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jueves, 1 de marzo de 2018

Loreena McKennitt - The Mask and Mirror (1994)



Si bien la fama internacional le llegó gracias a su disco anterior, “The Visit”, el disco con el que Loreena McKennitt sonó en todas las radios y tuvo hasta un single de éxito con su parte de guitarra eléctrica y todo fue “The Mask and Mirror”. La artista comenzó a trabajar en él poco después de publicar el citado “The Visit” aprovechando los viajes que hizo como parte de la promoción del mismo además de para ofrecer conciertos. En todo ese periodo continuó explorando el legado celta fuera de las Islas Británicas tocándole el turno a la Península Ibérica, junto con Marruecos, el eje principal del nuevo disco.

Loreena se interesó profundamente en la situación cultural de la España del S.XV con la convivencia de las tres grandes religiones “del libro” (judíos, islámicos y cristianos) en un mismo territorio y durante su gira de 1993 aprovechó para visitar Santiago de Compostela, Granada y seguir viaje hasta Marrakesh llegando a convivir varios días con tribus del desierto. Todo eso más su bagaje anterior en tierras irlandesas y bretonas, así como su amor por la literatura del S.XVI terminaron por conformar un disco muy sorprendente que iba a ir mucho más allá de la tradición puramente celta que cualquiera de los trabajos anteriores de la artista canadiense. En el aspecto instrumental esto iba a acentuarse. Ya en “The Visit” sonaba el sitar o la balalaika entre los instrumentos ajenos al mundo celta pero aquí la lista iba a ser mucho más extensa incluyendo percusiones e instrumentos de cuerda hindúes, armenios o africanos además de otros más modernos como la guitarra o el sitar eléctrico. Loreena McKennitt, además de cantar, toca el arpa, el acordeón, el piano, los sintetizadores y el dumbeg egipcio. La acompañan los habituales Brian Hughes (guitarras, oud, balalaika y sitar), Rick Lazar (todo tipo de percusiones), George Koller (bajo, tamboura, violonchelo y esraj), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), Hugh Marsh (violín) y Al Cross (batería). Se incorporan al grupo de la artista: Anne Bourne (violonchelo y voces), Nigel Eaton (zanfona), Ravi Naimpally (tabla), Abraham Tawfik (nai, oud), Donal Lunny (bouzuki y bodhran) y Ofra Harnoy (violonchelo) y aparece en una de las canciones el Victoria Scholars Choir.



“The Mystic's Dream” - El primer corte del disco se inspira en los textos sobre la tradición sufí que Loreena compró (junto con varios recuerdos más) en su visita a Granada de 1993. La canción comienza con una fondo grave y la voz de la cantante entonando una breve melodía. Suenan suavemente flautas y percusiones hasta que entra, solemne, el coro. Aparece así la melodía central de la pieza que luego será replicada por la propia artista cantando un texto propio. Antes de eso asistimos a un brillante despliegue instrumental en el que hay que destacar una percusión brillantísima. La gaita irlandesa reina por unos instantes dejando paso a la voz que le cederá su sitio en momentos puntuales. Todo el tema es una joya que no hace sino anticipar un viaje extraordinario.

“The Bonny Swans” - Mientras preparaba su disco anterior, Loreena estuvo en Irlanda estudiando sus tradiciones, no sólo musicales sino también literarias y decorativas, fijándose mucho, por ejemplo, en los tapices. En uno de los libros que adquirió encontró la historia que cuenta esta canción tras la adaptación de la propia artista. El tema, muy tradicional en sus formas (percusión celta, violines, guitarras y algún bouzouki), tuvo el sorprendente añadido de la guitarra eléctrica, solo incluido, y sonó insistentemente en todas las radios en la época. Quizá por estar concebido como “single”, es un corte que no termina de encajar bien con el resto del disco ni en cuanto a los arreglos ni en cuanto a la temática.




“The Dark Night of the Soul” - Tras sus primeras visitas a España, Loreena quiso profundizar en los textos del místico San Juan de la Cruz, algo que hizo en cuanto tuvo ocasión en sus visitas a Stratford. Se fijó especialmente en “La noche oscura del alma”, poema que estudió a través de varias traducciones en las que se dio cuenta de todo lo que podía variar un mismo texto según quién lo interprete. La música que la artista compuso para acompañar las palabras del poeta es maravillosa. Una balada inspiradísima con un arreglo instrumental muy sutil en el que violonchelo, violín y guitarra arropan una voz que necesita de pocas ayudas. Uno de los grandes momentos del disco sin duda alguna.




“Marrakesh Night Market” - La visita a un mercado de Marrakesh en pleno ramadán inspiró a la artista este tema. Durante esas fechas, los practicantes del Islam realizan la mayor parte de las actividades de la jornada tras la puesta del sol lo que insufla una vida extraordinaria a los mercados. Loreena traslada todo ese desenfreno a una composición que es una fiesta de ritmo cortesía de todo tipo de percusiones manuales, guitarras y bouzoukis. La melodía tiene un aire oriental en el que la artista profundizaría en trabajos posteriores.

“Full Circle” - El día que abandonaba Marruecos, Loreena madrugó para coger el avión y escuchó el canto de un muecín convocando a los fieles a la oración. Entonces pensó “¿dónde he oído yo algo parecido?” y recordó una visita al monaterio benedictino de St.Benoit-du-Lac, cerca de Quebec en el que la llamada era similar. Con esa idea en mente, la artista compone esta maravilla en la que su voz es casi milagrosa. Es cierto que George Koller hace una gran interpretación con el esraj pero la sobrecogedora forma de cantar de la artista canadiense eclipsaría aquí a la más grande de las orquestas.

“Santiago” - Loreena McKennitt llegó a Santiago de Compostela a principios de 1992 para cantar pero la ciudad, su historia y su catedral la atrajeron hasta tal punto que volvió pocos meses después para investigar sobre la que fue una de las grandes capitales de la cristiandad durante varios siglos. Regresaría de nuevo al año siguiente y en uno de esos viajes encontró esta melodía que le fascinó. En sus propias palabras, pese al aire semita de la pieza, tenía elementos árabes y también celtas lo que no era sino una muestra clara de hasta qué punto todas esas culturas estuvieron integradas en la España medieval. La composición, tarareada en su mayor parte por la cantante, es extraordinaria y resume de forma inmejorable todo el disco: ritmos desenfrenados, excepcionales interpretaciones, una riqueza instrumental difícil de encontrar y, por encima de todo, una voz privilegiada.

“Cé Hé Mise le Ulaingt? / The Two Trees” - La siguiente pieza combina una magnífica introducción de aire inconfundíblemente celta compuesta por el gaitero Patrick Hutchinson con una canción de la propia Loreena en la que pone música a un poema de William Butler Yeats. La primera es bellísima y rivaliza con otras piezas similares del gran maestro Liam O'Flynn. La segunda es una balada típica de la artista en la que escuchamos su voz acompañada de piano y violonchelo.

“Prospero's Speech” - Ya contamos tiempo atrás cómo en sus comienzos Loreena McKennitt formó parte de una compañía teatral amateur que solía interpretar habitualmente obras de Shakespeare. “La Tempestad” era una de ellas y a la artista le pareció una gran idea terminar este disco con el monólogo final de Próspero, el protagonista de la obra. No se nos ocurre un final mejor que esta maravilla inspirada, probablemente, en la polifonía del renacimiento. Un broche de oro para un disco fantástico.




Nos resulta muy curioso recordar ahora nuestras primeras impresiones tras escuchar “The Mask and Mirror” en su momento. Veníamos de escuchar a la Loreena McKennitt más centrada en la tradición celta y las incursiones en otras músicas que asomaban en “The Visit” no nos molestaron en absoluto. Sin embargo, este trabajo no nos terminó de gustar entonces. La variedad de instrumentos utilizada y la producción de algunos temas nos resultó algo recargada y poco fiel al estilo que nos había enamorado en los discos previos de la artista. Lo cierto es que lo que entonces vimos como una rareza, se reveló como el primer paso de una evolución que nos iba a descubrir a una artista mucho más completa. “The Mask and Mirror” fue un disco que tardamos en apreciar pero si hay algo que nos ha enseñado la experiencia como oyentes es que estos trabajos terminan por ser los más valorados con el tiempo, algo que también funciona en sentido contrario: discos que nos entusiasman con las primeras escuchas, se desploman frecuentemente en sucesivas revisiones.

Sea como fuere, hoy tenemos en muy alta estima este trabajo de Loreena McKennitt, artista que, por otra parte, tiene un nivel y una regularidad en sus discos que nos hace muy difícil escoger uno o dos por encima del resto. “The Mask and Mirror”, al menos entraría en la pugna por estar ahí.

Como despedida os dejamos con esta versión de "Santiago" interpretada en directo en la Alhambra.


 

jueves, 13 de febrero de 2014

Loreena McKennitt - The Visit (1991)



“The Visit” es el título del cuarto disco publicado por Loreena McKennitt, trabajo que tiempo después fue considerado el primero de la rebautizada como trilogía de los viajes. Probablemente se trata también del disco que dio a conocer a la artista canadiense en todo el mundo.

En los trabajos anteriores, Loreena se centró en la música celta más tradicional aunque incorporó en su segundo disco alguna composición propia. El gran salto que dio la artista con ese trabajo, titulado “Parallel Dreams” radicaba en la instrumentación, mucho más rica y atrevida que en el disco de debut, sirviéndole además esta ampliación para conformar un grupo de músicos propio que acabaría por convertirse en la banda de acompañamiento de Loreena por muchos años.

Los primeros discos de la artista fueron grabados en un corto espacio de tiempo de no mucho más de una semana. Algo similar ocurrió con “The Visit” cuya fuerza motriz fue una impresionante exposición sobre la cultura celta que tuvo lugar en Venecia entre marzo y diciembre de 1991. En la exposición, titulada: “Los Celtas: la primera Europa” se repasaba la gran expansión producida a lo largo del milenio anterior al nacimiento de Jesucristo por parte de los pueblos situados entre el Rhin y el Danubio que llegaron hasta Irlanda por el oeste y al Mar Negro por el sudeste, conquistando Francia o la mitad de la península itálica, incluída Roma. El acontecimiento contó con la colaboración de más de 200 museos y coleccionistas particulares de toda Europa e incluía todo tipo de materiales y vestigios de la cultura celta procedentes de todos los lugares por los que se expandió este pueblo.



En anteriores entradas hablamos del gran valor de Loreena McKennitt como investigadora de la tradición celta, especialmente en su legado en zonas geográficas alejadas de aquellas en las que todos pensamos cuando hablamos de “celtas”, es decir: las Islas Británicas, la Bretaña Francesa y la costa cantábrica española pero fue en “The Visit” cuando la artista comenzó a explorar esos territorios menos evidentes de la cultura celta tras haberse centrado en las islas en su disco de debut y haberse aproximado a los celtas del otro lado del atlántico en el segundo. Acompañan a la artista canadiense en el disco: Anne Bourne (violonchelo), Al Cross (batería), Tom Hazlett (bajo), Brian Hughes (guitarras, balalaika), Patrick Hutchinson (gaita irlandesa), George Koller (bajo, violonchelo, violín, percusión y sitar), Rick Lazar (percusiones) y Hugh Marsh (violín). La propia Loreena toca sintetizadores, piano, arpa, acordeón y percusiones además de cantar como los ángeles.

Aunque la que encabeza la entrada es la portada original,
lo más probable es que en las tiendas encontréis ésta otra.

“All Souls Night” – Comienza el disco con los sonidos orientales del sitar que se combinan con los del violín justo antes de que aparezca la batería y la voz de la artista tarareando una suave melodía. Tras la introducción, se inicia la que posiblemente fue la canción que dio a conocer internacionalmente a la artista canadiense, ¡y de qué forma! Cuando Loreena deja escapar toda la potencia de su voz a través de una vibrante inflexión en el estribillo del tema, el oyente queda atrapado para siempre por uno de los timbres más brillantes que hemos escuchado. La canción, un tema folk con formas modernas es obra de la propia Loreena y tiene una doble inspiración en la noche de Todos los Santos céltica y la tradición japonesa de enviar farolillos flotantes para despedir las almas de los seres queridos.



“Bonny Portmore” – El disco continúa con un tema tradicional introducido por la gaita irlandesa. Se trata de una preciosa balada que en la voz de Loreena McKennitt alcanza categoría de himno. El tema tiene un claro trasfondo ecologista y es que el título se refiere a un roble centenario situado junto al castillo de Portmore, superviviente de las grandes talas que sufrieron los bosques irlandeses para proveer de madera a los distintos ejércitos y a la industria naval.

“Between the Shadows” – Primer instrumental del disco y uno de los cortes más intensos en el que el arpa de Loreena presenta la melodía principal que será replicada por el violín con un precioso acompañamiento de percusiones. A partir de ahí, asistimos a una serie de variaciones con distintos florilegios de Hugh March en una pieza memorable que es también uno de nuestros instrumentales favoritos de su autora.

“The Lady of Shalott” – El tema más intenso del disco es una adaptación de un poema artúrico de Alfred Lord Tennyson sobre una joven dama que tejía encerrada en una torre bajo una terrible maldición. Nunca debía mirar directamente hacia Camelot o sufriría un terrible castillo. Ella se las arregló para sortear el hechizo mirando al mágico reino a través del reflejo de un espejo mientras plasmaba en sus tapices las escenas que veía allí. En un momento determinado, vió la imagen de Sir Lancelot quedando perdidamente enamorada. Olvidando la maldición, dirigió su mira directamente a Camelot, momento en el cual el espejo se quebró y sus tapices salieron volando por la ventana. Desesperada, la dama se dirigió a Camelot en un bote que había a la orilla del río pero la corriente la arrastro en dirección contraria, languideciendo tiempo después mientras navegaba cantando una triste tonada. El romance es musicalizado con brillantez por Loreena con unos arreglos sobrios y llenos de elegancia que no interfieren en absoluto con su voz, magnífica como de costumbre. Un tema imprescindible este para cualquier seguidor de la cantante.

“Greensleeves” – Una historia mucho más inesperada rodea la siguiente canción. Poca presentación necesita un tema tan universal como “Greensleevess” pero lo inusual es que, durante las sesiones de grabación de uno de los discos anteriores, a Loreena se le ocurriera plantearse cómo sonaría una versión del mismo interpretada por Tom Waits. Sobre la marcha, comenzó a improvisar una aproximación a tan extraña combinación acompañada por sus teclados, Brian Hughes a la guitarra y George Koller al violonchelo. Se hizo una sola toma que alguien grabó y quedó ahí, sin mayores pretensiones hasta que alguien decidió rescatarla para que formase parte de “The Visit”. Por extraño que pueda sonar, tenemos la impresión de que, si algún día Tom Waits decidiera cantar esta canción, su interpretación no sería muy diferente de la de nuestra artista.

“Tango to Evora” – Todas las fotografías del disco estaban tomadas en A Quinta das Torres, en Portugal durante una estancia para rodar un documental a cargo del National Film Board of Canada sobre la quema de brujas como una forma de holocausto contra las mujeres que tuvo lugar entre los siglos X y XII en Europa. La pieza formaría parte de la banda sonora del film y en ella escuchamos una Loreena muy distinta de la habitual, con un comienzo de guitarra que tiene todo el sabor y la melancolía del viejo fado. El violín pone el alma de tango del título y el arpa el elemento exótico y una pequeña presencia céltica en la canción. Loreena tararea una pegadiza melodía llena de “saudade” que se iba a convertir, curiosamente, en una de sus piezas más interpretadas por otros artistas, existiendo versiones de cantantes griegas, turcas e, incluso, iraníes.

“Courtyard Lullaby” – Llegamos así a otra composición propia de la artista, una canción muy pausada y evocadora en la que se reserva algunos momentos realmente brillantes para desplegar toda la potencia de su voz que suena más afinada que nunca. Una canción de cuna preciosa que nos prepara para el tramo final del disco.

“The Old Ways” – La inolvidable experiencia de una noche de año nuevo vivida por la artista en Doolin, en el Condado de Clare, al oeste de Irlanda, marca este tema propio, emocionante como pocos, que comienza con una animada danza de violín, profundos lamentos de gaita irlandesa y una agitada percusión, todo ello subrayado con acertados “staccati” de piano que ganan en intensidad cada segundo hasta desembocar en una canción maravillosa con Loreena apenas acompañada por el arpa, alguna nota de guitarra eléctrica y acústica y un violín casi imperceptible de puro sutil. Tras este pequeño remanso, volvemos a escuchar el piano, imperial, anunciando la vuelta del brillante segmento inicial de la canción que termina en un magnífico clímax con las percusiones y el violín como protagonistas.




“Cymbeline” – El disco podría haber terminado perfectamente con el tema anterior pero Loreena se guardaba aun otra delicada sorpresa en forma de poema de William Shakespeare al que acompaña su propia música. Loreena deja una instrumentación mínima (arpa, algunas notas de sitar...) para que nada distraiga al oyente de su emocionante interpretación. Quizá el arreglo más puramente celta de todo el trabajo aunque también recuerda a la música medieval en muchos momentos.


El que fuera el cuarto trabajo de Loreena McKennitt alcanzó la categoría de Disco de Oro en Estados Unidos en los años noventa, cuando había que vender un buen número de discos para conseguir algo así. La cantante se benefició, sin duda, del mejor momento comercial de la música celta y de la “new age” como etiquetas pero es que, además, el disco era magnífico. Todas las canciones reflejaban un nivel de inspiración único y, a pesar de ser un trabajo artesanal, grabado en un estudio lejano aún de los estudios Real Music en los que acabaría grabando la artista, tiene un nivel de producción muy alto, con la artista cantando a dos o más voces en la mayoría de los cortes, mezcladas a la perfección. Realmente no hay un disco malo en la discografía de Loreena McKennitt por lo que se puede empezar por cualquiera de sus trabajos sin temor a errar en la elección pero habría muchas razones (y no es la nostalgia por ser el primer trabajo suyo que escuchamos la menor de ellas) para recomendar “The Visit” como primer acercamiento a la cantante canadiense para aquellos que tengan la desgracia (o la suerte, si entendemos el descubrimiento como premio) de no conocer aún su música. Si es vuestro caso, podéis adquirir el disco en los imprescindibles enlaces de costumbre:


Como despedida, os dejamos una breve versión de "The Lady of Shalott" en directo en La Alhambra de Granada:

 

domingo, 19 de agosto de 2012

Loreena McKennitt - The Book of Secrets (1997)



Muchas veces hemos leído cómo se aplica el calificativo de “independiente” sobre este o aquel artista y en la mayoría de los casos esa supuesta independencia es una mera etiqueta que tiene poco que ver con la realidad. La artista que hoy nos visita es una de las pocas de las que se pueda afirmar que ha desarrollado su carrera al margen de las discográficas y con una libertad casi absoluta. Curiosamente, no recordamos que nunca se la haya llamado “artista independiente”. Paradojas del negocio, suponemos.

Loreena McKennitt es una cantante canadiense de raices celtas (su padre Jack era irlandés y su madre Irene, escocesa). Su vocación inicial fue la veterinaria pero su amor por la música de sus ancestros terminó por llevarla por otros derroteros por fortuna para nosotros y para desgracia de las mascotas del area de Ontario que han perdido, a buen seguro, a una excelente cuidadora. En los años previos a iniciar su carrera musical, Loreena actuaba de modo amateur en una compañía teatral local para la que empezó a componer algunas canciones, lo que terminó de estimular su amor por la música tradicional. Esta etapa le sirvió también para familiarizarse con un buen número de textos y autores literarios a los que posteriormente adaptaría con brillantez en sus discos. Al mismo tiempo, aprendió a tocar el arpa y tocaba en la calle para sacar algún dinero con el que financiar sus primeras grabaciones.

Con estos medios, más bien modestos, pudo grabar su primer disco, “Elemental” en 1985 interpretando la práctica totalidad de los instrumentos así como las voces principales. La mayoría de las canciones eran tradicionales salvo un par de ellas en las que Loreena pone música a textos de William Butler Yeats y William Blake de quien recupera una canción que ya había utilizado para la compañía teatral en la que McKennitt participaba. El disco se grabó y se comenzó a distribuir exclusivamente por correo a través del sello Quilan Road, fundado por la propia artista y que, de hecho, a día de hoy es el que ha servido para publicar todos los discos de Loreena siendo la única artista del sello en todos estos años. Era ella misma con la ayuda de sus allegados la que enviaba a cada comprador su copia de cada trabajo en una labor casi artesanal que permitió a la artista conservar todo el control sobre su trabajo ajena a las presiones de las discográficas. Anque el éxito obtenido por estas grabaciones ha propiciado que la distribución de su música esté a cargo de una importante multinacional, la forma de trabajar de la cantante sigue siendo la misma. Aún sigue leyendo casi todas las cartas que le llegan por parte de aficionados aunque, desgraciadamente, no puede ya contestarlas todas personalmente como hacía en sus comienzos.

Para la grabación de “Elemental”, así como para los dos discos siguientes, Loreena se documentó a lo largo de una serie de viajes a Irlanda y Escocia, sumergiendose en la más pura tradición celta. Esa buena constumbre tuvo una interesante consecuencia que surgió casi naturalmente. En esos viajes, la búsqueda fue consciente. En los siguientes ocurrió lo contrario: visitando distintos países europeos como España, Italia, Portugal o Grecia, con el objetivo de investigar la expansión de la música celta en el pasado por otros territorios ajenos a las Islas Británicas, la cantante se empapó de las músicas autóctonas de esas tierras y las fue incorporando paulatinamente a sus siguientes proyectos como se refleja en lo que posteriormente se llamó su “trilogía de los viajes” compuesta por los discos “The Visit”, “The Mask and Mirror” y “The Book of Secrets”. A día de hoy, y pese a que los ingredientes celtas siguen muy presentes en la música de Loreena, resulta muy difícil aplicarle esa etiqueta sin quedarnos definitivamente cortos. “The Book of Secrets” es, quizá, el disco en el que McKennitt va más lejos en su mezcla entre distintas culturas. Si la búsqueda del legado celta le llevó en discos anteriores a lugares que habían sido encrucijada de culturas como Toledo o Marrakesh, en esta ocasión los dos referentes más claros del trabajo son Venecia y Estambul y la propia artista amplia esta idea en los comentarios incluídos en cada uno de los temas del disco. En el libreto del CD se incluye una cita de Lao Tzu, que podemos traducir como “El buen viajero no tiene planes cerrados. Su objetivo no es llegar al destino inicial”. Todo el disco está imbuído del espíritu de la cita y nos habla de cómo la idea con la que se inicia un viaje puede cambiar por completo una vez que éste da comienzo.



“Prologue” – La mayoría de los temas del disco no surgen en un momento puntual sino como una suma de elementos muy dispersos en el tiempo. La composición inicial es un buen ejemplo de ello. En una visita a Grecia en 1995, alguien le habla de un monasterio en el Monte Atos, casi un año después, durante un viaje en Estambul, visita unas ruinas con vestigios celtas. Es en 1997 cuando tras leer un relato sobre los primeros cristianos en oriente descubre un viaje de dos monjes que parten del Monasterio de Iviron, precisamente en el monte griego, hasta llegar a Bizancio. La relación entre manuscritos celtas como el libro de Kells y otros bizantinos, sugiere la posibilidad de un contacto real entre ambas civilizaciones y McKennitt hace su propia versión musical en una composición excelente de ambiente oriental con la participación de la profunda voz de Stuart Bruce como fondo a una preciosa melodía apenas tarareada por la prodigiosa voz de la canadiense que se acompaña de multitud de instrumentos exóticos.

“The Mummer’s Dance” – Una introducción de gaita nos pone en situación ante la primera canción propiamente dicha del disco, basada en la tradición de los “mummers”, especie de pasacalles en los que una serie de actores enmascarados llevan a cabo una representación teatral, generalmente relacionada con la primavera y los grandes bosques que poblaban Europa en la antigüedad. En esta ocasión, las referencias van desde una actuación que un grupo de “mummers” hizo en un barco polaco encallado en las costas de Newfoundland para entretener a los marineros. Los “mummers” en sus distintas variantes y con personajes comunes como el del loco, están presentes en lugares tan distintos en apariencia como Grecia o Turquía y la artista ha rescatado tradiciones sufíes con una más que probable relación con este particular pasacalles. En la canción, Loreena incorpora la melodía de una de estas procesiones tradicionales, aunque la mayor parte de la música es original.

“Skellig” – Durante un viaje por la Toscana, la artista estaba leyendo un texto sobre la conservación de buena parte de la cultura y filosofía de las épocas griega y romana a través de los monasterios, muchos de ellos con monjes irlandeses. Uno de estos monasterios se encontraba en Bobbio, Emilia Romana una región montañosa italiana de difícil acceso. Inmediatamente la artista recordó otra institución en la isla de Skellig, en la parte más abrupta de la costa irlandesa en la que los escribanos duplicaban y conservaban de esta forma, textos históricos. Musicalmente estamos ante una de las clásicas baladas de McKennitt en la que su voz destaca en todos y cada uno de los amplios registros que suele abarcar.

“Marco Polo” – En una colección de músicas inspiradas en viajes y cruces entre culturas, no podía faltar la referencia al viajero por excelencia. Loreena descubrió un gran número de piezas de procedencia celta en un museo veneciano en 1991 y la ciudad italiana es un auténtico paraíso de la historia por la cantidad de referencias a culturas orientales que se pueden encontrar casi a cada paso. La artista utiliza una melodía sufí que había escuchado en un disco de Oni Wytars, formación musical dedicada a la música antigua y medieval, tanto occidental como oriental que destaca por la utilización de instrumentos originales en sus interpretaciones. Como el prólogo del disco, el tema es casi instrumental con la única aportación vocal de McKennitt en forma de tarareo.

“The Highwayman” – El corte más largo del disco es también uno de nuestros favoritos. Surge como una sugerencia de algunos conocidos de la artista que le proponen poner música al poema “El autoestopista” de Alfred Noyes, autor inglés a caballo entre el siglo XIX y el XX. Los versos narran una clásica historia de amores imposibles  con trágicas consecuencias y se ha convertido en una especie de estandar llegando a conocer todo tipo de versiones, desde la música culta en forma de cantata a cargo del compositor Deems Taylor o adaptaciones corales como la de Armstrong Gibbs hasta el cine, con una película de 1951 pasando por videoclips que adaptan la historia como “Everywhere” de Fleetwood Mac. La canción de Loreena McKennitt tiene las características más convencionales de la producción de la artista canadiense sin aportaciones de folclores exóticos como el resto del disco y, quizá por ello, resalta poderosamente dentro de “The Book of Secrets”.



“La Serenissima” – El título hace referencia a Venecia ya que es así como se la conocía en épocas pasadas. Loreena recorrió varias veces la ciudad en su visita de 1991 pero fue en 1995, cuando leyendo una historia sobre la visita de Enrique III de Francia a la ciudad del Adriático en 1574, cuando recibió la inspiración para componer esta preciosa pieza instrumental de raices medievales y celtas en la que podemos comprobar cómo la artista destaca también en la interpretación del arpa, quizá su instrumento predilecto. El acompañamiento del cello de Anne Bourne y de instrumentos de época como la viola da gamba de Joanna Levine o la guitarra victoriana de Robin Jeffery ayudan a dar a la pieza un aire elegante y distinguido.



“Night Ride Across the Caucasus” – Loreena es una artista cuyas inquietudes van mucho más allá de la propia música. Una de sus lecturas trataba sobre los avances de la ciencia en la historia y cómo muchas veces los avances tienen su lado oscuro por la ocultación y manipulación de la que hacen gala determinados poderes. Mientras grababa el disco en los estudios Real World, anunciaron la noticia de la clonación de la oveja Dolly con todo el debate ético que suscitó en su momento. La combinación de estos dos hechos y la lectura de textos sufíes sobre alquimia justo cuando recibe una invitación para tocar en Estambul, terminaron desembocando en la composición de esta pieza. Una vez más, el sonido remite más a músicas orientales que a un orígen celta.

“Dante’s Prayer” – Otra de las grandes composiciones del disco sin lugar a dudas. El azar que rige el viaje de todo buen viajero llevó a Loreena a una travesía de varios días en el Transiberiano (cuando el plan original era ir a Japón). Uno de los puntos comunes que la artista había encontrado en todos sus viajes en busca del legado celta era el amor a los caballos que tenían todos los pueblos que compartían esa raíz. En el tren observó a un anciano pelirrojo de rasgos típicamente irlandeses que le recordó mucho a su propio padre. La artista recordó entonces su visita a la exposición sobre la cultura celta en Venecia y una teoría que afirmaba que el orígen remoto de ese pueblo podía encontrarse en las estepas rusas. El físico de muchos de los lugareños y su devoción hacia los caballos sugirieron a la artista que aquella teoría podía tener más fundamento del que a priori podía parecer. Una de las lecturas que acompañaban a la cantante durante su viaje era “La Divina Comedia” de Dante Alighieri y de ahí la dedicatoria del título. La canción se abre y se cierra con una grabación procedente del disco “Russian Easter” del Coro de Cámara de San Petersburgo, concretamente un extracto del “Alleluia, Behold the Bridgeroom”.


“The Book of Secrets” fue en su momento lo más parecido a una superproducción que había hecho la artista. Se grabó en los estudios Real World de Peter Gabriel y la lista de músicos que intervienen en el disco es tan extensa como impresionante en cuanto a la categoría de los mismos. Junto con acompañantes habituales en los trabajos anteriores de Loreena como Brian Hughes (guitarras, bouzoki, oud, voces), Rick Lazar (percusión) o Hugh Marsh (violín) aparecen en los créditos nombres como los de Manu Katche (batería) o Caroline Lavelle (cello). Estamos ante el que, quizá, sea el disco más exitoso de la artista canadiense y ello propició una extensa gira de conciertos por todo el mundo. Podeis encontrar una información realmente extensa sobre el disco y sobre toda la bibliografía en la que la artista canadiense encontró inspiración durante la elaboración del mismo en su excelente página web.

Mientras trabajaba en la conclusión de un doble disco en el que quedaría recogida una selección de dos de las actuaciones de la gira, en París y en Toronto, Loreena recibió una trágica noticia que la golpeó en lo más profundo y estuvo a punto de retirarla definitivamente del mundo de la música: durante una excursión en bote en el lago Hurón y a causa de un desgraciado accidente, falleció su novio Ronald Ress junto con el hermano de éste y un amigo de ambos. Como es comprensible la artista se vio muy afectada y dedicó sus esfuerzos en los años posteriores a la creación de la Fundación Memorial Cook-Rees a la que destinó toda la recaudación de las ventas del doble disco en directo y que se encarga desde entonces de trabajar para la mejora de la seguridad en la navegación y en los rescates acuáticos. Como consecuencia de ello, la artista desapareció de la escena discográfica durante ocho largos años. Afortunadamente para todos nosotros, en 2008 volvió a aparecer en escena y desde entonces nos ha regalado varios nuevos trabajos que a buen seguro irán apareciendo por aquí junto con los más antiguos de la intérprete.

Loreena McKennitt es una de las artistas más interesantes que surgieron del boom de la música celta y new age en los años ochenta sin pertenecer realmente a ninguno de los dos estilos, al primero por su procedencia y al segundo porque realmente su música no tenía nada que ver con esa denominación aunque fue utilizada en muchas ocasiones para encuadrarla en algún género reconocible para el potencial comprador de su obra. Sus inicios no fueron nada fáciles y no sólo por la forma que escogió para difundir su obra sino por la sorprendente falta de reconocimiento por parte de muchos de sus “colegas”. Loreena no terminaba de entender que, por el simple hecho de haber nacido en Canadá, muchos artistas irlandeses y escoceses no la considerasen como una de los suyos y en muchas entrevistas de aquellos años a músicos representativos de esos estilos se dejaba entrever ese rechazo. Poco a poco, sin embargo, la calidad del trabajo de la artista terminó por vencer esas reticencias e incluso alguno de los músicos celtas más prestigiosos de las Islas Británicas como Donal Lunny terminaron por colaborar en discos de Loreena. Y lo cierto es que muy pocos artistas, de una u otra procedencia, tendrán tras de sí un trabajo de investigación y de estudio sobre la música celta como el que arrastra nuestra protagonista. En cualquier caso, el disco del que hoy hemos hablado no puede ser considerado en modo alguno como un disco de música celta al uso así que el lector que busque vertiginosos “reels”, pegadizas jigas o melancólicos aires para cantar alrededor de unas pintas en la taberna más cercana no va a encontrar nada de eso aquí. Si encontrará, sin embargo, una música exquisita, interpretada con un gusto fuera de lo común por músicos excepcionales. Dejamos para el final una apreciación que no podemos obviar: Loreena McKennitt, además de todo lo dicho, posee la voz más prodigiosa que hemos oído en cualquier género musical en mucho tiempo y la maneja con maestría en todos los registros. Si esta es vuestra primera toma de contacto con la artista, estamos seguros de que vais a caer rendidos ante ella. Os dejamos un par de enlaces por si quereis comprobarlo adquiriendo el disco:



Para despedirnos os dejamos a Loreena interpretando "Dante's Prayer" en directo: