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miércoles, 27 de agosto de 2014

Stone Age - Les Chronovoyageurs (1997)



Cuando surge un artista destacado en un campo y ámbito geográfico determinados, lo normal es que no sea el único sino la parte visible de un grupo más amplio, estén relacionados sus miembros entre sí o no. En estos casos, pueden ocurrir dos cosas: que el éxito de ese artista arrastre a los demás atrayendo la atención hacia ellos, en cuyo caso terminamos por hablar de una escuela o movimiento o todo lo contrario. En el segundo supuesto, las obras de la estrella eclipsan todo lo que surge a su alrededor.

Algo así podría haber sucedido en la Francia de los años setenta con el éxito de Jean Michel Jarre y su “Oxygene”. Mientras que en Alemania los nombres de Klaus Schulze, Tangerine Dream, Manuel Gottsching, etc. terminaron por ser agrupados en la llamada “escuela de Berlín”, en el país galo la figura de Jarre ensombreció a toda una generación de músicos electrónicos cuya obra, en muchos casos, era igualmente interesante.

El de Dominique Perrier sería uno de esos casos aunque con algunas peculiaridades. Perrier conoció a Jarre en los primeros setenta cuando formaba parte de la banda del cantante Christophe. En aquel entonces, el músico se encargaba ya de toda la cacharrería electrónica del popular vocalista mientras que, curiosamente, Jarre se limitaba a escribir las letras de las canciones. En 1976, uno y otro publicaron sendos trabajos de música electrónica instrumental con un single pegadizo que alcanzó cierta relevancia. El de Jarre se titulaba “Oxygene 4” y todos sabemos lo que ocurrió después. El de Perrier, bajo el nombre de “Space Art”, se ttulaba “Onyx” y, aunque obtuvo un éxito moderado, no alcanzó la popularidad del single de su colega. Dominique publicó tres discos más con Space Art pero en 1981 atendió la llamada de Jean Michel Jarre para formar parte de su banda en un gira que estaba a punto de iniciarse, nada menos que por China. El teclista aceptó y a partir de ese momento se convirtió en uno de los colaboradores más estrechos de la estrella francesa subordinando su carrera en solitario a los huecos que le permitía la agenda de grabaciones y conciertos de Jarre.

Esto cambió en 1994. Jarre acababa de terminar la que fue su primera gran gira de conciertos por toda Europa y Perrier pensó que quizá ese fuera un buen momento para centrarse de nuevo en su carrera de forma independiente. Dos años antes había formado Stone Age, una banda que mezclaba música celta (particularmente de origen bretón) y electrónica de un modo similar al trabajo de Deep Forest con melodías y sonidos de todo el mundo y parecía una buena oportunidad para que el grupo grabara su primer trabajo. Un poco después, en 1997, aparecía “Les Chronovoyageurs”, quizá el disco más completo del grupo que será el trabajo que comentemos hoy. Los miembros de Stone Age, que utilizan sobrenombres para firmar sus participaciones en los discos son: Jerome Guegen (alias Lach’llaouet) que interpreta piano, gaitas y teclados además de cantar, Marc Hazon (Marc de Ponkallec), batería, guitarra y voces, el sintesista Dominique Perrier (Terracotta) y Michel Valy (Kervador) que se encarga del bajo, la mandolina, las guitarras acústicas y suele ser el vocalista principal. En la grabación de “Les Chronovoyageurs” interviene, además, un buen número de invitados. La lista la integran Janette Woollacott, Marielle Herve, Brenda Herve, Gaelle Herve y Edith Lefel (voces), Youenn Leberre (gaitas y flautas), Loic Taillebrest (gaitas), Patrick Rondat (guitarra eléctrica), Rene Lebhar (guitarras), Gilles Chabenat (zanfona), Claude Samard (guitarras, bouzouki), Richard Arame (guitarra eléctrica), Robert Legall (violín) y Jean François Perrier (guitarra acústica).

Integrantes de Stone Age.


“Lines of Stone” – Sintetizadores y bajo crean un ambiente ensoñador para que Janette Woollacott comience a cantar una pieza muy tranquila ayudada por Marielle Herve. Aparecen entonces profundos acordes electrónicos y un bonito solo de bajo. Los últimos instantes están marcados por la preciosa intervención de un dúo de gaitas lleno de fuerza. Como comienzo es una gran pieza y un buen anticipo de lo que nos deparará el resto del disco.

“Maribrengael” – Ritmos más contemporáneos nos dan la bienvenida al único tema del disco con origen en una melodía tradicional. La canción, en idioma bretón, combina las voces de las hermanas Herve con las de los miembros masculinos del disco y se acerca mucho a los postulados de grupos como Deep Forest que hicieron fortuna en la primera mitad de los años noventa. De nuevo las gaitas aportan un toque épico a una de las piezas más completas del disco que sirvió, además, como single.



“La Nuit des Korrigans” – La influencia de Deep Forest de hace más que evidente en los primeros instantes de la pieza con profusión de “samples” de corte étnico. Como en el caso anterior, escuchamos ritmos modernos y sonidos cercanos a la música de baile pero que no llegan a distorsionar una composición muy notable. La guitarra de Richard Arame, emula, ignoramos si de modo intencionado, a la de Mike Oldfield en sus breves intervenciones. Las intervenciones vocales simulan en muchos momentos las de pequeños duendes o elfos que es, precisamente, lo que son en la mitología bretona los “korrigans” a los que se alude en el título.

“Perceval” – Un comienzo puramente electrónico, inspirado en la música de décadas pasadas (Vangelis, el propio Jarre...) abre de modo solemne una de nuestras piezas favoritas en el disco, dedicada a Perceval, uno de los Caballeros de la Mesa Redonda de la leyenda artúrica. Aparte de los sintetizadores y de las voces de los cuatro miembros del grupo, ocupa un lugar destacado en la pieza Rene Lebhar a las guitarras, dando el toque justo en cada momento.

“Maureen Maguire” – Otra de nuestras piezas predilectas comienza con sonidos de armaduras caminando pesadamente en el campo antes de que suene una preciosa introducción de guitarra acústica. Una serie de “samples” vocales marcan el paso hasta que empezamos a escuchar un ritmo electrónico sobre el siempre ensoñador sonido del “Eminent”, uno de nuestros sintetizadores favoritos a la hora de creas sonidos de cuerdas y fundamental en el sonido de Jean Michel Jarre en los setenta. Como ocurre en muchos de los cortes del disco, la parte vocal se organiza como un diálogo entre voces femeninas (con un toque del Mike Oldfield más pop, todo sea dicho) y masculinas. Los toques célticos los ponen los sintetizadores imitando arpas, gaitas e incluso pizzicatos de violines. Aunque el sonido es artificial, el conjunto es muy convincente.

“Podour Bihan” – Una rotunda introducción electrónica a base de capas de sonidos combinandose y de un ritmo programado muy adictivo abre un tema fantástico en el que las melodías entran a ráfagas sin dejar apenas respiro al oyente. Gigas, “reels” y todo tipo de danzas tradicionales se suceden en forma de sonidos sintéticos durante toda la composición. Sin duda, una de las mejores de todo el trabajo.

“Morglaz” – Superado el tramo central del disco, tenemos otra buena canción en la que escuchamos voces procesadas con efecto “vocoder” cuya mejor parte, probablemente, la ponga el bajo de Michel Valy, quien también destaca aquí a la mandolina.

“Reverans” – Sin solución de continuidad entramos en la siguiente pieza del trabajo que se abre con un pasaje de experimentación electrónica interrumpido por un ritmo contundente y una serie de cantos bretones. Probablemente sea uno de los momentos más intensos del disco, especialmente a partir del interludio central, adornado de percusiones tribales que preceden a la repetición del tema central.

“Liz” – Una atmósfera misteriosa en la que destaca la vihuela por encima de la electrónica, sirve como introducción a una canción en con dos partes muy diferentes. En la primera, más acústica, escuchamos gaitas, guitarras acústicas y percusiones además de todo el complejo aparato electrónico. En la segunda, con un ritmo algo más vivo, aparecen las flautas y un soberbio solo de guitarra eléctrica a cargo de Patrick Rondat, auténtico “guitar hero” cuyo estilo encaja aquí a la perfección, incluso en los duelos con las gaitas.

“L’Homme-Goeland” – El sonido de un piano en las proximidades de lo que podría ser una charca es el comienzo del siguiente corte. Se apunta una bonita melodía en estos segundos iniciales que más tarde se verá refrendada por el coro. Cuando aparecen el resto de instrumentos lo hace también una pegadiza melodía de flauta que se repetirá a lo largo de toda la composición. Una preciosa tonada de inspiración céltica como todo el disco. En la parte final, los ritmos electrónicos se combinan de forma fantástica con un canto que se diría tradicional, para prácticamente cerrar uno de los cortes más interesantes del disco por la variedad de elementos e influencias que en él se pueden apreciar.



“Le Dragon de Noz-Art” – Retomamos la línea épica con un tema que combina la energía de las gaitas con las secuencias electrónicas y los fondos atmosféricos más clásicos de la corriente “planeadora” de los setenta. La gran influencia que Vangelis ha ejercido siempre sobre Dominique Perrier (algo que se puede apreciar en sus discos con Space Art) aparece aquí con toda claridad a pesar del “disfraz” celta bajo el que se trata de disimular.

H2πR” – Cerrando el disco encontramos un tema ambiental en el que los sintetizadores construyen una atmósfera onírica a la que las gaitas y las voces aportan una especie de punto de contacto con la realidad.

Stone Age no han alcanzado una especial relevancia fuera de Francia, si exceptuamos Japón, país en el que alcanzaron ventas muy elevadas con cierta regularidad. Ello no debería alejar nuestra vista de su trayectoria y de este disco en particular, que juzgamos muy interesante. De un modo particular, además, encontramos muchos elementos en él que creemos que influyeron notablemente a Jean Michel Jarre a la hora de afrontar su disco “Metamorphoses” aunque Perrier ya no colaboraba en aquellas fechas con el autor de “Oxygene”. Los ritmos de “Perceval” o “Maureen Maguire”, los sonidos del comienzo de “Podour Bihan” (reflejados en el “Hey Gagarin” de Jarre) o la similitud en cuanto a estructura y concepto de “H2πR” con “Shilhouette” nos reafirman en esta idea.

Los lectores interesados en el disco, lo tienen disponible en los enlaces habituales.

amazon.es

bol.com

Nos despedimos con un pequeño "teaser" con fragmentos de todos los temas del trabajo:

 

lunes, 21 de julio de 2014

Jean Michel Jarre - Waiting for Cousteau (1990)



Quienes seguís el blog desde hace tiempo, sabéis que tenemos una teoría, seguramente errada sobre el músico francés Jean Michel Jarre según la cual, hay dos etapas muy diferenciadas en la primera parte de su carrera: una inicial hasta “Zoolook” en la que la música parecía ser el centro de sus intereses y en la que cada disco parecía un desafío personal por superar el anterior así como un despliegue de lo más moderno en cuanto a tecnología y tendencias que sonaban en él. La segunda etapa la marca el macroconcierto de Houston. Con esa excusa se preparó un disco como “Rendez-Vous” en el que buena parte de la música eran revisiones de obras anteriores del músico que no habían llegado a formar parte de sus discos “normales”. No sabemos si la floja acogida comercial de “Zoolook”, quizá el trabajo más avanzado del francés, o la gran repercusión del concierto tejano cambiaron la forma de trabajar de Jarre. Se supone que sigue componiendo y grabando cosas pero sólo salen a la luz cuando en el horizonte aparece un proyecto audiovisual que lo justifique. Algo así ocurrió con “Waiting for Cousteau.

La fiesta nacional francesa del 14 de julio es desde siempre una fecha cuyas celebraciones incluyen actos grandilocuentes destinados a causar un gran impacto en la ciudadanía francesa, especialmente en la parisina. Jarre ya había actuado en ese día en 1979 ofreciendo un espectáculo sorprendente, anticipo del ya citado de Houston, pero lo de 1990 iba a ir mucho más allá. Beneficiado de la gran labor de Francis Dreyfus y de la rivalidad entre Miterrand, presidente de la República Francesa y Chirac, alcalde de París en aquel entonces, Jarre iba a ofrecer el que quizá haya sido su concierto más completo hasta hoy en día. No es difícil imaginar lo que el músico, con todo el apoyo del ayuntamiento de París (Chirac se apuntaba así un tanto frente a su rival político tras haber tenido que aplazar el concierto un año a causa del desfile programado por el Gobierno Francés en 1989 para conmemorar la toma de la Bastilla) y de su discográfica, podría organizar para la mayor fiesta del país vecino. Pero faltaba algo y es que un macroconcierto de esas características quedaría un poco descafeinado sin un nuevo disco que sirviera como parte central del mismo y para hacer más atractiva la promoción radiofónica y televisiva del evento (un concierto exclusivamente de grandes éxitos habría sido, ciertamente, menos interesante).

Cabe suponer que, dada la temática del trabajo anterior (“Revolutions”) su concepción pudo tener mucho que ver con la idea del concierto de La Defense del 14 de julio y que, en vista de su aplazamiento y de que el disco ya fue utilizado unos meses antes en los conciertos de los Docklands londinenses se desechase la posibilidad de volver a centrar en él otro macroespectáculo, sobre todo si pensamos que, como es lógico, este tipo de eventos no se improvisan en dos días y su preparación se hace con muchos meses de adelanto. ¿Qué hacer entonces? Pues tirar de archivo en buena parte e improvisar algunos temas nuevos. Descartado el tema de la revolución francesa como motivo central del disco, se optó por dedicárselo a uno de los grandes personajes del país galo en los años precedentes: el oceanógrafo Jacques Cousteau (el disco, de hecho, se publicaría el día en el que éste cumplía 80 años).

En 1989 se celebró la exposición “Concert D’Images” en una galería parisina con fotografías y objetos relacionados con los conciertos anteriores de Jarre. Para ambientar la estancia de los asistentes a la sala, Jarre cedió una música que había grabado poco antes, en sus palabras, para tener una música de fondo que sonase sin causar molestia ni distracción alguna mientras él hacía otras cosas. “Ambient” en su definición más clásica. Esa grabación, suponemos que con algunos retoques, fue el sonido que, a modo de “muzak” formó parte en cierto modo de la exposición. La pieza, de cerca de una hora de duración, formaría parte del nuevo disco con algún ligero recorte. Parece ser que eun primer momento, la idea era que ese largo corte, que llevaría el título de “Waiting for Cousteau” sería el contenido total del album tratando de elaborar algún “single” minimamente promocionable en las radios pero finalmente se descartó esa opción completando el disco una obra en tres partes, con un gran componente rítmico que Jarre grabó en Puerto España, nada menos que en Trinidad y Tobago en compañía de la banda local de intérpretes de “steel drums”, The Amoco Renegades. Jarre contó para estos tres cortes con sus habituales Michel Geiss y Dominique Perrier a los teclados y para el single del disco, con Guy Delacroix al bajo y Christophe Deschamps a la batería.

Imagen del concierto parisino del 14 de julio de 1990

 “Calypso” – El tema comienza con unos sonidos de olas cercanos al tópico pero justificados por el motivo del disco. No tarda en romper en una dirección imprevista con una verdadera fiesta de ritmos caribeños en los que los “steel drums” se desenvuelven a la perfección interpretando una melodía que se encuentra entre las más populares de la carrera de Jarre en la que encontramos una complejidad algo mayor que en singles anteriores. La primera mitad de la pieza es tremendamente pegadiza y alegre y no es de extrañar que se convirtiera en un éxito inmediato. Nos quedamos, sin embargo, con la parte central en la que, sobre un ritmo muy vivo y tropical, Jarre empieza a desplegar toda su colección de efectos sonoros, la gran mayoría de los cuales formó parte de una rara cara-B del maxi single de “Rendez-Vous 4” que llevó por título “Moon Machine”. “Calypso” es, quizá, la fusión más perfecta que Jarre ha llegado a completar entre su música y la que por aquel entonces se empezaba a conocer como “world music” quedando ambos aspectos perfectamente equilibrados.

Videoclip promocional de "Calypso"


“Calypso 2” – Con todo, la primera parte de “Calypso” estaba destinada a ser un single de éxito pero cuando hablamos de Jean Michel Jarre, en la mayoría de las ocasiones los singles no son lo más jugoso de sus trabajos. Si tenemos que escoger una composición (y sólo una) de el periodo final de los años ochenta y el comienzo de los noventa en la discografía del músico galo, nos quedaríamos sin demasiadas dudas con la que ahora nos ocupa. “Calypso 2” sería, salvando las distancias, el “Ethnicolor” de este periodo. Una pieza que comienza con un desarrollo lento, solemne, pero que conforma avanza y se van añadiendo nuevos elementos y ritmos se transforma en una suerte de marcha electrónica absolutamente fantástica. Una serie de “samples” se combinan de repente formando una secuencia maravillosa que da paso a la segunda parte de la composición en la que el ritmo es dueño y señor. El esquema de la pieza es tradicional en determinados temas del músico desde “Oxygene 5” hasta “Chronologie 5” pasando por el ya citado “Ethnicolor” y en todos los casos, solemos estar en presencia de un momento diferente dentro de cada disco que contrasta con el resto.

“Calypso 3” – Cerrando la “suite” titulada como el barco en el que Cousteau grabó la mayoría de sus documentales, llega el tema más prescindible del disco. Con una melodía muy “bonita” pero excesivamente almibarada, lo que estropea ligeramente el aire solemne que prendidamente debería tener el tema. Quizá esta sea una valoración injusta puesto que, tras la exposición inicial, la pieza evoluciona de un modo más que interesante recuperando muchos elementos que ya estaban presentes en el anterior “Revolutions”, particularmente en la suite “Industrial Revolution” y es que lo cierto es que tanto “Calypso 2” como éste último tema comparten muchas características con aquella obra de la que podrían considerarse dignos sucesores.

“Waiting for Cousteau” – Llegamos así a la pieza central del disco; la más sorprendente, arriesgada y rompedora del trabajo que se corresponde como ya hemos comentado con la música que se utilizó en la exposición “Concert d’Images”. Durante más de 45 minutos (unos 22 en las versiones del disco en vinilo y cassette), asistimos a una profunda muestra de música ambiental que haría las delicias de cualquier seguidor del género. Sobre un fondo estático con escasas variaciones, se van desplegando, de manera parsimoniosa, una serie de notas de piano, efectos sonoros, etc. que dotan a la obra de un poder evocador descomunal. No es difícil hacerse a la idea, sugestionados por el contexto del disco, de que nos encontramos en un fondo marino, buceando placenteramente entre peces y demás fauna pero prescindiendo de este, la música podría transportarnos igualmente a la soledad del cosmos o a lo más profundo de los sueños. No faltaron los críticos que afirmaban que esta larga pieza era la mejor y más seria composición que nunca había firmado el músico francés. Muchos aficionados, por el contrario, quedaron muy descolocados al escuchar una obra de tal extensión y tan alejada de lo que hasta ese momento había ofrecido Jarre. En nuestra opinión, se trata de una composición que ha ganado mucho con el paso del tiempo convirtiéndose en fundamental para cualquier seguidor del autor de “Oxygene” que quiera tener una visión completa del músico.

Con el apoyo del posterior concierto de La Defense, uno de los más recordados del músico sin lugar a dudas, “Waiting for Cousteau” obtuvo un gran éxito en muchos países. Fue, además, un disco con una especie de secuela en forma de banda sonora para el documental de Cousteau: “Palawan, el último refugio” que rescató buena parte de éste y otros trabajos anteriores de Jarre además de contar con dos piezas inéditas. Incluso “Calypso 2” tuvo una segunda vida en forma de música corporativa para una compañía de agua lionesa, tras sufrir un pequeño retoque en el orden de sus dos partes principales. También ambos, disco y concierto, supusieron en cierto modo el fin de una era de macroespectáculos que a partir de entonces pasaron a alternarse con las giras hasta terminar por desaparecer, al menos con la concepción de eventos únicos e irrepetibles, un tiempo después.


Jarre está reeditando su discografía, al menos parcialmente, en las últimas semanas a través de un nuevo contrato con Sony pero por ahora “Waiting for Cousteau” no forma parte de los títulos que han aparecido hasta ahora. Cabe esperar que conforme se acerca el anunciadísimo nuevo disco del músico francés (del que empezó a hablar hace más de cinco años) varios nuevos títulos se sumen a la serie de remasterizaciones y éste trabajo vuelva a encontrarse habitualmente en las estanterías de las tiendas de discos, esas reliquias de los tiempos modernos. Acerca del nuevo disco, anunciado para principios del año que viene, las noticias llegan con cuentagotas pero todo apunta a que será un doble CD en el que Jarre incluirá un buen número de colaboraciones con otras estrellas relacionadas de un modo u otro con la música electrónica en las últimas décadas. La nómina de músicos, de la que aún faltan por confirmar un buen número, incluye nombres tan variados como Hans Zimmer, Tangerine Dream, Trent Reznor, John Carpenter, Laurie Anderson o Pete Townshend, por nombrar sólo algunos de los que parecen fijos en la lista. Mientras llegan más noticias, podemos disfrutar de discos ya clásicos del francés como este “Waiting for Cousteau” que podéis encontrar en los enlaces habituales.


play.com

Os dejamos con "Calypso 2" en la versión que sonó en el concierto de la Defense.

martes, 28 de agosto de 2012

Jean Michel Jarre - Chronologie (1993)



Con los discos de Jean Michel Jarre es muy difícil saber qué fue primero: la gallina o el huevo. Dicho de otra forma, desde “Rendez-Vous” en 1986 hasta nuestros días, todo nuevo trabajo iba emparejado con algún tipo de encargo, ya fuera un macroconcierto, una gira, una exposición, etc. Así que no es sencillo establecer si el disco nace como respuesta al encargo o si, por el contrario, Jarre aprovecha la ocasión para ir dando salida a la música que va componiendo.

Algo de esto ocurre con “Chronologie”, el disco del que toca hablar hoy. Pongamonos en situación y viajemos hasta 1992. Jean Michel Jarre tiene ya una carrera bastante sólida en la que sus discos funcionan muy bien en todos los sentidos y aún está reciente su macroespectáculo de La Defense en París, con una asistencia que batió cualquier record imaginable. Apenas unos meses atrás acaba de publicar el recopilatorio “Images” que también ha tenido una buena acogida y llega el momento de plantearse un nuevo disco. La historia cuenta que el músico tenía en mente escribir una larga suite al estilo de sus discos iniciales con el tiempo como concepto fundamental. Lo cierto es que en aquellos momentos recibió una llamada de Nicholas Hayek. Se diría que Jarre tiene imán para este tipo de personajes hechos a sí mismos y capaces de construir todo un imperio casi de la nada (pensamos en su principal valedor, Francis Dreyfus”). Hayek se hizo con el control de dos de las mayores empresas relojeras suizas en los ochenta, cuando éstas atravesaban un momento crítico ante la avalancha que llegaba desde Japón (¿quién no tenía un Casio en aquellos años?). El empresario reorganizó las dos empresas y creó la marca Swatch para identificarlas. Hoy en día asociamos el nombre Swatch con relojes de plástico, más bien baratos y dedicados a coleccionistas pero esa es sólo una de sus lineas ya que el Grupo Swatch posee marcas como Omega, Longines, Tissot, Certina o Calvin Klein Watches lo que puede dar una idea de las dimensiones reales del conglomerado que dirigia el empresario de orígen Libanés. Volviendo al tema que nos ocupa, Hayek quería celebrar el lanzamiento del Swatch cien millones con un espectáculo de luz y sonido en la estación de esquí alpina de Zermatt, sede de la firma para lo que pensó en Jean Michel. Paralelamente a eso, Swatch iba a lanzar una nueva linea de relojes llamada “Musicall” con una particularidad: la melodía de la alarma iba a ser una composición exclusiva creada por distintos músicos para cada modelo. El reto era interesante porque la melodía sólo podía constar de 2 notas y 15 pulsos por la propia limitación del reloj. El primer encargo fue, precisamente para Jean Michel Jarre y hubo una segunda melodía a cargo de Philip Glass (una segunda tanda de relojes con una melodía más compleja de 7 notas aparecería después con composiciones exclusivas de Paulo Mendonça, Nam June Paik, Peter Gabriel o Candy Dulfer).

Swatch Musicall "Europe in Concert". Primero de la colección con música de Jarre.


Tenemos pues el motivo, el medio y la oportunidad con lo que, si se nos permite la broma, el crimen era ya inevitable. Para el espectáculo de Zermatt, exclusivamente audiovisual y grabado, sin nada de música en directo, Jarre compuso una pieza nueva que luego adaptaría para el disco. En cualquier caso, lo más interesante de la colaboración con Swatch no iba a ser ni la alarma de los relojes ni el show de Zermatt, modestísimo si lo comparamos con los habituales macroconciertos del músico sino el patrocinio de la marca suiza de la que iba a ser la primera gira internacional del músico que iba a recorrer el viejo continente a lo largo de 1993, lo cual era ya un acontecimiento puesto que hasta ese momento y con la única excepción de la gira por China de 1981, los conciertos de Jarre eran algo puntual y mastodóntico.

El retorno comentado anteriormente a los viejos conceptos se iba a materializar en “Chronologie”. Aún no se habían puesto de moda en aquel entonces las segundas partes de discos de éxito como los sucesivos “Tubular Bells” de Mike Oldfield aunque ya en ese año de 1993, Meat Loaf publicó la secuela de su “Bat Out of Hell”. De haber sido tan populares en ese momento como ahora, no nos habría resultado extraño que “Chronologie” hubiera llevado el título de “Equinoxe 2” ya que, en muchos aspectos, el nuevo disco que Jarre repetía esquemas y conceptos de su disco de 1978. Como en aquél, el disco se divide en ocho cortes numerados correlativamente e incluso la portada (basada en un cuadro de Michal Granger, como aquella) recuerda en cierto modo a la de “Equinoxe”. Sin embargo, no estamos ante una revisión como la que haría, esta vez sí, unos años después, de su clásico “Oxygene” sino ante un disco hijo de su tiempo y si decimos esto en 1993, el disco tenía que tener una conexión con la música de baile mucho mayor que la de los trabajos anteriores. Este aspecto se deja notar en el disco pero aún más en los distintos singles, poblados de remezclas a cargo de distintos deejays.

Para la grabación de “Chronologie”, Jarre recurre a tres de sus más estrechos colaboradores: Francis Rimbert, Michel Geiss y Dominique Perrier e incorpora a un nuevo elemento absolutamente sorprendente en la persona de Patrick Rondat, jovencísimo guitarrista de heavy metal con el que haría alguna cosa más en los años siguientes. La aportación de Geiss, como era habitual, iba más allá de la mera interpretación puesto que, además de eso, construyó el “digisequencer”, secuenciador digital que sustiuiría en el estudio de Jarre al antiguo “matrisequencer”, también construído por el ingeniero muchos años atrás.

“Chronologie 1” – El disco se abre con un recurso tan común como unos latidos de corazón sobre los que empezamos a oir los clásicos efectos electrónicos del músico francés. Pronto, sobre un fondo grave, empieza a desplegarse lentamente una melodía que se extiende como los rayos del sol sobre el horizonte en pleno amanecer. La metáfora coincide con la evocada por la primera parte de “Equinoxe” y es que las similitudes entre ambos discos, como iremos señalando, son bastantes. El solemne comienzo ve resaltada su fuerza con la aparición de voces y coros electrónicos y algun que otro golpe de platillos. Este inicio grandilocuente enlaza con una especie de transición ambiental hacia el primero de los puntos fuertes del disco desde el punto de vista más comercial no sin antes volver a escuchar los latidos del comienzo del disco.

“Chronologie 2” – Un afilado órgano da la entrada de la segunda parte que en sólo unos segundos se va a convertir en un torbellino de energía y ritmo de esencias barrocas. Antes, nos encontramos con un guiño de Jarre a sus seguidores más antiguos al incorporar al tema un pequeño fragmento rítmico extraído de “Erosmachine”, cara B del primer single publicado por el músico en sus inicios, mucho antes de “Oxygene”. A partir de ese momento entramos en una fiesta de melodías y secuencias vertiginosas realmente apabullantes que nos muestran a un Jarre pletórico que continúa con la linea más clasicista de cortes como “Rendez-Vous 2” o “Industrial Revolution”. En la parte final, podemos escuchar, casi furtivamente, la guitarra eléctrica de Patrick Rondat, artista invitado del disco.



“Chronologie 3” – Para cerrar la que era la “cara A” del disco, el músico decide tomarse un respiro y mostrarnos su cara más relajada con una melodía atractiva y llena de contrastes sonoros entre el timbre cristalino que desarrolla la melodía principal y los profundos graves de reminiscencias industriales que la acompañan junto con unas cuerdas que suenan un punto artificiales para nuestro gusto. Ya en la parte final volvemos a escuchar a Rondat con un solo en clave de heavy metal que contrasta con el tono de la pieza pero que funciona a la perfección. El corte se cierra con un sonido de relojes u carillones que sirve de transición hacia el tema más popular del disco.

“Chronologie 4” – En los primeros segundos de la pieza escuchamos ya una peculiar melodía muy juguetona de aire “vintage” que no es sino la serie de 15 pulsos que el músico compuso para las alarmas de los primeros relojes Swatch Musicall. Tras esa breve introducción no tardamos en meternos de cabeza en el tema estrella de “Chronologie” que iba a servir de primer single y cuya popularidad en España fue máxima puesto que sirvió de sintonía de las retransmisiones televisivas del Giro de Italia de aquel año, prueba deportiva seguida diariamente por millones de personas en el momento de mayor popularidad de Miguel Indurain. No merece la pena extenderse más sobre el particular cuando la simple escucha de los primeros compases del tema os puede recordar inmediatamente este gran éxito.

“Chronologie 5” – Tras la agitación del corte anterior, entramos en uno de los segmentos más tranquilos del disco, al menos en sus minutos iniciales, con una melodía que casi podríamos calificar de ambient que se extiende a lo largo de un par de minutos. Después: la locura. Unas notas de bajo muy simples anticipan la entrada de una percusión potente en la linea de alguna composición anterior como “Calypso 2” de la que hablaremos algún día en el blog. A partir de aquí, una melodía discotequera rodeada de efectos hip-hop y “scratches” se adueña de todo el tema. Un corte realmente desconcertante que no terminaba de encajar dentro de lo oído hasta este momento pero que sonaría familiar a los asistentes al espectáculo al que aludíamos al comienzo en las montañas de Zermatt ya que su parte rítmica era una adaptación de la primera parte “Une Alarme Qui Swinge”, la pieza exclusiva compuesta por Jarre para el show. La segunda parte, por cierto, también aparece “reciclada” en “Chronologie”, concretamente en el corte anterior del disco que sirvió de single de presentación.

“Chronologie 6” – Cuando aún nos estamos recuperando de la sopresa anterior nos encontramos en medio de una de esas secuencias de bajo en las que Jarre es maestro a la que se van incorporando distintas percusiones y efectos y hasta una segunda secuencia que se engarza con la anterior provocando un efecto realmente atractivo (esto nos recuerda por fuerza a “Equinoxe 7” que usa un esquema similar). Con este armazón rítmico, el músico francés va componiendo una pieza que, a nuestro juicio, es la más destacada de todo el disco, por encima de la más popular cuarta parte. En el segmento final, Jarre se atreve con un solo de acordeón que luego utilizará en directo para añadir un elemento más a los conciertos.



“Chronologie 7” – Tras el momento más inspirado del disco, llega la parte más experimental que continúa con la tradición del músico de incorporar elementos vanguardistas a todos sus discos. Si existiera un recopilatorio de los temas más arriesgados del músico en este sentido, tras la parte central de “Magnetic Fields 1”, “Night in Shanghai”, “Wooloomooloo”, “Ethnicolor 2” o “Tokio Kid” debería figurar este segmento de “Chronologie”.

“Chronologie 8” – Los discos de Jarre suelen terminar con un tema solemne o con una broma. Éste lo hace con una combinación de las dos. Se abre con una introducción de órgano seria y profunda (adaptada de una banda sonora inédita que el músico escribió años atrás para un documental de Jacques Cousteau) y termina desembocando en una especie de fiesta hip-hop que no deja de descolocar al oyente y que se despide poco a poco entre la melodía de la alarma de Swatch, una cuenta atrás (preludio de los conciertos que se aproximaban, en cuyo comienzo se repetía esta misma cuenta) y los latidos de corazón con los que se abría el disco 42 minutos antes.

Imagen del primer concierto de la gira "Europe in Concert" en el marco incomparable de la abadía de Mont St.Michel.


“Chronologie” fue un disco muy bien recibido por los aficionados a la música del teclista francés en su momento y casi veinte años más tarde sigue siendo uno de los más valorados de su autor. En nuestra opinión, es un disco muy marcado por el momento en que fue grabado, una época en que la electrónica comenzaba a vivir una especie de edad de plata y en la que estaban surgiendo artistas y bandas por doquier rememorando en cierto modo la época dorada del género en los setenta. Ese ambiente sirvió para homenajear a alguno de los viejos maestros y, en cierto modo, el disco de Jarre es una especie de reivindicación propia de su papel en toda esta historia. Como indicamos más arriba, con “Chronologie”, Jarre se embarcó en una gira europea realmente exitosa en lo artístico pero con resultados no tan buenos en lo económico pero que devolvió al músico al primer plano de la actualidad durante un tiempo. Podeis comprar el disco en los siguientes enlaces:

amazon.es

fnac.es


Os dejamos con el video promocional del espectáculo de Zermatt y el clip oficial de Chronologie 4:



jueves, 14 de junio de 2012

Jean Michel Jarre - Rendez-Vous (1986)



Que la calidad de un artista no tiene nada que ver con su popularidad es un hecho indiscutible para cuya constatación basta con ojear cualquier lista de ventas de discos de cualquier estilo (cuando la gente compraba discos, claro está). Del mismo modo, no es extraño que, dentro de la trayectoria de un músico, su trabajo más popular o el que se convierte en el más reconocido por el oyente en general, dista mucho de ser el de mayor calidad. Ejemplos hay para dar y tomar y los tipos de música que aquí solemos tratar no son ninguna excepción al respecto. Sin mucho esfuerzo se nos ocurren varias muestras de esto como “Crises” en el caso de Mike Oldfield (en especial, la canción “Moonlight Shadow”), “The Wall” de Pink Floyd, “The Piano” de Michael Nyman o “90125” de Yes. Los ejemplos citados coinciden en un aspecto: todos ellos son discos de artistas consagrados que supusieron en mayor o menor medida un repunte en su popularidad gracias, precisamente, a estos trabajos.

El disco que hoy nos ocupa puede contarse entre los pertenecientes a esa categoría pero con el añadido de la enorme amplificación que tuvo su aparición por el histórico concierto que sirvió como puesta de largo del mismo. Jean Michel Jarre es una figura que tiene muchos puntos en común con el tópico futbolista brasileño superdotado. Con una facilidad para crear melodías pegadizas y un gran talento para la elaboración de un sonido propio tan particular como inimitable, sus cualidades son comparables a su aparente poca dedicación hacia otros aspectos que deberían tener mucho peso en la carrera de un músico. Él mismo contaba en alguna ocasión cómo siempre había querido ser un artista organizado, levantarse pronto y empezar a trabajar con un horario fijo y todo eso pero nunca lo conseguía. Decía en la misma entrevista que era capaz de pasarse meses sin hacer nada de nada para, a continuación, embarcarse en un periodo de trabajo frenético del que nadie le puede sacar. En sus propias palabras, sólo es capaz de trabajar “en crisis”.

Entre 1981 y 1984 Jarre parecía encontrarse en uno de esos periodos de trabajo frenético en los que compuso y grabó material que dio para varios discos (“Magnetic Fields”, “The Concerts in China”, el particularísimo “Music for Supermarkets” del que pronto hablaremos aquí y “Zoolook”). Tras éste último se diría que el músico entró en una etapa totalmente inversa, sin ningún proyecto concreto a la vista. Francis Dreyfus, dueño de la gran discográfica francesa y figura paterna en lo artístico del músico francés, era quien guiaba sus pasos. En 1979 fue el encargado de preparar el espectáculo musical de la Plaza de la Concordia y también llevó el peso de las negociaciones para la gira por China de 1981. A mediados de 1985, Francis recibió una llamada interesandose por la posibilidad de organizar un concierto de Jarre en Houston con motivo del 150 aniversario de la fundación del estado de Texas. La idea no llamó demasiado la atención del músico pero, a pesar de ello, se desplazó a los Estados Unidos para conocer el proyecto más de cerca. Fue ante la visión del “skyline” de Houston donde Jarre cambió de opinión. Imaginamos que su imaginación se desbocó pensando en proyecciones gigantes usando los rascacielos como pantallas y en los focos y rayos láser rompiendo los cielos tejanos entre un mar de fuegos artificiales. Sea como fuere, la posibilidad de usar todo el “downtown” de la ciudad como escenario y el atractivo añadido de la coincidencia con otro aniversario, el vigesimo quinto de la NASA, que permitía dar al espectáculo una conexión con el espacio, terminaron de convencer a Jarre de que el cocierto debía hacerse. Como colofón, la Agencia Espacial Norteamericana tenía previsto en enero de 1986 un nuevo lanzamiento del transbordador Challenger de cuya tripulación  iba a formar parte el astronauta Ron McNair, saxofonista aficionado y experto, paradójicamente, en la física del láser. Surgió entonces la idea de que Jarre compusiera una pieza especial para Ron, quien la grabaría en el espacio siendo la primera composición original grabada expresamente fuera de nuestro planeta.


Monumento homenaje a Ron McNair


Lo que ocurrió en los primeros días de 1986 es ya parte de la cultura popular y las imágenes que nos dejó el día 28 de enero forman parte de la historia visual del siglo XX. Segundos después del despegue, el Challenger estallaba convertido en una bola de fuego y humo en uno de los accidentes más recordados y difundidos de la carrera espacial. Evidentemente, todos los tripulantes fallecieron en el acto.

Todo hacía pensar que el concierto y los actos de celebración asociados al mismo serían suspendidos y así pensaba el propio Jarre y su equipo pero contra toda previsión, el espectáculo, como cantaba Freddie Mercury siguió adelante.

Y aquí es donde viene la parte que nos hizo comparar unos párrafos más arriba a Jarre con el hipotético futbolista brasileño y es que el francés, bien por falta de inspiración, bien por la premura de tiempo antes del concierto, tiró de archivo para la elaboración de la mayor parte del disco. Pongamonos en antecedentes: no es muy conocido hoy por parte del gran público el hecho de que en sus primeros años, Jarre se ganó la vida escribiendo canciones para distintos artistas pop franceses. En unos casos, la colaboración se limitaba a las letras y en otros a la música, siendo los más contados aquellos en que ambas cosas llevaban la firma de Jean Michel. Dentro de esas colaboraciones, una de las que pasó más desapercibida fue la que reunió a Jarre y Gerard Lenorman que dio como fruto un puñado de canciones que no tuvieron demasiada trascendencia aunque importantísimas a la hora de hablar de “Rendez-Vous”, que era el título elegido para el disco de Jarre que aparecería en el mercado casi simultaneamente al concierto de Houston. Lo primero que llamaba la atención del disco era el regreso a las portadas basadas en cuadros de Michel Granger, costumbre abandonada tras “Equinoxe” y retomada en “Rendez-Vous”. Lo segundo, la vuelta al antiguo esquema de una larga suite divida en partes numeradas, abandonada en el anterior “Zoolook”. Estos dos detalles tan nimios en apariencia eran toda una declaración de intenciones, como veremos a continuación. Pasamos ahora a analizar el disco tema por tema, como es costumbre del blog.

“First Rendez-Vous” – Abre el disco un profundo sonido grave del que surge una lenta progresión de notas formando una melodía muy simple pero llena de emotividad y que actúa como una perfecta introducción para el despliegue sonoro que iba a llegar a continuación. En ciertos aspectos, nos recuerda al tema inicial de “Equinoxe” por la capacidad para poner en situación al oyente que demuestran ambas composiciones. Junto a Jarre, intérprete de todos los intrumentos, interviene su mano derecha en aquellos tiempos, Michel Geiss, al sintetizador ARP 2600.

“Second Rendez-Vous” – Casi como una prolongación del corte inicial, asistimos a una brillante pieza de corte sinfónico, elegante y solemne como  pocas en el repertorio del músico francés. Se trata de una especie de himno de gran fuerza que en pocas ocasiones ha estado ausente en los conciertos del músico desde entonces. En las primeras versiones del disco, la composición se estructuraba en cuatro partes, siendo la tercera de ellas un interludio que recupera la melodía del primer tema del disco y que parece especialmente concebido para el lucimiento de Jarre en los conciertos con su “laser harp”, espectacular instrumento inseparable de la imagen del músico de Lyon formado por una serie de haces de luz que envían la correspondiente señal al módulo sintetizador al ser interrumpidos por la mano del intérprete. No tenemos ningún inconveniente en incluir esta composición entre las 5 o 6 más conocidas de Jarre y cualquier oyente medianamente formado reconocerá de inmediato la melodía escuchandola hoy, pero es posible que en 1986, cuando el disco salió a la venta, algunos oyentes reconocieran también la melodía, habitante inconsciente en algún lugar de sus cabezas desde 1975, momento en que vio la luz por primera vez bajo el título de “La Belle et la Bete”, compuesta por el propio Jean Michel Jarre y con arreglos orquestales de Gabriel Yared para el cantante Gerard Lenorman, citado anteriormente. Para la nueva versión incluída en “Rendez-Vous”, nuestro músico se ayudó de Michel Geiss, Dominique Perrier (Memory Moog), el batería Joe Hammer y el Coro de Radio France dirigido por Sylvain Durand. Podeis escuchar la canción de Jarre compuesta para Lenorman a continuación:




“Third Rendez-Vous” – Continuando con el reciclaje, Jarre hace un nuevo arreglo de otra canción escrita para Lenorman, esta vez en 1977 y titulada “La Mort du Cygne”. La melodía es una de las mas bellas del disco, sin lugar a dudas, y continúa con el tono solemne y profundo del mismo. Como ocurría con algún fragmento de la pieza anterior, toda esta tercera parte del disco parece pensada para su interpretación en directo con el famoso aparato luminoso que es ya sello de la casa (no en vano, en alguno de los conciertos posteriores, la pieza se titula, directamente, “Laser Harp”).

“Fourth Rendez-Vous” – Cambiando radicalmente de estilo comienza la cara B del disco y eso, hablando de Jarre, es siempre sinónimo de single. Efectivamente, la cuarta parte de “Rendez-Vous” es una de sus melodías más tarareadas, habitual cierre de muchos conciertos y composición festiva donde las haya entre el repertorio del músico de Lyon. Con la participación de nuevo de Michel Geiss, es también la única pieza del disco que no fue grabada por Dennis Vanzetto sino por el propio Geiss en colaboración con Claude Ermelin.

“Fifth Rendez-Vous” – Una profunda respiración marca el comienzo de la penúltima parte del disco que es también la más experimental. Comienza con un precioso vals electrónico, muy juguetón, que nos remite a anteriores obras del músico como “Equinoxe 3” aunque con un sonido más cercano al de las revisiones que Isao Tomita hizo sobre músicas de Debussy. En nuestra opinión, se trata de una de las melodías más injustamente olvidadas del repertorio del francés. Tras una breve transición sonora del estilo de algunos fragmentos de “Magnetic Fields”, cuajada de referencias casi circenses a otras melodías del disco, a modo de collage, entramos en el segmento principal de la pieza. Se trata de una trepidante secuencia electrónica a gran velocidad cuajada de efectos especiales y profundos sonidos orquestales. Una pieza que no tendría nada de especial de no ser porque originalmente había formado parte del mítico “Music for Supermarkets”, disco único en sentido literal y auténtico “Santo Grial” del seguidor de Jean Michel Jarre. Como tenemos previsto hablar de ese disco en los próximos días, no añadiremos más al respecto. Como anécdota, señala que en los créditos del tema aparece el pequeño David Jarre, hijo de Jean Michel, interpretando el “Baby Korg”.

“Last Rendez-Vous (Ron’s Piece)" – El cierre de “Rendez-Vous", por motivos obvios, no podía producirse sin una referencia a la tragedia del Challenger. Resulta increible, escuchando la triste belleza de la composición, que fuera compuesta antes del accidente y sin tener ni idea de lo que iba a suceder el 28 de enero de 1986 pero así fue, en palabras del propio Jean Michel. En cualquier caso, estamos en presencia de otra de las grandes composiciones emotivas de Jarre, en la misma categoría de “Souvenir of China”, por poner un ejemplo, en la que los sintetizadores se alejan de todo efectismo y de la pirotecnia habitual en otros registros del músico para atacar directamente a la fibra sensible del oyente. La parte destinada a ser interpretada por Ron McNair al saxo, corre por cuenta de Pierre Gossez.

Así sonó "Ron's Piece" en el concierto de Houston. Al saxo, Kirk Whalum:


Por los motivos que sean, “Rendez-Vous" fue un trabajo situado en las antípodas del anterior “Zoolook” en cuanto a concepción y trabajo de estudio que tenía detrás. Paradójicamente, su éxito fue mucho mayor, de la mano de la difusión del concierto de Houston y del posterior en Lyon con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II y del tirón comercial indiscutible del single principal del disco hasta el punto de que es el disco de Jarre que más tiempo permaneció en las listas de éxitos estadounidenses y británicas, por encima de “Oxygene”. A partir de este momento, Jarre parece dar un paso atrás en su evolución musical dejando a un lado el aspecto más vanguardista de los discos anteriores y optando por fórmulas más directas y sencillas que todavía le iban a servir para lanzar un puñado de trabajos de cierto interés. El mismo título, “Rendez-Vous”, que siginifica “cita” en francés, pero que también es el término utilizado en astronautica para referirse al encuentro de dos objetos en órbita, delataba la evidente relación entre el disco y el concierto de Houston y esto se iba a convertir en costumbre en los años venideros en que cada nuevo disco parecía grabado para justificar un nuevo espectáculo, cada vez más mastodóntico. Con todo, en el momento en que el disco apareció casi nadie conocía la historia que había detrás de cada uno de los temas y así tomado, como un trabajo completamente nuevo, no se puede negar que “Rendez-Vous” era un gran disco. No llegaba a los niveles de excelencia de obras anteriores pero aún reflejaba el talento de su autor. Si quereis incorporarlo a vuestra discoteca, lo teneis a vuestra disposición aquí:

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Nos despedimos con un video que ejemplifica como pocos la repercusión del disco. Un famoso anuncio de la marca Sanyo de la época con "Second Rendez-Vous" de fondo, cortesía de nuestro buen amigo Víctor Maqueda, aka ZZERO. Espectacular.

viernes, 27 de abril de 2012

Jean Michel Jarre - Revolutions (1988)



Hablamos hace poco de las consecuencias perniciosas que tuvo para algunos artistas el cambio de la tecnología analógica a la digital en los sintetizadores. No queremos que esto se interprete como una crítica a la nueva tecnología sino, más bien, a los músicos que se acomodaron un tanto ante las facilidades que esta les ofrecía y en muchos casos, no exploraron las nuevas posibilidades que se abrían ante ellos y se limitaron a tirar de los sonidos de fábrica de los aparatos. Bien es cierto que la música no debería depender de las máquinas con las que esté hecha sino del talento del músico. Si este es el suficiente, los resultados pueden ser excelentes aunque todo lo que suene en el disco sean “presets” pero no podemos dejar de lado el hecho de que lo que distinguía a la música electrónica como género (especialmente a la de los años setenta) era, precisamente, la nueva sonoridad que sólo permitían los sintetizadores y la capacidad de experimentación y de creación de nuevos timbres que brindaba la naciente tecnología. Muchos de los músicos de aquella primera generación de sintetizadores no profundizaron en las prestaciones de los nuevos aparatos como sí lo hicieron otros muchos artistas de nuevo cuño.

Hay muchos ejemplos que sirven para ilustrar esta idea pero ya que llevamos unos días centrados en la figura de Jean Michel Jarre, creemos conveniente hablar del disco que mejor refleja lo dicho en el párrafo inicial. Algo cambió en la carrera del francés a partir del macroconcierto de Houston en 1986. A raíz de aquel acontencimiento se diría que las prioridades del artista sufrieron un vuelco y los espectáculos de luz y sonido que le conviertieron en un icono en los ochenta pasaron a ser su principal interés y, desde entonces, cada disco parecía concebido como excusa para el siguiente show mastodóntico.

El pretexto en esta ocasión iban a ser una serie de conciertos en los muelles de Londres, una zona industrial en decadencia en aquellos años y que no parecían, a priori, el lugar más adecuado para el evento aunque el resultado final fue excelente desde el punto de vista audiovisual. El concierto se iba a estructurar en cuatro partes, lo que marcaría también los distintos cortes del disco. La primera de ellas estaba dedicada a la Revolución Industrial, la segunda a los agitados años sesenta londinenses, cuna de varios de los más importantes movimientos artísticos de las últimas décadas. La tercera parte se concibió como una visión futurista de los por entonces venideros años noventa y la cuarta y última, simplemente, como el cierre de los conciertos. Cada una de las piezas del disco estaba diseñada para encajar en una de las cuatro temáticas principales del concierto.

Para la grabación, Jarre recurrió a un buen número de músicos invitados, lo que recordaba a “Zoolook”, y no era el único punto en común. Como en aquella ocasión, el músico recurrió a grabaciones étnicas de Xabier Bellenger y el productor Francois Kevorkian (autor de un remix de “Zoolookologie”) colaboraría también en el primer single. Junto a ellos y al propio Jarre, intervienen en la grabación Dominique Perrier y Michel Geiss (sintetizadores), Joe Hammer (batería), Guy Delacroix (bajo). En algunos temas concretos hay participaciones puntuales de otros artistas que comentaremos en su momento.


Imagen de los conciertos londineses

“Industrial Revolution” – Abre el disco una extensa suite dividida en una obertura y tres movimientos. Sin introducciones de ningún tipo, el sonido de unos martillos golpeando un yunque sirve para meternos en ambiente con una melodía de aspiraciones sinfónicas, cargada de épica y energía que se repite en un par de ocasiones. Mediada la pieza llegamos a un sólo central, algo a lo que Jarre no es demasiado proclive para volver de nuevo a la melodía inicial mientras van decayendo los golpes de martillo hasta que la máquina se detiene por completo. Se inicia a continuación el primer movimiento propiamente dicho de la suite tras una breve transición ambiental llena de profundas respiraciones y ritmos mecánicos que desembocan en una sinfonía colorista de gran brillantez, que continúa la linea inaugurada por el músico en su disco anterior con “Rendez-Vous 2”. En ella se mezclan elementos barrocos con contundentes percusiones y valses de estética cyberpunk. Sin solución de continuidad entramos en el segundo movimiento de la suite, quizá el más brillante con unos violines cantarines que van trenzando un bello entramado que sirve de lecho para una nueva melodía realmente poderosa a la que se añade un bajo como conductor hasta el tercer y último movimiento, de corte más pausado y profundo con la presencia intimidatoria del coro que dirige Bruno Rossignol y una guitarra eléctrica que aparece dibujando arabescos (no aparece acreditado ningún guitarrista por lo que debemos suponer que se trata de un sintetizador). La segunda mitad de la pieza está marcada por un solo de sintetizador con la marca inconfundible de Dominique Perrier hasta su conclusión. “Industrial Revolutions” ejemplifica a la perfección lo que decíamos al comienzo. A pesar de que la práctica totalidad de los sonidos empleados son “presets” del Roland D50, la calidad de la composición hace que la procedencia de los mismos sea secundaria. La pequeña sinfonía que Jarre compone con la Revolución Industrial como tema se puede contar entre sus mejores composiciones en esta linea.

“London Kid” – La siguiente pieza del disco y que iba a servir para cerrar la cara A del mismo estaba destinada a la segunda parte del concierto de los Docklands londinenses y se trataba del particular homenaje de Jarre a uno de sus ídolos de juventud: el guitarrista de The Shadows, Hank Marvin. El grupo, que nació como acompañamiento permanente de Cliff Richards, desarrolló una interesante carrera con posterioridad haciendo rock fundamentalmente instrumental. “London Kid” era una composición que seguía esa linea de la formación. Se cuenta que Jarre llamó a Marvin a su domicilio en Australia e interpretó la pieza a través del teléfono. Hank se mostró entusiasmado y aceptó interpretarla, tanto en el disco como en el posterior concierto. Junto con Marvin, interviene en el tema Sylvain Durand interpretando el Fairlight. En nuestro criterio, “London Kid” es un tema que no aporta demasiado y rompe con la estética del disco a pesar de ser una melodía agradable y ciertamente pegadiza.

“Revolutions” – Concebida para el segmento del concierto centrado en los años noventa, Jarre anticipa en cierto modo el mestizaje cultural que iba a caraterizar esa época. De inicio, escuchamos un ney turco interpretando una melodía tradicional. La grabación, extraída de los ficheros de Xabier Bellenger provenía de una interpretación del flautista Kudsi Erguner. Enseguida, la flauta se ve envuelta por una serie de sonidos electrónicos que van convirtiendose en una poderosa secuencia rítmica acentuada por la batería instantes después. Sobre esa base, Jarre comienza a recitar un texto con su voz modulada a través de un Vocoder, recurso robótico popularizado por Kraftwerk en su momento. En un momento determinado se escucha el canto de un muezin procedente también del archivo de Bellenger. A pesar de ser un tema acogido con mucha sorpresa en su momento por los seguidores del músico francés, lo encontramos muy apropiado para el disco y el concierto al que iba a pertenecer. Curiosamente, la versión original de “Revolutions” que hemos comentado fue sustituída en posteriores ediciones del disco por otra en la que desaparece la parte de flauta y el canto y son sustituídas por una orquesta tradicional arabe y por otro vocalista. Al parecer, hubo ciertos problemas legales con los “samples” originales que hicieron recomendable su sustitución en ediciones venideras.



“Tokyo Kid” – Como la anterior, la siguiente composición también integraría la sección de los noventa del concierto, lo que justifica su aire futurista y, hasta cierto punto, distópico. La pieza se construye a partir de retazos de sonidos ambientales en segundo plano y de un ritmo irregular y nervioso elaborado a partir de percusión y bajo, un tanto caótico. A partir de esa extraña disposición, el trompetista japonés Jun Miyake interpreta una inquietante melodía de extrñamente melancólica. A pesar de lo extraño del tema, creemos que es una de las partes más interesantes del disco.



“Computer Weekend” – La segunda composición del disco destinada al tramo sobre los años sesenta del concierto londinense es, en nuestra opinión, tan prescindible como la anterior. Se trata de una especie de juego musical a los que tan dado es el músico francés, pero sin el encanto de alguno de sus predecesores (Band in the Rain, The Last Rumba…). Sobre un sonido de plácidas olas rompiendo en un playa, podemos oir una melodía intrascendente de inspiración hawaiana por decir algo que no aporta demasiado al disco.

“September” – Una de las pruebas del caracter improvisado en general del disco al que hacíamos referencia al comienzo es la pieza que nos ocupa. Está dedicada a la activista sudafricana Dulcie September, asesinada el 29 de marzo de 1988 en París. September se había destacado en la lucha contra el apartheid pero no fue esa su única lucha. En el momento de su asesinato, en el que fue tiroteada mientras recogía el correo en la sede del “African National Congress” en París, se encontraba investigando el tráfico de armas entre los gobiernos de Francia y Sudáfrica. Si tenemos en cuenta que el disco apareció en las tiendas apenas cuatro meses después, veremos que el tiempo que tuvo Jarre para componer y grabar la pieza no fue excesivo. En ella se cuenta con la participación de la vocalista Mireille Pombo (voz) y del Choeur De Jeunes Filles du Mali bajo la dirección de Sori Bamba. Sin ser un mal tema, tenemos que reconocer que a Jarre se le fue un poco la mano y terminó elaborando un pastelón excesivamente edulcorado que ocuparía la última parte de los conciertos londinenses junto con el que cierra el disco.


Placa de la plaza parisina dedicada a la activista sudafricana


“The Emigrant” – Continuando con la linea emotiva del corte anterior, Jarre echa mano de todos sus recursos teatrales para dotar de profundidad a la pieza que cierra el disco (redobles de tambor culminados con golpes de platillos, coros de gran intensidad…) a pesar de lo cual, no podemos decir que no nos guste. La pega que se le podría poner a la pieza es la elección de los sonidos principales, demasiado ligeros para el aire general de la composición que, quizá, demandaba algo más de consistencia y tensión para conseguir el efecto deseado. Sólo ese pequeño detalle evita que nos decantemos por “The Emigrant” como un cierre sobresaliente para el disco.

Ni que decir tiene que en 1988, Jean Michel Jarre era una superestrella mediática. Los lanzamientos de cada uno de sus discos eran acontencimientos en las radiofórmulas de todo el mundo y sus escasos conciertos eran programados con asiduidad por las cadenas de televisión. “Revolutions” fue un éxito de ventas (con la repercusión de los conciertos, llegó al número 2 en las listas del Reino Unido) pero no tuvo tan buena acogida por parte de la crítica. Empezaba a generalizarse la opinión de que el músico estaba más interesado en montar macroespectáculos de luz y sonido que en cuidar la parte estrictamente musical de su carrera. Con todo, el disco sigue siendo un trabajo digno de mención; lejos de la mayoría de sus trabajos anteriores pero con un buen puñado de composiciones notables. La versión que hemos comentado no será fácil de encontrar por estar descatalogada desde hace muchos años. En su lugar existe una reedición con el “nuevo Revolutions” del que hablamos en el comentario tema por tema que fue rebautizada como “Revolution, Revolutions” que podeis adquirir aquí:

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Os dejamos con el fragmento inicial del video oficial de los conciertos londinenses en el que podesis escuchar una versión reducida de la suite "Industrial Revolution"


martes, 24 de abril de 2012

Jean Michel Jarre - The Concerts in China (1982)



El éxito obtenido con su disco “Magnetic Fields”, que comentamos recientemente sirvió de preludio para una de las aventuras más extraordinarias en las que se iba a embarcar Jean Michel Jarre en toda su carrera: La primera gira de un músico occidental por la China de Mao, en los primeros momentos del proceso de apertura cultural del régimen comunista de aquel país. Para entender la importancia del acontencimiento tenemos que señalar que toda la música del exterior había estado prohibida en China hasta entonces y la gente no conocía practicamente nada, ni siquiera a los clásicos y mucho menos aún fenómenos como el rock’n’roll. En ese contexto, escuchar a una banda de sintetizadores con sus luces, sus rayos laser, etc. debió ser una experiencia inexplicable para los afortunados asistentes a los conciertos.

La gira iba a constar de cinco conciertos, dos en Beijing y los tres restantes en Shanghai y para la ocasión, Jarre tuvo que buscar una serie de músicos para acompañarle en el escenario con lo que tuvo que tirar de agenda. No es del todo conocido por el gran público pero antes de grabar “Oxygene”, el músico francés colaboró con muchos otros artistas franceses, unas veces como letrista, otras como compositor y algunas otras como intérprete. Uno de esos artistas era Christophe y en su banda había un par de músicos como eran el teclista Dominique Perrier y el batería Roger Rizzitelli, ambos integrantes por su cuenta del grupo Space Art que había grabado algunos LP’s de música electrónico-cósmica en la época. Ambos se incorporaron al grupo que acompañaría a Jarre durante la gira china. El otro músico participante fue Frederic Rousseau, sintesista del que se comenta que ya participó en la grabación de “Magnetic Fields” aunque no aparece acreditado.


Imagen de Jarre durante los conciertos.

Francis Dreyfus, mentor de Jarre en aquel entonces se tomó con gran interés la gira y todo estaba preparado para grabar los conciertos y publicarlos en un doble LP (también hubo edición en video pero varios años despúes). Sin embargo, a la hora de la verdad hubo problemas técnicos de toda índole que hicieron que el primero de los espectáculos resultase un verdadero caos. Se dice que parte de las programaciones de los sintetizadores y secuenciadores se perdieron y hubo que tocar todo en directo con sonidos elaborados sobre la marcha. Afortunadamente para la segunda noche la cosa se corrigió y los conciertos restantes se pudieron desarrollar conforme a lo programado (circula una grabación de esa primera noche en la que se puede comprobar la magnitud del desastre, especialmente si se compara con las versiones del disco oficial). Para el aspecto visual de los espectáculos se contrato a Mark Fisher, responsable, entre otras cosas de la gira de “The Wall” de Pink Floyd y para la pequeña historia de la gira queda el hecho de que en ella se produce la primera aparición del famoso “arpa laser”, instrumento fetiche de Jarre en directo desde entonces.

Dadas las especiales características de la gira, Jarre no se iba a limitar a tirar del repertorio conocido (por otra parte, bastante escaso en aquellas fechas) y compuso una serie de nuevas piezas especialmente para los conciertos a las que se uniría alguna más, escrita y grabada ya en París al regreso de la aventura.

“The Concerts in China” iba a ser el título del doble LP que quedaría como testimonio de los espectáculos. El trabajo iba a combinar música en directo, retoques en estudio de varias piezas y alguna que otra, como decimos, grabada con posterioridad.

“The Overture” – Tras un comienzo con fragmentos de la presentación de la traductora china, empezamos a oir una secuencia familiar, y es que el tema escogido para abrir el disco es una versión muy ralentizada del comienzo de “Magnetic Fields 1”. Con este peculiar tratamiento el tema gana en misterio y, aunque nos declaramos defensores de la versión original, tenemos que reconocer que la idea funciona a las mil maravillas. Nos sirve también para escuchar la potente batería electrónica de Rizzitelli que se iba a convertir en una de las sorpresas del disco.

“Arpegiator” – Sin más preámbulos y con otra breve intervención de la presentadora, comienza el que para nosotros es el mejor tema del disco y uno de los cuatro o cinco mejores de la carrera del músico. Una composición secuencial que mejora todo lo hecho en el género por cualquiera de sus representantes, incluyendo en ese grupo a toda la Escuela de Berlín. Comienza con una sucesión de bajos a los que se añade una melodía repetitiva llena de ecos y delays, una sobria percusión y multitud de efectos electrónicos. Conforme avanza la pieza podemos escuchar nuevas secuencias entrelazandose con las iniciales, amenazadores metales e incluso una nueva linea de bajo cercana ya al final y el característico sonido de flautas del Fairlight en tonos mucho más graves de lo habitual para ir poniendo el punto final a la composición. No está muy claro que “Arpegiator” fuera interpretada realmente en la gira y muy probablemente sea una composición grabada en estudio al regreso de la aventura ya que se nos antoja una obra realmente difícil de recrear en directo por la complejidad de la coordinación de todas las secuencias que en ella intervienen simultaneamente. Refuerza esta idea el hecho de que Jarre no haya incorporado la composición al repertorio de ninguno de sus conciertos posteriores.



“Equinoxe IV” – Continuamos con una de las composiciones clásicas de Jarre. La principal novedad de la misma es la presencia de una contundente batería, elemento que destaca poderosamente en una pieza que no tenía en su versión de estudio un tratamiento tan enérgico de la percusión. Por lo demás, la versión es muy fiel al original y no guarda ninguna sopresa.

“Fishing Junks at Sunset” – Como homenaje al país que acogía los espectáculos, Jarre decidió incorporar una pieza de base tradicional al concierto, aunque en los créditos del disco aparezca como una composición propia. Jarre toma dos temas clásicos del folclore chino y realiza un arreglo electrónico para ambos. En la primera parte, toda la música está interpretada por la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Pekin con instrumentos tradicionales. Continúa la pieza con una breve interpretación electrónica de la misma melodía a modo de interludio para entregar de nuevo el testigo a la orquesta. De nuevo, y siguiendo con la alternancia, retoman el protagonismo los sintetizadores para concluir la orquesta con una segunda melodía, muy festiva, que pone el punto final a la composición regresando al tema principal en el que orquesta y sintetizadores suenan juntos.

“Band in the Rain” – A modo de transición hacia el siguiente plato fuerte, Jarre toma un fragmento de “Equinoxe VIII” (la parte más festiva) al que bautiza como “Band in the Rain”, título que quedará para la posteridad en los conciertos venideros.

“Equinoxe VII” – Una larga y brillante introducción, probablemente improvisada, sirve para preparar el ambiente de cara a la interpretación de “Equinoxe VII”, otro de los temas estrella del músico. Como ocurría con “Equinoxe IV” minutos atrás, la versión respeta por completo la original y apenas hay alguna variación en los últimos instantes con una melodía de saxo “sampleado”, sonido idéntico al utilizado en la parte final de “Magnetic Fields I” en su versión de estudio y efectos vocales que también nos remiten a los usados en ese mismo disco.

“Orient Express” – La composición que estaba destinada a ser el single estrella del trabajo era la que abría el segundo de los discos de que constaba el lanzamiento. “Orient Express” era el clásico tema dinámico y de melodía pegadiza que caracterizan a su autor y que le han dado la fama que hoy disfruta. A pesar de que nunca más volvió a interpretarse en directo (sí hay una versión en estudio para un recopilatorio de varios años después, más bien prescindible) creemos que es una composición que bien merecería una revisión.

“Magnetic Fields I” – Uno de los grandes misterios del disco es que aparezca acreditado el tema “Magnetic Fields I” cuando lo único que suena en el lugar que debería ocupar es una partida de ping pong durante unos pocos segundos. Curiosamente, en el video de la gira que apareció años después, sí que podemos escuchar la pieza tal y como se interpretó entonces. No deja de ser una curiosidad que ha venido repitiendose desde entonces en todas las ediciones del disco.

“Magnetic Fields III” – El que fuera uno de los temas más experimentales del disco que comentamos recientemente suena practicamente idéntico en la grabación que hoy comentamos y cumple perfectamente su labor como transición hacia la siguiente pieza.

“Magnetic Fields IV” – Continúa el repaso de Jarre a su disco más reciente en aquel momento y le toca el turno a la cuarta parte del mismo. La versión de China nos resulta mucho más cálida que la original lo cual se agradece antes de llegar a la parte más experimental del disco.

“Laser Harp” – Breve tema netamente ambiental y oscuro, posiblemente improvisado sobre la marcha lo que no le resta ni un ápice de interés. No se le conocían composiciones en esta linea al músico lionés pero en los siguientes discos no iban a faltar temas de corte similar.

“Night in Shanghai” – El último de los temas creados para los conciertos. En cierta forma comparte muchas de las características del corte precedente, especialmente en los primeros minutos aunque también guarda alguna similitud con “Arpegiator” según va avanzando la composición, sobre todo en cuanto a la elaboración de secuencias. Con un claro esquema progresivo, la pieza va ganando en intensidad minuto a minuto hasta que se incorpora la batería en un esquema que el músico repetiría un tiempo después en una de sus mejores obras: “Ethnicolor”, del disco “Zoolook”.



“The Last Rumba” – Como ocurría con “Band in the Rain”, Jarre cambia el nombre a “Magnetic Fields 5” para los conciertos por el de “The Last Rumba”, denominación que quedaría como la definitiva en adelante. El tema, casi anecdótico en su versión en directo, suena algo mejor en directo pero no termina de enamorar.

“Magnetic Fields II” – Y no podía faltar como colofón, el tema estrella del último disco, en una versión muy superior a la original y que para muchos aficionados ha quedado como la definitiva. No tenemos demasiados peros que ponerle y creemos conveniente destacar el nuevo solo final que improvisa Dominique Perrier, un colofón brillante para los conciertos y también lo habría sido para el disco de no haberse guardado Jarre lo mejor para el final.

“Souvenir of China” – A la vuelta de la gira china (algunas fuentes apuntan que en el mismo avión), Jarre pensó en componer una última pieza, a modo de homenaje o de recuerdo de las experiencias vividas en el gigante asiático. Sobre un ritmo creado a medias entre la batería y los disparos de una cámara de fotos (como corresponde a todo turísta que se precie), Jarre compone un adagio electrónico de una simplicidad extrema pero lleno de emoción y con una carga emotiva fuera de lo común. Una de esas composiciones que trascienden la categoría de “música electrónica” y hacen de su autor alguien muy a tener en cuenta.

No ha llegado mucha información hasta nuestros días de cuáles fueron las composiciones interpretadas en la gira aunque en el video oficial de los conciertos podemos comprobar que, además de los temas incluídos en el doble LP, se intrepretaron la ya citada “Magnetic Fields I” y “Equinoxe V”. Además de eso, en la noche inicial, la de los problemas técnicos, el programa fue muy distinto y hay documentos radiofónicos de las interpretaciones de “Oxygene I” y “Oxygene II”. No nos cabe duda de que “The Concerts in China” es el mejor documento en directo del músico francés en toda su carrera con el aliciente de los más de cuarenta minutos de música nueva que recoge el trabajo.

En 1993 el disco fue reeditado como dos discos independientes (uno con portada amarilla y otro azul) y más tarde, en 1997 en un solo CD que es la versión que podreis encontrar en las tiendas. Os dejamos algunos enlaces si estais interesados en adquirirlo:

amazon.es

play.com


Nos despedimos con el montaje de "Souvenir of China" del video oficial de la gira.