Mostrando entradas con la etiqueta Radiohead. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Radiohead. Mostrar todas las entradas

domingo, 14 de enero de 2018

Radiohead - A Moon Shaped Pool (2016)



La tarea de “cerrar” un disco por parte de un artista no siempre es sencilla. Pensemos en el modelo habitual en el que un músico o grupo se plantean publicar nuevo material. Lo normal es que exista un trabajo previo consistente en un puñado de composiciones de entre las cuales se escogen las más interesantes, se seleccionan los arreglos más adecuados y, eventualmente se graban. Parte del material terminará descartándose y el resto pasará a formar parte de un flamante nuevo disco.

No parece muy complicado en principio pero hay varias trampas en el camino. En muchos casos, los artistas tienen entre manos grandes canciones que no terminan de funcionar por más vueltas que les den y terminan en un cajón a la espera de un momento mejor. Algo así pasó con varios de los temas del disco que hoy comentaremos. Fueron escritos tiempo atrás (en algún caso, mucho tiempo) y no terminaron de convencer a sus autores no en una sino en varias ocasiones hasta el punto de que fueron incorporados a las sesiones de grabación de hasta tres discos diferentes separados por varios años no consiguiendo en ninguno de los casos dar con la tecla. Y es raro. Es raro porque los miembros de Radiohead no se caracterizan precisamente por ser estrechos de miras y en su ya larga trayectoria han tocado suficientes palos como para que, siquiera por casualidad, alguna de esas canciones terminase por funcionar.

En 2016 iba a aparecer por fin un nuevo disco de la banda de Thom Yorke que, a la postre, iba a ser uno de los más complicados por muchas circunstancias. Por un lado, costó bastante poner en marcha los engranajes del grupo tras un tiempo en el que varios de sus componentes habían estado centrados en proyectos propios y los que no, participaron de alguna forma en los de sus compañeros como es el caso de Colin Greenwood que trabajó en el segundo disco de Yorke en solitario. Philip Selway también iba a lanzar un trabajo propio y Thom Yorke lanzó el ya citado disco propio además de poner en marcha la superbanda Atoms for Peace que, a la postre, estaba formada por músicos que ya habían acompañado al cantante en la gira de su primer trabajo. Pese a todo, quizá el más activo de todos fue Jonny Greenwood, muy implicado en su faceta como autor de bandas sonoras y como compositor de corte clásico.

A la dificultad de volver a retomar las inercias de la banda se sumaron varias circunstancias más que influyeron en el calendario de creación y grabación del disco que hoy comentamos. En ese periodo el productor Nigel Godrich sufrió la muerte de su padre, Thom Yorke se divorció y todo el trabajo en el disco tuvo que interrumpirse cuando la banda recibió el encargo de crear la canción central de la banda sonora de “Spectre”, a día de hoy, aún la última entrega de la saga de James Bond. La repercusión de todos los films del agente secreto es tal que el tema principal de cada entrega termina por ser uno de los éxitos del año en todas las listas. Un repaso a los artistas que han contribuido con sus canciones a la saga nos descubre nombres como los de Shirley Bassey, Tom Jones, Nancy Sinatra, Paul McCartney, Duran Duran, A-Ha, U2, Tina Turner, Madonna, Sheryll Crow, Garbage, Alicia Keys o Adele así que la posibilidad de formar parte de la franquicia no era una cuestión menor. Los miembros de Radiohead se pusieron manos a la obra para grabar “Spectre” aunque al final el tema fue descartado lo que provocó los lamentos de Godrich por la interupción que supuso en la creación del disco y toda la energía que se invirtió en la canción para nada.

Superada la interrupción se retomaron las sesiones de grabación y unos meses más tarde cristalizaron en un disco. El nuevo trabajo de Radiohead iba a llevar el título de “A Moon Shaped Pool” y en él se iba a producir un cambio de estilo notable en cuanto a los arreglos del que creemos que era responsable, en gran medida, Jonny Greenwood y sus recientes escarceos con la música orquestal. El disco iba a contar con la presencia de la London Contemporary Orchestra and Choir, quienes ya habían grabado la banda sonora de “The Master” compuesta por el propio Greenwood. En discos anteriores como “Amnesiac” o  “In Rainbows” ya habíamos escuchado secciones de cuerda y coros pero nunca con tanta presencia como aquí.

Los miembros de Radiohead. No son sus fotos del DNI (esperamos).


“Burn the Witch” - La canción que abría el disco y que sirvió como adelanto promocional del mismo no era precisamente nueva. Fue compuesta alrededor de 1999 y se grabó en las sesiones de hasta tres discos diferentes de la banda siendo siempre descartada hasta esta ocasión. El comienzo es enérgico con una combinación de violines, percusión y bajo que da como resultado un sonido realmente extraño. Hasta Yorke canta de un modo más contenido que de costumbre. Superada la introducción las cuerdas empiezan a sonar más limpias y empiezan a ganar presencia otros instrumentos como el bajo. Una canción sorprendente pero que gana mucho con las sucesivas escuchas.




“Daydreaming” - La electrónica en clave ambient abre el siguiente corte en un comienzo en el que paulatinamente reclama atención el piano con una serie de acordes minimalistas. El sonido es difuso y nos recuerda al del Harold Budd que colaboró con Brian Eno o a artistas más recientes como Nils Frahm. La producción es exquisita y el uso de efectos electrónicos y “sampleados” vocales, muy sutil. Una pequeña joya.




“Decks Dark” - Sin salir de las atmósferas electrónicas, un sencillo ritmo programado marca la diferencia con el corte anterior. El piano pasa a un plano más importante con unos sencillos arpegios que nos llevan al tema central, ya con la batería y las guitarras incorporadas a la mezcla. El coro femenino comienza a sonar sumergiéndonos en un ambiente realmente onírico durante unos instantes. Es uno de los temas más “convencionales” del disco si es que el término es aplicable a una banda como Radiohead.

“Desert Island Disk” - Cambio de rumbo con la aparición de las guitarras acústicas en un comienzo que no tiene mucho que ver con lo que habíamos escuchado hasta ahora. Poco a poco van apareciendo arreglos electrónicos, sin embargo, que pronto nos llevan a un terreno más cercano al que ya conocíamos.

“Ful Stop” - Uno de los cortes ya estrenados que sonó en el tour de “The King of Limbs”. Se trata de una canción con clara influencia “krautrock” como se ve desde el comienzo con un ritmo electrónico constante ocupando todo el tema. La linea de bajo es también repetitiva y es en las texturas electrónicas donde se dibujan los brochazos melódicos. Yorke canta de forma escueta lo que parecen frases sueltas antes de repetir obsesivamente un único verso: “Truth Will Mess You Up”. De las canciones más interesantes del trabajo en nuestra opinión.

“Glass Eyes” - Con unas notas distorsionadas de piano se abre la siguiente balada. Yorke se ve arropado por las cuerdas en un sofisticado arreglo instrumental que quizá habría sido merecedor de un desarrollo algo mayor pero si hay algo en este disco que lo diferencia de otros de la banda es la concreción de los temas y la huida de cualquier elemento superfluo.

“Identikit” - Otra de las canciones estrenadas en la gira del disco anterior. Lo más interesante en esta ocasión son los juegos vocales que se sostienen en medio de un entramado rítmico con ocasional presencia de sintetizadores analógicos deliberadamente sucios, al estilo de los Depeche Mode de la última época.

“The Numbers” - Apreciamos un cierto aire “retro” en la siguiente canción, con un regusto a los Pink Floyd de los años sesenta o, quizá más precisamente, a bandas modernas que recrean aquellos sonidos como AIR, especialmente en cuanto empieza a sonar el bajo combinado con la guitarra acústica y el piano. Los coros femeninos y las cuerdas, tan cinematográficas, inciden en ese parecido con el dúo francés. Con todo, es esta otra de las canciones que nos han llamado más la atención.

“Present Tense” - Es dificil hacer un tema con ritmo de “bossanova” (algo acelerado, eso sí) y que siga sonando por los cuatro costados a Radiohead pero, superada la perplejidad inicial, la banda lo consigue con la mayor naturalidad. Los coros y los arreglos de órgano no terminan de convencernos y parecen más acordes con una película veraniega de los años sesenta que con un disco de Radiohead pero tenemos la sensación de que esta canción ganará con el tiempo.

“Tinker Taylor Soldier Sailor Rich Man Poor Man Beggar Man Thief” - Otra clásica balada de la banda con un Thom Yorke en su registro habitual respaldado, o eso nos parece, por el uso de “auto-tune” en algún momento. El acompañamiento es sencillo el principio (Fender Rhodes y platillos) y va enriqueciendose conforme avanza la canción con mención especial, una vez más, para el bajo y las cuerdas que se apropian de la sección final en una coda realmente brillante.

“True Love Waits” - Cierra el disco una canción que, pese a no haber formado parte de ningún disco de estudio, era una de las favoritas de los fans ya que procedía de la época de “The Bends” y había sido interpretada en directo en muchas ocasiones. Formó parte en 2001 del EP “I Might Be Wrong: Live Recordings”. Se trata de una balada que aquí se presenta con arreglos de piano, de nuevo muy cercanos al “ambient” y que funciona realmente bien.

De todos los giros estilísticos que han experimentado desde sus inicios, el de “A Moon Shaped Pool” quizá sea el más conservador o, dicho de otro modo, el menos traumático desde un punto de vista formal. También puede ser visto como un buen resumen de todo su trabajo anterior ya que encontramos en él trazas de todos sus discos anteriores o, al menos desde “OK Computer” en adelante. En nuestra opinión, los arreglos de cuerda, principal novedad del trabajo, funcionan muy bien y hacen las veces del pegamento que sostiene la estructura del disco y le dota de una gran coherencia. Es un disco, además, que tiene una rara característica que ya hemos dejado caer anteriormente: mejora con las escuchas, algo nada común y que suele distinguir a los buenos trabajos del resto. Por ello, quizá, hemos tardado tanto en comentarlo aquí, error que no queríamos dejar pasar más tiempo sin subsanar.

Nos despedimos con una versión en directo de uno de los cortes del disco:

 

domingo, 8 de marzo de 2015

Steve Reich - Radio Rewrite (2014)



Preguntado en una ocasión por la música que escucha y sus influencias a la hora de componer, Steve Reich respondió con una frase que encabezó durante mucho tiempo uno de los mejores blogs dedicados a la música clásica contemporánea, hoy cerrado: “Mis gustos musicales son algo inusuales. Me gusta J.S.Bach y la música anterior y luego la música posterior a Debussy. No escucho nada escrito en el periodo entre ambos. Quizá algo de Beethoven. Nada más. No escucho nada de música del periodo romántico jamás, ni siquiera un minuto. Es algo ajeno a mi. Si mañana por la mañana dejase de interpretarse esa música para siempre, ni siquiera me enteraría”.

Dentro de esa aparente indiferencia de Reich por otras músicas no se encuentra el “jazz” (el músico era un gran admirador de Coltrane) pero sí el rock que nunca había llamado en exceso la atención del compositor. Fue al escuchar la banda sonora de “Pozos de Ambición” (“There Will Be Blood”) cuando Reich se mostró interesado por el autor “alguien que ha estudiado muy bien a Messiaen” en sus propias palabras. Más tarde, el propio Greenwood interpretó “Electric Counterpoint” de Reich en un festival dedicado al compositor y ambos tuvieron la opción de hablar un rato. A su regreso a Nueva York y para saciar su curiosidad, Reich comenzó a escuchar música de Radiohead y se sorprendió al ver la profundidad de muchas de las composiciones del grupo. Tanto le impresionaron que decidió escribir una obra partiendo de material escrito por la banda. No es algo muy habitual en Reich aunque ya compuso obras basadas en música de Perotin o Sondheim y defiende ese modo de actuar como algo “normal” en la música clásica de todas las épocas citando a Bartok o Stravinsky entre los autores modernos que lo han hecho. Tampoco hay que irse muy lejos para encontrar las sinfonías de Philip Glass basadas en discos de David Bowie y Brian Eno que surgieron de un proceso similar: la sorpresa provocada en el compositor al reconocer formas armónicas y técnicas compositivas de las vanguardias clásicas en canciones aparentemente “rock”.

La obra de Reich, titulada “Radio Rewrite” se basa en dos canciones del repertorio de Radiohead: “Jigsaw Falling into Place” del disco “In Rainbows” (2007), que aparece en los movimientos impares y “Everything is in the Right Place” de “Kid A” (2000), utilizada en los pares. La obra apenas supera el cuarto de hora por lo que está acompañada en el disco de dos piezas más: “Electric Counterpoint” interpretada por el propio Jonny Greenwood y “Piano Counterpoint”, arreglo de la pieza “Six Pianos” a cargo de Vincent Corver que aquí interpreta la pianista Vicky Chow. Los intérpretes de “Radio Rewrite”, obra escrita para flauta, clarinete, dos vibráfonos, dos pianos, bajo eléctrico y cuarteto de cuerda son los miembros de Alarm Will Sound.

Greenwood y Reich hablando de "Electric Counterpoint"


ELECTRIC COUNTERPOINT

“Fast” - Estamos ante una composición muy marcada por la interpretación que de ella hizo Pat Metheny, considerada canónica hasta el momento. Sin embargo, la versión de Jonny Greenwood puede competir con ella de igual a igual si es que no llega a superarla. La aportación más personal llega en la primera parte “solista” en la que la guitarra abandona las texturas ambientales y comienza a tejer el complejo tapiz escrtito por Reich. Sería sencillo afirmar que la diferencia radica en la diferencia de la guitarra más “jazzy” de Metheny frente a una algo más rockera de Greenwood. Es cierto pero no sólo el sonido es distinto: también lo es el enfoque, algo más vigoroso en esta nueva recreación de la obra.

“Slow” - Metheny consiguió en este movimiento una interpretación perfecta que funcionó en ocasiones como pieza independiente en distintos discos recopilatorios. Greenwood hace una versión más desnuda de la obra, más directa y con un ligero toque folk que no encontrábamos en el original. Una delicia en todo caso.

“Fast” - Donde Greenwood se acerca más a su sonido con Radiohead es en el tercer movimiento de la pieza, con un desarrollo que encaja a la perfección con su estilo y que, debidamente aderezado, podría sonar dentro de una de las canciones de la banda sin causar ningún tipo de extrañeza. Soberbio el guitarrista en esta versión de una obra que ha interpretado en muchas ocasiones ya en directo y forma parte de su repertorio habitual fuera de Radiohead.



PIANO COUNTERPOINT

En la pieza original, una secuencia de ocho notas se repetía continuamente mientras, esa misma secuencia interpretada a dos compases de distancia iba “separándose” de ella hasta volver a alcanzarla un tiempo después. La idea aquí es hacer el proceso más perceptible separando la parte que interpreta la pianista en vivo (el resto es una grabación) una octava hacia arriba. Es una pieza clásica en la obra de Reich que se presenta aquí en una forma distinta que merece la pena explorar.

RADIO REWRITE

“Fast” - En un primer momento, el oyente nota que está ante una obra de Steve Reich y es difícil encontrar la referencia de la canción original pero la estructura armónica de la misma comienza a hacerse evidente en la parte de piano escrita por Reich. El contraste entre el ritmo, precisamente, de los pianos y el cuarteto de cuerda y las notas sostenidas de los vientos y los vibráfonos hace de ésta una pieza para escuchar una y otra vez y descubrir en cada ocasión nuevos matices.

“Slow” - Reich acostumbra a denominar los movimientos de sus obras como “lento” o “rápido” simplemente pero en esta ocasión debería haber considerado la opción de utilizar “muy lento” como indicativo para el oyente. La melodía original de Radiohead está ralentizada hasta el extremo de tal modo que un seguidor habitual de la música de Reich encontrará la pieza de una novedad refrescante ya que el ritmo es un componente habitual de su música que aquí queda completamente disuelto en favor de la exploración armónica.

“Fast” - Con un mayor protagonismo del cuarteto de cuerda que en movimientos anteriores, el movimiento central de la obra es el más “fiel” al desarrollo de la pieza original de la que se muestran diferentes variaciones en un proceso cuyo resultado termina por ser afín al obtenido por Michael Nyman en alguna de sus primeras bandas sonoras, lo que no deja de ser muy curioso a nuestro juicio.

“Slow” - Sin solución de continuidad, como ocurre en todos los movimientos de la obra, llegamos a la segunda parte lenta que continúa la exploración de los laberintos sonoros de Radiohead con gran detenimiento antes de cerrar la obra con el movimiento más interesante de la misma.

“Fast” - Los pianos con un ritmo sincopado se alternan en la construcción de todo el armazón de la pieza ayudados por largas notas de viento. Las cuerdas, entretanto, se reparten la sección melódica y, al mismo tiempo, ejecutan pasajes sostenidos mientras se van incorporando los vibráfonos para cerrar la obra con un movimiento que se nos hace demasiado corto y nos deja con ganas de más.



Cada vez son más comunes este tipo de “maridajes” entre la música “culta” y la popular de modo que llegará un momento en que carezca de sentido establecer tales divisiones aunque siguen siendo útiles a modo informativo. Reich y Radiohead han aparecido por aquí con cierta regularidad por lo que es natural que recomendemos este trabajo en el que el talento de la banda inspira a un compositor que probablemente pasará a la historia como uno de los 3 o 4 más importantes de su tiempo. “Radio Rewrite” puede encontrarse aquí:

amazon.es

nonesuch.com

Os dejamos con el compositor hablando de "Radio Rewrite":

 

domingo, 1 de febrero de 2015

Radiohead - Hail to the Thief (2003)



Tras el impacto conseguido con “OK Computer”, la música de Radiohead sufrió una transformación radical, especialmente en cuanto a la instrumentación. Los dos discos siguientes nos mostraron a una banda cuya paleta sonora había incorporado la electrónica en grandes cantidades lo que provocó un importante desconcierto entre sus seguidores y, no sin verse sacudida por la sorpresa inicial, una reacción de la crítica mayoritariamente favorable.

Hablamos de los dos discos posteriores, “Kid A” y “Amnesiac” casi como si de uno sólo se tratase ya que todas las grabaciones y temas pertenecían a las mismas sesiones. Durante aquellos meses, la banda cambió por completo su forma de trabajar. Hasta “OK Computer”, siempre habían buscado un enfoque directo en su música, con interpretaciones casi en vivo y la menor cantidad de retoques y trabajo de estudio posibles. La incorporación de tantos elementos electrónicos en las nuevas canciones obligó a una mayor elaboración posterior, a muchas horas empleadas en dar forma a sonidos y texturas en detrimento de la propia ejecución de la música en directo. No se trata de que el grupo renegase de ese modo de hacer las cosas pero en entrevistas de la época indicaban que aquel método había sido agotador y que no serían capaces a corto plazo de volver a hacer algo así.

No se trataba tampoco de volver al modus operandi de los viejos tiempos porque la electrónica casaba perfectamente con la música del grupo y no había motivo alguno para descartarla pero sí de reducir todo el trabajo de laboratorio posterior a la grabación al estrictamente necesario. La música sonaría muy cercana a lo que la banda podría ejecutar en vivo. De hecho, varias de las canciones fueron probadas en la gira de “Amnesiac” con este enfoque y funcionaron bien; realmente bien, ya que algunas eran descartes de los discos anteriores que no llegaron a sonar como la banda quería entonces y que ahora parecían haber encontrado su forma más adecuada. La formación de Radiohead en el disco es: Thom Yorke (voz, guitarra, piano, electrónica), Jonny Greenwood (guitarra, Ondas Martenot, electrónica, piano de juguete y glockenspiel), Colin Greenwood (bajo, teclados), Ed O'Brien (guitarra, voces) y Phil Selway (batería, percusiones).

Radiohead.

“2+2=5” - Una serie de sonidos electrónicos sincopados acompañan a la guitarra acústica y la voz de Yorke en los primeros compases del disco. Thom canta al natural, sin la gran cantidad de efectos, distorsiones y aditamentos de los dos trabajos anteriores y eso nos lleva a fijarnos de nuevo en la gran expresividad del líder de Radiohead. La canción enseguida se transforma en un torbellino de energía en el que apreciamos algunos elementos del sonido primario de la banda en discos como “The Bends” aunque muy evolucionados. La canción concluye de forma abrupta en su momento más intenso.

“Sit Down. Stand Up” - Un ritmo muy básico abre una canción acompañando al siempre delicado sonido del glockenspiel y a las guitarras. El tema se basa en una repetición, casi a modo de letanía, del título mientras se van sumando instrumentos a la mezcla hasta construir un ambiente poderoso e inquietante que se transforma en una suerte de drum'n'bass frenético hasta el final.



“Sail to the Moon” - Cambiamos de estilo con un tema tranquilo de piano y guitarras en sus comienzos que torna hacia sonoridades cercanas a Pink Floyd cuando se une la batería y algún aditamento electrónico. Es entonces cuando comienza a cantar Thom en ese frágil falsete tan característico y la balada gana muchos enteros. Uno de los grandes momentos del disco, en nuestra opinión.

“Backdrifts” - “Loops” electrónicos nos reciben en el comienzo de una de las piezas más sintéticas del disco. Yorke empieza a cantar junto con una agresiva caja de ritmos que late de modo irregular. Es fascinante el uso que hacen los miembros de Radiohead de los sonidos electrónicos, muy diferente al de cualquier otra banda pero lleno de sofisticación. Todo parece extremadamente sencillo pero la realidad es que hay un trabajo muy complejo detrás de piezas como esta.

“Go to Sleep” - La guitarra del comienzo con un riff muy simple nos traslada casi de inmediato a territorios propios del rock americano de los noventa, cercano al “grunge” y más o menos por esa senda transcurre la canción que podría ser un guiño a los comienzos del grupo con “Pablo Honey” o “The Bends”. EL tema fue el segundo single del disco.



“Where I End And You Begin” - Una introducción de corte ambiental abre una pieza que pronto se sube a lomos del bajo. Éste, con una melodía adictiva nos conduce durante toda la canción en la que tenemos que destacar también la batería de Selway. Hay algo de U2 en la melodía central de una canción que, pese a estar entre lo más “comercial” del disco, no deja de ser un gran tema.

“We Suck Young Blood” - Un melancólico tema de piano abre una canción con aire de balada gótica, impresión reforzada por el quebradizo hilo de voz con el que Yorke canta y por el fúnebre acompañamiento de palmas que lo acompaña. Quizá contraste en exceso con el resto del disco pero en modo alguno podemos decir que sea una mala canción. Muy al contrario, tomada de forma individual, estaría entre nuestras preferidas del trabajo (en contra de la opinión de Yorke, quien habría prescindido de ella de haber podido rectificar meses después del lanzamiento del CD).

“The Gloaming” - Vuelven los sonidos sintéticos, los samples, loops y demás parafernalia para conformar otra de esas bases rítmicas que tanto contrastan con la suave cadencia del vocalista en la mayoría de las canciones.

“There There” - Un ritmo de corte tribal cargado de sensualidad (cercano al “Human Behaviour” de Bjork, por ejemplo) ocupa la parte central del que fue primer single del disco. Sin ser nuestra canción favorita, no le podemos negar varias virtudes. Mantiene la esencia del sonido de la banda, tiene un punto de originalidad nada desdeñable y navega con soltura entre varios registros musicales muy diferentes.



“I Will” - La siguiente balada comienza con un bonito juego de voces que se combina con la guitarra acústica para conseguir un delicado efecto muy propio del malogrado Jeff Buckley. Hay también un ligero aire clasicista en alguna segunda melodía muy inspirado.

“A Punchup at a Wedding” - Una atractiva combinación de bajo, ritmo electrónico y piano nos recibe en este corte extraño pero muy interesante. Y lo es porque bajo una apariencia nada convencional se oculta una canción realmente inspirada; con un leve regusto a Pink Floyd, un remoto espíritu “blues” y un enfoque muy actual.

“Myxomatosis” - Aunque pocas reseñas hacen especial hincapié en este corte, por algún motivo que se nos escapa, es uno de nuestros preferidos del disco. Un contundente sonido electrónico procedente de sintetizadores analógicos acompaña a un ritmo irregular y cambiante. En este entorno, Yorke interpreta un extraño texto mientras más y más capas de sonido van añadiéndose sin pausa hasta crear una atmósfera realmente particular.

“Scatterbrain” - Volvemos a registros más clásicos dentro de la discografía de la banda si es que un grupo como Radiohead puede tener algo así. Se trata de un tiempo medio en el que la voz doliente de Yorke encuentra el ambiente ideal para expresarse. Los juegos de guitarras de Jonny Greenwood nos revelan su excepcional talento para crear preciosos tapices sonoros con su instrumento así como una gran visión musical que ha llamado la atención de lumiarias como Steve Reich.

“A Wolf at the Door” - Con unos acordes clásicos en el inicio (muy Beatles, si se nos permite la comparación) se abre la despedida del disco. Estamos ante otra cuidada canción con efectivos juegos vocales y una elegante interpretación por parte de todos los miembros de la banda en la que parecen dejar de lado cualquier excentricidad para terminar firmando un tema redondo.


Cuando apareció “Hail to the Thief”, Radiohead eran una banda que había alcanzado un prestigio elevadísimo y la acogida por parte de la crítica fue buena en general siendo hoy en día uno de los discos mejor valorados de la formación. Sin embargo, los propios miembros del grupo creen que podía haber sido mejor, que algunas cosas se pudieron trabajar más y que habría sido mejor idea reducir el número de canciones (Yorke llegó a proponer un “tracklist” alternativo con sólo 10 temas). El disco fue también la despedida de la banda de Parlophone, su sello hasta entonces y supuso el final de una etapa y el comienzo de otra que vendría marcada por algunos trabajos en solitario de sus motores creativos, Thom Yorke y Jonny Greenwood antes de meterse de lleno en un terreno en el que fueron pioneros (al menos a este nivel de popularidad): la autoedición. Ese será, en todo caso, objeto de una entrada futura. Por ahora nos quedamos con “Hail to the Thief”, un disco extraordinario de una banda que será recordada en las décadas venideras como una de las grandes de su tiempo. Os dejamos un par de enlaces en los que adquirirlo.

amazon.es

play.com


Radiohead en directo:


 

domingo, 9 de junio de 2013

Katia & Marielle Labeque - Minimalist Dream House (2013)



Las hermanas Katia y Marielle Labeque representan uno de esos raros casos que se dan en el mundo de la música clásica en que, como por ensalmo, un intérprete alcanza una fama repentina y se convierte en una estrella a un nivel cercano al de algunos ídolos del pop. Lo particular de su éxito es que no procede de la “vulgarización” de un repertorio clásico para hacerlo accesible al llamado “gran público” como han hecho otros nombres hoy famosos sino que alcanzaron su primer éxito con una grabación, nada menos que de las “Visions de l’amen” de Olivier Messiaen realizada cuando las pianistas contaban con 19 y 17 años respectivamente. El mérito es mayor si tenemos en cuenta que fue el propio Messiaen quien supervisó y dio el visto bueno a la grabación quedando plenamente satisfecho (recordemos que el músico estuvo casado con la también pianista Yvonne Loriod, habitual intérprete de sus obras y que su nivel de exigencia era máximo).

Esta elección de la vía “más dura” para darse a conocer, incluyó interpretaciones de música de Luciano Berio, Pierre Boulez o Gyorgy Ligeti pero no se quedaron ahí y ampliaron su repertorio a todo tipo de músicas, desde el barroco (llegaron a encargar la construcción de dos pianoforte) al jazz, el pop o el flamenco (han grabado con la cantaora Mayte Martín). Su mayor éxito fue una transcripción para dos pianos de “Rhapsody in Blue” de Gershwin lo que las elevó al estatus de estrellas. Tras haber tocado con las mejores orquestas, haber grabado en los mejores sellos y haber acompañado a los mejores solistas, decidieron crear su propio sello discográfico, KML Recordings el 2007, no sólo para publicar sus propios trabajos sino para apadrinar a nuevos artistas procedentes de los estilos más variopintos y no sólo en el ámbito de la música sino también en el campo audiovisual. Ya en 2012, establecieron un centro de reunión para artistas en Roma en el que construyeron su propio estudio de grabación y fue allí donde surgió el disco que hoy vamos a glosar. El título: “Minimalist Dream House”, dice mucho. Las “Dream House” son una serie de instalaciones ideadas por el pionero del minimalismo LaMonte Young en las que se combinaba su música con las esculturas lumínicas de su esposa, Marian Zazeela. La referencia al minimalismo del título sirve para despejar cualquier posible duda al respecto del contenido del disco pero no nos llevemos a engaño: no hay música de Young en el disco y, además, la definición de lo que es “minimalista” para las hermanas Labeque es algo más amplia de lo que se suele aceptar como tal.

A pesar de que el disco está firmado por las hermanas Labeque, intervienen varios músicos más en determinados momentos de la grabación. A saber: David Chalmin (voz, guitarras, bajo y efectos electrónicos), Raphael Seguinier (batería, percusión y efectos electrónicos) y Nicola Tescari (piano, teclados y efectos electrónicos).

Las hermanas Labeque

“Minimalist Dream House” consta de tres discos bastante diferenciados entre sí: el primero contiene varias obras más bien cortas para piano o dos pianos. El segundo se centra en piezas para grupo y el tercero nos presenta dos obras de larga duración:

DISCO 1:

“Four Movements for Two Pianos” (Philip Glass) – No habría sido demasiado arriesgado suponer que Glass aparecería en un disco de estas características aunque la pieza escogida no es la más habitual de su repertorio (de hecho, la de las hermanas Labeque es la segunda grabación que conocemos de la misma). Se trata de una composición relativamente reciente (data de 2008). No es muy amplio el repertorio de Glass para dos pianos pero dada su importancia, tenemos que recordar su ópera “Les Enfants Terribles” que, aunque escrita para tres, recuerda mucho en las formas a lo que podemos escuchar en estos cuatro movimientos. La pieza surge como encargo de la pianista Maki Namekawa y Dennis Russell Davies quienes fueron también los encargados de estrenarla. El primer movimiento es enérgico y directo. Inconfundiblemente “glassiano”. El segundo cambia de registro, bajando de velocidad y adoptando, en general, un tono mucho más comedido con un toque neo-romántico que el autor empezó a dejar ver en su música a partir de su “Dracula” y que ha cultivado desde entonces. El tercer movimiento es, quizá, el más puramente minimalista de la obra: basado en un ostinato grave, Glass construye una melodía oscura cuya influencia creemos escuchar en obras posteriores como la banda sonora de la película “Moon” de Clint Mansell. Cerrando la obra encontramos otro movimiento lento de gran densidad que va creciendo a partir de lo que recuerda a un bajo continuo barroco sobre el que aparecen escuetos grupos de notas espaciados como preludio a los clásicos arpegios de su autor.

“Three Nocturnes” (Howard Skempton) – El compositor británico, diez años mayor que Glass, comparte en su música muchas de las características de los minimalistas iniciales pero con una particularidad: sus piezas son extremadamente breves con lo que, inmediatamente, ganan en accesibilidad (como muy bien saben muchos otros autores de esa “segunda generación” de minimalistas). Sus tres nocturnos fueron escritos en 1995 y aquí son interpretados por Katia Labeque. Es música pausada, evanescente, reflejo de la de otros autores como Erik Satie o Harold Budd y en esta obra queda claramente de manifiesto. Especialmente destacado es el tercero de los nocturnos, con un ritmo de marcha hechizante, casi mágico que nos atrapa a lo largo de sus escasos dos minutos de duración.

“The Time Curve Preludes” (William Duckworth) – Otro de los autores de esa teórica “segunda generación” de minimalistas sería el norteamericano William Duckworth. Fallecido hace apenas unos meses a la edad de 69 años, su obra no es demasiado conocida y son sus “Time Curve Preludes” (1977-78) la parte más conocida de la misma aunque sólo llegó a completar el primero de los libros, con 24 piezas. Aquí escuchamos una selección de los preludios que incluye el 1º y el 17º, interpretados por Marielle Labeque y los que hacen el número 2, 7, 10 y 12 de la serie a cargo de su hermana Katia. Para los críticos, esta obra marca la entrada en una etapa post-minimalista de Duckworth aunque, dada la amplitud que ha alcanzado el término en los últimos tiempos, no creemos que sea necesario hablar de post-minimalismo cuando podría seguir llamándose minimalismo a secas. La similitud estilística que encontramos en algunos preludios como el séptimo o el décimo con música como la de John Cage hace más complicado aún hablar de post-minimalismo en un sentido temporal.

“Images” (Howard Skempton) – El resto del disco vuelve a la obra de Skempton comenzando por una selección de sus “Images” escritas en 1989. Es Marielle Labeque la encargada de interpretar las cinco piezas (los preludios nº 1, 5 y 7 y los interludios nº 4 y 5). Como ocurría con los nocturnos antes reseñados, volvemos a escuchar música tranquila, cadenciosa y profunda, de fuerte inspiración melódica.

“Postlude” (Howard Skempton) – Cierra el primer disco de la colección otra breve pieza escrita en esta ocasión en 1978 e interpretada de nuevo por Marielle. Aún más pausada, si cabe, que las anteriores, podría pasar perfectamente por una composición de Satie y está impregnada de un cierto tono fúnebre y meditativo.

DISCO 2:

“Experiences I” (John Cage) – Cuando hablábamos antes de que en este disco se exploraban las fronteras del minimalismo violentándolas en algunos momentos, pensábamos en lo que suena en este segundo CD, con músicos que muy pocos incluirían en esta categoría pero que, tras una escucha detenida, tienen motivos sobrados para aparecer aquí. Abrir el disco con John Cage es una especie de homenaje: una mirada atrás, al comienzo de todo, para saltar al presente y al futuro. La pieza para dos pianos de Cage es sólo el principio.

“Gameland” (David Chalmin) – La inclusión de música propia de los integrantes de la banda que apoya a las hermanas Labeque es el punto fuerte de este segundo CD. La única composición de Chalmin combina electrónica y sonidos experimentales con formas clásicas. Se trata de una pieza sumamente inquietante que nos recuerda en ciertos momentos a algunas obras de Roger Eno. Está construida como un “crescendo” continuo en el que la tensión aumenta por momentos hasta llegar a un estallido final de gran intensidad que podría estar sacado de cualquier disco de una banda de rock contemporánea como Nine Inch Nails.

“Suonar Rimembrando” (Nicola Tescari) – Que el minimalismo tiene puntos en común con el barroco es algo que muchos músicos han puesto de manifiesto. No sorprende, por tanto, que muchos autores de aquel periodo sean reivindicados por músicos actuales. Tarquinio Merula, por ejemplo, fue un no muy conocido músico italiano de aquella época cuya obra no es hoy muy popular. Sin embargo, la hemos encontrado ya en varias ocasiones publicada relacionándola con compositores contemporáneos (existe un disco que combina, sorprendentemente bien, música de Merula y Philip Glass). Nicola Tescari parte aquí de una chacona del compositor barroco para escribir una deliciosa pieza para piano y efectos electrónicos más que interesante.

“Nanou2” (Aphex Twin) – La presencia de Aphex Twin, pseudónimo de Richard D. James en un disco como este llama la atención de inmediato. El británico es una de las figuras más respetadas en el mundo del tecno pero una mirada más atenta a su obra encuentra claras referencias a músicos como Cage o Satie, especialmente en su disco “Drukqs” del que está extraída ésta pieza y la siguiente del CD.

“Avril 14th” (Aphex Twin) – Los seguidores de la vertiente más dura del tecno de Aphex Twin no entendieron bien la aparición de un disco como “Drukqs” del que se acepta como válida la teoría de que fue una forma de romper con el sello Warp. Sin embargo, en él se encuentra mucha de la mejor música del compositor. Este tema es un claro ejemplo de lo que decimos y uno de los más bellos de todo el disco.

“In Dark Trees” (Brian Eno) – Que la música de Brian Eno apareciera en algún momento en este disco es algo que todos podíamos esperar. Lo que no era tan previsible es que lo hiciera con esta composición de su disco “Another Green World”, por la escasa presencia de piano en ella y sus formas, más propias del rock que de la clásica. En todo caso, se trata de una muestra de la amplitud de miras con la que está hecha la selección de músicas por parte de las hermanas Labeque.


“The Poet Acts” (Philip Glass) – Quizá la obra más popular de Philip Glass haya sido su banda sonora para la película “Las Horas”. Poco después de su publicación, su colaborador de toda la vida, Michael Riesman, escribió una adaptación de la partitura para piano de la que se extrae este fragmento a cargo de Katia Labeque.

“Hymn to a Great City” (Arvo Pärt) – Quizá sea esta la pieza más bella del escaso repertorio para piano (en este caso para dos) del compositor estonio Arvo Pärt, por encima de la estática “Alina”. En apariencia es simple, como buena parte de la obra de su autor pero el resultado es una maravilla. Un ritmo continuo, casi un pulso a la manera de Reich, recorre toda la pieza, salpicado por ocasionales arpegios pero sólo con eso, Pärt consigue emocionarnos hasta la lágrima.

“En 4 Parentheses” (Nicola Tescari) – Segunda y última pieza del músico de la banda que interpreta determinadas piezas de este trabajo y una de las más interesantes puesto que combina elementos experimentales en forma de efectos electrónicos y voces espectrales con atmósferas inquietantes y una constante tensión que amenaza con saltar en pedazos en cualquier momento, cosa que sucede en los instantes finales con la irrupción de la percusión.

“Pyramid Song” (Radiohead) – Cuando hablábamos de que la selección de piezas hecha por las Labeque para esta colección estiraba los límites del minimalismo hasta casi romperlos teníamos muy presente esta canción extraída del disco “Amnesiac” de Radiohead. Sin embargo, no nos queda más remedio que rendirnos ante la evidencia de que la composición tiene, efectivamente, todas las características exigibles a una pieza para adjudicarle ese calificativo. Nos permitimos añadir, incluso, que la interpretación de David Chalmin es superior a la del propio Thom Yorke en el original.

“Free to X” (Raphael Seguinier) – El último de los miembros de la banda formada por las hermanas Labeque para grabar el disco hace su aparición en este momento con una composición llena de intensidad que es un homenaje a los pioneros del género. Combinando una percusión obsesiva con profundos “drones”, se va formando una intrincada red de sonidos que gana en riqueza con la continua adición de elementos hasta llegar a una ininteligible cacofonía final.

“Ghost Rider” (Suicide) – Cerrando el CD encontramos una de la mayores rarezas contenidas en el mismo con un corte del dúo neoyorquino “Suicide”, banda de punk electrónico de los años setenta sin conexiones aparentes con el minimalismo más allá de la estructura repetitiva de su música, algo común, por otra parte, a muchas canciones tanto punk como new wave de aquellos años.

DISCO 3:

“In C” (Terry Riley) – Poco podemos añadir a estas alturas sobre lo que ya se ha dicho sobre esta obra. El calificativo de piedra angular del movimiento minimalista le hace justicia como pocos podrían hacerlo. La revisión que realizan las Labeque y su banda en el disco es muy respetuosa y fresca a la vez y su reducida duración (no llega a media hora) la hace más accesible. El único “pero” que le ponemos es la batería que aparece en el tercio final de la obra. Por lo demás, una versión muy recomendable.

“Water Dances” (Michael Nyman) – La obra surge como banda sonora para un documental de Peter Greenaway sobre natación sincronizada en 1984 y, en un principio estaba escrita para orquesta. No conocemos ninguna versión íntegra de la obra original aunque aparecieron determinados movimientos en los discos “A Kiss and Other Movements” y “The Essential Michael Nyman Band” respectivamente. Sí que nos llama la atención el hecho de que se indique en el libreto del disco de las Labeque que esta es la primera adaptación para dos pianos de la obra cuando recordamos otra publicada por Helen Hodkinson y Brenda Russell en el disco “Taking a Line for a Second Walk”. En cualquier caso, las “Water Dances” se cuentan entre nuestras obras predilectas de Nyman y esta versión las hace justicia. En las cinco danzas escuchamos la versión más reposada del músico inglés (la inicial “Dipping”), al más metronómico y riguroso (“Stroking”), al casi lírico (“Submerging” y “Gliding”) y al desatado rockero que tanto nos gusta cuando, y es un decir, se desmelena (“Synchronizing”).


Poco más que añadir. Sabemos que una colección de tres discos sobre música minimalista puede resultar algo árida al oyente menos familiarizado con el estilo pero tenemos que reconocer que la selección musical es tan sorprendente como acertada y debería ser igual de atrayente para el neófito que para aquellos ya iniciados en el género por cuanto las composiciones escogidas (con la única excepción de “In C”) no son las tópicas de toda recopilación al uso. El trabajo viene presentado en un estuche de cartón en formato libro, realmente escueto con un austero libreto. No sabemos si forma parte del concepto minimalista o se trata sencillamente de reducir costes pero mucho nos tememos que no aguantará bien el paso del tiempo. Con todo, la música y el precio lo hacen muy recomendable. Podéis adquirirlo aquí:


Vídeo promocional del disco:

miércoles, 5 de junio de 2013

Radiohead - OK Computer (1997)



Tenemos que confesar que siempre que alguien nos habla de un grupo como “los nuevos (póngase aquí el nombre que cada cual crea más oportuno)” encontramos un motivo para desconfiar. Algo similar nos pasa con los discos y es que llevamos muchos años escuchando nuevos “Sgt.Pepper’s” como para no ponernos en guardia ante este tipo de anuncios.

En 1997 o 1998, alguien nos sugirió que escuchásemos un disco. Según esa persona, se trataba de un trabajo realmente distinto del que la crítica empezaba a decir que era comparable con la música de Pink Floyd. Inmediatamente saltaron las alarmas: ¿los nuevos Pink Floyd? Por favor... Sin embargo, le dimos una oportunidad al disco y entonces saltó la sorpresa. Resulta que la apreciación de los críticos era mucho más atinada de lo que esperábamos. Y ¿qué esperábamos? Un disco con largos pasajes de teclado, sonido antiguo... unos imitadores más. No fue así. Cuando escuchamos “OK Computer” encontramos un disco distinto, elaborado y diferente a lo que sonaba en aquel entonces en las radios. Por ahí sí que tenía sentido la comparación con Pink Floyd y con cualquier otra banda cuya aportación hubiera marcado una diferencia con sus contemporáneos. 

Como tantos otros grupos, Radiohead surgieron de las inquietudes comunes de un grupo de estudiantes que un día se decidieron a tocar juntos para ver qué salía de ahí. En aquellos años tocaban bajo el nombre de “On a Friday” por ser el viernes el día en que quedaban para ensayar. No fue hasta que firmaron por una discográfica que adoptaron el nombre definitivo de Radiohead como modificación del título de una canción del disco “True Stories” de Talking Head (en aquel, el nombre figuraba separado en dos palabras). Integraban el grupo Thom Yorke (voz, teclados, guitarra y lo que se tercie), Jonny Greenwood (guitarra, teclados y, ocasionalmente, los instrumentos que surjan), Colin Greenwood (bajo), Phil Selway (batería) y Ed O’Brien (guitarra y coros). Lo comienzos discográficos del grupo no fueron especialmente brillantes y su disco de debut “Pablo Honey”, a pesar de contener el single “Creep”, no tuvo una gran acogida. Para buena parte de la crítica, Radiohead pasaba a integrar el cajón de imitadores poco afortunados de Nirvana y otras bandas surgidas al abrigo del “grunge”. Aunque la crítica de “The Bends”, segundo LP de la banda, fue algo más prometedora, nada hacía presagiar el impacto que iba a tener el tercer disco de estudio publicado por el grupo. Durante 1995 y 1996 la banda había preparado un buen número de canciones que decidieron probar en directo durante una gira de Alanis Morissette en la que hicieron de teloneros y meses más tarde entraron en el estudio a grabar el que, para muchos, es uno de los cuatro o cinco discos más importantes de la década de los noventa: “OK Computer”.



“Airbag” – Sin concesiones de ningún tipo, el disco comienza con un poderoso riff de guitarra que enseguida nos pone en situación. Aparece pronto una percusión ligeramente distorsionada con efectos “lo-fi” acompañada de un bajo poco convencional, que se dedica a esbozar retazos de melodía sin llegar a componer una base rítmica al uso. Aparecen por doquier guitarras ambientales al estilo de los primeros U2 y todo ello arropando de forma eficaz la particular voz de Yorke. Lo más sorprendente de todo es que la unión de elementos utilizados de una forma poco convencional, termina conformando una canción realmente redonda y que funciona a la perfección. Todos los elementos están perfectamente integrados sin destacar unos por encima de otros.

“Paranoid Android” – El segundo corte del disco fue también uno de los singles y se cuenta entre las canciones más populares de la banda aún hoy. Con una estructura más propia del rock progresivo, el tema comienza de forma tranquila, con guitarras acústicas, una percusión amable y algunos efectos electrónicos pululando por ahí. Tras unos minutos aparece el riff central de la canción que marca un cambio importante. Cierto es que en algunas cosas recuerda a Nirvana pero estamos ante música mucho más elaborada, con una mayor complejidad rítmica y una producción muy cuidada, aparentemente sucia en algunos momentos pero que, tras una escucha detenida, se revela intencionadamente maquillada. Tras un nuevo cambio rítmico aparecen unos coros que crean una atmósfera decididamente setentera de un tiempo en que reinaban los mellotrones y demás parafernalias. Es entonces cuando escuchamos los mejores juegos vocales de la banda antes de la conclusión del tema en la que guitarras y electrónica se mezclan para terminar en un verdadero climax progresivo.


“Subterranean Homesick Alien” – Guitarras extraterrestres y teclados nostálgicos nos dan la bienvenida a un tema psicodélico con conexiones en el pasado (The Beatles) y en el futuro (Porcupine Tree). Cuentan los propios integrantes de la banda que en la época de la grabación escuchaban intensivamente a DJ Shadow, Miles Davis, los Beatles o Ennio Morricone. En sus propias palabras, buena parte del sonido de este tema surgió como un intento de replicar las atmósferas de “Bitches Brew” de Davis.

“Exit Music (for a film)” – Inspirada en la película “Romeo y Julieta” de Franco Zefirelli, la canción es una mezcla del estilo de Johnny Cash (reconocido por el propio Thom Yorke) y el sonido de Portishead. Los teclados tienen un protagonismo mucho mayor que en cualquiera de las piezas anteriores del disco y toda la canción está imbuida de un espíritu épico que recuerda las poderosas baladas acompañadas de mellotron de grupos como King Crimson.

“Let Down” – Una de las canciones con una estructuras más convencionales y que podría pasar por un éxito pop al uso. Con ella comprobamos que Radiohead tienen también un talento melódico fuera de lo común. Si antes comentamos que por momentos el sonido de la banda fue muy influyente en otras como Porcupine Tree, siguiendo con Steven Wilson, “Let Down” podría pasar por una canción de su proyecto Blackfield.

“Karma Police” – Junto con “Paranoid Android”, el otro gran tema del disco. Extraído también como single se trata de una canción bastante más convencional con un gran parecido con el “Sexy Sadie” de los Beatles, especialmente en determinados fragmentos al piano. La canción es bastante diferente del anterior single puesto que, apenas existe estructura y todo el tema es un largo estribillo contrastando con la complejidad y las distintas secciones de su predecesor. Sin embargo, tiene algo de hipnótico que la convierte en una canción excepcional.


“Fitter Happier” – El lado más experimental de la banda aparece en esta composición en la que una vieja aplicación para ordenador recita una serie de textos por encima de un ambiente electrónico realmente extraño en el que sólo la aparición de un piano que desgrana una melodía melancólica nos mantiene unidos a la realidad.

“Electioneering” – Tras ese extraño interludio, llega este auténtico cañonazo rock lleno de energía y agresividad. Difícilmente la contaremos entre nuestras canciones favoritas de la banda pero tenemos que reconocer que se trata de una auténtica inyección de adrenalina cuya presencia en este momento concreto del disco puede servir para provocar la reacción del oyente tras el poco convencional corte anterior.

“Climbing Up the Walls” – Volvemos a la faceta más experimental de la banda con una canción en la que las distorsiones y los tratamientos electrónicos son protagonistas. Voces y percusiones pasan por el filtro de los aparatos mientras las guitarras suenan poderosas en el primer corte de todo el disco en el que podemos encontrar algún rastro de Pink Floyd.

“No Surprises” – Llegamos al tercer single del disco, una canción maravillosa que comienza con unos acordes repetitivos de guitarra de gran belleza que son reforzados por un instrumento tan poco habitual como el glockenspiel de un modo parecido al utilizado por Mike Oldfield en el celebérrimo comienzo de su “Tubular Bells”, apoyando el riff de piano. Sin duda, una de las mejores canciones de Radiohead.


“Lucky” – Cerca del final del disco, la banda decidió incorporar esta canción escrita y grabada unos años antes por encargo de Brian Eno para un disco benéfico titulado “The Help Album” a beneficio de la ONG War Child, que operaba en Bosnia en aquellos días. Nigel Godrich fue el productor del corte y esa experiencia hizo que la banda contase con él como apoyo a la hora de grabar “OK Computer” en contra de los deseos de la discográfica que quería otro tipo de productor.

“The Tourist” – Cerrando el trabajo tenemos una composición de Jonny Greenwood de gran simplicidad en comparación con el resto del disco: guitarra, batería, bajo, voz y coros con algún teclado de fondo pero sin excesos de ningún tipo, con una producción escueta y elegante. Un cierre con algo de anticlimático pero que cumple con su cometido. Mención especial a los arreglos vocales, algo que no hemos destacado demasiado hasta ahora pero que cumple una labor primordial en todo el disco.

Material promocional de "OK Computer". Si. Es un diskette.

Leyendo historias como la siguiente, uno se pregunta por los méritos que llevan a una persona a formar parte de los puestos directivos de una gran discográfica, por la cantidad de veces en que se repiten anécdotas similares. Cuando recibieron el disco, los dirigentes de Capitol, en su rama norteamericana, pensaron que aquello no había por dónde cogerlo. No entendieron el disco en absoluto y le daban vueltas buscando un nuevo “Creep” infructuosamente. Finalmente tomaron la decisión de rebajar la cantidad de copias a solicitar del disco de los 2.000.000 iniciales a apenas 500.000 ejemplares. Acertaron de pleno. El disco entró en los puestos más altos de las listas de medio mundo consiguiendo al mismo tiempo algo mucho más difícil: la unanimidad de la crítica que elevaba a “OK Computer” a la categoría de obra maestra y disco de referencia para los años venideros casi desde el momento de su lanzamiento. Lo que hace excepcional este hecho no es esta gran acogida sino la constatación de que más de 15 años después de la aparición del disco, estas opiniones se mantienen inamovibles y hoy pocos discuten la categoría del disco. En nuestra opinión, Radiohead son una de las pocas bandas que han conseguido alcanzar un nivel elevado de popularidad manteniendo unos niveles de calidad realmente altos en casi toda su producción. Cierto es que no todos sus lanzamientos posteriores han gozado de la misma valoración aún siendo igualmente notables pero habrá tiempo para repasarlos en el futuro. Si aún no os habéis iniciado en el universo de Radiohead, éste es un momento tan bueno como cualquier otro. El disco se encuentra fácilmente en cualquier tienda. Os sugerimos un par de enlaces:

amazon.es

fnac.es

domingo, 4 de septiembre de 2011

Radiohead - The King of Limbs (2011)


Con la perspectiva que nos dan los casi veinte años transcurridos desde que los miembros de Radiohead comenzaron su carrera discográfica allá por los primeros años noventa, creemos que esta banda se puede contar ya como uno de los clásicos que nos dejara esa difícil década. Sus primeros dos trabajos pasaron más o menos desapercibidos como una más de las bandas que se habían visto atrapadas por el grunge de Nirvana. Tuvieron un single como "Creep" de éxito tardío (empezó a sonar con regularidad casi un año después de su lanzamiento) pero no había muchas señales de que fueran a llegar mucho más lejos.

Todo esto cambió a raiz del lanzamiento de su disco "OK Computer" en 1997. Un disco muy trabajado en los dos años anteriores en los que presentaron algunas de las canciones en directo comprobando la buena aceptación de las mismas. En "OK Computer" la banda incorporó elementos electrónicos, ambient y ciertos toques de vanguardia que hicieron que parte de la crítica les emparentase con Pink Floyd. Sea como fuere, desde ese momento se convirtieron en un grupo de referencia. Afortunadamente, y lejos de acomodarse en ese nuevo status, la banda siguió evolucionando en su estilo y lanzando trabajos a cual más interesantes.

El disco que hoy tenemos por aquí es su último lanzamiento. Un trabajo autoproducido publicado a comienzos de año bajo el título de "The King of Limbs". Sus ocho canciones no llegan a un total de 40 minutos pero completan un disco realmente interesante que va un paso más allá de lo que habitualmente suena en las radios comerciales. Radiohead son Thom Yorke, Colin Greenwood, Jonny Greenwood, Ed O'Brien y Phil Selway. Creemos que cualquier oído inquieto puede encontrar cosas interesantes en la música de esta banda y sabemos que ese tipo de oyentes son los que suelen frecuentarnos.

Para adquirir el disco:

fnac.es

play.com

Y uno de los temas del trabajo: "Morning Mr Magpie"