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domingo, 7 de enero de 2018

Philip Glass - Music for the Crucible (2016)



Hace ya un tiempo que venimos hablando en el blog del giro que está experimentando la música de Philip Glass hacia formas clasicistas, cada vez con mayor presencia de obras de cámara o de piezas para instrumentos solistas o dúos. Esto no quiere decir que haya abandonado otras formas de expresión pero es cierto que en los últimos tiempos, este tipo de formaciones han protagonizado una parte muy importante de su producción.

La mayor parte de los ejempos de esta orientación se encuentran en obras de concierto pero hoy nos vamos a centrar en una pieza creada para el teatro. Concretamente, para la representación de “El Crisol” de Arthur Miller que fue estrenada en marzo de 2016 en una nueva producción para el teatro Walter Kerr, en Broadway. “El Crisol”, “The Crucible” en el original, es una obra en la que Miller relataba los acontecimientos ocurridos en Massachusetts a finales del S.XVII alrededor de los juicios de Salem en los que se condenó a morir en la hoguera a varias mujeres acusadas de brujería. Miller publicó su obra de teatro en 1953 utilizando aquellos sucesos para criticar otra “caza de brujas” más actual: la ocurrida bajo la doctrina del “macartismo” en la primera mitad de los años 50 en los Estados Unidos.

Glass compuso varias piezas para la obra de las que sólo una parte (aproximadamente la mitad) pasó a formar parte de las representaciones. Junto a ellas, el músico adaptó varios himnos religiosos protestantes que sonarían en distintos momentos de la trama. Afortunadamente, para la publicación del disco que hoy comentamos, desde Orange Mountain Music han optado por incluir todas las nuevas composiciones, sonasen o no en el montaje teatral y por prescindir de los temas tradicionales.

La música de “The Crucible” está escrita para violín y violonchelo aunque en algunas partes Glass prescinde del violín y opta por el “cello” sólo. Los intérpretes en su versión discográfica son Miranda Cuckson (violín) y Jeffrey Zeigler (violonchelo), a quien ya hemos escuchado anteriormente interpretando al compositor norteamericano.

Primera edición de "El Crisol" de Arthur Miller


El disco está dividido en 20 cortes sin título específico más allá de un número de entrada y, en algunos casos, una letra. Ya en el primero de ellos, nombrado como “Cue 1A” encontramos el estilo del Glass más reciente de obras como su “Partita para Violin” y sus “Poemas para Violonchelo Solo”. Con un tono romántico y meditativo disfrutamos de la cara más íntima del músico que pasa a ser más lírica en la segunda parte del tema (“Cue 1B”) con el violín como solista y el chelo, pellizcado, haciendo las veces de soporte rítmico. Una preciosidad. En una linea similar transcurren el resto de piezas del disco que no siguen un orden lineal si atendemos a su numeración ya que la pista “11A” suena después de la 12 y no existe una “Cue 13”, por ejemplo. Además, en la parte final del disco, tras escuchar la “Cue 14B”, suenan la 1C, la 5B o la 9B. Hay algunas pistas que inevitablemente nos remiten a partes bien conocidas de la obra “glassiana”. Así la “Cue 4” tiene similitudes con alguno de los cuartetos de cuerda del músico. Otras, como la brevísima “Cue 6” con un ritmo muy vivo, nos hacen recordar a sus bandas sonoras de principio de la década pasada. Existen también pasajes para la reflexión como los nombrados “Cue 7A y 7B” para violonchelo solo, de una gran profundidad. La melodía, con un inequívoco tono “neo-barroco” reina en la “Cue 8” que es, junto con la “14B”, uno de los momentos más bellos de una obra que tiene también espacio para la tensión como la “Cue 12” y toques muy contemporáneos en la “Cue 11A”.

Presentación de la obra en los premios "Tony":


Probablemente la música de Glass para “El Crisol” vaya a quedar en el olvido oculta por su ya bastante extensa producción de concierto de los últimos años. Sería una verdadera lástima porque hay piezas muy notables aquí que merecerían mejor suerte. Si estáis entre aquellos que están disfrutando con el Glass “neoclásico”, no os perdáis esta obra. No os defraudará.

 Os dejamos un breve trailer de la obra:

 

miércoles, 13 de julio de 2016

Terry Riley - The Cusp of Magic (2008)



Una de las asociaciones musicales más fructíferas de las últimas décadas es la que une al compositor Terry Riley con el Kronos Quartet dirigido por David Harrington. Ambos personajes se conocieron en la década de los setenta y pronto entablaron una gran amistad que ha llegado hasta nuestros días. No es la primera vez que hablamos de esta relación aquí por lo que tampoco es cuestión ahora de repetir cosas ya dichas. Centrándonos en lo musical, baste señalar que Harrington fue el responsable de que Riley volviera a escribir música sobre partitura, especialmente para formatos clásicos como el propio cuarteto de cuerda. A lo largo de los años setenta el compositor había abandonado la escritura y toda su actividad musical se basaba en la improvisación, especialmente en directo. De haber seguido con esta forma de actuar, es probable que buena parte de la obra del músico se hubiera perdido para siempre o, a lo sumo, estaría guardada en los archivos sonoros de algún teatro. No es que el hecho de que exista la música escrita garantice su supervivencia o su publicación. Sin salirnos del Kronos Quartet, Riley ha escrito decenas de obras para ellos que aún no han sido publicadas en un soporte sonoro aunque sí han sido interpretadas en directo. Creemos, no obstante, que poco a poco todo este material irá viendo la luz pero por ahora nos centramos en el que hay disponible ya comenzando por este “The Cusp of Magic” que hoy nos ocupa.

La pieza, de gran extensión como muchas de las que Riley ha escrito para el Kronos Quartet, fue un encargo de Harrington para celebrar el 70º cumpleaños del compositor en 2005, aunque la grabación que comentamos data de unos años después. “The Cusp of Magic” no es tampoco un cuarteto de cuerda al uso ya que, además del grupo de David Harrington, participa en él Wu Man, la intérprete china de “pipa” (especie de laúd originario del país asiático). También se escuchan diversos instrumentos de percusión interpretados por los miembros del cuarteto quienes, por su parte, ejecutan pistas por separado de cada uno de sus instrumentos de forma que en la audición final del disco, escuchamos muchas más cosas de las que sonarían en un cuarteto de cuerda convencional.

Riley enfoca la obra como un chamán que dirige una ceremonia. De hecho el título hace referencia a la transición astrológica entre los signos de Géminis y Cáncer, coincidente con el solsticio de verano y que simboliza para los aficionados a estas materias el cambio de la adolescencia a la edad adulta. Los movimientos que abren y cierran la obra están basados en las ceremonias de los nativos americanos con sustancias como el peyote. Otros incluyen melodías ajenas al propio Riley, algunas obra de Wu Man y otras procedentes de sintonías de dibujos animados rusos. También escuchamos juguetes musicales propiedad de la nieta de David Harrington representando lo que para el violinista son los momentos más mágicos de su vida: las tardes de niño jugando en casa de su abuela. Aparecen ritmos cercanos al flamenco o al son montuno cubano... Toda la obra es una celebración de la vida, en suma, en la que Riley realiza una de sus más grandes composiciones de los últimos años.

Integran el Kronos Quartet en el momento de la grabación: David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Jeffrey Zeigler (violonchelo).

El Kronos Quartet con Wu Man durante una interpretación de la obra.


“I. The Cusp of Magic” - Ya hemos dicho que esta obra no es exactamente un cuarteto de cuerda pese al innegable protagonismo del Kronos Quartet. Riley no quiere mantenernos en la duda ni un segundo y da comienzo al primer movimiento con una serie de percusiones que marcan un ritmo ritual, cadencioso e hipnótico. Las cuerdas aparecen después interpretando varias melodías no del todo definidas, que van creciendo compás a compás. En la parte central del movimiento las cuerdas se asocian para crear un fondo musical más coherente que sirve para dar pie a la intervención de Wu Man a la pipa. Los primeros momentos son de total protagonismo de la instrumentista china pero poco a poco va integrándose en el cuarteto en una mezcolanza extraña pero fascinante. La parte final trae al primer plano a las cuerdas con los arpegios característicos del minimalismo más clásico que sirven de transición hacia una conclusión llena de cambios de ritmo y de una gran complejidad.




“II. Buddha's Bedroom” - La pipa abre el movimiento con un tema de aire tradicional. El cuarteto entra después dando la réplica de diferentes formas, incluyendo secciones en “pizzicato” o un acompañamiento de tintes jazzísticos a cargo del violonchelo que emula un contrabajo con absoluta destreza. A continuación se produce una pausa tras la que Wu Man comienza a interpretar una canción de cuna de entre las que acostumbraba a cantar a su hijo, Vincent. Terminado ese delicado momento, volvemos a escuchar al Kronos en un fragmento robusto  y enérgico en una linea próxima a las colaboraciones habituales de Riley con la formación de Harrington.

“III. The Nursery” - El tercer movimiento, mucho más breve, también cuenta con Wu Man cantando una nana aunque el esquema es muy diferente. Se escuchan multitud de juguetes sonoros acompañando al cuarteto como correspondería al ambiente de una guardería. Todo el tema, en general, tiene un tono tradicional y el cuarteto se limita a la ejecución de una especie de letanía en segundo plano.

“IV. Royal Wedding” - Recupera Riley para este movimiento una canción que escribió para la boda de unos amigos. Como corresponde a la situación, es una música, alegre, vital y con un optimismo contagioso, no muy común en la obra del autor. Más tarde los músicos se embarcan en un viaje a lo largo de la india, influencia capital en la obra de Riley que abarca el resto del movimiento con un despliegue de ritmos y cadencias de esa procedencia.




“V. Emily and Alice” - A lo largo de sus viajes por el mundo, David Harrington ha hecho acopio de una importante colección de instrumentos de juguete de todas las procedencias. Estos pasaban a manos de su nieta Emily y de la hija de la manager del cuarteto, Janet Cowperthwaite: Alice. Parte de esos juguetes suenan aquí en un movimiento que toma prestadas melodías de “Cheburashka”, personaje de dibujos animados ruso y también de obras de similar temática como “El Cascanueces” completando el homenaje a la infancia que son los movimientos centrales de la obra.




“VI. Prayer Circle” - Para cerrar “The Cusp of Magic”, Riley nos muestra esa extraña mezcolanza entre flamenco y son montuno a la que nos referíamos en la introducción. Una elección sorprendente que funciona perfectamente como base de una composición en la que vemos a un Riley inmediatamente reconocible, especialmente por parte de los oyentes acostumbrados a su escritura para cuarteto. La aportación de Wu Man es extraordinaria complementando en todo momento al resto de músicos y consiguiendo que su presencia suene completamente natural.

Hace apenas unas semanas que el Kronos Quartet volvió a rendir un homenaje a Terry Riley, esta vez con ocasión del 80º cumpleaños del compositor. Este consistió en un gran concierto celebrado en San Francisco con multitud de invitados (Wu Man entre ellos) en el que se interpretó música del propio Riley junto con otras piezas especialmente escritas para la ocasión por otros artistas, incluyendo a Yoko Ono o Pete Townshend de quien se estrenó un arreglo para cuarteto de cuerda de su “Baba O'Riley”, aquel homenaje al compositor presente en el disco de The Who, “Who's Next”.

Recientemente se ha publicado una caja recopilatoria que contiene todas las grabaciones que el Kronos Quartet ha realizado de música de Terry Riley, incluyendo ésta que comentamos hoy. Para aquellos seguidores tanto del grupo como del compositor que no posean ya los discos por separado, es una compra poco menos que imprescindible.


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Felipe Pérez Santiago - Mantis (2013)



De vez en cuando traemos por el blog discos con música de diversos autores a los que hemos llegado llamados por el atractivo concreto de alguno de ellos, desconociendo en buena parte otros nombres que aparecen en el disco. El método, errático en apariencia, nos ha llevado en los últimos años a descubrir la obra de artistas verdaderamente interesantes a los que difícilmente habíamos accedido por otros medios. El disco que hoy comentamos llegó a nuestro conocimiento por ese medio.

Hace un tiempo comentamos aquí un disco del violonchelista Jeffrey Zeigler movidos, principalmente, por el estreno de una pieza para ese instrumento de Philip Glass y animados por la presencia de John Zorn en el listado de compositores del CD. El “descubrimiento” que nos tenía reservado el disco de Zeigler estaba en la pista que abría el disco, obra del compositor mexicano Felipe Pérez Santiago. Formado en las mejores instituciones musicales de su país y de Europa, ha sido compositor residente de algunos de los centros de investigación musical más relevantes del viejo continente, incluyendo el Center of Musical Creation Iannis Xenakis parisino, el Center for Electronic Music de Amsterdam, la Universidad Pompeu Fabre de Barcelona, el Staatstheater de Munich o el Studio for Electro-Instrumental Music en Amsterdam. La lista de premios y becas logradas a lo largo de su trayectoria sería demasiado larga para exponerla aquí y las formaciones con las que ha trabajado se encuentran entre las más prestigiosas de la música contemporánea. Además de esto, Felipe es el fundador de Mal'Akh, formación que interpreta música de los más diversos estilos, desde el free-jazz a la electrónica, incorporando elementos de la música de cámara o el rock.

Sus primeras obras eran puramente musicales, sin relación con ningún otro formato artístico pero ya en 1999 compuso música para ballet y un año más tarde sus primeras bandas sonoras. Ambos campos han tenido un papel importante en su obra acompañados siempre de la composición independiente. No parece tener predilección por ningún tipo de formación concreta a la hora de componer ya que tiene piezas de todo tipo, desde orquestales hasta camerísticas, electrónicas e incluso para combinaciones de instrumentos poco comunes como conjuntos de flautas, grupo de gamelanes, etc.

El disco que hoy traemos aquí, lleva el título de “Mantis” y es una recopilación de trabajos creados entre 1999 y 2013 y proceden de distintas etapas de sus estancias en distintas instituciones, europeas en su mayoría. Es una producción del Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras.

Felipe Pérez Santiago


“Jingle Hell!” - Abre el disco una pieza de 1999 encargada por una emisora de radio holandesa como sintonía de una serie de programas dedicados a las nuevas músicas. Es una de las cuatro obras del disco creadas en el Estudio de Música Electrónica del Conservatorio de Rotterdam. En realidad es una brevísima fanfarria adornada con efectos electrónicos que cumple perfectamente su labor como “jingle”.

“Post-War” - Como la anterior, es otra creación del periodo del músico en Holanda. En esta ocasión, del año 2001. Además de la electrónica interviene el violinista Konstantin Tchakarov. Es ese instrumento el que lleva el peso del tema ayudado por el tamiz electrónico de Felipe Pérez Santiago que transforma el sonido del instrumento y lo rodea de timbres y efectos que consiguen crear en el oyente una sensación de profundo desasosiego. El violín parece retorcerse y ser exprimido hasta obtener las notas más inalcanzables consiguiendo momentos de gran tensión. En la parte final aparece un agresivo sonido electrónico para crear un ritmo inquietante con el que concluye la composición. La pieza pertenece a “Battlefeels”, encargo de la Universidad Erasmo de Rotterdam para un festival de cine.

“Area 17” - El disco no sigue un orden cronológico así que saltamos a 2006 y a Barcelona donde Felipe escribe esta pieza electrónica con ocasión del 250º aniversario del nacimiento de Mozart. Estamos ante una de nuestras obras favoritas del disco que toma la forma de una caja de música sacada de algún futuro post apocalíptico. Una melodía de tinte clásico ejecutada con una electrónica tremendamente distorsionada hasta conseguir un efecto verdaderamente perturbador. Mozart y Aphex Twin juntos en una improbable colaboración que fue la primera pieza de Felipe que nos impresionó cuando comenzamos a buscar obras suyas tras escuchar su participación en “Something of Life” de Jeffrey Zeigler.





“Cicatrice” - En 2008, de vuelta en Holanda (esta vez al Studio for Electroinstrumental Music de Amsterdam, el compositor escribe esta obra para cuarteto vocal y electrónica por encargo del Egidius Quartet. Comienza con una profunda introducción electrónica de gran fuerza a la que se incorporan paulatinamente las voces, primero de forma individual y más tarde interactuando entre ellas hasta crear un coro de gran belleza, siempre con un punto de tensión importante, algo que es una característica muy destacada de la música de Felipe. Hay puntos en común con algunas de las obras más inquietantes de músicos como Ligeti (pensamos en piezas corales pero también en las instrumentales como “Volumina”) y otros compositores de nuestro tiempo. La superposición de capas sonoras, los loops vocales y las texturas electrónicas, siempre evolucionando, convierten a “Cicatrice” en otra de nuestras piezas predilectas.

“Danza de Ángeles” - Una de las piezas más antiguas del disco (data de 1999) creada en la etapa del autor en Rotterdam, es este extracto de “Engelberg”, encargo electrónico para la Rotterdam Dance Academy. Distintos ritmos se combinan en el inicio, desde unos pasos hasta un latido de corazón, mezclados ambos con un un zumbido constante, para crear el fondo sonoro en el que escuchamos, muy en segundo plano, un coro angelical. Aparecen entonces loops y ritmos industriales, “samples” vocales de todo tipo, campanas casi inaudibles, etc. Un tapiz sonoro personalísimo y fascinante. Nos comenta el autor en un correo electrónico su admiración, entre muchos otros músicos, por Steven Wilson y lo cierto es que esta obra bien podría encajar en la filosofía del proyecto Bass Communion del polifacético artista británico.

“Der Nachtflug” - La última obra de este periodo incluida en el disco es esta composición que ganó el premio del Institute of Electroacoustic Music de Bourges como parte de “Ofaniel, ángel de la Luna”, instalación audiovisual de gran formato. Comienza de un modo más amable que las anteriores, aunque enseguida gira hacia los ambientes más oscuros e industriales. Aparecen entonces una serie de ritmos sintéticos que se mezclan con sirenas para crear una sensación de caos de la que es muy difícil escapar. Salvando las distancias, porque el resultado es muy distinto, hay algo del “On the Run” de Pink Floyd en el esquema de esta parte de la pieza. En el final volvemos a escuchar una serie de samples vocales formando “loops” que dan paso a la última parte de la composición, muy rítmica y experimental.

“Iftira” - Avanzamos unos cuantos años hasta llegar a las dos obras más recientes del disco, creadas ambas en México. La primera es una comisión del Centro Mexicano de Música y Arte Sonoro, escrita para quinteto de fagots y electrónica. Se estrenó en 2012 con los integrantes del Dark in the Song Quintet como intérpretes. Nos recuerda mucho a otras piezas en una linea similar de Jacob Ter Veldhuis, especialmente a sus composiciones para “boombox” o “ghettoblaster” e instrumentos de viento como “Pitch Black”. Al margen de eso, “Iftira” es una obra magnífica en la que los ritmos electrónicos se mezclan con los que crean los propios fagotistas y sirven como base para diferentes desarrollos repetitivos en la más pura tradición minimalista. Una maravilla.



“Red Antisocial” - De un año antes es esta pieza para flauta y electrónica con Alejandro Escuer como solista. El comienzo, con el instrumento sólo, nos muestra un tratamiento muy contemporáneo del mismo, algo que se mantiene durante toda la pieza aún cuando se suma la electrónica para dotarla de un entorno acústico muy diferente. Con todo, los efectos nunca llegan a eclipsar a la flauta. La segunda parte de la pieza evoluciona hacia conceptos más claros, tanto en las frases y melodías de Escuer como en los ritmos electrónicos, mucho más concretos y directos ahora, tanto que podrían encuadrarse en las corrientes más vanguardistas de la electrónica de baile actual.

“Frozen” - Continuamos con dos piezas de 2003 cuya creación se hizo a caballo entre Holanda, Los Ángeles y México. Ambas forman parte de música para el ballet “Eppur Si Scende” y cuentan con Jeffrey Zeigler al violonchelo dando la réplica a la electrónica de Felipe. La primera composición se abre con un profundo sonido que se repite unas cuantas veces más antes de que aparezca Zeigler para ejecutar una melodía muy cadenciosa que se va mezclando con las capas de sonidos sintéticos del compositor. Es en esta fase inicial este un corte muy atmosférico y con momentos de gran sutileza en la relación entre ambos instrumentistas. Se produce entonces un giro y el violonchelo comienza a explorar terrenos muy diferentes creando un pasaje sonoro lleno de tensión que desemboca en el final de la pieza, oscuro y evocador como pocos.

“Phoetus” - El segundo extracto de “Eppur Si Scende” se abre también con sonidos electrónicos en forma de “drone” a los que se incorpora el violonchelo ejecutando una serie de largas notas en la misma línea. Un pulso sintético continuo aparece entonces acompañado de una serie de voces fantasmagóricas con regusto a antiguo coro de iglesia que se interrumpen abruptamente de vez en cuando, algo que también ocurre con alguna de las secuencias de violonchelo en una composición en la que la riqueza de las texturas sonoras es abrumadora siendo complejo discernir cuántas capas de sonido escuchamos en cada momento.



“Círculo” - La única obra del periodo parisino de Felipe que aparece en el disco es esta pieza electrónica de 2002 concebida para acompañar un montaje de video-ballet de Eef de Graaf titulado “Círculos Cuadrados”. Tras un comienzo cercano al ambient, una serie de percusiones pulsantes comienzan a sobrevolar la pieza a gran velocidad atrapando nuestra atención para terminar entre ritmos frenéticos que no avasalladores.

“Ladrones” - El cierre del disco lo pone una muestra de la obra del compositor para el cine, concretamente para el corto de 2003 “Ladrones” de la directora argentina Mariana Rondón. Es un broche tranquilo, una pieza pianística de breve duración que sirve para concluir un viaje fascinante como pocos.

Nuestro desconocimiento de la escena musical mexicana es casi absoluto y se limita a las obras del fallecido Jorge Reyes en los años ochenta y noventa y de Fernando Corona, alias Murcof, en la actualidad. El nombre de Felipe Pérez Santiago se incorpora sin duda alguna a nuestra lista y se convierte en una referencia a seguir a partir de ahora, especialmente sabiendo que entre sus próximos proyectos se encuentra una nueva colaboración con el Kronos Quartet con el exilio como tema central. Se prolonga así una colaboración que comenzó años atrás, cuando el compositor fue el segundo ganador de la convocatoria “Kronos Under 30”. Se trata de una especie de concurso organizado sin una periodicidad concreta por el cuarteto norteamericano. El ganador recibe el encargo de escribir una obra para el cuarteto y Felipe fue el escogido en la segunda edición en 2004 dando como fruto la obra “Camposanto”. Algo más tarde, el compositor mexicano escribió un segundo encargo para el cuarteto bajo el título de “Encandilado”.


Antes de despedirnos, queremos agradecer a Felipe su excelente disposición para aclararnos algunas dudas sobre su trabajo así como su amabilidad y cordialidad a la hora de responder nuestros correos. Estaremos muy pendientes de las próximas noticias sobre su música que tendrán siempre un hueco en el blog, habida cuenta de la la extraordinaria calidad de sus propuestas.

Como cierre, os dejamos con "Purpurascens", una de las últimas creaciones del músico interpretada en directo con su banda Mal'Akh y la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. Una verdadera maravilla:

miércoles, 25 de febrero de 2015

Jeffrey Zeigler - Something of Life (2014)



Aunque se trata de una formación que ha gozado de una gran estabilidad a lo largo de los años (durante más de veinte, sus cuatro integrantes no variaron), el puesto de violonchelista en el Kronos Quartet ha sufrido varios cambios en épocas recientes. Esa circunstancia, lejos de hablar mal de quienes han ocupado esa plaza, dice mucho de su categoría ya que, al fin y al cabo, es el único de los instrumentos que se ha sometido al teórico “examen de entrada” en la que es una de las grandes instituciones de la música contemporánea. El último en dejar vacante su plaza fue el californiano Jeffrey Zeigler. Tras formar parte del Corigliano Quartet, el músico se trasladó a Nueva York en busca de nuevos proyectos, principalmente en solitario. Allí se hizo un hueco en la escena más vanguardista en la que conoció a la que hoy es su esposa, una de las compositoras cuya música aparece en el disco que hoy tratamos. Poco antes de iniciar unas vacaciones en México ante la falta de compromisos a corto plazo, recibió una llamada de la productora Judy Sherman, una de las grandes figuras del mundo de la grabación “clásica” de los últimos años. Zeigler le dijo que iba a irse unos días de viaje y la cosa pareció quedarse ahí pero esa misma semana el violonchelista recibió la llamada de David Harrington, fundador y primer violín del Kronos Quartet. El tipo de llamada a la que ningún músico puede decir que no.

Zeigler sustituyó a Jennifer Culp en 2005 y ha formado parte del cuarteto hasta junio de 2013, fecha en la que decidió buscar nuevos horizontes lo que provocó en sus propias palabras que la mitad de sus amigos le dijeran que era muy valiente y la otra mitad que estaba loco. Entre sus primeros proyectos se encuentra el disco que hoy comentamos, con una selección de obras muy diferentes de compositores contemporáneos. Una delicia que merece la pena explorar y que cuenta, además, con importantes alicientes como iremos viendo.

Imagen reciente de Zeigler.


“Glaub” - La primera pieza del disco es obra del mejicano Felipe Pérez Santiago, quien acompaña a Zeigler a la guitarra eléctrica. Comienza con una serie de sonidos electrónicos, o eso creemos, ya que podrían proceder de las cuerdas de violonchelo en su parte más aguda. Un pulso sintético aparece de forma periódica a modo de metrónomo mientras los efectos sonoros van ganando espacio. La segunda parte de la pieza muestra a Zeigler en una tormentosa interpretación de algo parecido al caos con la perfecta réplica del compositor con una serie de intervenciones distorsionadas. Puro experimentalismo. Los ritmos electrónicos comienzan a mostrarse con más intensidad hasta llegar a la parte final en la que Zeigler, doblando su instrumento, ejecuta una serie de melodías mucho más pausadas mientras se suman capas y capas de electroacústica. Es posible que en el futuro volvamos a hablar de Felipe Pérez Santiago ya que es un compositor muy interesante.

“Listen, Quiet” - Continúa el trabajo con una obra de Paula Prestini, esposa de Zeigler. El percusionista Jason Treuting, del grupo So Percussion y una serie de cintas con sonidos pregrabados son los particulares cómplices del violonchelista en esta ocasión. Comienza con una serie de ritmos de marimba y glockenspiel a los que se suman la batería y diversas grabaciones de voces de todo tipo. Tarda en aparecer Zeigler pero cuando lo hace es para reclamar toda la atención. La partitura guarda ciertas similitudes con la de la pieza anterior puesto que combina tramos reposados con otros vibrantes y llenos de tensión. Aunque las intervenciones de Treuting son notables, los ritmos grabados que aparecen en la pieza terminan por resultar algo tediosos. Afortunadamente, mediada la composición, asistimos a un cambio de estilo en el que los violonchelos ocupan el primer plano y escuchamos alguna de las mejores melodías de la obra.

“Babel” - Llega el turno de la pieza más breve del disco, encargo del compositor a John Zorn, lo cual son palabras mayores. El compositor ofrece una partitura frenética que en muchos momentos hace temer por la integridad del violonchelo de Zeigler durante la interpretación. No hay concesiones. En las notas del disco sobre este tema aparece simplemente una cita del mítico piloto de monoplazas Mario Andretti: “si todo parece estar bajo control, es que no vas lo suficientemente rápido”. Difícil ser más descriptivo.



“Orbit” - La presentación de una obra nueva de Philip Glass siempre es de agradecer y más cuando es una pieza para violonchelo, instrumento para el que el compositor parece guardarse sus mejores composiciones en los últimos años. Podemos afirmar que estamos ante una de las obras maestras de su autor en lo que se refiere a su producción más “clásica”. Un bellísimo solo de violonchelo con tintes barrocos que hizo plantearse a Zeigler el retorno a J.S. Bach y sus suites para el instrumento. Una verdadera delicia para escuchar una y otra vez.



“Shadow Lines” - La joven compositora iraní Gity Razaz es la siguiente en aparecer y lo hace con presenta una composición con multitud de efectos electrónicos y grabaciones previas de violonchelo. Juega en la pieza con la idea de trasladar a la música el fenómeno de la diplopia, trastorno que provoca a quien lo padece una visión doble de los objetos. El uso de “delays” y ecos durante la propia interpretación busca provocar un efecto similar en el oyente. Al margen de su carga conceptual, es una composición muy interesante que exige a Zeigler lo mejor de sí mismo en muchos momentos.

“Something of Life” - Cerrando el disco tenemos esta extensa pieza del batería de Wilco, Glenn Kotche. Explica el autor que la idea de la pieza surgió en los largos paseos que solía dar durante las giras, en las horas muertas en los hoteles en ciudades y entornos desconocidos. En un momento determinado decidió grabar los sonidos ambientales de esas caminatas a modo de “documental sonoro” y de ahí surgió la inspiración para la obra. Efectivamente, los primeros sonidos a los que tiene que confrontarse el cello son los de una persona caminando. Pronto llega el primer cambio de ritmo que sugiere una estación de metro, con el sonido de la gente, los ambientes propios de ese entorno y un ritmo mecánico de la batería de Kotche fundiéndose con el de Zeigler. De vuelta a la superficie escuchamos el tráfico, las sirenas de la policía, los silbatos, un perro, una extensa cita de Beethoven... toda una sinfonía urbana sobre la que el violonchelo ahora pulsado, dibuja paisajes de gran vitalidad. Distintos ambientes y escenarios se suceden en una composición que, no en vano, da título al disco puesto que es un verdadero monumento musical y un gran homenaje urbano. Muy parecido a lo que podemos escuchar si salimos al centro de cualquier gran ciudad con la música de nuestros auriculares a un volumen bajo.


Si hay algo que Zeigler parece haberse llevado consigo de su etapa con el Kronos Quartet es el amor por el riesgo y la música de vanguardia. Este su primer disco en solitario corrobora esta afirmación y es un prometedor debut que nos hace esperar lo mejor de sus próximas propuestas ya que aúna buena parte de las características que adornan la obra de los artistas que habitualmente nutren este blog. Si estáis interesados en adquirir el disco, lo encontraréis en los siguientes enlaces:

amazon.es

innova.mu


Os dejamos con el vídeo promocional del disco:

domingo, 15 de febrero de 2015

Richard Reed Parry - Music for Heart and Breath (2014)



Cada vez encontramos más casos como el del músico que nos ocupa: artistas procedentes del mundo del pop-rock que se atreven a dar el salto a músicas más “serias” como la clásica. Lo cierto es que el panorama ha cambiado mucho respecto a décadas anteriores. Hace años, sólo algunas figuras consagradas de estos estilos decidían dar el paso y lo hacían, habitualmente, sin la formación necesaria y apoyándose en arreglistas y compositores más duchos en esos menesteres. La cosa, como decimos, es ahora diferente. Mientras que en sus comienzos el rock y los estilos de música populares eran la vía de expresión escogida por muchachos cuyas habilidades y ambiciones iban poco más allá de escribir bonitas canciones y tocar con cierta habilidad una guitarra, de un tiempo a esta parte son un medio más a disposición de artistas con una formación académica a la altura de cualquier intérprete de sala de conciertos. Evidentemente estamos simplificando una serie de situaciones pero no creemos alejarnos demasiado de la realidad en este planteamiento.

Así, resulta que, hoy en día, los integrantes de un buen número de bandas de rock de éxito son gente con una sólida base musical y esto hace que sus inquietudes vaya más allá y exporen caminos alternativos más cercanos a la música culta consiguiendo integrarse en algunos de los sellos más representativos de ese mundo cada vez menos hermético que es el de la clásica.

Vamos a Canadá, concretamente a Montreal y a los primeros años de la década pasada. Allí encontramos a Arcade Fire, una banda que casi antes de nacer, se enfrentaba a su primera crisis importante. En ese momento se incorpora a la formación Richard Reed Parry, multi-instrumentista como la mayoría de miembros del grupo. Aquellos fueron años turbulentos con entradas y salidas de personal, discusiones y la grabación de un prometedor EP titulado igual que el grupo que supuso la salida de la banda de varios de los músicos que lo habían grabado. A pesar de las controversias, Arcade Fire salió adelante publicando una serie de discos que les han granjeado los elogios de la crítica, el cariño de un amplio público y la admiración de muchos compañeros de profesión incluyendo a “vacas sagradas” como el mismísimo David Bowie, quien colabora en el último disco de la banda. El grupo mantiene una formación mucho más extensa de lo habitual en el rock y ésta se amplía aún más en directo. Su sonido es muy original, especialmente por la gran cantidad de instrumentos poco habituales en estos estilos musicales como el , banjo, el xilófono, el acordeón, la celesta, el glockenspielm, el sitar, clarinetes y demás hermanos de la familia de las maderas, etc. Otra de las características de la banda es su forma de trabajar coral en la que todos los miembros aportan su participación en la composición de músicas y textos aunque parece ser que el rol central lo juegan el matrimonio formado por Win Butler y Regine Chassagne junto con nuestro protagonista hoy: Richard Reed Parry.

Paralelamente a su carrera con Arcade Fire, Parry ha realizado una serie de colaboraciones con otros artistas y también se ha introducido en el mundo de la composición “clásica” junto con otros “compañeros de armas” de similar trayectoria como Jonny Greenwood de Radiohead y los hermanos Dessner de The National además del “enfant terrible” de la música contemporánea, Nico Muhly.

Así, en 2014 llegó a nuestros oídos el disco de debut de Parry, nada menos que con el sello Deutsche Grammophone. Algo así tenía que llamar nuestra curiosidad y el comprobar que entre los intérpretes se encontraban los miembros del Kronos Quartet o los de yMusic, terminó por decidirnos a darle una oportunidad al disco.

El trabajo reúne una serie de piezas con un concepto en común que es la exploración de los ritmos corporales de los propios intérpretes. De primeras, eso nos recordó a los experimentos de Reich en los que la capacidad pulmonar de los ejecutantes de los instrumentos de viento era la que determinaba la duración de sus intervenciones. Entonces, los resultados eran muy atractivos así que teníamos que comprobar si el efecto se conservaba en esta nueva investigación sonora.

Explica el propio autor el concepto que reside tras el disco:

“son una serie de composiciones que usan los movimientos involuntarios de algunos órganos del cuerpo (particularmente el corazón y los pulmones) como parámetros para la interpretación. No existen indicaciones de “tempo”: éste está marcado por los ritmos cardíacos o respiratorios de los ejecutantes. Cada uno debe tocar, por ejemplo, en sincronía con su respiración (o con la de otro de los músicos) acompasándose con el ritmo de inspiración, de espiración o con ambos. Para conseguir la sincronía con los ritmos cardíacos, cada músico está equipado con un estetoscopio. El hecho de que los latidos de cada intérprete tengan una cadencia diferente termina por crear una suerte de “puntillismo musical” en el que las melodías se alinean y se salen de fase constantemente”.

En esencia, estaríamos ante un proceso afín a la creación de “fases” de Steve Reich pero gobernado por los ritmos corporales y no por procesos matemáticos. Los efectos son igualmente fascinantes.

Richard Reed Parry


“Quartet fo Heart and Breath” - La primera composición, a pesar del nombre de “cuarteto”, es, en realidad un sexteto interpretado por los miembros de yMusic, Rob Moose (violín), Nadia Sirota (viola), Clarice Jensen (violonchelo), Alex Sopp (flauta), Bill Kalinkos (clarinete) y C.J.Camerieri (trompeta). Es una pieza en la que las cuerdas y los vientos alternan los papeles de modo que primero son aquellas las que se encargan de la parte rítmica en pizzicato con los segundos en las tareas melódicas y después justo al contrario. La música resultante tiene mucho en común con alguna de las composiciones más experimentales de Wim Mertens para grupo y es de una gran belleza y fragilidad.



“Heart and Breath Sextet” - Los miembros de yMusic reciben el refuerzo de Nico Muhly al piano para esta extensa pieza que se abre con una serie de lamentos encadenados de violín a los que se suman de forma progresiva el resto de instrumentos. La parte de piano actúa como una especie de argamasa que empasta a la perfección el conjunto. Por momentos se acerca al ambiente del “Concierto para Piano” de Gavin Bryars aunque las propias características conceptuales de la obra condicionan mucho un desarrollo coherente de todos los instrumentos que terminan funcionando como entidades individuales aunque no siempre. De hecho, el sector central de la composición es especialmente brillante en la linea del Michael Nyman romántico de alguna de sus bandas sonoras. En el último tramo se vuelve a crear esa tensión algo caótica del comienzo consiguiendo, en su conjunto, una obra muy interesante y atractiva.

“For Heart, Breath and Orchestra” - Un grupo de catorce músicos entre los que repite Muhly quien además del piano toca la celesta y dirige la orquesta se enfrenta a la partitura de la siguiente obra del disco. También es la primera pieza en la que el propio Parry aparece como intérprete de piano y contrabajo. La música parece surgir a borbotones y encontramos en ella grandes influencias de alguno de los nombres más celebrados del pasado siglo como Olivier Messiaen aunque también de Ligeti. Sin embargo, el resultado final es profundamente minimalista aunque sea este un minimalismo “orgánico”, por así decirlo, nada mecánico y dotado de un pulso propio.

“Interruptions I-VII” (Heart and Breath Nonet)” - La obra más extensa del disco se compone, en realidad, de siete pequeños movimientos ejecutados por los miembros de yMusic con el refuerzo de Parry al contrabajo y los hermanos Dessner a las guitarras. En la primera de las piezas el protagonismo es para la viola, algo que se repite en el comienzo de la segunda aunque doblado por el contrabajo y convenientemente acompañado por el resto de cuerdas en momentos puntuales. El tercer movimiento se centra en vientos y cuerdas alternandose. Particularmente interesante nos resulta el cuarto movimiento con un ritmo constante construído a partir de una amalgama indescifrable de instrumentos de entre los que se destaca el cello con una extraordinaria melodía. El mismo espíritu es compartido por las guitarras de los miembros de The National que lideran la siguiente parte de la obra en su comienzo siendo luego el principal soporte rítmico en apoyo de los vientos, una vez más, en la tradición de Wim Mertens. Similar coñaboración pero ahora entre guitaras y cuerdas es la que encontramos en el penútimo movimiento de la obra para cerrar con el corte más ambiental que, como indica su propio título, se basa en una serie de “drones” de cuerda.



“Duet for Heart and Breath” - La primera obra que Parry escribió pensando en el concepto de la sincronía de la ejecución con los ritmos corporales del intérprete fue este dueto que aquí enfrenta al autor con la viola de Nadia Sirota. La pieza consiste en una serie de repeticiones al piano sobre las que la solista esboza breves trazos melódicos. Podría formar parte por derecho propio de cualquier catálogo de música minimalista de los últimos años aunque tampoco suena demasiado lejano a algunas obras de cámara de Arvo Pärt.

“Quartet for Heart and Breath (for Kronos)” - Cerrando el disco, encontramos la versión para cuarteto de cuerda de la pieza que abría el trabajo. La interpretación, a cargo del Kronos Quartet, es impecable y cierra un trabajo muy recomendable.

Dentro de la lista de obras de músicos “pop” dentro de parámetros clásicos que hemos escuchado en los últimos años, el disco de Parry nos parece de lo más original y fresco. No se trata de un trabajo de imitación de otros artistas sino de un verdadero esfuerzo por experimentar en el que, pese a que las premisas puedan parecer similares a otras (ya hemos citado a Reich), los resultados no lo son. Podemos disfrutar así de un disco que a nuestro entender puede gustar mucho a lectores del blog afines a la música de Mertens y al minimalismo en general pero también a muchos otros. Si Parry continúa en el futuro con esta vertiente de su trabajo, estamos seguros de que volverá a aparecer por al blog aunque no es descartable que en algún momento nos fijemos también en Arcade Fire. Tiempo al tiempo. Por ahora, su “Music for Heart and Breath” está disponible en los siguientes enlaces:

deutschegrammophon.com

prestoclassical.co.uk


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Steve Reich - WTC 9-11 (2011)



Cuando se recuerdan determinadas fechas importantes, una de las preguntas más habituales que suelen surgir es ¿qué hacías tú cuando...? En el caso de Steve Reich, creemos que no le será difícil recordar la visita de su hijo, la esposa de éste y su nieto a su apartamento neoyorquino situado a cuatro manzanas del World Trade Center la mañana del 11 de septiembre de 2001. “Aunque en aquel entonces vivíamos en Vermont, ese día estábamos en mi apartamento de New York. Estuvimos seis horas colgados del teléfono hasta que nuestro vecino pudo sacarnos de allí junto con su familia. Para nosotros, el 11-S no fue un evento mediático”.

El ataque contra las Torres Gemelas tocó muy de cerca al músico quien, sin embargo, dejó pasar mucho tiempo antes de plantearse la composición de una obra relacionada con los atentados de aquella fecha y cuando lo hizo, fue como resultado de un encargo conjunto de dos universidades, dos fundaciones y un par de teatros. El estreno corrió a cargo del Kronos Quartet, quienes llevaban un tiempo insistiendo a Steve Reich con la idea de que escribiera una pieza para cuarteto y cinta magnetofónica. La idea fue cobrando forma en la cabeza del compositor quien decidió que las grabaciones procederían del archivo del NORAD, de las conversaciones del Departamento de Bomberos de la ciudad de Nueva York y de entrevistas a vecinos y amigos del músico que vivían en aquella época en Manhattan. Inmediatamente nos viene a la cabeza una obra como “Different Trains” cuyo esquema es similar: grabaciones magnetofónicas y el Kronos Quartet dando la réplica a cada una de las frases registradas en las cintas. No anda desencaminado el lector si piensa así ya que, estilísticamente, ambas obras son muy similares. Las iniciales del título de la pieza no se refieren sólo a lo que todos pensamos de inmediato al verlas: WTC = World Trade Center sino que, además, son las de World To Come: el mundo por llegar. La visión de Reich de un mundo que, esta vez sí, nunca volverá a ser el que era antes del 11-S.

La duración de la pieza central del disco es de apenas un cuarto de hora por lo que era obligado que viniera acompañada, en este caso por otras dos composiciones recientes de las que hablaremos en su momento. Integran el Kronos Quartet en la grabación, David Harrington y John Sherba (violines), Hank Dutt (viola) y Jeffrey Zeigler (chelo).

WTC 9/11

“9/11” – Los textos del primer movimiento proceden de grabaciones del NORAD, como indicamos, y del Departamento de incendios. En los extractos se escuchan frases sueltas: “venía de Boston”, “hacia Los Ángeles”, “giraron hacia el Sur”, “la ruta es erronea”, “no hay contacto con el piloto”, “acaba de chocar un avión contra el World Trade Center”, “...todas las ambulancias disponibles...”, “el avión se precipitó contra el edificio”, “ha habido un gran derrumbe”, “mayday, mayday, Liberty y West, estoy atrapado”, “un segundo avión”, “no puedo respirar más”, “se ha derrumbado la otra torre”. Con unas pocas frases, Reich crea una atmósfera angustiosa que se ve enormemente reforzada por su música en la que una nota se repite constantemente a modo de pulso a cargo de los violines mientras escuchamos las frases y sus correspondientes transcripciones musicales casi literales, al igual que ocurría en “Different Trains”. Las grabaciones no sólo incluyen las voces sino también el sonido ambiente del momento con lo que el efecto es aterrador.

“2010” – El segundo movimiento recoge grabaciones de vecinos de la zona, un miembro del cuerpo de bomberos y del conductor de la primera ambulancia en llegar a la zona del desastre: “estaba en clase”, “a cuatro manzanas de la zona cero”, “llevaba a mis hijos a clase”, “el primer avión paso justo sobre nuestras cabezas y se estrelló contra el edificio”, “lo ojos se me cerraron instantaneamente”, “llamas”, “una de las torres en llamas”, “todos pensamos que era un accidente”, “sabía que aquello no era un accidente”, “todo el mundo corría y gritaba”, “entonces impactó el segundo avión”, “no era un accidente”, “gente”, “gente saltando desde el edificio”, “la primera ambulancia en llegar”, “era el caos”, “nadie sabía qué hacer”, “el suelo empezó a temblar”, “podía sentirse”, “el edificio se desplomó”, “corred por vuestra vida”, “de repente, todo estaba oscuro”, “no podías ver a un palmo de tus narices”, “el humo lo envolvía todo”, “todo el mundo pensaba que estabamos muertos”, “silencio absoluto”, “sólo polvo en las calles”, “3000 personas asesinadas”, “¿qué va a pasar ahora?”. La música que acompaña el segundo movimiento no pierde ni un punto de dramatismo pero se ajusta mucho más que la del segmento anterior a las cadencias de las voces de los protagonistas, dejando menos espacio a la creatividad de Reich aunque, claro está, él es quien escoge y combina los fragmentos de las voces buscando la musicalidad que éstos contienen por lo que no hay que considerar esta pieza como una simple transposición de voces en notas sino algo mucho más complejo.

“WTC” – El tercer movimiento de la obra es, quizá, el más sobrecogedor. Una tradición judía, la “shmira” obliga a que un cadáver sea velado hasta el momento de su entierro por los familiares que permanecen sentados junto a los restos mortales de la persona recitando salmos y pasajes bíblicos hasta que el cuerpo sea enterrado. El reconocimiento de los cadáveres del 11-S llevó hasta siete meses en algunos casos, a lo largo de los cuales, hubo mujeres que permanecieron todo el tiempo guardando la “shmira” y relevándose las veinticuatro horas del sin interrupción. Las voces de dos de ellas narrando aquellos momentos y la de un chelista que también siguió el ritual son las protagonistas absolutas del último movimiento de la pieza. “los cuerpos fueron llevados a grandes naves en el East Side”, “fuí allí y recité salmos toda la noche”, “sentados, simplemente”, “el Eterno cuidará tu partida y tu llegada desde ahora hasta el fin de los tiempos”, “el mundo por venir”, “no sé realmente qué significa”, “entonces, enviaré un ángel que te escoltará en tu camino y te traerá al lugar que he dispuesto para ti”, “y hay todo un mundo aquí al lado”. La pieza de Reich se torna aquí más “musical”. Junto con las réplicas de las inflexiones de las voces, escuchamos momentos más melódicos que corresponden con transcripciones de los salmos recitados por los protagonistas de las grabaciones confiriendo al movimiento un carácter particularmente sobrecogedor con el que se despide esta profunda obra, más conmovedora, si cabe, cuando uno se mete de lleno en los textos que la conforman y se pone en la piel de sus protagonistas.



La segunda obra contenida en el disco es “Mallet Quartet”, compuesta en 2009 para dos vibráfonos y dos marimbas, instrumentos ambos fundamentales en la música de Reich y se divide en tres movimientos, marcados sólo como “lento” o “rápido” según la particular notación de su autor. Los intérpretes son los miembros del grupo So Percussion, Eric Beach y Jason Treuting (vibráfonos) y Josh Quillen y Adam Sliwinski (marimbas):

“Fast” – En la más pura tradición de la música de Reich se desarrolla esta pieza que es un festín de ritmo, cuyas variaciones se producen siempre tras la orden que da un fuerte golpe de marimba. Cualquier admirador de la trayectoria de Reich disfrutará enormemente de un movimiento que desborda optimismo y luminosidad.

“Slow” – El segundo movimiento es mucho más estático de la habitual en la música de su autor pero también es breve por lo que lo tomamos como una suerte de pausa ambiental antes del desenlace.

“Fast” – Volvemos antes de poner fin a la pieza al Reich más robusto y contundente demostrando que no es necesaria una orquesta de 60 músicos para conseguir una música poderosa y emocionante. Como ocurría con el primer movimiento de la obra, el nervio y la firmeza de su autor resultan tremendamente convincentes y sirven para mostrarnos cómo, a estas alturas de la película, la de Steve Reich sigue siendo una voz fundamental en la música de nuestro tiempo.

Cerrando el disco tenemos la pieza más breve del mismo, escrita en 2002 y titulada “Dance Patterns”. Con un sexteto formado por James Preiss y Thad Wheeler (vibráfonos), Frank Cassara y Garry Kvistad (xilófonos) y Edmund Niemann y Nurit Tilles (pianos) tenemos una versión reducida del Steve Reich Ensemble que acompañaba al músico en los sesenta y setenta. La obra tiene su origen en una película de Thierry de Mey que ilustra la figura de la coreógrafa Anne Teresa de Keersmaeker. Reich fue uno de los músicos encargados de componer una breve pieza (apenas seis minutos) que acompañaría una de las secciones de la película.

Los atentados de las Torres Gemelas fueron un acontecimiento tan doloroso que han tardado mucho en tener reflejo en el mundo del arte. Las primeras películas importantes al respecto no se hicieron con la rapidez con que responde Holywood a otros sucesos y no son demasiadas las obras musicales de cierta entidad cuya inspiración surja de la catástrofe neoyorquina (apenas nos viene a la memoria una obra de John Adams que quizá aparezca por aquí más adelante). A pesar de publicar el disco casi diez años después, el propio Reich tuvo problemas con la portada inicial, que pretendía mostrar la imagen del primer avión dirigiéndose hacia las torres hasta tal punto que fue sustituida por una foto de la densa humareda que invadió la zona tras el desplome de los dos colosos.

Portada inicialmente planeada para el lanzamiento.

Tenemos que reconocer que, tras las primeras escuchas de “WTC 9-11” nos sentimos un poco decepcionados por la repetición de la fórmula de “Different Trains” para ilustrar, además, otra tragedia de gran trascendencia. Sin embargo, sucesivas escuchas han hecho que la obra gane muchos enteros. Eso y las dos piezas que la acompañan en el disco, nos animan a recomendarlo fervientemente. Si os decidís a darle una oportunidad, el disco, que incluye un DVD con una interpretación del "Mallet Quartet", está, entre otros sitios, aquí: