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sábado, 21 de junio de 2025

Steven Wilson - The Overview (2025)



Lo normal habría sido que esta entrada hubiera aparecido en el blog hace varios meses pero hay dos circunstancias que nos han hecho ir retrasándola hasta ahora. Por una parte, desde las primeras reseñas que leímos, se hablaba de la importancia de acompañar la audición del soporte visual en forma de película que acompañaba las primeras presentaciones del disco ante la prensa especializada. Por otro lado, la posibilidad de asistir a uno de los conciertos de la consiguiente gira nos hizo pensar en la conveniencia de disfrutar de nuevo del directo de Steven Wilson para tener la visión completa del disco antes de escribir esto.


“The Overview” es un trabajo con mucha carga conceptual detrás. Todos los discos de Wilson la tienen en mayor o menor medida pero en este caso es la base de toda la obra. El título hace referencia a “the overview effect”, un cambio de perspectiva acerca de la propia existencia que se ha encontrado en muchos astronautas al volver de sus viajes. Según indican, la visión de la pequeñez y fragilidad del planeta en relación con la inmensidad del espacio, opera un profundo cambio en la forma de ver las cosas a partir de ese momento relativizando aspectos que parecen muy importantes para el resto de la gente como las fronteras, los pequeños problemas del día a día, etc. A partir de ese concepto, Wilson compone una obra épica dividida en dos largas suites que supone su regreso efectivo al rock progresivo más clásico con la ayuda del líder de XTC, Andy Partridge que escribe las letras de la primera mitad del trabajo. Para la grabación, Wilson recurre a un grupo de músicos más reducido que en sus últimos discos, encargándose él mismo de las guitarras, teclados, percusiones e incluso el bajo al que parece haberse aficionado tras encargarse también de ese instrumento en la última formación de Porcupine Tree. Le apoyan Adam Holzman a los teclados, Randy McStine como guitarra y segunda voz, Theo Travis al saxo y la flauta y Russell Holzman como batería.


“Objects Outlive Us” - La primera suite comienza con la parte titulada “No Monkey's Paw” en la que el falsete de Wilson nos recibe antes de una serie de recitados breves con un exíguo acompañamiento instrumental. Una buena introducción para “The Buddha of the Modern Age”, sección introducida a través del piano y la batería en la que Wilson va construyendo un poderoso “in crescendo” al más puro estilo de los Yes clásicos. La cosa desemboca en “Objects: Meanwhile”, la primera canción con un formato más o menos convencional en la que los textos de Partridge exploran las comparaciones entre los más irrelevantes aspectos de la vida cotidiana y los grandes sucesos a nivel cósmico que están sucediendo al mismo tiempo en algún lugar del universo. Es un tema extraordinario en el que recuperamos al mejor Wilson y que confirma que su retorno al rock progresivo es un hecho con un gran Adam Holzman a los teclados y unos juegos vocales fantásticos. Llegamos entonces a un interludio instrumental muy potente con una línea de bajo que va permeándolo todo acompañada poco a poco por el resto de músicos en un segmento lleno de inspiración que nos lleva a la parte final de la canción. Proseguimos con “The Cicerones”, un corto  instrumental en el que escuchamos esos juegos de guitarras acústicas tan característicos de Wilson en trabajos como su alabado “The Raven that Refuse to Sing” y que enlaza con “Ark”, un recitado monótono que va ganando fuerza con cada repetición hasta convertirse en uno de los mejores tramos del álbum enlazado con el instrumental “Cosmic Sons of Toil”, fantástica pieza progresiva en la que piano, bajo, batería y teclados hacen magia a lo largo de unos pocos minutos para desembocar en “No Ghost on the Moor”, lenta pieza en la que se recupera, falsete incluido, el tema del comienzo con una batería y un acompañamiento de guitarra muy “floydiano” que se disuelve poco a poco en el instrumental “Heat Death of the Universe”, pieza ambiental en la que escuchamos a Theo Travis a la flauta.





“The Overview” - La segunda parte del trabajo empieza de un modo muy distinto con “Perspective”, una serie de recitados de datos y parámetros astronómicos centrados en el tamaño de estrellas y objetos cósmicos sobre un fondo electrónico que combina ritmos y secuencias veloces con partes ambientales. La “narración”, a cargo de Rotem Wilson, la esposa de Steven, recuerda, como han reflejado la práctica totalidad de las crónicas, a la que aparecía en el clásico “Albedo 0.39” de Vangelis. Continuamos con “A Beautiful Infinity”, clásica balada del artista con un texto que nos remite a los temas de películas como “Interstellar”. La canción enlaza con “Borrowed Atoms” sin solución de continuidad. Es este otro de los grandes momentos del disco, que comienza con un piano muy en la línea de Rick Wright, de Pink Floyd, pero que enseguida cambia por completo entrando en un corto tramo que perfectamente habrían firmado los Yes de su etapa dorada y que termina con “A Beautiful Infinity II”, ambientes electrónicos con el regreso de la narración de Rotem. “Infinity Measured in Moments” es otra parte absolutamente fantástica con una batería extraordinaria, juegos vocales al más alto nivel y una locura final en forma de solo de Moog a cargo de Adam Holzman a la altura de los momentos más intensos del “Nucleogenesis” de Vangelis en el citado “Albedo 0.39”. De ahí al final solo nos queda “Permanence”, un cierre instrumental a cargo del saxo de Theo Travis que tiene mucho de anticlimático viniendo de donde venimos pero que tampoco se extiende demasiado (a diferencia de la versión incluida en la versión “deluxe” del disco, que abarca casi un cuarto de hora).




La conclusión a la que llegamos es que “The Overview” es un gran disco, uno más, de un Steven Wilson que sigue siendo la gran referencia del rock progresivo actual, a nuestro juicio, pese a sus devaneos con otros estilos, ya sean publicados con su propio nombre o como parte de proyectos paralelos. No somos de los que criticaron su cambio de estilo con discos como “To the Bone” o, especialmente “The Future Bites” pero sí que es cierto que en este su último trabajo encontramos a un Wilson más cómodo en estilos que domina con soltura, deslizando sus habituales homenajes e investigando nuevas posibilidades. Sobre la necesidad de escucharlo acompañado de la película utilizada en los conciertos, nuestra opinión es que no es algo demasiado relevante. El film es magnífico y resulta un gran apoyo para la música pero en modo alguno se hace imprescindible. En youtube hay algún fragmento como este para que saquéis vuestras propias conclusiones:





El comentario final es acerca del directo. Tuvimos la ocasión de disfrutarlo en la madrileña sala La Riviera y sólo podemos decir que el espectáculo estuvo a la altura, con un sonido más que bueno y una puesta en escena al nivel de lo esperado. Los músicos fantásticos, especialmente el bajista Nick Beggs, ausente en el disco, y un Wilson muy cercano que se permitió varias bromas sobre su tipo de público y cómo había cambiado la cosa desde sus primeros conciertos en Madrid con asistencias de apenas 40 personas. En el apartado personal, fue un placer encontrarnos allí con Alberto, del canal de youtube Diversión con Vinilos y charlar con él brevemente en en descanso del espectáculo. Os dejamos, de paso, su opinión sobre el disco a modo de despedida:




miércoles, 30 de noviembre de 2022

Porcupine Tree - Closure / Continuation (2022)



Si había una noticia que nadie esperaba en 2022 era el regreso de Porcupine Tree. Desde que doce años atrás, Steven Wilson anunciase por sorpresa que la banda se tomaba un respiro, todo parecía indicar que esa pausa iba a ser algo definitivo. Por un lado, porque la sorpresa lo fue para todos, incluyendo al resto de miembros del grupo que no contaban con ello. Por otro, porque las declaraciones de Wilson en todo este tiempo eran cada vez más desalentadoras pasando de decir que era algo temporal a prácticamente descartar toda opción de regreso cuando se le preguntaba en tiempos más recientes. Además de eso, tanto Colin Edwin como Richard Barbieri dejaron entrever en algunas entrevistas su enfado por la decisión de Wilson.


Y lo cierto es que todos ellos nos estaban engañando porque a pesar de que cada uno seguía con sus proyectos en solitario, resulta que habían seguido trabajando en nuevas canciones para Porcupine Tree casi desde el momento de la separación. Wilson y Harrison viven relativamente cerca y de cuando en cuando se veían para poner ideas en común que iban quedando guardadas en una carpeta de un disco duro del estudio de Wilson que iba siendo renombrada conforme pasaba el tiempo, desde “PT2012” hasta “PT2018”. En ella había un poco de todo. Desde canciones en las que habían empezado a trabajar antes de la “separación” hasta improvisaciones creadas en sesiones esporádicas a lo largo de todos estos años. El primer material que les dio pistas de que el regreso era algo factible salió de sesiones improvisadas entre Harrison (a la batería) y Wilson que, sorprendentemente, optó por el bajo como instrumento principal en esas reuniones. Barbieri fue informado poco después no tardando en incorporarse al grupo de nuevo. Faltaría Colin Edwin pero lo cierto es que era el único miembro del cuarteto que no había mantenido contacto con ninguno de sus antiguos compañeros en todo ese tiempo. Eso, unido a que Wilson se había lanzado con el bajo hizo que el retorno de la banda fuera en forma de trío.


Durante los años de la separación se comentó que había varios motivos detrás de la misma. Wilson había sido siempre el motor creativo de la banda y él mismo empezaba a sentir que eso no satisfacía  demasiado a sus compañeros. También llegó a apuntar que alguno de los integrantes no se sentía cómodo con el giro hacia el jazz que tomaba su música de vez en cuando (hoy podemos intuir que se trataba de Edwin). Los otros dos miembros (más Barbieri que Harrison, si somos justos) también dejaron entrever su disgusto con Wilson de una u otra forma. Curiosamente, en este regreso parece que las labores de composición han estado más repartidas que nunca y, de hecho, Wilson solo firma una canción en solitario lo que podría tener que ver con declaraciones más o menos reciente en las que indicaba que si en algún momento resucitaba Porcupine Tree sería como un proyecto secundario porque su carrera en solitario era ahora lo principal para él. Como es costumbre en la mayoría de los lanzamientos en los que está involucrado el polifacético artista, el disco cuenta con diferentes ediciones con material extra que dejaremos fuera de la reseña para centrarnos en el disco “normal”.


Porcupine ¿Three?


“Harridan” - El comienzo del disco es sencillamente arrollador. Una introducción de bajo de Wilson que suena a invitación a los fans para que renuncien a echar de menos a Colin Edwin. A partir de ahí comienza una verdadera demostración de facultades a cargo de Gavin Harrison a la batería, en estado de gracia en todo el trabajo. Los teclados de Barbieri suenan fantásticos también completando una canción excelente, con magníficos toques de “metal”, extraordinarias secciones electrónicas ambientales, algún guiño a los nuevos sonidos que Wilson exploraba en su último trabajo en solitario y los habituales giros de todo tipo tan característicos de los mejores momentos de la banda. Es una de las primeras canciones en las que empezaron a trabajar Harrison y Wilson allá por 2012 y con ella ponen el listón en lo más alto desde el inicio.




“Of the New Day” - El segundo tema es el único escrito por Wilson en solitario. Una balada preciosa a medio camino entre los discos más “pop” de la banda, como “Stupid Dream” y trabajos en solitario del cantante como “Hand / Cannot / Erase”. La primera parte es más acústica pero en la segunda escuchamos ya algún “riff” potente de guitarra eléctrica más propio de la banda.


“Rats Return” - Uno de nuestros cortes favoritos del disco y quizá el más claramente “metal” de todo el trabajo gracias a un tremendo “riff” inicial que se repite a lo largo de toda la canción. Los teclados de Barbieri, en cambio, tienden más al “jazz” destacando especialmente el uso de las voces de fondo que le dan a toda la pieza un toque fantasmagórico muy especial. Soberbia canción en la línea de lo que fueron los últimos trabajos del grupo antes del parón.




“Dignity” - Comenzamos con un suave inicio de teclados interrumpido por unos acordes de guitarra que dan paso a otra balada de excelente factura. Pese a que la firman Wilson y Barbieri, bien podría pasar por una canción de los primeros discos de Blackfield, el proyecto del primero con Aviv Geffen. Nos parece excelente el trabajo de Wilson a las voces haciendo él mismo todos los coros así como los arreglos finales de piano que encajan perfectamente con el resto de teclados, incluyendo entre ellos órgano Hammond o Mellotron.


“Herd Culling” - Seguimos con otro tema complejo lleno de sutilezas, especialmente en cuanto a los teclados que llenan de sonidos y matices nuevos cada segundo de la canción (incluso hay algún breve solo que nos recuerda al Vangelis de los años setenta). Harrison vuelve a estar soberbio y las ráfagas de rock duro que llegan con el estribillo siguen en la tradición de discos como “Fear of a Blank Planet” o “The Incident”. Magnífica la coda final que pasa en un segundo de la energía de las guitarras eléctricas a la tranquilidad de los pasajes electrónicos de Barbieri.




“Walk the Plan” - Esos mismos teclados brillan en el inicio de la siguiente canción, un tiempo medio en el que la electrónica y los toques de “jazz” tienen mucho peso. Es una de esas canciones a las que no le prestas demasiada canción al principio pero que te van calando con las sucesivas escuchas hasta convertirse en una de tus favoritas.


“Chimera's Wreck” - El cierre del disco es una locura. Comienza en un tono suave, con una introducción de guitarra acústica que nos recuerda a bandas como los Opeth de “Heritage” (especialmente con los juegos de voces que aparecen después) o al proyecto Storm Corrosion de Wilson con el propio Mikael Akerfeldt. Es precisamente a partir de una de las repeticiones del estribillo cuando la canción experimenta el primer giro guiado por la batería de Harrison que sube las revoluciones para entrar en una nueva sección dominada por una de esa melodías intrincadas de métrica imposible que de vez en cuando se le ocurren a Wilson. Nuevo cambio de ritmo para un segundo estribillo en falsete con exhibición de Harrison incluida y vuelta a la melodía del comienzo pero ahora hipervitaminada. Volvemos a cambiar con una inyección metalera y un final coral que nos deja con ganas de mas. Definitivamente es una es esas grandes piezas de rock progresivo que no deberían faltar en los directos de la banda pese a su evidente dificultad técnica.



El título del disco, “Closure/Continuation”, deja abertas todas las posibilidades de futuro porque no aclara si es una despedida (Closure) o el comienzo de una nueva etapa (Continuation). De momento, Porcupine Tree tienen muchos conciertos programados para el año que viene como parte de la gira que comenzó el pasado mes de junio pero también es cierto que Steven Wilson ya ha anunciado nuevo disco en solitario para 2023, “The Harmony Codex”. Así las cosas, es de suponer que posibles nuevos trabajos de la banda tendrán que esperar un tiempo. Por si acaso, disfrutemos de este imprevisto retorno esperando que no haya sido también una despedida definitiva.

miércoles, 21 de abril de 2021

Steven Wilson - The Future Bites (2021)




Hace ya unos meses que vio la luz “The Future Bites”, el último disco en solitario de Steven Wilson y va siendo hora de hablar del que posiblemente ha sido su trabajo más controvertido por las mismas razones que el anterior: su alejamiento casi definitivo del rock progresivo en el que en un momento determinado se le llegó a ver casi como al nuevo mesías. No vamos a ahondar demasiado en algo que no es sino la evolución lógica y, por otra parte, anunciada desde hace mucho tiempo por el propio músico. Años atrás, Wilson mantenía vivos un montón de proyectos paralelos con cada uno de los cuales exploraba distintos géneros y estilos que siempre le habían gustado. Todo ello acompañado de un volumen de producción insostenible que le llevaba a publicar discos con una frecuencia abrumadora hasta el punto en que llegó a declarar que había sacrificado la familia por la música. Eso cambió con el cese de actividad de Porcupine Tree, momento en el que Wilson se centró en su carrera en solitario con regresos puntuales a otros proyectos como Blackfield o No-Man. En los primeros trabajos de esa etapa, el músico siguió una línea continuista con lo que fue Porcupine Tree pero poco a poco se ha ido desmarcando hasta llegar a “The Future Bites”, un disco en el que las guitarras ceden todo el protagonismo a los sintetizadores y a la electrónica, elementos que por otra parte ya estaban muy presentes en los primeros trabajos de Porcupine Tree o en varios de los de No-Man. Es decir, que no hablamos de un salto al vacío sino de una incursión muy meditada en un territorio que Wilson conoce bien pese a que a muchos seguidores se les olvide.


“The Future Bites” es un disco conceptual sobre la sociedad de consumo actual, sobre nuestro modo de vida centrado en el individualismo, las redes sociales y la adquisición de productos únicos que nos distingan del resto. En muchos sentidos es su disco más personal ya que el grueso de los instrumentos de todos los cortes los toca él con participaciones puntuales de viejos colaboradores en canciones concretas (Nick Beggs, Adam Holzman y Richard Barbieri) y de invitados como el batería de The Cure, Jason Cooper o los miembros de la banda Mystery Jets, Blaine Harrison y Jack Flannagan. La presencia más sorprendente es la de Elton John que participa en una de las canciones del disco recitando una serie de artículos de consumo “imprescindibles” para la vida de hoy.


Imagen de la edición "deluxe" del trabajo.


“Unself” - Los dos primeros cortes del disco se pueden entender perfectamente como uno solo ya que el que abre el trabajo no deja de ser una breve introducción a base de unos pocos acordes de guitarra acústica acompañando a un breve texto sin más recorrido.


“Self” - El comienzo real de la acción llega con “Self”, un corte en el que las voces y su tratamiento tienen un papel protagonista, desde los coros hasta la propia voz principal de Wilson ligeramente retocada pasando por las de niños que aparecen en algún momento. Magníficos arreglos de teclado (destacando ese órgano que flota en en todo el inicio), excelentes guitarras en la línea del Bowie de “Fame” e incluso breves momentos para el riesgo con un segmento lleno de distorsión. De lo mejor del disco pese a su corta duración.




“King Ghost” - Seguimos con otro de los grandes cortes del trabajo que se abre con un ritmo y un arreglo que nos recuerda al “Sign of the Times” de Prince. A continuación unos arpegios electrónicos se mezclan con un brillante estribillo en falsete que nos lleva a terrenos poco explorados por Wilson pero en los que se muestra tan competente como siempre. Una joya electrónica que se vio acompañada por un extraordinario videoclip.




“12 Things I Forgot” - Tras la electrónica llega este auténtico homenaje al pop más convencional con una gran canción que habría encajado sin problemas en cualquier disco de Blackfield. Sorprende que haya críticas hacia este supuesto giro hacia el pop por parte de Wilson cuando es un tipo de música que llevamos varios años escuchando en el proyecto de Steven junto a Aviv Geffen. Esta es una canción de factura impecable aunque, justo es reconocerlo, no aporta ninguna novedad.


“Eminent Sleaze” - Llegamos al que en nuestra opinión es el tema más controvertido del disco y el que menos nos gustó cuando apareció como segundo adelanto del mismo. Un tiempo medio con toques de funk y soul que recuerda un poco a Isaac Hayes en el que lo mejor son los arreglos de cuerda, completamente setenteros y los coros además del “stick” de Nick Beggs. Tras varias escuchas el tema consigue interesarnos algo más pero sigue siendo de los que menos nos gustan de todo el trabajo.




“Man of the People” - El viejo Wilson más progresivo se deja entrever en esta pieza que tras un comienzo electrónico muy sutil que parece llevarnos hacia una canción relajada, casi “chill out”, evoluciona con unos guiños brutales a los Pink Floyd de “Welcome to the Machine”. Una de esas canciones en las que cada escucha revela nuevos detalles y acaba por gustar mucho más que al comienzo.


“Personal Shopper” - A nuestro juicio, el tema principal del disco y el equivalente electrónico a los potentes cortes progresivos que siempre aparecían en los anteriores discos de Wilson. Secuencias y líneas de bajo arrolladoras, Wilson cantando en falsete de nuevo y un estribillo cantado por el coro absolutamente magnífico. Cada nueva sección de la canción mejora la anterior hasta convertirla en una de las mejores de Wilson en toda su carrera en solitario. De esos temas que no te cansas de escuchar una y otra vez con un sonido tan ochentero como la sintonía de inicio de “El Coche Fantástico” pero que a la vez suena completamente actual. Es aquí donde aparece Elton John en un interludio leyendo una lista de objetos de consumo sobre unas guitarras indisimuladamente “floydianas”. En la edición “deluxe” del disco aparece una versión extendida de “Personal Shopper” de casi 20 minutos y en ningún momento se hace larga.




“Follower” - Desde aquí hasta el final el disco baja el nivel, algo lógico dada la categoría del corte anterior. Pese a todo hay cosas interesantes como este corte dominado por un ritmo “motorik” propio del “krautrock” alemán en el que escuchamos guitarras rítmicas y un solo flamígero que bien habría podido firmar el Prince más desatado. Dentro de un disco muy electrónico, esta es la pieza con influencias más claras de Kraftwerk.


“Count of Unease” - Termina el disco con una canción lenta en la que encontramos el tono anímico del Wilson de “The Raven that Refused to Sing”. Fascinantes los teclados que van surgiendo en el tramo central y que van construyendo poco a poco una atmósfera extraordinaria llena de melancolía.


La acogida de “The Future Bites” fue bastante similar a la de su anterior trabajo “To the Bone”: buenas críticas por parte de los medios más generalistas y rechazo del sector de los fans más aferrados al Wilson de Porcupine Tree. Nuestra opinión es que es un paso muy acertado hacia un sonido evolucionado. Como el propio artista ha dicho en alguna entrevista “estoy más emocionado por las posibilidades que me presenta la música electrónica en el siglo XXI que por la guitarra” y eso se refleja perfectamente en este trabajo en el que los instrumentos electrónicos ocupan un lugar privilegiado.


Tenemos que hacer referencia al hecho de que el lanzamiento de “The Future Bites” se vio acompañado del de varios singles en los que había gran cantidad de material no incluido en el disco además una edición de lujo con bastantes más canciones y versiones alternativas como indicamos antes. Entre ellas hay una remezcla de “King Ghost” a cargo, nada menos que de Tangerine Dream o canciones magníficas como “Eyewitness” o “Move Like a Fever” que no nos habría importado escuchar dentro del disco “normal” cuya duración por otra parte (apenas 40 minutos) es bastante inferior a lo que solía ser en trabajos anteriores del músico. También apareció una limitadísima edición de un solo ejemplar al módico precio de 10.000 libras esterlinas que se vendió casi inmediatamente y cuyos beneficios iban destinados a una organización benéfica que colabora con distintos festivales de música al aire libre. Os dejamos con una de esas “caras b” que no aparecen en el disco.




miércoles, 3 de febrero de 2021

No-Man - Returning Jesus (2001)



“Wild Opera”, nuestro disco favorito de No-Man, se había publicado hacía ya varios años y en ese periodo, la carrera de Porcupine Tree había despegado definitivamente. Eso, unido a un prolongado silencio discográfico de Tim Bowness hacía pensar en “Returning Jesus” como el más que probable disco de despedida del dúo formado por Tim y Steven Wilson. De hecho, en el trabajo iba a aparecer material escrito a lo largo de varios años, incluso rescatado de los meses anteriores a la publicación de su anterior disco. En su día, muchos pensaron que el especial cuidado con el que estaba hecho todo en el nuevo trabajo obedecía al deseo de dejarlo todo en lo más alto. La despedida perfecta.


Luego supimos que no era así y No-Man han resistido hasta nuestros días incluso haciendo compatible su existencia con las exitosas trayectorias de sus dos miembros por separado pero creemos que es un buen momento para recordar este precioso “Returning Jesus” publicado hace casi veinte años. El disco se hizo esperar y es que conocemos pocos casos, por no decir ninguno, en los que el “single” de adelanto aparezca con más de dos años de antelación respecto al disco al que pertenece. Rareza que se vio duplicada con la aparición del segundo “single” dos años más tarde que el propio LP, con lo que quedó mucho más cerca en el tiempo del siguiente trabajo de la banda que del disco al que pertenecía. Todo esto tenía una explicación y es que los dos miembros de la banda estuvieron muy ocupados en ese tiempo rescatando las primeras canciones que escribieron allá por 1988-1989 y que solo habían aparecido en formato cassette en 1993 bajo el título de “Speak”. En los meses previos a la aparición de “Returning Jesus”, No-Man estuvieron recuperando, remezclando y en muchos casos regrabando las pistas de aquellos temas antiguos. Las partes vocales, por ejemplo fueron grabadas por completo. La nueva versión de “Speak” sería publicada en CD a mediados de 1999 pero todo ese trabajo fue simultaneo a la composición y grabación de la mayor parte del material del nuevo disco que también rescataría alguna pieza antigua que no había encontrado acomodo en ningún otro proyecto en su día.


De lo minucioso del proyecto da buena cuenta el hecho de que prácticamente los tres últimos años del mismo los dedicaron a seleccionar con sumo cuidad las canciones del mismo así como los músicos idóneos para cada tema. En el proceso se llegó a pensar en un disco más bien corto de poco más de media hora de duración, en uno mucho más extenso con prácticamente todo lo grabado sin apenas filtros e incluso incluir transiciones habladas entre las canciones en las que se desarrollasen aún más los textos. Finalmente se optó por una selección algo mayor que la planteada en un principio prescindiendo de canciones completamente terminadas pero que podían alterar la coherencia interna del álbum.



Para ello, Bowness y Wilson se rodearon de una formación de aire jazzístico lo que daba una buena pista de por dónde podían ir los tiros en esta ocasión. Al batería Steve Jansen (quien ya había trabajado con No-Man), el flautista y saxofonista Theo Travis (participante en proyectos anteriores de Wilson como Bass Communion) y el bajista Colin Edwin (de Porcupine Tree), se unen en esta ocasión el teclista David Kosten, los trompetistas Ian Carr e Ian Dixon y el guitarrista Ben Christophers. El resto de instrumentos, como es habitual, corrían todos por cuenta de Steven Wilson.


“Only Rain” - El álbum comienza con unas cuerdas lánguidas y repetitivas que nos recuerdan a “The Sinking of the Titanic” de Gavin Bryars. Sobre ellas aparece la voz de Bowness sosteniendo ese mismo ritmo pausado, cadencioso, casi somnífero, apenas alterado por la trompeta de Ian Carr, imbuida del espíritu del Miles Davis de discos como “Siesta”. Tras la introducción aparece la percusión y la guitarra de Ben Christophers con un punto errático que le sienta de maravilla al tema que gana en consistencia a partir de entonces con cuerdas, trompeta y contrabajo unidas en un precioso segmento jazzístico que se va difuminando en un lento final. La canción surge de una coda que pensaron añadir a un tema anterior para un disco de remixes en 1995. En aquel momento Bowness estaba trabajando en otro proyecto con David Kosten y se pensó incluir el tema en el disco que este iba a publicar bajo el nombre de Faultline pero se descartó.


“No Defence” - Mucho más convencional es la siguiente canción construida a partir de una serie de acordes de guitarra mil veces repetidos en el rock. La magia la opera en esta ocasión Tim Bowness con su inimitable estilo a la hora de cantar. A partir de ahí, cada detalle es una gema más a añadir al conjunto. El piano, los fondos de mellotron o similar, la exquisita batería de Steve Jansen o la trompeta, en este caso de Ian Dixon no hacen sino mejorar la pieza a cada intervención.


“Close Your Eyes” - Cambio total en cuanto a entorno sonoro para arropar la voz de Bowness. Percusiones africanas, sonido de órgano y una preciosa guitarra que pone filo a la canción es todo lo que necesita el grupo para componer un tema extraordinario con toda la esencia de una banda peculiar y única en su especie. La canción parte de otra escrita en 1988 que revisaron mientras trabajaban en la nueva edición de “Speak”. Se quedaron con las partes más interesantes y aprovecharon las aportaciones de todos los músicos participantes en la grabación.


“Carolina Skeletons” - Llegamos a una de nuestras 4 o 5 canciones favoritas de la discografía de No-Man que, además, funciona de maravilla en formatos muy diferentes como atestiguan las distintas versiones en directo que podemos oír en los conciertos de la banda. Como todos los temas anteriores, es un tiempo lento y melancólico, perfectamente adornado con efectos electrónicos, una delicada guitarra y una atmósfera evocadora. Rozando la perfección. Curiosamente, esta canción, al igual que la siguiente, fueron compuestas y grabadas por la Wilson y Bowness directamente en el estudio de grabación sin partir de ninguna idea previa.




“Outside the Machine” - Volvemos al espíritu “jazzy” con la batería juguetona de Jansen ribeteada de las notas precisas de piano. Poco después escuchamos a Tim levantar la voz, algo poco frecuente en él, para subrayar un estribillo encantador. Creemos que es difícil escuchar a alguien cantando “no te necesito” de una forma más elegante.


“Returning Jesus” - El comienzo es arrebatador. Una percusión que bien podría salir de las cacerolas de la casa de cualquiera de los músicos se combina con un primitivo sonido electrónico no muy diferente al del Casiotone más básico. Pues con ese ritmo en bucle tenemos ya la base de otra gran canción que comienza con Tim cantando varias veces el título del tema que vendrá después, en un curioso juego que puede llevar a la confusión ya que este será una pieza instrumental. En la parte central de la canción aparece el autoarpa tocado por Wilson, quien se enamoraría de ese sonido durante mucho tiempo.




“Slow It All Down” - Curiosamente, y pese a que, como decíamos antes, el título de este tema era parte de la letra del anterior, no se trata de una coda de aquel ni mucho menos sino de una composición independiente y de gran interés en la que se combinan ritmos electrónicos, el saxo de Theo Travis y las guitarras para formar una pieza instrumental de gran entidad, quizá más cercana a otros proyectos de Wilson como sería Bass Communion.


“Lighthouse” - Otra de las canciones clásicas de la banda con un Bowness que recita más que canta durante la mayor parte de la misma con la única excepción del estribillo. Pese a un comienzo muy relajado, la evolución de la canción, especialmente a partir de la entrada del órgano, es quizá la más cercana de todo el disco a un concepto cercano al rock progresivo. La parte central en la que volvemos a escuchar una batería muy jazzística mezclada con juegos minimalistas de teclado en el más puro estilo de Steve Reich, es una verdadera maravilla que justificaría por sí sola todo el disco. Tras un corte abrupto, se cierra la pieza con un segmento lleno de aroma “floydiano” tanto en la parte del órgano como en la de la guitarra. El punto de partida fue otra canción descartada, en esta ocasión de 1994.




“All That You Are” - Con un esquema cercano a “No Defence”, en el sentido de que parte de una base trillada para evolucionar después en algo muy distinto, “All That You Are” es un cierre perfecto para el disco. Con un punto de épica inesperado pero que le sienta de maravilla es una despedida inmejorable que nos deja con una sonrisa en la boca.



Lo cierto es que Tim Bownes confirmó los rumores de los que habíamos hablado al principio. Los trabajos anteriores de No-Man no habían obtenido el éxito y las buenas críticas de sus precedentes pese a que los dos artistas consideraban que eran tan buenos como aquellos o mejores. Con ese panorama, trabajaron en “Returning Jesus” con la perspectiva de que si aquel iba a ser su último disco juntos, querían hacer algo de lo que sentirse orgullosos y lo consiguieron hasta tal punto que Bowness comenta divertido en las notas de la reedición de 2002 del trabajo que una de las pocas críticas negativas que llegó a leer decía: “no me gusta nada de lo que se oye en el disco y, lo que es peor, es que estoy convencido de que los autores están encantados con el resultado”. A eso, Tim solo pudo añadir: “Tiene toda la razón”.


No-Man han seguido grabando discos hasta hoy en día y lo cierto es que es el único de todos los proyectos colaborativos de Steven Wilson que parece seguir en pie y a pleno rendimiento, toda vez que su participación en Blackfield es cada vez más marginal pudiendo considerarse ya el proyecto de Aviv Geffen más que la colaboración que fue en su día. “Returning Jesus” fue un punto de inflexión para No-Man que merece la pena recordar y cuya escucha nunca decepciona.


domingo, 16 de junio de 2019

Bass Communion - Bass Communion II (1999)



Hablábamos en la anterior entrada de la influencia del “krautrock” y más concretamente de Tangerine Dream en la música de Steven Wilson. Como ya señalamos, sus primeros proyectos de adolescencia (Altamont y Karma) reflejaban claramente su amor por estos estilos pero con la creación de Porcupine Tree, este tipo de sonidos quedó en un segundo plano. Sin embargo, la necesidad del músico inglés de expresarse por todos los medios posibles terminó por llevarle a crear distintos proyectos con los que explorar todo tipo de músicas. Así, en 1996 puso en marcha I.E.M. (Incredible Expanding Mindfuck) que sería la forma de mostrar su lado “kraut” y un par de años más tarde, Bass Communion, su proyecto más puramente electrónico que comenzó con una orientación más ambiental y terminó por convertirse en el acercamiento a la “drone music” de Wilson.

Nos centramos hoy en el segundo volumen del proyecto, titulado sencillamente “II”. El trabajo apareció algo más de un año después del primer volumen aunque se grabó prácticamente de modo simultaneo a los últimos cortes de aquel. En la misma época, Wilson trabajaba junto con el resto de miembros de Porcupine Tree en el disco “Stupid Dream”. El sonido del grupo estaba evolucionando hacia canciones más cortas y estructuras pop/rock más convencionales que antaño, lo que dejaba poco margen para los experimentos de Wilson con sonidos y ritmos electrónicos amalgamados con rock progresivo que caracterizaron a Porcupine Tree cuando eran un proyecto personal y también en los primeros trabajos ya como una formación estable de cuatro músicos. Quizá eso hiciera que Wilson diera forma a proyectos alternativos como Bass Communion para seguir explorando en una dirección más electrónica, al margen del que ya era su proyecto principal. El primer disco de Bass Communion fue una especie de recopilación de material grabado en la época 1995-1998 junto con trabajos de exploración sobre cintas procedentes de las sesiones de grabación de “Flowermouth”, el segundo disco de No-Man (el proyecto de Wilson con Tim Bowness). En aquel trabajo colaboraban, entre otros, Robert Fripp y Theo Travis y algunos de los “soundscapes” creados por el primero formaron parte del larga duración de debut de Bass Communion convenientemente tratados y procesados por Wilson. “Bass Communion II”, por el contrario, parece un proyecto más definido y con una idea más clara detrás. Pese a encontrar también aquí una continuación de la experimentación sobre el material de Fripp de 1993, el resto del material parece más en consonancia con la idea de hacer un disco con una coherencia interna mayor. De hecho, “Bass Communion I” ha quedado en un cierto olvido y no ha sido reeditado con posterioridad como sí lo fueron otros discos de ese proyecto, incluyendo “Bass Communion II”.

“Advert” - El primer corte del disco no llega al minuto de duración y es, simplemente, un fondo sonoro con una serie de efectos que enlaza directamente con la segunda pieza.

“16 Seconds Swarm” - En los primeros instantes apenas oímos un sonido como de estática del que surge de forma tenue una especie de melodía muy lenta y sin un gran desarrollo en un principio. La adición de nuevas capas sonoras tras cada repetición va haciendo de ese escueto tema algo casi hipnótico que evoluciona de una forma similar a la música de Brian Eno en los discos de la serie “Ambient”. La música fluye tranquila hasta el ecuador de la pieza cuando irrumpe un potente colchón de cuerdas electrónicas que eleva el tema a un nivel superior, de un modo que nos recuerda mucho a los trabajos de Johann Johannsson que llegarían unos años después. Una pieza extraordinaria.




“Grammatic Oil” - La primera novedad llega de la mano de la percusión. Una serie de tambores tribales ejecutan un ritmo constante sobre un fondo sintético que primero es tranquilo pero que pronto se torna inquietante, especialmente a partir de la aparición de un esquemático tema de sintetizador y de la entrada de lo que podría ser un “mellotron”. A todos estos elementos se suma un pulso rítmico grave que aparece a intervalos irregulares terminando de construir una atmósfera fascinante de la que poco a poco desaparecen las percusiones del principio. Aparece entonces puntualmente una afilada sección de cuerda que da paso a efectos y ecos que nos transportan a un lugar oscuro, claustrofóbico, amenazante, que no permite ni un instante de relajación terminando la pieza entre una gran tensión.

“Drugged 3” - En el primer disco de Bass Communion aparecían las dos primeras partes de “Drugged”, el experimento de Wilson sobre los “soundscapes” de Robert Fripp al que nos referíamos más arriba. Aquí tenemos la última pieza de la serie que comienza con el exótico sonido del “autoharp” que tanto gusta a Wilson. Acompañándole, un fascinante “soundscape” que se desdobla poco después con la adición de un órgano. Aparece entonces la guitarra eléctrica con un par de acordes que nos introducen en la segunda parte de la pieza, un segmento que Wilson reutilizaría como parte de la canción “Together We're Stranger” del disco homónimo de No-Man unos años después. De ahí en adelante la pieza vuelve a los sonidos casi celestiales de “16 Seconds Swarm” con el añadido del saxo de Theo Travis, uno de los colaboradores más consistentes de toda la carrera de Wilson en sus distintos proyectos.




“Dwarf Artillery” - Cambio radical de estilo en el siguiente corte que cuenta con un comienzo pleno de ritmo. Un latido de bajo, un pulso electrónico y efectos sonoros de todo tipo van combinandose en una animada secuencia de la que surge un repetitivo fondo de órgano. La combinación, en diferentes secuencias de todos esos elementos termina por conformar una pieza más que interesante que se nos hace corta pese a superar los siete minutos de duración.




“Wide Open Killingfeld” - La siguiente pieza es una inmersión en ambientes sonoros que funcionaría como la prolongación de “Grammatic Oil” pero rebajando unos cuantos puntos la tensión. Sin llegar a ser un corte especiamente amable, es mucho más acogedor que aquel. Sin sobresaltos y con un desarrollo más lineal, funciona, sin embargo, como pieza atmosférica para mantener al oyente alerta.

“A Grapefruit in the World of Park” - Si hay algo que lastra en cierta medida el disco, al margen de su larga duración, el bajón que suponen los dos últimos cortes y es que el que cierra el trabajo no es demasiado diferente del que lo precede lo que nos deja con un tramo final de más de 25 minutos sin apenas variaciones que contrasta con la alternancia de estilos de los primeros cinco temas del album. Sin ser en modo alguno dos piezas intrascendentes, las dos últimas pueden provocar la desconexión de muchos oyentes aunque, al fin y al cabo, hablamos de música “ambient” y la propia definición de la misma implica que puede seguirse sin una atención excesiva ¿no es así?.


Aunque nació como un proyecto casi marginal para la exploración sonora por parte de Steven Wilson y la inmersión en estilos que no cabían en sus otras aventuras, lo cierto es que, a día de hoy Bass Communion es su encarnación más longeva ya que son ya 21 años los que han pasado desde su primer disco y aún sigue en marcha (Porcupine Tree llegó a los 20 años de actividad pero no pasó de ahí y la participación de Wilson en No-Man no parece clara en los últimos años pese a que se anunció un nuevo disco no hace mucho). De hecho, podríamos decir que es el único proyecto del músico que sobrevive a la decisión de aparcar todo lo demás para centrarse en los discos firmados con su propio nombre y eso es algo que hemos de agradecerle ya que Bass Communion es una propuesta completamente distinta al resto pero lo suficientemente abierta como para explorar un gran número de tendencias dentro de la música electrónica más ambiental. Si aún no la conocéis, este disco es un punto de partida muy accesible antes de meterse en trabajos más áridos.

martes, 4 de junio de 2019

Bass Communion - Ghosts On Magnetic Tape (2004)



A los amantes de la parapsicología, el nombre de Konstantin Raudive no les resultará extraño. Tras conocer la obra del pionero sueco Friedrich Jürgenson, se interesó en el nuevo fenómeno de las “psicofonías” en la década de los sesenta siendo uno de los primeros autores en investigar en ese campo obteniendo una extensa colección de grabaciones con supuestas voces del más allá. Esos “fantasmas” captados por la cinta magnética fueron la inspiración de Steven Wilson para realizar uno de los mejores discos grabados bajo el nombre de Bass Communion.

En origen, Bass Communion fue una especie de prolongación de Altamont, un proyecto de adolescencia de Wilson en el que, en compañía de su amigo Simon Vockings, trataban de hacer música basada en las bandas de “krautrock” que tanto gustaban a ambos jóvenes. En cualquier caso, si bien aquellas cintas de Altamont tenían una influencia muy directa de bandas como Tangerine Dream, la música de Bass Communion era algo diferente. Sus puntos en común con los alemanes se encontraban más en el espíritu de experimentación que en el estilo musical. “Ghosts in Magnetic Tape” estaba basado en una serie de viejos discos de 78 rpm que Wilson encontró en el desván de la casa de sus padres. Esas grabaciones de campo, con sonidos ambientales a modo de librería, inspiraron al músico pese a que ni siquiera tenía un equipo adecuado para reproducirlas a la velocidad correcta, teniendo que hacerlo a 45 rpm. A lo largo del trabajo encontramos extensos pasajes en los que podemos escuchar un profundo tratamiento sonoro de esas fuentes de las que Wilson extrae verdaderas maravillas. Esos discos sonando a una velocidad más lenta de lo normal con los ruidos inevitables causados por el deterioro de los mismos a lo largo del tiempo, los saltos, los siseos, etc. conforman una base sonora a partir de la cual, Wilson realiza todo su trabajo. Jonathan Coleclough, viejo amigo del lider de Porcupine Tree aporta los samples adicionales utilizados en la grabación.




El disco consta de cinco partes numeradas correlativamente. La primera comienza con un profundo “drone” salpicado por notas de piano que forman un esbozo de melodía y transcurre así durante la mayor parte del tiempo, con los sonidos flotando entre los canales del estéreo y la continua aparición de rumores y extraños ruidos que hacen de la mezcla una escucha verdaderamente inquietante. En el tramo final escuchamos un raro crepitar, procedente con toda seguridad del paso de la aguja por las partes más silenciosas de los discos almacenados en el desván para terminar fundiéndose con un fantasmagórico sonido orquestal que nos recuerda la visión de Gavin Bryars del hundimiento del Titanic. La segunda parte del trabajo cambia por completo de sonidos, ofreciéndonos un canto que en otro contexto sería angelical pero que aquí causa el efecto contrario. Es en esta parte en la que más se nota el trabajo de Wilson en cuanto al tratamiento de los sonidos, no sólo de la voz principal sino de todo lo que se mueve bajo la superficie. Un tema más que interesante que podría ser una especie de reverso tenebroso de la segunda parte del “Music for Airports” de Brian Eno. Llegamos así a la tercera parte en la que nos sumergimos de nuevo en las capas más oscuras de la música de Wilson, con sonidos graves opresivos por todas partes de entre los que surgen, muy de cuando en cuando, extraños efectos sonoros enterrados muy profundamente en la mezcla. Si hay algo en el disco que recuerde a las “psicofonías” que mencionábamos al principio es precisamente esta parte. El cuarto movimiento, por así llamarlo, de la obra es el que tiene una mayor intención melódica aunque los motivos se filtren con dificultad entre una densa neblina sonora. Cuerdas e incluso un lejano órgano hacen un esfuerzo titánico por dejarse oír mientras una suerte de latido percusivo lo va invadiendo todo. Llegamos así a la extensa parte final de casi veinte minutos de duración. Los primeros son realmente claustrofóbicos con una serie de efectos continuos que hacen pensar en una tormenta lejana o en un enfurecido río subterráneo transcurriendo varios metros en el subsuelo bajo nuestros pies. La atmósfera perfecta para una incursión en el “upside down” de la serie “Stranger Things”. Aparece entonces Theo Travis para interpretar sus habituales flautas que son convenientemente tratadas y distorsionadas por Wilson quien consigue que suenen como las escucharíamos si estuviéramos sumergidos en una bañera, lejanas, espesas... el escenario sonoro ideal para un paseo por las afueras de Las Vegas en, digamos, el año 2049.




“Ghost on Magnetic Tape” fue el cuarto disco de Bass Communion y el primero con título propio (los anteriores tenían como único distintivo un ordinal). Como sucede con casi todos los proyectos paralelos de Steven Wilson, el disco ha conocido diversos formatos desde su publicación en 2004. Apareció como CD, como vinilo con un tema adicional, y más recientemente como doble CD con el añadido de un segundo disco en el que el artista sonoro Andrew Liles hace una extensa reinterpretación de todo el trabajo (igualmente recomendable). A lo largo de todos estos años hemos prestado una gran atención a la obra de Wilson pero su proyecto ambiental, Bass Communion, ha ocupado apenas un par de entradas hasta el día de hoy. Con esta y con la siguiente pretendemos paliar esta situación y ampliar nuestra visión sobre la versión más arriesgada y experimental de la música del artista británico, quien, pese a haber aparcado muchos de sus proyectos como eran Porcupine Tree, No-Man e incluso Blackfield, sigue manteniendo, por contra, una linea muy regular de lanzamientos de Bass Communion en paralelo a su obra en solitario bajo su propio nombre.


 

martes, 26 de marzo de 2019

Porcupine Tree - Recordings (2001)



Recientemente hablamos aquí de esos discos que surgen a partir de descartes de otros trabajos, de canciones que quedaron fuera por unos u otros motivos de proyectos pasados  y que no terminan de encontrar acomodo hasta mucho después. En la carrera de Porcupine Tree, al igual que ocurre en la posterior en solitario de su líder Steven Wilson, hay decenas de temas de estas características. Alguno de ellos acaba formando parte de discos posteriores pero en el caso de la banda británica, la salida habitual terminaba por ser la de publicarlos como parte de recopilatorios.

Llama la atención que una formación de trayectoria tan extensa como Porcupine Tree no tenga ningún disco de grandes éxitos al uso. Se podría argumentar al respecto que nunca fueron realmente un grupo extremadamente popular a nivel global pero esa no es razón, en la mayoría de los casos, para no lanzar de vez en cuando algún recopilatorio que facilite el acercamiento a su música de aquellos demasiado perezosos para ponerse a bucear por los discos convencionales. Ahí radica parte de la originalidad de la banda de Wilson y es que a lo largo de los años publicaron un buen número de recopilaciones aunque todas ellas estaban integradas en su mayor parte por material inédito o publicado en tiradas muy bajas como complemento de los singles. Ese es el caso del disco que traemos hoy aquí, publicado en 2001 bajo el no demasiado original título de “Recordings”.

En este trabajo se iban a recoger canciones del periodo inmediatamente anterior. El que se correspondía con la grabación de “Stupid Dream” y “Lightbulb Sun” y en cierto modo sirvió para cerrar una etapa. Comenta Wilson que lo normal habría sido aprovechar parte de ese material para próximos trabajos pero que se descartó la idea ante el cambio de rumbo que estaban planeando y que les llevaría a un sonido más duro y cercano al metal progresivo en sus siguientes discos. “Recordings” iba a suponer, además, la despedida del batería Chris Maitland, reemplazado por Gavin Harrison poco después.

Imagen de la formación de la banda hasta "Recordings".


“Buying New Soul” - “Recordings” se abre con una maravillosa canción que la banda completó justo tras acabar las sesiones de grabación de “Lightbulb Sun”. Es un extenso tema que cuenta con una deliciosa introducción electrónica en la que podemos escuchar un agonizante violonchelo justo antes de la entrada de la guitarra acústica de Steven Wilson. Comienza ahí la canción propiamente dicha, que cuenta con un estribillo lento absolutamente imbatible. Superada la mitad del tema tenemos un clásico interludio instrumental que incluye una parte electrónica realmente evocadora que sirve de base para una nueva parte de guitarra previa a la revisión final del tema central. Es el único corte del disco firmado por todos los integrantes de la banda y una canción de la que todos afirmaban que, de haberse terminado a tiempo, habría formado parte del citado “Lightbulb Sun”.




“Access Denied” - En las mismas sesiones de grabación de aquel disco, presentó Wilson la demo de esta canción que no gustó a ninguno de los integrantes de la banda y quedó aparcada. Afortunadamente el cantante no cejó en su empeño y la banda accedió a grabarla para que formase parte de “Recordings”. Es una canción corta, en la linea de las que Porcupine Tree grabó en aquellos años. El comienzo es casi jovial, con el piano martilleando una serie de notas que Wilson acompaña con su voz modificada electrónicamente. En los primeros instantes hay hasta un cierto aire “beatle” en la canción pero enseguida se encamina por otros derroteros más experimentales y hasta jazzísticos con efectos electrónicos y un tono más oscuro aunque pronto retoma el espíritu inicial. Una rareza dentro de la discografía de Porcupine Tree que merece la pena revisar.

“Cure for Optimism” - El disco “Lightbulb Sun” contó con dos singles: “Four Chords That Made a Million” y “Shesmovedon”. Esta canción fue grabada entre las sesiones de “Stupid Dream” y “Lightbulb Sun” y se incluyó en forma de “cara b” en el segundo de los singles mencionados. Es una pieza muy interesante que cuenta con una larga introducción instrumental que desemboca en una canción lenta muy del estilo de Wilson. Los arreglos, como siempre, son de lo más destacado. Sonidos atmosféricos y efectos de todo tipo así como sonidos antiguos como el del Mellotron arropan al cantante que, al margen de eso, se acompaña de su guitarra acústica.

“Untitled” - Continuamos con una larga improvisación instrumental procedente de las mismas sesiones y que, como el tema anterior, apareció ya en la versión en CD del single de “Shesmovedon”. En su comienzo recuerda a la anterior “Buying New Soul”, quizá por el uso del violonchelo y por tener una atmósfera similar. Pronto toma un rumbo distinto con elementos de jazz y detalles que recuerdan a los experimentos de la banda en su disco “Metanoia”. Un tema más ambiental que el resto del disco y que nos da una buena medida de esa faceta de la banda.

“Disappear” - Seguimos en las sesiones de grabación de “Lightbulb Sun” y llegamos a esta sencilla canción que apareció como “cara b” del single “Four Chords that Made a Million”. Un tema quizá algo convencional para lo que representa una banda como Porcupine Tree, incluso teniendo en cuenta que pertenece a la etapa del grupo más orientada a este tipo de canciones.

“Ambulance Chasing” - Retrocedemos en el tiempo hasta las grabaciones de “Stupid Dream”, el trabajo anterior a “Lightbulb Sun” para encontrar este interesantísimo corte instrumental con un protagonismo coral por parte de todos los miembros de la banda, especialmente de la sección rítmica formada por Colin Edwin y Chris Maitland. Las guitarras tienen ese toque psicodélico que tan bien le sentaba al sonido del grupo en sus primeros discos. La pieza fue “cara b” en la versión en CD del single “Piano Lessons” y cuenta con la participación de Theo Travis como músico invitado.




“In Formaldehyde” - Igual que “Dissapear” y procedente de las mismas sesiones, este tema fue otra de las “caras b” de “Four Chords that Made a Million”. Es otra de esas canciones de la banda llenas de efectos psicodélicos, guitarras líquidas y voces procesadas a la que quizá le falte un poco de fuerza para ser recordada como un gran tema pero que merece la pena escuchar.

“Even Less” - Si tenemos que quedarnos con una sóla canción de todo el trabajo, sin duda sería con esta. “Even Less” es uno de los grandes clásicos de la banda pero en la versión que apareció publicada en “Stupid Dreams”, fué recortada casi en la mitad de su duración. Aquí escuchamos el tema original completo a lo largo de sus gloriosos catorce minutos. “Even Less” anticipa el giro hacia el “metal” de los próximos discos de la banda y también tiene muchos de los elementos alrededor de los que Wilson construiría su carrera en solitario más adelante. No es de extrañar que se convirtiera en una canción habitual en el repertorio de Porcupine Tree en vivo y que siga muy presente en el del propio Wilson hasta nuestros días.




“Oceans Have No Memory” - El disco termina con un instrumental más corto que se grabó inicialmente para “Stupid Dream” pero que fue descartado quedando como “cara b” del single “Piano Lessons” aunque sólo en su versión en vinilo. Es un tema intimista con la guitarra eléctrica como instrumento principal que no tiene demasiada trascendencia. Costaría identificarlo como de Porcupine Tree si no supiéramos que lo es.

Si hay un hecho destacable en la discografía de Porcupine Tree es, precisamente, la ausencia de trabajos irrelevantes. Incluso las recopilaciones tienen unas características que las hacen imprescindibles para todo seguidor de la banda. En esta linea, “Recordings” es un complemento perfecto para los dos discos de cuyas sesiones de grabación se nutre y un disco muy útil para documentar esa época del grupo, previa al cambio de estilo y de alineación que se daría inmediatamente después.

miércoles, 20 de junio de 2018

Porcupine Tree - Lightbulb Sun (2000)




Una de las críticas que más nos llamó la atención del último disco de Steven Wilson, “To the Bone”, fue la que le acusaba de buscar una mayor comercialidad que en discos anteriores. Nos sorprendió por muchas cosas pero quizá la más importante es que ese tipo de acusación ya se le había hecho al artista cuando era el lider de Porcupine Tree. Tras varios discos en los que pasó por el rock, la electrónica, la psicodelia, el rock progresivo y por todo ello junto mezclado en distintas proporciones, en 1999 la banda lanzó “Stupid Dream” que supuso un importante cambio de formato: de canciones extensas, con mucho de improvisación y experimentación, pasaron a un disco de temas más cortos y canciones mucho más convencionales en cuanto a su esquema y desarrollo. Fue, en palabras de Wilson, la culminación de un proceso de aprendizaje a la hora de crear una estructura y concentrar las ideas en un formato más accesible pero eso no suponía en ningún caso una merma de calidad.

“Lightbulb Sun” iba a ser un paso más en esa idea, todo los procesos trabajados en aquel periodo iban a desembocar en un disco creado en apenas tres meses. Una obra que iba a mantener los esquemas más cercanos al pop de su predecesor pero que también iba a recuperar elementos de trabajos anteriores en ese proceso continuo de experimentación, asimilación y cambio que ha dominado la carrera de Wilson desde sus comienzos. Dentro de la cronología de Porcupine Tree, “Lightbulb Sun” iba a ser el último disco grabado con Chris Maitland a la batería. El resto de miembros eran los habituales: Steven Wilson (voz, guitarras, teclados, etc.), Richard Barbieri (sintetizadores, órgano Hammond, Fender Rhodes, Clavinet y Mellotron) y Colin Edwin (bajo). Además, se contó con una sección de cuerda conformada por las integrantes del Minerva Quartet (Katy Latham y Lisa Betteridge, violines, Sarah Heines, viola y Emmeline Brewer, violonchelo) y por los solistas Stuart Gordon (violín y viola) y Nick Parry (violonchelo).

Wilson y sus muchachos.


“Lightbulb Sun” - El comienzo es sencillo con unos acordes de guitarra acústica que dan paso a los primeros versos de un tema que enseguida experimenta un giro con un riff eléctrico y un cambio de ritmo a cargo de la batería que comparte protagonismo con un bajo realmente inspirado. Es en esta nueva fase un tema mucho mas enérgico con un aire americano muy marcado y algún guiño hacia el “metal” que dejaba entrever la próxima evolución de la banda.

“How is Your Life Today?” - Sorprendente la minatura que encontramos después. Se abre con un bonito vals de piano sobre el que Wilson canta a través de filtros “lo-fi” antes de empezar unos preciosos juegos vocales consigo mismo gracias a la tecnología del estudio. Una joyita a descubrir que es facil que pase desapercibida. También un precedente claro del Wilson de alguno de sus trabajos en solitario como “The Raven that Refused to Sing”.

“Four Chords that Made a Million” - Mucho más potente es la siguiente pieza que se abre con unas guitarras desafiantes y una percusión de aire tribal muy interesante. A partir de ahí, una descarga de adrenalina que nos parece acertadísima. La segunda parte es ya más reconocible y enlaza con la tradición del grupo. Pese a ello, es un tema muy diferente de lo que hacía la banda hasta aquel momento y su elección como primer single del disco era toda una declaración de intenciones.




“Shesmovedon” - El segundo single del trabajo es una de nuestras canciones favoritas del mismo, algo con lo que probablemente esté de acuerdo el propio Wilson que la regrabaría tiempo después durante las sesiones de “Deadwing”. Se trata de una canción con una producción sucia pero perfecta para el tema y que cuenta, además, con uno de los estribillos más redondos de toda la carrera del grupo y una sección instrumental en el segmento final realmente brillante.

“Last Chance to Evacuate Planet Earth Before It Is Recycled” - Sin solución de continuidad enlazamos con el siguiente corte en el que encontramos otra vez una cierta “americanización” del sonido, especialmente en lo referente a las guitarras (el uso del banjo también contribuye a esa idea). Tras un comienzo más o menos estándar, entramos en una sección central magnífica con Barbieri haciendo diabluras con el Fender Rhodes en un tramo de aire psicodélico en la linea de trabajos anteriores del grupo. Se echa en falta algo más de minutaje aquí para desarrollar las ideas que se plantean pero ya dijimos que este era un trabajo más enfocado a temas cerrados que a viajes experimentales.

“The Rest Will Flow” - Las cuerdas del Cuarteto Minerva y los dos solistas de apoyo son, junto con el Mellotron, el sustento principal de la banda en una pieza más alegre de lo normal. La típica canción que Wilson desarrollaría tiempo después con su proyecto Blackfield desligando así este lado más “pop” de Porcupine Tree

“Hatesong” - Colin Edwin, coautor del tema junto con Wilson, se hace con el mando de la nave gracias a una melodía de bajo que recorre toda la pieza de modo hipnótico. Es algo similar a lo que ocurría en los discos más experimentales del grupo que iban construyendo estructuras fantásticas a partir de un pequeño trazo del bajo aunque aquí se desarrolla todo con mayor rapidez. Es una delicia ver cómo se suceden los diferentes tramos de la pieza, cada uno protagonizado por un instrumento. Al bajo le sucede el Mellotron y ambos una seca ráfaga de guitarra “metalera” subrayada por una batería autoritaria. El tramo final del tema es todo un disfrute para cualquier aficionado al rock progresivo y uno de los grandes momentos del trabajo.




“Where We Would Be” - Se hace la calma con una balada más tranquila en la que los juegos vocales son lo más interesante frente a unos acordes de guitarra repetitivos y una percusión que se limita a hacer compañía. Un tema correcto.

“Russia on Ice” - Algo más de trece minutos dura el corte más experimental del trabajo. Es una pieza coral, firmada por toda la banda, y eso se nota en todo su desarrollo en el que de un modo u otro, todos los músicos tienen protagonismo. Comienza con sonidos electrónicos sobre los que se destacan leves trazos de guitarras aunque pronto se transforma en una balada oscura marcada por una pocas notas de guitarra que se repiten cada poco tiempo. Volvemos a escuchar las cuerdas en un fragmento de gran interés en el que juegan un poco con la banda hasta callar de nuevo para escuchar la voz de Wilson. Mediada la pieza volvemos a los ambientes de “jazz cósmico” que la banda exploró en “Metanoia” o “Voyage 34” sólo rotos por un nuevo giro hacia el “metal” que va a desembocar en un final extraordinario en el que oímos uno de los pocos solos de Maitland a la batería en el que iba a ser su último disco con Porcupine Tree.




“Feel So Low” - El disco concluye con una suave balada de arreglos sencillos que incluso diríamos que tiene un cierto toque de los U2 de “The Joshua Tree”, especialmente por el tratamiento sonoro de las guitarras y la forma de cantar de Wilson en esta ocasión.


Con “Lightbulb Sun” se cerró una etapa en Porcupine Tree. De cara al siguiente disco firmaron con una nueva discográfica y eso se correspondió con un cambio de estilo hacia sonidos más duros y próximos al “metal progresivo”. El grupo tomó un rumbó más ambicioso y su batería, Chris Maitland decidió que era el momento de dejarlo. En un principio, la decisión de la banda fue seguir como trío utilizando programaciones electrónicas pero surgió la posibilidad de contar con Gavin Harrison quien ingresaría en el grupo casi de inmediato cerrándose así la alineación con la que Porcupine Tree formó durante el resto del tiempo hasta la inactividad en la que llevan sumidos casi una década.

Os dejamos con una versión en directo de "Shesmovedon":


 

viernes, 23 de marzo de 2018

Blackfield - Blackfield V (2017)



Cuando escribimos nuestra última reseña sobre Blackfield, lo hicimos con la convicción de que el proyecto tocaba a su fin en aquel entonces, al menos, el Blackfield que habíamos conocido. Steven Wilson se desvinculaba casi por completo de la banda dejando a los mandos a Aviv Geffen quien estaba más que cualificado para llevar las riendas pero seguramente por un camino diferente al que había seguido hasta entonces. El proceso de separación de Wilson había sido progresivo y su peso fue cada vez menor en el proyecto a partir del tercer disco. De hecho, las entrevistas de la época de “Blackfield IV” daban a entender que el artista británico se iba a centrar casi en exclusiva a su carrera en solitario a partir de entonces.

Lo cierto es que esa impresión parecía confirmase con la publicación de “Hand. Cannot. Erase.” y el mini-album “4 1/2” poco después. Sin embargo, a finales de 2015 aparecían imágenes de Wilson y Geffen grabando en el estudio en compañía, nada menos que de Alan Parsons. Recordaremos que el afamado ingeniero de sonido y compositor había participado tiempo atrás en el tercer disco de estudio en solitario de Wilson y ahora parecía repetir colaboración con Blackfield. Habría nuevo disco y el anuncio del mismo, que iba a llevar el título de “Blackfield V” llegaría en agosto de 2016 aunque el lanzamiento iba a retrasarse hasta comienzos del siguiente año.

Contra todo pronóstico, la participación de Wilson volvía a ser importante. De nuevo es el vocalista principal de la mitad del disco (en el anterior apenas lo era en una canción) y participa en la composición de tres cortes cuando entre los dos trabajos anteriores apenas escribió uno. Si embargo, seremos injustos al centrarnos en la figura de Wilson porque Blackfield es, principalmente, el proyecto del israelí Aviv Geffen, líder y compositor principal de la banda. Aunque no es muy conocido en occidente, en Israel es una estrella. Una de las más comprometidas, de hecho. Su carrera empezó como estrella adolescente de la pantalla con participaciones en series de televisión e incluso en alguna película pero pronto se inclinó por la música revelándose como un activo militante de la izquierda israelí y llegando a grabar varias canciones antimilitaristas (Geffen se libró del durísimo servicio militar de su país por razones médicas). Por si eso no fuera suficiente, también es un declarado ateo en un país que se define a partir de su religión. Antes de Blackfield había grabado una docena de discos en solitario si bien es cierto que esa faceta suya quedó en suspenso a partir de su relación con Wilson y del nacimiento del proyecto conjunto de ambos. De hecho, desde el debut con “Blackfield” (2004), Geffen apenas ha publicado un puñado de discos propios, algunos con una distribución muy limitada (uno de ellos se distribuyó en exclusiva en las tiendas de la cadena de café Nespresso, por ejemplo).

Para “Blackfield V” la formación del grupo es la habitual de los últimos años con la única baja de Seffy Efrati cuya labor al bajo realiza aquí el propio Wilson. Sin él, la banda queda conformada por Aviv Geffen (voz, guitarra, bajo, teclados, piano, Mellotron y arreglos de cuerda), Steven Wilson (voz, guitarra, bajo, teclados y programaciones), Tomer Z (batería y percusiones) y Eran Mitelman (teclados, piano, Mellotron y órgano Hammond). En determinados temas intervienen también la vocalista Alex Moshe, el guitarrista Omri Agmon y el bajista Hadar Green. Alan Parsons hace coros en una de las canciones y la orquesta que puede escucharse en buena parte del disco es la London Session Orchestra, habitual en todos los discos en solitario de Wilson desde “Grace for Drowning” en adelante.

Aviv Geffen y Steven Wilson: Blackfield


“A Drop in the Ocean” - El disco comienza con un tema instrumental escrito por Geffen y Wilson. Es una breve pieza orquestal muy reposada con un ligero aire cinematográfico que quizá merecía un mayor desarrollo.

“Family Man” - Había prisa por introducir el primer cañonazo del disco que fue también su único single. Se trata de una canción de Geffen cantada por Wilson. Un tema rockero muy potente con una importante presencia de guitarras construyendo un afilado fondo que le da un carácter muy particular a la canción. Pese a tener el tono habitual de la banda hay un acercamiento a sonidos más duros que le viene realmente bien a un tema muy interesante.




“How Was Your Ride?” - El siguiente corte comienza de forma muy diferente a partir de una serie de breves arpegios de piano de los que emerge la voz de Wilson. Luego se desarrolla en forma de tiempo medio de tono melancólico con una gran presencia de las cuerdas. Es uno de los cortes producidos por Alan Parsons y su toque se nota especialmente en el solo central de guitarra que tiene un sonido muy particular aunque también las cuerdas y los coros tienen el toque del productor (quien participa en ellos, de hecho).

“We'll Never Be Apart” - Pasa Geffen a la voz principal en la siguiente canción en la que es la guitarra la que hace de maestro de ceremonias. Alan Parsons sigue en la producción pero queremos quedarnos en esta ocasión con el trabajo de Tomer Z a la batería. Verdaderamente notable.

“Sorrys” - Un toque muy americano envuelve la guitarra que abre el siguiente corte, como el anterior, escrito y cantado por Geffen. Volvemos a oir aquí las preciosas armonías vocales con Wilson a los coros que ya disfrutamos en los primeros discos de Blackfield aunque sin mucho desarrollo dada la corta duración del tema, rasgo común este a buena parte de las canciones de un disco en el que pocas superan los cuatro minutos.

“Life is an Ocean” - Geffen y Wilson firman a dúo la siguiente canción y también la cantan juntos. Contrariamente a lo que podríamos pensar, es una de las más flojas de todo el trabajo. Es cierto que planea sobre ella un aire a Pink Floyd que, a priori, resulta prometedor pero por algún motivo no termina de engancharnos.

“Lately” - En el siguiente tema asistimos a un dúo vocal entre Wilson y la cantante israelí Alex Moshe que funciona mucho mejor que el tema anterior. También tiene una mayor vitalidad en todos los sentidos, desde el atractivo ritmo de batería hasta las guitarras que la propulsan de un modo extraordinario. Una de las mejores canciones del disco en la que encontramos ciertos nexos con el Wilson del reciente “To the Bone”, especialmente en el descarado enfoque “pop”. La canción está compuesta por Geffen por lo que esta relación con el último disco de Wilson habría que leerla en clave de influencia de uno sobre el otro.

“October” - El trabajo continúa con un tema muy intimista y delicado en el que los arreglos de cuerdas y piano tratan de contradecir esa afirmación. Nos explicamos: la pieza probablemente pedía un enfoque más austero para incidir en los aspectos más dramáticos de la melodía pero la solemnidad de la orquesta y un extraordinario piano terminan por elevar el tono hasta niveles épicos.

“The Jackal” - Esta vez es un logrado “riff” de guitarra el que nos da la bienvenida a otra de nuestras canciones favoritas del disco que es un auténtico retorno al espíritu de los primeros trabajos de la banda. Otro tiempo medio memorable en el que las voces de Geffen y Wilson mezclan a la perfección.

“Salt Water” - El segundo instrumental del disco está firmado por Aviv Geffen. Es un bonito tema de guitarra eléctrica con un gran apoyo por parte de la orquesta primero y de la batería en la parte final. Una transición muy efectiva hacia el tramo final del disco.

“Undercover Heart” - Uno de los comienzos más oscuros del disco pero también uno de los más personales de Geffen desemboca en un temazo pop con un estribillo irresistible con un punto de inocencia que nos encanta. Hay muchos estilos e influencias que convergen en este tema y lo convierten en una de nuestras debilidades dentro del trabajo. Precioso.

“Lonely Soul” - Geffen se reserva su propio dueto con Alex Moshe para esta atípica canción marcada por los ritmos electrónicos programados por Wilson que le dan un extraño toque “chill out”. Geffen prácticamente se limita a repetir como un mantra “I'm a Lonely Soul” y Moshe por su parte hace lo propio con el estribillo: “Everything is broken, everything is chaos, everything is in me”. Una canción ajena por completo al resto del disco pero que tiene cierta gracia.




“From 44 to 48” - Cierra el disco la única canción firmada (y cantada) por Wilson en solitario. Es una balada clásica sobre un tema habitual en las letras de Wilson como es la evolución del joven soñador hasta el adulto que comprueba como la mayor parte de su ilusiones quedaron muy lejos de cumplirse. El tema no parece dar mucho de sí hasta la parte final en la que remonta gracias a un magnífico trabajo instrumental. No es la mejor canción de Wilson pero sí un buen cierre.




A estas alturas lo cierto es que no esperábamos mucho de Blackfield tras dos trabajos que, si bien, no eran malos discos, sí que marcaban una acusada linea descendente con respecto a los dos primeros de la banda. Con “Blackfield V” se rompe un poco esa tendencia, a nuestro juicio. No llega aún a los niveles de excelencia de los primeros discos pero se aprecian signos de recuperación. La única duda surge de la propia continuidad de un proyecto en el que sus dos miembros principales tienen la cabeza en sitios diferentes lo que hace complicado que sus objetivos converjan a menudo aunque nunca se sabe. Nada hacía presagiar que llegase a aparecer este disco así que podrían volver a darse las circunstancias para la salida de nuevos volúmenes del proyecto Blackfield que siempre serán bienvenidos.

Os dejamos con el trailer promocional realizado para el disco:

 

sábado, 9 de septiembre de 2017

Steven Wilson - To the Bone (2017)



Poco tiempo después de la publicación de su anterior trabajo, Steven Wilson puso sobre aviso a todos sus seguidores: el próximo disco iba a suponer un cambio de estilo notable con respecto a lo que había editado hasta ahora. No faltaron las especulaciones sobre qué iba a suponer eso exactamente. Conociendo el bagaje musical de Wilson, el giro podría ser hacia cualquier sitio aunque no tardó mucho el propio artista en ofrecer alguna pista más hablando de un disco de pop progresivo inspirado por los discos que escuchaba de joven citando expresamente cuatro trabajos muy concretos: “So” de Peter Gabriel, “Hounds of Love” de Kate Bush, “The Colour of Spring” de Talk Talk y “The Seeds of Love” de Tears for Fears.

Evidentemente no se trataba de una ocurrencia de un día para otro ya que Wilson siempre ha declarado su admiración por esos cuatro artistas y grupos e incluso ha tenido la oportunidad de trabajar de primera mano con material de alguno de ellos como es el caso del disco de Tears for Fears en cuya remasterización y mezcla ha estado trabajando en los últimos meses con vistas a su reedición, algo que hizo ya con “Songs from the Big Chair” de la misma banda en 2014.

La idea de escuchar a un Steven Wilson más enfocado en el pop resultaba interesante y nos llevaba a pensar en algunas de sus colaboraciones como las grabadas bajo el nombre de Blackfield junto con Aviv Geffen o, incluso, en determinadas canciones de No-Man, el grupo que Wilson integró con Tim Bowness. Tampoco había que perder de vista el hecho de que su “Hand. Cannot. Erase” tenía varios momentos que podrían encajar perfectamente en la definición de “pop progresivo” que parecía ser la más descriptiva del nuevo proyecto. Poco a poco se fueron sabiendo más detalles incluyendo los nombres de los músicos participantes en el proyecto comenzando por el de la persona que haría las veces de co-productor junto con el propio Wilson: Paul Stacey, conocido por su trabajo junto a los Black Crowes y especialmente con Oasis a partir de 1999.

Junto a ellos participan en el disco la cantante Ninet Tayeb (ya habitual de Wilson puesto que interviene en “Hand. Cannot. Erase” y “4 1/2”), el guitarrista eslovaco David Kollar, el bajista Nick Beggs (con Wilson desde 2011), Robin Mullarkey, Adam Holzman (teclista que acompaña a nuestro artista desde 2012), Craig Blundell, Jeremy Stacey (batería y hermano gemelo de Paul), Pete Eckford, Mark Feltham (quien ya tocaba la armónica en los discos de Talk Talk), Sophie Hunger, Jasmine Walkes, David Kilminster, Dave Stewart junto con la London Session Orchestra y Paul Draper. Andy Partridge (de XTC, banda cuyos discos también remasterizó Wilson recientemente) colabora en la letra del corte que abre el disco.

Steven Wilson junto a Ninet Tayeb


“To the Bone” - Abre el disco un ritmo electrónico acompañado de un breve texto leído por Jasmine Walkes. Pronto son interrumpidos ambos por la armónica de Feltham y una batería contundente que nos deja ya en el tramo central del tema cantado por Wilson con Ninet Tayeb a los coros. El cort es algo más directo de lo habitual en el músico pero tampoco termina de ser una canción fácil ni mucho menos. De hecho no es tan diferente de las que integraban “Hand. Cannot. Erase”. El tramo final de la misma con las armonías vocales entre Wilson y Tayeb, por ejemplo, encajaría perfectamente en aquel trabajo.

“Nowhere Now” - Piano y voz abren un tema con todo el sello de los mejores momentos de Blackfield muy presente. Un pop muy elegante y agradable con toques progresivos muy equilibrados. También tiene trazas de discos como “Stupid Dream” de Porcupine Tree. En la segunda mitad del tema se produce un cambio de ritmo que introduce un breve tema que se desarrollará más adelante en uno de los cortes más controvertidos del disco.

“Pariah” - En las semanas previas al lanzamiento del disco, Wilson dio a conocer algunas canciones sueltas. Ésta fue la primera en aparecer completa y pronto se convirtió en una de nuestras favoritas. Estructurada como un dúo entre Wilson y Ninet Tayeb. La producción es exquisita en todo momento y el tema transcurre plácidamente hasta llegar al tramo final tras un alucinante “in crescendo” en el que los teclados, la batería y las guitarras elevan el tono para despedir la pieza de un modo grandioso antes de que Wilson haga una pequeña recapitulación con la que cierra el tema.




“The Same Asylum as Before” - La canción, muy afilada en su inicio con un aire a los primeros Pink Floyd post Waters nos muestra a Wilson cantando en falsete al principio aunque enseguida vuelve a su registro habitual con un estribillo marca de la casa y de muy agradable escucha. No faltan las enérgicas guitarras en el tramo final que nos recuerdan de dónde viene Wilson (es una canción no muy diferente a las de los Porcupine Tree de “Deadwing” por ejemplo). No es la pieza más original del disco pero tras varias escuchas ha terminado por gustarnos mucho.

“Refuge” - De nuevo escuchamos sólo la voz de Wilson junto al piano sobre una serie de leves efectos electrónicos. Tras la introducción se abre paso un ritmo mecánico y una serie de sintetizadores muy propios de determinadas producciones de los años ochenta (al fin y al cabo, la época que inspira el disco). Sube el ritmo poco a poco hasta llegar a una explosión de percusiones que nos trae a la cabeza inmediatamente a Peter Gabriel. Escuchamos entonces un maravilloso solo de armónica prolongado por otro de guitarra a cargo de Paul Stacey que conforman uno de los mejores momentos de todo el disco. Se produce entonces una pausa rota por las notas del piano de Wilson (con la armónica en segundo plano) que es aprovechada por el músico para entonar un par de versos y concluir la pieza.




“Permanating” - Llegamos al corte más polémico del disco por su descarada comercialidad. Definido por Wilson en su momento como “un cruce entre la Electric Light Orchestra y ABBA producido por Daft Punk” tiene mucho de eso. El comienzo y el piano rítmico que suena a lo largo de toda la canción es claramente deudor de la música del grupo de Jeff Lynne (había sido anticipado al final de “Nowhere Now” como indicamos antes) y la segunda parte del estribillo es 100% ABBA. Para muchos era la confirmación de que Wilson buscaba el éxito a través de canciones fáciles y pegadizas y, sinceramente, cuesta desmentir esa idea tras escuchar “Permanating” que, por otro lado, es un tema de excelente factura.




“Blank Tapes” - Un suave comienzo de “mellotron” acompañado de guitarra abre una balada de corta duración que actúa como interludio y nos ofrece la posibilidad de volver a escuchar a Ninet Tayeb durante unos instantes.

“People Who Eat Darkness” - El inicio, guitarrero y sucio, casi “grunge” nos pone en alerta acerca de lo que puede suceder aquí pero enseguida se reconduce hacia terrenos más familares para el seguidor de Wilson recordando en algún momento a temas como “Way Out of Here” de “Fear of a Blank Planet”.

“Song of I” - Uno de los comienzos más evocadores del disco con una serie de percusiones y sonidos que nos remiten inmediatamente a dos de las referencias más claras de Wilson en los últimos tiempos: Peter Gabriel y Prince (especialmente el de “Sign `O' the Times”). El formato de la canción, a dúo con Sophie Hunger hace pensar casi automáticamente en las colaboraciones de Gabriel con Kate Bush. Probablemente sea una de nuestras canciones preferidas de “To the Bone” y una de las pocas sin precedentes claros en la discografía de su autor. Destacamos también los magníficos arreglos de cuerda de Dave Stewart a lo largo de toda la pieza.




“Detonation” - La pieza más extensa del disco (ronda los diez minutos) es otra de las joyas del trabajo. El comienzo con esa guitarra acústica casi en segundo plano remite al primer disco de Wilson en solitario, “Insurgentes”, y las percusiones, con unos ritmos irregulares muy atractivos son un gran acierto. Superada la introducción entramos en un típico desarrollo instrumental de esos que nunca faltan en los discos del artista. Percusiones, bajo y guitarras nos ofrecen un derroche de energía que se prolonga durante unos minutos antes de llegar a un interludio en el que cuerdas, “mellotron” y percusiones arropan a Wilson que vuelve a cantar por unos instantes antes de retomar el extraordinario segmento anterior. Cuando parecía que todo iba a transcurrir más o menos por los mismos derroteros entramos en un tramo absolutamente alucinogeno con percusiones de un cierto aire latino, cuerdas electrónicas y un magnífico Nick Beggs al bajo que nos ofrecen lo que podría ser un homenaje a la banda clásica del “krautrock”, Neu!. En el tramo final se añaden unas potentes guitarras con las que se cierra una pieza que promete ser uno de los momentos culminantes de los conciertos.

“Song of Unborn” - Como cierre del disco, Wilson opta por un tema lento en la linea del “Happy Returns” de “Hand. Cannot. Erase” que prácticamente ponía el punto y final a aquel trabajo. Incluso las voces angelicales que se escuchan aquí podrían corresponderse con las de “Ascendant Here On”, la coda de aquel tema en el disco precedente aunque aquí terminan por fundirse con el tema central en lugar de servir de cierre.

Con Steven Wilson hemos observado un fenómeno que se repite continuamente en todos los estilos musicales. Tenemos un artista que comienza a destacar, con una obra de gran calidad y que va haciéndose con un grupo bastante notable de seguidores fieles. Seguidores que se muestran sorprendidos por el hecho de que su, llamémosle ídolo, no termine de triunfar a escala masiva y ser conocido por todos. Eso va construyendo una figura de músico de culto que poco a poco va creciendo y que un día da el gran paso. “To the Bone” se ha colocado poco después de su publicación en los primeros puestos de las listas de un buen número de países europeos. Revistas y prensa más bien generalista vierten grandes críticas sobre el disco que escapa así del más o menos reducido grupo de fieles que siguen a Wilson desde los primeros años de Porcupine Tree. De repente, el músico de culto se convierte en “mainstream” y la conclusión primera para parte de los seguidores que se encontraban cómodos con un ídolo misterioso y desconocido para el resto del mundo es sencilla: se ha vendido. Hablamos de un tipo de seguidor acostumbrado a presumir de oír música diferente que de repente se encuentra con que gente de su entorno, de aquella cuyos gustos son “normales” le dice: “oye, he escuchado al músico ese que te gusta y no está mal”. Los esquemas se rompen. Fulanito no puede oir a Wilson. Wilson me gustaba a mí y no a él. Resultado: Wilson ya no “mola”.

El análisis es simplista y sesgado y somos conscientes de ello pero también sabemos que existe ese tipo de seguidor en el “universo Wilson” porque existe alrededor de todos los artistas que no son primerísimas figuras. No son mayoritarios, desde luego, pero sí muy ruidosos y componen una importante facción del fenómeno “hater” tan habitual hoy en las redes sociales: la de los fans que de la noche a la mañana pasan a ser los mayores detractores de un artista.

En el caso de Wilson se suman también muchos aficionados que se la tenían guardada. Son estos personas a las que nunca les gustó demasiado su música y que, además, consideraban que el foco que acaparaba dentro de un género relativamente minoritario como es el del rock progresivo, restaba atención a otros artistas que, a su juicio, lo merecían mucho más. En estos casos, la “traición” al género que supone el hacer un disco pop es la excusa perfecta para atacar al “intocable” y pedirle viejas cuentas.

Existe, claro está, un tercer bando de críticos que son aquellos a los que, sencillamente, no les gusta el planteamiento, la ejecución, el contenido o las tres cosas a la vez de “To the Bone”. Sin motivaciones extrañas ni otro criterio que no sea su gusto personal. Estamos seguros, además, de que la mayor parte de los disconformes con el disco pertenecen a este grupo y eso está bien. No queremos tampoco que el lector ajeno se lleve la impresión de que la acogida del disco ha sido mala. Ni mucho menos. De hecho, y como hemos dicho anteriormente, estamos ante el que probablemente sea el disco más exitoso de Wilson en toda su carrera incluyendo en ella todos sus proyectos con otros músicos y bandas, no solo en cuanto a las ventas sino en cuanto a la reacción de la crítica en general. Dentro de sus seguidores habituales tenemos la impresión de que, tras el desconcierto inicial, la mayoría se muestra satisfecha del resultado. Nuestra propia opinión es bastante buena, si bien creemos que sus discos anteriores (“Hand. Cannot. Erase” o “The Raven that Refused to Sing”, especialmente) están por encima de este.

La duda que nos surge ahora es saber si esta va a ser la linea futura escogida por el músico para sus próximos trabajos o si volveremos a asistir a algún giro de guión próximamente aunque teniendo en cuenta su trayectoria nos inclinamos por pensar esto último.

Os dejamos con un vídeo en el que el propio artista explica el disco tema por tema: