A finales del año pasado pudimos leer la noticia de que Vangelis iba a lanzar un disco de piano solo. El anuncio, en principio, era realmente interesante ya que hablamos de un artista consagrado que en su carrera se ha caracterizado, sobre todo, por un sonido apabullante en cuanto a recursos y que generalmente no destaca precisamente por lanzamientos intimistas ni por paletas tímbricas tan reducidas. Evidentemente, y pese a haber renunciado desde el principio a todo atisbo de educación formal, tanto en el campo de la interpretación como en el de la composición, las habilidades pianísticas del músico griego no son nada desdeñables y nos ha dejado registros notables en ambas facetas con el piano. Discos como “Heaven and Hell” o “Chariots of Fire” no se entienden sin el maravilloso sonido del “Imperial Bösendorfer 290”, el espectacular piano de 97 teclas que el propio fabricante austriaco adaptó siguiendo las indicaciones de Vangelis.
En cualquier caso, y con contadas excepciones, no se puede afirmar que el piano haya sido un instrumento fundamental en la mayoría de los trabajos del compositor. Por esa razón nos llenaba de curiosidad la posibilidad de escuchar todo un trabajo concebido para ese instrumento cosa que explica también nuestra posterior desilusión con algunos aspectos del resultado final. El disco iba a llevar por título “Nocturne” y abundaba en esa idea de piezas para piano con un tono reposado que quizá alcanzaron su mayor fama de la mano de Chopin. El concepto quedaba reforzado por las primeras imágenes de la portada del disco que, al título y al nombre del compositor, añadía un a estas alturas, reiterativo subtítulo de “the piano album”. Las semanas anteriores a la publicación del trabajo se vieron acompañadas de una curiosa campaña promocional por la cual, aquellos seguidores que mandasen fotos de la luna en sus distintas fases a una dirección electrónica, recibirían a cambio una de las composiciones del disco en formato digital.
Ya en esos días se comprobó que algo no terminaba de cuadrar con el sonido del trabajo ya que por mucho que se insistiera en la promoción en la idea de “Vangelis” y “piano” juntos, lo que se podía escuchar no era exactamente eso como veremos. En el disco, todas las interpretaciones son de Vangelis a excepción de un tema en el que el piano lo toca Irina Valentinova, quien ya había colaborado como intérprete, arreglista o directora en varios discos y bandas sonoras anteriores del griego como “Alexander”, la edición del 25º aniversario de Blade Runner o la música para la pelicula “El Greco”. Dentro de la extensa colección de piezas de “Nocturne”, Vangelis recupera varios clásicos anteriores en nuevas versiones adaptadas al formato instrumental del disco.
Vangelis en una de sus escasas apariciones públicas de los últimos tiempos. |
“Nocturnal Promenade” - Las primeras notas del trabajo hacen que notemos que algo no es como nos habían dicho y es que lo que oímos no es un piano acústico sino un sintetizador con un sonido que no termina de acercarse al real. Además de eso, la melodía de “piano” está acompañada por “pads” electrónicos que, si bien son muy sutiles y acompañan de un modo discreto, anulan por completo la premisa inicial del disco que sugería a un Vangelis al piano solo. Al margen de esta consideración, la pieza es realmente bonita y más próxima a las intimidades de obras como “El Greco” que las piezas más grandilocuentes del músico heleno.
“To the Unknown Man” - La primera de las versiones de piezas antiguas es esta en la que Vangelis se atreve con una de sus melodías más emocionantes. El sonido de “piano” es más artificial, si cabe, que el del tema anterior y esto se nota mucho al comienzo. El músico empieza directamente con el tema central, sin referencia a la introducción electrónica del original y durante estos primeros minutos todo suena muy desangelado. El arreglo es muy sencillo y más propio de un aficionado haciendo un “cover” que del mismísimo Vangelis. Afortunadamente en la segunda parte de la pieza, el músico abandona la cita literal improvisando alguna variación mucho más inspirada que incluye muchos guiños, tanto melódicos como estilísticos a la suite de “Chariots of Fire”.
“Mythodea, Movement 9” - La pieza escogida por Vangelis para que intervenga Irina Valentinova es una de las más líricas de “Mythodea”, la epopeya especial compuesta por el griego para la NASA. El músico acompaña al piano de la invitada con sus sintetizadores haciendo las veces de cuerdas, arpas, campanillas e incluso de maderas completando así un arreglo realmente conseguido que realza la que es una de las mejores melodías del Vangelis de los últimos lustros.
“Moonlight Reflections” - Volvemos a las composiciones nuevas con esta reposada pieza que nos recuerda lejanamente al “3+3” del disco “Spiral”, quizá en una versión muy ralentizada. No nos lleva a ninguna parte y, probablemente sea una pieza que no muchos oyentes recuerden, incluso tras varias escuchas del disco. No deja poso alguno pero es agradable.
“Through the Night Mist” - La siguiente parada del viaje nos lleva a territorios conocidos por los seguidores del músico griego ya que esta composición podría ser perfectamente un descarte de “El Greco” en su primera mitad. La segunda parte, en cambio, nos remite a un Vangelis anterior con reminiscencias de trabajos como “Antarctica” o el propio “Chariots of Fire”. No tiene el carisma de aquellas obras, claro está, pero mantiene un buen nivel.
“Early Years” - Desde un punto de vista puramente melódico, esta es una de las mejores piezas de todo el disco, si no la mejor. Escuchamos a un Vangelis romántico y con un punto de melancolía como aquel que sonaba en muchas de las bandas sonoras de la época en la que trabajó con Frederic Rossif. Una pequeña gema escondida que bien haríamos en tener muy presente.
“Blade Runner, Love Theme” - A priori, y una vez vista la lista de temas antiguos escogidos por el compositor para ser adaptados aquí, esta inolvidable pieza de la banda sonora de Blade Runner se nos antojaba como la más difícil de sacar adelante. Vangelis opta por una breve introducción sin mucho que ver con el original para afrontar después el tema central. Como ocurría en alguna de las anteriores versiones, las partes más “literales” no terminan de funcionar del todo bien y comoquiera que en esta ocasión, Vangelis no se sale demasiado del guion, la cosa no nos convence del todo.
“Sweet Nostalgia” - Formalmente impecable y con un aire como a cine clásico muy notablees la siguiente composición en la que tenemos la impresión de que el griego juega en algún momento con una serie de acordes muy cercanos al “My Way” de Sinatra lo que quizá haya influido en la idea que algún crítico a deslizado y que apunta a que este “Nocturne” tiene algo de despedida flotando todo el tiempo.
“Intermezzo” - Actuando de separador entre las dos mitades del disco encontramos esta pieza ejecutada exclusivamente con cuerdas electrónicas y sin nada que se asemeje a un piano. Nuevamente estamos ante un Vangelis clasicista en la linea de sus trabajos de la primera década de este siglo. Quizá le falte algo de concreción para terminar de gustarnos como antaño pero como pieza de transición funciona.
“To a Friend” - Con esa dedicatoria sin nombre titula Vangelis el siguiente corte. La primera parte es un lento divagar que no termina de llegar a ningún sitio pero en el tramo final aparece la inspiración con varios retazos del Vangelis que todos admiramos. No llega a ser un tema redondo, en cualquier caso.
“La Petite Fille de la Mer” - Otro de los clásicos con difícil adaptación por la carga emotiva que tenía el original y por lo diferente de los instrumentos utilizados. Sin embargo, aquí, Vangelis cumple con nota en nuestra opinion. Y lo hace centrándose en los elementos básicos de la pieza de 1973, dejando que las cuerdas acompañen la melodía del piano al unísono, sin introducir ninguna variación y es que hay cosas tan bien hechas que lo mejor es cambiarlas lo menos posible.
“Longing” - Una pieza sencilla con un esquema repetitivo que nos deja con ganas de más porque pese al prometedor comienzo, apenas tiene desarrollo. Solo en los instantes finales parece apuntarse una evolución hacia algo diferente que queda abortada cuando termina la composición.
“Chariots of Fire” - Vangelis no rehuye el tópico y se atreve con la que con toda probabilidad es su composición más conocida a todos los niveles. En su favor, tenemos que decir que el arreglo es muy sobrio y recuerda más a los pasajes de la “suite” de la banda sonora en los que se apunta la melodía dentral que el propio tema en sí. Es curioso que digamos esto porque realmente, “Chariots of Fire” es el título de esa “suite” y no el del tema más conocido de la película cuyo verdadero nombre es “100 Metres”. Sin embargo su popularidad ha terminado fagocitandolo todo hoy en día hablar de “100 Metres” prácticamente carece de sentido.
“Unfulfilled Desire” - Una de las facetas más sorprendentes de Vangelis ha sido siempre la de improvisador y en internet hay infinidad de vídeos que ratifican esto en los que muestra un talento casi sobrehumano para ir componiendo piezas casi sinfónicas sobre la marcha. En este disco , sin llegar a tamaña exhibición de facultades, sí que tenemos la sensación de que hay más de una pista que surge de la pura improvisación y esta es una de ellas. Aparentemente no hay un esquema previo sino que la música fluye todo el tiempo con algunos momentos de verdadera inspiración por parte del músico.
“Lonesome” - Una de nuestras piezas favoritas del disco. Sencilla pero con ese talento melódico del compositor griego presente en todo momento. Melodías sutiles que apenas se apuntan antes de salir por otro lado sin bajar ni un ápice el nivel, pequeñas citas de trabajos anteriores bien enmascaradas... una delicia.
“1492: Conquest of Paradise” - Si hay una pieza que podría llegar a rivalizar en popularidad con “Chariots of Fire” (a cierta distancia, eso sí) sería el tema central de la película de Ridley Scott sobre el descubrimiento de américa. Sin arriesgar lo más mínimo en cuanto al arreglo, Vangelis consigue una versión más que aceptable que guarda un correcto equilibrio entre la mera transcripción del tema central y unas elegantes variaciones que nos dejan con un muy buen sabor de boca.
“Pour Melia” - El cierre del disco no podría ser más apropiado en relación con el tema de la noche, leitmotiv de todo el trabajo. Se trata de una delicada miniatura en forma de canción de cuna interpretada con el típico sonido de cajita de música. Una forma tremendamente elegante de cerrar el disco.
A esta alturas, la figura de Vangelis es incuestionable. Nada de lo que haga ya puede empañar su trayectoria y también es improbable que nos deje trabajos del nivel de los que nos regaló en sus mejores épocas. En este contexto, “Nocturne” es un disco muy digno de un artista del que no cabe esperar ya ningún salto mortal en cuanto a estilo ni ninguna revolución sonora. Todo eso lo hizo ya en varias ocasiones en su día y ha quedado en la historia particular del griego. Desde este punto de vista, “Nocturne”, como lo fue “Rosetta” en su momento, es un buen disco, con un punto de nostalgia para los viejos fans en forma de versiones y con varias piezas que hacen bueno el refrán castellano que afirma que “quien tuvo, retuvo”. Ni siquiera nos atrevemos a echarle en cara el uso de “presets” de piano en la mayor parte del disco (si no en todo él). No nos queda más que agradecerle toda la música que nos quiera ir dando de ahora en adelante porque no podemos pedirle más. Quizá una sola cosa y es que vaya dando salida a es impresionante catálogo de música que nunca ha publicado y que probablemente sea tan extenso o más que la parte que conocemos. Eso haría aún más grande un legado que hoy es ya incomparable.