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viernes, 17 de agosto de 2018

Andrea Cortesi & Marco Venturi - Glass Kancheli Tüür (2014)



Existe un topico acerca del arte contemporáneo que dice que es imposible de disfrutar. Que son obras que requieren de explicaciones y conocimientos técnicos para ser entendidas y que eso va contra la esencia del arte que debería ser sensorial antes que intelectual. Es cierto que las vanguardias del siglo pasado radicalizaron su discurso hasta el punto de hacerlo casi ininteligible pero también lo es que con un poco de esfuerzo hasta esas propuestas pueden ser disfrutadas sin tener que ser un experto.

La música no se queda al margen de todo esto que decimos con un agravante: al ser un arte mucho más popular, la oferta de obras, digamos, mucho más fáciles de asimilar, relegó a muchos de los compositores “cultos” a una marginalidad elitista de la que no ha sido fácil sacarlos. Sin embargo, hay en la actualidad un buen número de compositores que, sin salir del mundo académico, han regresado a un discurso musical más accesible que les ha hecho alcanzar una mayor popularidad que a la generación inmediatamente anterior.

En el disco que hoy comentamos encontramos a dos autores “cultos” cuya música no tiene ninguna complicación estética. Es directa, muy melódica y está alejada de las asperezas de décadas pasadas. Junto a ellos, un viejo conocido como Philip Glass con una obra reciente llena de romanticismo que ya apareció en el blog en una versión diferente hace unos años. Nos ofrecen todos ellos una serie de obras para violín y piano que son interpretadas por Andrea Cortesi y Marco Venturi en una grabación del sello Brilliant.

Marco Venturi y Andrea Cortesi


El disco lo abre precisamente Philip Glass con su “Sonata para Violín y Piano” de 2008. Una perfecta combinación en tres movimientos del Glass de siempre y de su reciente versión más “clasicista”. El movimiento inicial, muy dinámico, entroncaría con su vertiente más popular, la que llegó a partir de los ochenta y que se refleja en algunas bandas sonoras y en sus primeras sinfonías. En su segunda parte, Glass nos regala una bellísima partitura de violín en la linea de obras como “The Hours”. El segundo movimiento es una delicada melodía romántica que tendría mucho que ver con su producción de los últimos años. Una joya. El último movimiento, como corresponde a la sonata clásica, vuelve a utilizar un tempo rápido con algún gran momento y una energía muy contagiosa aunque nos quedamos con los dos primeros.




Continuamos con el georgiano Giya Kancheli, quien ya ha tenido alguna aparición anterior en el blog. De hecho, si hubiéramos seguido un orden estrictamente cronológico, esta entrada de hoy debería haber ido antes de la que le dedicamos a sus “Miniatures” en grabación de los mismos intérpretes del disco que comentamos ahora ya que, de hecho, ese disco fue inspirado por la gran impresión que le causó al compositor la interpretación de este “Time... And Again” que comentamos a continuación. Comienza de forma solemne con una intervención autoritaria del piano que nos recuerda a la determinados fragmentos de la “Musica Ricercata” de Ligeti. El violín da la réplica en segundo plano frase por frase hasta que todo cambia cuanto el piano marca un ritmo constante y Andrea Cortesi se zambulle en profundidades melódicas de mucho calado. Es una música reflexiva y paciente en la que todo termina por desarrollarse entre momentos de tensión marcada y otros de una fragilidad extrema.




Cierra el disco “Conversio” del estonio Erkki-Sven Tüür. Un músico que comenzó con una formación académica convencional pero que tuvo tiempo de convertirse a principios de los años ochenta en una estrella del rock local con su grupo In Spe. Pronto lo dejó para centrarse en la composición lo que nos ha permitido disfrutar de una extensa obra de todo tipo: óperas, sinfonías, conciertos, música de cámara, para piano, para órgano, coral... incluso con experimentos electrónicos de cuando en cuando. “Conversio” fue escrita en 1994. La procedencia estonia de Tüür hace que enseguida se nos venga a la cabeza el nombre de Arvo Pärt y los primeros compases de esta obra no hacen sino reforzar esa idea. El violín ejecuta una y otra vez un tema decididamente minimalista alrededor del que juguetea, casi con toques de “jazz” el piano de Marco Venturi. Las sucesivas variaciones de la pieza nos llevan a Steve Reich con una buena presencia también de John Adams. Muy recomendable esta obra de Tüür quien es uno de esos artistas a los que tenemos en el punto de mira.




Hace un tiempo leímos en algún sitio que, por lo general, las personas dejamos de escuchar música nueva a partir de los 30 años. De esa edad en adelante lo que hacemos es escuchar a los artistas que ya conocemos y son muy pocos los nuevos que pasan a formar parte de nuestras audiciones habituales. Los 30 nos quedan ya un poco atrás y, sin embargo, seguimos buscando constantemente nuevos sonidos y artistas que añadir a todos aquellos que nos han ido acompañando desde jovencitos y en esa búsqueda continuamos encontrando nombres que nos aportan muchas horas de disfrute sin dejar por ello de escuchar a aquellos. Este disco es un buen ejemplo de lo que queremos decir puesto que aparecen compositores relativamente nuevos o menos conocidos junto con un Philip Glass que es la banda sonora de buena parte de nuestra vida. Al margen de su propia calidad, el trabajo está aquí para presentar a aquellos que no hayáis oído nada suyo a Kancheli y a Tüür con la esperanza, al menos, de despertar vuestra curiosidad. Si lo logramos con alguno de nuestros lectores, la reseña estará más que justificada.

sábado, 15 de abril de 2017

Giya Kancheli - Miniatures (2016)



Hace unos meses apareció por primera vez en el blog la música del georgiano Giya Kancheli, uno de tantos compositores procedentes de la antigua Unión Soviética que se trasladó a occidente tras la disolución de la misma en 1991. En aquella ocasión hablamos de una obra orquestal que es el terreno en el que más y mejor se ha movido el compositor, junto con el de la música para el cine y el teatro. La pieza estaba incluida en un disco del violinista Gidon Kremer junto con otras de Arvo Pärt o Philip Glass pero el disco que hoy nos ocupa tiene a Kancheli como protagonista absoluto.

El disco apareció el año pasado en el sello Brilliant Classics y contiene piezas de pequeño formato para violin y piano en contraste con las extensas obras sinfónicas que componen la parte más relevante de la obra de Kancheli. No podemos considerarlo como una rareza puesto que todas las “miniaturas” están adaptadas partiendo de músicas que el artista escribió para distintas películas y adaptaciones teatrales, lo que, como ya hemos dicho, constituye una parte muy importante de su producción, especialmente durante el tiempo en que aún existía la U.R.S.S.




La grabación surge a partir de otro disco del violinista Andrea Cortesi y el pianista Marco Venturi publicado por el mismo sello en 2013. En él, junto a obras del estonio Errki Sven Tüür y Philip Glass se incluia una composición de Kancheli cuya interpretación gustó especialmente al compositor georgiano quien rescató una serie de piezas antiguas para adaptarlas al formato de violín y piano bajo el título de “Miniaturas”. Las 18 composiciones se acompañan de una más dedicada a Gidon Kremer y proceden de montajes teatrales del director Robert Sturua para obras de Arthur Miller (“The Crucible”), Avksenti Tsagareli (“Khanuma”), Bertolt Brecht (“El círculo de tiza caucasiano”, “Madre coraje”), Shakespeare (“As You Like It”, “Ricardo III”, “El Rey Lear”, “Hamlet”) o Samuel Beckett (“Esperando a Godot”) así como de bandas sonoras de películas de directores georgianos.

Giya Kancheli


En el disco escuchamos música de gran altura. El comienzo de la serie con la “Miniature No.1” y su bellísima melodía para violín es un anticipo perfecto. A partir de ahí, asistimos a una sucesión de piezas muy interesantes. La número dos tiene un punto vanguardista que le sienta muy bien, la tercera nos muestra la vertiente romántica de su autor y la cuarta es de un gran lirismo. Saltamos a la sexta miniatura en la que escuchamos un comienzo ragtime que cambia enseguida a un alegre vals para entrar a continuación en una sucesión de composiciones en la linea de las primeras: intimistas y de gran delicadeza, incluyendo alguna como la décima, de un estatismo conmovedor en su inicio que cambia por completo adquiriendo una animación propia de una banda sonora de comedia clásica. Mucho más expresiva es la undécima con un aire circense muy conseguido que nos deja de nuevo con las melodías románticas de la siguiente miniatura en un estilo que nos acompañará ya hasta el final de la serie.




El cierre del disco, “Rag-Gidon-Time” es un ragtime, como indica su título, pero mucho más lento de lo esperado, con un aire cabaretero apuntado incluso en alguna de las melodías que parece un guiño a la banda sonora de la película de Bob Fosse protagonizada por Liza Minelli.

Giya Kancheli es un compositor contemporáneo al que situaríamos fuera de las corrientes principales de las últimas décadas aunque algunos críticos han querido incluirle en la acepción más amplia del minimalismo o, incluso, dentro del llamado “minimalismo sacro”. En determinadas obras es posible que exista esta relación pero no tanto en las incluidas en el disco que hoy recomendamos, trabajo que, quizá por su origen como música de acompañamiento de escenas, ya sea teatrales o de cine, es mucho más directo, melódico y asimilable por el público más remiso a las vanguardias. Por ello lo encontramos muy adecuado para aquellos que quieran acercarse a la música del compositor georgiano por primera vez. El disco, como dijimos, está publicado en Brilliant Classics lo que, como es sabido, es garantía de calidad y buen precio.


 

domingo, 31 de julio de 2016

Gidon Kremer - New Seasons (2015)



El primer contacto que tuvimos con Gidon Kremer fue en nuestra adolescencia y a través de una grabación de “Las cuatro estaciones” de Vivaldi que el violinista realizó para Deutsche Grammophone bajo la dirección de Claudio Abbado. Aquel fue uno de los primeros compact disc que entró en la casa familiar y, por lo tanto, sonó con profusión durante mucho tiempo hasta que los nuevos discos que se iban adquiriendo le quitaban tiempo de reproducción poco a poco. Estamos lejos de ser entendidos en nada pero en aquel entonces lo éramos mucho menos y aquella versión siempre nos llamó la atención porque la encontramos muy diferente a otras que conocíamos.

Unos años después volvimos a encontrarnos con Kremer como intérprete del primer concierto para violín de Philip Glass. Ahí su forma de tocar nos enamoró y nos hizo apuntar su nombre como uno de nuestros violinistas de referencia. No nos hizo falta buscar mucho porque su violín iba apareciendo periódicamente en grabaciones de compositores en los que nos íbamos interesando a lo largo de los años. Desde Arvo Pärt hasta Vladimir Martynov, pasando por Astor Piazzolla, discos con la presencia de Kremer en los créditos se iban acumulando en nuestras estanterías.

El más reciente de ellos apareció durante el año pasado y en él, bajo el título de “New Seasons”, Kremer y su orquesta de cuerda, la Kremerata Baltica, revisan obras de cuatro compositores actuales: Philip Glass, Arvo Pärt, Giya Kancheli y Shigeru Umebayashi. Llama la atención la referencia en el título a las “estaciones” ya que esa parece una obsesión recurrente en la carrera de Kremer. El propio violinista hace referencia a ello en los textos que ilustran la grabación cuando recuerda entre sus interpretaciones más recordadas la ya citada de las “cuatro estaciones” de Vivaldi junto con las de las “cuatro estaciones porteñas” de Piazzolla o las “russian seasons” que el propio violinista encargó a distintos compositores años atrás. Kremer entiende las estaciones como ciclos vitales que son comunes a artistas de todas las épocas y, por tanto, una forma de confrontar estilos y tiempos diferentes con un mismo tema. El disco supone, además, el regreso de Kremer a Deutsche Grammophone después de más de diez años.


Gidon Kremer


El disco comienza con el segundo concierto para violín de Philip Glass, subtitulado “The American Four Seasons”. Surgió como un encargo del violinista Robert McDuffie para tener una composición que acompañase en sus programas de concierto habituales a las “Cuatro estaciones” de Vivaldi. Glass escribió cuatro movimientos precedidos de un prólogo y separados por tres canciones, todos ellos, prólogo y canciones, escritos para violín solo. El estilo de Glass es inconfundible y hemos de señalar que Kremer se ajusta al mismo con absoluta perfección dejándonos una grabación que complementa perfectamente la que el propio artista hizo del primer concierto del compositor, grabación aquella que, por otra parte, fue la primera de la obra. El contraste entre los enérgicos sonidos de los cuatro movimientos propiamente dichos del concierto y las delicadas canciones es uno de los grandes logros de la obra. De entre las segundas nos quedamos con la frágil “canción nº1”, de una emoción estremecedora que, además, enlaza con el movimiento más extenso del concierto, el segundo, que por su desarrollo nos recuerda mucho a su equivalente en el primer concierto del compositor, uno de nuestros momentos predilectos de todo el repertorio de Glass. También el dinámico tercer movimiento nos parece brillante y una buena muestra de la producción más clasicista de su autor en los últimos años.




Continúa el programa con una miniatura para cuerdas y coro, obra de Arvo Pärt, que lleva por título “Estonian Lullaby”. Es una canción compuesta en el año 2000 y revisada en 2006. Se trata de una exquisita melodía de un carácter mucho más lírico de lo habitual en el compositor estonio que se hace extremadamente corta.

No habíamos tenido aún en el blog ninguna obra del compositor georgiano Giya Kancheli por lo que haremos una breve presentación. Como tantos otros artistas de la antigua Unión Soviética, Kancheli se trasladó a occidente tras la caída del Muro de Berlín. En el caso de Giya, desde hace más de veinte años reside en Amberes. Al margen de música de concierto, ha escrito obras para teatro así como bandas sonoras para películas, especialmente antes de mudarse a Bélgica. La mayor parte de su producción es orquestal aunque tiene un buen puñado de obras de cámara. Tampoco hace ascos al uso de tecnología como queda claro en la obra que aquí se incluye, la extensa “Ex Contrario” para violín, violonchelo, samplers, bajo y compact disc. La pieza, escrita en 2006, comienza con unos compases de teclado rápidamente secundados por las cuerdas en un tono oscuro y lúgubre. Se produce en estos primeros momentos un fuerte contraste entre el clavicordio, más luminoso, y la orquesta, que termina ganando la batalla. Lo que sucede después tiene mucho que ver con las corrientes de finales del siglo pasado en las que la atonalidad comienza a dejar paso de nuevo a la melodía aunque todo ello dentro de un contexto poco dado a la floritura innecesaria o a la expresión de júbilo. La segunda mitad de la pieza gana en fuerza todo lo que la primera tenía de introspectivo. El drama se eleva por encima de todo lo demás y, con una interrupción que parecía sonar a tango, entramos en una impresionante parte final en la que encontramos alguna similitud (quizá el tango al que nos referíamos antes tenga algo que ver) con algunas obras del polaco Zbigniew Preisner.

Cerrando el disco tenemos una breve pieza del compositor japonés Shigeru Umebayashi, perteneciente a la banda sonora de la película “In the Mood for Love” (2000), campo el de la música para cine en el que el músico es especialista. Resulta muy curioso que la melodía, un tango de gran belleza, también nos traiga a la cabeza inmediatamente a Preisner y muy especialmente a su música para la trilogía de Kieslowski, “Tres Colores”. De no venir indicada su autoría en el disco, habríamos apostado sin dudarlo por el compositor polaco.

Aunque cuenta en su haber con muchas grabaciones de autores “clásicos” como J.S.Bach, Vivaldi, Prokofiev, Tchaikovski o Shostakovich, Kremer es uno de esos intérpretes que quiere mantener una relación estrecha con la música de su tiempo, por lo que en su repertorio nunca faltan autores vivos, con muchos de los cuales mantiene una activa relación. Esto es muy de agradecer ya que muchos de los grandes nombres de la interpretación parecen tener alergia a lo que se hace hoy en día y es raro encontrar a las “figuras” arriesgándose con este tipo de músicas. Es por ello que merece mucho la pena seguir la trayectoria de determinados intérpretes carentes de complejos ya que pueden ser una buena guía para descubrir compositores contemporáneos en los que, de otro modo, quizá no nos fijaríamos nunca. Gidon Kremer es uno de ellos.