lunes, 30 de diciembre de 2024

David Gilmour - Luck and Strange (2024)



Una cosa que siempre nos ha llamado la atención es la escasa discografía en solitario de los miembros de Pink Floyd, en comparación con los de otras bandas de su misma época. En la búsqueda de posibles razones por lo que esto es así, encontramos una que no es particularmente positiva para cada uno de los músicos que formaron parte del mito: ninguno de sus discos en solitario está a la altura, ni siquiera cerca, de los que firmaron en conjunto como Pink Floyd, cosa que es particularmente chocante ya que la banda tuvo etapas muy definidas en la que el liderazgo de uno de sus miembros fue muy marcado, ya fuera Syd Barrett en sus comienzos, Roger Waters en la segunda mitad de los años setenta o David Gilmour tras la salida de éste. ¿Quiere esto decir que los discos en solitario de estos artistas fueran malos?. No particularmente, pero, en general, parece claro que la magia surgía de una u otra forma cuando todos ellos estaban implicados en el proyecto.


En todo caso, la aparición de un nuevo trabajo de un miembro de Pink Floyd siempre es noticia y algo digno de reseñarse. Hoy es el turno de David Gilmour y su último disco: “Luck and Strange”, concebido, como tantos otros que hemos comentado en tiempos recientes, durante los meses del confinamiento. En esa época, y a modo de vía de escape de la situación, el músico inauguró una serie en youtube bajo el título de “Von Trapped Family Livestream” en la que el guitarrista interpretaba canciones propias (y algunas versiones, especialmente de Leonard Cohen y Syd Barrett) acompañado de miembros de su familia. Dentro de esa sucesión de temas, se presentó una canción nueva titulada “Yes, I Have Ghosts”, interpretada junto con su hija Romany, que llegó a tener videoclip propio, lo que parecía anticipar un nuevo disco. Sí y no. Parecía claro que Gilmour estaba trabajando en material nuevo pero lo cierto es que esa canción precisamente, no formó parte de la edición “normal” de lo que iba a ser su siguiente álbum (aunque sí aparece como material extra en una edición especial). También está disponible dentro del audiolibro de la novela “A Theatre for Dreamers” de la esposa de David, Polly Samson, a la postre, autora también de la mayoría de las letras de los discos de Gilmour desde que se casaron en 1994 (también escribió parte de las canciones de “The Division Bell” de Pink Floyd).


Finalmente, Gilmour juntó un buen número de canciones nuevas y decidió grabarlas a caballo entre su propio estudio particular y el de Mark Knopfler con la ayuda del productor Charlie Andrew quien, en palabras del propio Gilmour “tenía una maravillosa falta de respeto, e incluso un gran desconocimiento de mi trayectoria pasada”. Curiosa afirmación si tenemos en cuenta que uno de los primeros trabajos de Andrew fue precisamente con Roger Waters para su show berlinés de “The Wall” de 1990. Gilmour contó con un buen número de músicos para tocar en determinadas canciones del disco incluyendo al teclista Rob Gentry, a Roger Eno (piano), los bajistas Guy Pratt y Tom Herbert y los baterías Adam Betts, Steve DiStanislao y Steve Gadd. Su hija Romany canta y toca el arpa en varios cortes y Gabriel Gilmour también hace coros en algún momento. El punto de nostalgia lo pone la aparición de Richard Wright, del que David recupera una “jam session” de 2007 a la que da forma para escribir la canción que da título al disco (en la edición especial del mismo, aparece como material adicional la “jam session” completa).


“Black Cat” - Abre el disco un breve tema instrumental en el que la guitarra de Gilmour da la réplica al piano de Roger Eno y los sintetizadores de Rob Gentry. Muy en la línea del sonido de los Pink Floyd de The Division Bell.


“Luck and Strange” - Ya comentamos en otra entrada los pocos problemas que tiene Gilmour a la hora de aprovechar material de archivo de Richard Wright. Lo hizo cuando publicó bajo el nombre de Pink Floyd el disco “The Endless River” y ahora lo hace para un disco propio. Lo cierto, pese a todo, es que la canción funciona y los teclados del bueno de Rick están muy bien aprovechados lo que nos sitúa ante un muy buen tema.




“The Piper's Call” - Una de las piezas más raras del trabajo, con un inesperado protagonismo del ukelele. Es un tiempo medio bastante ajeno al estilo de Gilmour hasta que llega el estribillo que eleva el nivel con un cierto punto de épica. Quizá no lo suficiente para reflotar la canción pero sí para reconciliarnos con el viejo David, especialmente con el largo solo final de guitarra y los arreglos de órgano Farfisa.


“A Single Spark” - Seguimos con una balada en la que quizá la percusión ocupa un plano demasiado prominente en la mezcla y que nos sorprende con unos coros angelicales en la parte central en los que nos parece reconocer cierta influencia de Leonard Cohen, lo que tendría sentido habida cuenta de la cantidad de versiones del canadiense que Gilmour hizo en sus directos online durante el confinamiento.


“Vita Brevis” - Segundo instrumental del disco, aún más corto que el anterior, y con protagonismo de Romany Gilmour tocando el arpa. Una bonita miniatura sin mayor trascendencia.


“Between Two Points” - Romany se convierte aquí en la vocalista principal de una canción lenta que nos parece uno de los grandes descubrimientos del disco y que confirma todo lo buena que nos pareció como intérprete la hija de David en el ya comentado “Yes, I Have Ghosts”. Una de nuestras canciones favoritas del trabajo que es la única versión del mismo, ya que fue compuesta por la banda The Montgolfier Brothers para su disco de debut en 1999.


“Dark and Velvet Nights” - Cambio radical en el sonido que se endurece, con unas guitarras muy potentes y agresivas y un tono bluesero muy logrado. Al igual que nos pasa en varios momentos del disco, las partes de batería y las percusiones son lo que menos nos convence, llegando a distraernos en ciertos momentos. Con todo, es una canción que no nos desagrada en absoluto.


“Sings” - Parece encontrarse más cómodo Gilmour a estas alturas en los temas lentos en los que le resulta más fácil encontrar ese punto de inspiración y esas melodías que tanto aprovechó en su etapa al frente de Pink Floyd. Aquí escuchamos una de las mejores del disco en un estribillo que bien podría haber formado parte de “A Momentary Lapse of Reason”. Una gran pieza que nos acerca al final del disco.




“Scattered” - El cierre lo pone otro tema que empieza de forma suave con muchas capas de teclados y una batería muy delicada que nos gusta mucho. La parte central, en lugar del clásico solo de guitarra, nos muestra un magnífico duelo de pianos entre Rob Gentry y Roger Eno que, ahora sí, nos deja ante un magnífico solo de guitarra (acústica esta vez) por parte de Gilmour que desemboca en otro final con su inconfundible eléctrica.


Normalmente solemos comentar los discos en su versión “normal” sin hacer mucho caso a los extras que pueden aparece en las ediciones de lujo. Aquí hemos hecho lo mismo pero tenemos que recomendar que, si tenéis la oportunidad de haceros con la versión “expandida” del “Luck and Strange”, lo hagáis. Tanto la posibilidad de tener la maravillosa “Yes, I Have Ghosts” como por la de disfrutar de la jam session completa que dio origen al tema “Luck and Strange”, siquiera por el punto nostálgico de volver a escuchar a Richard Wright.


Pese a lo que pueda desprenderse de alguno de nuestros comentarios, creemos que Gilmour ha facturado un disco estupendo. Quizá el mejor de los suyos en solitario. La acogida, en general parece darnos la razón ya que ha llegado al número uno en las listas de varios países europeos (incluyendo el Reino Unido). Una buena noticia, sobre todo si tenemos en cuenta que, con el ritmo de publicación de Gilmour, cualquier disco puede ser el último.


No podemos evitar despedirnos con "Yes, I Have Ghosts" pese a que no forme parte de todas las ediciones del disco porque nos parece una verdadera joya.




miércoles, 25 de diciembre de 2024

Philip Glass & Robert Moran - The Juniper Tree (2009)



Mientras que en casi todos los ámbitos de la música es habitual encontrar obras escritas en colaboración por diferentes compositores, en lo que conocemos como “música clásica”, este es un hecho bastante raro y que se suele circunscribir a los estilos más vanguardistas y experimentales. Por eso siempre nos llamó la atención la obra de la que vamos a hablar hoy y que está firmada a dúo por Philip Glass y Robert Moran. El caso de Moran es muy curioso y más aún si lo confrontamos con el propio Glass. Ambos son contemporáneos pero su producción, y especialmente en lo que se refiere a las grabaciones de la misma, tienen enfoques diametralmente opuestos. Tanto es así que Moran apenas ha publicado dos discos (tres, si contamos el que comentamos hoy) mientras que de la discografía de Glass hace tiempo que perdimos la cuenta. En su momento alcanzó una cierta notoriedad con sus obras compuestas para ciudades. No es que le dedicase una composición a una ciudad sino que la propia ciudad iba a ser la intérprete de la obra. Así, en su “City Work” (1969) hicieron falta 100.000 intérpretes del area de San Francisco, incluyendo dos emisoras de radio, una de televisión, 30 rascacielos, aviones, grupos de danza, etc.


En 1984, el American Repertory Theater, de Cambridge, encargaría a Glass y Moran una ópera basada en el cuento de los Hermanos Grimm, “El Enebro” (“The Juniper Tree” en inglés). El enfoque era claro. Cada uno de los autores escribiría alternativamente la música de cada escena, contando con parte del material compuesto por el otro para darle cierta unidad al conjunto, y lo mismo ocurriría con las transiciones entre ellas. A la hora de la verdad, la cosa no fue exactamente así pero podemos considerar que se ajustó más o menos a ese planteamiento.


El primero de los dos actos comienza con un extenso prólogo a cargo de Glass en su clásico estilo de los ochenta que recuerda por igual tanto a los pasajes más solemnes de obras como “Koyaanisqatsi” como a determinados fragmentos de sus óperas “Akhnaten” o “Satyagraha”. Las partes corales y las intervenciones de las solistas tienen un punto más alegre aunque deja entrever el trasfondo siniestro de la historia. En todo caso, el prólogo es muy variado y reúne momentos musicales muy diferentes que nos muestran todo el abanico estilístico de su autor. Nos quedamos con uno de los clímax en los que la orquesta es acompañada por el órgano ofreciéndonos un momento estremecedor. Las dos primeras escenas de la obra corren por cuenta de Robert Moran y desde el comienzo queda bien claro que estilo de ambos compositores tiene pocos puntos en común. Moran tiene un enfoque mucho más lírico y centrado en la melodía, aunque mantiene una base minimalista en la que la repetición de elementos sigue estando presente. Hay momentos de gran complejidad en los que la voz principal se combina, por un lado con las cuerdas y, por otro, con los metales, creando una atmósfera impresionante en lo que creemos que es la mejor parte de la primera escena. La parte final de la misma es caótica a su manera con un desarrollo muy interesante desembocando en una segunda escena que comienza con un bello pasaje cantado por la soprano en un precioso diálogo con el clarinete con apoyos puntuales del piano. Una pequeña joya que se transforma poco a poco en un fragmento dramático lleno de tensión y fuerza con un piano abrumador colándose entre los entresijos de las cuerdas. La tercera escena, mucho más breve, nos devuelve a Glass en un tramo velocísimo que nos lleva a la “Bird Song”, también escrita por Philip en uno de sus momentos más inspirados melódicamente hablando y que nos recuerda, siquiera ligeramente, al estilo de Michael Nyman. El epílogo del primer acto lo pone Robert Moran con un corto tema instrumental sin mayores sorpresas.


Glass es el encargado de la primera escena del segundo acto para la cual nos regala un bonito dueto vocal acompañado de los característicos arpegios y demás recursos de su estilo. Una buena despedida, de hecho, de su autor, quien ya no volverá a participar en la obra. A partir de aquí y hasta el final toma las riendas un inspirado Robert Moran comenzando por un inspirado interludio en el que sí que encontramos elementos del estilo de Glass, como se suponía que debía ocurrir en cada parte firmada por uno de los autores. Pasamos así a la segunda escena en la que Moran recupera alguno de los motivos centrales de la obra en un esfuerzo por dotarla de coherencia interna que no se ha notado tanto cuando era el turno de Glass. También desde el punto de vista instrumental hay una mayor complejidad jugando con las posibilidades de todas las secciones de la orquesta en los momentos más turbulentos. La escena final es un emotivo trío entre los dos hermanos y su padre en el que Moran vuelve a apelar a su lado más melódico con grandes resultados.



Intuimos que la relación entre los dos autores no debió ser la mejor puesto que los derechos de la obra, en lugar de ser compartidos, quedaron todos en propiedad de Glass quien se opuso durante mucho tiempo a la difusión de las grabaciones de la misma, originadas en las diversas representaciones. En cambio, Moran animaba a sus seguidores a piratear y distribuir ese material “para una mayor difusión del mismo”. Finalmente, en 2009, Glass publicó “The Juniper Tree” en su propio sello por lo que entendemos que las diferencias entre ambos debieron arreglarse en cierto modo.


“The Juniper Tree” es una ópera interesante pero nos cuesta incorporarla al amplio repertorio de Glass, no tanto por el hecho de que sea de autoría compartida (Glass tiene más obras de esas características como su “Passages” con Ravi Shankar con las que no nos sucede lo mismo), como por el mayor protagonismo asumido por Robert Moran. En cualquier caso merece la pena acercarse a una obra tan original en su planteamiento, al margen de que el resultado final sea o no el esperado. Curiosamente es una ópera que se sigue representando con cierta regularidad en teatros de todo el mundo por lo que nuestras reticencias al respecto probablemente estén erradas.



martes, 10 de diciembre de 2024

Ute Lemper - Punishing Kiss (2000)



Actriz, bailarina, pintora, cantante, compositora, escritora, articulista... un currículum espectacular que muchas veces en la prensa se ha simplificado calificando a Ute Lemper como “la nueva Marlene Dietrich”. Claro está que ella lo puso fácil ya que buena parte de su carrera la ha dedicado a recorrer un camino similar al del Ángel Azul, cantando el mismo repertorio y homenajeándola en teatro con obras dedicadas a ella. De hecho, en sus inicios mantuvo una intensa relación epistolar con Marlene que comenzó cuando Ute le envió una carta a la diva “disculpándose” precisamente por la comparación que hacían los medios entre ambas.


Nosotros la conocimos en 1991 a través de su colaboración con Michael Nyman en la banda sonora de “Prospero's Books” y en su “Songbook”, enteramente interpretado por Lemper, aunque realmente la habíamos visto poco antes sin ser conscientes de ello formando parte de la extensa lista de invitados del famoso concierto de Roger Waters en Berlín interpretando “The Wall” en julio de 1990. Sin embargo, hoy no vamos a hablar de estos trabajos ni de alguna de sus muchas grabaciones de las canciones de Bertolt Brecht y Kurt Weill sino del disco “The Punishing Kiss” que la artista publicó en 2000 en colaboración con Neil Hannon (The Divine Comedy) en el que interpreta canciones de diversos artistas. Los integrantes de la banda de Hannon tocan en la mayor parte del disco. Stuart Bates y Joby Talbot se encargan de los teclados, Bryan Mills del bajo, Ivor Talbot de las guitarras y Miguel Barradas de la batería.


“The Case Continues” - Abre el disco esta magnífica canción de Neil Hannon en la que disfrutamos de unos extraordinarios arreglos de piano, batería y cuerdas que realzan la personal voz de Ute Lemper, poderosa e intimidante como siempre. Los metales de la segunda parte de la pieza le dan un tono épico que contrasta con las partes de guitarra que siguen a continuación. Fantástico comienzo para un disco que es una joya.


“Tango Ballad” - La única canción de la colección escrita por el tándem Brecht / Weill, está interpretada a dúo por Lemper con Hannon en una versión que abandona el arreglo clásico y se introduce en sonidos más rockeros con, eso sí, una importante aportación de la orquesta. La combinación de dos voces tan reconocibles y personales funciona de maravilla y revela una química fantástica entre ambos intérpretes que podremos disfrutar de nuevo más adelante.




“Passionate Fight” - Continuamos con una canción de Elvis Costello que apareció en su disco “New York 1996”. Es una pieza deliciosa con un gran aroma a musical clásico, lo que se adapta perfectamente a las características de Lemper, acostumbrada a ese tipo de repertorio. 


“Little Water Song” - El siguiente tema fue escrito por Nick Cave y es uno de los favoritos de la propia intérprete desde que el artista le envió una demo solo con piano y voz pero indicando que quería un arreglo de orquesta. Lemper respetó ese deseo y nos ofrece aquí una interpretación muy teatral cantada desde el punto de vista de una mujer que está siendo ahogada bajo el agua por su pareja.


“Purple Avenue” - La mayoría de los artistas escogidos por Lemper para interpretar sus canciones tienen en común una gran personalidad, tanto en su faceta de escritores como en la de intérpretes. No sorprende, por lo tanto, encontrar entre ellos a Tom Waits, de quien escuchamos aquí un lento blues con toques de jazz y sabor a viejo cabaret.


“Streets of Berlin” - Menos obvia es la elección de un músico como Philip Glass pero cuando escuchamos su canción, todo empieza a cuadrar. Se trata de una pieza escrita para la banda sonora de la película “Bent”, situada en la Alemania de la “noche de los cristales rotos” que en el film interpretaba un travestido Mick Jagger. En todo caso, la pieza no está dentro de los cánones del minimalismo glassiano salvo por un pequeño fragmento de cuerdas en la parte central en el que escuchamos sus característicos arpegios.




“Split” - La segunda canción de Neil Hannon en el disco vuelve a mostrarnos el dúo con Lemper, ahora en un tema rock, en el que funcionan tan bien o mejor de lo que lo hicieron antes interpretando a Weill. Una maravilla escuchar a Ute Lemper fuera de sus estilos más habituales para comprobar que es capaz de bordarlo como si llevase toda su vida cantando este tipo de canciones.


“Couldn't You Keep That to Yourself” - Repite Elvis Costello como autor en las dos siguientes piezas. La primera es una bonita balada en la que destacamos el papel del órgano Hammond durante todo su desarrollo.


“Punishing Kiss” - La segunda sigue la línea de la anterior pero apoyándose más en la orquesta para redondear otro tema que parece sacado de un musical en su comienzo pero que incorpora un divertido giro en su parte central que se transforma en un rápido tema jazzístico muy cabaretero.


“You Were Meant for Me” - Última canción de Neil Hannon en el trabajo aunque cantada por Ute Lemper en solitario. Comienza con un fragmento en francés con el típico arreglo de acordeón para convertirse enseguida en algo completamente diferente entrando en los terrenos que suele pisar Hannon con The Divine Comedy. Una canción que sube de intensidad a cada segundo potenciada por la orquesta y que termina en todo lo alto.


“The Part You Throw Away” - Llegamos así a la segunda aportación de Tom Waits al trabajo, un tema íntimo con arreglos de guitarra y acordeón llenos de melancolía. La melodía es verdaderamente preciosa y, por algún motivo, nos parece ideal para un dúo imposible con Leonard Cohen.




“Scope J” - El cierre lo pone esta canción de Scott Walker, otro cantante de personalidad arrolladora que, en esta ocasión le planteó un difícil reto a Ute Lemper: “imagina que estás con los ojos vendados y en silencio total dejando que tu mente viaje sola hacia dondequiera que desee hacerlo”. La canción es inquietante y nos muestra un ambiente de pesadilla en el que Lemper “intenta cantar en un estado casi de delirio, como Ofelia en “Hamlet”. Espectacular broche para un disco fantástico.


Es raro escuchar a Ute Lemper fuera de su repertorio habitual de canciones de la primera mitad del siglo pasado, tanto alemanas como francesas o pertenecientes a musicales ambientados en la época como “Cabaret”, “All That Jazz” o “Chicago” pero lo que hace en este “Punishing Kiss” nos muestra su grandísima talla como artista más allá de su repertorio más conocido y nos da una excusa, si no lo hemos hecho ya, para bucear en su faceta más conocida. En todo caso, estamos ante un grandísimo disco por encima de cualquier otra consideración y ese es motivo más que suficiente para recomendarlo.

sábado, 30 de noviembre de 2024

Pet Shop Boys - Nonetheless (2024)



Siguen apareciendo discos concebidos y gestados durante el periodo de confinamiento provocado por la pandemia de COVID-19. En el caso que hoy nos ocupa, se trata, nada menos, que del último del dúo de pop por excelencia, Pet Shop Boys, que regresaron a la actividad discográfica tras una ausencia de cuatro años. Esta afirmación requiere de algún matiz puesto que, si bien es cierto que su anterior disco, “Hotspot”, se publicó en 2020, en este intervalo de tiempo han recuperado un directo de 1994, han rescatado el disco “Relentless”, que acompañaba a una edición limitada de “Very” en su día, han lanzado un extenso recopilatorio y han publicado una serie de EP's y singles con mucho material a través de su club de fans. Que no estuvieron parados, vamos.


La cuestión es que, durante el confinamiento, el dúo perdió el contacto presencial habitual casi por primera vez en cuarenta años por lo que descubrieron a la fuerza una nueva forma de trabajar que consistía en que cada uno iba creando y grabando sus temas, se los enviaba al otro para que hiciera sus aportaciones y lo devolviera repitiendo el proceso las veces necesarias hasta que las canciones tomaban forma casi definitiva (luego vendría el trabajo del productor pero eso es ya otro tema). Con esta actividad casi como un “hobby”, ya que no había intención de hacer un disco ni presión por las fechas de entrega en unos días en los que el mundo estaba detenido, el dúo fue juntando un buen número de canciones hasta que un día Neil Tennant le envió a Chris Lowe una selección de diez canciones en forma de “tracklist” que empezaban a parecerse sospechosamente a un disco. Chris comenta que en ningún momento pensaron que estaban escribiendo un nuevo trabajo pero que, al ver la lista, todo empezó a cobrar sentido y decidieron seguir adelante con ello. Así llegó en abril “Nonetheless”, el decimoquinto disco del dúo según la wikipedia, en una decisión arriesgada porque es difícil decidir si recopilatorios, discos en directo, trabajos alternativos (musicales, discos de remezclas o bandas sonoras) deben o no formar parte de la cuenta. Como curiosidad, con “Nonetheless”, Pet Shop Boys regresan a Parlophone, su sello de toda la vida que habían abandonado en 2012.


El productor del disco iba a ser el renombrado James Ford, el mismo de, por ejemplo, los últimos trabajos de Depeche Mode que decidió añadir una orquesta a las demos del dúo en varios temas, lo que, en nuestra opinión, contribuye a acercar el sonido del disco al de “Fundamental” (2006), otro de sus grandes trabajos. Aparte de eso y de algunos coros, todo lo demás está hecho e interpretado por Tennant y Lowe.


“Loneliness” - El disco comienza con una canción que casi podríamos denominar como “estándar” en el dúo. Un tema bailable y desenfadado con cuerdas y metales aportando un toque “disco” muy atractivo. Un tema que podría haber formado parte de cualquier LP anterior ya que contiene la esencia de los singles del grupo. En la parte menos positiva, precisamente eso: no es una canción que tenga nada especial que la haga destacar sobre las demás.


“Feel” - El siguiente tema es el único que procede de un periodo anterior ya que fue escrito años atrás y ofrecido a Brandon Flowers, cantante de “The Killers” con quien los Pet Shop Boys tienen una gran relación. Sin embargo, no llegó a ser grabado por este. En lo musical, todo el armazón, especialmente la parte rítmica, es cien por cien Kraftwerk, incluyendo alguno de los efectos más característicos del grupo alemán, lo que no deja de llamarnos mucho la atención.




“Why Am I Dancing” - Una fanfarria de metales nos da la bienvenida a uno de los cortes más optimistas del disco pese a ser, en palabras de Neil, el único que trata directamente sobre el confinamiento en la pandemia. Una canción sencilla que nos deja con una gran sensación sin tener ningún elemento que se salga de lo normal en la trayectoria de la banda.


“New London Boy” - Lo que comienza como una balada más del grupo va sumando elementos y cambios, incluyendo un rapeado central al estilo de Grandmaster Flash (con referencias a Roxy Music o David Bowie, una de las influencias de la canción) que nos remite inevitablemente a “West End Girls”. Volvemos a encontrar sonidos que nos recuerdan a Kraftwerk a lo largo de toda la canción por lo que, conscientemente o no, creemos que su música estuvo presente de uno u otro modo en la fase de creación del disco.


“Dancing Star” - Una canción muy ochentera en sus arreglos y también en cuanto a los diálogos entre la voz principal y los coros. Dedicada a e inspirada en el bailarín soviético Rudolf Nureyev, es uno de los singles del disco aunque no parece, en principio, la elección más obvia.


“A New Bohemia” - Uno de los mejores cortes de todo el disco es esta balada con un gran peso de la orquesta y un potentísimo estribillo con todo el potencial para convertirse en un himno, a la manera de “I Get Along” o y otros similares que abundan en la carrera de Pet Shop Boys. De esas canciones que puedes escuchar una y otra vez sin cansarte.




“The Schlager Hit Parade” - Si en el tema anterior destacábamos el estribillo, tenemos que hacer lo mismo en este, con una frase pegadiza y una melodía muy inspirada que lo convierten inmediatamente en uno de nuetros preferidos del trabajo y, probablemente, en una de esas joyas que hay en cada disco de Pet Shop Boys pero que, por alguna razón, pasan muy desapercibidas.


“The Secret of Happiness” - La gran sorpresa llega con esta balada con ritmo de bossa nova y arreglos orquestales de película musical de los años cuarenta. El propio Tennant confirma que durante un tiempo estuvo obsesionado por las canciones de Irving Berlin y eso se nota mucho en esta canción que, por otro lado, sigue manteniendo conexiones con temas antiguos del dúo como “It Always Comes as a Surprise”.


“Bullet for Narcissus” - Una canción desenfadada que habla de un miembro del servicio secreto encargado de proteger a un personaje importante (e incluso de dar su vida por él) pese a ser una persona con suyas ideas no está de acuerdo en absoluto. Cuando habla de “recibir una bala en lugar de Narciso” es difícil no pensar en cierto presidente narcisista hasta el extremo, especialmente cuando poco después de salir el disco al mercado, ese mismo personaje fue el objetivo de un atentado de esas características. Curiosa coincidencia, en todo caso para una canción en la línea habitual de los temas bailables del dúo.


“Love is the Law” - Cierra el disco una balada de tono oscuro sobre la prostitución que Neil escribió muy influido por una biografía de Oscar Wilde que leyó durante el confinamiento. La canción es magnífica y tiene una enigmática coda final en la que suena un fragmento del “Miserere” del compositor Gregorio Allegri. Curiosamente, el dúo incluiye una versión de esa obra en el material adicional del disco que comentamos más abajo.




El lanzamiento de “Nonetheless” ha sido (está siendo) uno de los más completos de Pet Shop Boys. Aparte de la edición “normal” del disco, en su día salió una “deluxe” con un CD extra que contenía nuevas versiones de cuatro temas clásicos pero es que, además, acaba de aparecer una nueva edición expandida con cuatro canciones más (entre ellas el mencionado “Miserere” y las demos de todo el disco. A ello hay que sumarle los cinco “singles” extraídos del mismo, cada uno de ellos con sus correspondientes canciones inéditas en forma de “caras b” lo que nos habla bien a las claras de todo el material que el dúo escribió en los meses del confinamiento y revela que, tras cuarenta años de carrera, su ritmo de trabajo sigue siendo intenso, lo cual es muy de agradecer. Nuestra valoración del disco es bastante buena y lo encontramos muy similar en varios aspectos al anteriormente mencionado “Fundamental”, no solo por el peso de la orquesta sino también por el reparto de los temas entre baladas y temas más bailables, muy equilibrados aquí lo que probablemente decepcione un poco a la parte de los seguidores del dúo más inclinados hacia su lado discotequero.

jueves, 21 de noviembre de 2024

Travis & Fripp - Live at Coventry Cathedral (2010)



Cuando tenemos a dos músicos tan eclécticos, abiertos y de trayectorias tan dispares en géneros muy diferentes como el jazz, el pop, el rock progresivo, la música electrónica o el ambient como Robert Fripp y Theo Travis, lo raro sería que no colaborasen tras conocerse. No estamos seguros de cuándo se produjo el primer encuentro entre ellos pero es posible que quien antes se dio cuenta de lo bien que podrían mezclar los estilos de ambos fuera Steven Wilson cuando en el debut de su proyecto Bass Communion juntó la flauta de Travis con samples de guitarra de Robert Fripp. Travis era ya un asiduo colaborador de Wilson, tanto en sus grabaciones en solitario como en los discos de Porcupine Tree o No Man y Fripp también había trabajado en varios trabajos de Steven, tanto en los que implicaban a sus diferentes grupos como los que firmaba con alguno de sus pseudónimos.


El propio Theo Travis cuenta que fue en 2004, en una grabación de Nine Horses, la banda de David Sylvian y Steve Jansen en la que él participaba tocando saxos y flauta en la que tuvo el primer “contacto” con Fripp aunque fue algo muy particular. Resulta que el guitarrista también participaba en el disco y había grabado con anterioridad sus partes pero a la hora de la verdad fueron descartadas y, en su lugar, se utilizaron las de flauta del propio Travis. Todo eso no fue óbice para que un tiempo después, Travis se pusiera en contacto con Fripp para pedirle algunos “soundscapes” para un disco propio. El guitarrista le dijo que antes quería verle tocar en directo así que Theo le invitó a un concierto que iba a ofrecer en aquellas fechas con su banda Soft Machine Legacy, una especie de “spin off” de los Soft Machine originales que funciona con diferentes nombres desde 1978. Por lo que parece, a Fripp le convenció lo que escuchó allí y decidió colaborar con Travis en su disco. La cosa funcionó de maravilla y a partir de entonces, Travis & Fripp son un dúo que ha publicado varios discos ya como tal, tanto de estudio como en directo.


En 2009, el dúo fue invitado a participar en el Festival de Jazz de Coventry. Su concierto, improvisado en buena medida, tendría lugar el 23 de mayo en la famosa catedral en la que tocaron Tangerine Dream en su día y a la que Benjamin Britten dedicó su  “War Requiem”. El disco recogiendo la actuación aparecería publicado un año después en el sello de Robert Fripp y nos muestra a dos artistas extraordinariamente compenetrados teniendo en cuenta que, como afirmaba el guitarrista, era solo la cuarta vez que tocaban juntos en público (y las tres anteriores habían sido en los días precedentes en otras iglesias británicas).




El disco está organizado en dos sets. Comienza el primero de ellos con “The Apparent Chaos of Stone”, pieza en la que las flautas son quienes abren las hostilidades con una serie de melodías que se repiten en bucle gracias al uso de distintos pedales de efectos mientras van surgiendo otras en un ejercicio hipnótico al que se suman poco a poco los “soundscapes” característicos de la música de Fripp cuya guitarra aparece poco después iniciando un magnífico diálogo improvisado. Continúa el concierto con “In a Field of Green”, introducida por los clásicos ambientes del guitarrista a los que se suma Travis, ahora con el saxo, en una serie de largas notas sostenidas que nos recuerdan en cierto modo a otro reconocido improvisador como es Jan Garbarek. Cuando aparece la guitarra de Fripp lo hace en ese particular estilo que venimos disfrutando desde discos como “Evening Star” con Brian Eno. “The Unquestioned Answer”, el tercer corte, es más ambiental, si cabe, y en él sale el saxofonista de jazz que Travis lleva dentro, jugando de nuevo con los pedales, ecos y “delays” para entrar en diálogo consigo mismo en una pieza fantástica. Con “Blue Calm” entramos en los ambientes más oscuros procedentes de la guitarra procesada de Fripp hasta llegar a “Duet for the End of Time”, referencia a Messiaen en la que esta vez el saxo y las flautas sirven de soporte con progresiones melódicas que nos recuerdan por un momento al trabajo de Fripp (y Eno) en los instrumentales del “Heroes” de Davis Bowie.




El segundo set empieza con “The Offering”, de nuevo un prodigioso juego de flautas que van entrelazando melodías continuamente quedando en suspenso después para dar paso a otro diálogo saxo-guitarras en el que Fripp destaca con su sonido ácido. En “Angels on the Roof” tenemos algo más de intervención de la electrónica con una serie de sonidos sintéticos que conversan con la flauta. “Moonchild” es la particular revisión del dúo de la canción de King Crimson, en la que deconstruyen diferentes elementos del tema principal y juegan con ellos hasta hacerla prácticamente irreconocible. Cierra el set y el disco, la extensa “Lamentation” con casi 20 minutos de duración lo que favorece el lento desarrollo de la misma a partir de una serie de “soundscapes” muy dinámicos que van surgiendo de la guitarra que va creando capa tras capa. Solo transcurridos unos minutos aparece la flauta y poco después una interpretación más “convencional” por parte de Fripp. En medio de un paisaje espacial volvemos a escuchar el saxo de Travis en su versión más “garbarekiana” que nos acompañará durante unos minutos más hasta el final de la pieza.




La petición de Fripp a Travis de escucharle tocar en directo antes de decidir si quería o no colaborar con él no era un capricho de estrella. Para el líder de King Crimson, la experiencia de tocar en vivo y la comunicación con otros músicos en formatos de pura improvisación es algo fundamental como ha demostrado con su banda y con los legendarios “ProjeKcts” que no son sino permutaciones de los diferentes miembros de King Crimson en las que se exploran posibles nuevos caminos del grupo. Afortunadamente, Travis pasó la prueba con nota y gracias a ello hemos podido disfrutar ya de varias grabaciones de ambos, incluyendo las de los conciertos anteriores a este en los que se presentaron la mayor parte de las piezas del mismo. Seguro que en un futuro volvemos sobre alguna de ellas pero de momento dejamos aquí nuestra recomendación para este gran “Live at Coventry Cathedral”.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Carlos Núñez - A Irmandade das Estrelas (1996)



Los discos de colaboraciones entre un artista y varias estrellas de diferentes géneros son algo común en el mundo de la música y, en ocasiones, llegan a alcanzar una gran popularidad como en el caso del célebre “Duets” de Frank Sinatra (que no coincidió en el estudio con ninguna de sus contrapartidas en cada canción), el “Random Access Memories” de Daft Punk o, a nivel nacional “El Madrileño” de C. Tangana. Lo que no es ya tan habitual es que el artista que se codea con otras figuras lo haga en su disco de debut y consiga reunir a su alrededor a una constelación de la categoría de la que se juntó en 1996 en “A Irmandade das Estrelas” del gallego Carlos Núñez.


Carlos era una especie de niño prodigio de la flauta dulce que había llegado a tocar, aún de niño, con orquestas sinfónicas. Obtuvo las mejores notas en el instrumento en el Real Conservatorio de Madrid y, con apenas 18 años, había grabado con The Chieftains la banda sonora de la adaptación para la televisión de “La Isla del Tesoro” protagonizada en 1990 por Charlton Heston y Christian Bale y en la que también participaba, entre otros, Christopher Lee. El hecho de que una banda como la de Paddy Moloney, quizá la mayor institución de la música irlandesa en las últimas décadas, acoja a un muchacho que, además, no pertenece a ninguna de las conocidas como “naciones celtas” (Irlanda, Escocia, Bretaña, Gales, Cornualles y la Isla de Man) nos puede dar una buena medida de la categoría de aquel chaval como músico y hace que sorprenda un poco menos (solo un poco) la lista de nombres de la que consiguió rodearse para su disco de debut. Hemos incidido en su faceta de virtuoso de la flauta porque queremos destacarla especialmente pero siempre que vemos su nombre en cualquier sitio suele ir acompañado de la palabra “gaitero” que es realmente el instrumento con el que más se le asocia (también es un extraordinario intérprete de ocarina).


Pero volvemos a los invitados que forman una lista extensísima y de tal nivel que es imposible que no nos dejemos alguno sin mencionar. Entre ellos aparecen artistas claves de la música celta y del folk, tanto de las Islas Británicas como de España a los que se suman cantantes de diferentes tradiciones e incluso músicos y formaciones de ultramar que se mezclan en uno de los trabajos más increíbles en su género. Junto a ellos, y repartidos en diferentes combinaciones en varios de los temas del trabajo, encontramos a los miembros de la banda de Carlos, a saber, Diego Bouzón (guitarra), Pancho Álvarez (bouzouki, mandolina y guitarras), Fernando Fraga (acordeón, piano y teclados), Marcos Vázquez (bodhran, batería y percusiones en general) y Enrique Iglesias (violín).


“Amanecer” - En el primer corte del disco acompañan Carlos y su grupo los “Chieftains” Derek Bell (arpa) y Paddy Moloney (gaita irlandesa) además de Mícheál Ó Domhnaill (guitarra) y su hermana Tríona (piano y teclados), ambos presentados como integrantes de Nightnoise pero que también podrían haberlo sido como miembros de Skara Brae, The Bothy Band o Relativity. La pieza junta melodías del S.XIX de músicos gallegos y en ella, Núñez se centra en las flautas aunque también toca la gaita. Es un verdadero disfrute que nos prepara para un disco extraordinario.




“A Irmandade das Estrelas” - El espíritu de mezcla y fusión de estilos de Carlos se pone de manifiesto en esta pieza que combina un aire gallego con un fandango de origen vasco interpretado por Kepa Junkera y la espectacular guitarra flamenca de Rafael Riqueni (con Tino di Geraldo al cajón). Una mezcolanza improbable de temas y géneros que funciona por encima de las expectativas más optimistas.


“Nubes del otro lado” - Uno de los invitados más sorprendentes del disco es el guitarrista norteamericano Ry Cooder que se une aquí a la flauta de Núñez para acompañar una melodía tradicional gallega que encierra un curioso toque cubano en su interpretación.


“Negra sombra” - El que una artista con la trayectoria de Luz Casal en el rock y el pop nacional haya mantenido en su repertorio esta colaboración con Carlos Núñez en todos los años que han pasado desde que se produjo habla bien a las claras de la calidad de la canción. Se trata de una versión de un conocido poema de Rosalía de Castro adaptada por el compositor lucense del S.XIX Juan Montes. Núñez toca la flauta y seguimos escuchando la guitarra de Ry Cooder pero la interpretación de Luz Casal eclipsa todo lo demás.




“Os gaiteiros da noite” - Vuelven a aparecer los Chieftains representados esta vez por Derek Bell, que repite, Matt Molloy (flauta) y Seán Keane (violín). Quizá por la presencia de Molloy, Carlos se limita en esta pieza (que es una sucesión de temas tradicionales pontevedreses) a la gaita. Comienza con un aire lento que desemboca en una de las melodías más conocidas del folclore gallego para terminar con una muñeira. Desde el punto de vista histórico, Carlos destaca en las notas del disco que la gaita utilizada perteneció al maestro Perfecto Feijoo, figura clave en la conservación del folclore gallego de las últimas décadas del S.XIX y las primeras del XX.


“Cantigueiras” - El protagonismo casi absoluto es aquí para las integrantes de Xiradela, ocho cantantes y pandeireteiras que son una de las formaciones claves de la música de Galicia. Además, su trabajo defendía una tradición muy particular de esa tierra según la cual, son las mujeres y no los hombres las narradoras y el sujeto principal de las canciones.


“Villancico para la Navidad de 1829” - El título lo explica todo y hace referencia a la tradición que había en Mondoñedo según la cual, el Maestro de Capilla componía cada año un nuevo villancico. Los timbales y las percusiones le dan a esta versión un aire épico que nos encanta. A la banda de Carlos se une de nuevo la gaita de Paddy Moloney.


“Bailando con Rosiña” - En el espíritu de mezcla de estilos que sobrevuela por todo el disco nos encontramos aquí una polka centroeuropea que lo mismo podría sonar en una fiesta en plenos Alpes que en un “saloon” del antiguo oeste americano. Repite Kepa Junkera a la trikitixa.


“Lela” - El disco fue publicado en plena efervescencia de las nuevas músicas en España con una innegable influencia de un programa de radio como era Diálogos 3 dirigido por Ramón Trecet. En aquella época, uno de sus grandes descubrimientos era la “fadista” portuguesa Dulce Pontes que aparece aquí mostrando todo su talento en otro de los momentos inolvidables de un disco único. 


“The Flight of the Earls” - Carlos Núñez con los Chieftains, ahora sí, al completo, en una espectacular combinación de temas tradicionales irlandeses con un toque gallego que no podía faltar aquí. Un momento muy especial en el que Carlos es un “chieftain” más.




“Canto de Afiador” - Carlos interpreta aquí la flauta soprano en solitario para dejarnos una emocionante tonada de las que los afiladores utilizaban para dar cuenta de su llegada a los distintos pueblos.


“Para Vigo me voy” - El cierre es lo más sorprendente del disco y profundiza en las conexiones de la emigración entre Galicia y Cuba  con una conga de Ernesto Lecuona. La participación de la Vieja Trova Santiaguera y Kepa Junkera certifica una mezcla inesperada de estilos y tradiciones, alegre y festiva con la que se pone el punto final a un disco extraordinario.


 La repercusión de “A Irmandade das Estrelas” fue muy grande y convirtió a Carlos Núñez en una verdadera figura internacional de un género como la música celta, no demasiado dado a aceptar a artistas de procedencias “ajenas” (hasta alguien tan grande como la canadiense Loreena McKennitt tuvo que soportar abundantes “peros” por parte de otros músicos en su día). Una faceta que comparten ambos artistas es su pasión por la investigación de las tradiciones celtas y su expansión por todo el mundo y eso quedaría reflejado en los siguientes trabajos del gaitero que terminarán apareciendo por aquí. Nos quedamos hoy con esta hermandad y con uno de los grandes discos que dieron las llamadas “nuevas músicas” en España en las últimas décadas del siglo pasado.

miércoles, 30 de octubre de 2024

Julia Holter - Something in the Room She Moves (2024)



Hemos tenido ya por aquí muchos ejemplos de cómo la pandemia del COVID-19 y el confinamiento asociado a ella se ha visto reflejado en los trabajos siguientes de muchos artistas. El disco del que hablamos hoy tiene que ver con eso pero también con muchas otras circunstancias que rodearon a la artista durante aquellos meses. Hablamos de Julia Holter, quien ha aparecido en el blog antes pero quizá no tanto como debería. La cantante y multi-instrumentista estaba embarazada cuando todo estalló y su hija nació en aquellos meses. Fue una época complicada porque poco antes había fallecido un joven sobrino de Julia y también sus abuelos. Todo ello la llevó a una reclusión mayor para intentar centrarse en la música a pesar de las circunstancias. Recordemos que, al margen de sus discos en solitario, Holter ha compuesto y compone mucha música para películas y durante aquellos meses tenía mucho trabajo pendiente. Normalmente la artista recurre a la literatura como fuente de inspiración pero aquí trató de alejarse de ella cambiando los libros por las películas, particularmente, en este caso, por una de las joyas de los Estudios Ghibli: “Ponyo”.


Otra de las consecuencias del COVID para la artista fue que durante las semanas en las que ella misma contrajo la enfermedad, perdió la voz, por lo que no pudo grabar las partes vocales del disco en su casa como era habitual. De hecho, y debido a eso, ni siquiera tenía escritas las letras para el nuevo trabajo que fueron surgiendo en el estudio durante el proceso de grabación. En la grabación participan músicos habituales de la artista como el bajista Devin Hoff, Tashi Wada (gaitas y sintetizadores), Sarah Belle Reid (sintetizadores y trompeta) o el saxofonista Chris Speed además de otros artistas como la percusionista Elizabeth Goodfellow o la flautista Sonija Harper. Con respecto a discos anteriores, la diferencia más notable aquí es la ausencia de cuerdas.


“Sun Girl” - Comienza el disco con una serie de percusiones y samples acompañados de efectos sonoros y del bajo de Hoff. Sobre ese peculiar fondo escuchamos a Julia cantar un breve estribillo que cambia radicalmente durante un interludio más electrónico y ambiental en el que su voz empieza a ser desdoblada en diferentes capas. El segmento final vuelve a los sonidos del comienzo cerrando así un círculo perfecto.




“These Morning” - La siguiente canción se presenta con Holter cantando sobre unas notas sencillas de Wurlitzer en un tema muy atmosférico con toques de jazz, especialmente por parte del contrabajo y la trompeta. Voces etéreas y una percusión muy suave nos van guiando a lo largo de una gran canción en la que reconocemos a la Julia Holter de trabajos como “Loud City Song” o “Have You in My Wilderness”.


“Something in the Room She Moves” - La referencia “beatle” del título no se refleja después en una canción que vuelve a estar dominada por el teclado Wurlitzer y la voz, salpicadas de fraseados de flautas. En la parte central entran ya la batería, el bajo y el resto de los instrumentos dando forma a una de las canciones más “convencionales” del trabajo pero también una de nuestras favoritas.


“Materia” - Más jazz electrónico en una pieza intimista de teclado y voz con Julia cantando en un registro muy agudo que amenaza con romperse en cualquier momento. Los silencios y las pausas entre notas con el sonido aún flotando durante unos segundos son pura magia.


“Meyou” - Comienza la canción con un frágil canto a capella que recuerda un lamento tribal por la forma en la que se combinan las diferentes voces de las cantantes invitadas: Ramona Gonzalez, Jessika Kenney y Mia Doi Todd. Además del posible componente étnico, la pieza nos remite también a la obra de nuestra admirada Meredith Monk.


“Spinning” - El toque más vanguardista llega con esta canción de comienzo mecánico, dominado por una percusión industrial a la que se suman diversos efectos y la propia Holter cantando. La trompeta ejecuta melodías de “free jazz” mientras la artista interpreta una serie de notas sincopadas. Uno de los temas más fascinantes del disco, en nuestra opinión.




“Ocean” - El trabajo continúa con una composición electrónica puramente ambiental. Un instrumental fascinante con capas y capas de sonidos fusionados entre sí de manera magistral y con interesantes tratamientos sintéticos del clarinete de Chris Speed, quien firma la pieza junto con Holter y Hoff.


“Evening Mood” - El inicio del siguiente corte nos recuerda muchísimo a Vangelis, al menos hasta que Julia empieza a cantar y asistimos al habitual espectáculo de voces desdoblándose y entrando en múltiples combinaciones entre sí. Otra maravilla que contamos entre lo mejor de todo el disco.




“Talking to the Whisper” - Sigue la escucha con un tiempo medio que vuelve a los ambientes jazzísticos de la mano de batería y bajo. La entrada del teclado y la voz terminan por dar forma a una canción muy interesante con un cierto ambiente de banda sonora. Más tarde entramos en un caos organizado donde las flautas, trompetas y clarinete se mezclan en un fragmento extrañísimo que, tras una breve pausa, nos lleva a la resolución de la canción. Toda una aventura de apenas seis minutos en la que asistimos a ambientes completamente diferentes.


“Who Brings Me” - Cerrando el disco regresamos a los ambientes íntimos con voz y teclado en el comienzo y una tenue línea de clarinete en segundo plano. Una balada tranquila que incorpora algunos toques minimalistas conforme avanza.



Con su anterior trabajo, “Aviary”, Julia Holter se había arriesgado mucho, tanto por el formato (era un disco doble) como por el contenido ya que era un disco muy experimental, más próximo a sus primeras entregas que a su versión más suave de los trabajos anteriores. Este “Something in the Room She Moves” se acerca más a esos discos más “accesibles”, dicho esto con todas las reservas propias del caso ya que la música de Julia nunca ha sido precisamente muy comercial. De cualquier modo, nos parece un trabajo maravilloso y una confirmación de que la artista sigue a un nivel muy alto a día de hoy. Esperamos ir repasando alguno de sus discos anteriores poco a poco por aquí porque la suya es una discografía notable.

lunes, 21 de octubre de 2024

Philip Glass - A Descent into the Maelstrom (2002)



El músico al que hemos dedicado más entradas en el blog es, con diferencia, Philip Glass pero a pesar de este hecho, hay una etapa suya en la que no hemos entrado demasiado y no tenemos claro del todo el motivo. Quizá el momento más controvertido de su carrera de cara a la crítica llegó a mediados de los años ochenta. Ya con la publicación de “Glassworks” y su “fichaje” por una multinacional como Sony, los medios más académicos empezaron a dar la espalda a un músico que parecía buscar lo “comercial” por encima de la experimentación y la vanguardia, En aquellos años, Glass mostró un interés más que notable por los sintetizadores y los sonidos más electrónicos. Es cierto que en obras como “North Star” (1977) ya los había utilizado pero ahora hablamos de aparatos digitales, mucho más sencillos de usar y con una mayor facilidad para encontrar sonidos adecuados para su música. Eso terminó reflejandose en varios discos dentro de una línea que podemos llamar electrónica con un sonido, quizá demasiado artificial a veces, pero con el que Glass desarrolló un estilo muy reconocible que nos dio obras como “1000 Airplanes on the Roof”, determinados momentos de otras como “The Witches of Venice” o su ciclo de canciones “Songs from Liquid Days” y el disco del que vamos a hablar hoy: “A Descent into the Maelstrom”, obra de 1986 que no fue publicada hasta 2002 como uno de los primeros lanzamientos del sello Orange Mountain Music.




La obra surge como un encargo de una compañía de ballet australiana al propio Glass, quien decide inspirarse en un cuento de Edgar Allan Poe para su partitura. La música sería interpretada en directo durante las representaciones de la obra por el Philip Glass Ensemble y durante mucho tiempo estuvo en el olvido quedando limitada su repercusión a los asistentes al ballet durante la semana que estuvo en cartel. Cuando los miembros del grupo regresaron a los Estados Unidos, la productora del documental que se estaba rodando sobre la compañía de ballet le pidió a Glass una grabación de la obra para utilizarla en el mismo y fue ahí cuando descubrieron que las cintas que registraron en las actuaciones australianas no estaban en buen estado así que tuvieron que regrabar gran parte de ellas ya en casa. El resultado de ésto más las partes que sí se pudieron rescatar de los conciertos originales es lo que apareció publicado, como dijimos antes, en 2002. Los miembros del Philip Glass Ensemble que participan en la grabación son: Michael Riesman, Martin Goldray y el propio Glass a los teclados, Dora Ohrenstein como cantante, Jon Gibson (saxos y flauta), Jack Kripl (saxo y clarinete) y Richard Peck (saxos). Todos ellos bajo la dirección de Riesman y con Kurt Munkacsi en la parte técnica.




La obra comienza con “Vertigo”, una pieza llena de dinamismo y ritmo con protagonismo absoluto de los teclados y donde los habituales arpegios de Glass dejan espacio también a una cierta construcción melódica. “He is Coerced to Look”, más lenta, cuenta con el clarinete y las flautas en papeles principales en una transición que nos lleva a “Engagement”, en el más puro estilo del Glass de los ochenta con la voz de Dora Ohrenstein reclamando su sitio. Es esta una pieza extensa con varias partes en las que se intercalan los fragmentos más acústicos (con voz e instrumentos de viento principalmente) con otros casi exclusivamente de teclados. Sigue teniendo elementos claramente minimalistas pero ahora organizados en secciones más cortas al estilo de lo que podemos escuchar en determinados momentos de “Glassworks” o de “Koyaanisqatsi” lo que lo convierte en un Glass más accesible. Tras una transición como “The Naming” llegamos a “Tranquility” con un reduccionismo que tiene mucho que ver con lo que el músico empezaba a mostrarnos en sus cuartetos de cuerda o en bandas sonoras como la de “Mishima”. “The Beggin” es otro breve interludio de teclado con una alegre coda de maderas que da paso a “The Stratagem”, regreso al repetitivismo habitual del autor antes de coger velocidad de nuevo y perdernos en las rítmicas “On My Watch and Caught” y “The Hurricane and Recognition of Death”, ambas enlazadas sin solución de continuidad y siguiendo de nuevo la línea estilística de “Koyaanisqatsi”. Con “The Entrance of the Moon” hay un cierto cambio más operístico, entendiendo por tal, la visión de la ópera del Glass de los ochenta, es decir, el de “Akhnaten” o “Satyagraha”. La conclusión es frenética y empalma con “The Sighting”, una de las mayores locuras de toda la obra con la locomotora glassiana a toda máquina. Y lo de la locomotora no es tan figurado como parece porque en el comienzo de “They Enter the Stream” hasta parecen sonar las sirenas de una de ellas entrando en la estación. Hay algo de pausa (no demasiada) en “Abandonment”, uno de los momentos de mayor inspiración de la obra que coincide con el uso más limitado de instrumentos (un par de teclados y las flautas en su mayor parte). “The Brother Becomes a Maniac” nos devuelve al Glass más intenso de las escenas más aceleradas de “Koyaanisqatsi” antes de frenarse en seco y regalarnos un momento de pausa que nos lleva a esa nueva locura que es “The First Mad Rush”, sin relación alguna con el “Mad Rush” clásico del repertorio del músico, amen de ser posterior a éste. Enlazada con la anterior está “Second Perception of Light, Moon, Mist, and Rainbow” que prorroga los ritmos desenfrenados aunque, en esta ocasión, salpicados con solemnes pausas en las que escuchamos una fanfarria con cierta similitud a la que el músico escribió para los JJ.OO. de Los Ángeles'84. Llegamos así al que podría ser el tema central de la obra: “The Maelström”, protagonizado por una línea de bajo potente, las maderas y el órgano en su inicio pero que va evolucionando en una progresión característica de su autor con profusión de teclados y la importante presencia de las flautas. Cerrando la obra encontramos “Hour of the Slack and Escape”, mucho más meditativa, que pone un gran broche a una obra que ha pasado muy desapercibida en el repertorio glassiano pero que encontramos del máximo interés.




Algo así debió pensar el director de cine Jan Vardoen cuando preparaba su película de 2019 basada en el cuento de Poe y descubrió la partitura de Glass. Decidió utilizarla como banda sonora pero en una nueva versión orquestal que también fue publicada en su día por Orange Mountain. Es un ejercicio muy interesante el de comparar ambas grabaciones de una obra que merece mucho la pena, en especial si eres seguidor del Glass de los ochenta.




viernes, 11 de octubre de 2024

AIR - Pocket Symphony (2007)



En 2004, AIR publicaron su disco más descaradamente pop hasta el momento: “Talkie Walkie”. Aquello tuvo una muy buena acogida y propició que surgieran nuevas oportunidades artísticas para el dúo. Una de ellas tenía cierto paralelismo con lo que hizo otra popular pareja de pop electrónico en 1989. En aquel entonces, los Pet Shop Boys relanzaron la carrera musical de una actriz y cantante que llevaba más de una década sin publicar ningún disco. En el caso de los británicos hablamos de Liza Minelli y “Results” y en el de los franceses sucedió con Charlotte Gainsbourg en 2006. Godin y Dunckel compusieron un disco completo para la actriz, “5:55” que fue un éxito notable en su momento.


Lo interesante para el disco del que vamos a hablar hoy es lo que de aquella colaboración se trajeron los miembros de AIR, algo que nos hace pensar que parte del material de “Pocket Symphony” (el trabajo que nos ocupa hoy) son descartes de aquellas sesiones. Y es que varios de los artistas invitados al disco de Gainsbourg repiten en el de AIR, concretamente el legendario percusionista nigeriano Tony Allen y los cantantes de Pulp, Jarvis Cocker, y de The Divine Comedy, Neil Hannon. En cualquier caso el nuevo disco de AIR no iba a continuar la línea más pop de su citado “Talkie Walkie” sino que iba a volver a los sonidos más atmosféricos de sus primeros trabajos sin renunciar a una cierta comercialidad en determinados momentos. Este perfil algo más conservador del disco puede tener también algo que ver con que Dunckel acababa de lanzar su primer disco en solitario, “Darkel”, en el que exploraba sonoridades algo más duras y experimentales saciando así esa vertiente de su obra. Los últimos discos de AIR, así como el de Gainsbourg, habían contado con la producción de Nigel Godrich, a quien siempre asociamos con su trabajo con Radiohead, y que seguramente fue el responsable de la presencia en el disco como percusionista invitado de Joey Waronker.


“Space Maker” - El primer corte del disco es una pequeña maravilla ambiental a base de percusiones, guitarras, piano y sintetizadores que nos remiten a sus primeros trabajos pero con una mayor riqueza instrumental. Sigue teniendo ese aire retro pero las referencias a Pink Floyd, por ejemplo, aunque siguen presentes, son mucho más sutiles.


“Once Upon a Time” - El que fue primer single del disco es una gran canción casi monopolizada por un piano obsesivo ayudado por percusiones (en su mayor parte, glockenspiel) y ese particular registro vocal femenino que utiliza Dunckel en muchas de las canciones del dúo.




“One Hell of a Party” - Jarvis Cocker hace su intervención en el disco como vocalista en esta balada con aires de Bowie en la que el propio Cocker es el responsable de las letras. Es una pieza intensa con arreglos muy complejos y un extraordinario trabajo de producción que invita a bucear en la canción identificando nuevos sonidos cada vez.


“Napalm Love” - Algo más electrónico es el siguiente tema en el que el dúo se mete en complicaciones instrumentales que hacen que pensemos en la evolución hacia la electrónica de Radiohead en los primeros años de la década con Godrich como colaborador fundamental. Se mantiene el espíritu de AIR pero convenientemente “ensuciado” para conseguir un toque más oscuro que le sienta muy bien a la voz de Dunckel.




“Mayfair Song” - Continuamos con un corte instrumental en la línea de lo que escuchábamos en “Moon Safari” en su día pero con una menor carga “retro”. Se mantiene el toque nostálgico pero sin tantas referencias sonoras al pasado. Una vez más, es un tema complejo, con muchos recovecos y diferentes secciones que invita a la escucha repetida para apreciarlo en su totalidad.


“Left Bank” - La siguiente canción suena como si Simon and Garfunkel hubieran sido abducidos por un platillo volante y devueltos a la tierra con conocimientos sobre sintetizadores. Una curiosa mezcla entre el estilo de AIR y juegos vocales de otra época con guitarras que suenan intencionadamente fuera de tono en una canción rara pero extrañamente atrayente.


“Photograph” - Volvemos a las escenas sonoras más evocadoras del dúo en una canción lenta que no habría desentonado en la banda sonora de “The Virgin Suicides” que comentamos aquí no hace mucho tiempo. Esponjosos colchones electrónicos, piano, guitarras, un bajo lleno de personalidad para completar una pieza que contiene toda la esencia del sonido de AIR.


“Mer du Japon” - En los meses anteriores a la grabación del disco, Nicolas Godin estuvo aprendiendo a tocar algunos instrumentos japoneses (el koto y el shamisen) con un maestro de aquel país y en el disco los utiliza en varios cortes. Quizá este título tenga que ver con el interés del músico por el país pero lo cierto es que la música va por otros caminos. De hecho, el que fuera segundo single del disco suena mucho más potente que el resto de canciones del mismo, con un ritmo agresivo y pegadizo que nos remite a los temas más dinámicos del antes citado “Moon Safari”. Uno de los mejores momentos del disco, en nuestra opinión.




“Lost Message” - Cambio total de estilo con este lento instrumental electrónico de aire setentero en el que el dúo se recrea en una sencilla melodía que se repite una y otra vez. Delicioso, como todo lo que ha hecho la banda en esta línea.


“Somewhere Between Waking and Sleeping” - Faltaba Neil Hannon por hacer su aparición y lo hace en esta canción en la que se muestra bastante comedido respecto a su habitual forma de cantar, mucho más intensa normalmente. La pieza muestra unos arreglos vocales fantásticos con la voz de Hannon duplicada y jugando consigo misma en unas líneas muy logradas. Un ejemplo perfecto de colaboración entre artistas en la que ambas partes están presentes sin que ninguna de las dos opaque a la otra.


“Redhead Girl” - Acercandonos al final nos encontramos con otra gran canción en la que escuchamos un importante uso de “samples” vocales junto con una atmósfera muy al estilo de Angelo Badalamenti. Impecable.


“Night Sight” - Y ya para terminar, un precioso tema instrumental lento con protagonismo total para el Fender Rhodes de Dunckel. Ambiental y repetitivo pero que nos encanta y con ese toque etéreo que Vangelis le daba a los documentales de Frederic Rossif.



Desde un punto de vista puramente comercial, “Pocket Symphony” no terminó de funcionar del todo bien y su acogida fue peor que la de los trabajos anteriores por lo que podemos decir que marca el comienzo del declive de la banda que, de hecho, solo ha publicado un par de discos más desde entonces (y uno es una banda sonora). En todo caso, no nos parece que este sea un trabajo desdeñable y probablemente esté a la altura del anterior, si no por encima. A la espera de confirmar si el reciente regreso del dúo a los escenarios nos va a traer o no algún nuevo disco, es buen momento para repasar la discografía de AIR, no demasiado extensa y, por lo tanto, sin discos suficientes como para llegar a tener ninguno malo.

lunes, 30 de septiembre de 2024

Gavin Bryars - The Sinking of the Titanic (1990)


Una de las primeras obras que escribió Gavin Bryars es también una de las más conocidas de su carrera pese a que, según su propio autor, aún no ha sido terminada. Surgió como una breve pieza escrita para apoyar unas protestas estudiantiles en Portsmouth y desde aquel momento ha estado sujeta a diferentes arreglos y adiciones que la han ido transformando hasta nuestros días. “The Sinking of the Titanic” parte de la atractiva historia que se ha venido contando desde el naufragio del transatlántico y que narra cómo la banda que viajaba a bordo para amenizar el viaje continuó tocando hasta el final mientras el barco se hundía. Según las notas del disco que hoy comentamos, Bryars quiso hacer una obra conceptual sobre ello (la protesta era de estudiantes de arte) partiendo del vals “Song d'Automne”, de Archibald Joyce. Conforme el testimonio del operador de cable del barco, la canción que sonó en los últimos minutos de vida de la nave era “Autumn” y, dada la popularidad de la melodía de Joyce en aquellos años (se le conocía como el rey inglés del vals), es muy probable que así fuera. Sin embargo, lo cierto es que la obra con la que encontramos alguna similitud no es con la de Joyce sino con el himno “Nearer My God to Thee”, que es la otra canción en disputa a la hora de determinar qué era lo que tocaba la banda en el momento del hundimiento.


En todo caso, Bryars hizo un uso reducido de ese material y enseguida lo llevó a su propio terreno. Exitió una primera versión bastante breve que fue interpretada en directo varias veces incluyendo una en San Francisco dirigida por John Adams. Posteriormente, el compositor hizo un nuevo arreglo para grabar la obra en el que sería el primer lanzamiento de “Obscure Records”, el efímero sello de Brian Eno cuyo prestigio ha ido aumentando con los años. En todo caso, esa nueva versión apenas superaba los veinte minutos de duración. Nada que ver con la siguiente que hizo para la presentación de la obra en el festival Printemps de Bourges de 1990. El concierto iba a celebrarse en un antiguo depósito de agua que fue transformado en museo y en escenario de diferentes actos musicales. Se trata de un edificio de tres plantas con una acústica muy especial. Para la actuación, el público se encontraba en la planta central pero los músicos iban a tocar desde el sótano (zona en la que antiguamente se almacenaba el agua). El sonido llegaba a los asistentes a través de un equipo moderno pero también recibían la reverberación del mismo procedente de la planta superior, en forma de cúpula convirtiendo la actuación en una experiencia absolutamente única y muy adecuada para las características de la pieza musical, alargada para la ocasión hasta la hora de duración y con la adición de nuevas partes e instrumentos que incluían mensajes en morse a través de las marimbas o grabaciones con testimonios de los supervivientes del naufragio. Bryars comentaba que imaginaba a los músicos del Titanic tocando incluso debajo del agua y, aunque fuera imposible, le gustaba pensar en la música ganando en densidad y transformándose paulatinamente, cosa que logra, en cierto modo, en la grabación de Bourges con los ecos y reverberaciones del lugar en una actuación que no estuvo exenta de riesgos para los artistas puesto que, en el transcurso de la misma, se produjeron filtraciones de agua en el antiguo depósito en el que tocaban los músicos, que tenían que vigilar mientras tocaban que el líquido no llegase a los equipos electrónicos empleados para transmitir la música al piso superior.


Los miembros del Gavin Bryars Ensemble en el momento de la grabación eran Alexander Balanescu (viola), Jonathan Carney (viola), ambos integrantes también de la Michael Nyman Band, Martin Allen (percusiones), Roger Heaton (clarinete) y David Smith (percusiones, instrumentos de viento y teclados). Gavin Bryars, por su parte, tocaba el contrabajo.


La obra comienza con un toque de campanas al que siguen las cuerdas ejecutando una melodía extremadamente lenta, espesa, pero de una belleza estremecedora y que es la que a nosotros nos recuerda al “Nearer My God to Thee”. Toda la escucha es una experiencia casi onírica en la que el oyente parece estar rodeado de bruma como debió estar el propio Titanic minutos antes del choque con el iceberg. Para acentuar la sensación de irrealidad, se van filtrando en la pieza voces fantasmales, golpes de claves, percusiones de todo tipo, una estática melodía de clarinete, etc. durante algo más de una hora llena de notas sostenidas, ecos, y una sensación de pesadez en el aire que lo llena absolutamente todo en la que es, a nuestro juicio, una de las obras más interesantes del minimalismo europeo pero también de la música “ambient” y que merece mucho la pena escuchar.




El disco fue publicado originalmente en “Les Disques du Crepuscule” y reeditado en 2009 con su portada original en el sello LTM. Además, hay que tener en cuenta que la grabación es la misma que aparecería en 1994 en Point Music, el sello de Philip Glass, con una portada completamente diferente y muy escasas referencias a la procedencia del registro sonoro lo que puede llevar a creer que se trata de una grabación nueva. Conviene tener esto en cuenta para evitar tener dos copias del mismo registro como nos ocurre a nosotros. En la versión de Point Music, además, la obra aparece dividida en diferentes cortes con sus correspondientes títulos, cosa que no ocurría en la original que carecía de división alguna. Como su propio autor señala, la obra está sujeta a cambios por lo que suponemos que habrá nuevas grabaciones en el futuro con algún tipo de añadido como sucedió en 2007 con la publicada por el grupo italiano Alter Ego, de mayor duración que ésta pero que no hemos tenido la oportunidad de escuchar aún.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Loreena McKennitt - The Road Back Home (2024)



El título del último trabajo de Loreena McKennitt no deja demasiado espacio a la interpretación a la vez que confirma el paulatino regreso de la artista canadiense a sus orígenes musicales. Como ella misma explica en las notas del mismo, “The Road Back Home” es una vuelta a sus primeros años cuando escuchaba a Planxty, a la Bothy Band, a Maddy Prior o Alan Stivell. Aquellos años setenta en los que la música celta experimentó una primera expansión global y comenzó a fusionarse con otros estilos. Loreena es amante de la vida tranquila y recogida y sigue viviendo en su área natal, entre Manitoba y Ontario. Durante 2023 conoció a un grupo de músicos locales que le recordaron lo que ella misma hizo décadas atrás cuando tocaba en las calles o acompañando a su grupo teatral y decidió juntarse con ellos para ofrecer una serie de conciertos en distintos festivales celebrados a lo largo del verano de 2023 en la misma Ontario. Así, con su arpa y su acordeón, la cantante se unió a Miriam Fischer (percusión, acordeón, piano y coros), Romano DiNillo (bodhran), Pete Watson (guitarra), Errol Fischer (violín, mandolina, percusión y banjo) y Cait Watson (flautas) en una serie de actuaciones cuyo extracto de recoge en el disco que traemos hoy aquí. Como invitado especial en el último corte está el cantautor local James Keelaghan quien se encontraba en la ciudad en la que se celebraba uno de los conciertos y se unió a la banda. Participa también la violonchelista Caroline Lavelle, acompañante de Loreena McKennitt desde mediados de los años noventa.


“Searching for Lambs” - Abre la colección una balada tradicional que parece creada para la voz de Loreena, tal es la calidad de su interpretación. El acompañamiento se basa en un “drone” de acordeón y violín y solo destacan las frases del cello de Lavelle sobre un fondo perfecto para el lucimiento de la cantante.


“Mary & the Soldier” - Para la segunda pieza, Loreena se acompaña de su inseparable arpa que le da la réplica junto con el conjunto de la banda, con violín y flauta entrando en diálogo con la voz de la artista. Es otra canción tradicional que estaba en el repertorio habitual de McKennitt en sus tiempos de artista callejera y que, si nuestra memoria no nos falla, aún no había grabado.


“On a Bright May Morning” - Hace unos años, la artista ya había publicado un disco que marcaba el inicio de esta vuelta a los orígenes. Llevaba por título “The Wind that Shakes the Barley” y aquí se recuperan varias de las canciones que lo integraban, comenzando por este precioso tema lento que suena fantásticamente bien en esta versión en la que el “tin whistle” nos devuelve a la esencia de la música celta.


“As I Roved Out” - Otra canción que ya apareció en el disco que acabamos de citar es ésta, una de las favoritas de la artista cuando tocaba en las calles de Winnipeg. También es una de nuestras preferidas de todo el disco. Destaca, además de la voz de Loreena, el banjo de Errol Fischer, que hace el papel del bouzouki en las modernas grabaciones de música celta en las que ese instrumento de origen griego se convirtió en uno de los protagonistas de la sección rítmica.




“Custom Gap” - La cantante se toma un descanso aquí y nos ofrece un precioso set instrumental tradicional en el que brillan por igual violines, flautas y percusión. La clásica pieza que tanto escuchamos en los años noventa durante la que podríamos llamar la segunda oleada celta tras aquella primera de los setenta. Una composición que podrían haber firmado Silly Wizard sin ningún problema (y que, de hecho, grabaron en alguna ocasión).


“Bonny Portmore” - Uno de los muchos clásicos del repertorio de Loreena McKennitt es esta maravilla incluida en su disco “The Visit”. Siempre que queremos presentarle a alguien a la artista canadiense optamos por esta joya en la que sus inflexiones vocales dan una clara muestra de sus capacidades. De nuevo opta aquí Loreena por un acompañamiento escueto, principalmente de arpa y violonchelo (además de la segunda voz de Miriam Fischer) que le sienta extraordinariamente bien al tema.


“Greystones” - Segundo instrumental del disco, en esta ocasión una composición propia del flautista Cait Watson. El típico aire lento y melancólico perfectamente ejecutado aquí por él mismo en la primera mitad de la pieza, y acompañado por el resto en el segmento final.


“The Star of the County Down” - Última de las canciones que ya aparecieron en “The Wind that Shakes the Barley”. Es otra canción tradicional, muy conocida y grabada por decenas de artistas. Loreena no decepciona y nos ofrece una gran versión en la que nos gustan especialmente los arreglos vocales de los coros en el estribillo.




“Salvation Contradiction” - El último instrumental del disco combina dos “reels” (algo, como todos sabemos, muy habitual en la música celta). En este caso se trata del “Salvation Reel”, de Simon Bradley y el tradicional “The Contradiction Reel”. El primero de ellos interpretado al banjo y la flauta en su parte principal y el segundo ya por la banda en pleno. Dos alegres danzas que nos llevan hasta el final del disco.


“Sí Bheag, Sí Mhór / Wild Mountain Thyme” - Para concluir el programa, Loreena escoge un set compuesto por una balada del clásico irlandés del S.XVIII Turlough O'Carolan (popularizada por Planxty en los setenta) y una popular canción escocesa que aquí nos pone los pelos de punta gracias a la interpretación a dúo de la propia Loreena junto a James Keelaghan a quienes se unen el resto de miembros de la banda y el público en pleno regalándonos un momento de pura emoción con el que se cierra el disco.




En palabras de Loreena McKennitt, este disco recoge una serie de momentos únicos en los que varios músicos tocan juntos sin saber si lo volverán a hacer en el futuro pero con toda la alegría y la espontaneidad que solo había experimentado en sus años de juventud. No tenemos pistas acerca de cuál será el siguiente paso de la artista en el apartado discográfico pero ya sea en esta línea de regreso a los orígenes y volviendo a sus producciones más recargadas y complejas, estamos seguro de que mantendrá ese estándar de calidad que ha tenido a lo largo de toda su carrera.


miércoles, 11 de septiembre de 2024

AIR - The Virgin Suicides (2000)



Cuenta Sofia Coppola que decidió que quería ser directora de cine cuando leyó la novela de Jeffrey Eugenides, “The Virgin Suicides”. El texto trataba sobre los conflictos de la adolescencia de cinco hermanas en una familia católica en los Estados Unidos de la década de los setenta y sirvió de inspiración para la que iba a ser la película de debut de la hija del gran Francis Ford Coppola tras las cámaras. La particular temática de la obra tuvo mucho que ver con varias decisiones de Sofia, entre otras, con la de no querer una banda sonora llena de canciones tópicas de los setenta sino de una actual pero que tuviera una cierta inspiración retro que la identificase con aquella época pero sin distraer al espectador con música que pudiera asociar a sus propios recuerdos. La solución, vista desde el presente, parece bastante obvia pero todavía nos sorprende que la directora recurriera a una banda que acababa de debutar y que no tenía ningún tipo de experiencia con las bandas sonoras. Para colmo, ni siquiera eran americanos ni procedían de un país angloparlante. Hablamos, claro, de AIR.


El dúo francés disfrutaba por entonces del éxito de su primer disco, “Moon Safari”, en el que habían conseguido traer a la actualidad un sonido “vintage" y hacerlo funcionar con mucha frescura. El toque melancólico de algunas de sus canciones encajaba muy bien con lo que Sofía Coppola quería reflejar en la pantalla y de ahí surgió el encargo. Los miembros de AIR comentaron que en un principio trataron de que la música encajase en las imágenes todo el tiempo, lo que les daba muchos problemas pero conforme la composición iba avanzando fueron cambiando el enfoque y pensando en canciones que funcionaran como tales y no tan subordinadas a las escenas concretas. No fue una mala decisión porque la música no iba a tener tanta presencia como en otras películas. De hecho hay una gran parte del metraje carente de música en absoluto. Como curiosidad, el tema principal de la película está cantando por el líder de la banda Phoenix, Thomas Mars, bajo el pseudónimo de “Gordon Tracks”. A raíz de su participación en la banda sonora conoció a la que hoy es su esposa: la propia Sofía Coppola. Aparte de él, intervienen en determinados temas del disco el saxofonista Hugo Ferran y el batería Brian Reitzell. Todo lo demás corre por cuenta de Jean-Benoit Dunckel y Nicolas Godin.


“Playground Love” - La principal canción de la banda sonora y su único single fue esta balada en la que lo que más destaca son las cuerdas sintéticas que sirven de fondo, sacadas de un lugar a medio camino entre Pink Floyd y Jean Michel Jarre que, junto con el saxo, aportan un sabor añejo que le da a toda la pieza ese tono naif tan característico de la música de AIR.




“Clouds Up” - Lo siguiente que escuchamos es un tema muy corto que combina electrónica y guitarras muy en la línea de los Pink Floyd de “Echoes”, pieza con la que comparte sonidos pulsantes y una cierta atmósfera.


“Bathroom Girls” - Ese mismo ambiente se replica multiplicado por diez en la siguiente pieza en la que la batería tiene mucho en común con la de Nick Mason aunque son el mellotron y los sintetizadores antiguos los que terminan de ponernos en situación. Una gran pieza llena de nostalgia y sabor setentero.


“Cemetary Party” - La electrónica nos recibe con un ritmo constante de sintetizador que se combina con las guitarras y las voces sintéticas en otro excelente tema que demuestra el gran dominio de este tipo de registros que tienen los miembros de AIR.


“Dark Messages” - Algo más experimental es el siguiente corte construido sobre una sencilla base de sintetizador a la que se incorpora un inquietante vibráfono lleno de misterio. El entorno sonoro perfecto para una película de terror, aunque no sea el caso.


“The Word 'Hurricane'” - Otro tema “floydiano”a base de teclados y guitarras en el que se inserta un fragmento sonoro de la película y que sirve para llevarnos hasta el corte más largo del disco.


“Dirty Trip” - Es esta una pieza en la que encontramos toda la esencia de AIR, o, al menos, de los AIR de sus primeros trabajos. Teclados flotantes, una gran melodía de bajo y sonidos retro para elaborar una composición llena de personalidad e inspiración. Con un toque “jazzy” mezclado con electrónica añeja, es uno de los grandes momentos del trabajo.




“Highschool Lover (theme from “The Virgin Suicides”)” - La versión instrumental de la canción que abría el disco con el piano tomando el relevo como gran protagonista. Un piano que, a fuer de ser reiterativos, tiene mucho de aquel de Richard Wright en “The Great Gig in the Sky” y es que la influencia de Pink Floyd es en este disco más notable que en otros de la banda.


“Afternoon Sister” - Revisión de una de las melodías principales de la película con una presencia extraordinaria del mellotron, instrumento que los miembros de AIR saben ubicar perfectamente en su música.


“Ghost Song” - Retomamos otro de los temas más oscuros del disco con un tratamiento más agresivo y las guitarras eléctricas sonando muy afiladas para adornar una melodía muy del estilo de John Carpenter.


“Empty House” - Un ritmo metronómico, que bien podría imitar el latido de un corazón, marca toda la pieza que mantiene el tono de misterio y terror gótico de alguna de sus predecesoras. Un buen punto dramático a estas alturas del viaje.


“Dead Bodies” - Es aquí donde la banda se desata con un frenético ritmo de piano y batería subrayado por el bajo más tarde por unos teclados extraordinarios que ponen un poco de cordura dentro del caos. Otro de nuestros temas favoritos.




“Suicide Underground” - El cierre, acompañado de una breve explicación a cargo de un narrador sintético, es un tiempo medio muy elegante en el que la música queda en un segundo plano subordinada por la voz que resume parte de la historia de la película.



Una cosa que siempre nos ha sorprendido mucho de este trabajo es la gran consideración que ha alcanzado entre los críticos, especialmente entre los de cine. La banda sonora de AIR suele aparecer entre los listados de las mejores jamás realizadas en el campo del rock o el pop y lo es por su encaje en el propio film ya que no podemos decir que contenga ninguna canción especialmente popular o que haya trascendido la propia película pero lo cierto es que estamos ante un raro caso de simbiosis perfecta entre música e imágenes durante casi todo el metraje.


Particularmente es un trabajo que habíamos tenido un poco ignorado en relación con el resto de la discografía de AIR pero que hemos recuperado en los últimos años y que ha ganado muchos enteros en nuestra valoración. Quizá sea uno de esos discos que no entran a la primera y que requieren de un tiempo para su correcta asimilación o quizá no le prestamos la atención debida en su momento. Sea como fuere, hoy nos parece una gran obra que no podemos dejar de recomendar.