Un lugar donde hablar de música y compartir opiniones con el único ánimo de ampliar gustos musicales y, acaso, descubrir nuevos artistas al eventual lector.
El Pat Metheny Group nació como cuarteto y esa fue la formación en sus dos primeros discos. Guitarra, bajo, teclados y batería eran los instrumentos principales de la banda pero coincidiendo con la salida del bajista Mark Egan y la entrada de Steve Rodby en su sustitución, el grupo sumó un percusionista quedando durante mucho años constituido en un quinteto (ocasionalmente se añadían o no algunos vocalistas). Fue ya en 1984, con “First Circle”, cuando se estableció el considerado como núcleo clásico del grupo con la entrada del batería Paul Wertico reemplazando al fundador Danny Gottlieb. Así, Rodby y Wertico, junto con los imprescindibles Lyle Mays y el propio Pat Metheny fueron los miembros fijos durante casi década y media variando siempre el percusionista y los vocalistas que no llegaron a consolidarse. En 1996, tras más de un año de gira, se diría que quisieron hacer una especie de pausa volviendo al cuarteto de sus orígenes e incluso yendo un poco más allá adoptando un formato prácticamente acústico. La idea era juntarse a grabar con unas pocas ideas y ver lo que salía de ahí. El disco resultante se llamaría, claro está, “Quartet”. Tenemos, por tanto, a Metheny a las guitarras, Lyle Mays a los teclados, Steve Rodby al bajo y Paul Wertico a la batería en un formato principalmente acústico Un trabajo sin demasiadas pretensiones, con muy pocos ensayos y, en algún caso, con piezas completamente improvisadas. Como dice el propio Metheny en las notas del disco, eran músicos que llevaba más de veinte años tocando juntos y querían divertirse sin las complicaciones de un disco “normal”.
El disco comienza con “Introduction”, un breve corte en una línea muy clásica que enlaza rápidamente con “When We Were Free”, temazo que sigue la estela de las piezas más reconocibles del Pat Metheny Group en los años anteriores.
“Montevideo” (firmada por todos los miembros a diferencia de las dos piezas iniciales que eran obra de Metheny) tiene un sabor más latino destacando la percusión de Wertico. “Take Me There” nos trae la versión más virtuosa del guitarrista en un tema veloz en el que la sección rítmica está también a un gran nivel. Con “Seven Days” escuchamos al Metheny más relajado en una lenta pieza de sabor añejo en la que el contrabajo y la batería acompañan con una delicadeza al alcance de muy pocos. En la misma línea pero con Rodby como protagonista está “Oceania”, precioso tema escrito por Mays en el que contrabajo y piano dialogan de forma deliciosa y uno de los pocos en los que Metheny toca su famoso sintetizador de guitarra.
“Dismantling Utopia” es muy diferente desde el comienzo. Una serie de guitarras pulsantes a alta velocidad nos acompañan durante una larga introducción repetitiva que se ve interrumpida súbitamente para entrar en una extrañísima sección muy caótica, especialmente en cuanto a las percusiones. Una rareza no carente de interés y firmada por todo el grupo pero que nos deja muy desubicados. Con “Double Blind”, otra composición de Mays, retornamos a los sonidos más convencionales con la única excepción de la guitarra Pikasso de Metheny que acompaña al teclista con su particular paleta tímbrica. En una línea similar estarían “Second Thought” o “Mojave” que nos llevan hasta “Badland”. Según el guitarrista, es una pieza completamente improvisada y nos parece de lo más interesante del disco. Comienza con un tono misterioso que enseguida gira hacia sonoridades de apariencia oriental, con Metheny tirando de su colección de guitarras en busca de los sonidos más exóticos. Luego asistimos a una suerte de exploración por parte de todo el grupo que nos deja momentos interesantes y otros más desconcertantes. En sus siete minutos hay ideas que, convenientemente desarrolladas, podrían dar para mucho.
Tras “Glacier”, breve composición de Mays, volvemos a los ritmos vivos y al sonido más habitual de la banda en “Language of Time”. Es otra pieza más bien larga en la que el cuarteto brilla como de costumbre. Extrañamente tiene un toque a vieja serie televisiva de los setenta en algún momento pero enseguida se disuelve, especialmente con el solo de Metheny a la guitarra-sintetizador. Ya en el tramo final nos encontramos con la tranquila “Sometimes I See” para concluir con “As I Am” que comparte el mismo espíritu.
Desde su propio planteamiento, ya queda claro que “Quartet” es un disco particular. Una especie de marca de lectura que los músicos quisieron dejar en un momento determinado antes de dar un salto adelante con “Imaginary Day”, el que fuera el siguiente disco del grupo y uno de los mejores y, en nuestra opinión, más revolucionarios de toda su discografía. Hay un detalle que parece incidir en este hecho y es que solamente una de las quince composiciones del disco pasó al repertorio de concierto de la banda en los años siguientes e incluso sería regrabada por el propio Metheny en algún disco posterior. Como ocurre muchas veces con artistas tan prolíficos como Pat, en su discografía encontramos trabajo correctos, sin temas especialmente brillantes pero con un nivel general medio-alto. Este sería el caso de este “Quartet”: un disco perfecto para los seguidores más fieles del músico pero que quizá no le diga demasiado al resto. En nuestro caso, nos ocurre algo así. No nombraríamos a “Quartet” en una hipotética lista de las mejores grabaciones de Metheny pero no tenemos ningún problema en escucharlo con cierta frecuencia porque es un muy buen disco. ¿Lo mejor para salir de dudas? Escucharlo y decidir por vosotros mismos.
Mucho antes de la
denominación “música new age” hiciera fortuna abanderando un movimiento
de gran éxito, especialmente en los años ochenta y primeros noventa, ya existía
una banda que combinaba con gran acierto casi todos los tópicos que adornaban
las descripciones de aquel género: unas gotas de jazz, un poquito de música
clásica, sonidos de animales, una gran dosis de ecologismo y amor por el
planeta, etc. Se trataba del Paul Winter Consort, creado en 1968 alrededor del
saxofonista Paul Winter. Por sus filas pasaron músicos de una calidad
excepcional, especialmente durante los primeros años de vida de la formación en
la que las salidas y entradas de artistas eran contínuas. Hablamos hoy de uno
de esos artistas que entró en el “Consort” en 1978 y permanece en él desde
entonces. Eugene Friesen es un violochelista de formación clásica que, desde
sus comienzos interpretando a J.S.Bach o a Brahms, estaba convencido de que su
instrumento tenía muchas más posibilidades. En su etapa formativa colaboró con
bandas de todo tipo, especialmente con The Modern Fur-Beared Orchestra, un
extraño grupo de rock progresivo formado por metales y cuerdas principalmente.
La banda no tuvo demasiada trascendencia pero fue en un concierto de ellos
cuando Friesen conoció a Paul Winter quien le invitó a formar parte de su
grupo. Curiosamente, desde el ingreso en la formación de Friesen, la banda
entró en un periodo de varios años en el que dejaron de grabar discos bajo ese
nombre aunque seguían dando conciertos y apareciendo en distintas combinaciones
en trabajos del propio Winter en Solitario así como de otros miembros del grupo
como Paul Haley.
Fue en ese hiato en el que el violonchelista Eugene Friesen
aprovechó para grabar el disco que hoy traemos aquí. Hablamos de un músico
excepcionalmente dotado de esos que llevan a su instrumento unos cuantos pasos
más allá que el resto, aplicando técnicas interpretativas nuevas, adaptando
otras y siempre investigando en pos de un sonido diferenciado sin que esa
investigación interfiera en ningún caso con la propia música, nada árida sino,
por el contrario, tremendamente accesible como ocurría con las propias
grabaciones del Paul Winter Consort. Lo cierto es que existe una comunión casi
total entre todos aquellos integrantes de la banda que lanzaron discos en
solitario de modo que es habitual que muchos de ellos participen en las
grabaciones del resto y que, estilísticamente, todos esos trabajos puedan
confundirse al existir una clara línea estilística común a todos ellos.
Hoy hablaremos de “Arms Around You”, el que fue primer disco
en solitario de Eugene Friesen, publicado en 1989 en el sello Living Music
propiedad de Paul Winter. Para la grabación, realizada en un ambiente de
camaradería envidiable en palabras del propio Friesen, éste contó con un
excepcional grupo de músicos con los que pasó varios días encerado en una
cabaña en medio de un idílico entorno natural. Aunque muchas de las piezas
estaban compuestas de antemano, durante aquellos días surgieron de modo
improvisado algunas más que terminaron por formar parte del disco. La lista de
intérpretes es impresionante a simple vista: Eugene Friesen (violonchelo,
piano, voz), Paul Haley (piano, sintetizadores), Gordon Johnson (bajo, Chapman
stick), Glen Velez (percusiones), Ted Moore (batería, percusiones), Paul
Wertico (percusiones), David Blamires (voces), Paul Sullivan (piano), Russ
Landau (bajo), John Clark (tuba) y Paul Winter (saxo soprano). Los tres últimos
músicos de la lista intervienen sólo en el tema que cierra el disco.
Eugene Friesen y su cello.
“Truffles” – El disco comienza de forma desbordante con el
piano y las percusiones marcando un ritmo velocísimo de clara influencia
brasileña. El propio Friesen comienza a cantar con su tradicional “scat” una
melodía brillante acompañado por el cello. La pieza está firmada a dúo por
Friesen y Paul Haley, compositor habitual del Paul Winter Consort por lo que no
debe sorprender que tenga todas las características de la música de aquella
formación.
“Arms Around You” – La primera de las dos canciones con
texto del disco es, a la vez, la que sirve para darle título. Comienza con una
gran introducción de bajo y percusiones a la que se suma la voz de Friesen.
Enseguida escuchamos los primeros apuntes de su violonchelo (que en algunos
momentos del disco aparece desdoblado en hasta 30 pistas diferentes). La
canción es un fantástico ejemplo de las habilidades de Friesen como compositor
y cuenta con partes realmente notables a cargo del bajista Gordon Johnson. Un
tema magnífico que eleva el nivel del disco hasta alturas insospechadas.
“Whitewater” – Friesen adapta la melodía de un villancico
tradicional de los Apalaches en esta excitante pieza cuyo comienzo recuerda al
del primer corte del disco por su atractivo despliegue rítmico en el que el
percusionista Ted Moore destaca especialmente así como el citado Gordon
Johnson, no sólo al bajo sino también al Chapman stick. Estamos ante otra pieza
excepcional dentro de un disco magnífico.
“Zoe” – La segunda canción propiamente dicha es una nana
escrita por Friesen para su hija Zoe (de un año de edad cuando se grabó el
disco) con texto de Nora Percival. Es el tema con la instrumentación más
escueta del disco (cello, piano y bajo) como corresponde a la temática del
mismo y cumple a la perfección con lo que se espera de este tipo de temas: una
suave melodía de cello acompañada sin estridencias del resto del grupo. Otra
gema de valor incalculable a cargo de Friesen y Haley.
“Madrigal” – La única de las piezas del disco escrita
íntegramente por Haley, algo que se nota por la abundancia de efectos
electrónicos y por el hecho de que sea el piano el que lleve la voz cantante en
la mayor parte de la composición. A pesar de ello, nos vemos obligados a
destacar de nuevo la labor de Johnson al bajo y las partes vocales del propio
Friesen con ese estilo tan brasileño del que el músico tanto partido ha sacado,
siguiendo las huellas de otras formaciones como el propio Paul Winter Consort o
el Pat Metheny Group.
“Remembering You” – El punto melancólico del disco lo pone
esta deliciosa balada que es casi un tema para piano y cello aunque en la
segunda parte se une la voz de Friesen, algunos teclados y el bajo para
terminar de completar una pieza extraordinaria que corre el riesgo de quedar
sepultada por la categoría del resto del disco.
“Nuns in Cuba” – Volvemos a las demostraciones rítmicas con
componentes de jazz latino con unas percusiones que justifican, al menos, la
segunda parte del título (lo de las monjas no nos atrevemos a explicarlo). El
piano, interpretado esta vez por Paul Sullivan y no por Haley es un instrumento
rítmico más dentro de la amplia sección compuesta por las percusiones de Ted
Moore y Glen Velez, la batería de Paul Wertico y el bajo de Gordon Johnson.
Fantástica pieza una vez más.
“Night Glider” – Quizá el tema más íntimo de todo el disco,
con Friesen interpretando su instrumento con gran sensibilidad para regalarnos
una preciosa balada que nos acerca al final de uno de los más grandes trabajos
en su género.
“River Music” – Si la memoria no me falla, Eugene llegó a
contar la historia de la gestación de este tema en una entrevista con Ramón
Trecet en Diálogos 3. Durante una cena en la cabaña de Paul Winter que servía
de estudio de grabación para éste trabajo, uno de los músicos presentes comenzó
a marcar el ritmo con los cubiertos y poco a poco todos los presentes se fueron
añadiendo a la improvisada “jam session” de la que surgió esta verdadera
maravilla que fue grabada minutos después para completar la pieza que cerraría
el disco. Eso explicaría también la presencia en la grabación de músicos que no
intervienen en ningún otro de los cortes de “Arms Around You” como el propio
Paul Winter, John Clark (el intérprete del “riff” central del tema a la tuba) o
el bajista Russ Landau, miembros todos ellos del Paul Winter Consort o de la
Earth Band del propio Winter en algún momento. “River Music” es una delicia que
resume lo mejor de la música de Friesen y que, a nuestro juicio, es uno de los
temas inmortales de las llamadas “nuevas músicas”.
Si tuviésemos que incluir éste disco en alguna categoría, lo
haríamos en una que reuniera todos aquellos trabajos que surgieron en los años
dorados de la “new age” y que alcanzaron un punto de calidad extremo que su
propio autor no fue capaz de repetir aunque siguiera grabando buenos trabajos.
No hace mucho que tuvimos por aquí otros discos que encajarían en esa descripción
(pensamos en “Carousel” de Ira Stein, por ejemplo) y seguirán apareciendo más
con el tiempo. Aunque la fama de Friesen viene por su condición de miembro del
Paul Winter Consort, creemos que este disco suyo en solitario es de un nivel
tan alto que supera a cualquier otro de la banda de Winter sin que esto suponga
ningún desprecio a esa formación que acabará por aparecer en el blog en algún
momento. Mientras tanto, aquellos interesados en acercarse al que fue el debut
en solitario de Friesen pueden adquirir el disco en los enlaces de siempre:
Nos despedimos con una actuación en directo de Friesen y Paul Haley en el programa "Música NA" en la que enlazan el tema "Madrigal" con "New Friend", composición perteneciente al disco homónimo que el dúo grabó poco antes de éste "Arms Around You":
Es curioso cómo
en el mundo de la música existen discos que son capaces de crear auténticas
facciones enfrentadas entre los fans de un artista en concreto (y usamos el
término “fan” con toda la intención). Mientras que unos los consideran una obra
maestra, los otros los tienen por auténticos sacrilegios que hacen que el
músico en cuestión pase a la lista de los ignorados, aunque es habitual que un
tiempo después esta situación se revierta (bien porque el fan cambia de
opinión, bien porque el artista vuelve al redil). Ocurrió con “Bringing It All Back Home” de Bob
Dylan, “Trans” de Neil Young, “You’re Under Arrest” de Miles Davis o “Achtung Baby” de U2.
El disco que hoy tenemos aquí podría formar parte también de
esa lista. En su momento supuso una ruptura con la trayectoria anterior de su
autor en muchos aspectos. El primero de ellos y quizá el que explica los demás,
es la ruptura del músico con un sello como ECM. Ya hemos hablado en anteriores
ocasiones de la editorial de Manfred Eicher, una fuente inagotable de buena
música durante décadas cuyos discos tienen una pátina de calidad indiscutible
aunque eso encierra también cuestiones algo más oscuras. Llegó un momento en
que Pat Metheny, uno de los músicos estrella del sello, se cansó de algunas de
las normas establecidas por Eicher y decidió abandonar la discográfica. Se
habían producido cambios en la forma de pensar del guitarrista que, tras una
estancia en Brasil se planteó un giro en su música, que incorporaría a partir
de ese momento nuevos elementos latinos y eso requería la participación de más
músicos y un proceso de creación, grabación y producción mucho más elaborado y
cuidado. Ahí es donde se produce el choque con ECM, partidarios de un proceso
de creación musical mucho más espontáneo y directo (se dice que los artistas
disponían de dos días para grabar y de un tercero para realizar los retoques
necesarios sobre la grabación y que esto no era negociable). Metheny no asumió
esas condiciones y abandonó el sello tras publicar “First Circle” en 1984 para
firmar con Geffen tras un par de trabajos muy concretos con otros sellos.
Para el nuevo disco, titulado “Still Life (Talking)”, el Pat
Metheny Group iba a experimentar una ampliación incorporando a los habituales
Lyle Mays (teclados), Steve Rodby (bajo, percusión), Pedro Aznar (voz,
percusiones, guitarras) y Paul Wertico (batería, percusión) las voces y la
percusión de Armando Marçal. La ausencia por cuestiones de agenda (era un
músico muy solicitado en aquel entonces) de Pedro Aznar fue reemplazada de modo
puntual en este disco por las voces de Mark Ledford y David Blamires.
Portada del single de "Last Train Home"
“Minuano (six eight)” – El disco da comienzo con una pieza
escrita a dúo por Metheny y Lyle Mays, lo que queda en evidencia en el momento
en que escuchamos las armonías vocales de los primeros instantes que hacen las
veces de introducción hasta la entrada de la sección rítmica, perfectamente
construida de manera que va creciendo de forma paralela al resto de la pieza.
Es indudable que Lito Vitale aprendió mucho de la forma de componer de Mays y
cualquier seguidor del argentino reconocerá en muchos fragmentos de esta pieza
las bases de gran parte de la obra del músico en los años posteriores.
Volviendo a la composición, en ella escuchamos una versión de Metheny
reconocible para sus seguidores pero enriquecida con un montón de elementos
nuevos que llevan su música a otra dimensión. En la parte final escuchamos una
preciosa sección con el protagonismo de los teclados de Mays absolutamente
rompedora que nos deja con muchas ganas de escucharla evolucionar durante más
tiempo del que lo hace antes de regresar al tema central, de claro aire
brasileño.
“So May it Secretly Begin” – Aunque la guitarra sigue siendo
la principal protagonista, la aparición de una sección de cuerda (suponemos que
sintética, ya que no aparece acreditada en el disco) revela el cambio que
estaba experimentando el sonido de la banda. El toque latino sigue muy
presente, especialmente en el piano y la guitarra acústica aunque quizá
apreciamos una cierta falta de músculo en una pieza que en momentos suena
peligrosamente cercana al “smooth jazz”.
“Last Train Home” – Llegamos al punto culminante del álbum. La
pieza que elevó a Metheny a los altares, que saltó del disco a las sintonías de
televisión y radio haciendo que prácticamente todo el mundo esboce un gesto de
reconocimiento cuando comienza a sonar el metronómico ritmo de las escobillas
de Paul Wertico instantes antes de que la guitarra-sitar de Metheny comience a
ejecutar una melodía inolvidable. A partir de ahí, todo es magia y la banda se
conjunta de manera impecable a partir, especialmente, de los elegantes teclados
de un Mays en estado de gracia. Una obra maestra sin paliativos que se iba a
convertir en un clásico instantáneo.
“(It’s Just) Talk” – De nuevo Brasil se hace presente en el
disco empapando toda la sección rítmica de un tema en el que, de nuevo, las
voces tienen un protagonismo importantísimo. Más allá de eso, la pieza nos
muestra al Metheny más conocido en plena transición aún hacia ese nuevo sonido
con influencias del sur que culminaría un poco después en su disco “Secret
Story”.
“Third Wind” – Segunda pieza escrita por Metheny y Mays en
el disco y, sin duda, la más frenética del mismo con un ritmo desatado desde el
comienzo que convierte a sus protagonistas principales (Paul Wertico y Armando
Marçal) en las auténticas estrellas del tema. Metheny, a pesar de la altura de
alguno de sus solos, no es sino un acompañante de lujo. Steve Rodby, muy
contenido durante todo el disco, hace aquí también una labor impresionante.
“Distance” – Lyle Mays firma en solitario la pieza más breve
del disco. Se trata de un interludio electrónico más cercano al “ambient” y a
la música clásica más vanguardista que al jazz por lo que su inclusión en el
disco choca bastante al no terminar de encajar con la filosofía de este aunque
tomada de modo aislado es una composición notable.
“In Her Family” – Cerrando el trabajo encontramos un tema
íntimo en el que la guitarra acústica se da la mano con el piano para construir
una pieza casi impresionista de esas con las que Metheny nos obsequia de cuando
en cuando. Mientras avanza el tema se van incorporando distintos elementos como
una suave percusión y algunos sonidos de cuerdas muy evocadores.
Cuando apareció el siguiente disco del Pat Metheny Group,
“Letter from Home”, se habló de que cerraba la trilogía latina iniciada con
“First Circle” y de la que el disco que hoy hemos comentado sería el segundo
volumen. Lo cierto es que esto no iba a suponer un regreso al Metheny anterior
tras la publicación de aquel disco ya que la mayoría de los elementos que se
habían incorporado a la paleta sonora del guitarrista iban a permanecer en su
música prácticamente hasta nuestros días. “Still Life (Talking)” es un gran
disco que no podemos dejar de recomendar y una pieza de la categoría de “Last
Train Home” debería estar en la discoteca de todo melómano que se precie. En su momento, como comentamos al principio, el trabajo suscitó cierta polémica entre los fans que consideraron que Metheny había "dulcificado" su sonido con la intención de vender más discos y hubo muchos de ellos que se bajaron del barco considerándose en cierto modo traicionados. Al mismo tiempo y a partir de la popularidad alcanzada por el single "Last Train Home", muchos otros aficionados se sumaron a la lista de seguidores del guitarrista en adelante. Sin entrar en demasiadas discusiones, ya que a nosotros nos gustan tanto el "nuevo" Metheny como el anterior, escogemos disfrutar de toda su música sin complejos. Aquellos interesados en hacerse con el disco lo pueden adquirir en los enlaces
de costumbre.
ECM es un sello
que se ha caracterizado por un sonido propio, unos altos niveles de calidad y
una personalidad muy marcada en todas y cada una de sus grabaciones. Dentro de
mismo han tenido cabida multitud de estilos, desde la música clásica al jazz
más vanguardista y no son pocos los discos maravillosos que han surgido bajo su
etiqueta en las últimas décadas. Dentro de las características que forman parte
de la “marca” ECM se encuentra una cierta frialdad en buena parte de la música
publicada por el sello, una elegancia y sobriedad que no hace demasiadas
concesiones a determinado tipo de expresiones musicales. Intuimos que esto tuvo
que ver con la salida de uno de sus artistas “estrella” a mediados de los años
80: Pat Metheny. Afirmaba el guitarrista que la política artística de la
compañía era muy restrictiva en muchos sentidos: “Grababas en dos días y tenías
un tercero para hacer las mezclas. Ese era tu disco. Ya fuera mejor o peor, te
gustase más o menos, ese era tu disco”.
Es probable que
no fuera ese el único punto en que Metheny no se sintiera cómodo con ECM ya
que, una vez abandonado el sello, su música experimentó un giro importante
incorporando multitud de elementos latinos, procedentes, principalmente, de
Brasil y Argentina, lo que se vio reforzado por la incorporación del
percusionista Armando Marçal a la formación. La otra gran novedad sí tenía que
ver con el tiempo disponible para grabar y mezclar el disco porque, a partir de
la firma con Geffen, los discos ganan en riqueza instrumental y en producción.
Hay una importante discrepancia entre los aficionados en este punto ya que, a
menudo, existe una gran división entre los partidarios del Metheny de ECM y el
posterior, al que acusan de dulcificar su propuesta musical, haciéndola más
comercial y menos auténtica. Siendo como somos admiradores de ambas vertientes
de la música del guitarrista norteamericano, nos cuesta alinearnos con una u
otra postura aunque tenemos que confesar que los discos de la etapa “post-ECM”
se encuentran entre nuestros favoritos de entre los publicados por el Pat
Metheny Group.
Hoy hablamos del
segundo disco del grupo en Geffen, titulado “Letter from Home”, aparecido un
par de años después del exitoso “Still Life (Talking)”, primero con la nueva
formación de la banda. Para “Letter from Home”, Metheny contó con Lyle
Mays (todo tipo de teclados, acordeón y trompeta), Steve Rodby (bajos), Paul
Wertico (batería, percusiones), Pedro Aznar (voz, guitarra, marimba, vibráfono,
saxo tenor, charango, melódica, flautas y percusiones) y Armando Marçal
(percusión). Destaca el regreso de Pedro Aznar al grupo tras su ausencia en el
disco anterior.
“Have You Heard” – El clásico sonido de piano de Lyle Mays
abre el disco con un ritmo sincopado al que no tardan en sumarse las
percusiones y los sintetizadores componiendo una amalgama de sonidos de jazz
latino acentuados por la voz de Pedro Aznar tarareando una melodía que refuerza
a la principal. Es entonces cuando aparece por primera vez la guitarra de
Metheny dibujando sus característicos arabescos. El disco comienza así de un
modo maravilloso que no es más que el prólogo de una gran experiencia.
“Every Summer Night” – El piano cambia de función para
convertirse en un elemento casi exclusivamente rítmico siendo el acordeón y la
melódica los instrumentos protagonistas de un segundo corte alegre aunque con
un punto tópico. En cualquier caso se trata de una escucha muy agradable en la
que, como siempre, destaca el solo final del propio Metheny y las
intervenciones de Mays al piano y también al órgano en la segunda parte de una
pieza que mejora mucho en ese tramo. La música ideal para dar un paseo, por
ejemplo, en una noche de verano.
“Better Days
Ahead” – Escuchamos aquí a un Metheny completamente rendido a los ritmos
brasileños, con una samba (o una bossa nova algo acelerada, no nos queda claro)
en la que sólo las percusiones acompañan a su guitarra en un primer instante
hasta que, más tarde, los teclados repiten la melodía inicial.
“Spring Ain’t Here” – Tras un comienzo en el que creíamos
que los aires del cono sur iban a seguir siendo protagonistas absolutos,
descubrimos que las percusiones del inicio no iban a disimular lo que no deja
de ser una pieza de jazz a la guitarra en la que el elemento latino es sólo un
aderezo más. Una vez más, el magisterio de Lyle Mays al piano es de lo
mejorcito de una composición que se cuenta entre las mejores del disco.
“45/8” – Entramos ahora en un pequeño segmento de tres
piezas cuya autoría es compartida entre Metheny y Mays, todas ellas llevando
por título exclusivamente notaciones rítmicas. La primera es de muy corta
duración y nos presenta una melodía muy viva con similitudes con algunos
fragmentos de “West Side Story”. Demasiado breve, en cualquier caso, como para
profundizar mucho más.
“5-5-7” – Tras el breve interludio, regresamos al jazz tal y
como lo concibe la pareja Mays / Metheny en otra pieza con el inconfundible
sello de la casa que transcurre por los cauces más o menos convencionales hasta
el segmento final en el que se acelera y en el que el teclista da una auténtica
lección de buen hacer. No es de extrañar que Lito Vitale se haya declarado en
muchas ocasiones “fan” de Mays porque su música no habría sido la misma sin su
influencia.
“Beat 70” – Otro de los temas “insignia” del disco es este
festivo corte de un ritmo contagioso, cercano al calypso que nos recuerda mucho
al Mays del disco “Street Dreams”, aparecido un año antes que el disco que hoy
nos ocupa. Sin duda, una de las mejores composiciones del disco y también una
de las más interpretadas por el músico en los años posteriores.
“Dream of the Return” – Lo habitual es que las
intervenciones vocales de Pedro Aznar junto a Pat Metheny no tengan texto pero
aquí tenemos una excepción en la que el argentino canta una letra propia en
español. Se trata de una balada de ritmo quedo que no llega a engancharnos
aunque no deja de ser una interesante curiosidad. Metheny no se ha prodigado
mucho con las canciones pero no olvidemos que un tiempo después de este disco,
jugó un importante papel en el lanzamiento de la vocalista Noa.
“Are We There Yet” – La única composición propia de Mays en
todo el disco es también la más arriesgada del mismo. Con una intrincada
estructura rítmica llena de variaciones y cambios, Mays y sus teclados
construyen una maraña realmente brillante que pasa del jazz a la fusión y al
rock progresivo sin despeinarse dejándonos realmente abrumados hasta terminar
con un misterioso pasaje electrónico cercano al ambient.
“Vidala” – También Pedro Aznar tiene su pequeño espacio
reservado y lo aprovecha con esta composición propia, basada en el folclore
tucumano. Una vidala es una composición poética que sólo ocasionalmente se
acompaña de música (siempre de percusión, caja o tambor y, a veces, de
guitarra). Aznar respeta ese esquema y añade algunos teclados y flautas aunque
sorprende un poco que cante en inglés. Aunque contrasta mucho con el estilo del
disco y del propio Pat Metheny Group, la composición es brillante y nos parece
muy acertada su inclusión en el disco.
“Slip Away” – Por un momento nos parece habernos confundido
de disco y haber pasado al “Tango in the Night” de Fleetwood Mac por la similud
del comienzo de la pieza con el “Big Love” del grupo de Stevie Nicks. Bromas
aparte, al margen de la coincidencia rítmica, la composición de Metheny tiene
todas las características habituales de su música y, en especial, las de la
nueva encarnación del Pat Metheny Group.
“Letter from Home” – Para la conclusión, Metheny deja la
que, a nuestro juicio es una de las mejores piezas de toda su carrera. Una
delicadísima balada de aires impresionistas, contenida, íntima y de una belleza
arrebatadora que sirve para recordarnos que muchas veces no es necesario ningún
tipo de exceso instrumental o virtuosismo para crear música maravillosa.
Como apuntábamos antes, “Letter from Home” supuso un punto
de inflexión en para muchos seguidores de Metheny. Existe una facción que nunca
le perdonaría el giro hacia los sonidos latinos y la “dulcificación” (otros
dirían comercialización) de su estilo. Otros asumieron el cambio como algo
normal y seguramente hay también un nutrido grupo de personas que empezaron a
conocer al guitarrista precisamente a raíz de este giro. Nosotros no creemos
que el cambio fuera tan radical y ayuda a esa idea el considerar la trayectoria
de Metheny en esos años en conjunto, teniendo en cuenta, no sólo sus discos con
el Pat Metheny Group, efectivamente inscritos en un estilo más asequible, sino
también los demás lanzamientos del músico con otras formaciones entre los que
encontramos ejemplos del jazz fusión más vanguardista y arriesgado (“Song X”,
junto a Ornette Coleman) y también más clásicos (“Question and Answer” con Dave
Holland y Roy Haynes). El aficionado a Metheny de toda la vida seguía teniendo
dónde escoger al margen del Pat Metheny Group si no terminaba de agradarle el
giro que experimentó la banda a finales de los ochenta. Como siempre, los
interesados podeis comprar el disco en cualquiera de los siguientes enlaces:
Tras la
publicación de “Letter from Home” en 1989, el Pat Metheny Group se encontraba
en uno de sus mejores momentos de creatividad lo que se reflejaba en sus
conciertos de una forma más clara que en ningún otro sitio. Su gira europea de
1991 fue una buena prueba de ello y como fruto, el guitarrista norteamericano
quiso regalar a sus seguidores un excepcional registro extraído de sus
conciertos en Italia y Francia. La publicación de “The Road to You” tuvo lugar
en 1993, conmemorando en cierto modo el décimo aniversario del primer disco en
directo de la banda, “Travels”. La referencia a éste trabajo anterior no es
casual ya que el DVD correspondiente a la gira de la que hoy hablamos lleva por
título, no “The Road to You” como cabría esperar sino “More Travels”
emparentando ambos registros.
La banda que
acompañó a Metheny en la gira estaba integrada por sus eternos acompañantes,
Lyle Mays (piano y teclados) y Steve Rodby (bajo) además de por Paul Wertico
(batería), Armando Marçal (percusión, timbales, congas y voz) y Pedro Aznar
(voz, guitarra, percusión, saxo, steel drums, vibráfono, marimba y melódica).
Este sexteto era prácticamente la misma formación (con la adición de Aznar) que
quedó configurada, precisamente tras la publicación de “Travels”, disco que supuso
la despedida de la banda de Dan Gottlieb y Nana Vasconcelos con lo que, en
cierto modo, Metheny hace un homenaje a toda una trayectoria de 10 años del
“nuevo” Pat Metheny Group que, tras “The Road to You” sufriría una nueva
remodelación.
Portada del VHS (luego DVD) de la gira
“Have
You Heard” – Uno de los factores que contribuyó al extraordinario éxito de la
gira del Pat Metheny Group fue el gran conocimiento que tenía el público
europeo de la música del grupo. En la introducción del disco podemos apreciar
cómo durante unos breves instantes, los asistentes a uno de los conciertos
tararean al unísono el tema “Minuano” del disco “Still Life (Talking)”. Justo a
continuación comenzamos a escuchar el primer corte del disco, extraído del LP
“Letter from Home”, el más representado, por otra parte, en este registro en
directo. Lo primero que nos sorprende es la excepcional nitidez de la grabación
que suena como si estuviera realizada en el más moderno de los estudios. La
entrega del público es total y se pueden escuchar ovaciones ante la intervención
de alguno de los intérpretes en momentos puntuales.
“First Circle” – Continúa el programa con la única pieza
procedente del disco homónimo “First Circle”, una composición con un comienzo
que mezcla sonidos brasileños (esa manera de cantar de Armando Marçal es
inconfundible) con ritmos vanguardistas que deben mucho a Steve Reich (con
quien Metheny llegó a colaborar en estos años). A partir de ahí encontramos ese
“nuevo” sonido que caracterizó esta etapa de la banda del guitarrista
norteamericano, con una importante influencia de los sonidos del cono sur pero
sin caer en los tópicos del jazz latino y similares; manteniendo por el
contrario toda la esencia del estilo de Metheny y su grupo, lo que es tanto
como decir de Metheny y Lyle Mays. No es gratuita esta mención al pianista
puesto que es suya la mejor intervención de toda la pieza, absolutamente
dominada por su maestría con las teclas.
“The Road to You” – Hasta tres nuevas composiciones
estrenadas en la gira forman parte del repertorio de este disco. La primera que
escuchamos es, precisamente, la que le da título. Se trata de una pieza
melancólica en la que Metheny y su guitarra caminan por senderos absolutamente
relajados en los que no podemos evitar notar un cierto regusto a Astor
Piazzolla, referente inevitable en la música de tantos artistas que han quedado
hechizados por los sonidos del sur. El acompañamiento de la banda es tan sutil
que pasa desapercibido por momentos y sólo alguna percusión furtiva y los
sintetizadores de Mays se hacen notar en instantes determinados.
“Half Life of Absolution” – El segundo de los temas nuevos
es una composición monumental que recibió varias nominaciones a distintos
premios. En ella escuchamos a un Metheny más agresivo de lo habitual, con un
sonido de guitarra electrificado cortante y amenazador. En estos primeros
instantes, la pieza transita por caminos que tienen más puntos en común con el
blues que con el jazz y, conforme va evolucionando, entra en terrenos rockeros
(alguna crítica llegó a afirmar que el Pat Metheny Group se disfrazaba de King
Crimson en esta pieza). Cuando la guitarra se toma un descanso, son los
teclados los que toman el timón y corrigen el rumbo de la nave hacia aguas más
jazzisticas a la vez que liberan al resto de instrumentos (particularmente a la
batería) que propician una nueva aparición de la guitarra antes de llegar al
gran final en el que Metheny saca una vena de bluesman que nunca ha explotado
lo suficiente para regalarnos una melodía desgarrarada realmente brillante.
“Last Train Home” – Llega el momento de escuchar el que,
probablemente, sea el tema más conocido de toda la trayectoria del Pat Metheny
Group, publicado en el disco “Still Life (Talking)”. Estamos ante uno de esos
casos en los que una melodía es tan poderosa que apenas necesita de
aditamentos. En esta ocasión, simplemente un vivo ritmo continuo con las
escobillas de Paul Wertico y unos ligeros apuntes vocales al final de la pieza (Brasil
siempre presente) son el único refuerzo que acompaña a las notas más emotivas
que nunca juntó Metheny sobre un pentagrama. Lo único que se puede añadir sobre
la interpretación es que hace justicia a la calidad del tema.
“Better Days Ahead” – Volvemos al disco “Letter from Home”
con uno de los temas más indisimuladamente brasileiros de toda la colección. En
él, Metheny combina un clásico ritmo de samba con sus habituales fraseados a la
guitarra. Un corte ante el que es muy complicado mantener los dos pies en
reposo y que suena mejor aún que en su versión en estudio, viendose muy
beneficiado por una ligera aceleración en su interpretación en concierto.
“Naked Moon” – Dicen
las crónicas que tanto “The Road to You” como este “Naked Moon”, las dos
baladas compuestas especialmente para la gira, fueron ambas concebidas por
Metheny sin utilizar ningún instrumento en su creación: simplemente silbando.
Como ocurría en la primera que ya comentamos, esta segunda pieza es otro tema
de guitarra aunque en esta ocasión con mayor participación del resto de la
banda. Es escuchando composiciones como ésta cuando nos damos cuenta de la
enorme deuda que muchos músicos mantienen con Metheny estilísticamente hablando
y pensamos, por ejemplo, en nuestro admiradísimo Lito Vitale.
“Beat 70” – El siguiente corte del disco es uno de los más
festivos de los incluidos en “Letter from Home”, imbuído de ritmos latinos
(calypso, básicamente), desprende una alegría contagiosa que se ve reforzada
por el uso de determinados instrumentos, especialmente los “steel drums”
caribeños.
“Letter from Home” – Acercandonos al final del disco nos
encontramos con una de nuestras piezas favoritas del Metheny más íntimo, la
sensacional “Letter from Home” que daba título a aquel disco. Por momentos, el
músico se acerca a un sonido casi impresionista que nos llega a evocar alguna
pieza para piano de Debussy, por citar un ejemplo. El único “pero” que se le
puede poner al corte es su brevísima duración que nos deja con ganas de más.
“Third Wind” – Como preludio de la despedida, nos adentramos
en terrenos más puramente jazzisticos (o al menos, tanto como puede serlo un
disco del Pat Metheny Group) con otra pieza del disco “Still Life (Talking)” en
la que el guitarrista se reserva alguno de sus solos más fulgurantes pero donde
deja espacio para que el resto de la banda disfrute de su pequeño instante de
exhibición personal de forma que podemos disfrutar en plenitud de las
habilidades de Steve Rodby a los bajos y, muy especialmente, de una riquísima
sección de percusión a cargo de Wertico, Marçal y Aznar que nos brindan
momentos auténticamente frenéticos hasta el punto de que el público, tras
terminar la pieza, se mantiene durante un tiempo tarareando la melodía
principal de la misma.
“Solo from More
Travels” – Cerrando el disco, tenemos una breve pieza de guitarra acústica
grabada por Metheny en el estudio con la intención de que sirviera de preludio
en la grabación en video que aparecería con los extractos de la gira. El tema
sigue las mismas premisas de las otras composiciones escritas o silbadas
expresamente para la gira salvo por el hecho de que ésta sí que está
interpretada completamente en solitario por el guitarrista. Como cierre del
disco, sirve para dejarnos con un sabor de boca inmejorable.
En muchos
sentidos, la etapa que va desde 1983 hasta 1993 (la recogida en este CD) es la
más popular del Pat Metheny Group en cuanto a aceptación por parte del público
en general. Como suele ocurrir, para la crítica más purista, son unos años no
demasiado apreciados en los que se suele acusar al músico de cierta “blandura”
y de acercarse a planteamientos muy de moda en aquellos años (new age, world
music, etc.) a costa de renunciar a su estilo particular. No compartimos esa
opinión sino que, al contrario, creemos que a lo largo de estos años, Metheny
fue encontrando un nuevo estilo propio que, por otra parte, ha sido imitado por
muchos otros artistas. Además, y como señalábamos en alguna entrada anterior,
los que preferían la versión más clásica y purista del músico o la más
vanguardista y arriesgada pudieron disfrutar de ella en varios lanzamientos
publicados al margen del Pat Metheny Group con lo que tampoco deberían tener
motivos de queja al respecto.
En La Voz de los
Vientos creemos que “The Road to You” es un magnífico resumen de una década de
música a cargo de una banda magistral y que sirve por igual para deleitar al
conocedor de la banda con versiones en directo más ricas si cabe que las
originales y a quien busca introducirse por primera vez en el mundo musical de
Metheny. Para ambos tipos de lectores dejamos los siguientes enlaces en los que
adquirir el disco:
Cuando apareció en las tiendas el disco “Secret Story” de Pat Metheny, los críticos más avispados apuntaron a que en él, se hallaba escondida una historia de amor que no llegó a cuajar y lo hicieron basándose en algunos de los títulos de las canciones y en un sonido y una melancolía especial que no podían surgir de un simple momento de inspiración sin algo más fuerte detrás. No andaban desencaminados en absoluto y es que la “historia secreta” oculta en la grabación fue el romance de Metheny con una guitarrista brasileña de nombre Shuzy Nascimento a la que conoció en un club de jazz de Río de Janeiro.
La parte triste de la historia fue que Shuzy no soportó una relación con una persona que daba 300 conciertos al año y termino poniendo fin al romance. La buena noticia es que de esa relación (y su ruptura) surgió un disco maravilloso. Probablemente, el mejor de su autor.
Aunque el disco aparece firmado por Metheny en solitario y la práctica totalidad de la música es de su autoría, en él participan un buen número de miembros del Pat Metheny Group así como gran cantidad de estrellas invitadas. Destacan entre los músicos acreditados nombres como los de Lyle Mays (piano), Charlie Haden (contrabajo), Nana Vasconcelos (percusión), Armando Marçal (percusión), Dan Gottlieb (percusión), Steve Rodby (bajo), Paul Wertico (batería), Andrew Findon (flauta), Toots Thielemans (armónica) o Akiko Yano (voz), además de la presencia en todo el disco de la The London Symphony Orchestra dirigida por Jeremy Lubbock, quien, a su vez, hace las transcripciones de las músicas de Metheny para la misma.
En los años previos a la publicación del disco, el guitarrista había alternado trabajos con el Pat Metheny Group en su línea habitual con otros más puramente jazzisticos junto con Dave Holland, Ornette Coleman o Roy Haynes. “Secret Story”, sin embargo, iba a moverse por senderos diferentes. Hay similitudes con los discos firmados con su grupo pero el hecho de que sólo Metheny aparezca en la portada no es anecdótico y tiene que ver, tanto con el carácter autobiográfico de la obra como con la música en sí: una mezcla de todo tipo de géneros musicales e influencias de rincones del globo separados por miles de kilómetros entre sí.
Pat Metheny con su (casi) inseparable jersey de rayas blancas y azules.
“Above the Treetops” – Comienza este extraordinario viaje musical con una canción tradicional camboyana que se oye se fondo entre percusiones y el sonido lejano de la orquesta en segundo plano. La canción va ganando en intensidad hasta que llegamos al primer sólo de Metheny a la guitarra acústica: un apunte muy breve que apenas introduce una variación sobre el tema principal.
“Facing West” – No hace falta esperar mucho más para llegar a uno de los momentos más memorables de todo el disco, con la guitarra de Metheny unida al piano de Mays, como en los mejores tiempos del Pat Metheny Group. Todo ello aderezado con un ritmo muy vivo y una melodía tremendamente pegadiza que nos hace pensar inmediatamente en el clásico entre los clásicos del repertorio de su autor: “Last Train Home”, composición con la que comparte muchas características e inspiración. No en vano, la pieza fue escrita en la época del disco “Still Life (Talking)” al cual pertenece el tema anteriormente citado. Probablemente la presencia de aquel fue la que desaconsejó la inclusión de “Facing West” en el disco por ser dos temas excesivamente brillantes para compartir vinilo sin eclipsarse el uno al otro. El sólo del guitarrista a partir del segundo minuto es precioso y hace de este corte algo inolvidable y un sensacional “gancho” para acercar al disco a los más reticentes. A continuación, el tema en directo:
“Cathedral in a Suitcase” – Con un sonido de sintetizador acompañado de percusiones que bien podría estar influido por la colaboración de Metheny con Steve Reich de unos años antes se abre una pieza misteriosa por su carácter más ambiental que melódico, al menos hasta que la orquesta gana presencia hacia la mitad del corte. En líneas generales se trata de una de esas composiciones que nos mantienen en tensión esperando a que pase algo porque a cada momento va elevando el tono. Tanto es así que el precioso final orquestal nos llega a saber a poco en cuanto comprobamos que no es el gran cambio anunciado sino una especie de clímax a partir del cual, todo vuelve al punto de partida.
“Finding and Believing” – La gran complejidad del disco se pone de manifiesto más que nunca en este monumental tema para el que Metheny recurre a diferentes músicos en cada una de las secciones. Abre las hostilidades el bajo de Will Lee marcando con una serie de notas repetidas una base casi hipnótica. La irrupción de las percusiones y los efectos electrónicos nos arrastran en un auténtico torbellino en el que no sabemos a qué atenernos. Pocas veces ha sonado tan vanguardista la música de Metheny y, curiosamente lo hace recurriendo a elementos ancestrales en forma de voces y rítmos. A mitad de la pieza entramos en un pequeño remanso de tranquilidad en el que sólo escuchamos una suave percusión acompañando a la orquesta en un paisaje muy cinematográfico, si se nos permite la expresión, que sirve como enlace con la parte final de la pieza en la que escuchamos a la sección rítmica clásica del Pat Metheny Group con Steve Rodby al bajo y Paul Wertico a la batería recordándonos lo grande que fue esta formación en los años precedentes. De nuevo en directo:
“The Longest Summer” – La misma formación con apenas variaciones se repite en el siguiente corte, de aire más relajado en el que Metheny nos muestra que es capaz de defenderse sin problemas con el piano, instrumento encargado de la melodía principal antes de que aparezcan los clásicos sonidos de los sintetizadores de guitarra del músico norteamericano. El tema, que habría sido uno de los más destacados en cualquiera de los discos precedentes del músico con su grupo, aquí nos suena como uno más, dado el altísimo nivel del disco. Como en muchos de los cortes del trabajo, hay dos partes diferenciadas también en éste aunque la segunda no deja de ser una recapitulación en un tono algo más íntima de la melodía principal.
“Sunlight” – El hecho de que Metheny se prodigue mucho más de lo habitual en el piano tiene una parte mala y es que apenas hay hueco para escuchar a un grande como Lyle Mays cuya participación se reduce al segundo corte del album y a éste. Aunque comienza como un agradable tema de guitarras es, precisamente, con la entrada del piano cuando pasa a convertirse en un tema de jazz fusión muy americano en el que la intervención de la orquesta le da un divertido aire de sintonía de teleserie americana de éxito (Metheny declaró un tiempo después que se trataba de un particular homenaje a Burt Bacharach). No podemos decir que se trate de nuestra pieza favorita del disco pero se deja escuchar sin demasiados problemas.
“Rain River” – Cambiando totalmente de estilo con respecto a su predecesor, Metheny recurre a una sonoridad completamente diferente gracias a su sitar eléctrico y un sonido muy peculiar, mezcla de sintetizador, percusión y la flauta de un invitado especial como Andrew Findon, habitual integrante de un grupo tan ajeno en apariencia al estilo de Metheny como es la Michael Nyman Band. Aunque melódicamente no sea una composición especialmente llamativa, el peculiar sonido empleado crea un ambiente entre étnico y onírico absolutamente cautivador. Como no podía ser de otro modo hablando del artista que hoy nos ocupa, los solos que se reserva en los momentos centrales de todas las piezas son magníficos.
“Always and Forever” – La presencia del contrabajo de Charlie Haden nos indica que nos espera una de esas composiciones íntimas que Metheny nos suele regalar cuando se junta con su viejo amigo. Si añadimos la batería de Paul Wertico a la ecuación nos encontramos con un clásico trío jazzistico interpretando uno de los cortes más ortodoxos de todo el disco. El trabajo de la orquesta es como el de los buenos árbitros de fútbol. Sabes que están ahí pero en ningún momento interfieren en el desarrollo del juego. En los instantes finales aparece la armónica de Toots Thielemans, otro clásico, para poner la guinda a una composición excepcional.
“See the World” – No se aparta del sonido jazzistico el músico en el siguiente corte aunque vuelve a trasladarlo a su terreno aportando ese sonido tan característico e inconfundible con un cincuenta por ciento de guitarra y otro de sintetizador en el que a veces cuesta distinguir quién es quién.
“As a Flower Blossoms (I Am Running to You)” – Llegamos a esta breve transición, muy escueta, con unas simples notas de piano y guitarra y un ligero apoyo percusivo por parte de Nana Vasconcelos. Al final del corte aparece un pequeño recitado en japonés a cargo de Akiko Yano, quien aparece acreditada como co-autora del tema, siendo el único de todo el disco en el que no es Metheny el único responsable.
“Antonia” – Sobre todo el disco planea un aire brasileño pero el acordeón (en realidad un Synclavier) que abre el tema nos hace pensar en algo más porteño. Sin embargo, la referencia principal que nos viene a la cabeza no está en Buenos Aires sino en la excepcional versión que el sintesista japonés Isao Tomita hizo en 1974 del famoso “Arabesco” de Claude Debussy, al menos en cuanto a la sonoridad obtenida (incluso aparecen algunas flautas que parecen directamente extraídas de aquel disco). Una vez superada esa impresión inicial el tema evoluciona hacia terrenos más clásicos y cercanos al jazz especialmente con el sólo cristalino que Metheny se marca en los instantes finales.
“The Truth Will Always Be” – Llegamos a otro de los puntos culminantes del disco en el que su autor hace acopio de todos sus recursos para golpearnos en lo más íntimo. No hay guitarras y todos los sonidos, a excepción de las percusiones y la orquesta son electrónicos. Sin embargo, ninguna otra composición en todo el disco llega a este nivel de dramatismo. Toda la pieza se construye alrededor de un ritmo constante de tambor, casi procesional, Sobre él comienza a crecer una soberbia construcción orquestal de carácter progresivo en la que superponen capas y capas de sonido de un modo magistral. Si atendemos a un supuesto carácter narrativo en el disco, parece claro que estamos llegando a la fase en la que Metheny y Shuzy Nascimento ponen fin a su relación y escuchando el sólo final del artista con su sintetizador de guitarra no nos cabe duda de que el dolor que estaba sintiendo en aquel instante era el motor de la composición. La única duda que nos surge al respecto aparece cuando leemos que tanto esta pieza como la anterior pertenecían, en realidad, a un ballet escrito por el músico para una compañía canadiense meses atrás. Sea como fuere, la composición es sensacional.
“Tell Her You Saw Me” – Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el músico se reserva un final soberbio en forma de dos últimos cortes casi orquestales en su totalidad. El primero, un vals lento de gran belleza sólo incorpora la melancólica guitarra de Metheny subrayando los pasajes más emotivos y el arpa de Skaila Kanga como apoyo puntual. Con esas únicas excepciones a tener en cuenta, nos encontramos ante un tema magistral y lleno de melancolía. El título, “dile que me has visto”, hace que no sea necesario añadir ni una palabra más sobre la emotividad de la música que escuchamos.
“Not to be Forgotten (Our Final Hour)” – Casi como si de una coda al tema anterior se tratase, Metheny despide el disco con un breve fragmento absolutamente orquestal, que hace la función de los títulos de crédito tras una película. Se cierra el telón. Se encienden las luces. Termina el sueño y con él, la escucha de uno de los discos más grandes que hemos oído nunca, por encima de géneros y clasificaciones.
“Secret Story” fue un trabajo muy extenso cuya duración, en una época anterior al CD, le habría condenado a ser publicado en un vinilo doble. Eso no impidió que existieran aún varios temas que quedaron fuera del mismo por razones que se nos escapan. Hace unos años, apareció una nueva versión del disco con un CD adicional en el que se pueden escuchar hasta cinco descartes del disco original. Recomendamos su adquisición, algo que podéis hacer en los siguientes enlaces:
En La Voz de los Vientos tenemos ya una edad y este hecho, que suele pasarnos inadvertido habitualmente, nos golpea en pleno rostro cuando tratamos determinadas grabaciones que aparecieron cuando hacíamos nuestras primeras armas en la agradable dedicación del melómano. La primera vez que escuchamos el tema que abre y da título al disco que hoy nos ocupa, no teníamos ni la más remota idea de quién era su autor. Incluso años después, Jerry Goodman aún era para nosotros el tipo aquel de “On the Future of Aviation”. Resulta muy difícil hoy en día que el joven lector / oyente se haga una idea de lo que suponía escuchar música fuera del circuito de las radiofórmulas tan sólo, pongamos, quince años atrás. En aquel entonces, aunque ya existía internet y su uso empezaba a generalizarse, los anchos de banda disponibles hacían impensable todo lo que sucedió después. El modo de conocer músicas distintas solía ser la recomendación de un amigo, de un familiar o algunos aislados programas de radio que se salían de la linea habitual de las emisoras comerciales.
Eran tiempos en los que siempre había un cassette virgen en la pletina preparado por si en algún momento sonaba en la radio alguna canción que nos interesaba para grabarla, muchas veces con la voz del DJ interrumpiendola a la mitad y estropeando la “toma”. Tiempos en los que la compra de un disco era un momento especial y que solía preceder a días o semanas de escucha intensiva de aquella música. Una época en la que conocíamos al dedillo cada acorde y cada variación de todos y cada uno de los discos de nuestra colección y de las de nuestros amigos, pues no era extraño reunirse por las tardes, sencillamente, a escuchar música.
Hoy en día todo es muy distinto. Si uno escucha un tema que le gusta, en menos de cinco minutos puede acceder a google y comprobar que su autor fue en su tiempo integrante de la Mahavishnu Orchestra, que aquellos tipos fueron uno de los grupos fundamentales de lo que se llamó el jazz fusión en los años setenta e, incluso, que antes de estar con ellos formó parte de The Flock. En una tarde podemos tener a nuestra disposición, no sólo la discografía de Goodman sino todos aquellos discos en los que participó con lo que en muy poco tiempo estaría ante nosotros la posibilidad de escuchar toda su carrera y en un par de semanas estaremos haciendo lo mismo con cualquier otro músico que nos llame la atención en ese momento. Con suerte, en ese tiempo habremos escuchado un par de veces el disco que nos hizo fijarnos en el músico y apenas recordaremos un par de temas del mismo.
Y a veces es preciso (diríamos que imprescindible) volver al viejo modo de hacer las cosas para disfrutarlas como se merecen y así retroceder hasta el año 1985 cuando Jerry Goodman se junta con el teclista Fred Simon y algunos músicos más, desempolva sus violines y guitarras y comienza la grabación de uno de los discos clásicos de las llamadas nuevas músicas o, en su denominación más extendida, de la new age.
Aunque hemos mencionado en ocasiones anteriores al sello Private Music, no es hasta hoy que tenemos un disco publicado por la discográfica de Peter Baumann. El antiguo miembro de Tangerine Dream se estableció en Estados Unidos y fundó un este sello que en poco tiempo se convirtió en referente de las nuevas músicas. Lo que distinguió a Private Music de otras compañías icónicas de la música “new age” como Windham Hill, Narada o Hearts of Space fue principalmente la procedencia de sus artistas principales. Mientras que en estas últimas, los músicos solían ser desconocidos y con trayectorias más bien humildes, Private Music era una especie de cementerio de elefantes en el que músicos consagrados, especialmente como secundarios de alguna gran estrella, desarrollaban sus ideas propias de un modo que les era imposible de hacer en sellos más grandes. Así, nos encontramos en la nómina del sello de Baumann a los propios Tangerine Dream, al guitarrista habitual de David Bowie, Carlos Alomar, al violinista Eddie Jobson (ex-integrante de Roxy Music y colaborador ocasional de Jethro Tull o King Crimson), al bajista de Frank Zappa, Patrick O’Hearn, al ex-guitarrista de The Police, Andy Summers o al percusionista David Van Tieghem (colaborador de todo aquel que era alguien en el New York de los primeros ochenta, desde Steve Reich a los Talking Heads pasando por Laurie Anderson). Goodman en su calidad de antiguo integrante de la Mahavishnu Orchestra encajaba también en ese patrón del sello que albergaría también a otras figuras de gran repercusión como Suzanne Ciani o Yanni.
El violinista en su época más salvaje.
El disco que hoy comentamos fue uno de los primeros editados por el sello y el de debut de su autor. Junto a Goodman (guitarras, mandolina, violines y sitetizadores), participan en la grabación: Linda Sears (voces), Jeffery Vanston (teclados), Phil Gratteau (batería), Paul Wertico (batería) y Fred Simon (piano y sintetizadores).
“On the Future of Aviation” – Un insistente tanir de campanas abre más esta breve epopeya musical a la que se suma el sordo rumor de algún tipo de aeronave en la lejanía mientras empezamos a escuchar los violines creando un ritmo hipnótico que nos pone en guardia porque con un comienzo así de prometedor, la composición debe dar mucho de sí para colmar las expectativas. Y ciertamente, así es. Con los clásicos sonidos y efectos electrónicos de los sintetizadores “ochenteros” como fondo, Goodman saca a su violín una melodía hechizante que nos atrapa de principio a fín. Hay espacio para todo tipo de evocaciones e, incluso, se reserva un pequeño solo de violín eléctrico como si de un “guitar hero” se tratase. Como si de un perfecto viaje circular se tratase, el ritmo inicial de violines se desvanece poco a poco entre el sonido del avión del principio y las mismas campanas, omnipresentes en toda la pieza, que van decayendo poco a poco.
“Endless November” – Tras la maravilla inicial, cualquier cosa que Goodman nos pudiera ofrecer iba a sabernos a poco. El segundo corte del disco nos remite inmediatamente al estilo de otra formación aparecida tiempo atrás en nuestro blog y contemporanea de esta etapa de Goodman: Shadowfax. El corte reune todos los elementos de la sensacional banda (que también tenía su propio violín eléctrico) con la única excepción, quizá, del lyricon, sello particular del “sonido Shadowfax”. Nada que objetar, por tanto, a la composición, una mezcla de jazz, pop instrumental y elementos folk de agradable escucha. Podeis escuchar la versión en directo de esta pieza a continuación.
“Outcast Islands” – Con el siguiente tema, Goodman parece querer repetir la fórmula del que abre el disco, con sutiles melodías (en este caso de guitarra) introduciendonos en la pieza poco a poco con progresivos añadidos de elementos adicionales. Sin embargo, falta toda la magia y la inspiración que rebosaban en cada compás de aquel corte. Al igual que ocurre con el tema precedente, el sonido recuerda tremendamente al de Shadowfax.
“Orangutango” – Prosigue el disco con este tema de título no demasiado afortunado que no tiene rastro alguno de tango en toda su extensión si bien es cierto que algo de latino sí que se puede encontrar en las percusiones. Como bien sabemos, para muchos norteamericanos, todo lo que hay de Texas para abajo entra en el mismo saco por lo que tampoco es de extrañar que todo se mezcle un poco. Sin ser una composición particularmente floja, no se sale de la tónica de los temas precedentes. Se deja escuchar pero no entusiasma.
“Waltz of the Windmills” – Quizá porque a estas alturas del disco, no esperabamos ya mucho más, escuchamos con sorpresa este corte que, sin estar a la altura del que titula el album, sí recupera algunos de sus elementos más identificativos como los violines como elemento rítimico, los sonidos de campanas como elemento cohesionador de la composición y algún solo muy inspirado.
“Sarah’s Lullaby” – Y tras el ligero repunte del disco en el corte anterior, Goodman nos ofrece una despedida absolutamente distinta de todo lo anterior, al menos en sus primeros instantes en los que podemos pensar que nos encontramos ante un cierre relajado de tonos jazzisticos, con suaves teclados electrónicos y una tranquila melodía de violín. Un cierre relejante y distendido sin ninguna sorpresa pero pronto nos damos cuenta de nuestro error. Tras esa introducción nos sorprendemos en medio de un torbellino de violines a ritmo creciente que se ven reforzados por la batería en un regreso, siquiera en espíritu, a los ambientes y sonidos del corte que abría el trabajo. El sólo de violín eléctrico que Goodman nos regala al final de la pieza justifica con creces la espera y pone un broche más que digno a un trabajo tan irregular como inolvidable en sus momentos más inspirados. Tras el momento de euforia, volvemos al tono inicial de la pieza para despedirnos del disco de un modo más tranquilo.
Nos resulta muy complicado hacer una crítica general de un disco de estas características porque sabemos que va a estar distorsionada por la absoluta brillantez del tema principal del mismo que destaca tan poderosamente sobre el resto de piezas que las minimiza haciendolas pasar por intrascendentes. Conscientes de lo anteriomente afirmado, creemos también que el disco es muy irregular y durante muchos minutos no está a la altura de muchos otros trabajos comentados anteriormente en el blog. También pensamos que de no ser por la presencia del tema principal del disco, ni siquiera nos habríamos fijado nunca en “On the Future of Aviation”. Sin embargo, una composición tan fascinante justifica por sí misma, en nuestra opinión, el comentario del disco en el que aparece al margen de que temas como los dos últimos del disco sean notables.
En el momento de mayor auge de las nuevas músicas, era muy sencillo encontrar casi cualquier disco de un sello como Private Music en cualquier tienda medianamente surtida de cualquier ciudad. Hoy lo difícil es encontrar alguna tienda en cualquier ciudad. Bromas aparte, no es sencillo hacerse en estos días con una copia del disco pero algún sitio aún existe:
Pat Metheny es un virtuoso guitarrista norteamericano, generalmente encuadrado en el jazz pero que nunca ha permanecido fiel a un único estilo tocando todos los palos imaginables e inventando, de paso, algunos nuevos. En sus comienzos se codeó con Gary Barton, de cuya banda formó parte o con el mito del bajo, Jaco Pastorius, junto a quien actuaba en la banda de Joni Mitchell. Su discografía es tan extensa como variada e incluye discos en solitario, con su propia banda y colaboraciones con los más destacados músicos de la escena de jazz contemporaneo como Ornette Coleman, Chick Corea, Brad Mehldau o Charlie Haden.
Además de todo lo dicho, Metheny es un inconformista del sonido que busca siempre ir más allá con su instrumento utilizando todo tipo de guitarras y sintetizadores para guitarra incluyendo la guitarra Pikasso, un extravagante instrumento de 42 cuerdas con varios mástiles que se entrecruzan y que emite un sonido más cercano a los registros del sitar o el sarod hindúes que a la guitarra que conocemos.
"Imaginary Day" es uno de los trabajos más populares y premiados de Metheny y también uno de los más variados estilísticamente. En el CD podemos escuchar toques étnicos como los de "Imaginary Day", jazz más clásico en "A Story Within the Story", escarceos con el flamenco y la música brasileña como "The Hear of the Day", e incluso acercamientos a un moderno rock progresivo en "The Roots of Coincidence".
En el momento de la grabación del disco, el Pat Metheny Group estaba formado por Pat Metheny (guitarras), Lyle Mays (piano, teclados), Steve Rodby (bajo, cello) y Paul Wertico (batería). Como colaboraciones especiales tenemos las participaciones de David Blamires (voz, guitarra, trompeta, violín, flautas), Mark Ledford (voces, trompeta) y los percusionistas Dave Samuels, Glen Velez, Don Alias y Mino Cinelu.
Como curiosidad, señalar que los textos de la portada y contraportada del disco están encriptados bajo una especie de pictogramas cada uno de los cuales corresponde con una letra del alfabeto. Esta correspondencia se encuentra codificada en la bandeja interior del CD. El disco ganó dos premios Grammy en 1999, el de mejor disco de jazz contemporaneo y el de mejor interpretación de rock instrumental por la sensacional "The Roots of Coincidence".
Sirva esta entrada como presentación de Metheny y su grupo en La Voz de los Vientos, donde seguirán apareciendo trabajos del músico, sin duda uno de los más interesantes de los que pululan por los escenarios hoy en día.
El disco lo teneis a buen precio en el siguiente enlace: