compuso más o menos en la misma época. Se produce así una curiosa mezcolanza de estilos entre la música árabe, la escocesa que inspiraba la música de la película de Jane Campion y el del propio compositor.
La partitura de esa banda sonora no podía faltar en un disco de Michael Nyman en directo grabado en 1993. Así, la segunda parte del disco está dedicada a una suite para concierto que recoge los momentos más memorables escritos por el compositor para “El Piano”. Son ocho movimientos en los que la Michael Nyman Band se ve reforzada por una numerosa sección de cuerda (cuatro violines, dos violas y dos violonchelos) para acercar su sonido al de la grabación original interpretada por la Orquesta Filarmónica de Munich. Lo cierto es que en la mayor parte de la “suite” el protagonismo es para las cuerdas y el piano, quedando reducida la participación de los miembros de la banda a momentos concretos como “Here to There” en los que los saxos de John Harle, David Roach y Andrew Findon tienen un peso fundamental o “Lost and Found” cuyo tema central está intepretado al saxo soprano.
La Michael Nyman Band está integrada en el momento de la grabación del disco por Jonathan Carney y Bill Hawkes (violines), Kate Musker (viola), Anthony Hinnigan (violonchelo), Nigel Barr (trombón y tuba) y Martin Elliott (bajo) aparte de los tres saxofonistas citados más arriba. Nyman interpreta el piano.
No diremos que con este disco se cierra una etapa de la Michael Nyman Band porque el músico siguió componiendo piezas para ellos y ofreciendo conciertos pero sí entendemos que marca un hito por cuanto que resume buena parte de su trabajo anterior y mira hacia lo que vendrá después. El propio Nyman abandonó algo más tarde la denominación de “band” ampliándola a “Orchestra” y, de hecho, desde 2002 no nos consta que la “Michael Nyman Band” aparezca acreditada como tal en ningún disco pese a que varios de sus miembros sigan participando en las grabaciones del compositor británico hasta el día de hoy.
Por la particularidad del repertorio, que incluye una mirada al pasado, una obra nueva y una revisión de su obra más popular, creemos que este disco en directo puede ser especialmente interesante como introducción al mundo sonoro de Nyman así que, si aún no habéis dado ese paso, ahora tenéis una buena excusa para hacerlo.
Etiquetas:
Andrew Findon,
Anthony Hinnigan,
Bill Hawkes,
David Roach,
John Harle,
Jonathan Carney,
Kate Musker,
Martin Elliott,
Michael Nyman,
Nigel Barr,
The Michael Nyman Band
Suscribirse a:
Entradas (Atom)